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sábado, 7 de junio de 2014

No hay esperanza para la infancia trabajadora de Somalia y Kenia


La pobreza se ceba en los más vulnerables. Más de la mitad de niñas y niños somalíes y kenianos trabajan jornadas mayores a 12 horas, en situación casi de esclavitud. En países sumidos en la miseria y el desempleo, sólo los infantes encuentran trabajos «estables»... y son de servidumbre

6 junio 2014

Nairobi, Kenia/Mogadiscio, Somalia. Halima Mohamed Ali cuenta con 12 años de edad y se despierta todos los días a las 5 de la mañana, pero no para ir a la escuela, sino para hacer de niñera de cinco pequeños. El mayor de ellos es sólo 2 años más joven que ella.

Halima comienza por preparar el desayuno, luego despierta a los niños, los baña y los viste para que vayan a la escuela o la madraza, una institución de enseñanza musulmana.

La guerra y el hambre de Somalia obligaron a Halima, y a miles de niños como ella, a abandonar el sueño de la educación y a convertirse en trabajadores.

La mitad de los niños y niñas de 5 a 14 años de edad del Centro y el Sur de este país trabajan, indican las últimas estadísticas del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por su acrónimo en inglés), correspondientes a 2011.

En Puntlandia y Somalilandia, que en los últimos 20 años gozaron de mayor estabilidad que otras partes de este país del llamado «Cuerno de África”», más de 25 por ciento de los niños trabajan.

Las tareas agotadoras para las que son contratados —trabajo manual y doméstico— pagan poco pero exigen mucho.

Halima trabaja de sol a sol, ya que cocina, plancha, lava los pisos, baña a los niños y finalmente los lleva a la cama antes de terminar la jornada. «Es un trabajo muy estresante», dice la niña que nunca puso un pie en un aula.

Le encantaría abandonar estos deberes y dedicarse a los libros, pero su sueldo mensual de 50 dólares es imprescindible para el sostén de su familia de cinco miembros, en la que sólo ella tiene empleo remunerado.

«Si pierdo 1 sólo día de trabajo, mi familia se va a la cama con hambre», dice Halima a Inter Press Service (IPS), rodeada por su madre y sus hermanas menores en uno de sus escasos mediodías de descanso.

Es una tremenda carga para una niña, pero en comparación con las penurias que debió soportar la familia Ali, que Halima trabaje no es el fin del mundo.

La familia es originaria del distrito de Dinsor, en la sureña zona de la Bahía de Somalia, a unos 266 kilómetros de Mogadiscio. En 2011 huyeron de allí por la hambruna, que costó la vida a casi 250 mil personas dedicadas al pastoreo, mientras una feroz sequía consumía el campo y provocaba la muerte de cientos de miles de cabezas de ganado.

Cuando finalmente llegó a Mogadiscio, la familia se refugió en un campamento improvisado llamado Badbaado, que significa «salvación» en somalí, junto con 50 mil desplazados más.

Al principio, recibían raciones de alimentos, refugio y asistencia médica, indica Halima, pero cuando la Organización de las Naciones Unidas declaró el fin de la hambruna en febrero de 2012, la ayuda casi desapareció.

Pocos desplazados consiguieron trabajo, ya que carecen de educación formal y no poseen otras habilidades que la agricultura o la cría de ganado. Entonces recurrieron a la única opción disponible: enviar a trabajar a sus hijos.

Aunque Halima está agotada al final de su jornada laboral de 17 horas, le alegra poder mantener a su familia.

Su historia es similar a la de tantos en este país de 10.2 millones de habitantes, según Mohamed Abdi, director del programa Somali Peace Line, una organización defensora de los derechos de la infancia.

«Cientos de niñas son traídas a Mogadiscio desde las zonas rurales donde hay pobreza y hambre… Para trabajar en hogares de clase media. Trabajan muchas horas a cambio de comida, alojamiento y sueldos bajos, que envían a sus familias», explica Abdi a IPS por teléfono.

«Afortunadas» como Halima reciben su sueldo, dice Abdi, pero son muchas más a las que se les retiene el magro pago durante meses [ellas] se encuentran aisladas de sus familias, sufren abusos y el trato de una esclava.

Abdi cree que la persistente violencia de este país, que tiene sus raíces en la guerra civil que estalló en 1991, asegurará un flujo constante de niños y niñas trabajadores, mientras las familias pierden sus empleos y la esperanza.

«Cuando tratamos de convencer a los padres de que no envíen a sus hijos a trabajar, nos piden fuentes alternativas de ingresos, mismas que no podemos ofrecerles», admite.

Más de 70 por ciento de la población tiene ingresos bajos, y 73 por ciento de los somalíes viven con menos de 2 dólares al día, según un informe publicado en 2012 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

El desempleo es uno de los más altos del mundo, ya que 54 por ciento de los somalíes de entre 15 y 64 años de edad se encuentran sin trabajo, agrega.



