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jueves, 1 de diciembre de 2011

Contra las corridas de toros y la explotación humana

Ante el debate, muy interesado, abierto sobre la prohibición de las corridas de toros o no, cada uno intentando acercar su sardina a las ascuas, tal vez sería conveniente leer la siguiente carta de Francisco Ferrer Guardia sobre su adhesión, en febrero de 1905, a un acto de denuncia de tales «festejos» (reproducida en el periódico ¡Tierra! de La Habana el 13 de octubre de 1911). Poco más podemos añadir a lo planteado por este librepensador que pueda sintetizar nuestros pensamientos al respecto de estas cuestiones.

Tierra y Libertad, 280 (noviembre 2011)


Señor presidente de la Comisión Abolicionista de las Corridas de Toros.

Muy Señor mío: En contestación a la circular publicada en la prensa de esta capital, la Escuela Moderna tiene el gusto de adherirse al mitin proyectado para el domingo próximo, en contra de las corridas de toros.

Sin embargo, en nombre de la entidad que represento, me permito indicar que esta adhesión es puramente un acto de apoyo contra la bárbara fiesta, despojado de todo carácter patriótico y regionalista.

No se trata aquí de poner a Cataluña enfrente de Castilla, porque al reavivar los antagonismos que artificialmente se han creado entre regiones o naciones, en detrimento de las colectividades y en beneficio solamente de las clases directivas, se separaría esa Comisión del objeto para el cual fue nombrada: trabajar por la abolición de las corridas de toros.

Además quisiera también indicar una idea que parece encajar en este asunto, a saber: puesto que la protesta en contra de las corridas de toros ha nacido de los sentimientos nobles que poseen los iniciadores del movimiento, ¿no parecerá oportuno a esa Comisión hacer un llamamiento también para protestar en contra de los sufrimientos que hacen padecer sus propietarios a las caballerías por exceso de trabajo y escasez de nutrición?

Y puestos ya en defensa del bienestar de los animales, ¿por qué no nos ocuparíamos también de fundar una liga para la protección del hombre? Bárbaro es martirizar a un toro. Salvaje es ver a hombres vestidos de colorines bregar con una fiera para ganarse la vida; pero más bárbaro y salvaje todavía es ver, conocer y apoyar un régimen de explotación del hombre por el hombre, en el cual se aprecia tan poco la vida humana que desde el industrial que se perjudica menos por la muerte de un obrero que por la de una gallina, hasta los gobiernos que a miles les mandan a las guerras, todos somos indignos de llamarnos civilizados si no protestamos a la par que contra las corridas de toros en contra de todo martirio y de toda explotación.

Tiene el gusto de ofrecerse de usted afectísimo,

Francisco Ferrer Guardia
Barcelona, 17 de febrero de 1905

martes, 3 de mayo de 2011

«La enseñanza laica»

Por Francisco Ferrer Guardia

La idea enseñanza no debiera de ir seguida de ningún calificativo; responde únicamente a la necesidad y al deber que siente la generación que vive en la plenitud de sus facultades de preparar a la generación naciente, entregándole el patrimonio de la sabiduría humana.

Hallándose aún en camino de ese ideal, nos vemos frente a frente de la enseñanza religiosa y de la enseñanza política, y a éstas es necesario oponer la racional y científica.

Como tipo de la enseñanza religiosa existe la que se da en las congregaciones monásticas de todos los países, consistente en la menor cantidad posible de conocimientos útiles y recargada de doctrina cristiana e historia sagrada.

Como enseñanza política hay la establecida en Francia poco después de la caída del imperio, encaminada a exaltar el patriotismo y a presentar la administración pública actual como instrumento de buen gobierno.

Se aplica a la enseñanza en determinadas circunstancias la calificación de libre o laica de una manera abusiva y apasionada, con el fin de extraviar la opinión pública; así llaman los religiosos escuelas libres las que pueden fundar contrariando la tendencia verdaderamente libre de la moderna enseñanza, y se denominan escuelas laicas muchas que no son más que políticas o esencialmente patrióticas y antihumanitarias.

La enseñanza racional se eleva dignamente sobre tan mezquinos propósitos.

En primer lugar no ha de parecerse a la enseñanza religiosa, porque la ciencia ha demostrado que la creación es una leyenda y que los dioses son mitos, y por consiguiente se abusa de la ignorancia de los padres y de la credulidad de los niños, perpetuando la creencia en un ser sobrenatural, creador del mundo, y al que puede acudirse con ruegos y plegarias para alcanzar toda clase de favores.

Ese engaño, desgraciadamente tan generalizado aún, es causa de graves males, cuyos efectos se han de prolongar todavía en relación con la existencia de la causa.

