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lunes, 2 de diciembre de 2019

¿Qué pasa en Cataluña? ¡Anarcopuristas Go Home…!



Acabo de leer en la revista Catalunya de la CGT del mes de noviembre dos artículos que encajan bastante bien con la tónica que mantiene ese periódico desde que el 'Govern' decidió convocar en octubre del 2017 el referéndum sobre la independencia.

Esos artículos celebran la espectacular y contundente respuesta que se ha dado en la calle a la sentencia condenatoria de una parte del 'Govern', de la Presidenta del Parlamento, y de los dos máximos dirigentes de las dos grandes organizaciones nacionalistas catalanas.

En ambos se saluda el coraje, la contundencia, la determinación de esa respuesta popular frente al Estado español y a las fuerzas represivas que de él y de la Generalitat dependen. No solo se justifica la presencia anarquista en esas movilizaciones sino que se celebra esa participación, se llama a intensificarla y se descalifica la presunta inhibición de los y las anarquistas que se encierran en «su torre de marfil», que no asumen las contradicciones propias de todas las luchas, y que se refugian en «la pureza anarquista»: Anarcopuristas Go Home concluye uno de los dos textos con cierto regusto a aquel Yankee Go Home de tiempos pretéritos.

Resulta, sin embargo, que aludir a la defensa de «la pureza anarquista» para dar cuenta del motivo que incitaría a no involucrarse en la actual movilización revela que nada (o bien poco) se ha entendido del talante que anima al anarquismo. Nadie que se pretenda anarquista y sea mínimamente coherente basaría su negativa a implicarse en las actuales movilizaciones en la preocupación por preservar la pureza del anarquismo, por la sencilla razón de que el anarquismo es radicalmente antitético con cualquier pretensión de pureza.

La pretensión de preservar la pureza del anarquismo resulta totalmente absurda para cualquier anarquista porque el anarquismo es constitutivamente impuro. Es mestizo, es diverso, es polifacético, es cambiante y es inevitablemente abierto. La idea de pureza es propia de los planteamientos los más reaccionarios en todos los ámbitos, desde la religión, a las supuestas razas, a las ideologías, a las culturas, etc. etc. Así que, pensar que si se critica una determinada movilización es en nombre de «la pureza anarquista» indica, lo repito, que no se acaba de entender el anarquismo.

Imputar la crítica contra las actuales movilizaciones a «la pureza anarquista» o al encierro en «la torre de marfil» es una manera cómoda y fácil de eludir el debate político acerca de esas movilizaciones.

¿Acaso se puede discrepar políticamente de la implicación anarquista en las actuales movilizaciones sin que sea por la absurda preocupación de preservar una inexistente pureza anarquista, o porque se prefiera contemplar las cosas desde una supuesta torre de marfil? Por supuesto que sí y está claro que no faltan argumentos para contraponerlos a quienes defienden, celebran y alientan esa implicación.

Escribía en un texto reciente: «Por bellas que sean las llamas de las barricadas y por indignantes que sean los disparos de la policía no deberíamos dejar que esas llamas nos impidan ver los caminos engañosos que alumbran, ni dejar que esos disparos nos impidan oír las enseñanzas proporcionadas por la larga historia de nuestras luchas emancipadoras». No cabe duda de que quemar contenedores, arrojar objetos o cócteles a la policía, bloquear autopistas y estaciones de ferrocarril, son formas de lucha que nos entusiasman cuando consiguen romper la pasividad y la sumisión reinantes y despiertan solidaridades.

Pero ¿acaso no conviene interrogarnos acerca de quiénes son los que diseñan las estrategias y articulan los medios para que esas movilizaciones sean posibles?, ¿preguntarnos cómo y porqué lo hacen?, ¿para conseguir qué fines? ¿No deberíamos interrogarnos, por ejemplo, acerca de la supuesta horizontalidad de las decisiones que articulan las movilizaciones del Tsunami Democràtic?

¿Acaso basta con que una movilización se produzca y adopte formas de enfrentamiento contundentes para que debamos sumarnos a ella? ¿Acaso nuestro lugar estaba en la plaza Maiden, por muy masiva y popular que fuese aquella revuelta y por muy represoras que fuesen las autoridades ucranianas? ¿Acaso el anarquismo no dispone de herramientas para decidir de forma genuinamente autónoma cómo, cuando y para alcanzar qué fines debemos involucrarnos en las luchas?

Frente al mantra de que lo importante es luchar y ya veremos después hacia dónde nos lleva, y qué efectos produce, quizás valdría la pena reconocer la importancia de pensar esas cuestiones y de debatirlas sin recurrir a descalificaciones que obstaculicen el análisis, la reflexión, la discusión, y la plena legitimidad de tomar eventualmente una postura fuertemente crítica ante la implicación anarquista en la movilización actual.

27 noviembre 2019

jueves, 23 de noviembre de 2017

La impostura del independentismo ácrata


Por ESTEBAN VIDAL

En los últimos tiempos hemos asistido a la aparición de algunos fenómenos ideológicos y políticos bastante peculiares de entre los que destaca una particular versión de independentismo, concretamente de carácter ácrata como consecuencia de la asunción de la combinación de la lucha por la liberación nacional con las aspiraciones emancipadoras dirigidas a construir una sociedad sin Estado. Así pues, la primera dificultad que se presenta es la de perfilar los principales rasgos que caracterizan a este fenómeno, lo que únicamente es posible realizar a partir del discurso que desarrolla.

El fenómeno del independentismo libertario se da en diferentes lugares pero ha arraigado de un modo bastante notorio en Cataluña, lo que indudablemente está vinculado a la emergencia del nacionalismo como movimiento político de masas y el surgimiento de distintas versiones de esta ideología política de entre las que este tipo de independentismo es una forma específica. Al margen de las diferentes asociaciones, organizaciones, individualidades y demás colectivos partidarios de una independencia de Cataluña sin Estado, destaca de manera especial la organizada en torno a la plataforma por el No-Sí, cuya posición fue expresada en el manifiesto «La vía revolucionaria del No-Sí. Manifiesto por la independencia sin Estado». Se trata de una combinación sui géneris de liberación nacional de Cataluña mediante su independencia del Estado español y la creación de un espacio político y geográfico sin Estado en esta zona. Es, como sus propios partidarios la definen, una «tercera vía» para el pueblo de Cataluña frente al estatismo catalanista y españolista.

Lo particular de esta propuesta política que puede ser catalogada como una forma de independentismo libertario, es el hecho de que se presenta como una alternativa revolucionaria dirigida a llevar a cabo una abolición progresiva del Estado a favor de una nueva institucionalización democrática de la sociedad. En lo que a esto respecta la propuesta gira en torno a la necesidad del pueblo catalán de librarse del Estado español sin caer por ello en la creación de un nuevo Estado, en este caso catalán. Así pues, la liberación nacional respecto a la opresión ejercida por el Estado español es planteada a través de la independencia de Cataluña, pero una independencia sin Estado. Significa, entonces, la separación de Cataluña del resto del Estado español y la simultánea abolición de las estructuras de poder estatal que gobiernan a los catalanes para, de este modo, desarrollar otras estructuras de carácter popular que permitan el autogobierno del pueblo catalán.