Manos pequeñas, sueldos pequeños

Además de la vulnerabilidad que supone el trabajo informal, como la jornada que no respeta ni las 8 horas, niños como Hassan Abdullahi Daule, de 11 años, también reciben salarios menores que los adultos, aun cuando desempeñen las mismas funciones.

Cuando su padre murió en 2012 en un atentado explosivo en Mogadiscio, Hassan —único varón de la familia— dejó la escuela y comenzó a trabajar en un taller mecánico. Allí labora 12 horas diarias para mantener a su madre y a dos hermanas menores.

Vestido con su «uniforme» —una camiseta del equipo de futbol Arsenal, empapada en aceite y con pantalones cortos haciendo juego—, Hassan dice a IPS que su tío le consiguió el trabajo para que su familia pudiera comer. Aunque le tienta renunciar y volver a la escuela, se siente responsable.

La educación es un recuerdo lejano, así que su única esperanza es hacer carrera como mecánico. Por ahora, sin embargo, le pagan mucho menos que a sus compañeros de trabajo, e incluso a veces lo obligan a hacer tareas de los demás sin recibir ni una sola moneda adicional.

«Cuando hay muchos autos para arreglar, gano 50 chelines somalíes diarios [unos 2,5 dólares]. En los días malos, sólo recibo el almuerzo y vuelvo a casa sin nada», dice Hassan, con gotas de sudor corriéndole por la cara.

«Los adultos ganan unos 150 chelines [75 dólares] por día, y a veces se quedan con mis ingresos por la fuerza. No hay nada que pueda hacer y nadie con quien quejarme, así que sólo puedo esperar a la próxima jornada de trabajo», agrega.

El director general del Ministerio de Desarrollo Humano y Servicios Públicos, Aweys Haddad, dice que la Constitución somalí prohíbe el trabajo infantil, y agrega que el gobierno ratificó recientemente una convención de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que prohíbe las peores formas de empleo infantil.

Pero hay muchos problemas para cumplir la ley, así que los compromisos asumidos se quedan en el papel. Diversos estudios e informes hablan de niños y niñas de sólo 5 años de edad trabajando en casi todos los sectores, desde la construcción hasta la agricultura.

En el Sur del país, niñas y niños son explotados para la guerra, por ejemplo, como guardias en puestos de control o como terroristas suicidas, y también trabajan en la calle, lavando automóviles, lustrando zapatos y vendiendo qat, una planta que contiene un estimulante similar a la anfetamina.

«El gobierno cree que una mayor asistencia a la escuela puede ayudar a eliminar el trabajo infantil. Estamos en vías de aplicar programas destinados a llevar a más niños a las aulas», declara el ministro Haddad a IPS.

«Pusimos en marcha la iniciativa Vuelta a la Escuela, que tiene como objetivo brindar educación gratuita a 1 millón de niños», agrega. Sin embargo, estos planes aún no dan frutos. Unicef señaló que sólo 710.860 de un total de 1,7 millones de niños en edad escolar están matriculados en un centro educativo.

Sin la interrupción drástica del círculo vicioso que perpetúa el trabajo infantil, el futuro no ofrece esperanzas

Muhyadin Ahmed Roble/IPS

viernes, 6 de diciembre de 2013

La trampa de la liberación nacional


El FLN contra los messalistas: la lucha contra las corrientes políticas rivales en el seno del movimiento independentista argelino (1954-1962)


La pretensión del FLN (Frente de Liberación Nacional argelino) de ser la única corriente del movimiento independentista nunca fue más que propaganda. Eso nunca ocurrió durante la Guerra de Argelia, de manera similar a otros muchos grupos de corte nacionalista, anticolonialista y independentista, en especial los armados, que se constituyen como «frente unitario». Sin embargo, gracias a la creencia ciega en el FLN, Jean Paul Sartre y la izquierda autoritaria marxista francesa y de toda Europa aceptó como válida dicha pretensión, de manera que la organización que hacía la competencia al FLN y era apoyada por Camus, el MNA (Movimiento Nacional Argelino de 1954 a 1957, y posteriormente Movimiento Norte-Africano) de Messali Hadj.

Messali Hadj era un sindicalista revolucionario buen amigo de Daniel Guerin que, a diferencia del FLN, buscaba una alianza con las tendencias libertarias y no dogmáticas del movimiento obrero francés (de manera temporal también buscó alianzas con corrientes trotskistas, las cuales al menos parcialmente rompieron sus relaciones con Messali Hadj y se pasaron al FLN) para apoyarle en la lucha por la independencia de Argelia. Camus era amigo de Messali Hadj desde los años 30 y escribía en los años 50 en la misma revista sindicalista que Messali Hadj, Révolution Prolétarienne.

