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lunes, 1 de octubre de 2018

¡El caos!


El Caos cumple, dentro del Orden Social, funciones importantes. La primera consiste en que, fuera del Orden Social, está el Caos. —¿En qué quedamos, maestro?: ¿dentro o fuera? —Bueno, entendámonos: en realidad, la idea del Caos está dentro del Orden, porque es aquí donde se habla del Caos; pero, en esa idea, la realidad del Caos está fuera, porque, si no, a ver cómo se habría constituido este Orden sobre el Caos. ¿Está claro? —Lo que está claro es que es un lío de cuidao. Pero venga, de verdad de la buena: ¿ha habido caos antes de esto? ¿Hay caos por ahí fuera? Fuera de este Orden, por definición, nadie puede asomarse para ver lo que hay: porque si lo que se ve es orden, es que no está fuera; y si no ve orden, no ve nada, porque nuestros ojos no están hechos para ver mas que ideas. ¿Antes de esto?: nadie había para que nos dijera lo que había. Y, sin embargo, los políticos, los Padres de la Patria, los ideólogos, los sabelotodo, tienen que estar a cada paso amenazando con el Caos, y adoctrinando así a su gente, a sus mujeres, a sus niños: «Hay que acatar la Ley, por más que sea dura; o también infringirla, pero pagando la pena que corresponda según ley. Hay que situarse en este mundo, y cumplir, en la medida que uno pueda, con sus obligaciones laborales, y domésticas y ciudadanas; y progresar uno —eso sí— en su situación (es una aspiración legítima), y procurar crear para los suyos las mejores condiciones de desarrollo. Pero tu libertad termina —ya lo sabes— en donde empieza la libertad de tu vecino. Ya sé que estas recomendaciones son poco originales y brillantes, para los anhelos vagos y desordenados que uno siente, según dice, de vivir; pero también se puede vivir dentro de las normas: siempre quedan los fines de semana y las vacaciones y tu jardincito delante de la casa para igualar el césped. Y, además, sobre todo, que si nos pusiéramos todos a no reconocer derechos ni deberes, a despreciar las instituciones y las normas, a vivir cada cual según le viniera en gana, ¿qué iba a ser de nosotros, de toda la Sociedad?: sería el desorden de todos los egoísmos desatados, sería la ley de la Jungla; volveríamos a la Edad Media, a la Edad de Piedra, volveríamos al Caos, del que tanto trabajo y disciplina ha costado salir, y construir esta Sociedad, más o menos buena, más o menos perfecta, pero que te ampara y te sustenta, y que siempre será mejor que volver al Caos.» ¡Uf! Es una maravilla y un consuelo que todavía sigan naciendo niños que no acaban de sentirse convencidos por razones tan sensatas y se quedan rezongando por lo bajo.

—Es natural: ellos no han visto el Caos. —¿Y ustedes sí, señores míos? ¿Se refieren ustedes a la guerra civil española?, ¿a los años del estraperlo?, ¿a los asfixiaderos de judíos en Alemania?, ¿a las matanzas atómicas en el Japón?, ¿a los pudrideros de niños en Indochina?, ¿a los holocaustos de automovilistas todos los fines de semana? No sabíamos que esas cosas estuvieran antes y fuera de este Orden. —Bueno, eso son deficiencias de la máquina, errores en el camino, sacrificios que hay que pagar en aras de lo esencial, que es el mantenimiento (y el progresivo perfeccionamiento) de un Orden Social y de una Autoridad íntegra y justa. —Y eso ¿para qué? —Pues para no caer en la anarquía, en el caos, en el exterminio de los unos por los otros. —Porque usted cree que, si faltase el Orden y la Autoridad... ¿eh? —¡No cabe la menor duda!

«El hombre es lobo para el hombre.» Tal es la fe que funda y justifica el Estado. Sobre ese dictamen una cosa hay cierta: que a los fundadores del Orden, a sus detentadores y a sus defensores, les es absolutamente necesario: necesario creer en él, necesario que se crea en él; si no, están perdidos. Esto es verdad. En cuanto a la verdad del dictamen mismo, eso ya... ¿Quién ha visto a los hombres antes de que fueran hombres, esto es, de que estuvieran socialmente organizados, que tuvieran sus instituciones y autoridades, sus leyes más o menos escritas, y sus hogares y sus dioses? ¿Quién ha visto a los hombres cuando eran lobos? Bastante lobos se ve que son de cuando en cuando ahora, dentro de este Orden. Pero ¿fuera?, ¿antes?

Lo que es las especulaciones de la Ciencia, cuanto más honradas menos van a decirnos sobre el asunto. Tomemos lo de los monos: seamos primos más o menos lejanos de las especies de simios que por ahí malamente sobreviven. Se deduce que algún aire de familia deberíamos tener con ellos. Bien, y ¿qué hay con los monos? Ni siquiera se distinguen por ser muy feroces para con otros animales (son todos —hay que confesarlo— menos animales de presa que, por ejemplo, los tigres o los tiburones o los hombres), y desde luego en el trato entre ellos mismos, si pecan de algo, es de fraternales y sobones, dados a instituciones tan eróticas y cooperativas como la de espulgarse mutuamente, y no por cierto a la de liquidarse los unos a los otros; como tampoco, por cierto, lo suelen hacer los lobos. ¿Querría decir aquel dictamen «Hombre para hombre como lobo para cordero»?

Cierto que ya, en cuestión de monos, recuerdo haber leído hace años un libro divulgativo de un señor Robert Ardrey, americano, titulado African Genésis, a Personal Investigation into the Animal Origins and Nature of Man, donde descubre que, si bien descendemos del mono, es de una rama especial, que eran precisamente depredadores y sabían manejar la porra, como primer atributo de humanidad. Para que se vea a dónde pueden llegar los esfuerzos de la Ciencia por sostener la idea de que, por Naturaleza, somos más bien malos y no se nos puede dejar sueltos.

Y por parte de los etnógrafos, que podían hacernos ver lo que pasa en sociedades más salvajes y más cercanas, como antaño se decía, al estado natural, dejando ya a Malinowsky y a Cristóbal Colón, con la inolvidable aparición de los mansos indios del Caribe y los felices trobriandros del Pacífico, lo más que podían descubrir más tarde los ojos lúcidos y cándidos de Margaret Mead era, en alguna de sus islas, a unas pocas leguas apenas de distancia, un pueblo feroz, constituido sobre la guerra, la disciplina y la dureza, y otro pueblo muy poco constituido, entregado a la dulzura, la despreocupación y los amoríos. Así, ejemplarmente, la Ciencia nos enseña que no puede enseñarnos nada sobre nuestra Naturaleza, nada que apoye o que contradiga la creencia de que somos por naturaleza egoístas y desenfrenados y que, por tanto, Ley, Justicia, Administración, Vigilancia y Número de Identidad es lo que nos conviene y necesitamos.

Que conste, por otra parte, que la misma falta de razón tenemos para creer que los hombres seamos intrínsecamente buenos, como los chimpancés, y para tener una fe positiva en que, si nos libráramos de toda autoridad y freno, nos portaríamos como mansos, sociables y bien avenidos. No: lo único limpio y razonable es la falta de una fe y de la otra, de optimismo como de pesimismo. Un pesimismo negro y profundo es el fundamento de cualquier fascismo, que, convencido de que los hombres, dejados sueltos, no son capaces de otra cosa que de destrozarse y recaer en las tinieblas de la Jungla, se lanza a salvarlos, movido por un Futuro luminoso, estableciendo el Orden total y perfecto, del que ya no quepa escape ni resquicio. Y el fascismo —ya se sabe— no es más que el espejo grotesco de la vulgaridad, y cualquier socialismo, cualquier -ismo, cualquier fe en la organización y el perfeccionamiento de la organización está sostenido en el mismo dogma implícito del pesimismo sobre la naturaleza de los hombres. Pero a ese pesimismo no puede responderle ningún optimismo, que sería el reverso del mismo dogma, y por tanto igual, sino la falta de optimismo y pesimismo, el no saber que los hombres tengan naturaleza alguna.