La misión de la enseñanza consiste en demostrar a la infancia, en virtud de un método puramente científico, que cuando más se conozcan los productos de la naturaleza, sus cualidades y la manera de utilizarlos, más abundarán los productos alimenticios, industriales, científicos y artísticos útiles, convenientes y necesarios para la vida, y con mayor facilidad y profusión saldrán de nuestras escuelas hombres y mujeres dispuestos a cultivar todos los ramos del saber y de la actividad, guiados por la razón e inspirados por la ciencia y el arte, que embellecerán la vida y justificarán la sociedad.

No perdamos, pues, el tiempo pidiendo a un dios imaginario lo que únicamente puede procurarnos el trabajo humano.

No ha de parecerse tampoco nuestra enseñanza a la política, porque habiendo de formar individuos en perfecta posesión de todas sus facultades, ésta le supedita a otros hombres, y así como las religiones, ensalzando un poder divino, han creado un poder positivamente abusivo y han dificultado la emancipación humana, los sistemas políticos la retardan acostumbrando a los hombres a esperarlo todo de las voluntades ajenas, de energías de supuesto orden superior, de los que por tradición o por industria ejercen la profesión de gobernantes.

Demostrar a los niños que mientras un hombre depende de otro hombre se cometerán abusos y habrá tiranía, y esclavitud, estudiar las causas que mantienen la ignorancia popular, conocer el origen de todas las prácticas rutinarias que dan vida al actual régimen insolidario, fijar la reflexión de los alumnos sobre cuanto a la vista se nos presenta, tal ha de ser el programa de las escuelas racionalistas.

No perdamos, pues, el tiempo pidiendo a otros lo que nos corresponde y podemos obtener nosotros mismos.

Trátase, en suma, de inculcar a los cerebros infantiles la idea de que al ser mayores obtendrán más bienestar en la vida social cuanto más se instruyan, cuanto mayores sean los esfuerzos que ellos mismos hagan para procurárselo; y que más cerca estará el día de la felicidad general cuanto más pronto se hayan desprendido de todas las supersticiones religiosas y similares que hasta ahora han sido la causa de nuestro malestar moral y material.

Por esta razón suprimimos en nuestras escuelas toda repartición de premios, de regalos, de limosnas, todo porte de medallas, triángulos y cintajos por ser imitaciones religiosas y patrióticas, propias únicamente para mantener la fe en talismanes y no en el esfuerzo individual y colectivo de los seres conscientes de su valor y de su saber.

La enseñanza racional y científica ha de persuadir a los futuros hombres y mujeres que no han de esperar nada de ningún ser privilegiado (ficticio o real); y que pueden esperar todo lo racional de sí mismos y de la solidaridad libremente organizada y aceptada.

BOLETÍN DE LA ESCUELA MODERNA

lunes, 10 de enero de 2011

Calle Francisco Ferrer en Valladolid

En la ciudad de Valladolid, durante la II República, un numeroso grupo de vecinos residentes en la calle Nueva de la Estación*, cercana al ferrocarril del Norte, solicitó que se cambiase el nombre de dicha calle por el de Francisco Ferrer Guardia, en recuerdo del mismo.


Don Francisco Ferrer Guardia, pedagogo racionalista nacido en Alella (Barcelona) en 1859, fue ejecutado en el castillo de Montjuic en octubre de 1909, como uno de los jefes de las revueltas de la llamada «Semana Trágica» de Barcelona.

En Valladolid existieron varias escuelas laicas, racionalistas o modernas, como La Escuela Moderna, regentada por el maestro racionalista Federico Forcada y apoyada por un grupo de obreros que hicieron labor de propaganda en los talleres de Ferrocarriles del Norte. Como consecuencia de ello se formó un núcleo de socios protectores. La Ilustración, creada por Miguel Campuzano García. Cerrada un tiempo después a causa de la oposición clerical.

También en aquella época se publicaron en Valladolid periódicos de contenido pedagógico libertario. Se editaron Escuela Libre, La Enseñanza Moderna y La Escuela Moderna. Estas publicaciones gozaron de la colaboración, entre otros, de profesores formados en la escuela creada por Francisco Ferrer en Barcelona; fueron los casos de José Casasola, Calderón o el propio Forcada.

Por acuerdo del Ayuntamiento, de 6 de agosto de 1932, la calle Nueva de la Estación pasó a llamarse «Calle de Francisco Ferrer».

A continuación reproducimos el extracto del acta del Pleno Municipal que aprobó este cambio de nombre:
Calle de Francisco Ferrer. Designación con este nombre a la calle Nueva de la Estación.

Se da cuenta de un dictamen de la Comisión de Gobierno, en el que propone que se acceda a la petición formulada por numerosos vecinos de la calle Nueva de la Estación, en instancia que se acompaña, para que se cambie el nombre de dicha calle por el de Francisco Ferrer.

El señor Carnicer dice que siempre se ha opuesto a los cambios de nombre de las calles.