Masacres contra localidades messalistas y el papel de Frantz Fanon

Cuando en 1954 Messali Hadj (que siempre fue al mismo tiempo sindicalista y luchador en la resistencia) tuvo que confrontar la estrategia militar del FLN, estaba seguro de que no se había hecho uso aún de todas las posibilidades para intentar llegar a la independencia a través de la lucha no violenta. Al principio de la Guerra de Argelia los messalistas eran mucho más numerosos que los combatientes del FLN. Cuando el FLN de repentinamente se decidió el 1 de noviembre de 1954 por la lucha armada, la primera oleada represiva de los militares franceses se dirigió de manera casi exclusiva contra las organizaciones messalistas. Eso era algo que el FLN sabía. En esa guerra interna entre el FLN y los messalistas en Argelia hubo en 1956 y 1957 tres sangrientas campañas en las que el FLN atacó a los messalistas. En la noche del 13 al 14 de abril de 1956, unidades del FLN masacraron a varios cientos (algunas fuentes hablan de 490) de habitantes messalistas del pueblo Tifraten, mujeres y niños incluidos, los cuales fueron degollados. Esto ha pasado a la historia como la «noche roja»[1]. En la noche del 28 al 29 de mayo de 1957 el FLN asesinó 303 (otras fuentes hablan de 374) simpatizantes messalistas en el pueblo Beni Ilmane en Mélouza. La responsabilidad del FLN fue reconocida y confirmada mucho después en la Argelia independiente por el entonces oficial del FLN al mando, Amirouche, en la época de apertura democrática entre 1988 y 1992. La masacre es conocida hoy día como la «Masacre de Melouza».[2]

Alice Cherki, biógrafa de Frantz Fanon, escribe al respecto: «A comienzos de 1957, poco antes de que se descubriesen los muertos de Mélouza, Franz Fanon fue nombrado portavoz de prensa del FLN (...) En Túnez, durante una conferencia de prensa, Fanon echo la culpa de la masacre de Mélouza al ejército francés, en lo cual empleó toda su elocuencia. Pero se equivocaba. En realidad la orden de matar fue dada por Amirouche, el jefe militar del FLN de la Wilaya III.» Fanon, según Cherki, no tenía ningún motivo para no fiarse de las informaciones de la guerrilla del FLN. Pero Fanon siguió con esa versión aún cuando se enteró de quienes habían sido los verdaderos autores. Según Cherki, «Fanon, que de esa forma había sido engañado y burlado, no dijo nada al respecto (...). Pero "el pueblo siempre tiene la razón" y en la lucha no debe uno renegar de sus representantes, piense uno lo que piense de ellos, pensó Fanon».[3]


Finalmente en septiembre de 1957 tuvo lugar una nueva oleada de atentados contra lideres sindicales messalistas en las ciudades argelinas, cuando el FLN quiso imponer su propio sindicato, la Unión General de Trabajadores Argelinos (UGTA), contra la Unión Sindical de Trabajadores Argelinos (USTA), que estaba establecida en las ciudades y era de orientación messalista. Camus protestó contra la última oleada de atentados contra sindicalistas messalistas con el siguiente llamamiento, que tan solo fué publicado por la publicaciones libertarias La Révolution Prolétarienne (noviembre de 1957) y Le Monde Libertaire (diciembre 1957). En las publicaciones del marxismo ortodoxo o en la revista de Sartre nadie quiso saber nada al respecto:

«Me dirijo a los sindicalistas y tengo que plantearles la misma pregunta que me planteo a mí mismo. ¿Vamos a permitir que los mejores activistas sindicales de Argelia sean asesinados por una organización que aparentemente pretende imponer al movimiento argelino una dirección totalitaria mediante atentados? Los mandos sindicales argelinos, de los cuales la Argelia del futuro —sea ésta como sea— no pueden prescindir, son lo suficientemente escasos (y nosotros somos responsables de esta situación). Pero entre ellos se encuentran en primera fila activistas sindicales. Se les mata uno tras otro y, cada vez que cae uno de estos activistas, se oscurece el futuro de Argelia un poco más. Esto ha de decirse, lo más alto posible, para evitar que el anticolonialismo con la conciencia limpia quede paralizado y lo permita todo, y muy particularmente los asesinatos.»[4]

Las diferencias de contenido entre el FLN y los messalistas

Camus observó atentamente el desarrollo de la Guerra de Argelia, tanto el FLN como a los messalistas. En una entrevista con Jean-Michael Bloch para la publicación (no libertaria) Demain del 21 de febrero de 1957 dijo Camus en referencia a la diferente reacción de ambos movimientos respecto al alzamiento húngaro, que tenía lugar al mismo tiempo que el argelino: «En lo que respecta a Argelia, al menos por lo que yo sé, sólo Messali Hadj se ha posicionado en contra de la intervención rusa en Hungría, sin renunciar en lo más mínimo a sus propias demandas. No he sabido de protesta alguna del FLN.»[5]

El FLN obtenía a través de Nasser armas de la Unión Soviética, mientras que el movimiento en torno a Messali Hadj permaneció mucho más libre de la influencia soviética, luchando también con armas robadas a los colonialistas, sin recibir envíos de armas. El MNA actuaba de manera activo contra el antisemitismo en sus propias filas, mientras que en el seno del FLN el antisemitismo se extendía sin obstáculo alguno, entre otros motivos debido a que se fomentó la admisión de ex nazis en las propias filas.[6]

