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miércoles, 26 de abril de 2017

Los crímenes del militarismo cubano


TIERRA Y LIBERTAD
Nº 345 - abril 2017

Fidel Castro murió el 25 de noviembre de 2016 a los noventa años. Las necrológicas a su favor se desarrollaron en el seno de una izquierda y de unos círculos marxistas que no eran demasiado partidarios de enfrentarse a los crímenes del militarismo cubano.

No se trata aquí de negar la abnegación de Fidel Castro en su lucha a muerte contra la sociedad capitalista de mercado y el imperialismo estadounidense. La crítica antimilitarista que sigue a continuación se apoya en el rechazo inexorable de las tentativas de invasión de Estados Unidos a Cuba, así como en el embargo contra este país. Pero una alternativa atractiva al capitalismo de mercado deberá evitar la empresa estatista y militarista de la sociedad. Eso nos muestra de nuevo la agonía contemporánea del sistema construido por Hugo Chávez en Venezuela, gran avatar del castrismo en el continente sudamericano.

Los boat people, versión cubana

Los que se indignan hoy día ante los fugitivos de África y del Oriente Medio que se ahogan en el Mediterráneo, deberían también acordarse de los boat people cubanos. El régimen de Castro seguía la política de dejar huir a los opositores y adversarios del régimen en barcos y barcas hacia Florida o México. Esos boat people simbolizaban el fracaso del sistema, incluso aunque siguiera en el poder. Pero, ¿se puede hablar de emancipación y entusiasmo revolucionario en un sistema en el que gran parte de la población está muerta de miedo? Al día siguiente de la caída de la dictadura de Batista, el 1 de enero de 1959, cerca de ciento veinticinco mil emigrantes hombres y mujeres, vivían en Estados Unidos; de ellos ochenta y cinco mil regresaron a Cuba llenos de esperanza, y sólo se marcharon setenta mil, en su mayor parte de clases altas o esbirros del antiguo régimen. No obstante, y hasta 1962, huirán ciento noventa y seis mil personas tras la primera oleada de represión, entre ellos los anarquistas cubanos.

La primera huida en masa de ciudadanos empobrecidos, desesperados y sin responsabilidades políticas tiene lugar en 1965. En pequeños barcos o incluso en neumáticos, los refugiados trataron de atravesar el mar y encontraron la muerte en muchas ocasiones. Castro anunció entonces que quienes no quisieran participar voluntariamente en la revolución podrían embarcarse en el puerto de Camarioca. La avalancha a que dio esto resultado terminó con la firma de un tratado con el presidente Johnson de Estados Unidos, que permitía a su país acoger a los refugiados, también a los llegados en avión. Poco después, y hacia 1971, doscientas sesenta mil personas alzaron el vuelo, entre ellas muchos trabajadores especializados, que se echarían en falta en la reconstrucción posterior de Cuba. Castro tiene la costumbre de emplear criminales presos en esas operaciones.

Los hombres válidos para el Ejército no están autorizados a expatriarse. Los que abandonan el país pierden la nacionalidad cubana y todas sus posesiones. Quien se inscribe en las listas de espera pierde su trabajo, está obligado a abandonar su casa y se le moviliza a la fuerza para trabajos de agricultura. Según la correspondencia de la embajada de La Habana en Berlín oriental, en 1966 un cubano de cada cinco quería abandonar el país.

Exiliados cubanos en un barco durante 1980.