Así las cosas, cabe preguntarse dónde radica la impostura de esta forma peculiar de independentismo. Esta reside en dos aspectos de esta propuesta política y social para Cataluña y que son las que atañan a los fines y a los medios para llevarla a cabo. Aunque los medios están estrechamente vinculados a los fines que inicialmente se plantean conseguir, parece que es importante antes que nada dilucidar lo que entraña esta propuesta en la medida en que plantea que la solución de los problemas de los catalanes comienza por su independencia del Estado español, y la conformación de un espacio político en Cataluña sin Estado. Esto significa convertir la liberación nacional en el eje central de toda esta propuesta, lo que es tanto como considerar que la liberación de los catalanes se materializa a partir del momento en el que las estructuras del Estado, en este caso del Estado español, son abolidas en lo que hoy es Cataluña. En la práctica esta propuesta se reduce a abolir el Estado español en Cataluña, al mismo tiempo que sus partidarios abogan por el desencadenamiento de procesos de independencia semejantes en otros lugares del mundo. De este modo a lo que se aspira es a la propagación de procesos de liberación nacional a lo largo del mundo que permitan la independencia de otros pueblos respecto a la dominación a la que están sometidos por los restantes Estados.

Así planteadas las cosas la propuesta no tiene mucho de revolucionaria en tanto en cuanto no se propone la destrucción del Estado como tal, y sobre todo de los Estados a un nivel mundial, sino simplemente la independencia de poblaciones en determinados territorios para liberarse de la dominación de un Estado concreto. Por tanto, la liberación, además de ser definida fundamentalmente en términos nacionales, se alcanza como parte de un proceso secesionista en el que la libertad es definida en términos de no dependencia. Digamos que la libertad del pueblo, una vez alcanzada la independencia, termina donde comienza la autoridad del Estado español. Esto no sólo es insuficiente sino que es irreal. Ningún pueblo puede aspirar a la libertad sólo mediante su secesión respecto a un Estado, lo que únicamente supone la abolición de ese Estado en el territorio que ocupa ese pueblo concreto. Ningún pueblo puede considerarse verdaderamente libre mientras otros pueblos, a su vez, están sometidos a la dominación de ese mismo Estado o de otros Estados. Constituye un error ideológico y político definir la libertad en términos nacionales, pues ello conduce a que la libertad sea concebida de un modo particularista, exclusivista, localista, chovinista e incluso podría decirse que corporativista. La libertad de un pueblo se realiza junto a los demás pueblos, lo que pone de relieve la importancia del internacionalismo, de manera que un pueblo llega a ser libre cuando los demás pueblos son igual de libres que este. Sin la libertad de los demás pueblos ningún pueblo, tomado individualmente, puede llegar a ser enteramente libre. Esto es lo que pone de manifiesto la estrechez de miras y el egocentrismo inherente al nacionalismo como formulación política, y destaca la importancia no sólo del internacionalismo sino también de la necesidad de abolir todos los Estados en el mundo entero como contenido esencial de todo proyecto verdaderamente revolucionario.

Bakunin, en su conocida obra Dios y el Estado, afirmó lo siguiente: «Yo no soy verdaderamente libre más que cuando todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igual de libres que yo. La libertad de los otros, lejos de ser un límite o una negación de mi libertad es, al contrario, su condición necesaria y su confirmación». Basta con sustituir al individuo por el pueblo en esta cita para comprender que la libertad no es concebible en términos exclusivos para un solo pueblo, sino que esta sólo es realizable en el marco de un proceso de liberación más amplio, a escala mundial, dirigido a la destrucción de todos los Estados. La revolución, entonces, no puede limitarse a una determinada población y territorio sino que exige su generalización y expansión a lo largo de todo el planeta. La revolución necesita ser mundial. Es ilusorio y equivocado pretender abolir el Estado español únicamente en Cataluña y que, al mismo tiempo, como consecuencia del «vacío de poder» generado por la situación resultante, se obvie la existencia de otros Estados que inevitablemente tratarán de aprovecharse de la situación al buscar ocupar ese espacio para rentabilizar políticamente la debilidad del Estado español. En el fondo de todo esto se encuentra un planteamiento ideológico que consiste en circunscribir la lucha de clases a un marco nacional, en este caso Cataluña. En última instancia se trata de la reproducción de unos viejos esquemas políticos que tienen su origen en la primera mitad del s. XX, y que cristalizaron en China durante su lucha contra la ocupación japonesa. El marxismo maoísta dio prioridad a la contradicción nacional por encima de la contradicción de clase, de forma que su propuesta política significaba que sólo a través de la liberación nacional era posible superar la contradicción de clase para lograr la emancipación popular, lo que necesariamente sólo podía darse en el marco político de China. Los independentistas libertarios en Cataluña reproducen la misma lógica.

La anarquía es inconcebible como un escenario político, social y económico circunscrito de modo exclusivo a la población de un determinado territorio. La anarquía sólo es concebible para el conjunto de la humanidad, como aquella situación en la que todos los Estados, y consecuentemente toda forma de autoridad, han sido abolidos junto a aquellas otras estructuras de opresión que estos se encargan de sostener como ocurre, por ejemplo, con la propiedad privada. Por esta razón la formulación política de la libertad que desarrolla el independentismo libertario tiene un grave defecto de base, y este no es otro que definirla en términos nacionales y de esta manera equiparar la libertad y emancipación popular con la liberación nacional. El independentismo ácrata, entonces, se propone un objetivo tan limitado como es la abolición de la autoridad del Estado español en Cataluña, y no la abolición del Estado español en su totalidad junto a los restantes Estados. La libertad como tal no es realizable única y exclusivamente en Cataluña, incluso en una Cataluña sin Estado. Sólo es realizable de manera parcial en el transcurso de una lucha revolucionaria mundial que tenga como finalidad la destrucción de todos los Estados sin excepción, y consecuentemente la extensión de la libertad a otros pueblos y territorios que se encuentran sometidos a la dominación de otros Estados. Esto es así debido a que la libertad alcanzada en aquellos lugares donde el Estado es abolido es una libertad incompleta mientras otros pueblos permanezcan subyugados por otros Estados, y siempre permanecerá bajo la amenaza que dichos Estados representan.