En el messalismo estaban mucho más difundidos los conceptos federalistas que en el puramente nacionalista FLN, aún cuando el messalismo no estaba tampoco libre de tendencias y comportamientos autoritarios. Por ejemplo, los messalistas incluso llevaron a cabo en 1949, al inicio de la Guerra de Argelia, una «limpieza interna» contra la entonces denominada «corriente nacionalista bereber» en sus propias filas (ejecutada por cierto por Krim Belkacem, el cual tras fundarse el FLN no tardó en cambiar de bando, pasando a ser uno de sus jefes clandestinos). No obstante los bereberes de las cabilas por regla general podían aparecer como tales públicamente y usar su idioma en el messalismo, algo impensable en el FLN, que propagaba el empleo del árabe como idioma nacional y el Islam como religión unificada.[7] Con el apoyo del alzamiento húngaro para el messalismo se considera que en cierto modo los húngaros habían sido víctimas de un colonialismo, el colonialismo de la Unión Soviética.


Esos enfrentamientos internos entre argelinos permanecieron notoriamente desconocidos e incomprendidos, si no tenemos en cuenta los artículos de (y sobre) Messali Hadj en la revista sindicalista revolucionaria La Révolution Prolétarienne. Ahí puede encontrarse por ejemplo en el número 439 de mayo de 1959 en la página 24, arriba, el artículo «Messali Hadj nous parle de l’Afrique» (Messali Hadj nos habla de África) sobre un encuentro de libertarios y sindicalistas revolucionarios con Messali Hadj justo después de su liberación. En esos círculos Hadj se sentía, según puede leerse, «como en casa» y ahí hizo pública su nueva estrategia, de negociar con urgencia a partir de entonces con todas las corrientes anticoloniales francesas sin condiciones previas —algo que Camus había propuesto hacía mucho tiempo en su llamamiento a convocar una «mesa redonda» con todas las fuerzas anticoloniales— cuando De Gaulle empezó a negociar exclusivamente con el FLN. Y en la página 24, abajo, de ese número de La Révolution Prolétarienne puede encontrase un artículo del activista Albert Sadik, al cual Camus agradece su compromiso al lado del anarquista Louis Lecoin a favor de la objeción de conciencia en el seno del ejército francés.[8]

El estalinismo de Jeanson, colaborador de Sartre

Como se ha nombrado anteriormente, en febrero de 1956 se encuentra en La Révolution Prolétarienne (número 403) una carta abierta de Dechezelles, un activista de dicha revista y al mismo tiempo abogado de Messali Hadj en sus procesos ante tribunales franceses. Hadj fué encarcelado varias veces, deportado o sometido a arresto domiciliario. Dechezelles denunciaba el libro L’Algérie hors la loi (La Argelia fuera de la ley), recién publicado por Francis y Colette Jeanson, como un instrumento de poder, que sólo incluía documentos del FLN y ninguno de los messalistas, creando así la impresión de que el FLN era el único movimiento por la liberación de Argelia. En el libro, prosigue Dechezelles en su crítica, se presenta a Messali Hadj como un colaborador y lacayo del gobernador francés y de la CIA. Además Hadj es acusado de una forma muy explícita típicamente estalinista de trabajar junto con los trotskistas, un reproche que por aquel entonces era en el bloque comunista un crimen castigado con la pena de muerte. Los Jeanson incluso escriben textualmente en dicho libro, El mesalismo está camino de la liquidación, anticipando las masacres del FLN que tendrían lugar posteriormente.[9] Aquí ha de recordar que Francis Jeanson era quien, por encargo de Sartre escribió en 1952 en Les Temps Modernes la critica a L'homme revolté de Camus, y más tarde organiza la Red Francis Jeanson, que apoyaba exclusivamente al FLN con ayudas financieras y con envíos de armas para la lucha armada (los llamados «llevamaletas»).

Las protestas de Camus, amigo de los messalistas

Fueron precisamente las mortíferas campañas de los años 1956 y 1957 las que hicieron que Camus mantuviese un fundado distanciamiento hacia el FLN. Quien lea y tenga en cuenta las revistas libertarias y sindicalistas revolucionarias de esa época, puede entenderlo de manera plausible. Camus protestó también en sus libros de manera abierta contra esas masacres y escribió en marzo/abril de 1958 al respecto en su Prologo a la Crónica Argelina:

«El asesinato ciego de una multitud inocente, en el que los asesinos saben por anticipado que van a encontrar mujeres y niños, deshonra por completo cualquier causa. (...) Por eso, es para mí al mismo tiempo indecente y dañino protestar contra las torturas junto con aquellos que han digerido sin problemas (la masacre de) Melouza o la mutilación de niños europeos. Así como me parece dañino e indecente, protestar contra el terror de la mano de gente que puede aceptar tan fácilmente la tortura.»[10]

En relación con dicho pasaje por cierto señala Camus el ejemplo de Gandhi, que ha demostrado «que uno puede luchar por su pueblo e incluso vencer, sin dejar de merecer respeto ni un solo día».[11]

A finales de 1957 el movimiento messalista había sido destruido. La guerra civil argelina en el seno de la guerra anticolonial de liberación costó más de 10.000 muertos y 23.000 heridos [12]. El FLN argelino sigue hasta nuestros días en el poder y carece de apoyos entre la población de la misma forma que los demás regimenes árabes, que han sido barridos en los levantamientos árabes.