En 1980, el año de los boat people en Vietnam, tiene lugar una nueva huida en masa en Cuba: en La Habana, diez mil personas ocuparon la embajada de Perú. Finalmente, se abrió el puerto de Mariel para acoger a los barcos procedentes de Florida. Castro vio en ello la oportunidad de librarse de los opositores, a los que llamaba «gusanos», especialmente los adversarios del régimen que habían sido confinados en los centros psiquiátricos de la Isla. En este caso, podemos hablar casi de éxodo: de abril a septiembre de 1980, ciento veinticinco mil personas abandonaron la Isla, entre ellos muchos negros. A ello siguió un nuevo tratado con el enemigo jurado, esta vez bajo la égida del presidente Carter. Por otra parte, Estados Unidos tiene interés en no acoger a demasiados refugiados, aunque este fenómeno estuviera en perfecta consonancia con su propaganda ideológica durante la Guerra Fría. Las siguientes oleadas tuvieron lugar en 1990, con numerosas ocupaciones de embajadas; después, en 1994, durante la mayor crisis económica que atravesó al país tras la pérdida del apoyo de la Unión Soviética: entre julio y septiembre de 1994 tuvo lugar una nueva oleada migratoria, esta vez treinta y cinco mil personas trataron de atravesar el mar con barcos y balsas.

Se producen frecuentes incidentes: el barco «13 de Marzo» parte el 13 de julio de 1994, con setenta refugiados. Un guardacostas cubano lo detiene y lo hunde. Mueren cuarenta y una personas, el resto son conducidas a la cárcel. Las estimaciones varían, pero desde 1959 hasta el cambio de siglo se calcula en más de un millón el número de personas que abandonaron Cuba, lo que en el año 2000 suponía un diez o quince por ciento de la población total.

El aparato represivo y la redada en los montes Escambray

Desde el día siguiente a la revolución de 1959, Castro levantó un ejército regular que le obedecería únicamente a él, y no a la guerrilla, denominada «Movimiento del 26 de Julio» Funda los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), encargados de la vigilancia de los barrios. Los opositores al régimen son vigilados en cada casa; los CDR se ocupan también de renovar los sellos durante las épocas de racionamiento de los alimentos, un auténtico instrumento de control social. Además, Castro moviliza a las milicias, subordinadas a sus órdenes personales. Se añaden a ello los servicios secretos, como la Dirección General de Operaciones Especiales (DGOE) o los G2, que lograron infiltrarse entre los militantes de derecha en el exilio de Miami, lo que permitió a Castro estar al corriente de los planes de preparación de la invasión de la CIA y de los cubanos en el exilio de la bahía de Cochinos en abril de 1961.

Con esas estructuras militares, Castro perseguía a sus enemigos interiores. Desde el otoño de 1960, su blanco es su antiguo aliado en la lucha contra Batista, el Directorio Revolucionario (DR), a partir de ahora en guerrilla contra él en los montes Escambray. Los invasores de la bahía de Cochinos querían establecer lazos con esta guerrilla contrarrevolucionaria. Por tanto, Castro tenía motivos para combatir al DR, que se había hecho reaccionario. Pero la manera en que Castro y sus tropas combatieron al DR merece que nos detengamos en ello: Castro llamaba a los combatientes del DR «los bandidos»; sus tropas ejecutaron, en unos meses desde el otoño de 1960, a setecientos guerrilleros, y la mayor parte de las veces sin ninguna legalidad, como «ejecuciones extrajudiciales», igual que se diría hoy en el entorno de un tal François Hollande.

Algunos días antes de la invasión de la bahía de Cochinos, las tropas de Castro procedieron a una redada contra la guerrilla de Escambray. El objetivo oficial era separar a la guerrilla de su base local, lo que nos dice que existía una base local… De un solo golpe, siguiendo estimaciones recientes, doscientas mil personas fueron detenidas (en esa misma época, Carlos Franqui habla de cien mil detenciones en el periódico de Castro, Revolución). Muchos de ellos fueron internados en estadios, escuelas, cines y campos construidos a toda velocidad. Poco después ingresaron en cárceles recién construidas, o bien fueron expulsados por mar. El biógrafo Serge Raffy, de Le Nouvel Observateur, habla de ello como de la mayor redada de Estado en toda la historia de América Latina. Los intelectuales de izquierdas que acudieron por aquella época a rendir homenaje a la «Cuba revolucionaria» no se interesaron en absoluto por esos presos ni por las condiciones de su detención.