Nadie ha visto, ni puede verlo, el esquema entero de la Historia, a la manera que San Agustín y Orosio, y otros más tarde, han creído verlo: haría falta ser el Ojo de la Providencia y estar en el mirador del Juicio Final, empezando por creer que hay tal Ojo y tal Juicio; lo cual no se sabe. Si no lo hubiere, el que lucha contra el Orden Establecido estará sencillamente haciendo por disipar los restos de un engaño y un fantasma sanguinolento; si lo hubiere, el que lucha contra el Orden habrá estado a su manera colaborando a la construcción del Orden. Pero en cualquier caso, el que se meta en ello debe saber que está jugándoselas a un juego de cuyo resultado nada sabe. Y hasta puede ser muy bien que las formas del combate, sin que él se dé cuenta, hayan cambiado, según la conveniencia táctica de los tiempos, hasta parecer volverse del revés: que en otros tiempos la lucha consistiera en defendernos de la Naturaleza hostil y la Barbaria, y en estos tiempos consista en defendernos de la organización vencedora de la naturaleza y la barbarie; y que, parodiando lo que dicen Ellos, los que antaño jugaban a asolar las murallas de las ciudades, sean los mismos que ahora juegan a construir murallas de bloques suburbanos en torno a los restos de las ciudades.

Por lo pronto, rapaz (y a esto es a lo que tienes que atenerte), el único caos que conoces es este en que te encuentras envuelto y consumido cada día: un caos ciertamente conseguido por vía de organización y de organización de la organización: el caos de los semáforos y las señalizaciones; el caos de los horarios y los cambios de horario; el caos de la Economía, de las progresivas escaladas de precios y salarios, de las inflaciones, devaluaciones y sobresaltos del Dinero; el caos de la planificación, de los planes de edificación de bloques, de los planes de estudios cambiantes a velocidad progresivamente acelerada. Y cada nuevo funcionario que, movido por la mejor buena fe -pongamos-, intenta con nuevos planes, nuevos formularios y remodelaciones, acudir a los defectos de la organización y perfeccionarla está de hecho contribuyendo al aumento del caos organizativo. Eso es, rapaz, hoy por hoy, el Caos. No será un mar de olas y turbiones, sino de papeles, cifras, organismos, siglas de Empresas y de Partidos, planes, constituciones; pero es igual: es en ése en el que te estás ahogando.

9 diciembre 1978


sábado, 30 de junio de 2018

La lengua, señores...


Por AGUSTÍN GARCÍA CALVO

Señores: la lengua no es de nadie; esa máquina de maravillosa complejidad que ustedes mismos usan, «con la cual suele el pueblo fablar a su vezino», no es de nadie; no ya la lengua común, que no aparece en la realidad más que como lenguas de Babel, pero ni siquiera una de esas lenguas o idiomas es de nadie, y no hay académico ni emperador que pueda mandar en su maquinaria, ni cambiar por decreto ni la más menuda regla, por ejemplo, de oposiciones entre fonemas y neutralización combinatoria de oposiciones que en ella rijan.

La escritura, la cultura, la organización gubernativa, la escolar, las leyes, las opiniones, ésas sí que tienen dueño; y el dueño es el de siempre: el jefe, sus secretarios, sus sacerdotes, la persona que se cree que sabe lo que dice.

Y ésos ya se sabe lo que quieren o necesitan: quieren ordenar el mundo, el mapa, las poblaciones; es el juego terrible de niños grandes, malcriados y simplones, que ha venido arrasando tierras y torturando gentes desde el comienzo de la Historia, en nombre del Ideal; y así siguen queriendo, por ejemplo, que España sea una, que los Estados Unidos sean uno, que Cataluña sea una, que Euskal Herria o Galicia sean una cada una... Da lo mismo: el caso es someter al ideal a todos, dentro de las fronteras que les toquen: que todos sean uno.

Por medio de la escritura y de la escuela, el Poder ha utilizado una y otra vez las lenguas o idiomas para ese fin: tomando en bloque una variedad simplificada del idioma correspondiente, y sin entrar para nada a la maquinaria de la lengua, ha logrado por ley (pero siempre a través de la escuela y la escritura) imponer hasta cierto punto un idioma uniforme dentro de las lindes que los avatares de la Historia le hayan repartido a esa forma de Poder; así impuso Roma en el vasto territorio del Imperio la unidad lingüística, para apenas un par de siglos, mientras los pueblos volvían a hacer de las suyas y deshacían el latín en dialectos innumerables; y hazañas parecidas se han dado luego, en territorios más o menos amplios, como, por ejemplo, la conversión del hebreo, una lengua muerta, en idioma, relativamente uniforme, del Estado de Israel.

En aquello que iba siendo Europa hace unos ocho siglos, los hombres cultos, que hablaban diferentes idiomas o dialectos como lengua cotidiana, trataron de mantener, y mantuvieron durante unos cinco siglos, una lengua común, el latín resucitado por escrito, no sólo para las disputas escolares y científicas, sino también para los tratos internacionales. Pero ya, entre tanto, los Estados modernos, el Español, el Francés, el Inglés, se habían establecido, y preferían volver a repetir, cada cual en su ámbito propio, la empresa del Imperio: la unificación de los varios idiomas y dialectos bajo el mismo ideal; una lengua una para el Estado uno; y en la misma idea les han seguido todas las naciones de cuño estatal, chiquitas o mayores, que tratan de dividirse el mapamundi.

Cierto que el que una lengua, relativamente uniforme, ocupe vastos espacios, tiene sus ventajas, no sólo para los trámites comerciales y administrativos, sino para que, por ejemplo, esta andanada contra los tratantes de lenguas le llegue a más gente que si la escribiera en sayagués; pero la cuenta de lo que con eso gana la denuncia de la mentira en contra de lo que gana la difusión de la mentira, ¿quién, señores, me ayudará a echar esa cuenta?

En fin, lo que el Poder, nacional, autonómico, universal, quiere hacer con las lenguas y la gente, eso cualquiera, si se deja sentir, lo sabe. Algo de vergüenza da que hombres doctos y esclarecidos confundan en un trance como éste los manejos unificatorios de una u otra administración con la máquina, desconocida y libre, de la lengua. Pero tampoco eso debe extrañarnos demasiado, sabiendo y sufriendo, como sufrimos, lo que es la condición de la Cultura y la de la Persona.