(Artículo publicado en la revista alemana Direkte Aktion,
órgano de expresión de la FAU-AIT)



NOTAS:

[1] Datos sobre la «noche roja» de Tifraten con diferentes cifras sobre las víctimas messalistas, pero que en ambos casos no nombran pérdidas del FLN pueden encontrarse en: Gilbert Meynier: «Le PPA-MTLD et le FLN-ALN, étude comparé», en Mohammed Harbi y Benjamin Stora, La Guerre d’Algérie, Paris 2004, pp. 416-450, especialmente pp. 436ss.; y en «FLN contre MNA, une mémoire sanglante», en Le Monde, 28 de abril de 2004, suplemento especial sobre la Guerra de Argelia. Un resumen puede encontrarse en Graswurzelrevolution, nº 297, marzo de 2005, p.14s.

[2] Datos sobre la «Masacre de Melouza» con diferentes cifras sobre las víctimas messalistas, pero que en ambos casos no nombran pérdidas del FLN pueden encontrarse en: Moula Bouaziz, Alain Mahé, «La Grande Kabylie durant la guerre algérienne», en Harbi/Stora (ver Nota 1), p. 253, y en Jean Daniel, «Témoignage de Jean Daniel», en Harbi/Stora (ver Nota 1), p. 497. Un resumen puede encontrarse en Graswurzelrevolution, nº 297, marzo de 2005, p.14s.

[3] Alice Cherki, Frantz Fanon. Ein Portrait, Ed. Nautilus, Hamburgo, 2001, p. 151s.

[4] Albert Camus, «Post-scriptum», en Albert Camus et les libertaires (1948-1960) de Lou Marin, Égrégores Éditions, Marseille 2008, p. 296s.

[5] Albert Camus, «Der Sozialismus der Galgen» (El socialismo de los patíbulos), en Fragen der Zeit, Reinbek, 1960, pp. 183-188, especialmente 184.

[6] Al respecto según informa el ganador del premio de la paz del libro alemán en 2011, Boualem Sansal, en su excepcional novela Das Dorf des Deutschen oder das Tagebuch der Brüder Schiller, Merlin Verlag, Gifkendorf 2009.

[7] «Die Besiegten und Vergessenen des Algerienkrieges» (Los vencidos y los olvidados de la guerra de Argelia), Partes 1 y 2, en Graswurzelrevolution, números 296 y 297, febrero y marzo de 2005, respectivamente.

[8] «Messali Hadj nous parle de l’Afrique» de Messali Hadj y «Un acquittement qui fait date» de Albert Sadik en La Révolution Prolétarienne, nº 439, mayo de 1959, p. 24, reproducido en Albert Camus et les libertaires 1948-1960 de Lou Marin (ver Nota 4), pp. 319-323.

[9] Yves Dechezelles, «À propos d’un livre sur l’Algérie. Lettre ouverte à Francis et Colette Jeanson» en La Révolution Prolétarienne, nº 403, febrero de 1956, p. 21s., reproducido en Albert Camus et les libertaires 1948-1960 de Lou Marin (ver Nota 4), p. 311-318.Traducido al alemán en Graswurzelrevolution, nº 296, febrero de 2005.

[10] Albert Camus, «Vorwort zur Algerischen Chronik», en Fragen der Zeit (Nota 5), p. 146.

[11] Idem.

[12] Guy Pervillé, «La guerre d’Algérie: combien de morts?», en Harbi/Stora (ver Nota 1), pp. 477-493, especialmente p.484.

lunes, 11 de noviembre de 2013

«Tenemos que quitarle la calle a los Hermanos Musulmanes»


(Nº 303-304, Octubre-Noviembre 2013)

Tras el golpe de Estado del ejército contra los Hermanos Musulmanes, Egipto no ha dejado de ser un hervidero de protestas, sobre todo por parte de las facciones con más poder, que se disputan la hegemonía. Sin embargo, en los márgenes de la batalla entre los generales y los islamistas, siguen haciendo trabajo de base muchos grupos laicos y de izquierdas que tratan de ganar su hueco.

Mohammed Azz, estudiante de ciencias en Alejandría, milita en el movimiento anarquista. Cree que uno de los mayores errores de la izquierda es haber cedido el espacio de la calle, el trabajo en los barrios, a los islamistas. Azz defiende que el espíritu revolucionario perdido se puede recuperar desde la base social.