Los procesos espectáculo de Castro: el ejemplo de Cienfuegos y Huber Matos

La represión contra las corrientes de oposición en el seno del régimen seguía la misma mecánica que la de los bolcheviques, sobre todo con procesos espectáculo retransmitidos en la televisión cubana. Entre ellos, los más importantes fueron el proceso contra Huber Matos Benítez en 1959, y el del comandante en jefe de las tropas cubanas en Angola, y antiguo jefe militar de Castro, el general Arnaldo Ochoa, en junio de 1989.

Cuando Castro moviliza a sus nuevas milicias, pide al mismo tiempo a su amigo, el guerrillero Camilo Cienfuegos, antiguo anarquista, procedente de una familia de refugiados de la Guerra Civil española, que era muy popular, que disuelva el ejército rebelde del «Movimiento del 26 de Julio» todavía bajo el mando de Cienfuegos, porque lo sentía como rival.

Huber Matos junto a Camilo Cienfuegos.

Poco tiempo después, Cienfuegos y su piloto Luciano Farinas mueren en un pequeño bimotor, un Cessna, durante un vuelo que había partido de la base militar de Camagüey hacia La Habana, tras haber ido a visitar a Huber Matos, ya por entonces encarcelado por Castro.

Castro en persona dirige la investigación durante semanas sin resultado. Hoy se dice, con el testimonio de un pescador que vio un combate aéreo en la bahía de Masio, que el Cessna fue abatido por un interceptor «Sea Fury 530» del ejército cubano, pilotado por el capitán Torres (cercano a Raúl Castro) y Osvaldo Sánchez, número dos de los G2. La constatación es la siguiente: Cienfuegos fue eliminado por el clan Castro.

Justo después, Huber Matos sufrió su proceso espectáculo. Era cabezota e inteligente, y se le apodaba «el profesor». Sin embargo, fue acusado de traición y de conspiración con el imperialismo estadounidense.

El proceso comenzó el 11 de diciembre de 1959. Huber Matos no era de los que se quiebran por pasar tiempo en chirona, como había ocurrido a otros muchos adversarios de Castro. Al contrario, ataca abiertamente al régimen de Castro durante su proceso:

«¿Qué hemos prometido a los cubanos? Que la libertad sea un derecho absoluto, que nadie pueda ser perseguido por sus ideas, que los campesinos reciban la tierra en propiedad…»

Castro tiene la costumbre de inspeccionar los procesos espectáculo in situ, en una habitación interior con vistas a la sala de audiencia. Lanza sus testimonios y discute con los jueces durante las pausa. Primero envía a su hermano Raúl al ring. Pero Huber Matos le lanza una rápida invectiva: «¿Sabe usted cómo lo llama el pueblo cubano? ¡Pues le llama 'Señor Odio'!»

Finalmente, es el propio Fidel Castro el que acude a la sala de audiencia. Coge el micrófono y comienza uno de sus discursos célebres que suelen durar varias horas. Castro habla sin ofrecer ninguna prueba. Pero Huber Matos le corta la palabra, le corrige cuando oculta el papel desempeñado por Matos y Cienfuegos durante la revolución. Cortar la palabra al Líder Máximo es ya una alta traición en sí misma. Al final, Huber Matos obtiene veinte años de cárcel. Se le autoriza a partir al extranjero en 1979 y muere en Florida en 2014.

En los posteriores procesos espectáculo contra los intelectuales en los años sesenta y setenta, también se pone de manifiesto la homofobia de Castro. Allen Ginsberg, el beatnik que se burla de ello, sólo será expulsado. Pero el poeta oficial de Cuba, Heberto Padilla, sufrió un proceso indigno. En la cárcel, se le despertaba violentamente cada treinta minutos; encerrado en régimen de aislamiento, no distinguía entre el día y la noche, y se hundió completamente en su proceso, drogado para la ocasión, acusándose a sí mismo de crímenes contrarrevolucionarios.