2 julio 2008

domingo, 5 de mayo de 2013

La cicatriz enconada de la falsa contradicción

Agustín García Calvo

Importa, también políticamente, atender a la noción misma de «oposición» o «contraposición», cuando se presenta bajo esa forma «izquierda/derecha». Bien me consta, porque me lo han contado, que el uso político de ese par de términos y su contraposición procede de la colocación de representantes políticos en algún Congreso o Parlamento de Inglaterra o de sabe Dios dónde; pero la cosa viene de mucho antes, como se revela en las pinturas del Juicio Final de que están aún llenas nuestras Iglesias, o, lo que es lo mismo para el caso, nuestros Museos: pues ahí es evidente que los condenados están a un lado del Señor y al otro los Salvados; lo normal (o legal) es que los Salvados estén a la mano derecha del Señor (lo mismo que su hijo unigénito) y los condenados a su mano izquierda, que siempre, en muchos sitios y desde que tenemos registro de ello, ha sido, no se sabe por qué, la mano mala, la funesta, la siniestra. Pero el caso es que, si las cosas están así dispuestas en la pintura, en cambio, si se tiene en cuenta a sus feligreses (que «en principio» no están ni condenados ni salvados todavía), si se ven las cosas desde el lado del espectador, entonces… ya se sabe, como el espejo: la derecha es la izquierda y la izquierda, la derecha. Hay sólo que añadir, para precisar aún más, la consideración de la postura del propio pintor o imaginero, que evidentemente tiene que haber resuelto un profundo conflicto en el momento de decidir que la mano derecha del Señor va a estar por donde su propia mano izquierda, esto es la del que pinta, ya sea que lo haga con ella, si es más o menos zurdo, o que lo haga con la otra.


Las implicaciones en el campo político inmediato (y falso: se trata de la política de los políticos, que es la contrapuesta a la que haría el pueblo, si existiera; y que es la que hace, aunque y porque no existe) de las consideraciones elementales que arriba he referido, son tan claras y palpables para cualquiera, por poco ingenuo que se mantenga, que no merece la pena perder mucha más tinta ni papel en desarrollarlas.

Lo que arriba hemos estado haciendo es, en resumen, poner al descubierto la cicatriz enconada de la falsa contradicción, por si ello puede servir a que reviva la contradicción verdadera, la herida del pueblo, de la vida, de la razón, que late por debajo de esa cicatriz siempre cerrada en falso. Pues hay una contraposición de mentiras que es por ejemplo esa con la que los políticos entretienen a las masas de individuos en tanto que les llega la muerte prometida, y que no hace más que disimular la verdad, que el pueblo murmura siempre por lo bajo, de que los unos son los otros y que da lo mismo con qué nombre, «izquierda» o «derecha», se disfracen los servidores Estado y Capital. Y hay una contradicción de veras, que es la que, con ejemplos de espejos y pinturas, tratábamos de descubrir: es la que opone siempre, de maneras cambiantes para ser la misma, eso que no existe, no se sabe, no se cuenta, a lo que malamente aludimos con palabras como «pueblo», con eso otro que sí existe y, en su ideal, está destinado o condenado a existir, cambiando, eternamente; es la que opone la voz de los Prohombres y Ejecutivos de Dios, que por tribunas y ondas televisivas proclaman la diferencia entre los unos y los otros, zurdos y diestros, blancos o negros, salvados o condenados, a esa otra voz que sigue impenitentemente sonando por lo bajo y declarando que todo eso son engaños y trampantojos, para distraer con las falsas oposiciones y tratar de que así no se sienta la verdadera; que se sigue sintiendo a pesar de todo.

sábado, 26 de enero de 2013

Contra la realidad*


M.C. García y P. Nacarino


Pregunta: ¿Qué es la realidad, cómo nos afecta y cómo podemos luchar contra ella?

Respuesta: En primer lugar, el nombre no es de la lengua corriente, es un nombre que viene de las escuelas de los teólogos que inventaron ese término, el de Realidad, pues para aplicarlo a Dios, naturalmente, que tenía que ser la Realidad de las Realidades. Lo que pasa es que luego este nombre que viene de las escuelas ha tenido tanto éxito que ya hay por todas partes mucha gente que declara que tal o cual cosa es Real, que realmente pasa esto, que la Realidad es así, hijo mío, y declaraciones por el estilo. Por lo cual hay que atacar usando también este nombre, este nombre relativamente culto y que puede contribuir, como hacen generalmente los términos cultos, pues al engaño de la gente que adopta esas palabras sin pensarlo mucho. El verbo que corresponde a este término es existir; de manera que se puede decir tranquilamente que Realidad es lo que existe. Como el término a su vez es teológico y culto, aunque también se ha estendido mucho por todas partes, y la gente dice por todas partes, existe, incluso sustituyendo al verdadero término vulgar que es hay, «hay tal o cual cosa», dice, «existen probabilidades», «existen nublados por aquí», «existen personas», pues entonces hay también que atacar al mismo tiempo a uno y otro. Para aclararme en este ataque, lo que digo es que empleamos existe, y por tanto Realidad, en el sentido de que se refiere a lo que hay, pero que al mismo tiempo es lo que es. Pero en esta segunda parte es preciso contar con el nombre que en un idioma cualquiera tenga la cosa; por ejemplo, para que existan rosas o existan hombres no basta con que haya algo de eso, que lo habrá, vaya usté a saber, sino que hace falta que se crea que son lo que son. De manera que se requiere la palabra rosa o la palabra hombre para asegurarse de eso. Y es a este casamiento entre lo que hay y lo que es lo que es, a lo que llamo Realidad, Real, y lo que existe, y contra lo que la lengua, a través de mí, o a través de cualquiera, se lanza costantemente.

P: ¿Cómo nos afecta y cómo podemos luchar contra ella, si es que podemos luchar contra la Realidad?

R: Lo que hay que aclarar es que, naturalmente, quien luche contra la Realidad no puede ser nadie Real. Esto es tan evidente que basta con enunciarlo. Por ejemplo, uno, uno en cuanto persona, uno en cuanto persona Real, no puede menos de estar sometido a la Realidad, de manera que es vano pretender que uno personalmente pueda hacer nada contra la Realidad. Uno es un esclavo, uno es un súbdito; el Estado y la Persona son la misma cosa, etcétera. De manera que por ahí no se puede esperar nada. De forma que el ataque contra la Realidad solo puede venir de fuera de la Realidad, es decir, de algo que no existe, porque lo que existe, y cualquiera que existe está condenado a defender su Realidad, y por tanto a defender la Realidad en general. No cabe otra posibilidad. Algo que no existe tiene sentido simplemente por el descubrimiento de que, en contra de lo que se nos impone, la Realidad no es todo lo que hay. La noción de todo es estraña a la Realidad, de forma que se pretende desde Arriba que sí, que la Realidad, o hasta el Universo y tal, es una especie de todo, pero es mentira. La Realidad no es todo lo que hay. Hay por doquiera cosas que hay y que no existen, es decir, que no pertenecen a la Realidad. Por ejemplo, es a lo que alude la palabra pueblo; generalmente se confunde con algo Real, por ejemplo, una población de un Estado, o cualquiera otra cosa que sea un conjunto de personas, pero pueblo de verdad no existe. Pueblo de verdad está por debajo de todo eso y por tanto es desde ahí desde donde puede darse un desmentimiento y por tanto un ataque a la Realidad.

Yo en cuanto persona, en cuanto Agustín García Calvo, pues no puedo nada contra la Realidad: soy una persona Real; por tanto, inútil esperar de mí nada del otro mundo. Pero yo de verdad no es nadie, es cualquiera que esté diciendo yo; yo depende del acto mismo de hablar y por tanto yo no existe, yo no existo; existo yo como ente Real, pero yo no. Es lo mismo que pueblo. De forma que es desde ahí desde donde se puede pensar en un desmentimiento, en un ataque a la Realidad. Yo, cualquiera que dice yo, es decir, pueblo que no existe, pero que lo hay, que sigue habiéndolo por debajo de la Realidad, y a ése pues la táctica que le corresponde no hace falta ni enunciarla, se da de por sí: es simplemente desmentimiento, el descubrimiento de que lo que creía era mentira, que la Fe que sostenía su Realidad no tenía fundamento; y ese descubrimiento, hágase como se haga, es ya de por sí una acción. Pensar en cualquier otra táctica es un divertimiento, que puede ser muy costoso. Lo que hay que hacer es desmentir la Fe, puesto que la Fe es lo que está sosteniendo la Realidad.