 ¿En qué situación se encuentran las calles en Egipto después de las últimas turbulencias políticas?

En estos momentos hay tanto manifestaciones en apoyo a los Hermanos Musulmanes y otras al ejército. Aunque es cierto que las manifestaciones que apoyan a Morsi se producen con más frecuencia, casi diariamente. Los Hermanos Musulmanes tienen ganada la batalla de la calle. En cuanto al resto de fuerzas políticas del país, no ven la utilidad de marchar en las calles en este momento y prefieren reunirse con el ejército.

 En este contexto, ¿qué papel juega la izquierda y, en concreto, el movimiento anarquista?

Aquí hay que hacer distinciones: una izquierda que apoya al régimen y sólo busca cuotas de poder y, por otro lado, otra que está a pie de calle y que trata de construir una base popular. En cuanto al movimiento en el que milito, los anarquistas seguimos el mismo camino, es decir, intentamos construir relaciones sociales entre los diferentes barrios para que actúen conjuntamente. También desarrollamos nuestra actividad con los trabajadores y les animamos a que formen sus propios sindicatos. Lo peor que ha hecho la izquierda es dejarle los barrios a los Hermanos Musulmanes.

 ¿Tenéis algún contacto con otras organizaciones a nivel internacional?

Sí, intercambiamos puntos de vista con movimientos de otros países, hablamos con ellos de lo que ocurre en Egipto porque en los medios de comunicación no hablan desde una visión anarquista. Nuestro discurso no está representado en ellos. Cuando fui detenido junto a tres compañeros recibimos el apoyo de colectivos anarquistas de Colombia, Francia y otros países. Además, intentamos crear redes de solidaridad y coordinación entre los anarquistas del Mediterráneo en general.

 Dado que llevar a la práctica políticas anarquistas en estos momentos parece totalmente inviable, ¿cuál es vuestra estrategia?

Actualmente nosotros no podemos esperar que se aplique un modelo anarquista, pero sí se han dado casos de autogestión en varias zonas. Eso sí, nadie los identifica como anarquismo, ya que no saben lo que es este concepto. En muchas zonas rurales y barrios populares, la gente ha construido carreteras y ha puesto en marcha medios de transporte, convencidos de que su trabajo es para la totalidad de la población

 ¿Y véis viable lograr un Estado laico a corto plazo?

Es difícil que haya un sistema laico en Egipto aunque entre las clases media y burguesa sí hay una cultura laica, inspirada por el modelo europeo. Estas capas de la población siempre han querido aplicar lo que ven en Europa. Sin embargo, los Hermanos Musulmanes han ganado terreno y han usado la religión para hacer política, por lo que cada vez en mayor medida han pasado a ser el eje en la vida de mucha gente. La misma Constitución no permite un Estado laico, y hay mucha gente que aprovecha esto para mantener a raya a la población laica.

 ¿Cómo os habéis posicionado frente al golpe de Estado?

Nunca hemos apoyado a ninguna de las fuerzas políticas que se están enfrentando actualmente. Para nosotros, no hay diferencia entre los Hermanos Musulmanes y el ejército. Estamos en contra del golpe de Estado pero al mismo tiempo no consideramos legítimas las políticas de los Hermanos Musulmanes. No vamos a estar contentos si Mohamed Morsi vuelve, igual que no vamos a estarlo si el general Abdul Fatah al-Sisi se convierte en presidente. Nosotros trabajamos con los de abajo.

 Pero el ejército ha llevado a cabo una dura represión.

Ha sido el ejército el que facilitó que los Hermanos Musulmanes llegaran al poder. El ejército les permitió usar eslóganes religiosos durante su campaña electoral, apoyó su programa para conseguir victorias políticas y después los echó.

No apoyamos la violencia entre ninguno de los dos bandos, la cual hace que la juventud se olvide sus reivindicaciones políticas y sociales. La represión en El Cairo no se puede justificar. Sin embargo, la violencia forma parte del conflicto político. Cuando se produce un cambio en la forma política, suele haber enfrentamientos y heridos. Nosotros queremos parar la violencia, pero no tenemos fuerza para hacerlo.

 Mubarak dijo recientemente en una grabación de audio que el próximo presidente egipcio tiene que ser del ejército.

Aunque el presidente pertenezca al ejército o a un partido civil, el ejército siempre acaba controlando el poder. En los tiempos de Mubarak había cierto equilibrio entre el ejército y el Estado. Cada uno mantenía sus intereses. No importa que el próximo presidente sea de los militares, ya que todo el país está «militarizado». A Al-Sisi no le conviene presentarse a las elecciones porque perdería la legitimidad e inviolabilidad que le ofrece el ejército. Es mejor seguir siendo del ejército y controlar al gobierno que esté en el poder, igual que han hecho con Morsi.

 Y en medio de estos cambios, ¿cuál es la situación de la mujer en los movimientos de protesta?