Una revolución de corte emancipador no es concebible única y exclusivamente en un solo territorio, sino como un foco más de una revolución mundial dirigida a subvertir el orden internacional con la destrucción de los Estados. Tanto por razones de eficacia como por motivos morales la revolución y la liberación popular no pueden quedar encerradas en el marco territorial de un determinado pueblo, como puede ser el catalán. Si bien sería deseable que el Estado español fuese abolido en Cataluña sin la reproducción de ninguna otra forma de Estado en su lugar, ello no sería suficiente mientras existiese todavía el Estado español y los restantes Estados que hoy configuran el sistema internacional. La libertad no se define ni en términos individuales exclusivistas ni en términos nacionales, sino que por el contrario es una cuestión colectiva que afecta al conjunto de la humanidad. La libertad se realiza enteramente cuando las estructuras de poder, con sus correspondientes relaciones de dominación y explotación, son abolidas. Esto es logrado cuando todos los individuos y pueblos que conforman la humanidad dejan de estar sometidos a cualquier forma de poder. Mientras tanto, en el transcurso de la lucha revolucionaria por la emancipación, sólo existe una libertad parcial, incompleta y limitada que puede darse en diferentes escenarios, allí donde el poder ha sido abolido o se encuentra en vías de ser abolido.


Por otra parte hay que añadir que el independentismo libertario incurre en otra impostura no menos llamativa en relación a la cuestión de la autodeterminación de los pueblos. Sobre esto ya se ha dicho algo en otro lugar. Pero en cualquier caso merece la pena destacar que la autodeterminación como tal constituye una capacidad fruto de una conquista revolucionaria en la que el pueblo, tras la destrucción del Estado y de todas las estructuras de dominación adyacentes a esta institución, detenta la soberanía de manera plena. Debido a esto la autodeterminación únicamente puede ser ejercida como un proceso llevado a cabo de abajo arriba por la propia población a través de sus órganos decisorios, las asambleas populares soberanas, de cara a determinar cuáles serán sus relaciones con otros pueblos. Por esta razón resulta chocante que en medios pretendidamente libertarios, aunque ubicados en el marco ideológico del independentismo, equiparen la autodeterminación con la celebración de un referéndum cuando este método constituye la forma de represión dictatorial máxima y más dura contra la libertad de expresión de la voluntad popular, y que históricamente ha servido, y aún sirve, como un instrumento del que las elites se valen para ratificar decisiones ya tomadas. Todo esto únicamente refleja la asunción de los planteamientos democraticistas puestos en boga por la burguesía, y que no hacen otra cosa que equiparar la libertad política con formas específicas de procesos electorales, tal y como ocurre con los referéndums. El resultado, como se ha visto en el procés, es el de reivindicar las urnas cuando estas son uno de los mayores símbolos de esclavitud de nuestro tiempo, lo que ha repercutido en formas de colaboracionismo con el poder constituido y en una contrarrevolución rampante.

En la práctica el proyecto transformador de crear una sociedad sin clases, y por tanto sin Estado, constituye un artificio retórico en el independentismo libertario. Esto es bastante evidente en la medida en que sus integrantes han participado de manera entusiasta en el procés, que es un fenómeno político independentista de carácter inequívocamente estatista. De esta forma el apoyo a la construcción de un Estado catalán a través de los hechos, con la participación en las iniciativas vinculadas al procés, es presentado por estos libertarios como un paso previo y necesario para la emancipación popular. Pero lo cierto es que todo esto nos recuerda a la lógica del marxismo, y en general de prácticamente todos los marxistas de todos los tiempos, que consiste en afirmar de un modo retórico como fin último la creación de una sociedad sin Estado al mismo tiempo que se afirma que para lograr tal objetivo es necesario el Estado, y más concretamente su reforzamiento a través de la dictadura del proletariado. Así, a través de un proceso del todo incomprensible, la liberación del pueblo catalán sólo será posible mediante la creación de un Estado catalán y su correspondiente consolidación para, más tarde, hacer la revolución social en el marco político de este nuevo Estado con la que los catalanes lograrán emanciparse y generar una sociedad sin clases. La revolución y la emancipación son, al igual que en el marxismo, aplazadas a un futuro indeterminado que finalmente nunca llega. Inevitablemente esto nos conduce a que nos preguntemos si quienes sostienen esta argumentación son realmente libertarios o, por el contrario, algo muy diferente.

Así las cosas, la estrategia de una independencia sin Estado no es válida. No lo es, al menos, desde una perspectiva libertaria tanto por la finalidad inmediata de este proyecto como por el procedimiento que se plantea en la medida en que excluye la revolución social, es decir, la ruptura con el orden establecido y la abolición de la sociedad de clases mediante la destrucción, inevitablemente violenta, de todas las estructuras del poder constituido. La libertad nunca ha sido y nunca será votada, del mismo modo que la autodeterminación no es posible dentro del marco político del Estado. Lo anterior demuestra la necesidad de un proyecto revolucionario que recupere la lucha de clases como eje central del conflicto social en el que se enfrentan gobernantes y gobernados, explotadores y explotados, opresores y oprimidos, la clase dominante y la clase sometida. Este conflicto se ubica en un marco más amplio que es el mundial, con lo que cualquier revolución necesita ser pensada en términos mundiales tanto por razones prácticas de eficacia, para que la emancipación impulsada por la revolución logre triunfar, como por razones puramente morales en tanto en cuanto ninguna emancipación es real ni posible si no abarca a toda la humanidad. Una lucha contra los Estados y el sistema internacional que articulan constituye la clave para el desencadenamiento de un proceso revolucionario auténticamente liberador, y consecuentemente inclusivo al abarcar al conjunto de la humanidad, lo que simultáneamente exige incorporar a dicha lucha los principios del internacionalismo y la autodeterminación sin los que es imposible llevarla a cabo.

13 noviembre 2017

domingo, 19 de noviembre de 2017

En plena deriva libertaria


Por TOMÁS IBÁÑEZ

No soy buen conocedor de la historia del movimiento libertario en Cataluña pero imagino que debió haber alguna buena razón para que en 1934 la CNT, que estaba entonces en la plenitud de su fuerza, rehusara colaborar en el intento de proclamar el «Estado Catalán en forma de República Catalana». Tan solo lo imagino. Sin embargo, lo que no me limito a imaginar, sino que estoy plenamente convencido de ello, es que no hay ninguna buena razón para que parte del actual movimiento libertario de Cataluña colabore de una forma o de otra con el proceso «nacional-independentista» protagonizado por el Gobierno catalán, por los partidos políticos que lo sostienen, y por las grandes organizaciones populares nacionalistas que lo acompañan.

Lo menos que se puede decir es que esa parte del movimiento libertario está «en plena deriva» ya que después de haber contribuido a «proteger las urnas» durante el Referéndum que el Gobierno había convocado con la expresa finalidad de legitimar la creación de un nuevo Estado en forma de República catalana, se lanzó, además, a convocar una huelga general en la inmediata estela del Referéndum, con el previsible efecto de potenciar sus efectos.