Del mismo modo se desarrolló un proceso espectáculo contra el escritor disidente Reinaldo Arenas. Se lo acusó públicamente de asesinato y violación de una anciana y una joven con el fin de obtener información sobre la población. Pide «regresar» a la cárcel «Villa Marista»: entre el pueblo se llama a los agentes del servicio secreto de Castro los «maristas», según una congregación católica, y no «marxistas». En el proceso, Arenas promete no volver a escribir libros críticos, niega su homosexualidad y pide que le transfieran a los UMAP, que eran unidades militares para la producción, donde había grupos de reeducación para los homosexuales. Finalmente, Arenas pide trabajar como soplón para Castro.

En esos procesos, Castro combinaba su hostilidad contra los intelectuales con su homofobia. Hoy la situación de los homosexuales ha mejorado gracias a Mariela, la hija de Raúl Castro. Pero la prohibición de la prensa sigue siendo prácticamente total, y el último informe de Amnistía Internacional para 2015-2016 afirma que «ocho mil seiscientos militantes y opositores al régimen fueron detenidos por motivos políticos durante 2015». Recordemos que la población actual se eleva a once millones, de los que se ha detenido a cerca de sesenta mil. Amnistía Internacional coloca a Cuba en el sexto lugar… empezando por la cola.

Lou Marin

martes, 28 de febrero de 2012

EL ANARQUISMO EN CUBA

Extraído de Wikipedia

El anarquismo como movimiento social mantuvo una gran influencia entre la clase trabajadora de Cuba durante el siglo XIX y principios del siglo XX. El movimiento cobró fuerza especialmente tras la abolición de la esclavitud en 1886, hasta que fue reprimido primero en 1925 por el presidente Gerardo Machado y finalmente por el gobierno marxista de Fidel Castro tras la revolución cubana a finales de los años 50. El anarquismo cubano se inclinó principalmente hacia el anarcocolectivismo de Mijaíl Bakunin, y posteriormente, hacia el anarcosindicalismo. El movimiento obrero en América Latina, y por extensión también en Cuba, estuvo en sus comienzos más influenciado por el anarquismo que por el marxismo.

Época colonial

A mediados del siglo XIX, la sociedad cubana estaba altamente estratificada, consistiendo en una clase dirigente de criollos españoles propietarios de plantaciones de tabaco, azúcar y café, una clase media de trabajadores de las plantaciones negros y españoles, y una clase baja de esclavos negros. Los escalones más altos de la sociedad estaban también profundamente divididos entre los criollos y los españoles peninsulares, con los españoles altamente beneficiados por el régimen colonial. Cuba era una colonia española, aunque había movimientos por la independencia, por la integración en los Estados Unidos, y por la integración con España. Las raíces del anarquismo se vieron por primera vez en 1857, cuando se fundó una sociedad mutualista proudhoniana. Tras ser introducido a las ideas de Pierre-Joseph Proudhon por José de Jesús Márquez, Saturnino Martínez (un asturiano emigrado a Cuba) fundó el periódico La Aurora en 1865. Dirigido a los trabajadores tabacaleros, incluía las primeras advocaciones de sociedades cooperativas en Cuba. Durante la Guerra de los Diez Años, entre los insurgentes contra España se incluían expatriados procedentes de la Comuna de París, y otros influenciados por Proudhon, incluyendo a Salvador Cisneros Betancourt y a Vicente García González.

Desarrollo inicial del movimiento

Para la década de 1880 se manifiesta la primera influencia explícitamente anarquista, cuando José C. Campos establece enlaces entre Cuba y anarquistas españoles que operaban en Barcelona, importando panfletos y periódicos anarquistas. Al mismo tiempo, muchos anarquistas españoles emigraron a Cuba, y se convirtió en algo muy común entre los trabajadores el leer literatura anarquista en voz alta en las factorías tabacaleras, de ese modo ayudando ampliamente a la diseminación de las ideas anarquistas entre los trabajadores. Durante la década de 1880 y hasta comienzos de la década de 1890, los anarquistas cubanos apoyaron un método anarcocolectivista de organización y acción similar al de la Federación de Trabajadores de la Región Española, siguiendo una línea de "a cada cual según su contribución", en oposición al "a cada uno según su necesidad" de los anarcocomunistas.