Las mujeres están presentes en la política y en las movilizaciones sociales pero sigue habiendo una desigualdad en cuanto a participación. Es una tendencia que encontramos sobre todo en algunas agrupaciones islamistas conservadoras. Nuestra sociedad sigue siendo machista, y se asienta sobre la idea de que la mujer tiene dos lugares: la casa o el trabajo. Es decir, la mujer no está hecha para la política. El 40 por 100 de las familias egipcias son mantenidas con el salario de la mujer. Por tanto, es cierto que la mujer ha ganado derechos laborales. Lo malo es que incluso en algunos espacios laicos se sigue tratando a la mujer como una propiedad.

Tras la revolución, surgieron varios grupos feministas contra el acoso, que se producía públicamente, incluso en las movilizaciones. Llegaron a convocar una manifestación de mujeres en El Cairo con cuchillos en sus manos, con los que amenazaban a los acosadores de manera simbólica. Ahora hay grupos que se enfrentan al acoso con participación masculina incluida.

 Y llegados a este punto, ¿dónde veis la solución?

Los problemas políticos que tenemos ahora surgen de otros de tipo económico y social. En la sociedad egipcia hay violencia, pero es normal en un país pobre. La solución es destruir todo el régimen, las elecciones que se celebrarán en breve no cambiarán nada.

Egipto es un pastel y cada cual está pidiendo su parte. Los países del Golfo tienen intereses en el país. Qatar apoya a los Hermanos Musulmanes, Arabia Saudí a los salafistas y a Mubarak. Y Estados Unidos a los militares, ya que el ejército es el único organismo que asegura la estabilidad del régimen y la continuidad de las inversiones americanas. Los saudíes rechazan a los Hermanos Musulmanes para evitar cualquier cambio en su propio país. Si en Egipto gobiernan los Hermanos Musulmanes, influirá.

 Mirando atrás, ¿ha traído la revolución cosas buenas?

No. Si pudiéramos volver atrás en el tiempo propondría tener un programa con objetivos claros y concretos, que hoy por hoy —seamos sinceros— seguimos sin tener. Hubo una parte que aprovechó las movilizaciones en la calle para sus propios intereses. A diferencia nuestra, los Hermanos Musulmanes han ganado la fuerza popular porque tenían un programa, y apelaban a unos cambios concretos. Además, gente bien posicionada económicamente ha apoyado a estos grupos para seguir manteniendo sus intereses. Al final, estas organizaciones grandes se apropiaron de la revolución. Nosotros no teníamos la madurez necesaria para proponer un programa.

Omnia Nur

jueves, 6 de junio de 2013

El auge del movimiento anarquista en Túnez

 

Philippe Pelletier

(Junio-2013)

¿Quién habría pensado, hace diez años, que se fuera a crear un movimiento anarquista en Túnez?

Sin duda existieron hace tiempo grupos anarquistas en el Magreb, que reagrupaban a árabes y europeos. Pero los éxodos de la población y los regímenes autoritarios surgidos de la descolonización lo barrieron todo. Existía también la tradición del tatuaje en tres puntos, que significaban tres desobediencias: desobedecer a Dios, desobedecer a la familia, desobedecer al poder. Después, el pueblo se sublevó contra la dictadura de Ben Alí. No obstante, entre la revuelta y el paso al anarquismo, es decir, a un anarquismo reivindicado, asumido y organizado con el fin de cambiar realmente las cosas, el abismo es relativamente grande.

Se ha pasado de estar harto en Túnez, donde varios factores han llevado a unos y otros, que contribuyeron con sus propias manos a derribar el régimen, a reivindicar de manera explícita el anarquismo. La insatisfacción es el efecto más fuerte frente al autoritarismo reinante en el seno no solo de los regímenes políticos sucesivos, sino también entre los partidos de izquierda y de extrema izquierda. Los principios y la historia anarquistas han sido descubiertos gracias a las informaciones disponibles en la red (que ha desempeñado un papel importante), o a través de Europa (a través de los emigrados o los estudiantes tunecinos de Francia).

Los logros de la descolonización —instrucción pública y situación de la mujer— crearon brechas para la emancipación. La crítica del anarquismo en los escritos clásicos del marxismo atrajo la atención sobre el anarquismo, a la inversa del efecto esperado por sus detractores. Las reivindicaciones a menudo llevadas a cabo por los partidos de izquierda sobre la libertad o la «fuerza participativa» parecen estar encarnadas del mejor modo en el anarquismo.

De golpe, después de cerca de dos años, se constituye cierto número de grupos anarquistas, o cercanos al anarquismo, en Túnez, Sfax, Béja, Susa, y otros en Bizerta, Sidi Buzid, Zaruán o Tozeur.

El sindicalismo está tan desacreditado por el sindicato oficial, que es la UGTT (Unión General de Trabajadores Tunecinos, que rechazó convocar a la huelga general en el momento crítico, y con una corrupción que alcanza a su base) que la mayor parte de los militantes anarquistas estiman que hay que posicionarse de modo diferente. Además, en el Estado, el sindicalismo apenas puede satisfacer a los numerosos parados, a los precarios y a las feministas. En cuanto a la religión, las posiciones que se obsesionan con ella corren el riesgo de olvidar la cuestión económica y social.

