Mostrando entradas con la etiqueta IWW. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta IWW. Mostrar todas las entradas

domingo, 12 de agosto de 2012

El legado del IWW

Artículo publicado en Monthly Review, nº 2, junio de 2005, pp. 13-27. Traducción de Marta Caro (o también se puede ver en el MR en castellano, nº 8 de marzo del 2006). Paul Buhle es coeditor, con Nicole Schulman, de Wobblies! A Graphic History (Verso, 2005) y junto al muralista obrero Mike Alewitz organizó el Wobbly Tour para conmemorar su centenario en 2005, con pancartas, películas y música.

Por PAUL BUHLE

El pasado año se celebró el centenario del IWW [Trabajadores Industriales del Mundo o Industrial Workers of the World], los irrepetibles visionarios del movimiento obrero norteamericano. También se celebró el 50º aniversario del nacimiento de la AFL-CIO, resultado de la fusión de la Federación Obrera Americana [AFL, American Federation Labor] y el Congreso de las Organizaciones Industriales [CIO, Congress of Industrial Organization]. Resultó ser también el 10º aniversario del cambio de guardia en la AFL-CIO. En 1995, John Sweeney y su equipo «Nueva Voz» se erigían en portavoces del fragor de desilusión con el entonces presidente y notable partidario de la Guerra Fría Lane Kirkland, una opinión que triunfaba entre los cuadros medios y altos de la organización y lograba apear a la vieja guardia de los puestos superiores. La concurrencia de los tres aniversarios puede ser más que una coincidencia. Para comprobarlo, volvamos al pasado y recorramos parte de la historia más reciente del movimiento obrero de los Estados Unidos.

Sería difícil encontrar en la historia laboral un contraste tan marcado como el que existe entre el abierto, democrático y revolucionario IWW y la AFL-CIO. Para 1995, Kirkland y sus asesores más cercanos, sobre todo Albert Shanker, presidente de la Federación Norteamericana de maestros, habían abandonado básicamente la tarea de captar a más trabajadores no sindicados, con lo que acababan de culminar la pobre dirección que el predecesor de Kirkland, George Meany, había desplegado al convertir al movimiento obrero organizado, de vigoroso movimiento social, en un conservador grupo de intereses especiales. Los minúsculos recursos dedicados a la organización sindical de los trabajadores reflejaban no sólo la existencia de otras prioridades, sino también la presencia de una lógica profunda. En una ocasión, un importante dirigente regional me comentaba lleno de orgullo que su hijo, que entonces estudiaba en una escuela de ciencias empresariales, estaba preparando una tesis en la que quería demostrar que la afiliación a un sindicato era la inversión más inteligente que un trabajador podía hacer. El bien intencionado dirigente hacía tiempo que consideraba el sindicalismo la vía de participación de los trabajadores en la «sociedad de los propietarios». La idea de que este pudiera dar cuerpo a una nueva cruzada radical por la justicia y la redistribución de la riqueza era mucho más susceptible de provocar miedo que esperanza.

Desde sus orígenes, la AFL-CIO fue fiel partidaria de la Guerra Fría y del imperialismo estadounidense. Sus líderes dieron por supuesto que la caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética fortalecerían su férreo control sobre el sindicalismo global de empresa. La perspectiva de engrosar sus filas con dóciles afiliados de una Rusia privatizada parecía poner a su alcance todo cuanto habían soñado. Mientras el Gobierno estadounidense y sus poderes corporativos ejercían su dominio incontestado sobre el planeta en el tan cacareado «fin de la historia», los altos dirigentes obreros esperaban sin duda hacerse cargo del lado sindical. Como leal oposición que habían sido, se habían ganado tal derecho.[1]

Su plan global resultó ser un fracaso espectacular, así como sus esfuerzos por mantener su propia relevancia dentro de los Estados Unidos a través del lobbying y la captación de votos. Después de todo, sólo habían sido de utilidad como salvaguardia durante la Guerra Fría. Incluso los líderes políticos emergentes del Partido Demócrata apenas si miraban ya en dirección a los trabajadores, y los republicanos habían llegado silenciosamente a la conclusión de que era hora de ir eliminando uno tras otro los antiguos bastiones sindicales.

El final del liderazgo de Kirkland se considera a menudo un golpe de palacio. Dicha opinión, sin embargo, subestima las batallas libradas desde la década de 1960 por jóvenes radicales y los aliados que estos encontraron en sindicatos como el SEIU [Sindicato Internacional de Empleados de Servicios o Service Employees Internacional Union], el HERE [Trabajadores de Hoteles y Restaurantes o Hotel and Restaurant Workers], hoy parte de la fusión HERE/UNITE, los sindicatos textiles (con denominaciones diferentes hasta la fusión que tuvo lugar en 2004) y, sobre todo, el Sindicato del Transporte o Teamsters Union. La clara posibilidad de establecer conexión con los movimientos idealistas de la década de 1960 nunca se cumplió debido a la acérrima resistencia de los burócratas y a las armas con que estos contaban. Perder aquella oportunidad resultaría ser algo devastador, a pesar de que George Meany celebrara los choques provocados en Manhattan por los obreros reaccionarios contra los manifestantes opuestos a la guerra [de Vietnam] y de que Richard Nixon premiara al líder de dicho grupo de matones con el puesto correspondiente al Departamento de Trabajo en su gabinete.

Pero algunos de los jóvenes idealistas no se amilanaron. A mediados de la década de 1980, la lucha contra la intervención de los Estados Unidos en Centroamérica tenía un amplio componente obrero, llegaba a su punto álgido y la oposición conseguía arrogarse una legitimidad que nunca había alcanzado durante la época de Vietnam. Algunos de sus miembros más importantes, entre los que figuraban varios de los pocos sindicatos internacionales que desempeñaban su labor con éxito, comenzaron a aprobar resoluciones sobre política exterior, así como en defensa de sus propios miembros gays y lesbianas. Dichas resoluciones eran impensables en la homófoba sociedad estadounidense de la época de Vietnam, cuando, para Meany y todos los demás, excepto para los gays encubiertos de su personal, ser «marica» equivalía a ser seguidor de McGovern.

La historia se renovaba siguiendo las pautas marcadas por los fracasos del movimiento obrero. El aumento acelerado de la inmigración después de 1965 resultó ser crucial en varios aspectos. Las conocidas actitudes restriccionistas, expuestas a la prueba del paso del tiempo desde la época de Gompers y expresadas en el racismo y la xenofobia que existía entre las filas del movimiento sindical, perdieron poco a poco su fuerza a medida que los trabajadores más veteranos se iban jubilando (progresivamente despojados de las pensiones prometidas en los contratos sindicales a través de las maniobras corporativas) y los trabajadores nacidos fuera del país iban ocupando los nuevos puestos de trabajo, en su mayoría sin posibilidades de sindicación. Como decía un sindicalista veterano de Rhode Island a finales del siglo pasado (sin resentimiento ni regocijo) todos los «blancos» de la región que querían afiliarse a un sindicato ya lo estaban. A partir de ahora, o los sindicatos aceptaban a los otros, en especial a los inmigrantes más recientes, latinos y asiáticos en su mayoría, o no tendrían futuro alguno.

La naturaleza de «golpe palaciego» que en octubre de 1995 se atribuía al destronamiento del grupo de Kirkland de la mano de Sweeney y compañía ocultaba, por tanto, hasta qué punto las demandas de cambio aparecidas en los niveles inferiores y medios habían prefigurado el inminente colapso de la cúpula. Los resultados, sin embargo, se tradujeron en un problemático acuerdo. La promesas realizadas de llevar a cabo movilizaciones más enérgicas duraron lo que duró la campaña electoral. El Departamento de Justicia de la Administración Clinton, tras ignorar toda una diversidad de desagradables actividades perpetradas en la antigua Unión Soviética y en otros países en los que aún no se había procedido a la sustitución de los agentes de la AFL vinculados a los servicios de inteligencia, se concentró en la gestión económica de la dirección del reformado Sindicato del Transporte y promovió con éxito a Jimmy Hoffa jr., un ejemplo más del tipo empresarial de director ejecutivo que ahora arruina la gestión de los sindicatos de empresa. El repunte de las esperanzas de los trabajadores que podría haber alentado la reanimación del Partido Demócrata y los intentos momentáneamente prometedores de crear una red cultural e intelectual de izquierdas se agotaron casi de inmediato.[2]

No se puede negar que ha habido momentos esperanzadores y que se han logrado victorias reales, entre las que cabe destacar la sindicalización por parte del SEIU de 70.000 trabajadores en el condado de Los Ángeles.[3] No sólo el SEIU, sino también el HERE y la AFSCME (Federación Estadounidense de Empleados Estatales, Comarcales y Municipales o American Federation of State, County, and Municipal Employees) han logrado unas cuantas victorias extraordinarias, sobre todo la AFSCME en Puerto Rico. Atrás quedaban los tiempos en los que se prohibía formalmente a los miembros de organizaciones marxistas o de partidos comunistas ocupar un cargo sindical. Aun así, la importancia de la revocación de dichas reglas vigentes durante la Guerra Fría no queda muy clara. No obstante, lo más importante es que, al menos oficialmente, ya no se ve a los inmigrantes, legales o ilegales, como enemigos. El principio histórico de sindicalismo al estilo Gompers, que imponía restricciones en el mercado laboral en beneficio de la aristocracia de la fuerza de trabajo, ha dejado de ser la norma. Debido tanto a la derrota de los sindicatos como a otras circunstancias, incluso en la sacrosanta industria de la construcción, otrora compuesta exclusivamente por hombres blancos y morada de católicos conservadores y programas de formación creados por la AFL-CIO (que apenas lograron nada, tal como era la intención inicial), el número de trabajadores no blancos es ahora significativamente mayor.

Mientras tanto, el avance más notable, aunque poco comentado, lo constituye claramente el USLAW (Trabajadores Estadounidenses contra la Guerra o U.S. Labor Against War), compuesto por sindicatos que representan, literalmente, a millones de trabajadores que votan resoluciones contra la implicación de los Estados Unidos en Afganistán e Irak. Gracias al USLAW, la actual AFL-CIO, pese a todos sus defectos, se encuentra a años luz de la época en la que la matonería era habitual en las salas de administración de los líderes sindicales preferidos de la CIA. En otros tiempos, el USLAW habría sido señalado por intelectuales como Arthur Schlesinger jr. como una peligrosa fuente de subversión y habría sido atacado con saña por figuras leales de la oposición como Walter Reuther; se lo habría investigado y se lo habría declarado ilegal por diversos medios. Ahora, en las altas esferas del poder se tolera al USLAW, por lo general de forma silenciosa. No cabe duda de que tanto líderes sindicales ambivalentes como intelectuales neoliberales de línea dura (y neoconservadores) observan todos sus pasos en espera de abalanzarse contra él. A tenor de la amplia decepción que inunda a los soldados estadounidenses y a sus familias, los sindicatos podrían convertirse en foco de organización del sentimiento pacifista entre los obreros manuales, algo que en la época de Vietnam habría sido impensable.