Enrique Roig Martín

Enrique Roig San Martín fundó el Centro de Instrucción y Recreo de Santiago de las Vegas en 1882, para defender la organización del trabajo y distribuir literatura de anarcocolectivistas de España. El centro tenía una política estricta, aceptando a todos los cubanos, sin tener en cuenta su posición social, tendencia política, o diferencias de color. El mismo año, la Junta Central de Artesanos se fundó siguiendo la declaración de Roig San Martín de que "ningún gremio ni organización de la clase trabajadora debería estar atada a los pies del capital". Roig San Martín escribió para El Boletín del Gremio de Obreros, y para el primer periódico explícitamente anarquista en Cuba, El Obrero, que fue fundado en 1883 por demócratas republicanos pero que rápidamente se convirtió en portavoz de los anarquistas cuando Roig San Martín tomó el puesto de editor. Fundó entonces El Productor en 1887. Además de San Martín, El Productor tenía escritores en las ciudades cubanas de Santiago de las Vegas y Guanabacoa, y en las ciudades de Tampa y Cayo Hueso en Florida, y publicó artículos reimpresos del periódico en lengua francesa Le Revolté y en La Acracia de Barcelona.

Fundada en 1885, la organización Círculo de Trabajadores se concentró en actividades educacionales y culturales, hospedando una escuela laica para 500 estudiantes pobres y mítines para grupos de trabajadores. Al año siguiente, líderes del Círculo (con Enrique Creci a la cabeza) formaron un comité de ayuda para obtener fondos para los problemas legales de ocho anarquistas de Chicago que habían sido culpados de asesinato en relación con la revuelta de Haymarket. En mes y medio, el comité había conseguido aproximadamente 1.500 dólares estadounidenses para la causa. Además, unos días antes de las ejecuciones de los anarquistas, el Círculo organizó una demostración de 2.000 personas en La Habana para protestar contra la decisión del estado de llevar a cabo las ejecuciones. El Círculo y El Productor fueron ambos multados, el periódico por una editorial escrita por Roig San Martín sobre las ejecuciones, y el Círculo por mostrar una pintura que conmemoraba la ejecución. El gobierno colonial también prohibió las demostraciones que deberían mantenerse cada año en aniversario de la ejecución.


Portada de El Productor
conmemorando los incidentes de Haymarket


Fortalecimiento de la organización y la acción

La primera organización explícitamente anarquista, la Alianza Obrera, fue fundada en 1887. Esta organización participó junto con la Federación de Trabajadores de la Habana y El Productor en el primer Congreso Obrero de Cuba, que tuvo lugar el 1 de octubre de 1887. Al congreso atendieron principalmente trabajadores tabacaleros, aunque no exclusivamente. Fue emitido un "dictum" marcando seis puntos:

-Oposición a todos los vestigios de autoridad.
-Unidad entre las organizaciones de trabajadores a través de un pacto federativo.
-Completa libertad de acción entre todos los grupos.
-Cooperación mutua.
-Solidaridad entre todos los grupos.
-Prohibición dentro de la federación de todas las doctrinas políticas o religiosas.

Saturnino Martínez desaprobó el resultado del congreso, favoreciendo ideas de organización mas reformistas. Esto condujo a una rivalidad entre él y Roig San Martín y la división de los sindicatos en dos bandos.