P: ¿Es la escritura un instrumento de emancipación o de dominación?

R: A diferencia de la lengua, que no es de nadie, que es la única máquina que se le da gratuitamente a cualquiera, aunque sea bajo la forma, naturalmente, de un idioma, de la gramática de un idioma particular, que siempre incluye una cierta falsificación, pero, aun así, la lengua se le da gratis a cualquiera y, además, es lo único (no me refiero a cosas naturales, como agua y aire y eso, sino a máquinas, porque la gramática es una máquina, artefacto), es lo único que se da gratis a cualquiera, sin distinción de clases, de sexo, de nada, a diferencia de eso, la escritura ha sido siempre, desde el comienzo de la Historia (y la Historia empieza justamente con la escritura; no podemos hablar de Historia más que desde el momento en que hay un rasgo en una peña, en que hay un testimonio escrito de alguna manera), desde el comienzo de la Historia ha sido cosa de los Señores y de sus sacerdotes. Ya sabéis que la escritura ha sido desde su nacimiento hierática; era algo de sacerdotes al servicio del Poder, de Señores; y, en consecuencia, naturalmente, cuesta Dinero y vale Dinero. Para trepar en la pirámide del Poder y conseguir puestos es condición indispensable la escritura, el sometimiento a la escritura. De manera que esa es la guerra fundamental de lengua y escritura. Alguien, ante esto, puede decir que yo mismo, o cualquiera, ha aprendido trucos o habilidades para decir NO de una manera eficaz precisamente a través de libros, a través de la escritura. No tengo inconveniente en confesarlo. Desde los harapos que nos han quedado del libro de Heráclito de Éfeso hasta los libros de Machado o de Unamuno, que yo leía de adolescente, pues, efectivamente, uno ha estado en conversación con los pocos muertos que siguen vivos a través de la escritura, ¿no? De manera que esta contradicción conviene aclararla; es así. Esto no desdice lo de que la escritura sea una especie de muerte de la palabra. La escritura es la fijación y el sometimiento a fines determinados y, en definitiva, el sometimiento al Dinero de aquello que en principio era libre de eso. No lo desdice; esto es así. Lo que pasa que, como las otras cosas de la Realidad, la escritura tampoco está perfectamente hecha, perfectamente cerrada; tiene fallos, y entonces es a través de esos fallos como sucede que de vez en cuando, aun a través de la escritura, habla algo de voz viva, sea poesía, en forma de lógica o lo que sea, y entonces es lo que sin más deshace la contradicción. Es así: la escritura sigue siendo eso, es mortífera, pero falla, falla, y entonces la única gracia que para nosotros vale es ésta de que puede fallar, y dejar, por la grietas, escurrirse algo de voz viva en forma de poesía o en forma de lógica. Lo que me lleva, en cosa poética, por un lado, a un intento de devolver costantemente a la voz viva aquello que yace muerto en la escritura, a diferencia de la poesía habitual que es plenamente escrita y que no sirve nada más que para leérsela en voz baja y que no pase nada. Y lo mismo que digo de poesía digo de lógica o de razonamiento. Hay maneras, hay trucos, para conseguir que el razonamiento no quede muerto en una filosofía escrita, sino que, efectivamente, vuelva a ser voz del sentido común, de la razón común, de la lógica común, que es a lo que llamaba lengua viva.

P: ¿Debemos estar contra todas las Ideas, contra todos los ismos, incluido el de la anarquía?

R: Sí, desde luego. Contra todas las Ideas porque, según lo que antes os decía, la Realidad está costituida por Ideas que al mismo tiempo son creencias. No se debe distinguir entre Ideas y Fe. Ideas y Fe vienen a ser lo mismo. Cualquier forma de ideación, si es política, por ejemplo, o si es científica, está fundada en un creer que se sabe lo que va a pasar, para venir a dar en esta mentira fundamental que es reducir lo que está pasando, y que no hay quien lo conciba ni quien lo agarre, convertirlo en algo sabido, en algo sabido de antemano. Y cualquier ciencia o cualquier política que cuenta con el Futuro, ésa ya es Idea, ya es Fe, y ya es por tanto mortífera para cualquier cosa que pueda haber de vivo por debajo. De manera que es en ese sentido. Si habláis de anarquismo, pues lo mismo: ¿se cree en el Futuro como hacen los Señores? ¿Hay alguna diferencia? ¿Un pretendido anarquista sigue contando con el Futuro y con que hay que seguir los mismos procedimientos que los ejecutivos del Poder siguen para conseguir un Futuro mejor y cosas por el estilo? Pues estamos en las mismas. Ya no hay diferencias. Todo son Ideas y por tanto no hay nada que hacer, ¿no? La palabra anarquía mismo, sucede lo mismo que con la palabra infinito en la Filosofía y la Matemática al servicio de la Física, que la negación ha quedado muerta, ha quedado encerrada. El a, el an de anarquía o el in de infinito, y por tanto ya no hace nada en la lengua, y el pueblo, que no existe, lo que dice de verdad es No, y por tanto es así capaz de destruir las Ideas que continuamente se desarrollan para defender la Realidad. Así que guardarse de ese sometimiento del No a alguna especie de plan futuro como el de los de Ellos, el de los que mandan, es elemental, es de la cosa más elemental que en cuestión de política se puede decir.

P: ¿Costruir o destruir?

R: Bueno, está un poco incluida en lo que acabo de deciros. La costrucción es cosa de Ellos, de los defensores de la Realidad y de los sustentadores del Poder y por tanto de los sacerdotes, filósofos, literatos y científicos que están, en principio, a su servicio. Ellos costruyen y costruyen de esta manera, empezando, como es natural, por lo Futuro. Saben el fin, saben adónde se dirige un movimiento político, adónde se dirige una investigación científica, y entonces se aprestan, con los procedimientos que les es dado, a realizar ese Futuro. Realizar ese futuro, es decir, realizar lo que ya de antemano se sabe, es lo mismo que decir hacer lo que ya está hecho. De manera que ése es el truco de la costrucción y la cuestión consiste en eso. Efectivamente, por todas partes se costruye.

Nada más tenéis que ver las obras públicas para nada, por todas partes; la producción de automóviles, el sustentamiento de los Estados, del color que sean; todo es costrucción, es en lo que la Realidad consiste. Esta costrucción, que quiere decir hacer lo que ya estaba hecho, realizar lo futuro. De manera que cualquiera cosa que en nosotros quede de no conforme con ese procedimiento, que encuentre, que sienta, que hay ahí una falsificación, un bulo, no puede admitir esa vía de la costrucción. Poder quiere decir, precisamente, la conversión en Futuro, en probabilidades, en cuentas, que al fin son Dinero, las posibilidades que de verdad son sin fin, las posibilidades que no tienen número ni fin ninguno. Esas posibilidades es lo que al pueblo, que no existe, a mí, en la medida que no existo, lo llaman como algo bueno, alguna posibilidad de vida o como se le quiera decir, llamar..., de amor, de libertad, y todo eso. De manera que cualquier cosa que sea reducir esas posibilidades sin fin a un Futuro que se va a realizar y que por tanto no va a ser nada más que una reproducción de lo mismo, es algo con lo que hay que estar elementalmente en contra ¿no? El que dice NO, el des, que está en la palabra destruir, si queréis. Se piensa que la costrucción es simplemente la afirmación o la reafirmación de una destrucción de las posibilidades, destrucción de vida, destrucción de razonamiento, destrucción de pensamiento, y que por tanto una destrucción de esa destrucción es lo único que puede abrir las vías para las posibilidades sin fin.