Las A en círculo florecen por todos los muros, sin que su sentido sea plenamente comprendido, pero los anarquistas tunecinos se esfuerzan por aclarar las cosas. En Túnez, el Movimiento Desobediencia, que cuenta con unos sesenta miembros, incluyendo a las feministas anarquistas, edita en árabe el periódico llamado Revolucionario Común, del que acaba de aparecer el tercer número. Se discuten proyectos de locales alternativos, de cooperativas agrícolas o de AMAP (Asociaciones por el Mantenimiento de la Agricultura Campesina).

La solidaridad internacional hacia esos compañeros que no tienen muchos medios debe actuar a pleno rendimiento respetando la autonomía de cada uno, conforme a los principios y la ética anarquistas, sin olvidar que federarse nacional o internacionalmente puede ser una fuerza.

sábado, 19 de enero de 2013

Malí; intríngulis de la intervención francesa


COMITÉS DE SOLIDARIDAD CON EL ÁFRICA NEGRA

La reciente intervención militar de Francia en África, apoyada por Estados Unidos y Occidente, revela que, más allá de alegadas preocupaciones por la democracia y combatir el terrorismo, obedece al viejo afán por reconquistar las enormes riquezas de ese continente.

En este caso tocó a Malí que 750 soldados franceses, con medios y equipos de guerra y el soporte logístico de sus aliados, desembarcaran en ese territorio, sumido en un crisis interna desde principios del 2012 y que tuvo su paroxismo el 22 de marzo con un golpe de Estado militar.

Tal desenlace condujo a lo que hoy se da como argumento fundamental para la intervención extrajera: la llamada amenaza terrorista, luego de la ocupación por grupos radicales islámicos del norte del país con la pretensión de imponer por la fuerza la Sharía (ley islámica).

El avance hacia el sur maliense de las organizaciones Ansar Dine, Al-Qaeda en el Maghreb Islámico y el Movimiento de Unidad para la Yihad en África Occidental, fue usado por las tropas francesas como argumento para el despliegue allí y lanzar bombardeos aéreos de gran intensidad desde hace seis días en el norte.

Sin embargo, la actual beligerancia —a diferencia de otros conflictos en África— está marcada por el mutismo deliberado de los medios occidentales, los cuales apenas reportaron la muerte de un militar francés, alcanzado por un disparo el primer día de la agresión, y de poco más de una decena de malienses.

Diversas fuentes coinciden en que la intervención de Francia en Malí no es más que el pretexto de las antiguas metrópolis para reiniciar la reconquista de África y, de paso, descompresionar a una Europa agobiada por una severa crisis económica.

Además, otra de las justificaciones esgrimidas por París para su reciente incursión militar se sustenta en la manoseada doctrina de Estados Unidos de lucha contra el terrorismo en el mundo, con su secuela de ocupación, muerte y saqueo de recursos naturales por las grandes transnacionales.

Estudiosos citados por Global Research estiman que Malí es víctima de un intento de los poderes occidentales de «intensificar su dominio de los recursos y economías» en África, lleno de codiciadas riquezas naturales: oro, petróleo, diamantes y el estratégico coltán.

Una mirada a los enormes recursos minerales y energéticos existentes en ese país norafricano bastaría para desenmascarar los verdaderos móviles de Francia y sus aliados en la intervención armada.

El Estado africano es el tercer mayor productor de oro del continente con ocho minas en explotación y famoso por ese recurso mineral desde la época del gran imperio, apuntan los investigadores de Global Research.

Además, dispone de uranio, indispensable para mantener en funcionamiento las centrales nucleares, y recientemente fueron descubiertos nuevos yacimientos de ese recurso en varias provincias, en particular las norteñas Gao y Kidal, ocupadas por los islamistas desde mayo.

Mali también puede convertirse en suministrador de petróleo y gas hacia Europa, y cuenta con probadas fuentes de diamantes, mineral de hierro, bauxita y manganeso (estos últimos aún sin explotar), cobre, yeso, mármol y otros minerales, según la referida fuente.

La intervención militar francesa en Malí pone en peligro, además, las enormes riquezas patrimoniales en la provincia de Tumbuctú, también en el norte, inscrita desde 1988 en la lista del Patrimonio Histórico de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

Asentada en el desierto y rodeada de leyendas, esta urbe fue fundada entre los siglos XI y XII por tribus nómadas beréberes o tuareg procedentes del norte y alberga importantes valores culturales, y llegó a ser un importante centro de comercio y próspera ciudad en el siglo XVI, calificado como su etapa de oro.

La destrucción por extremistas islámicos de algunos monumentos y santuarios que consideraron ofensivos para su religión generó una ola de condena internacional y fue aprovechada por Francia para dejar entrever sus pretensiones, materializadas ahora con la agresión en curso.

Juan Carlos Díaz Guerrero (PL)