Pronto tras el congreso, los trabajadores tabacaleros inician una serie de huelgas en tres factorías, una de las cuales duró hasta el final de noviembre. Más tarde, en el verano de 1888, las huelgas de los trabajadores tabacaleros llevan a un paro patronal de los propietarios en más de 100 factorías. El Círculo de Trabajadores organiza una colecta para apoyar a los trabajadores en paro forzoso, yendo tan lejos como para enviar representantes a Cayo Hueso, en Florida, para solicitar donaciones de trabajadores tabacaleros estadounidenses. En octubre fue finalizado el paro patronal con los propietarios de las factorías acordando reunirse con los trabajadores para llevar a cabo negociaciones. El resultado de esta situación fue tan favorable para la Alianza Obrera que el sindicato vio aumentar su número de miembros desde los 3.000 hasta los 5.000 en los siguientes seis meses, convirtiéndose así en el sindicato más fuerte de Cuba. Al año siguiente, Roig San Martín muere a los 46 años de edad, unos días después de ser liberado de prisión por el gobierno colonial español; a su funeral asisten supuestamente unas 10.000 personas afligidas. Solo unos meses después, en respuesta a un paro patronal/huelga en la industria tabacalera, el jefe colonial Manuel Salamanca y Negrete cerró el sindicato de fabricantes, la Alianza Obrera y el Círculo de Trabajadores, aunque se permitió a las cuatro escuelas mantenidas por el Círculo mantenerse abiertas, y el Círculo en su totalidad obtuvo permiso de la nueva administración para reabrir al año siguiente.

La respuesta del gobierno y la Guerra de la Independencia

La primera celebración del 1 de mayo en Cuba se llevó a cabo en 1890, y consistió en una marcha seguida de un mitin en el que hablaron 18 anarquistas. En los días siguientes, las huelgas de trabajadores en muchas industrias llevaron al gobierno colonial a cerrar de nuevo el Círculo de Trabajadores, anulando la decisión al enfrentarse con un manifiesto de protesta firmado por 2.300 trabajadores. Más tarde ese mismo año, once anarquistas fueron juzgados por el asesinato de Menéndez Areces, director de la moderada Unión Obrera. Aunque los once fueron considerados inocentes, el capitán general Camilo García Polavieja usó la situación como pretexto para clausurar El Productor, y para la represión de los anarquistas en general. En 1892, fue celebrado otro congreso de trabajadores en el que se reconfirmaron sus principios anarcosindicalistas y se expresó solidaridad con las mujeres de la clase trabajadora (una idea nueva dentro de una clase trabajadora formada fundamentalmente por hombres, que sentían que debían competir con las mujeres por el puesto de trabajo), declarando: "Es una necesidad urgente no olvidarse de las mujeres, que comienzan a llenar los talleres de muchas industrias. Son empujadas por la necesidad y por la codicia burguesa a competir con nosotros. No podemos oponernos; ayudémoslas." Sin embargo, el resultado de esto fue la supresión por parte del gobierno del movimiento mediante la deportación, el encarcelamiento, la suspensión del derecho de libre asociación, y el cierre de las oficinas centrales de las organizaciones para sofocar los esfuerzos organizativos.

Durante la Guerra de Independencia cubana, los anarquistas se unieron a otros miembros del movimiento sindical para distribuir propaganda a los soldados españoles, instándolos a no oponerse a los separatistas, y a unirse a la causa anarquista. Algunos años antes, los anarquistas habían adoptado las ideas propugnadas por los anarquistas españoles de organización no solo en sindicatos, sino también formando grupos anarquistas para educar a la gente y cometer violentos actos contra el estado conocidos como "propaganda por el hecho", que conllevaron a la Guerra de Independencia. Los anarquistas colocaron bombas que destruyeron puentes y tuberías de gas, y contribuyeron al fallido intento separatista de asesinar al capitán general Valeriano Weyler en 1896. Esto condujo a una mayor represión del gobierno contra los anarquistas, cerrando la Sociedad General de Trabajadores (que creció fuera del Círculo), realizando deportaciones masivas de activistas, e incluso prohibiendo la lectura en los puestos de trabajo.

