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lunes, 2 de enero de 2017

Sembrar libertad en el desierto


Tierra y Libertad
Nº 341 - Diciembre 2016

Un agitado año, sin lugar a dudas, ha sido el que se ha vivido desde la trinchera antiautoritaria en la bahía de Antofagasta (Chile). A la realización de actividades temáticas por parte de la Sociedad de Resistencia, el Grupo Pampa Negra y el periódico anarquista El Sol Ácrata; a la proliferación de ferias de propaganda libertaria (Agreste Eclosión, Feria Libertaria El Gato Negro y Desértica Libros) e iniciativas de comida vegana (Jëngibre), se ha sumado una gran noticia: la apertura del Espacio Autónomo Social Yareta, que pretende ser un verdadero semillero de ideas y prácticas de libertad en la costa del Desierto de Atacama.

Inaugurado recientemente, el 30 de octubre en una tremenda jornada, este espacio ubicado en la población O'Higgins de Antofagasta, rescata el nombre de la ancestral y resistente vegetación del altiplano, de propiedades medicinales y casi llevada a la desaparición por las ansias extractivistas de la megaminería y la complicidad del gobierno chileno. Cabe destacar que se han encontrado especies de hasta 3.000 años, cuya dureza y enorme capacidad de resistir al clima adverso sólo es posible de sortear con picota en mano.


En sintonía con estas características, el Yareta pretende generar dinámicas de resistencia a la explotación, dominación y saqueo en este territorio, para lo cual orienta su actividad en base a cuatro principios: Autogestión, Autonomía, Apoyo Mutuo y Horizontalidad. Entre las iniciativas que alberga destaca la biblioteca La Camanchaka, cuya apertura ha sido gratamente recibida por vecinos y afines que se han acercado a solidarizar, ya sea donando libros, inscribiéndose como socios o pidiendo materiales prestados. Otra instancia que ha comenzado recientemente en este espacio autónomo social, es el ciclo de cine «Por la Liberación de la Tierra», que a lo largo de noviembre y parte de diciembre tratará, mediante material audiovisual y debates colectivos, la problemática del saqueo extractivista, el modelo neoliberal y su devastación en la región chilena. También se ha conformado un grupo de estudio y preparación para la estandarizada PSU, que está tomando buenos rumbos. Instancias a las que se sumarán, dentro de poco, una serie de talleres prácticos para colectivizar conocimientos y promover la autonomía. Sin duda, se organizarán muchísimas más actividades —como las Sesiones Ácratas, convocadas por el Grupo Pampa Negra para fin de mes— que esperamos permitan seguir potenciando este espacio de creatividad, experimentación y puesta en práctica de nuestras ideas de autonomía y emancipación.

A seguir sembrando libertad en pleno desierto, en la costa, la pampa y el altiplano.

VIENTO NORTE

jueves, 6 de enero de 2011

Salvador Allende y el anarquismo

[«Espero que algún día alguien haga un estudio de cómo buena parte de la izquierda latinoamericana la primera vez que entraron en contacto con ideas revolucionarias fue a través de viejos anarquistas (como Juan Demarchi, ácrata italiano que le descubrió a Marx a un joven Salvador Allende).»

Estas palabras son del compañero Sorrow puestas al final de un comentario que publicó el mes pasado:


Este texto del periodista chileno Jordi Berenguer, publicado en La Insignia el 4 de octubre de 2006, sobre las influencias anarquistas de juventud del mismo Salvador Allende...]

Salvador Allende
y las ideas del zapatero anarquista

Puede sonar a demasiado cliché que el anarquista que formó parte de la formación social y política del futuro presidente Salvador Allende fuera un zapatero. Pero la historia fue esa y así lo han registrado las biografías más completas del que fue cabeza del gobierno de Chile entre diciembre de 1970 y el 11 de septiembre de 1973.

El propio Allende lo evocó en su momento, diciendo que «cuando era muchacho, en la época que andaba entre lo 14 ó 15 años, me acercaba al taller de un artesano y zapatero anarquista llamado Juan Demarchi para oírle su conversación y para intercambiar impresiones con él... Eso ocurría en Valparaíso, en el período en que era estudiante de liceo. Cuando terminaba mis clases me iba a conversar con ese anarquista que influyó mucho en mi vida de muchacho. El tenía 63 años y aceptaba conversar conmigo. Me enseñó a jugar ajedrez, me hablaba de cosas de la vida, me prestaba libros, como los de Mijail Bakunin, por ejemplo, y sobre todo los comentarios de él eran importantes porque yo no tenía una vocación de lecturas profundas y él me simplificaba con esa sencillez y esa claridad que tienen los obreros que han asimilado las cosas».

Esto que podría haber sido un dato anecdótico o algo que se señala como una curiosidad, en el caso de Allende y tal como aparece en el último trabajo documental del cineasta Patricio Guzmán, las ideas libertarias y de expresiones de una democracia más directa de como se ha vivido en Chile, no sólo corresponden a conversaciones de un adolescente por allá por los años treinta.

En el caso de Allende esas ideas reaparecerán en sus discursos cuando ya era presidente tomando la forma de una defensa comprometida y visionaria de lo que debía ser una democracia directa o propuestas que evidenciaban su espíritu libertario. «La auténtica democracia —expondrá en mayo de 1972— exige la permanente presencia y participación del ciudadano en los asuntos comunes, la vivencia directa e inmediata de la problemática social de la que es sujeto, que no puede limitarse a la periódica entrega de un mandato representativo. La democracia se vive, no se delega. Hacer vivir la democracia significa imponer las libertades sociales». Un planteamiento abiertamente radical y que hoy toma mucha fuerza cuando a la mayoría de los chilenos y a muchos habitantes del planeta les hacen creer que su gran papel de participación y de ejercicio por la defensa de sus opiniones es ir a marcar una raya en un papel cada cuatro seis años.

Adelantándose a lo que hoy afrontamos, Allende señala que «este es un tiempo inverosímil que provee los medios materiales para realizar las utopías más generosas del pasado, (pero) pocas veces los hombres necesitaron tanto como ahora de fe en si mismos y en su capacidad de rehacer el mundo, de renovar la vida». Tomar estas palabras o las anteriores, que fácilmente pudieron haber sido dialogadas con ese zapatero anarquista, nos hacen mirar nuestro mundo de hoy y observar con resignación lo lento que sigue siendo el andar de esas ideas, de esas utopías que si bien algunos creen ver dormir, lentamente se despiertan y se larvan desde el pie.