P: En la huelga del 65, por la que te destituyeron de la cátedra, y en el Mayo del 68, el vocablo de protesta que utilizaba la gente era el de revolución. Actualmente se utilizan términos como altermundismo u otro mundo es posible. Con la invención de tanto vocablo nuevo qué es lo que hacemos ¿cimentamos las bases del Sistema o vamos agrietándolo?

R: En cuanto a vocablos, hay que decir que (claro, vosotros no os acordáis, pero yo sí) ya en el 65 el término «revolución» los estudiantes no lo usaban mucho. Era ya un término muy viejo. En realidad es un término que desde la Revolución francesa para acá no ha hecho más que ir degenerando, y así os encontráis con que hoy todavía se use en los Medios de Formación de Masas: por todas partes y todos los días veis que ya hay revoluciones: revoluciones en la música, revoluciones en el pensamiento filosófico, en la pintura..., en cualquier cosa hay revoluciones todos los días ¿no? Ésa es una buena muestra de degeneración del término. Es un caso de los muchos por los cuales algo que en principio nace como vivo y negativo, como es evidentemente cualquier forma de rebelión contra el Poder, queda asimilado, viene a convertirse en algo tratable, algo que está dentro de la Historia, y por tanto se nos asegura, al quedar dentro de la Historia, de que no pasa nada del otro mundo, de que no va a pasar nada del otro mundo, que es lo que mi corazón, de cualquiera que no existe, está deseando: que pase algo del otro mundo. Y entonces el truco de la asimilación está claro.

Sí, hay revoluciones, hubo revoluciones, habrá revoluciones, pero ya se sabe que no va a pasar nada del otro mundo, que todo va a ser algo de Historia, más o menos contemporánea, y nada más. De manera que hay que contar con esa asimilación perpetua de los vocablos, que no son sólo vocablos, que son Ideas, con las nociones de la cosa. Estad en guarda contra Ellos. La única cosa limpia que se puede manejar contra Ello, que se maneja, es lo que no tiene significado, es decir NO, es decir, ¿qué?, la pregunta qué, que es la pregunta socrática, y estos términos que son de la lengua común y corriente y que carecen de significado. Cualesquiera otros, en cuanto se cargan de significado, pues ya empiezan a estar dentro de la Realidad, empiezan a dejar de servir para la rebelión y se convierten en algo positivo y servil.

P: ¿Pueblo y poesía no han sido absorbidos por el Poder?

R: Bueno, como todo lo demás, lo que estaba diciendo de la asimilación, cualquier cosa, incluso las que vienen de abajo, pues se arriesgan a sufrir esa asimilación, esa asimilación desde el Poder. El único aliento de alegría es que esa asimilación nunca es completa, nunca es perfecta, de manera que en contra de las pretensiones que desde Arriba se imponen de haber llegado a una asimilación, «la Realidad es Todo», en contra de eso se descubren sus mentiras y se descubre que sigue siempre viviendo algo de lo que no existe, algo de pueblo, algo de poesía. Es característico que el Régimen más perfecto de todos los que la Historia nos ofrece, que es éste que hoy padecemos, la Democracia desarrollada, el credo, que está fundado sobre todo en el primer artículo de Fe, que es creer en Uno mismo (la Democracia consiste en eso, en que Yo no sea más que Uno, y que por tanto se puedan contar tranquilamente las almas y demás), de una manera bastante lógica, ha venido a acabar con los restos de tradición de poesía viva que hasta hace un siglo, digamos, pues todavía se encontraban aquí mismo en los países de tradición cristiana de Europa, en los de América y todo eso, ¿no?: romances, baladas, canciones que no había producido nadie, que tenían esa gracia de no estar sometidas ni al autor ni a la escritura, ¿no? Desde entonces para acá, eso fue terminando con la Democracia; desde entonces para acá ya la gente de verdad pues no canta, no recita baladas ni romances. Si lo hace, es de una manera culta, arqueológica, como reproduciendo por grabación o por escritura aquellos restos de tradición viva, de poesía viva que había ¿no? Esto es característico y enseña mucho de lo que es el Sistema Democrático, que es la forma en que hoy padecemos el Poder. Como ese proceso mortífero nunca está cerrado del todo, nunca es verdad, que la Realidad sea todo lo que hay, por eso siempre queda, descubriéndose, por entre las grietas, algo de poesía lo mismo que algo de razón que proceden de eso, de lo que nos queda de pueblo, de lo que no existe, ¿no? Entonces siempre merece la pena mantener abierto el oído y, si es caso, la boca, a esos restos de producción y lengua viva, sea poesía o sea razonamiento.

P: ¿Te gustaría recitar algún verso? Algo vivo, para terminar.

R: ¡Uf, ¡algo vivo! Eso es mucho. Hay un soneto de los de don Miguel de Unamuno [Mi cielo], con el cual estos días pasados he tenido el atrevimiento de introducir, por la propia veneración que esos versos me producían, introducir algunas variantes, digamos, en las que aparecía que don Miguel, como cualquiera, en cuanto siendo persona Real, podía no atinar del todo a aquello que de verdad le salía desde abajo y que le valía mucho, ¿no? De manera que el soneto, con las pequeñas modificaciones, dice así, si es que la memoria no me falla.

Días de ayer, que en procesión de olvido
lleváis a las estrellas mi tesoro,
¿no formaréis en el celeste coro
que ha de cantar sobre mi eterno nido?

¡Oh Señor de la vida!, no te pido
sino que este pasado que hoy añoro
volviendo en rolde a mí con risa y lloro
me quite el ansia de mi bien perdido.
No es vivir otra vida lo que anhelo
sino vivir de nuevo la vivida.

Hacia un ayer sin fin, haz que mi vuelo
remonte sin llegar a la partida;
porqué, Señor, no tienes otro cielo
que de mi falta colme la medida.

Ha sido un placer poder oír y gozar de cómo Agustín declamaba el soneto. Algo vivido en esos instantes que no podemos transmitir porque la escritura lo mataría.


 * No se sorprenda el lector por ver transgredidas, en algunos casos, la ortografía de la Real Academia de la Lengua Española. Por deseo expreso del entrevistado, mantenemos y respetamos su pronunciamiento público de no usar ortografías traidoras al hablar.


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Ilustración: JAM

sábado, 3 de noviembre de 2012

Ha muerto Agustín García Calvo (CNT-Zamora)

CNT-Zamora

Entre su inmensa labor cultural, realizó una importante aportación teórica, en diversos campos como: la sexualidad, la crítica al Estado, la familia, los medios de transporte o las ideas ácratas.

El escritor, filósofo, dramagurgo y traductor zamorano Agustín García Calvo, tres veces Premio Nacional, de Ensayo en 1990, de Literatura Dramática en 1999 y de Traducción al conjunto de su obra en el 2006, ha fallecido este jueves 1 de noviembre en Zamora a los 86 años.

Intelectual polifacético y rebelde, cultivó la poesía, el teatro, la novela y el ensayo, y como traductor versionó a Shakespeare, además de textos en latín y griego o, como Los carboneros, de Aristófanes.   

Profesor universitario, en 1953 ocupó una cátedra de lenguas clásicas en Sevilla y en 1964 en la Complutense, donde su oposición al régimen franquista le llevó a ser decapitado de su cátedra por respaldar las protestas estudiantiles. Se exilió a Francia, y allí enseñó en la Universidad de Lille. En 1976 le fue restituida su cátedra, que desempeñó hasta la jubilación, en 1992, realizando una constante crítica al poder y a la sociedad neoliberal. Defendía que en esta «Democracia», el Estado y el Capital son dos rostros de la misma cosa, surgiendo de ahí una serie de miserias sexuales, afectivas, sociales, desarrollistas o culturales entre las cuales todos nos vemos inmersos, siendo por ello necesario efectuar siempre y constantemente algún intento disidente. 