Sin embargo, tales victorias y demás cambios prometedores constituyen claramente una excepción en una situación que describe una pauta descendente. Incluso en los sindicatos que cuentan con una nueva dirección progresista, la situación se presenta, por lo general, bastante lúgubre. El control republicano del Congreso y de la Casa Blanca dificulta la creación de sindicatos en Wal-Mart o en Starbucks, por poner un par de ejemplos clave. Pero las circunstancias son demasiado difíciles como para culpar únicamente a los políticos.

Así pues, el descontento interno va nuevamente en aumento. Los trazos fundamentales de dicho descontento aparecen detallados en otros artículos de este libro. Sin embargo, independientemente de los resultados de la cumbre de la AFL-CIO en el verano de 2005[4], sigue siendo importante armarse de valor y pensar en el tipo de sindicalismo que hace falta. Algunos ejemplos históricos nos pueden servir de ayuda.

Al contrario que George Meany, que basó su estrategia en una combinación de purgas políticas e influencia política dentro de la corriente dominante, el movimiento obrero estadounidense casi nunca ha avanzado o se ha mantenido con éxito en su lugar gracias al hecho de contar con aliados en las altas esferas. La fuerza política facilita las cosas en situaciones concretas, pero nunca constituirá un factor determinante. La historia nos dice que, tarde o temprano, los empresarios se distanciarán de los políticos que confraternizan con el movimiento obrero y que se apelará a la lealtad al imperio estadounidense a fin de neutralizar, sin excepción, las demandas obreras más radicales.

Las primeras acciones del CIO, hace casi setenta años, se beneficiaron de una política pro-sindical o neutral en la Casa Blanca, así como de la revocación (temporal), a través de la Sección 7ª de la Ley Nacional de Relaciones Laborales, de las leyes del Congreso que históricamente perjudicaban a los sindicatos. Pero la presión para cambiar los estatutos se ejercía desde abajo y amenazaba con convertirse en algo mucho más peligroso que la organización de sindicatos industriales. Podría decirse que las huelgas generales de 1934 en San Francisco, en Minneapolis-Saint Paul y en Toledo (esta última, más un movimiento conjunto de empleados y desempleados que otra cosa) provocaron un inevitable giro hacia la izquierda de un New Deal tremendamente ambiguo. Aquellas huelgas y los sindicatos que nacieron de ellas se hicieron eco, durante un tiempo, de la familiar noción de solidaridad que sólo el antiguo IWW logró articular y llevar a la práctica.

Según sus afiliados y seguidores, el IWW era «lo mejor del mundo». En sus mejores años contaba con una media de cien mil afiliados. Durante un tiempo, reunió a los trabajadores más pobres y oprimidos de cada raza y grupo, mientras sus bardos escribían las canciones más emotivas y divertidas en las que se burlaban de los ricos explotadores y sus serviciales esclavos. ¿Por qué poetas, novelistas y radicales estadounidenses, desde John Dos Passos y Gary Snyder hasta Noam Chomsky (cuyo padre era un wobbly[5]), siguen invocando a los wobblies cuando el recuerdo de la mayoría de los sindicatos se ha desvanecido por completo de la memoria personal y familiar?

El wobbly, hombre o mujer, asiático u occidental, negro, moreno, rojo o blanco, era un ser humano normal por lo que respecta a su físico. Lo que los hacía diferentes era el mensaje que se explicaba, se predicaba y se cantaba alrededor de las hogueras que encendían los bindlestiffs (trabajadores agrícolas que llevaban a cuestas, a modo de macuto, sus pertrechos) y los lobos grises (trabajadores de los aserraderos); en el comedor o en las cantinas frecuentadas por canteros y pescadores; en las calles de las poblaciones fabriles y en los centros sociales de inmigrantes americano-fineses, húngaros o rusos; más allá de las fronteras, en Canadá y México, por hombres y mujeres que pasaban de un trabajo a otro, y, durante un tiempo, también en los salones de Greenwich Village. La suya era una historia colectiva, de colaboración, que no se guiaba por ningún héroe o heroína, y tan heroica (o trágica) como las propias vidas individuales de los wobblies.

Por las venas de un buen número de miembros y de algunos de los líderes del IWW, como Frank Little, más tarde convertido en mártir, corría sangre india. La poesía y las tradiciones wobbly evocaban la alegría de vivir en los campos y un resentimiento frente a lo que los bromistas de la IWW llamaban la snivelization o «lloriqueización». No es una coincidencia. Una de las principales inspiraciones de Marx y de Engels durante sus últimos años resultó ser una antropología amateur que consideraba a las tribus indias (entre otras) la sociedad «comunista» original, compuesta por familias extensas y por tribus que compartían sus posesiones en lugar de acumular propiedad privada.

Es probable que Marx y Engels, creyendo que la crisis del capitalismo se resolvería pronto, no apreciaran hasta qué punto los movimientos radicales, entonces y en el futuro, dependían de un deseo popular de «volver atrás» a partir de la sociedad de clases, de entender el capitalismo como una interrupción de la historia más que como un cierto estadio inevitable de esta. La idea de lo que se conocía como el «Día Dorado», del comunismo primitivo anterior a la aparición de clases dominantes, Iglesias establecidas, ejércitos e imperios, estaba también muy extendida entre la clase trabajadora europea de finales del siglo XIX. Las revueltas medievales de los habitantes de los pueblos y campesinos europeos contra la Iglesia y la corona dieron lugar a sociedades comunistas basadas en el hecho de compartir y que duraron desde semanas hasta meses, y aunque los soldados invasores las ahogaran en un mar de sangre, el recuerdo de esas sociedades siguió vivo durante siglos.

Las visiones del siglo XX de la mezcla de socialismo y nacionalismo propia de los movimientos revolucionarios del Tercer Mundo evocaban una y otra vez el mismo conjunto de imágenes. Las versiones de la izquierda del rastafarianismo, en cierto modo la versión que evoca de forma más literal una lógica comunitaria frontalmente opuesta a la racionalidad occidental, también tienen un equivalente en un ámbito diferente en la Teología de la Liberación y su promesa cristológico-revolucionaria de retorno a las prácticas de los discípulos de Jesús. Varias generaciones antes, el medievalismo socializante del poeta laureado inglés William Morris ya había propuesto un mundo de artesanía, simplicidad material y trabajo con dignidad en el mundo de estructura familiar que describía en Noticias de ninguna parte (Editorial Hacer, Barcelona, 1980).

La visión de Morris era bastante diferente a la de Edward Bellamy en Mirando hacia atrás: una cooperación eficiente coordinada a través de algo parecido a unos grandes almacenes descomunales absolutamente igualitarios y carentes de discriminación de género. Era una visión distinta también a la de los Caballeros del Trabajo [Knights of Labor], que en los Estados Unidos habían prefigurado de la manera más clara el IWW. Morris y los Caballeros deseaban poner freno a la expansión del trabajo asalariado; Bellamy, por el contrario, veía un futuro prometedor desde el punto de vista de la clase media. Los wobblies, enfrentados a los problemas emergentes de la clase trabajadora de principios del siglo XX, entendieron que la movilidad internacional de trabajadores y de capital era inevitable. Para ellos no eran los artesanos, sino la masa de trabajadores no cualificados que trabajaba en fábricas gigantes y en empresas agrícolas o dedicadas a la extracción de materias primas quienes constituían la figura central de las esperanzas de la clase trabajadora. Y, al contrario que los Caballeros (que aceptaban a las mujeres y afroamericanos, pero rechazaban a los trabajadores inmigrantes asiáticos), el IWW, basado en un principio básico de solidaridad, admitía a todos los trabajadores.

La convención fundacional del IWW fue organizada por el tuerto William D. «Big Hill» Haywood, en Brand´s Hall, al norte de Chicago, el 27 de junio de 1905. En los días posteriores, los delegados ordinarios expresaron ideas prácticas y fundamentales sobre el movimiento obrero y sobre el hecho de que los trabajadores necesitaban una solidaridad práctica y no meramente en forma de palabras. El sindicalismo por oficios de la Federación Obrera Americana no sólo había quedado desfasado (había sido organizado para los trabajadores industriales de un periodo anterior), sino que era ineficaz incluso para sus miembros.

Esa idea resultó ser demasiado simple: los sindicatos por oficios persistieron porque, por lo general, sus miembros se habían transformado en supervisores. Componían lo que se dio en llamar una «aristocracia sindical». Sus estructuras sindicales, que excluían a muchos trabajadores, tuvieron un papel central hasta la aparición del CIO en la década de 1930. Así mismo, su influencia siguió siendo notable durante mucho tiempo después, como fuerza conservadora y frecuentemente racista aliada con el sector obrero partidario de la Guerra Fría. Pero los wobblies no se equivocaban al apelar a la solidaridad como fuerza esencial de los trabajadores. Propugnaban una doctrina revolucionaria y de emancipación que todavía hoy no se ha hecho realidad. Los propios sindicatos industriales constituían, según los wobblies, las piezas básicas para la edificación de la futura sociedad cooperativa. A través de la afiliación a un sindicato industrial, los trabajadores podían prepararse para tomar directamente la sociedad. Los trabajadores que eran conscientes de su propio poder poseían la capacidad de actuar en base a su derecho fundamental de expropiar y compartir con otros trabajadores de todo el mundo todo lo que producían de manera colectiva.

Para el IWW, pues, el consabido problema que representaban las reducidas dimensiones del movimiento socialista en los Estados Unidos podía resolverse de una manera distinta. «Educar» a los trabajadores para convertirlos en socialistas a través de periódicos, discursos y campañas electorales era una estrategia demasiado pasiva y sin demasiado éxito. Los trabajadores debían educarse a sí mismos en y a través de sus propias acciones y de la autoorganización.