Comienzos del siglo XX

Tras la Guerra Hispano-Estadounidense, que otorgó a Cuba su independencia de España, muchos anarquistas estaban insatisfechos con las condiciones que persistían. Citaban condiciones que eran perpetuadas por el nuevo gobierno, como la supresión de los movimientos sindicales, las ocupaciones estadounidenses, y la insatisfacción con el sistema escolar. Para 1899, los trabajadores anarquistas se habían reorganizado, bajo la Alianza de Trabajadores. Para septiembre de este año, cinco de los grupos organizadores habían sido arrestados, tras una huelga de albañiles que se extendió a todos los oficios de la construcción. Durante este tiempo, el organizador anarquista Errico Malatesta visitó Cuba, dando discursos, y entrevistas a varios periódicos, pero los compromisos de sus siguientes conferencias fueron pronto obstaculizados por el gobernador civil Emilio Nuñez. En torno a 1902-03, los anarquistas y otros organizadores sindicales comenzaron intentos para organizar la industria del azúcar, entonces la mayor industria de Cuba. Pero los propietarios respondieron rápidamente, y dos trabajadores fueron asesinados, con los crímenes nunca resueltos.

Los activistas anarquistas también centraron mucha de su energía hacia la preparación de la sociedad para la revolución social a través de la educación. Los anarquistas dirigieron escuelas infantiles para contrarrestar a las escuelas católicas y a las escuelas públicas, creyendo que las escuelas religiosas eran el anatema de sus ideas de libertad, y que las escuelas públicas eran demasiado a menudo usadas para inculcar ideas de "nacionalismo patriótico" y desanimar el pensamiento libre en los niños. En números de ¡Tierra!, un periódico anarquista semanal (publicado desde 1899 hasta 1915, sacando más de 600 números), los escritores denunciaron el requerimiento de la escuela pública de presentar lealtad a la bandera cubana, y animaban a enseñar a los niños que la bandera era un símbolo de "inclinaciones cerradas y divisivas". Los anarquistas alegaban que los estudiantes matriculados en dicha educación se convertirían en "carne de cañón" en un conflicto entre los líderes de los partidos liberal y conservador en 1906, que provocó la intervención y ocupación de Cuba por los Estados Unidos hasta 1909. Aunque los anarquistas habían dirigido escuelas desde aquellas del Círculo de Trabajadores, no fue hasta 1906 cuando las escuelas empezaron a tomar un rumbo menos tradicional. En 1908, los anarquistas incluyeron un manifiesto en números de ¡Tierra! y La Voz del Dependiente, llamando al establecimiento de escuelas modeladas de forma similar a la Escuela Moderna de Francisco Ferrer Guardia.

Reorganización tras la partida de López y los españoles

Con la falta de López, el control sobre el CNOC estaba en pugna entre los anarquistas y los comunistas. Para 1930-31, el CNOC había sido tomado por los comunistas, con los anarquistas siendo enviados a la policía, todavía bajo el control de Machado. Muchos de los anarquistas españoles implicados decidieron volverse a España. Siguiendo la aprobación por el nuevo gobierno de una ley por la cual al menos la mitad de los empleados de un patrón debían haber nacido en Cuba, un gran número de anarquistas de Cuba nacidos en España fueron forzados por la necesidad económica a regresar a España, lo que menguó ampliamente la influencia del movimiento anarquista en Cuba. Sin embargo, pronto fue fundada la Juventud Libertaria por una generación más joven de anarquistas, y para 1936, tras el comienzo de la Guerra Civil española, los anarquistas cubanos habían fundado la Solidaridad Internacional Antifascista (SIA), para ayudar en el envío de dinero y armas a la CNT y la Federación Anarquista Ibérica. Muchos anarquistas nacidos en Cuba fueron a España a unirse a la lucha, junto con muchos anarquistas nacidos en España exiliados de Cuba.