Conferenciante de numerosas ponencias, en los últimos años coordinaba una tertulia política todos los miércoles en el Ateneo de Madrid, además de intervenir en sus inicios en actos en el 15 M. En su ciudad natal Zamora, participó en 2005 en una charla sobre pedagogía libertaria organizada por CNT, en 2006 en un recital poético dentro de las Jornadas Alternativas y el pasado año en alguna asamblea del 15 M. Los compañeros de la asamblea zamorana «No al paso del AVE por Valorio» se habían puesto en contacto con él también hace unos días para que apoyara su causa. 

Muchas veces discutido y polémico incluso en los movimientos sociales y libertario, los títulos de sus ensayos, poemas y artículos dicen mucho de sí: Contra la familia, Contra la pareja, Contra la paz, Contra la democracia, Valorio 42 veces, Sobre la necesidad del automóvil, En torno a la Anarquía, ¿Qué es El Estado?, Del tren, Manifiesto de la Comuna Antinacionalista Zamorana, Análisis de la Sociedad del Bienestar o De los modos de intergración del pronunciamiento estudiantil; unas veces publicados en solitario y otras con otros autores, como su compañera Isabel Escudero, muchos de los cuales fueron editados en la editorial familiar «Lucina». 

Agustín cultivó también gran amistad con diversos cantautores como «Chicho» Sánchez Ferlosio, George Brassens o Amancio Prada, algunos de los cuales musicalizaron sus subversivos poemas. 

Que la tierra te sea leve compañero. Salud y Anarquía.

ADIÓS A AGUSTÍN GARCÍA CALVO

¿Y ha de morir contigo el mundo mago
donde guarda el recuerdo
los hálitos más puros de la vida,
la blanca sombra del amor primero,
la voz que fue a tu corazón, la mano
que tú querías retener en sueños,
y todos los amores
que llegaron al alma, al hondo cielo?
¿Y ha de morir contigo el mundo tuyo,
la vieja vida en orden tuyo y nuevo?
¿Los yunques y crisoles de tu alma
trabajan para el polvo y para el viento?

ANTONIO MACHADO 



Un sentido adiós es el que le han querido dar más de doscientas personas a Agustín García Calvo en su entierro en Zamora.


Un sentido adiós es el que le han querido dar más de doscientas personas a Agustín García Calvo en su entierro en Zamora. Sobre todo sus amigos del mundo de la cultura, que hoy destacaban la figura del filósofo reivindicativo y del escritor crítico.

Aquellos a quien amó, con quien luchó, con quien vivió… le han dedicado un cálido adiós al ensayista, filólogo, dramaturgo e intelectual Agustín García Calvo. Tras recibir sepultura, su viuda pronunciaba algunos de los versos de Antonio Machado que el escritor zamorano recitaba cuando se afeitaba por la mañana.

Quienes le conocían destacan de García Calvo su dominio del castellano, su rebeldía con el poder o su compromiso con los demás.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Casas Viejas: No convertir la rebelión en cultura

Hotel Utopía en Benalup-Casas Viejas, Cádiz.
Agustín García Calvo
e Isabel Escudero*

O sea en dinero. Porque no hay que engañarse: hoy día lo que llamamos Cultura o Turismo cultural es la cara más refinada y última del dinero. La palabra Cultura no es una palabra inocente, se ha vuelto, por el contrario, el calificativo redentor que facilita y bendice las nuevas barbaries. Con el pretexto de Cultura y «“Bien cultural» se esta reduciendo a Turismo todo. El Turismo es el dinero que más se mueve y crece, el más rentable en las democracias desarrolladas. Los ministerios de Cultura de los gobiernos demotecnocráticos (incluyen bajo su competencia la televisión, la información, el futbol, el turismo) mueven más capital que ningún otro. Madrid entero aparece estos días engalanado de estandartes publicitarios (coronando el interminable laberinto de zanjas y vallas en el que se ha convertido esta ciudad) que proclaman este lema: «Turismo somos todos».

En su descaro la publicidad enuncia así la verdadera intención del Régimen: el logro anhelado del régimen que sostiene las democracias progresadas es que en el ideal «todo sea Turismo». El Turismo pretende ser la superación de la Historia: las clases sociales, los individuos, todos turistas. Que nada se escape a ese movimiento uniformemente acelerado de almas y de cosas, que la vida sea sólo ese trafico incesante de almas y dinero, que todos los hechos de la Historia, aún los más miserables, las barbaries más sangrantes, pasen por delante de nuestros ojos ya desactivados como piezas de museo o de folklore local servidos como Turismo cultural. Este proyecto turístico hostelero de Casas Viejas ha recibido sin duda subvenciones millonarias y apoyos de las autoridades políticas de turno tanto europeas como nacionales y regionales, porque ha sido diseñado y promovido bajo la cobertura de “bien cultural” lo que parece protegerle para utilizar sin ningún escrúpulo el nombre de unos muertos por razones y causas bien ajenas y contrarias a los intereses de cualquier negocio. Nuestra vida entera y nuestra memoria están así llena de sustitutos, de sucedáneos falsificadores, de sonajeros culturales que nos entretienen: Porque la modalidad actual del Régimen no es la del olvido de la historia, sino del cambiazo, la de la imposición del sucedáneo, la falsificación por vías de entretenimiento cultural o turístico, la conversión en espectáculo de cualquier huella de vida y razón.

En esta operación de arrasamiento por el cambiazo, por imposición del sustituto, se llegará a convertir en parque temático a Auschwitz o Casas Viejas ¡que más da!, y esto se hace porque se presenta y promete bajo la cara de «hacer Cultura». Sin esta mediación de esa Cultura prostituida no prosperaría ningún proyecto cultural que moviera millones.

Se pueden llegar por esos caminos del entretenimiento cultural al extremo del esperpento: reconstruir el lugar de los hechos mismos a modo de un safari histórico cultural donde las nuevas generaciones del paraíso democrático vengan a contemplar con sus ojitos y todo lujo de detalles cómo fue la caza y muerte de los rebeldes. E incluso a vestir de época, sea de guardia de asalto o de campesino harapiento para darle más realismo y morbo a la experiencia.

Pero aunque la pretensión de la Administración de Muerte sea que se cumpla eso de que «Turismo somos todos», no todo es Turismo ni todos somos turistas. Hay algo más que aunque esté cada día más condenado por la realidad y sus negocios, sigue vivo y no se calla y da constantes señales de rebeldía contra esa condena. No se va a consentir que eso que sigue vivo y latiendo por lo bajo quede borrado y desactivado, integrado y asimilado por las imposiciones de una Cultura prostituida que intenta reducir y aprovechar la rebelión del pueblo para sus negocios. La rebelión y la sangre de la gente anónima no están en venta ni en promoción.

Y finalmente un aviso también para los rebeldes de aquí y ahora: En esta protesta del sentido común contra esa doble violencia del Estado/Capital y la estupidez reinante de los ejecutivos de Dios (en su cara más actual, la del dinero), nuestra resistencia, la resistencia libertaria, ha de ser común y anónima, sin capitalización ideológica personal ni adscripción sectaria a ningún grupo. Ninguna afiliación ni organización puede apropiarse de los muertos, la vida de esos muertos y su rebeldía seguirá viva en la medida que ellos sean también libres, libres hasta nosotros mismos, que sean de todos y de nadie, de cualquiera que diga NO.