En la convención fundacional, de entre los setenta delegados, que representaban nominalmente a 50.000 miembros, tan sólo dos de ellos —procedentes de la Federación de los Trabajadores del Oeste [Western Federation of Labor] y del amorfo Sindicato de Trabajadores Estadounidenses [American Labor Union]— representaban a 40.000 de dichos miembros. En contra de las esperanzas depositadas en que los sindicatos por oficios convirtieran sus estructuras en sindicatos industriales, eran pocos los sindicatos de oficio allí representados; de hecho, muchos de los delegados sólo se representaban a sí mismos. La cuestión más importante estribaba, pues, en la declaración de principios, que empezaba así: «La clase trabajadora y la clase empresarial no tienen nada en común», y en los memorables soliloquios que tenían lugar sobre el parquet de la convención.

Así, Lucy Parsons, ya entonces conocida por haber defendido a su marido tras el incidente de Haymarket en 1886 y como revolucionaria afroamericana en Chicago, hizo un discurso en defensa de los más humildes: las mujeres forzadas a ejercer la prostitución. Pero también habló de la capacidad de los trabajadores: «Mi concepción de la huelga del futuro no consiste en hacer huelga, salir a la calle y morirse de hambre, sino en hacer huelga, quedarse y tomar posesión de las propiedades necesarias para la producción.» De ese modo, la extraordinaria veterana de las luchas de clase, raza y género del siglo XIX predijo las huelgas «de brazos caídos» (o con ocupación de las instalaciones) del futuro, que primero tuvieron lugar en fábricas y después con los encierros en instalaciones públicas para integrarlas en el movimiento o, incluso más tarde, en las clases de las universidades y en las oficinas de los presidentes para protestar contra la brutal guerra de Vietnam.

A raíz de una combinación de disputas internas y la recesión del periodo 1906-1907, el IWW perdió gran parte de sus afiliados iniciales. La marcha de la Federación de Mineros del Oeste [Western Federation of Miners] supuso un golpe especialmente duro para el sindicato. A eso le siguió la expulsión de Daniel DeLeon y sus seguidores, los miembros del Partido Socialista de los Trabajadores [Socialist Labor Party], que luego formaron su propia y pequeña organización rival conocida como la «Detroit IWW», en alusión a su sede central. Pese a todo, el IWW sobrevivió. Encabezó huelgas dispersas, llevó a cabo una vigorosa campaña de propaganda a favor del sindicalismo industrial e inventó, o reinventó, la huelga de brazos caídos (los trabajadores ocupaban la planta en vez de dejarla al cuidado de los dueños), así como otras muchas tácticas de movilización comunitaria.

Los primeros wobblies eran conocidos, sobre todo, por la gente de la organización en el oeste: los medio indios y los Yankees hijos e hijas de los conductores de las diligencias de correo y de los buscadores de oro cuyas familias habían seguido trasladándose hacia el oeste pero que nunca habían salido de la pobreza. Pero incluso en aquellos primeros años, muchos de sus militantes acababan de llegar de Europa o eran hijos de inmigrantes que se habían radicalizado al otro lado del océano o durante sus primeros años en los Estados Unidos. Mientras los nativos «estadounidenses» entraban y salían del IWW, ellos permanecían allí, publicaban revistas y periódicos que llegaron a durar décadas y mantenían vivo el espíritu wobbly para las generaciones futuras.

Las huelgas de esos trabajadores, en su mayoría inmigrantes, rescataron a los wobblies del periodo de peligrosa oscuridad que medió entre 1906 y 1909 y los colocaron en el punto de mira, no sólo del movimiento obrero, sino de la sociedad estadounidense en su conjunto. La huelga encabezada por los wobblies en McKees Rocks, Pensilvania, en 1909 convocó a trabajadores inmigrantes principalmente eslavos en acciones que provocaron entusiasmo entre los socialistas y helaron la sangre a sus enemigos. Algo se respiraba en el aire cuando, en 1912, el voto socialista alcanzó una de sus cotas más elevadas. Decenas de comunidades eligieron a candidatos radicales de clase trabajadora mientras cientos de asambleas de inmigrantes creaban en las localidades sus propias instituciones, junto a la funeraria y el centro recreativo, convencidos de que el futuro sería cooperativo. Después vinieron las huelgas de Lawrence, Massachussets, en 1912, y la de Paterson, Nueva Jersey, en 1913. La repercusión de ambos acontecimientos trascendió con mucho las fronteras de los Estados Unidos. Las oleadas de actividad sindical de los trabajadores no cualificados (aunque no únicamente) en Gran Bretaña, en la futura República de Irlanda, en Francia, en Italia e incluso en la lejana Australia recogían los lemas y las tácticas de los wobblies, animadas por la esperanza de que se produjera una transformación democrática en todo el mundo.

Tras el decepcionante final de la huelga de Paterson, los enemigos del IWW dieron a la organización por vencida. No podían estar más lejos de la verdad. Las luchas que los wobblies libraron en defensa de la libertad de expresión combinaron dosis de audacia y una aguda sensibilidad estratégica. Sin embargo, fue la movilización de los temporeros itinerantes la que presentó las mejores esperanzas de crear una organización sindical potente y duradera.

La AWO u Organización de Trabajadores Agrícolas pasó a estar poderosamente instalada en la cultura de trabajo de los temporeros de los estados de las llanuras, varones blancos en su mayoría. Al igual que los wobblies de las minas y los aserraderos, estos personificaban el espíritu del oeste (y «estadounidense») de la organización. Conocidos por su rebeldía y agitación, su control efectivo de los desplazamientos en los vagones de carga («muestre su tarjeta roja») llegó a ser legendario. La capacidad de los organizadores wobbly para crear pequeñas comunidades igualitarias entre los temporeros daba testimonio tanto de su maestría como de su confianza en los estratos inferiores de los trabajadores.

La AWO, la organización más amplia, logró fortalecerse incluso en presencia de una fuerte represión, y llegó a su máximo nivel en 1918 por una razón que puede parecer increíble. La Primera Guerra Mundial creó escasez de mano de obra: era más fácil despedirse o ser despedido y seguir adelante porque había más puestos de trabajo disponibles en todas partes. Eso no implicaba necesariamente el éxito del impulso organizativo de la AWO. La diversidad racial presente en muchas granjas californianas era difícil de superar (aunque lo intentaron). La represión de los trabajadores durante la guerra conllevó la supresión de los periódicos wobblies, el arresto de los organizadores y amenazas de recurrir a la violencia de grupos parapoliciales. A la larga, la mecanización de las granjas reduciría considerablemente el número de trabajadores agrícolas y su poder de negociación.

Los wobblies también aprendieron que organizarse en el campo era más difícil que hacerlo en las fábricas. No podían basarse en los lazos étnicos o familiares, de modo que tenían que apoyarse en la organización de acciones repentinas en el lugar de trabajo, en huelgas de celo y otras tácticas similares para atraer y mantener a los miembros. Así, en abril de 1915, Frank Little convocó una conferencia para organizar a los jornaleros itinerantes (hoboes) y crear un sistema de delegados laborales dentro del IWW por el cual los wobblies fijaban los términos salariales y las horas de trabajo previamente a la recolección, escogían a un individuo o un comité para que se encargara de efectuar las negociaciones con el granjero y, por último, los acuerdos se sometían a la ratificación del conjunto de los wobblies. La AWO aumentó así su tamaño de manera rápida y exitosa. Las cuotas eran de dos dólares la inscripción y cincuenta centavos la contribución mensual. En 1915, eran muchos los que disfrutaban de los objetivos más inmediatos de los wobblies: una jornada laboral de diez horas, tres dólares mínimos, horas extraordinarias remuneradas, buena comida y camas limpias, todo ello posible porque la guerra había elevado el precio del trigo.

Así, los wobblies llegaban a las afueras de la población, levantaban su «jungla» [o campamento] cerca de un arroyo y después celebraban una reunión en la que elegían comités para hacerse cargo de la limpieza del campamento. Una «brigada de alimentación» buscaba o pedía comida que después cocinaba, mientras que otros buscaban trabajo en el pueblo para crear un fondo común. Ese era el mundo en miniatura del IWW: una sociedad autogestionaria de trabajadores (aunque, a veces, organizarla y hacerla funcionar hacía que se descuidaran las tareas de organización en el campo).

Como era natural, a los líderes de las huelgas del IWW se los acusaba de las muertes y heridas causadas en realidad por la policía y los matones a sueldo. Las intensas luchas libradas para defenderse dejaban a muchos en terribles condiciones, mientras que a los líderes se les imponían largas sentencias. Sin embargo, la reputación del IWW se extendió de manera sorprendente. Los trabajadores chinos y japoneses tenían sus propias organizaciones de trabajadores que colaboraban con el IWW, aunque, por lo general, no se afiliaban directamente. La delegación de la IWW Fresno incorporó la Liga Sindical Japonesa en 1908, compuesta por mil miembros. Los mexicanos formaron sus propias asociaciones wobbly locales (especialmente en Los Ángeles y San Diego) y publicaron panfletos, folletos y periódicos en español. La AFL, de carácter más convencional, desconocía dichas actividades; de hecho, las consideraba del todo indeseables.

En 1918, en lo que constituyó un momento histórico, la AWO inauguró nuevas sucursales en Minneapolis y Chicago, compró nuevas plantas de impresión y planeó un brillante futuro. Los wobblies afirmaban que los «soviets» rusos (literalmente, «consejos de trabajadores») eran un fiel reflejo de sus propias actividades. Fue entonces cuando llegaron las persecuciones contra los rojos del periodo entre 1919 y 1921 en los Estados Unidos, seguidas por el aplastamiento de un vasto y poderoso levantamiento protagonizado por la clase trabajadora italiana y otras amargas decepciones.

La Hermandad de los Trabajadores de la Industria Maderera (BTW o Brotherhood of Timber Workers) nos ofrece un ejemplo tan bueno como cualquier otro de cómo fue aplastada la brillante promesa del IWW. Como sindicato interracial en el sur, era ya algo extraordinario. Estaba compuesto en su mayoría de leñadores y aserradores de la región de Piney Woods, en Lousiana/Texas, que habían sido despedidos por las grandes compañías. Covington Hall, legendario poeta, editor y agitador del sur, transformó rápida-mente la rudimentaria y casi secreta BTW en un movimiento wobbly. La Hermandad, que había adoptado oficialmente los principios del IWW, otorgaba todos los derechos de afiliación a las mujeres y a los no blancos (entre los que se contaban también algunos indios y mexicanos) y comenzó a sindicalizar a las localidades que dependían de los aserraderos una tras otra. Durante una serie de huelgas que tuvieron lugar entre 1912 y 1913, el número de afiliados aumentó hasta los 20.000. En ese momento, los rompehuelgas de la policía estatal y otras privadas se apresuraron a aplastar la organización. Las violentas huelgas dieron paso a una intensa campaña legal en defensa de algunos wobblies injustamente incriminados y juzgados. La Hermandad continuó luchando durante años, pero nunca se recuperó.

