Mostrando entradas con la etiqueta policía. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta policía. Mostrar todas las entradas

miércoles, 1 de diciembre de 2021

Control social

En estos días he recordado el libro Del Génesis al genocidio. La sociobiología en cuestión del neurofisiólogo Stephan L. Chorover, que leí hace unos pocos años y lo tengo desde finales de la década de los ochenta, no me di cuenta de él desde entonces.

El libro en cuestión es un ataque al uso que hace el poder para controlar la conducta de sus «súbditos», demuestra que los científicos no son para nada objetivos, están condicionados por sus prejuicios personales y los de las clases dominantes.

Nos habla de Platón y Aristóteles, el creacionismo cristiano y muchas creencias dominantes del pasado que utilizaban todos los medios disponibles para manipular a la gente y justificarlo, como la esclavitud y el racismo. Con el siglo XVIII, el papel de la ciencia ocupa el lugar que tenía antes la religión, y hace que los prejuicios dominantes se conviertan en científicos. Tenemos el caso de la eugenesia de Francis Galton, que se inculcó en los EEUU mucho antes que en la Alemania nazi. Los médicos alemanes quisieron aplicar la higiene racial durante la República de Weimar, pero fue con Hitler cuando se aplicó el exterminio de los disminuidos psíquicos y las «razas inferiores». También hace una crítica al mal uso de los test de CI, para legitimar las desigualdades sociales. Habla sobre las drogas y el papel del Estado en su guerra contra ellas, o, también, del uso de psicólogos para vigilar y controlar el comportamiento de los presos.

Este libro es de la línea de otros como La falsa medida del hombre de Stephen Jay Gould y No está en los genes. Crítica del racismo biológico de Richard C. Lewontin junto a Steven Rose y Leon J. Kamin, libros que atacan al determinismo biológico.

Ya que he empezado con este interesante libro, el capítulo sexto titulado: «El abuso de las drogas: ¿una vida mejor gracias a la química?», acaba de esta manera:

 «(...) No es fácil convencer a la gente de que abandone el enfoque estructural, con sus conceptos concomitantes de control basados en "la ley y el orden", en favor del enfoque de sistemas, más sofisticado y científico, en el cual consideramos a los individuos no como unidades aisladas, sino como partes de un contexto más amplio que los configura y que es configurado por ellos. En muchas familias, por ejemplo, si un miembro muestra una conducta anormal o inesperada, los otros miembros pueden cerrar filas y acordar que la persona desviada "tiene problemas", "necesita ayuda" o "debe ser atendida". Pueden incluso recabar ayuda exterior y poner al familiar "extravagante" en manos de una persona o de una institución supuestamente competentes para ayudar a resolver el problema. No se trata de si esta ayuda hace o no volver a sus cauces a la conducta trastornada. La familia presupone demasiadas cosas cuando centra la causa del problema únicamente en el individuo afectado, ignorando la posibilidad de que se halle profundamente enraizada en el todo del sistema familiar. Con esta actitud podrá protegerse la coherencia inmediata del grupo, pero puede provocar un desastre a largo plazo, al empujar más y más a la persona identificada y etiquetada como paciente hacia el rol de desviado social.

 »Ya se trate del problema de las drogas o de los niños problemáticos, la desviación no es tanto una propiedad de la conducta misma cuanto un juicio de valor formulado sobre ciertas relaciones dentro del grupo de referencias. La desviación, considerada bajo esta luz, es un conjunto de relaciones entre los miembros del grupo y no meramente un síntoma de trastorno personal que el grupo reputa peligroso, embarazoso o irritante y que decide sancionar. Esto es importante, porque establece una base para distinguir la desviación de la enfermedad. Aunque los significados sociales y culturales que conllevan los diferentes tipos de enfermedades pueden variar con las circunstancias históricas (gota en el siglo XVIII, tuberculosis y epilepsia en el XIX), las enfermedades biológicas continúan siendo entidades definidas, mientras los tipos de desviación tienden a cambiar con la evolución de la sociedad. El desviado en un contexto social puede ser la bruja o el hereje y en otro, el esclavo huido, el delincuente juvenil, el homosexual, el judío, el yonqui o el "niño problema".

 »Tanto en las familias como en las sociedades puede servirse a los intereses prácticos y políticos adjudicando culpas, identificando los síntomas con las causas y controlando a los individuos cuyo comportamiento es definido como peligroso o molesto. Pero pretender que tales prácticas poseen justificación científica es negar el objeto mismo de la ciencia y confundir el significado con el poder.»