Que Casas Viejas siga siendo un ejemplo vivo de verdad y razón del pueblo que nunca muere.

El Mundo: Sábado, 8-Octubre-2005. OPINIÓN

* Agustín García Calvo e Isabel Escudero, catedrático de Filología Clásica y profesora de la UNED además de coeditores de la revista Archipiélago, respectivamente, redactaron este texto con motivo del acto de protesta de la semana pasada [1-octubre-2005] en la localidad gaditana de Casas Viejas contra el proyecto turístico hotelero que persigue darle el nombre de María La Libertaria al hotel y al complejo levantado sobre el lugar de las muertes de los campesinos encerrados en 1933.

jueves, 1 de noviembre de 2012

La Comuna Antinacionalista Zamorana

              [Ya que nos hemos enterado hoy de la muerte del librepensador Agustín García Calvo, pues pongo un texto famoso suyo (y de otros)...]


«Se declara fundada por el presente manifiesto la Comuna Antinacionalista Zamorana (CAZ), que proclama como su función esencial combatir de hecho y de palabra (y tanto mejor si los hechos y las palabras tienen a confundirse) por la desaparición del Estado Español y del Estado en general (entidades ambas suficientemente definidas en su realidad abstracta y administrativa) y por la liberación de la ciudad y comarca de Zamora…»

El primer punto de la CAZ se nos presenta así, y al leerlo, cualquier profano en la materia puede pensar que ello es cosa de locos o de utópicos o, lo más seguro, ver en ello algo divertido. Pero no. Ni es locura, ni utopía, ni cachondeo.

Baste para comprobarlo mirar la desconocida historia de Zamora para ver la lucha que éste mi pueblo ha mantenido siempre contra la realidad abstracta del Estado. Así como otros pueblos extranjeros de esta península (hoy y aún España y Portugal), buscan en su antigüedad sus raíces nacionalistas, sólo podemos ver en el pueblo zamorano la persistencia del genio antiestatal a lo largo de los siglos.

El primer ejemplo nos lo ofrece Viriato, el guerrillero lusitano. Cierto es que entonces no se podía hablar de estado o nación en el sentido moderno, pero sí de algo tan parecido (peor diría yo) como el Imperio. También algún reticente y sesudo intelectual podría objetar que no está comprobado que Zamora fuese la cuna de este héroe, sino la zona fronteriza de lo que se conviene en llamar Portugal. Pero este hecho carece de importancia por dos cuestiones: primera, la identificación total, familiar incluso, de las gentes que habitan de uno y otro lado de esa línea ficticia que el Estado quiere mantener, pero que no logra separarnos ―yo, por ser de de allí, puedo asegurar que todos formamos una gran familia por encima de la definición de españoles (?) o portugueses (?)—, y segunda, que el hecho importante es que «durante los casi tres últimos siglos por lo menos, Zamora ha considerado a Viriato como cosa suya, le ha hecho casi su héroe popular, y la única estatua de cuerpo entero que la ciudad tienen erigida es la suya» (esto era cierto en el momento de la redacción del Manifiesto). De Viriato, primera manifestación antiestatal, toma la CAZ la enseña que la tradición presenta: nueve tiras de tela, bermejas todas menos la primera, que era verde. Pero no son las nueve franjas, a modo de lo que conocemos como bandera, lo que se toma, sino su significado: Viriato formó su enseña con jirones de estandartes romanos de las legiones derrotadas. Todo un símbolo.

Pero esto no es todo. También nuestra historia nos ofrece pronunciamientos antiestatales (y antinacionalistas) de carácter revolucionario. De entre todos ellos destaca uno en especial que se constituye en el punto de arranque. Fue en el año 1158. Era Zamora entonces ciudad grande y floreciente, con abundante población de menestrales y mercaderes y pujanza en sus industrias y gremios. El poder gubernamental era llevado por gentes de la nobleza, generalmente extranjera, de amplios privilegios, uno de los cuales era que de las mercaderías que cada día salieran a la plaza del mercado, tenían ellos la primera opción de compra, «y sólo de lo que ellos no hubieran adquirido podían abastecerse los plebeyos».

Así ocurrió que, habiendo pasado la hora de compra de los nobles, un maestro zapatero pretendía llevarse una trucha que ya tenía acordada, pero viéndola el criado del regidor, pretende adquirirla para la mesa de su dueño. Este abuso de poder desencadena una gran batalla en el mercado… tras la cual queda la trucha en manos del zapatero. Esa misma tarde, ante la afrenta y menoscabo de su poder, se reúnen los nobles en la iglesia de Santa María la Nueva para organizar la represión y castigo de los plebeyos. Mas éstos no esperan a que el concilio se levante y armados con sus útiles de trabajo, cercan a la nobleza dentro de la iglesia y le prenden fuego. Pereció achicharrada toda la nobleza, o casi, ya que cuenta la leyenda que el más alto de la clase (o sea, las hostias consagradas) escaparon volando del copón para irse a refugiar en otra iglesia, quizá más popular. Los rebeldes, para rematar su gran obra, prendieron fuego a la casa del regidor y, cómo no, abrieron las puertas de la cárcel (véase pues que la toma de la Bastilla no fue una novedad).

Pasada la resaca de la rebeldía y encarándose al día siguiente con la realidad, los zamoranos no esperaron la reacción del poder central, y formando una caravana de siete mil personas, tomaron las de Portugal. Acto seguido mandaron recado al rey exigiéndole la promesa de declarar perdonado y libre de toda culpa al pueblo de Zamora y, asimismo, de librarles de la opresión de los señores, ya que si no pasarían a establecerse en Portugal, dejando así al monarca sin unos impuestos sustanciosos («¿De qué le sirve al rey una Zamora sin zamoranos?», decía la carta). Los zamoranos preferían la libertad a la tierra, y ante tales argumentos el rey tuvo que ceder. Quizá el monarca se acordó de que, algunos años antes, Zamora fue la última en doblegarse a la unidad castellana y que fue allí también donde se le dio muerte al rey Sancho. En efecto, el rey Fernando I había unificado bajo su cetro los campos de León, Galicia Y Castilla, pero en un acto de arrepentimiento que le honra, decidió repartir su reino entre sus hijos. Su hijo Sancho, de quien dependía Castilla, arrebató pronto a sus hermanos los demás territorios, salvo Zamora a doña Urraca, que fortalecida por la decisión de los zamoranos, mantenía la independencia oponiéndose con todas sus armas a la unificación. Varios meses de cerco no doblegaron su decisión. Y un día, el caballero Bellido Dolfos se presentó en el campamento del rey, engañándole con la promesa de entregarle la plaza, le llevó a un lugar apartado donde, por la espalda y con el propio venablo del rey, le dio muerte. Nótese que el monarca estaba haciendo de vientre, como queriéndonos avisar, con un ejemplo práctico y contundente, que «la reducción de todas las ideologías sustentadoras del Estado a la fétida verdad de sus mentiras, es lo único que puede permitir al brazo rebelde asestarle el golpe mortal que lo haga desvanecerse». El traidor fue perseguido por el Cid, pero como decíamos por allá, Zamora le dio al Cid con la puerta en la nariz.

Como se ve, Zamora está llamada a ser revolucionaria por lo mismo que antinacional y viceversa, porque aparte de la historia grande que he antepuesto, existen otras recientes que no constan en los libros y que demuestran lo antiestatal de este pueblo.

Pero dejemos ya la historia y miremos lo que es ahora Zamora, incluida hoy en esa abstracción llamada España y reducida a la triste condición de provincia, esa institución odiosa de la administración centralizada que sigue conteniendo la alusión al vencimiento y sumisión, como en tiempos del Imperio. Porque esa reducción a la abstracción de provincia le mata la posibilidad de ser otra cosa de lo que es, asfixiando las posibilidades de vida del pueblo, alejado de sus realidades concretas por el Orden.