Esa deriva se reafirma ahora al sumarse a otra huelga general para el 8 de noviembre en exigencia de la liberación de los «presos políticos» originados por la represión que el Estado español en su componente Judicial ha ejercido contra determinadas actividades encaminadas a promover la independencia de la nación catalana y la creación del nuevo Estado.

Ciertamente, esta vez no es el conjunto de los sindicatos anarcosindicalistas los que se suman a esa huelga, pero sí una parte de los sindicatos de la CGT, y de los libertarios integrados en los CDR, «Comités de Defensa de la República» Si ya había manifestado mi «perplejidad» ante la convocatoria de la huelga general del 3 de octubre, esa perplejidad se incrementa aun más al comprobar que esos sindicatos de la CGT y esos militantes libertarios de los CDR van a respaldar la iniciativa de un minúsculo sindicato radicalmente independentista, la «Intersindical-Confederación Sindical Catalana», que lanzó la convocatoria y que solo ha recibido el respaldo de las dos grandes organizaciones independentistas catalanas que agrupan de forma transversal sectores populares y sectores burgueses de la población catalana (Ómnium Cultural, y la ANC).

Nadie duda de que hay que rechazar la represión pero quizás quepa sorprenderse de que ese rechazo solo se traduzca en una huelga general cuando los reprimidos son los miembros de un gobierno junto con los dos principales dirigentes del movimiento civil independentista, limitándose a manifestaciones de repulsa y de solidaridad cuando se trata de otras personas.

Por suerte, en el ámbito libertario siempre se ha sabido evaluar las luchas en función de su sentido político y, en el caso de que esas luchas fuesen reprimidas, se ha sabido activar la solidaridad desde esa valoración política. ¿O es que, todo y condenando cualquier tipo de represión, también debemos movilizar nuestras energías cuando se reprime a los «luchadores» de extrema derecha? Desde un punto de vista libertario cualquier represión motiva, sin la menor duda, nuestra repulsa, pero no implica automáticamente nuestra solidaridad. Además, lo que resulta inaceptable es que se evoquen recientes víctimas anarquistas de la represión para declarar que «esa lista» se ha ampliado ahora con nuevos represaliados que no son otros que los gobernantes detenidos. Imagino que algunas de esas compañeras encarceladas se indignarían al verse amalgamadas con esos nuevos «presos políticos» para justificar de esa forma que ellos también requieren nuestra solidaridad.

La deriva de una parte del movimiento libertario se hace aun más patente cuando se observa que bastantes de sus elementos se involucran ahora en los «Comités de Defensa de la República», originariamente promovidos por la CUP. He sido sensible hasta ahora al argumento de que esa participación era una forma de hacer oír nuestra voz, y de plantear nuestras propuestas en el seno de las movilizaciones populares, con la esperanza de «desbordar» el estrecho sentido independentista de sus reivindicaciones, aunque también debo añadir que esa «perspectiva de desbordamiento» siempre me ha parecido totalmente ilusoria.

Sin embargo, cuando, como me ha ocurrido esta misma tarde, se puede leer en las calles de Barcelona carteles firmados por la organización oficial de los CDR que apelan a «parar el país» el 8 de noviembre como respuesta «al encarcelamiento del gobierno legitimo de nuestro país», la perplejidad ante la incorporación de una parte del movimiento libertario en esos comités no deja de acrecentarse y abre el interrogante acerca de hasta donde llegará «la deriva» de esa parte del movimiento libertario.

El único consuelo que puede quedarnos es que a través de esos comités la politización y la experiencia de lucha adquiridas por sectores de la población, sobre todo juvenil, propicie futuras movilizaciones en otros contextos menos alejados de la autonomía y de la autodeterminación de las luchas que propugnamos desde las prácticas de lucha libertarias.


miércoles, 4 de octubre de 2017

La muerte del anarquismo en Barcelona bajo la lluvia



Por ABUY NFUBEA

Llueve mucho, acabo de volver del colegio electoral de Gracia y del set de prensa improvisado donde la fiesta continúa. En la mañana fui al colegio electoral del Mercat de Sant Antoni y lo que he visto allí no me ha gustado. Gente con pinta de robocops golpeando a mujeres, niños y ancianos por gente inocente mientras los verdaderos responsables siguen tranquilos. Creo que era la imagen buscada y parecia más la época de los gobernadores civiles. Como decía Marthin Luther King: «La última debilidad de la violencia, es que ésta es un espiral descendiente, procreador de la destrucción de cada cosa que ve. En vez de desvanecer al diablo lo multiplica. A través de la violencia, pudieses asesinar al mentiroso, pero no puedes asesinar la mentira o establecer la verdad. A través de la violencia pudieses asesinar el que te odia, pero no asesinar el odio. De hecho, la violencia meramente engrandece el odio. Retornando violencia con violencia se multiplica la violencia, añadiendo una profunda obscuridad a la noche que de por si ya está desprovista de estrellas. La obscuridad no nos puede sacar afuera de la obscuridad, solo la luz lo puede hacer. El odio no nos puede sacar el odio, solo el amor lo puede hacer».

Ahora pienso que esta fisura por tanta violencia policial no se superará y eventualmente cuanto más se tarde más crecerá la legitimidad del separatismo y los actos de violencia. En la Guinea Ecuatorial de Obiang sí, pero en la  Europa de Cristiano y Messi, las imágenes son infumables.

El gobierno debe abandonar el miedo a la secesión que no puede confundirse con el miedo a un ejercicio democrático como el voto. Este miedo es falso. Rajoy con su mayoría debe convocar un referéndum ya, y pactar el porcentaje que legitimaría el SÍ. Y que voten hasta los ácratas y los migrantes sin papeles, estableciendo un tiempo de 5 décadas para el próximo referéndum. Porque si es verdad que los catalanes que no quieren la independencia son mayoría, pues que se les permita expresarlo y creo como muchos que el referéndum saldría el NO, pero tiene que celebrarse. ¡Todos los catalanes, no solo los indepes, tienen derecho a expresar su opinión y decidir su futuro. El Estado como hizo también Cameron debe movilizar a las bases del NO que en Cataluña van mucho mas allá del PP y los charnegos para evitar que estas imágenes tan fuertes se repitan.

Quisiera pensar que el gobierno tiene una estrategia. Sino es así , es un gran error de Rajoy porque esas personas agredidas y detenidas tienen nietos… y eso serà la literatura del victimismo en los próximos meses había que evitar ese grado de violencia que precipita las decisiones difíciles y esta violencia viene a demostrar a algunos que iban a votar NO, que ya tienen una razón mas —no la única— para votar ahora SÍ. Y si seguimos de esta manera, se profundizará en la crisis del Estado, el SÍ ganará la batalla de la legitimidad y mediante la violencia del Estado, le pondremos en bandeja a Puigdemont, una mayoría absoluta en las próximas elecciones que ni tiene ni se merece.