El rápido encarcelamiento en prisiones federales de los líderes del movimiento wobbly, condenados a largas sentencias en base a diversos cargos; el repentino crecimiento de la AFL y de los sindicatos independientes —que en ocasiones reclutaban a antiguos wobblies en calidad de organizadores—, todo ello combinado con el atractivo que ofrecía el nuevo movimiento comunista estadounidense, crearon unas perspectivas muy desalentadoras. Las acusaciones de «sindicalismo criminal» desconcertaron a las generaciones siguientes de radicales (así como de libertarios civiles) y la mayoría de los acusados apenas si las entendieron. Décadas después, durante la época de McCarthy, todavía se seguía arrestando a los comunistas (completamente opuestos por naturaleza a las doctrinas wobbly y anarquista) fundándose en esas mismas leyes, tan carentes de toda base. Así pues, cuando la actriz Lucille Ball, en el momento de enfrentarse al Comité de Actividades Antiamericanas que investigaba su apoyo en el pasado a los comunistas, fue interrogada acerca del sindicalismo criminal, lo único que honestamente pudo responder fue que nunca antes había oído tal expresión.

En Estados Unidos, el término «sindicalismo»[6], habitual en Francia y en Italia, así como entre algunos activistas británicos, alemanes y de otros países, había estado siempre más vinculado al anarquismo doctrinario que al IWW y, a veces, se lo relacionaba con actos individuales de violencia (más que únicamente con el sabotaje en gran medida pasivo, con el mal funcionamiento «accidental» de las máquinas o con una camarera que hablaba mal de la comida del restaurante). Los que se hacían llamar «sindicalistas» en los Estados Unidos eran, en su mayoría, competidores del IWW que instaban a los radicales a que se afiliaran a la dominante AFL y que se abrían camino desde dentro para alcanzar sus objetivos y superar a los miembros de los sindicatos profesionales. Los fiscales, sin embargo, en ningún caso pretendían que los cargos fueran precisos. De la misma manera que convenía insistir en que los wobblies, y no los rompehuelgas, los policías y toda una variedad de matones, habían sido los responsables de complicar las cosas con los piquetes, el «sindicalismo criminal» era una etiqueta oportuna.

Las Leyes de Espionaje ofrecían otra más oportunidad para legalizar la represión directa. Promulgadas en 1917 junto a la Ley de Servicio Selectivo, dichas leyes sólo podían ofrecer una definición muy abierta de lo que podía considerarse espionaje, en la medida en que ni socialistas ni wobblies sentían mayor simpatía hacia el káiser alemán que hacia el rey de Inglaterra o hacia otros nacionalismos simbólicos de la guerra. Las leyes que regían la naturalización de los extranjeros se modificaron tras el asesinato del presidente McKinley (perpetrado por un anarquista nacido en los Estados Unidos e hijo de un inmigrante) y ya desde 1912 empezaron a aplicarse contra los wobblies que intentaban adquirir la ciudadanía, lo que prácticamente imposibilitaba la nacionalización de los miembros más acérrimos. Mientras tanto, el Congreso y el presidente (en aquel momento con inclinaciones liberales y libertarias) debatían acerca de si tenía sentido redactar más legislación represiva contra aquellos que causaban desperfectos o ponían en peligro la propiedad. En 1918, las tropas federales recurrieron a la declaración de la producción de cobre como «material de guerra» para romper las líneas de piquetes que los wobblies habían formado en Arizona, dado que, en tales circunstancias, aquellos que dificultaran la producción podían ser acusados basándose en la nueva Ley de Sabotaje.

El Departamento de Estado de los Estados Unidos y la Oficina de Inmigración se habían encargado de crear otra vía específica adicional para justificar la represión. Para el momento en que los Estados Unidos entraron en la guerra, los funcionarios de inmigración ya gozaban de mucha más libertad para decidir a quién deportar y en qué circunstancias. La Ley de Inmigración promulgada en 1918 se diseñó específicamente para despojar a los extranjeros radicales de cualquier derecho de protección constitucional. Por primera vez en la historia de los Estados Unidos, ser culpable de asociación o de creencia constituía un delito susceptible de dar lugar a la deportación; incluso antes de promulgarse la ley, la Oficina ya había comenzado a preparar la deportación de wobblies según su propio criterio y recurriendo a métodos que los libertarios civiles de la actualidad conocen bien: podían basarse en la pertenencia, la afinidad, el apoyo financiero o incluso en cualquier muestra implícita de conformidad con los objetivos del IWW. Después de algunos primeros fracasos en los juzgados, la Oficina creó en secreto unas nuevas normas que resultarían ser muy duraderas. Cualquier extranjero del que se supiera que apoyaba al IWW, una organización totalmente legal, podía, sin embargo, ser detenido y deportado. El Departamento de Trabajo, el Ministro de Justicia y los círculos más cercanos al presidente podían sumar fuerzas con los gerentes de las empresas, los sheriffs y los matones a sueldo para atacar a los wobblies en casi cualquier lugar, pero especialmente en el noroeste, donde tantos leñadores habían jurado lealtad al movimiento. A los extranjeros no se les permitía ni siquiera consultar con un abogado, un precedente más de los que conformarían los futuros métodos de represión «legal».

Durante los levantamientos que tuvieron lugar en 1919, entre las multitudinarias manifestaciones del Día de los Trabajadores, una huelga general en Seattle y las acciones solidarias para evitar el envío de material bélico a las fuerzas contrarrevolucionarias de la convulsa Rusia, dio la impresión por un instante —aunque fuera un largo instante— de que la persecución no hacía más que intensificar la lucha de clases. Después, todo se acabó. En menos de un año, el joven movimiento comunista se había casi autodestruido (con la ayuda nada desdeñable de los agentes de policía), igual que el Partido Socialista, en un ataque de faccionalismo salvaje que buscaba la fórmula revolucionaria perfecta mientras los verdaderos radicales se enfrentaban a problemas más inmediatos.

Pero los wobblies aún seguían con vida. Como nos recuerda la más vital de la nueva literatura dedicada a ellos, los historiadores oficiales del movimiento wobbly han tenido dificultades para demostrar que el IWW no desapareció a causa de las persecuciones y la continua persecución contra los rojos. En realidad, el aparato propagandístico de los wobblies comenzó a funcionar de nuevo en la década de 1920, cuando cerca de un millar de trabajadores de la industria petrolífera se sumaron a miles de temporeros que aún resistían con firmeza, cuando los mineros del oeste de Canadá se acercaron al IWW y, sobre todo, cuando los Trabajadores del Transporte Marítimo (MTW o Marine Transport Workers), afroamericanos en su mayoría, extendieron sus ideas por el mar desde su base en Filadelfia.

Pero en el IWW se produjo una desastrosa escisión a causa de una serie de cuestiones internas (entre ellas, la centralización de la dirección de la organización) y el movimiento acabó replegándose a un marco de acciones educativas y de agitación. Así continuó, sobre todo en el distante norte del medio-oeste. En 1914, un grupo de radicales finlandeses que acababa de abandonar el Partido Socialista se había unido a los wobblies y había iniciado la publicación de la revista Industrialistii (1915-1975), que en su punto álgido llegó a contar con más de 20.000 lectores. El mismo grupo se había hecho cargo del Work´s People College, un centro de formación obrero donde se enseñaban ideas y estrategias radicales y que mantuvieron en funcionamiento durante más de treinta años.

Casi podría decirse que el IWW sobrevivía básicamente en la memoria, en los recuerdos de los trabajadores de más edad que influían en los más jóvenes, en el breve florecimiento de diversos sindicatos independientes y radicales que tuvo lugar a principios de la década de 1930, en las huelgas de brazos caídos de los años siguientes y en la primera y vital época del Congreso de Organizaciones Industriales. El número de antiguos wobblies era especialmente elevado entre los estibadores y las industrias del transporte marítimo y del procesamiento de pescado, entre los aserradores, los temporeros, los canteros y allí donde los chicanos formaban parte de las movilizaciones de los trabajadores agrícolas. Raras veces ejercieron de líderes —un caso fue el papel de William Z. Foster en la Huelga de la Siderurgia de 1918; otro, Harry Bridges, quien durante mucho tiempo ocupó la presidencia del Sindicato Internacional de Estibadores y Encargados de Almacén [Longshoremens and Wharehousemen´s Union]—, pero en las campañas locales de los sindicatos industriales se los distinguía como viejos héroes a quienes era debida una justa gratitud.

En 1966 empezó a verse algo sorprendente: chapas del IWW en las solapas de los organizadores de un movimiento estudiantil radical de rápida aparición denominado Estudiantes por una Sociedad Democrática (Students for a Democratic Society). Unos años antes, el SDS no era más que una escisión de un movimiento socialdemócrata aparecido en un campus universitario: la Liga Estudiantil para la Democracia Industrial (Student League for Industrial Democracy). Influidos sin duda por los encierros o «sentadas» inspirados en las huelgas de brazos caídos de décadas anteriores, la declaración del SDS con motivo de una famosa conferencia celebrada en Port Huron, Michigan, en 1962 (redactada por Tom Hayden y otros e influida, dicen, por las ideas del gigante panafricano C.L.R. James y del sociólogo radical C. Wright Mills, entre otros) sonaba menos a vieja izquierda marxista y más a doctrina wobblies. En dicha declaración instaban a la creación de una «democracia participativa», idea no tan proletaria como las del IWW, de hecho, aunque se tratara también de un movimiento surgido desde abajo y no desde arriba que se apoyaba en gente normal y no en expertos, por muy liberales o de izquierdas que fuesen.