Lo recuerdo porque el servicio de expertos científicos y médicos actualmente está de nuevo en vigor.

jueves, 9 de abril de 2015

Cui prodest



Desde la época de la República romana, los investigadores buscan pistas para esclarecer cualquier delito preguntándose quién es el beneficiario de tal crimen, el famoso Cui prodest. Este mismo principio del derecho romano cabe extenderlo más allá de la investigación criminalística, por ejemplo a lo que rodea a la propia investigación. En torno a cincuenta personas pertenecientes a colectivos anarquistas han sido detenidas en días pasados. En diciembre otro tanto de lo mismo. ¿La acusación? Pertenencia a organizaciones criminales con fines terroristas. ¿Las pruebas? Estamos a la espera.

Los anarquistas siempre resultaron molestos para cualquier poder, y el poder cuestionado nunca dudó en arremeter contra ellos acusándoles de los más perversos crímenes. No hace falta atrasar el reloj hasta el siglo XIX y recordar el caso de aquella supuesta organización denominada ‘La Mano Negra’, perfectamente podemos encontrar antecedentes en nuestra etapa democrática. En 1978, un incendio en una sala de fiestas dejó un balance de cuatro muertos. Se culpó de ello a la CNT, sindicato anarquista que se oponía a los pactos de la Moncloa. Tras un juicio en 1980, cinco ‘ceneteros’ purgaron penas de cárcel. El daño a la organización ya estaba hecho, aunque después, en una segunda vista, se demostrara que el único responsable fue un confidente policial.

Es también conocido el caso de Sacco y Vanzetti, dos anarquistas injustamente condenados en USA. Días antes de su ejecución en 1927, Vanzetti escribía una carta al hijo de Sacco: «Nosotros no somos criminales (…) estuvimos y estamos siempre contra la opresión del hombre por el hombre».

Coincidiendo con un momento social y político convulso, el gobierno no duda en criminalizar cualquier disidencia y en legislar para cumplir este objetivo. En estas condiciones siempre les resulta útil señalar a un inconcreto chivo expiatorio para atemorizarnos a todos con el fantasma del terrorismo y así justificar sus excesos. Cui prodest… Otra vez los anarquistas están en el punto de mira. Son tantas las veces que les culparon de lo que no hicieron…

Publicado en El Norte de Castilla el 09-04-2015

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Solidaridad con los detenidos de la Operación Pandora


En relación a las recientes detenciones de compañerxs anarquistas, desde Espacio Libertario declaramos:

En las últimas horas, de acuerdo a las órdenes de la Audiencia Nacional, varixs compañerxs anarquistas han sido detenidxs. Frente a la sarta de mentiras con que se suelen justificar estas agresiones, nos parece especialmente importante que se conozcan los motivos de fondo que han llevado a la ejecución de estas órdenes.

Independientemente de los hechos de que se acuse a los detenidos en este caso particular, sobre los que no nos vamos a pronunciar en ningún momento, entendemos que se trata de un paso más en la amplia operación represiva que se está llevando a cabo desde instancias gubernamentales. Son ya muchas las personas que se han visto afectadas por estos ataques a la libertad y la dignidad de todas, por unos motivos o por otros. Muchas veces por pura conveniencia política. De hecho no es difícil que tu vecino, tu amiga, tu hermana o tu hijo se hayan visto afectados.

No nos cabe duda de que el Estado está recurriendo a una estrategia del miedo y la división para evitar que cuaje un proceso colectivo que pueda llegar a amenazar los privilegios de quienes se benefician de la desgracia de todas. El malestar crece cada día conforme se conocen más casos de corrupción o empeora la situación laboral y económica de las trabajadoras, mientras los más ricos aumentan el consumo de artículos de lujo y los bancos arrojan beneficios millonarios a costa de las familias desahuciadas. Ante esta situación cada vez somos más las desfavorecidas que decidimos trabajar desde la base, de manera asamblearia, horizontal y autogestionada para defender nuestra libertad y dignidad.

Desde el Estado se quiere frenar este proceso colectivo, dividiéndolo. Realizando detenciones entre las personas más comprometidas se busca separarlas y aislarlas del resto, criminalizándolas, como si no compartiesen los mismos problemas y objetivos que las demás. A su vez los arrestos son una amenaza nada velada a quienes participan en cualquier actividad reivindicativa, sea del tipo que sea. No en vano la nueva Ley Mordaza (o de Seguridad Ciudadana) pretende instaurar un estado de excepción encubierto que pare el movimiento de cambio que ya ha comenzado.