Que el referéndum fuera ilegal y que se haya tomado la via unilateral, mandando a tomar por saco el mismo ordenamiento jurídico que se invoca para la secesión, no justifica no profundizar en búsqueda de soluciones para la reconciliación desde el diálogo. Porque la Constitución española reconoce el derecho de un referéndum pactado. Y sólo en las repúblicas o monarquías bananeras hacen caso omiso de lo que dicen su Carta Magna. En ese sentido este referéndum podía haberse celebrado pactado y salir NO. De paso reforzar al PP de Cataluña que es marginal social y electoralmente.

Veo demasiada torpeza por parte del Gobierno de España en todo esto, ante la imposibilidad de abrir un escenario de diálogo y dirimir las diferencias políticas hace rehén al gobierno de su propia incapacidad. Todavía estamos a tiempo. ¿Y ahora qué? El tema era evitar lo que estamos viendo ahora en Gracia y gran parte de la responsablidad (no la culpa) la tienen los catalanes-unionistas que siguen en sus casas sin salir a defender su derecho a votar NO y esa es la razón de que los indepes sean o parezcan hegémonicos en las calles, medios e instituciones. Rajoy debe convocar urgentemente un referéndum sin miedo y que haya posiblidad de que TV pública permita hablar también a los catalanes no separatistas. Porque la cantidad de gente que he visto gritando «votarems» y cánticos propios del Movimiento de Derechos Civiles, me reafirma en la idea de que la única forma de tumbar el separatismo es en las urnas, cómo ha hecho Gran Bretaña con Escocia.

Un axioma que he escuchado hoy, incluso a su excelentisimo sr. D. Juan Tomas Ávila Laurel, magnifico escritor, conde y duque de Annobon, ha sido: todo aquel que no abogue por la separación es un fascista, por tanto la pregunta es: ¿todos los catalanes que quieren que se hagan reformas para seguir unidos con España son fascistas?. Y la segunda más grave, que quizás explique la segunda y cuyo fenómeno debemos analizar sin hacer una tesis doctoral, es: ¿Hemos asistido hoy a la muerte y entierro social e ideológico del anarquismo en Barcelona?.

El 19 de julio de 1936 cuando la sublevación llegó a Barcelona, al mando de los generales Llano de la Encomieda y Goded. En las calles los anarquistas de Defensa Confederal tomaron la iniciativa enfrentándose y derrotando al Ejército. Echaron a los golpistas del Hotel Colón, Ritz y la Telefónica. Aplastaron el levantamiento desarmando a las milicias falangistas y a los insurrectos, fieles a su doctrina de ni dios ni amo, lejos de declarar el estado catalán como hizo Maciá y quiere hacer ahora Puigdemont, proclamaron la Revolución Social que instauró la colectivización en la industria y los servicios. Hoy el anarquismo ha muerto a manos de la herramienta epistemica y discursiva principal que es el catalanismo. El catalanismo (que hasta ahora no era necesariamente independentismo) de la mano cómplice de la izquierda se ha convertido en el campo político hegemonico en Cataluña con una gran habilidad y capacidad de situarse como referencia única y fáctica con un discurso potente así como una constante presencia en los debates, dominio del espacio publico y sobre todo marca, elabora y fija el discurso mediatico. Cualquiera que pretenda un mínimo de autoridad y legitimidad en la gestión publica o privada, debe asumirlo. Ese fue al menos la conclusión a la que llegaron los partidos de izquierda que historicamente han representado a las aspiraciones de los charnegos, catalanes no-independentistas (PSC-ICV-Podemos, COMUNES), una izquierda cuyo principal objetivo es ser catalanista o ser suficientemente nacionalista. Desistiendo de la labor de dar soluciones sociales cercanos de los problemas de la gente. Y no se trata de ser antinacionalistas como cierta opinión publica de Madrid, sino de ser socialistas. Al mismo tiempo que la derecha catalana CiU, herdera de Cambó y la Lliga pactaba transferencias de responsablidades con todos los gobiernos del PP era la época de las vacas doradas de España, bien de Jose Maria Aznar y Mariano Rajoy en Madrid.

Esta histeria compulsiva llevó al PSC-ICV a tratar de disputarle el espacio històrico del nacionalismo a CiU, ERC, CUP. El 'Procés' ha puesto a la izquierda en crisis y la consecuencia es que al igual que ya no se distingue en su discurso las CUP de CNT-UGT-CCOO —ya no se diferencian en sus politicas—. El PSC-COMUNES-ICV-IU, a las del nacionalismo catalanista que son vistos por los herederos de esa revolución social libertaria, muchos de ellos charnegos de Estopa o El último de la fila, como algo confuso, difusa y profusa: lo que explica el éxito inicial de Podemos en Cataluña, (antes de que Albano se alineara con el 'Proces'), cuando Pablo Iglesias enarboló la bandera negra de Durruti poniendo como cuestión principal, lo social.

La acracia por su tremendo testimonio constituyó desde siempre una romántica esperanza no sólo por su radicalidad, sino por su coherencia de una militancia que toma partido sin partidos, pero que nunca abandona la pretensión de que la conciencia fueran capaz de presentar resistencia al borreguismo. Hoy no está, ni se la espera o en el mejor de los casos está hace tiempo en las CUP. Pasé por la Plaza de Sant Pere, y vi a libertarios de toda la vida, hablo de militantes honrados y honestos que en más de mil batallas se han batido contra la injusticia en la Transición, los encierros del 2001 o el 15-M, les vi marchando bajo la lluvia, sin fusil, pero con un teléfono smartphone. Muchas eran mujeres, pero ninguna me preguntó por esas negras, indias y moras, dominicanas, colombianas, ecuatorianas o marroquíes ‘esclavizadas’ laboralmente sin contratos cobrando salarios por debajo del mínimo establecido. Ni me hablaron de Tanquem els CIEs, y mucho menos de recoger firmas por la estatua de Arcelin ni de el último mantero senegalés que los Mossos lanzaron por la ventana de su casa o de Aliu Djob… Portaban esteladas, con un estado de euforia general y lo más fuerte: exigiendo el ejercicio del derecho de la sociedad burguesa al voto. Y no para destruir el Estado, todo lo contrario, sino para construir otro Estado, en este caso el Estat Català, que nisiquiera pudo hacer Francesc Macià… ¿Si Buenaventura Durruti, Federica Montseny, Ascaso levantaran la cabeza y lo vieran?, fliparian en colores.