La sintonía era en gran medida sentimental. Sin embargo, por aquí y allí estaban teniendo lugar sorprendentes acontecimientos en la escala local que recordaban a los observadores que el IWW seguía estando vivo. Durante la década de 1980 y principios de la de 1990, los wobblies estaban presentes, sobre todo, entre los jóvenes que, en alianza con los trabajadores de la industria maderera, luchaban por salvar las imponentes secuoyas californianas. A partir del cambio de siglo, el número de wobblies ha sufrido fuertes oscilaciones y se han formado y han desaparecido grupos de nuevos sindicatos locales (especialmente en poblaciones contraculturales). En mayo de 2004, el IWW IU/660 resultó elegido por un escaso margen en un establecimiento de Starbucks en el centro de Manhattan, elección que fue apelada de inmediato por el gigante corporativo. Ese hecho demostró una vez más que los wobblies representaban un papel allí donde los principales movimientos sindicales habían desistido.

Lo sucedido en Starbucks, el triunfo del IWW entre trabajadores resentidos, habitualmente con contratos a tiempo parcial en sectores poco remunerados y con pocas o ningunas prestaciones, prefiguraba lo que vendría después. El «globalismo», idea que forma parte del núcleo mismo de creencias del movimiento wobblys, está cada vez más presente en la vida cotidiana. Los trabajadores de muchos países no tienen ahora otra opción. Se les está forzando a generar sentimientos de solidaridad entre ellos en aras de la dignidad y de la supervivencia, incluso cuando los líderes obreros oficiales mantienen un enfoque desfasado y conservador respecto de una economía mundial en rápida transformación. En las manifestaciones antiglobalización, desde Seattle hasta Manhattan, pasando por Latinoamérica, Europa y Asia, han aparecido a menudo pancartas de los wobblies a favor de las mejores causas. Es posible que, un siglo después, se den las bases orgánicas capaces de propiciar el triunfo anticipado por el IWW. En todo caso, dados los crecientes ataques que las corporaciones lanzan contra el planeta y contra todos los seres vivos que lo habitan, cada vez es más cuestión de ahora o nunca.

Es hora de hacer realidad una imagen en la que la gente normal dirige la sociedad en su propio beneficio, sin jefes, sin políticos, sin un estado coercitivo, sin ejército, sin marina de guerra, sin fuerza aérea y sin marines. Libre también de la desconfianza y del odio hacia los extraños, así como de la idea, casi omnipresente, de que, como somos ricos, alguien nos quiere quitar nuestras riquezas. Esa manera de entender la libertad convierte al IWW en algo más que una organización obrera, o al menos en algo mayor que todas las demás organizaciones obreras juntas. Se parece más a la base del movimiento ecológico/medioambiental, por ejemplo, que a los dirigentes bien pagados de las organizaciones. Se parece a los mexicanos y estadounidenses que celebraron la recuperación por parte de los zapatistas de las tierras que habían sido robadas a su gente. Se parece a cualquier movimiento en contra de la guerra. Se parece un poco, incluso, al mundo que John Lennon sintetizó en la canción Imagine: sin un dios distante, sin país, sólo nosotros, seres humanos, todos nosotros y nuestro mundo. Se parece bastante también, y más de lo que muchos habrían sospechado hace treinta o cuarenta años, a unos Estados Unidos con una clase trabajadora que ahora se hunde rápidamente. El mundo de los wobblies se componía de trabajadores inmigrantes (como el nuestro ahora), sin trabajo fijo, sin seguros sanitarios, sin seguridad social ni ayudas para medicamentos (como el futuro que prevén los republicanos y muchos demócratas), sin ninguna responsabilidad por parte de los muy ricos para con la creciente clase empobrecida, muy similar en todo ello a la sociedad que ahora nos rodea. El mundo de los wobblies, en sus mejores momentos, se hizo realidad a través de una solidaridad que atravesaba las fronteras de la raza, el grupo étnico, el género y la nacionalidad.

El mundo de los wobblies y la promesa que traían consigo se derrumbaron, finalmente, debido a la enérgica colaboración entre las corporaciones, los militares, los liberales y los conservadores y entre líderes sindicales como Samuel Gompers, todos ellos fuertemente comprometidos con el imperio. ¿Sucederá lo mismo o algo parecido ahora que el imperio está entrando de nuevo en crisis? Sólo el tiempo lo dirá. Lo que los wobblies hicieron fue sostener una visión alternativa del trabajo y de la solidaridad social frente al capital, una alternativa que ahora necesitamos más que nunca. Sin ella, nos enfrentamos a un continuo desplome de las organizaciones obreras.

MR


NOTAS:
[1] Expongo los argumentos acerca de esto en Taking Care of Business: Samuel Gompers, George Meany, Lane Kirkland and the Tragedy of American Labor (Nueva York: Monthly Review Press, 1999), un volumen cuyas conclusiones representan, de alguna manera, una reflexión sobre una entera vida política fruto de la lectura de Monthly Review.
[2] El mismo destino tuvo la SAWSJ [Académicos, Artistas y Escritores por la Justicia Social o Scholars, Artists and Writers for Social Justice], un grupo al que muchos de nosotros, esperanzados con la nueva dirección de la AFL, nos unimos con entusiasmo. Nunca se logró acceder a los recursos necesarios para crear una red en los campus universitarios y las comunidades locales y, sin el necesario dinamismo del movimiento obrero, la primera oleada de exitosas conferencias públicas acabó con un sentimiento de decepción. La SAWSJ fue desapareciendo poco a poco. Hill Fletcher jr., Elaine Bernard, Steve Fraser y otros bien conocidos para los lectores de MR figuraban entre los miembros más destacados.
[3] Los mejores argumentos a propósito del sindicalismo en California aparecen en «Labor Builds Regional Power», número especial de Working USA, 8 (diciembre de 2004), por Barbara Byrd y Nari Rhee; en «Building Power in the New Economy: The South Bay Labor Council» y en «Dynamic Political Mobilization: the Los Angeles County Federation of Labor», Larry Frank y Kent Wong, pp. 131-153 y 155-181 respectivamente.
[4] Estaba en juego la reelección de Sweeney y su equipo, acosados por la corriente interna «Change to Win», que deseaba forzar su retiro o su cesión del cargo a otro líder de su elección. Sweeney logró la reelección y la aprobación de su programa de reformas, pero al precio de la desafiliación de un importante conjunto de organizaciones sindicales de la AFL-CIO (y que representaban a 3,6 millones de afiliados de los 13 millones con que contaba entonces) y la transformación de «Change to Win» en una nueva federación sindical independiente.
[5] Los wobblies es el nombre popular por el que se conoce al sindicato IWW y sus afiliados.
[6] «Syndicalism» en la versión inglesa, en oposición a «unionism», que es la forma más habitual de designar el sindicalismo en inglés. La distinción entre ambos términos resulta muy difícil de verter al castellano en un solo término. Tal y como explica el autor a continuación, en inglés «syndicalism» se asocia más bien con el sindicalismo más radical de raíz anarquista que adoptó la acción directa (en especial, los atentados con bomba y la intimidación) como forma de lucha a finales del siglo XIX y principios del XX. Así pues, para ser exactos, los cargos de que se acusaba a los sindicalistas del IWW y, más adelante, a los comunistas a los que acaba de hacer referencia el autor eran, en inglés, de «criminal syndicalism», y no «unionism». Para entender mejor la acusación, recuérdese también que en inglés el «sindicato criminal», o «del crimen» no es otra cosa que la Mafia.

martes, 3 de abril de 2012

JOE HILL


Joel Emmanuel Hägglund, más conocido como Joe Hill y también como Joseph Hillström (1879-1915), músico y sindicalista norteamericano de origen sueco, miembro de la Industrial Workers of the World (IWW). Fue uno de los precursores de la canción de autor y de protesta político-social. Murió ejecutado por el cargo de asesinato después de un controvertido juicio.



Vida y actividad en la IWW

Joe Hill, hijo de un trabajador ferroviario, nace en Gävle, provincia de Gästrikland (Suecia), el 7 de octubre de 1879. Se cría en el seno de una familia protestante y aprende a tocar el órgano, el piano, el acordeón, el banjo, la guitarra y el violín. En 1887 muere su padre, y en 1902 su madre. En ese año Joe emigra a Estados Unidos junto con uno de sus cinco hermanos (el padre tuvo nueve hijos, de los cuales sobrevivieron seis), atraído como muchos otros emigrantes por la imagen idílica de este país como tierra de las oportunidades.

Recorre EE. UU. contemplando la realidad social de este país, y las duras condiciones de trabajo a las que se veían sometidas las clases trabajadoras. Desempeña varios oficios como minero o estibador portuario. Se instala finalmente en California, donde cambia su nombre al de Joe Hill, y en 1910 se afilia al sindicato IWW, popularmente conocidos como los wobblies. Será uno de los líderes en la huelga de los trabajadores del muelle de San Pedro, California.

En su militancia en el sindicato IWW, comenzará a utilizar la música como modo de lucha y de difusión de las consignas políticas y reivindicaciones sociales, cantando en las reuniones sindicales y en las calles de los barrios obreros. La letra de varias de sus canciones serían editadas y difundidas en los periódicos y boletines sindicales. La fórmula musical utilizada era incluir estrofas con contenido reivindicativo y pegadizas a las canciones populares formando así himnos combativos que pudieran ser aprendidos con facilidad y cantado por los obreros en las movilizaciones y huelgas. Todas esas canciones serían recopiladas por el sindicato en el Libro rojo de canciones (Red Songbook).

Sus canciones frecuentemente tomaban melodías populares de canciones de la época. El acuñó la conocida frase en el idioma inglés : "pie in the sky", que aparece en su canción "The Preacher and the Slave" (una parodia de el himno "In the Sweet Bye and Bye"). Otras canciones destacadas escritas por Joe Hill son "The Tramp (song)|The Tramp", "There is Power in the Union", "Rebel Girl", and "Casey Jones: Union Scab".



En 1911 se encuentra en Tijuana (México), participando junto con un grupo de insurrectos contrarios a la dictadura de Porfirio Díaz.

Juicio y ejecución

A causa de su activismo político deja de ser contratado por los empresarios de California. Luego de cierta inestabilidad laboral, viaja a Utah a buscar trabajo en las minas de Silver King en Park City, cerca de Salt Lake City. Allí prosigue su lucha sindical y participa en la organización de una huelga en 1913.

El 10 de enero de 1914, John G. Morrison y su hijo Arling fueron asesinados en su negocio de carnicería de Salt Lake City por dos intrusos armados, enmascarados con pañuelos rojos. Arling repelió el asalto y disparó con un revólver hiriendo a uno de los asaltantes antes de morir. La policía inicialmente investigó el caso como una venganza, porque nada había sido robado y debido a que John Morrison había sido policía durante años y presuntamente tendría enemigos.