Precisamente por ello, en este momento, queremos decir que no vamos a dejar que la represión nos pare. Podríamos afirmar que no tenemos miedo, y sería seguramente mentira. Pero tenemos claro que mientras no se caiga en la estrategia estatal de la división y la parálisis, serán ellos quienes sientan un temor cotidiano a que se les escape la situación de la manos y, esta vez sí, las cosas empiecen a cambiar. El primer paso en este camino es no caer en el juego canalla de la división, la criminalización y la amenaza que tan bien sabe jugar el Estado, en tándem con los medios de comunicación mayoritarios.

Las detenciones no nos sorprenden. Como sujetos dispuestos a exigir libertad y dignidad para todas, lo mínimo que podemos esperar son los ataques del Estado y los guardianes de los privilegiados. Pero ante estas agresiones lo único que podemos decir es que seguiremos adelante, con tu apoyo. Esperamos sinceramente que esta lucha sea también la tuya pronto, de modo que entre todas construyamos ese nuevo mundo que cada día se hace más urgente, unidas y sin miedo.

¡Solidaridad con lxs detenidxs, libertad para todxs lxs presxs polítcxs!

Madrid, 16 de diciembre de 2014

 

sábado, 30 de agosto de 2014

La manipulación policial de Louise Michel

«El arresto de Louise Michel»
de Girardet.

Por JACQUES DE LAUNAY

Los literatos siempre han sido presas fáciles para los policías, porque, como dicen los historiadores, «los escritos perduran». Los políticos cuyas «palabras vuelan», son menos vulnerables.

Hay que añadir que su candor o, si se prefiere, su ingenuidad política, es mayor ante la policía. Esos seres, en los que el espíritu prevalece sobre la acción, arrastrados por sus impulsos generosos, son pocos desconfiados y fácilmente engañados.

Así ocurre con Louise Michel (1830-1905), «incendiaria» según los versalleses del señor Thiers y «virgen roja de la Comuna» según sus admiradores. Hija natural de un «castellano» [propietario de una quinta de lujo] y de su criada, es en principio una maestra feminista que se adhiere luego a las ideas revolucionarias de la Internacional y se alinea fogosamente en la oposición republicana. En 1871 se la vio en las barricadas animando a la resistencia, y luego, durante la marcha sobre Versalles, jugando a las ambulancieras intrépidas. Cuando se entera de la detención de su madre, se entrega a las tropas regulares. Un consejo de guerra la condena a la deportación en Nueva Caledonia.

Louise Michel va acompañada por Rochefort, pero, menos afortunada que éste, no regresará a Francia hasta después de la amnistía de 1880.

El prefecto de policía Andrieux nos relata así su regreso:
Esperada desde hace tiempo por sus amigos políticos, la señorita Louise Michel no llega a París hasta el 9 de noviembre de 1880.

A mediodía, desciende en la estación de Saint-Lazare, acompañada por cinco o seis amnistiados.

Agrupadas en la calle Ámsterdam y en la plaza del Havre, seis o siete mil personas la saludaron con los gritos repetidos de «¡Viva Louise Michel!».

El señor Rochefort, después de haberla abrazado, le da el brazo para salir de la estación.

A lo largo de los cincuenta metros que tuvo que recorrer para llegar al coche que la esperaba en la esquina de la calle de Londres, la que entonces era llamada «la gran ciudadana» fue objeto de una ovación entusiasta. A los que la acompañaban les costó mucho trabajo abrirle paso entre la multitud.

Algunos exaltados quisieron desenganchar los caballos del coche al que ella había subido. Los guardianes de la paz se interpusieron e hicieron que los caballos aceleraran la marcha.

A partir de aquel día, la señorita Louise Michel forma parte destacadamente en el movimiento socialista, y desde entonces su nombre aparece a menudo en mis informes.

Louise Michel habla con sus amigos de asaltar el Palais-Bourbon y unos confidentes avisan a la policía. El prefecto Andrieux quiere saber más y prepara una trampa.
Envié a un burgués, bien vestido, en busca de los más activos y de los más inteligentes de ellos. Este hombre les explicó que, habiendo adquirido cierta fortuna en le comercio de la droguería, deseaba dedicar una parte de sus rentas a favorecer la propaganda socialista. Ese burgués que quería ser confidente no inspiró ninguna sospecha a los compañeros. Deposité por su mano una fianza en las cajas del Estado y el periódico La Révolution Sociale hizo su aparición.

Era un periódico semanal, porque mi generosidad de droguero no llegaba para pagar los gastos de un periódico diario.

La señorita Louise Michel era la estrella de mi redacción. No necesito decir que la «gran ciudadana» era inconsciente del papel que se le hacía interpretar y confieso, no sin cierta confusión, la trampa que habíamos tendido a la inocencia de algunos compañeros de ambos sexos.