01/10/2017

miércoles, 24 de octubre de 2012

El problema nacional en el majnovismo

[FRM ataca a un conocido nuestro (JR) en este texto llamándolo «neo-lerrouxista», para atacarlo y ofenderlo personalmente. Y..., no sé por qué cita una frase que no tiene sentido: 
     «Pensemos, por ejemplo, en el ateísmo de los bolcheviques, que sirvió para perseguir con más eficacia al movimiento de Néstor Majnó en Rusia…».
    ¿Qué el comunismo por el hecho de ser ateo es enemigo de todo movimiento popular y represor? ¡¡Sorprendente!! 
    Además, debemos añadir a esos que se suelen llamar «anarcoindependentistas» y  utilizan  a la guerrilla insurgente del sur de Ucrania —que combatió durante los años de la Revolución Rusa— como ejemplo de compaginación de las ideas libertarias con el nacionalismo (u otro paradigma identitario cualquiera).
    O, incluso, algunos políticos liberales ucranianos, denominados «naranjas», que ponen a Majnó como si fuese un héroe nacional. Pero, todo es falso; cómo bien nos cuenta Archinov:] 


Piotr Archinov

Todo lo que acaba de decirse del majnovismo demuestra que era un movimiento popular de los campesinos y obreros y que su fin esencial era asegurar la libertad del trabajo por la actividad revolucionaria de las masas.

Desde su comienzo, desde los primeros días, el movimiento conocido con el nombre de majnovismo recibió la adhesión de las clases pobres de todas las nacionalidades que habitaban la región. En su mayor parte estaba formada, naturalmente, por campesinos de nacionalidad ucraniana. Un 6 a 8% eran campesinos de la Rusia Central. Además la integraban griegos, israelitas, caucásicos y gentes de otras nacionalidades. Las aldeas situadas en los confines del mar de Azov y pobladas de griegos y de judíos tenían relaciones constantes con el movimiento. Varios de los mejores comandantes del ejército revolucionario eran de origen griego y hasta último momento el ejército contó con algunos destacamentos especiales de griegos.

Formado por indigentes y fundido en una sola esencia por la unión natural de los trabajadores, el movimiento estuvo animado desde su comienzo por un profundo sentimiento de fraternidad de los pueblos, que es propio del trabajador oprimido. En su historia no hay un solo momento en que se haya seguido una consigna puramente nacionalista. Toda la lucha de los majnovistas contra el bolchevismo fue dirigida en nombre de los derechos y de los intereses del trabajo. Los denikinianos, los austroalemanes, los petliuristas, las tropas de desembarco francesas (en Berdiansk), los secuaces de Wrangel fueron considerados por los majnovistas, sobre todo, enemigos de la clase trabajadora. Cada una de esas invasiones representaba para ellos ante todo una amenaza para los trabajadores y no se interesaban en el pabellón nacional que cubría esas incursiones.

En la «Declaración» publicada por el Consejo Revolucionario Militar del Ejército en octubre de 1919 los majnovistas decían en el capítulo consagrado a la cuestión de las nacionalidades:

«Al hablar de la independencia de Ucrania entendemos esa independencia, no como nacional, en el sentido petliuriano, sino como la independencia social y laboriosa de los obreros y de los campesinos. Declaramos que el pueblo trabajador ucraniano (como cualquier otro) tiene derecho a forjar su propio destino, no como nación, sino como unión de trabajadores.»

Sobre el problema del idioma que debía adoptarse en las escuelas, los majnovistas escribieron:

«La sección de cultura y de instrucción del Ejército Majnovista recibe constantemente preguntas procedentes de maestros que desean saber en qué idioma debe enseñarse en las escuelas ahora que las tropas de Denikin han sido expulsadas.

»Los insurrectos revolucionarios, conforme a los principios del verdadero socialismo, no podrían de ningún modo y bajo ningún pretexto violar los deseos naturales del pueblo ucraniano. Es por eso que la cuestión del idioma en que debe enseñarse en las escuelas no podrá ser decidida por nuestro ejército, sino por el pueblo a través de los maestros, de los alumnos y de sus padres.

»Se deduce que todas las órdenes que emanan del Consejo especial de Denikin, así como la orden número 22 del general May Mayevsky que impiden el empleo de la lengua materna en las escuelas serán consideradas en lo sucesivo nulas, puesto que han sido impuestas por la fuerza a nuestras escuelas.

»En interés del desenvolvimiento intelectual del pueblo, el idioma por adoptarse en las escuelas debe ser aquél hacia el cual tiende naturalmente la población, por eso la población, los maestros, los alumnos y sus padres, y no las autoridades o el ejército, decidirán libremente la cuestión.

Sección de Cultura y de Instrucción del Ejército de los Insurrectos Majnovistas. (Put k Svobode, N° 10, del 18 de octubre de 1919).»

Vemos de ese modo que los prejuicios nacionales no tenían lugar en el majnovismo. Los prejuicios religiosos tampoco. En su calidad de movimiento revolucionario de las clases pobres de la ciudad y del campo, el majnovismo era enemigo, en principio, de toda religión y de toda deidad. Entre los movimientos sociales modernos, el majnovismo fue uno de aquellos poco numerosos que no se interesó ni en su propia religión ni en la del vecino, ni en su nacionalidad ni en la de los demás, respetando ante todo el trabajo y la libertad del trabajador.

Esto no impedía que los enemigos del movimiento tratasen de desacreditarlo sobre todo desde ese punto de vista. Tanto en la prensa rusa como en el extranjero el majnovismo fue a menudo descrito como un movimiento limitado, extraño a las ideas de fraternidad y de solidaridad internacional y hasta con rasgos de antisemitismo. Nada más criminal que semejantes calumnias…

Historia del Movimiento Majnovista
(Capítulo X)

viernes, 9 de diciembre de 2011

¿Nacional-anarquismo o neo-racismo? Eduardo Rózsa o la obsesión del separatismo étnico

Pablo Stefanoni
Semanario Pulso (Bolivia)


[¿Hay alguien que todavía cree que la nueva "moda" de mezclar nacionalismo y anarquismo ha surgido por generación espontánea? Pues si alguien se lo cree que lea el siguiente artículo. Especialmente dedicado a nuestros amigos los "anarcoindependentistas".]

Volvamos a ser pueblos naturales, sociedades primitivas, salvajes... ¡Salud y Anarquía!
(Die Nationen, Peter Töpfer - Nationale Anarchie)


Desde su trágico final, en medio de una alocada aventura subversiva, fueron varios los artículos que abordaron las estrambóticas apuestas ideológicas de Eduardo Rózsa Flores, cuya personalidad parece un libreto escrito para despistar a los investigadores: judío comunista convertido primero al Opus Dei y más tarde al Islam, un islámico antinorteamericano, antisionista y propalestino que busca desestabilizar a Evo Morales cuando en el mundo árabe y en Irán el presidente boliviano es parte de los iconos tercermundistas a defender, y un largo etcétera. Con todo, pasó casi desapercibida la activa adhesión de Rózsa a una variopinta tendencia denominada “nacional-anarquismo”, una conjunción de palabras que la lingüística llamaría oxímoron: dos términos de significado opuesto que buscan generar un nuevo sentido, del tipo “silencio atronador” o “revolución tranquila”... es claro que el anarquismo es internacionalista y cosmopolita por antonomasia, y el nacionalismo suele ser antianarquista y estatalista.