En esa noche, Joe Hill concurrió a la puerta de un médico local, por una herida de bala. Hill dijo que había sido herido en una discusión con una mujer, de la que no quiso declarar el nombre. El doctor informó que Hill estaba armado con una pistola. En el domicilio de Hill se encontró un pañuelo rojo, pero no la pistola.

Hill negó enfáticamente la acusacion. Sus abogados argumentaron que otras cuatro personas habían sido atendidas por heridas de bala en Salt Lake City esa misma noche, y que Hill no tenía relación alguna ni motivo para asesinar a Morrison.

La fiscalía convocó a una docena de testigos que declararon que el asesino se parecía a Hill, incluyendo al otro hijo de Morrison, Merlin Morrison, de 13 años, que luego de declarar que Hill no era el asesino, cambió su declaración más tarde. En apenas dos horas de debate, el jurado lo declaró culpable.

Según una historia que circuló profusamente, Hill habría estado en cama con una mujer casada la noche del asesinato, y para no arruinar la reputación de la mujer, habría desistido de su coartada. Esta es la historia que se ha repetido en muchas canciones y en la película sobre su vida, Joe Hill (1971).

La apelación a la Corte Suprema de Utah no dio resultados. Orrin N. Hilton, el abogado de Hill en la apelación, declaró: "El principal caso que el Estado tenía contra Hill es que había sido un miembro de la IWW y por lo tanto estaban seguros de su culpabilidad."

El caso se convirtió en un suceso periodístico. Woodrow Wilson, la autora ciega y sorda Helen Keller, y gran parte del pueblo de Suecia hicieron peticiones de clemencia, generándose la atención internacional, y reclamando por la convicción de que el juicio había sido injusto.

Hill fue fusilado el 19 de noviembre de 1915, y lo último que dijo fue "¡Fire!" ("¡disparen!"). Poco antes de su ejecución, había escrito a Bill Haywood, un dirigente de la IWW, "Adiós, Bill. Muero como un leal rebelde. No pierdan su tiempo con lutos. Organícense... ¿Podrías arreglar para que mi cuerpo sea trasladado fuera de los límites del estado para ser enterrado? No quiero yacer en Utah".

En 1970 el cineasta sueco Bo Widerberg dirige una película sobre la figura de Joe Hill. En conmemoración del 50 aniversario de la ejecución de Joe Hill, Philip S. Foner editó el libro The Case of Joe Hill, sobre el juicio y los hechos relacionados, concluyendo que el caso estuvo seriamente mal llevado.



La Balada de Joe Hill cantada por Phil Ochs en un concierto en Suecia.

lunes, 4 de abril de 2011

Carta de Solidaridad Internacional de la IWW de Wisconsin

Trabajadores, estudiantes, militantes

El Capital Internacional se está enfrentando con el Movimiento Internacional de los Trabajadores a nivel mundial. Nuestros prójimos en Egipto, Libia y Túnez últimamente mostraron al mundo como poner de rodillas a los gobiernos y los soberanos. Al desplegarse la lucha, nos están dando una lección minuto a minuto.

El gobierno despótico y la represión tienen muchas formas

En Madison, Wisconsin, el sindicato «The Industrial Workers of the World» (Trabajadores Industriales del Mundo) está activo en una lucha contra el Gobernador Scott Walker, quien sirve a dos multimillonarios —los infames hermanos Koch— y a los intereses patronales en general. Creemos que nada menos que una Huelga General puede acabar con la legislación de Walker y fortalecer al movimiento obrero.

El Gobernador Walker y los legisladores conservadores han hecho aprobar una ley que virtualmente destruirá a todos los sindicatos de empleados públicos, menos los bomberos y la policía municipal y estatal. Además, planean recortar severamente los programas de sanidad y bienestar y reducir los derechos de los inmigrantes.

Antes de que la ley se apruebe, las bases de los sindicatos y sus partidarios ocuparon el Capitolio en masa y se manifestaron afuera, los maestros y maestras fingieron estar enfermos, los estudiantes fueron a la huelga y ocuparon edificios. Éste es un nivel de militancia sostenida que desde hace muchos años no se veía en los EE UU. Además, la Federación de Sindicatos de Madison habló de huelga general y se pronunció contra todos los recortes, poniendo la idea de una huelga general en el debate público. Esta movilización ya duraba semanas cuando los legisladores opositores huyeron del estado, impidiendo que la ley se aprobara.

Sin embargo, a pesar de la efusión de apoyo a los trabajadores públicos de Wisconsin, Walker y sus partidarios encontraron a una artimaña parlamentaria que les permitió superar esta situación de estancamiento. Hay un fuerte impulso para echar a los políticos que apoyaron la ley. Sin embargo, creemos que este curso de acción sólo va a neutralizar la justa ira del pueblo. Con el fin de producir un cambio real, debemos comprometernos a usar la fuerza que tenemos como trabajadores: el poder de dejar de trabajar.

Por tanto, los IWW estamos llamando a una Huelga General como primer paso para combatir a estas medidas de austeridad. A través de la unidad por encima de nuestros colores podemos aplastar a las divisiones que nos debilitan. A través de una huelga general, los obreros y estudiantes pueden maximizar este movimiento.

Debemos mostrar a los obreros —sindicalistas o no—, a los desocupados, y a toda la gente relegada del mundo, que el poder no reside en los pasillos de mármol del Capitolio, ni en las salas de juntas de la patronal. Mediante la unidad y la acción, nuestras mentes y nuestros corazones transitan los senderos del poder y de resistencia.

Hoy y por la lucha que viene, os pedimos vuestra ayuda

● Escribid cartas de apoyo para la militancia y la movilización de las bases.

● Organizad manifestaciones de solidaridad. Buscad días de movilización. Recordadnos durante el Primero de Mayo.

● Donaciones a nuestro fondo para organizarnos: http://donate.iww.org

Solidaridad

A través de la Solidaridad y la Acción Drecta podemos poner fin a esta legislación y revigorizar a la clase obrera mundial. Nunca vamos olvidar la unidad y el ánimo que nos mostrasteis, y esperamos que nos ayudéis en la batalla que luchamos hoy.

IWW de Madison (18 de marzo de 2011)

viernes, 12 de noviembre de 2010

BREVE HISTORIA DE LOS IWW


Extraído de Wikipedia

Industrial Workers of the World —Trabajadores Industriales del Mundo— (IWW o los Wobblies) es un sindicato seguidor de la teoría sindicalista revolucionaria (democracia laboral y autogestión obrera), que tiene su origen en Estados Unidos aunque también está presente en otros países como Canadá, Australia, Irlanda y el Reino Unido e históricamente estuvo también en Chile y Japón. Sus años más famosos e influyentes van de 1905 hasta que fueron fuertemente reprimidos por las redadas conocidas como las "Palmer Raids" en los años 20. Fue reactivado décadas después, en los 60, y en el siglo XXI ha experimentado un importante crecimiento.

A pesar que esta federación de sindicatos es originaria y tiene su mayor presencia en Estados Unidos y luego en Canadá, la organización tiene una política de carácter internacional que permite establecer secciones y federaciones en el resto del mundo, por eso existen pequeñas secciones en el resto del primer mundo anglosajón. A sus afiliados se les ha conocido históricamente como los wobblies.Su característica original, para los tiempos de su fundación, fue su estructura orgánica basada en sindicatos de industria, de allí su nombre.


1. ORIGEN

Fue fundado en junio de 1905 en Chicago en una convención de 200 socialistas, anarquistas y sindicalistas revolucionarios de todos los Estados Unidos, principalmente de la Western Federation of Miners, opositores de las políticas de la American Federation of Labor (AFL). La convención tuvo lugar el 27 de junio de 1905, y se la llamó como el "Industrial Congress" o la "Industrial Union Convention"; más tarde se la conocería como la First Annual Convention of the IWW (Primera Convención Anual de la IWW). Este ha sido considerado uno de los sucesos más importantes en la historia del sindicalismo obrero industrial y del movimiento laboral americano en general.

Pirámide del sistema capitalista según los wobblies.

Entre los primeros organizadores de la IWW se encontraban William D. ("Big Bill") Haywood, Daniel De Leon, Eugene V. Debs, Thomas J. Hagerty, Lucy Parsons, Mary Harris Jones (conocida como "Mother Jones"(Madre Jones), William Trautmann, Vincent Saint John, Ralph Chaplin y muchos otros.

La finalidad de la IWW era promover la solidaridad obrera en la lucha revolucionaria contra la patronal; su lema era "una ofensa a uno es un ataque a todos" (an injury to one is an injury to all). En particular, la IWW fue organizada debido al convencimientode muchos de sindicalistas, socialistas, anarquistas y radicales de que la AFL no solo había fracasado en organizar efectivamente a la clase obrera norteamericana, ya que solo el 5% de todos los trabajadores estaban sindicalizados en 1905, sino también porque los estaban organizando según los estrechos principios de los artesanos. Los Wobblies creían que todos los trabajadores deberían organizarse como una clase, filosofía que todavía se ve reflejada en el Preámbulo de la actual constitución de la IWW:

"La clase obrera y la clase de los empleadores no tienen nada en común. No habrá paz mientras el hambre y las necesidades estén presentes entre los millones de trabajadores, y unos pocos que conforman la clase de los patrones, tengan todas las cosas buenas de la vida. Entre estas dos clases la lucha continuará hasta que los trabajadores del mundo se organicen como una clase, tomen posición de los medios de producción, acaben con el sistema salarial y vivan en armonía con la Tierra. (...) En lugar del lema conservador, "Un día de paga por un día de trabajo", escribiremos en nuestra bandera el santo y seña revolucionario "Abolición del sistema salarial". Suprimir el capitalismo es la histórica misión de la clase obrera." (Preamble & Constitution of the Industrial Workers of the World)

El emblemático cartel de Ralph Chaplin
en favor del sabotaje
.

Los Wobblies se diferenciaban de otros movimientos sindicales de su época por promover el unionismo industrial, oponiéndolo al sindicato de oficio de la American Federation of Labor. La IWW enfatizaba el sindicalismo de base, como opuesto a la acumulación de poder de los líderes que negociaría con los empleadores en nombre de los trabajadores. Esto se manifestaba en los tempranos rechazos de la IWW a firmar acuerdos, que sentían les restringirían a los trabajadores el verdadero poder que poseían: el poder de la huelga. Aunque nunca pudieron desarrollarla detalladamente, los Wobblies imaginaban que la huelga general era el medio último por el que el sistema salarial sería eliminado y un nuevo sistema económico daría comienzo, privilegiando al pueblo sobre el interés económico, y la cooperación sobre la competición.