El señor García Conde hace constar que cuando se dio el nombre de D. Francisco Zarandona a una calle, el señor Carnicer no se opuso.

El señor Carnicer manifiesta que no lo recordaba porque fue hace veinte años; pero fue un caso excepcional. Para cambiar el nombre de una calle hacen falta varios requisitos, entre ellos el de que la persona cuyo nombre se dé a la calle haya fallecido hace diez años, por lo menos.

El Sr. García Conde dice que Ferrer fue asesinado por los señores La Cierva y Maura, jefes políticos del Sr. Carnicer entonces.

El Sr. Carnicer afirma que otro requisito es el de que lo solicite la mitad de los vecinos de la calle. Se han cambiado los nombres de algunas calles, y para ello han sido suprimidos los que ostentaban, de vallisoletanos que habían hecho grandes beneficios a la provincia y eran personas de relieve.

No discute las condiciones de la persona cuyo nombre se propone para sustituir el actual de la Calle Nueva de la Estación, pero le parece raro que a estas alturas la Comisión de Gobierno proponga el nombre de Francisco Ferrer para designar la Calle Nueva de la Estación, que es una calle típica que no representa más que a los elementos ferroviarios. Propone que no se acepte la propuesta de la Comisión de Gobierno.

El Sr. Moreno declara que no es la Comisión de Gobierno la que propone el cambio de nombre, sino los vecinos, los cuales han presentado una instancia con número de firmas suficiente, y la Comisión cree que se debe acceder. Por su parte, entiende que es muy loable el propósito de los vecinos y suscribe la petición. No considera preciso exponer los antecedentes de la personalidad de Ferrer, que fue asesinado de manera vil por los esbirros de la Monarquía desaparecida, que eran los jefes del partido político en que militaba el Sr. Carnicer. A parte de esto, Ferrer tenía los suficientes méritos para que sea designada con su nombre una calle de la ciudad. Recientemente en Madrid se ha dado el nombre de Francisco Ferrer a la antigua calle del Príncipe.

Insiste en que no es la Comisión la que hace la petición, sino los vecinos.

El Sr. Alcover opina que la instancia tiene dos partes: una, honrar la memoria de un ciudadano que fue vilmente asesinado; y otra, evitar a los vecinos la confusión que origina el nombre de la calle Nueva de la Estación con el de la Estación. Se muestra conforme con el dictamen.

El Sr. Carnicer insiste en sus manifestaciones anteriores, y añade que el argumento empleado por el Sr. Alcover no tiene fundamento porque los vecinos saben de sobra dónde empiezan y dónde acaban las calles de la Estación y Nueva de la Estación. Lo único que se conseguirá con el cambio de nombre es perjudicar a los vecinos.

Sometido a votación nominal el dictamen, se obtuvo el siguiente resultado:

VOTARON EN PRO:

Sres. García Conde, Polanco, Moreno, Alcover, González (D. Eusebio), Vega (D. Santiago), González Cuervo, Valseca, Caballero, Cabello, de los Cobos, Tena, Vallejo, Vega (D. Valerio), Lamarca y Presidente. Total, dieciséis.

VOTARON EN CONTRA:

Sres. Carnicer, Cuenca y Fernández de la Torre. Total, tres. El Ayuntamiento aprobó el dictamen y acordó de conformidad con el mismo.
No obstante, el 12 de agosto de 1936 la Comisión Gestora Municipal acordó la reposición del anterior nombre de esta calle: Nueva de la Estación.



Nueva de la Estación (calle)

Al seguir edificándose casas por los terrenos que constituyeron la huerta llamada «de Nuevo» fuera de las puertas de Tudela, de Fructuosos García y otros, se dio a la calle formada frontera a la cerca del ferrocarril del Norte el nombre de «calle Nueva de la Estación», por ser una especie de prolongación de la calle de la Estación. Mas al advenimiento de la segunda República española se la cambió el rotulo y por acuerdo del Ayuntamiento de 6 de Agosto de 1932 se la puso el de «calle de Francisco Ferrer», en recuerdo a Don Francisco Ferrer Guardia, pedagógo y revolucionario, el cual nació en Alella (Barcelona) en 1859 y fue ejecutado en el castillo de Montjuic (de Barcelona) el 13 de Octubre de 1909, como uno de los jefes de las revueltas de la llamada «Semana trágica».

Volvió a reponerse el nombre de «calle Nueva de la Estación», por acuerdo de la Comisión gestora municipal de 12 de Agosto de 1936.

JUAN AGAPITO Y REVILLA,
Las calles de Valladolid.


* El nombre de la calle Nueva de la Estación ya no existe, forma parte de la actual calle de la Estación. Originalmente la calle de la Estación ocupaba el trayecto que hay entre la plaza de Colón y la calle de Labradores, la prolongación que llega hasta la calle de San Isidro era la calle Nueva de la Estación.