¿Qué debe Zamora al Estado? Nada. ¿Qué le tributa el pueblo zamorano a la nación? Todo, empezando por la muerte de las posibilidades de ser otra cosa de lo que es. Las gentes de la comarca han ido aprendiendo los aterradores vocablos de «servicio militar», «contribuciones», «Estado», y otros tantos, como únicos verdaderos nombres de la realidad, sin ver en ello ningún beneficio.

La mocedad de los pueblos ha tenido que buscar su pan en el extranjero, en los suburbios de Bilbao o Barcelona, o en tierras frías de lengua extraña, volviendo idiotizados por los conceptos de nivel de vida y de progreso que el Orden esparce por todos los ámbitos del mundo con idéntica estupidez., y habiendo sido muerta en ellos la delicadeza nativa que sólo posee un lugareño con conciencia de tal. Y hablando de lugareños, ha habido pueblos enteros «trasladados» a otras tierras por la creación de embalses hidroeléctricos, que benefician a tierras extranjeras del Norte. Los campesinos y las calles de Zamora se ven atravesados por una red de carreteras, extrañas a las gentes de las comarcas, por donde circulan los coches de los «buscajamones» (así se denomina en Zamora a los funcionarios que prostituyen sus prerrogativas, o sea, todos) o los camiones que van rápidos desde Galicia a Madrid. Miran esas gentes pasar aburridamente el tráfico, que no dice nada a los lugareños: simplemente cruza.

También en las calles de la ciudad veréis levantarse horrorosos edificios que ni son nuestros ni para nosotros: son del Estado (Bancos, Cuarteles, Cárcel, Diputación, Ayuntamiento…). Son esos edificios que el pueblo zamorano paga con su sangre (iguales en todas las ciudades), que para nada le sirven y que el Estado reparte por los ámbitos de su dominio para mejor mantener su verdadera y única tiranía. Y no hablemos de las Escuelas «estatales» o Institutos «nacionales», donde se impone la mayor lujuria nacionalista y se aparta al niño y al joven de la realidad local, llenando su cabeza de horrorosos vocablos. Fue en la escuela donde me enteré que aquella cosa que llamaban España no era tan sólo mi comarca y poco a poco me fueron haciendo tomar conciencia de español, desviando mi atención hacia ríos que no regaban mi tierra y personas que estaban lejos (Caudillo, Fraga, los rojos…). Cosas a las que había que añadir la rapidez con la que los medios de comunicación transmiten las últimas novedades estúpidas, cantables y bailables, junto a cuestiones políticas que nada interesan a nuestras gentes, pero que interrumpen su partida de cartas y los alejan de conversaciones más sustanciosas, como el aprovechamiento del agua del río, los abonos naturales…

«En virtud, pues, de tantos agravios y por el recobro de la libertad perdida, con mucha más razón que otras prósperas naciones que contra la Nación pretenden levantarse, nos levantamos nosotros contra el Estado y por lo tanto contra todos los Estados.»

Y para que conste y no haya dudas, he aquí nuestros rasgos distintivos y el ámbito (dudoso por cierto) de nuestro territorio:

La provincia que lleva el nombre de Zamora está constituida con pueblos y comarcas de diversas economías, costumbres y carácter, obligados a participar de centros administrativos comunes. No se puede establecer una etnia común viendo la gente alegre y gastadora del norte y comparándola con la adusta y cazurra del sur. Tampoco podemos establecer rasgos geológicos o paisajísticos comunes, pues esta tierra se ve pintada ya por los trigales, ya por la vid, siempre encima de suelos y rocas bien distintos. Así, los rasgos socioculturales y los límites geográficos son indefinibles, pero estamos seguros de no ser charros, ni castellanos, ni leoneses, ni gallegos ni portugueses (sépase que nada tiene de portuguesa la parte de la Nación vecina a la que asoman nuestros pueblos fronterizos). Si bien se cree que todas las comarcas que hoy componen la provincia y algunos territorios fronterizos entrarán a formar parte de la CAZ una vez constituida ésta, tal definición de la CAZ les permite verse libres de las garras y rejas de las ideas y conceptos constituidos.

En cuanto al lenguaje, si bien la larga sumisión a la abstracción de España ha permitido la implantación del español, la CAZ confía en poder resucitar y desarrollar un peculiar dialecto zamorano, algunas de cuyas formas lingüísticas guardan celosamente nuestros mayores.

Y para que el futuro no depare sorpresas (o. al menos, más de las que se puede permitir) ha preparado ya la CAZ todo lo referente a la economía y al gobierno de sus «comunidades».

La primera fuente de la riqueza de las comunidades zamoranas se encuentra en la tierra, altamente productiva una vez que, conseguida la independencia, no esté sometida a los caprichos del Orden, sino a sus propias necesidades. En cuanto a las industrias derivadas que florecieron antaño arruinadas por el poder central, la CAZ propone resucitarlas, sobre todo las textiles y la de derivados lácteos. Aparte de la antedicha renovación de las industrias tradicionales (iguales todas en la comunidad autosuficiente) la CAZ da por sentado la incautación de las empresas hidroeléctricas de Iberduero (que producirán altos ingresos por la venta de esa energía a las potencias extranjeras) y la demolición de la central nuclear que nos quieren meter. Puede alguien pensar que la independencia acarreará la desaparición de muchos puestos de trabajo dependientes del Estado, pero ello se verá compensado por la supresión de las cargas y tributos que ese mismo Estado nos impone. Además, la CAZ se propone la supresión de todo Trabajo en el sentido propio de la palabra.

Dado el signo comunitario de la revolución zamorana, está clara la desaparición de los elementos de explotación del individuo-consumidor sobre los que el Estado asienta su dominio y asimismo la desaparición de los teléfonos, televisores y radios particulares y por lo tanto del coche individual, cuya venta se dedicará a la mejora de los transportes públicos. Se facilitará la venta de los libros y periódicos provenientes del extranjero, sin otra restricción que el nivel de estupidez de los mismos, que les hará perder mercado entre los esclarecidos lectores de Zamora, en cuanto desaparezcan los estímulos externos, estatales y paraestatales, que suelen favorecer la difusión de lo más inepto y facilitan el mantenimiento del estado de cosas.

En cuanto al gobierno de la CAZ una vez conseguida la independencia, deberá tener las siguientes condiciones:

- Tener el menos poder posible, dificultado en todo.

- Estar compuesta por personas jóvenes e inexpertas y durar lo menos posible.

Desaparecido este primer gobierno provisional, todo se regirá por la asamblea de todos los miembros de las comunidades, evitándose los procedimientos democráticos o que se parezcan a la votación.

Simultáneamente se practicará la disolución de la familia y de la propiedad privada, pero abandonando fórmulas tan suspectas como el todo será de todos; se realizará que cualquiera cosa será para cualquiera en el sentido de que cualquiera tendrá derecho a participar en el disfrute de cualquiera de ellas, con la condición de que se trate de un disfrute y no de una posesión. Desaparecerá la obligatoriedad del trabajo, confiando que ello mismo lleve a los ciudadanos a realizar cosas que les agraden y aquéllas que sean fuente de placer. De este modo se dejarán de producir los objetos carentes de utilidad.

Se abolirá, claro está, el dinero.

Se establecerán cónsules-regateadores en los mercados extranjeros para comprar, mediante créditos, aquello que a los zamoranos les parezca necesario.

No habrá administración.

Agustín García Calvo y otros zamoranos. París, 1970.