Todos los días se reunían, alrededor de una mesa de redacción, los representantes más autorizados del partido de la acción: se abría en común la correspondencia internacional; se deliberaba sobre las medidas que había que tomar para acabar con «la explotación del hombre por el hombre»; se daba cuenta de las fórmulas que la ciencia pone al servicio de la revolución.

Yo siempre estaba representado en los consejos, y daba mi opinión si era necesaria.

Los compañeros habían decidido en principio que el Palais-Bourbon debía ser asaltado… Se deliberó sobre la cuestión de saber si no convendría más comenzar por algún movimiento más accesible: el Banco de Francia, el palacio del Elíseo, la prefectura de policía y el Ministerio del Interior fueron discutidos sucesivamente y luego desechados en razón de la vigilancia demasiado activa de que eran objeto.

La destrucción de una iglesia parecía más fácil; también se habló del monumento expiatorio.

Finalmente se acordó que, para abrir boca, se atacaría primero la estatua del señor Thiers, recientemente inaugurada en Saint-Germain.

Estábamos muy lejos de las amenazas proferidas el día 13 de mayo de 1881 por Louise Michel en el grupo revolucionario del distrito 18º, cuando, en impulso irreflexivo, la «gran ciudadana» exclamó: «Pero mirad lo que pasa en Rusia: mirad al gran partido nihilista. Ved a sus miembros que saben morir tan audazmente, tan gloriosamente. ¿Por qué no hacéis como ellos? ¿No tenéis picos para excavar subterráneos, dinamita para volar París, petróleo para incendiarlo todo?»

«Imitad a los nihilistas, y yo estaré al frente. Solamente así seremos dignos de la libertad, podremos conquistarla. ¡Sobre los pedazos de una sociedad podrida que se desmorona por todas partes y de la que todo buen ciudadano debe deshacerse a sangre y fuego, estableceremos el nuevo mundo social!»

Los compañeros partieron hacia Saint-Germain llevando la máquina infernal: era una lata de sardinas llena de algodón, pólvora y cuidadosamente envuelta en un pañuelo.
La estatua apenas fue manchada. Y Louise Michel pudo reanudar sus discursos incendiarios. Llevando una vida miserable, interrumpida por doce años de estancia en la cárcel, distribuyó entre los pobres los pocos bienes que poseía e incitó a la acción a sus amigos anarquistas, que enseguida dejaron de tomarla en serio.

Policía secreta, secretos de policía
(1989)

viernes, 8 de agosto de 2014

Los anarquistas


Los anarquistas son como las chinches, viven agazapados en las costuras de la sociedad, son prácticamenter invisibles hasta que un día, mejor una noche, abandonan sus madrigueras y atacan a los indefensos humanos que están a su alcance, saltan de los colchones y con sus picaduras soliviantan el merecido descanso de los trabajadores.

Los anarquistas son una plaga, están por todas partes pero solo se detectan cuando pican con voracidad salvaje. Su vecino de arriba puede ser un anarquista, cuidado con los anarquistas. Los anarquistas dice el jefe superior de Policía están preparando un gran atentado aunque ellos no lo sepan. El jefe superior está bien informado porque su ministro de lo Anterior tiene línea directa con el Espíritu Santo desde que este se le apareció en un casino de Las Vegas y le atrajo de nuevo al redil diciéndole: «De que te vale ganar al black-jack si pierdes tu alma». Los anarquistas no tienen alma porque son, ante todo, unos desalmados que no respetan nada, ni la propiedad privada, ni a Dios ni al Rey, ni a la. Virgen Y hasta ahí podíamos llegar, los artefactos pirotécnicos que colocaron los anarquistas del comando Mateo Morral han despertado de su letargo a los nuevos inquisidores y a sus centuriones, el anarquismo vuelve a estar ahí, entre los radicales, los indignados, los insumisos, los republicanos, los antisistema, los del 15-M, forman parte de todas las mareas y son más difíciles de detectar que los yihadistas, por ejemplo, porque a veces no llevan barba y nunca lucen turbante. Los anarquistas prefieren el desorden a la injusticia y saben que ha llegado el tiempo de desordenar a conciencia el tinglado de la antigua farsa que se tambalea y a la que quieren seguir apuntalando los grandes partidos. Los anarquistas dan mucho miedo a las gentes de orden y de gobierno, los anarquistas siempre están ahí para cuando los gobernantes necesiten amedrentar a sus súbditos. ¡Que viene la mano negra!. O nosotros o el caos… pues el caos, porque a ustedes ya les conocemos y cada día va a ser más difícil que nos vendan su burra. Rebuznan, luego cabalgamos.

Periódico CNT nº 413 - Julio 2014