No obstante, basta incluir el término nacional-anarquismo en el Google para ingresar a decenas de blogs, en múltiples idiomas, sobre esta suerte de subcultura que nació en Inglaterra y se expandió por Europa, que rechaza la globalización capitalista y el mundo moderno, defiende la ecología, y busca prepararse física y espiritualmente para el fin del orden social (desastre ecológico incluido) en comunidades étnicamente puras o “autonomías perfectas”.




Hace una década la revista anarquista
Amor y Rabia
ya denunció a este
siniestro personaje que
aparece
en la portada del nº 59.



Rózsa fue animador de estas ideas en Hungría, donde –afecto a la red– creo el blog http://national-anarchism.blogspot.com/. “Es la identidad la que salvará a los pueblos de la esclavitud del capital”, señala uno de los manifiestos en el que se promueve una vuelta a los núcleos “nacionales” originarios y esenciales –por eso el movimiento también es conocido como anarcoidentitario: “La pérdida de los signos de identidad del individuo no es un hecho neutro, es en realidad un proceso que busca convertirlo en un sujeto absolutamente dependiente del Capitalismo y sus formas. Su identidad vendrá marcada por las modas, la tribu urbana a la que se pertenezca, el tipo de música que se prefiera, las marcas que se lleven o cualquier otro aspecto superficial propio de una sociedad de consumo”, dice un párrafo de un manifiesto de 2005 que podría despistar a algún militante antiglobalización algo desprevenido acerca de los usos múltiples de las políticas de la identidad y la búsqueda de los orígenes. Es más, Troy Southgate –considerado el ideólogo del nacional anarquismo europeo- afirma que “la lucha del futuro será entre la centralización y la descentralización, entre el poder central y la periferia”. “(La vuelta a la comunidad) es realmente una vía alternativa y también revolucionaria, porque el Sistema y el Capitalismo nos quieren en grandes urbes, llenas de fuerzas del orden, control extremo, con vidas y modos de pensar uniformados, como un rebaño bien concentrado y rodeado de cámaras de vigilancia. La emancipación, en la actualidad, ya no puede ser únicamente mental, ésta tiene que ser también física, vital”, agrega un texto colgado en el blog de Rózsa Flores, llamado “La solución comunal, una vía alternativa”.

Etnodiferencialismo y mixofobia

No obstante, pese a su apariencia “progresista” en aspectos como la defensa de la ecología o su rechazo a la deshumanización que conlleva la moderna sociedad capitalista industrial, y a la autodefinición del nacional-anarquismo como “nacionalismo antiautoritario”, antiestatal y étnico-cultural, esta corriente que articula toda una subcultura muy diversa e incluso contradictoria es heredera de la denominada “tercera posición” o “revolución nacional”. Es decir, una evolución de extrema derecha británica –el Frente Nacional– que intentó despegarse parcialmente del nazismo y el fascismo clásicos, a los que consideró, con bastante sensatez, demasiado burocráticos, estatalistas y autoritarios.

En 1998 Southgate fundó la Facción Nacional Revolucionaria, que él describe como “una dura organización revolucionaria basada en una estructura celular subterránea similar a la utilizada por el Movimiento de Resistencia Islámico (Hamas) y el IRA irlandés”. La NRF (por su sigla en inglés) también impulsaba un movimiento de camping y senderismo rural conocido como la fraternidad de los Camisas Verdes, bajo la influencia de Corneliu Codreanu, un ultranacionalista y antisemita fundador de la Guardia de Hierro rumana. Los Camisas Verdes realizaban ceremonias con antorchas y distribuían pequeñas bolsas de tierra.

Así, el “autonomismo” o etnodiferencialismo los llevó a propiciar alianzas con el nacionalismo negro de la Nation of Islam de Louis Farrakhan, reivindicar la separación de Gran Bretaña por nacionalidades –lo que los acercó al IRA irlandés- y a simpatizar con el modelo de descentralización popular impulsado por Muamar El Kadafi en Libia.

El racismo activo original derivó en la defensa de la “coexistencia pacífica” de las razas… aunque cada una en su lugar, e incluso a elogiar a Nelson Mandela. “Consideramos que el mestizaje a gran escala es una amenaza grave que pone en peligro la diversidad del género humano, uniformándolo poco a poco, de la misma forma que la caza o la contaminación amenazan al mundo animal y al medio ambiente”, sostienen en un panfleto titulado “El nacional-anarquismo. 17 cuestiones frecuentemente planteadas”. Al mismo tiempo, hay quienes tienden puentes con el Nacional-bolchevismo ruso –con la intención de fortalecer un bloque euroasiático y antinorteamericano entre Europa y Rusia- y luchar contra el liberalismo y el cosmopolitismo.


Emblema del nacional-anarquismo


El llamado “nacional-anarquismo” fue un paso más: comenzaron a profundizar su posición antiestatal, a teorizar sobre el “fin de la civilización”, criticar furibundamente a la modernidad y a reivindicar la descentralización radical, para lo cual escarbaron en los textos de los teóricos anarquistas Bakunin y Proudhon, y ecologistas como el estadounidense Murray Bookchin; no obstante mantienen –como recuerda Southgate– sus opiniones sobre “la separación racial” o “mixofobia” (el rechazo a la mezcla de razas –no ciertamente de ideologías en este infame popurrí posmoderno) y la autodeterminación de todos, en palabras del líder del nacional-anarquismo francés Hans Cany, quien rechaza estar promoviendo cualquier tipo de apartheid y se opone a la colaboración del nacional-anarquismo con grupos neonazis o con el Islam radical. Como señala Guillaume Faye –recuerda Southgate– “(...) este sistema, esta civilización, que es la erradicación de la identidad de los pueblos de Asia, África, Europa y las Américas tiene un nombre: se llama civilización occidental”. Y es, ciertamente, el enemigo a combatir.


Ya con esta nueva cara, los nacional-anarquistas se lanzaron a una suerte de entrismo en organizaciones ecologistas, movimientos de liberación animal, círculos medievalistas, tradicionalistas radicales y movilizaciones anticapitalistas, donde chocan con la activa oposición de los anarquistas “de verdad” y casi toda la izquierda. Incluso, ciertas variantes del nacional-anarquismo han derivado en movimientos neo-paganos y subculturas musicales juveniles. Southgate abandonó el catolicismo por una suerte de misticismo abarcador de varias religiones tipo teosófico, que incorpora retazos de creencias católicas, gnósticas, sufíes, herméticas (del Antiguo Egipto), yóguicas o cabalísticas, buscando una síntesis entre lo político y lo espiritual. (Y esta búsqueda obsesiva por la síntesis incluye el extraño color de su bandera: púrpura, “síntesis de los colores rojo (el calor, el fuego, el sol) y el azul (el frío, el hielo, la luna)”.