Ua de las más importantes contribuciones de la IWW al movimiento obrero y los movimientos en pos de la justicia social fue que, cuando se fundó, era el único sindicato americano que (además de los Knights of Labor) incluyó a todos los trabajadores sin distinción, es decir, mujeres, inmigrantes y afroamericanos en la misma organización. De hecho, muchos de sus primeros miembros fueron inmigrantes, y algunos como Carlo Tresca, Joe Hill y Mary Jones, adquirieron relevancia en el liderazgo. Los finlandeses conformaron una buena parte de los miembros inmigrantes. "Posiblemente, el número de finlandeses pertenecientes a la IWW estaba entre los 5 y 10.000 asociados" (Finnish-American Workmen's Associations Auvo Kostiainen). La IWW tenía un periódico en lengua finlandesa llamado Industrialisti, publicado en Duluth, Minnesota, que llegó a una tirada de 10.000 ejemplares. Otra publicación en finlandés de los Wobblys fue el mensuario Tie Vapauteen ("Camino a la Libertad"). Notable fue también la escuela en ese idioma en Duluth, el Work People's College y también el Finnish Labour Temple en Port Arthur, Ontario, sede de la IWW en el Canadá por algunos años. Otro ejemplo del compromiso de la organización con la igualdad social fue el Local 8, una rama de los estibadores en Filadelfia, uno de los mayores puertos de la nación de la época. Liderado por el afroamericano Ben Fletcher, Local 8 tenía más de 5000 miembros, la mayoría afroamericanos, además de unos 1000 inmigrantes (principalmente lituanos y polacos), americanos de origen irlandés y otros.

Thomas J. Hagerty, del sacerdocio católico
a la facción más puramante ácrata de los IWW.

La IWW era duramente criticada y condenada por los políticos y por la prensa, que la veían como una amenaza al sistema de mercado así como un intento de monopolizar al movimiento obrero en un tiempo en que esas acciones eran vistas como un intento de controlar la libertad de mercado. Los dueños de fábricas utilizaron medios tanto no-violentos (enviando a bandas musicales miembros del Ejército de Salvación para tapar la voz de los oradores en los mítines), como violentos (atacando con matones contratados sus mítines). Los integrantes de la IWW eran frecuentemente arrestados y muchas veces fueron asesinados por su militancia pública, aunque su persecución solo alentaba a sus miembros a incrementar su activismo.

2. TÁCTICAS ¿ACCIÓN POLÍTICA O ACCIÓN DIRECTA?

Como muchas otras organizaciones de izquierda de la época, la IWW se encotraba dividida sobre la política. En 1908 un grupo liderado por Daniel De Leon sostuvo que la acción política a través del Socialist Labor Party era la mejor manera de alcanzar los objetivos de la IWW. La otra facción, liderada por Vincent Saint John, William Trautmann, y Big Bill Haywood, creía que la acción directa en forma huelga, propaganda, y boicot era preferible para alcanzar los objetivos de los trabajadores; ellos se oponían al arbitraje y a la afiliación política. La facción de Haywood prevaleció, y De Leon y sus partidarios abandonaron la organización.

"Big Bill" Haywood, representante de la rama más
pro-bolchevique de los wobblies. Acabó
exiliándose en Moscú donde murió alcoholizado
en 1928.

3. LA IWW SE ORGANIZA

La IWW atrajo la atención general por primera vez en Goldfield, Nevada en 1906 durante la huelga de la Pressed Steel Car Company en McKees Rocks, Pennsylvania durante 1909. La fama que adquirió posteriormente la ganó poco después, con su insistencia en aplicar la total libertad de expresión. En la ciudad de Spokane, Washington estaban prohibidos por la ley los mítines y manifestaciones callejeras, y por lo que se arrestó a Elizabeth Gurley Flynn, una organizadora wobbly, por no hacer caso de la ordenanza. La respuesta fue simple, pero efectiva: cuando un compañero fue arrestado por realizar un discurso, grandes cantidades de personas se acercaron al lugar e invitaron a las autoridades a arrestarlos a ellos también, hasta que se tornó demasiado costoso para las arcas del municipio. En Spokane, más de 500 personas terminaron presas y hubo cuatro fallecidos. La táctica de "luchar por la libertad de expresión" para popularizar la causa y conservar el derecho a organizarse abertamente fue efectivamente usada en Fresno, Aberdeen (estado de Washington), y otras localidades. En San Diego, aunque no había una campaña organizada, la contra-ofensiva patronal no se hizo esperar, actuando por medio de la brutalidad policíal.

Elizabeth Gurley Flynn, la "rebel girl"
de la canción de Joe Hill, una de las
más enérgicas organizadoras y
propagandistas de los IWW
.

En 1912 la organización había alcanzado unos 50 mil miembros, concentrados en el Noroeste, entre los portuarios, trabajadores agrícolas en los estados centrales, y en las industrias textiles y en la zona minera. La IWW organizó unas 150 huelgas, entre las cuales figuran la huelga textil de Lawrence (1912), la huelga de la sedería Paterson de 1913 y la huelga de las metalúrgicas Mesabi en 1916. También estuvo involucrada en los disturbios de trabajadores agrícolas por mejores condiciones de trabajo, conocidos como Wheatland Hop Riot, del 3 de agosto de 1913.

Entre 1915 y 1917, la Agricultural Workers Organization (AWO) de la IWW organizó cientos de miles de trabajadores migratorios (temporeros) de la agricultura en el centro y oeste de los EE.UU. Durante esa época la IWW se convirtió en sinónimo de "vagabundo"; los trabajadores migratorios no podían permitirse otro medio de transporte que viajar en los vagones vacíos de los trenes de carga. Los miembros de la IWW solían entremezclarse con ellos. Los obreros solían obtener mejores condiciones de trabajo utilizando la acción directa en el punto de producción, y accionado "en el lugar de trabajo", desacelerando la velocidad del trabajo intencionalmente, para presionar a los patrones. Gracias al accionar organizador de la IWW, las condiciones laborales de los trabajadores migratorios mejoraron notoriamente.

Basándose en el éxito de la AWO, la Lumber Workers Industrial Union (LWIU) de la IWW, utilizó tácticas similares para organizar a los leñadores y otros trabajadores de los aserraderos, en la zona sur y noroeste del país y en el Canadá, entre 1917 y 1924. La huelga maderera de 1917 abrió el camino a obtener la jornada laboral de 8 horas, y mejoró las condiciones de trabajo en la región noroeste.

Desde 1913 hasta mediados de la década de 1930, la Marine Transport Workers Industrial Union de la IWW, lucho para ser reconocida en el mismo nivel que los sindicatos de la AFL. La solidaridad internacional obtenida gracias a la cantidad de inmigrates que integraban la IWW, hizo posible el éxito. Como arriba se señaló, el Local 8 que lideraba Ben Fletcher, en los puertos de Filadelfia y Baltimore tenía gran cantidad de miembros afroamericanos, pero incluía otros dirigentes de origen extranjero, como el suizo Waler Nef, el marinero español Manuel Rey, Jack Walsh y E.F. Doree. La IWW también tenía presencia en las zonas portuarias de Boston, New York, New Orleans, Houston, San Diego, Los Angeles, San Francisco, Eureka, Portland, Tacoma, Seattle, Vancouver así como en puertos del Caribe, México, América del Sur, Australia, Nueva Zelanda, Alemania y otros países. Los miembros de la IWW tuvieron una participación en la huelga general de San Francisco en 1934 y en otras campañas de organización y afiliación dentro de la International Longshoremen's Association a lo largo de la costa oeste.

Los wobblies también jugaron un papel en las huelgas sentadas y en otros actos organizados de la United Auto Workers durante la década de 1930, particularmente en Detroit, aunque nunca alcanzaron una presencia destacable allí.

A pesar de triunfar en muchos conflictos, a la IWW le resultaba difícil sacar provecho de sus logros. La organización despreciaba el alcanzar acuerdos colectivos de trabajo con los patrones, prefiriendo una lucha constante en los lugares de empleo contra la clase empresarial. Esta táctica de acción revolucionaria contra los patrones terminó demostrandose infructuosa; en Lawrence, la IWW fue perdiendo progresivamente sus cuadros sindicales, debido a que la patronal desgastaba la resistencia de los empleados, y poco a poco fue eliminando a los miembros más entusiastas de la IWW.

3.1 Represión gubernamental

Los esfuerzos de la IWW se encontraron con una violenta reacción gubernamental a todos los niveles, de las gerencias empresariales y sus infiltrados, y ciudadanos voluntarios actuando como vigilantes e informantes. En 1914, Joe Hill (Joel Hägglund) fue acusado de asesinato, a pesar de que la evidencia no era concluyente, fue ejecutado por el estado de Utah en 1915. El 5 de noviembre de 1916 en Everett, Washington, un grupo de agentes enviados por empresarios liderados por el Sheriff Donald McRae atacaron a los wobblies en lo que conoció como la masacre de Everett en el buque "Verona" , asesinando al menos a 5 miembros del sindicato y quedando otros seis desaparecidos, de los que se sospecha también resultaron muertos. Dos integrantes de las fuerzas policiales, un oficial en actividad y uno de la reserva de la National Guard, murieron por los disparos de sus colegas.

Joe Hill, inmigrante sueco, músico callejero
y bala perdida. Se convirtió en el mártir
de la causa wobblie al ser ejecutado
en Utah en 1915.

Muchos miembros de la IWW se opusieron a la participación de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial. La organización aprobó una resolución contra la guerra en noviembre de 1916. Esta se basaba en lo expresado en la convención fundacional de la IWW, donde se afirmaba que la guerra significaba una lucha entre los capitalistas para ver quien se volvía más rico, mientras que a los pobres trabajadores solo les esperaba morir a manos de otros trabajadores.