“Uno de los aspectos más interesantes del Nacional-Anarquismo reside en el hecho de que puede reunir a gente de ideas muy distintas. Uno puede ser un anarcosocialista, un anarcoindividualista, un regionalista, un autonomista, un ecologista radical, un pagano, un ateo, un agnóstico o cualquier otra cosa, siempre y cuando reconozca las ideas centrales del Nacional-Anarquismo: la oposición a la jerarquía, la oposición a los Estados y a la autoridad, la oposición al Nuevo Orden Mundial, la oposición al SúperEstado mundial (ya sea oficial o de facto) y la creencia en un mundo formado por pequeñas comunidades relativamente independientes, cada una conduciendo sus propios asuntos desde sus particularidades”, continúa el citado panfleto “17 cuestiones”, del nacional-anarquismo francés… “El Nacional-Anarquismo no desea imponer un sistema o una organización a ninguna sociedad, sino proponer un modo de vida alternativo a partir de unos principios distintos”.

Con todo, el blog Bay Area National Anarchists de Estados Unidos incluye propaganda contra la amnistía a los inmigrantes ilegales y lamenta la muerte de Rózsa Flores, un “campeón de la libertad”, quien “trataba de formar una milicia contra los abusos del gobierno boliviano contra los ciudadanos de Santa Cruz”.

Ecofascismo y colapso civilizatorio

Entre los referentes del nacional-anarquismo está Ernst Jünger –un filósofo nacionalista radical alemán que coqueteó con el nazismo junto con el grupo Revolución Conservadora, aunque más tarde se diferenció de Hitler–, el neofascista italiano Julius Evola –cultor del ocultismo y esoterismo- o el nazi “de izquierda” Otto Maximilian Strasser, además del eco-fascismo o “fascismo verde”. “No hay que olvidar que el nazismo extrae una buena parte de sus fuerzas y de sus ideas del naturalismo integrista –sostiene Philippe Pelletier en ‘El problema del ecofascismo’–. En Alemania, el ultranacionalismo y su derivación antisemita se han combinado con una mística de la naturaleza. El célebre nacionalista Ernst Moritz Arndt (1769-1860) es además un ferviente defensor de los bosques. Wilhelm Heinrich Riehl, su discípulo, hace un llamamiento por ‘los derechos de la naturaleza salvaje’ (1853). El escritor Ludwig Klages (1872-1956), que denunció la extinción de las especies, la deforestación, la liquidación de pueblos aborígenes, la alienación creciente de los hombres respecto a la naturaleza, el utilitarismo económico y el nefasto papel del cristianismo, y todo ello en 1913, es un ultraconservador y un antisemita venenoso”. Y el mismo autor sostiene que “una buena parte de los dirigentes y teóricos nazis, que frecuentemente son vegetarianos convencidos y amantes de los animales (Hitler, Himmler, Hess) cultiva un naturalismo integrista, que se puede considerar a posteriori como ecofascismo histórico. Preconizan una mística de la naturaleza, la defensa del terruño, de lo salvaje, la denuncia de las Luces, de la razón, del materialismo y del progreso. Constituyen eso que el historiador Peter Staudenmaier llama ‘el ala verde del partido nazi’”.

Ante el colapso más o menos cercano –predicanan los nacional-anarquistas–, es mejor estar preparado, tanto para sobrevivir en una sociedad en decadencia como para construir la nueva utopía reaccionaria, a la que no podía faltarle su hombre nuevo.

Así, la preparación física y los entrenamientos de supervivencia forman parte del manual de estos grupos. “Este país cuenta con miles de centros deportivos, asociaciones de atletismo y gimnasios, y no hay ninguna razón por la que los nacional-anarquistas no puedan utilizar esos lugares para mejorar físicamente –explica Southgate. Mientras que las masas se sientan frente a sus pantallas de televisión, y se llenan la boca y eructan intermitentemente entre bocados de kebab rancio, nosotros debemos encarnar la edad del Guerrero y el Hombre Nuevo. Si no sois aptos, debéis hacer algo al respecto: dejar de fumar, disminuir el consumo excesivo de alcohol, comer alimentos saludables; unirse a otros nacional-anarquistas en los camping o excursiones los fines de semana y, lo más importante, mantenerse activo. Estar saludable en cuerpo, por supuesto, es estar saludables en mente”. De la misma forma, convoca entusiastamente a prepararse para el colapso civilizatorio –y sobrevivir al derrumbe, violencia urbana incluida– mediante la preparación en técnicas de defensa personal y artes marciales (kung-fu, judo o kick-boxing).

Como la vieja subcultura de los Skinheads “White Power” y su movimiento Sangre y Honor, los seguidores de Southgate también se organizan en gran medida a través de la música. Southgate canta (o declama, muchos de sus discos son hablados más que cantados) en una lista extensa de grupos, desde H.E.R.R en Holanda a bandas en Alemania, Suecia o Polonia. Adicionalmente, existe una red de discográficas como Cold Spring (que se descibe como la discográfica premium de la música industrial, ambiental dark, neo folklórica, “noise” y neoclásica) e Invisible Eye que, aunque no tienen vínculos explícitos con el anarquismo nacional o las ideas neoracistas, disfrutan de una indisputada afinidad cultural y sirven como nexo para contactos de los grupos nacional-anarquistas y la difusión de sus ideas, por momentos más cercanas a una subcultura que a una ideología propiamente dicha, lo que ellos mismos niegan ser.

Los nacional-anarquistas son un claro producto de la globalización, se organizan por Internet y constituyen una subcultura global.. paradójicamente, pese a su búsqueda de las auténticas culturas nacional-populares –y de las tradiciones aún no profanadas por el capitalismo global– en cada lugar, usan las mismas ropas y comparten estilos a lo largo y ancho de Europa.

A la luz del culto al separatismo étnico de los nacional-anarquistas, adquiere cierta coherencia el apoyo de Rózsa a la Székely Legio, que busca que esta etnia de habla húngara proveniente del siglo VIII y en la actualidad residente en la Transilvania rumana vuelva a ser parte de la Gran Hungría… y al fin y al cabo que se entusiasmara con la aventura de venir a liberar a una mucho menos “milenaria” nación camba oprimida por el Estado andino en la vereda de enfrente del mundo. Y hasta sus pasionales combates con los croatas primero y con el Islam radical después, se “explican”, en parte, por este culto patológico a los separatismos raciales… No cabe duda que el anarquismo nacional es una tendencia marginal. Pero es posible que Rózsa haya encontrado allí cierta racionalidad para sus pulsiones aventureras y su necesidad de encontrar nuevas causas para liberarlas.