El periódico de la IWW, el Industrial Worker, escribió poco antes de la intervención de los EE.UU. en la guerra: " Capitalistas, de América, ¡combatiremos contra ustedes, y no por ustedes! No hay poder en el mundo que pueda hacer combatir a la clase trabajadora si esta se rehusa a hacerlo." Cuando la declaración de guerra fue aprobada por el Congreso de los Estados Unidos en abril de 1917, el secretario general y tesorero de la IWW, Bill Haywood, consideró que la organización debería adoptar un bajo perfil a fin de evitar las evidentes amenazas a su existencia. La impresión de afiches contra la guerra se discontinuó, y se almacenaron muchos volantes y declaraciones antibélicas, así como la propaganda antibélica también dejó de ser parte de la política oficial del sindicato. Luego de mucha discusión en la Mesa General Ejecutiva, con Haywood abogando por un bajo perfil y con el miembro del GEB Frank Little impulsando la continuación de la agitación, Ralph Chaplin gestionó un acuerdo entre las partes. Se hizo una declaración denunciando la guerra, pero se aconsejó a los miembros de la IWW de que canalizasen sus esfuerzos contra el mecanismo legal de la conscripción militar obligatoria. Se les recomendó que al registrarse en el padrón, lo hiciesen bajo protesta y reclamando una exoneración con la notación "IWW, opositor a la guerra" (Peter Carlson, Roughneck: "The Life and Times of Big Bill Haywood.")

A pesar de que la IWW había moderado su oposición públicamente, los principales medios de prensa y el gobierno de los EE.UU. pusieron a la opinión pública en contra de la IWW. Frank Little, el miembro más activo en declarase contra la guerra, fue linchado en Butte, Montana en agosto de 1917, cuatro meses después de que había sido declarada.

El gobierno utilizó al Primera Guerra Mundial como una opotunidad para destrozar a la IWW. En septiembre de 1917, agentes del Departamento de Justicia de los Estados Unidos realizaron redadas en 48 mítines de la IWW a través del país. En 1917, 165 líderes de la IWW fueron arrestados por asociación ilícita para estorbar la conscripción, alentar la deserción e intimidar a otras personas en cuestiones de disputas laborales, encuadrándose en la nueva ley de espionaje: el Espionage Act. De estos, 101 comparecieron ante el tribunal del juez Kenesaw Mountain Landis en 1918.

El sentido del humor negro y la ironía
brillan en este cartel de los IWW
contra del reclutamiento de obreros
para luchar la Primera Guerra Mundial.

Todos fueron condenados, incluso aquellos que no habían sido miembros durante varios años, llegando a haber condenas de hasta 20 años de prisión. Dejado en libertad bajo fianza, Haywood se radicó en la Unión Soviética, donde permaneció hasta su muerte.

En su libro de 1918, "The Land That Time Forgot," Edgar Rice Burroughs describe a un miembro de la IWW como un villano particularmente despreciable y un traidor.Tal ola de instigacones llevó a las turbas de ciudadanos indignados a atacar a la IWW en varios sitios, y luego de la guerra, la represión continuó. En Centralia, Washington el 11 de noviembre de 1919, el integrante de la IWW y veterano de guerra Wesley Everest fue entregado por sus guardiacárceles a la multitud para ser linchado brutalmente, quebrándole sus dientes a culatazos, castrándolo y linchándolo tres veces en tres localidades diferentes, siendo finalmente acribillado su cadáver a balazos y enterrado en una fosa común. El informe oficial adujo "suicidio" como causa de la muerte de Everest.

Los miembros de la IWW fueron perseguidos por las leyes federales y estatales, y por los Palmer Raids (Redadas de Palmer) de 1920 identificando a sus miembros de procedencia extranjera, para su expulsión del país. Por mediados de la década de 1920, debido a la represión gubernamental estaba declinando la cantidad total de asociados y esta situación se agravó sustancialmente durante el cisma organizacional por la división entre Westerners ("los del Oeste") y Easterners (los del Este), las disputas entre centralistas y descentralistas y las intentonas del Partido Comunista de dominar la organización. Para 1930 el número de miembros había caído hasta alrededor de 10.000 afiliados.

Una consecuencia de los Palmer Raids fue la confiscación de las cenizas de Joe Hill, entre otras cosas incautadas a los miembros de la IWW. Estas cenizas fueron recobradas bajo el Freedom of Information Act de fines de los años ochenta.

Frank Little, minero wobblie de
madre indígena norteamericana,
fue brutalmente asesinado por
un grupo de matones a sueldo
de la patronal.

4. La IWW DESPUÉS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

4.1 1950-2000

Los wobblies continuaron organizando a los trabajadores y obtuvieron mayor presencia entre las matalúrgicas de Cleveland, Ohio por la década de 1950. Luego de la aprobación del Taft-Hartley Act por el gobierno en 1950, que llamaba a la eliminación del liderazgo sindical comunista, la IWW experimentó una pérdida de afiliados al surgir diferencias sobre como responder al reto. La sección metalmecánica de Cleveland abandonó la Unión, siendo este la mayor deserción masiva que sufriría en su historia.

El número de afiliados llegaría a su más bajo nivel en los 50, pero en los 60, el movimiento por los derechos civiles (Civil Rights Movement), las protestas antibélicas y los diversos movimientos estudiantiles universitarios dieron nueva vida a la IWW, aunque creció con muy pocos miembros nuevos, lejos de los niveles de afiliación de principios del siglo XX.

Desde la década del 60 hasta la de los 80, la IWW hizo diversas campañas organizativas. Su afiliación incluyó a miembros de cooperativas y empresas autogestionarias, en especial del rubro de la industria gráfica: Red & Black (Detroit), Lakeside (Madison, Wisconsin), and Harbinger (Columbia, South Carolina). La Universidad Cellar, una librería universitaria sin fines de lucro de estudiantes de la Universidad de Michigan, fue por algunos años el mayor colectivo laboral organizado afiliado a la IWW con cerca de un centenar de trabajadore. En la década de los 60, Rebel Worker se publicaba en Chicago por los surrealistas Franklin y Penelope Rosemont. Una edición fue publicada en Londres con Charles Radcliffe que se integró luego en la Internacional Situacionista. Durante la década de 1980, Rebel Worker era publicado como el vocero oficial de la sección de Chicago, mientras que se editaba un boletín informativo para el área de New York; también se editó un disco de música: "Rebel Voices".

Los integrantes del Grupo Surrealista de Chicago Franklin y
Penelope Rosemont, promotores
de dos tradiciones de su
ciudad: el anarquismo y el blues.


En la década de 1990 la IWW participó de varios conflictos laborales y por la libertad de expresión (free speech fights), incluyendo el de Redwood Summer, y el piquete de Neptune Jade en el puerto de Oakland a fines de 1997.

Las campañas de la IWW en años recientes han abarcado una muy importante para organizar a Borders Books en 1996, una huelga en el Lincoln Park Mini Mall de Seattle, las organización en los conflictos de Wherehouse Music, Keystone Job Corps, la organización de la comuna ACORN, varios homeless y centros juveniles en Portland, Oregon, trabajadoras sexuales, talleres de recilado en Berkeley, California. Los miembros de la IWW han estado activos en la construcción, transporte marítimo, astilleros, empresas con tecnologías de punta, hoteles y restaurantes, organizaciones de interés público, escuelas, universidades, centros de reciclado, ferrocarriles, mensajería en motocicleta y aserraderos.

4.2 Actualidad y presente

La IWW sigue siendo un sindicato activo hoy. En los 90 la IWW experimentó un mayor renacimiento, y es ahora uno de los sindicatos en Norteamérica (Estados Unidos, Canadá) con mayor crecimiento, así como la mayor organización en esta nación de orientación socialista libertaria, aunque no deja de ser un sindicato bastante pequeño en comparación con lo que era antes y con otros sindicatos actuales.

Actualmente sus campañas están principalmente dirigidas a trabajadores de la industria con bajos salarios. Desde inicios de la década del 2000, la IWW organizó a los trabajadores de la fábrica de indumentaria Stonemountain and Daughter Fabrics, de Berkeley. En el 2005 la IWW se convirtió en el primer sindicato Norteamericano en lograr sindicalizar una tienda de café de la cadena Starbucks en la ciudad de Nueva York y Chicago.

En septiembre de 2004, la IWW organizó a los camioneros en Stockton, California. Luego de una huelga, obtuvieron gran parte de las demandas. Sin embargo, a pesar de estas tempranas victorias, el sindicato dejó de existir a mediados de 2005.

En Chicago la IWW comenzó a organizar la mensajería en dos ruedas, obteniendo algún éxito.

Entre 2003 y 2006, la IWW organizó a los miembros de cooperativas de alimentos en Seattle, Washington y Pittsburgh. El reciclado y recolección de residuos en la ciudad de Berkeley se realiza por medio de dos empresas orzanizadas por la IWW.

En New York City la IWW ha estado organizando a los trabajadores inmigrantes en la industria de la alimentación desde 2005. En estos despachos de alimentos, la paga es baja y discontinua, y la IWW organizó a loa trabajadores de Handyfat Trading y de otros establecimientos.

En mayo de 2007 los trabajadores de la alimentación de New York se unieron a los de la Starbucks Workers Union para conformar The Food and Allied Workers Union IU 460/640. En el verano de 2007, la IWW siguió la campaña incorporando a más trabajadores de empresas del ramo: Flaum Appetizing (distribuidor de comida Kosher), y Wild Edibles (alimentos marinos). Durante el curso de 2007-08, los trabajadores de estas empresas fueron ilegalmente despedidos por su actividad gremial. En 2008, tlos trabajadores de Wild Edibles lucharon activamente por la reincorporación y el pago de salarios impagos por el dueño.

Carnet de los IWW.

También la IWW estuvo participando de las protestas contra la guerra de Irak, además de organizar un boicot a la Coca Cola.

En 2006 la IWW mudó sus carteles a Cincinnati, Ohio. Ese año la IWW organizó a Landmark Shattuck Cinemas.

El 5 de julio de 2008, miembros de la IWW de Starbucks Workers Union en Michigan y de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en Sevilla, organizaron un día de acción global de protesta contra los ataques a los miembros del sindicato Starbucks y el ataque con armas de fuego contra dos de sus miembros, realizando piquetes en una docena de ciudades.

La afiliación actual de la IWW ronda los 2000 afiliados, con la mayoría de estos en los Estados Unidos, y algunos otros en Australia, Canadá, Irlanda, y el Reino Unido.

* * *



El folk singer wobblie Utah Phillips (1935-2008) nos habla de lucha los
IWW
por la libertad de expresión como la de Spokane, Washington,
en 1910
, de la que supo a través de un viejo wobblie, Herb Edwards,
trabajador de la madera de origen noruego
.