Con los derechos garantizados por la constitución cubana de 1940, los anarquistas pudieron organizarse de nuevo con un menor riesgo de muerte o deportación. La SIA y la Federación de Grupos Anarquistas de Cuba se autodisolvieron, formando sus miles de miembros la Asociación Libertaria de Cuba. La ALC mantuvo el Primer Congreso Nacional Libertario en 1944, eligiendo un secretario general, y un secretario organizativo. Fue seguido por un segundo congreso en 1948, en el que el anarquista alemán Augustin Souchy pronunció el discurso inaugural. También se eligió un órgano de propaganda oficial para la ALC, Solidaridad Gastronómica, que fue publicado de forma mensual hasta su clausura por el gobierno de Castro en diciembre de 1960. Se celebró un tercer congreso en 1950, centrándose fuertemente en mantener el movimiento obrero apolítico y libre de interferencia por parte de los políticos y los burócratas. A mediados de los años 50, Fulgencio Batista estaba de nuevo en el poder tras un golpe de estado con éxito. Muchos anarquistas se unieron a los grupos guerrilleros que luchaban contra el gobierno de Batista, incluyendo al Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro, que llevó a Batista a huir de Cuba el último día de 1958.

Período postrevolucionario

1960-1961

Durante los primeros días tras tomar el poder, Castro expulsó a conocidos anarcosindicalistas de la Confederación de Trabajadores de Cuba. Debido a esto, y por una sospecha general hacia los gobiernos, el consejo nacional de la ALC publicó un manifiesto denunciando al gobierno de Castro y sus acciones. El periódico Solidaridad Gastronómica también denunció su descontento con el gobierno, diciendo que era imposible que un gobierno fuera "revolucionario". En enero de 1960, la ALC decidió en asamblea, pedir apoyo a la Revolución Cubana, declarando al mismo tiempo su oposición a los totalitarismos y las dictaduras. A finales de año, el periódico del grupo (Solidaridad Gastronómica) sería cerrado por el gobierno. El número final conmemoraba la muerte del anarquista español Buenaventura Durruti, y contenía un editorial declarando que las "dictaduras del proletariado" eran imposibles, opinando que ninguna dictadura podía pertenecer al proletariado, tan solo dominarlo.

Durante el verano de ese mismo año, el anarquista alemán Augustin Souchy fue invitado por el gobierno de Castro para inspeccionar el sector agrario. No quedó impresionado con lo que se encontró, y declaró en su panfleto Testimonios sobre la Revolución Cubana que el sistema era demasiado similar al modelo soviético. Tres días después de la partida de Souchy de Cuba, la tirada completa fue incautada y destruida por el gobierno. Sin embargo, una editorial anarquista argentina republicó el panfleto al siguiente diciembre. Aproximadamente al mismo tiempo, la ALC, alarmada por el movimiento del gobierno de Castro hacia una forma de gobernar marxista-leninista, publicó una declaración, bajo el nombre Grupo de Sindicalistas Libertarios para prevenir reacciones contra los miembros de la ALC. El documento declaraba oposición al centralismo, a las tendencias autoritarias, y al militarismo del nuevo gobierno. Tras la denuncia del documento por parte del secretario general del Partido Comunista Cubano (PCC), los anarquistas fracasaron en su búsqueda de un impresor que publicara una reacción a la denuncia. La publicación El Libertario publicó su última edición ese verano.

Siguiendo estas acciones, muchos anarquistas eligieron pasar a la clandestinidad, recurriendo a la "acción directa clandestina" como su único medio de lucha. Según el anarquista cubano Casto Moscú, "un número infinito de manifiestos fueron escritos denunciando los falsos postulados de la revolución de Castro y llamando al pueblo a oponerse a ella... se pusieron en marcha planes para sabotear las cosas básicas que sustentaban al estado". Después de que Manuel Gaona Sousa, uno de los fundadores de la ALC y antiguo anarquista, hiciera público un manifiesto apoyando al gobierno, y declarando "traidores" a todos aquellos que se oponían al gobierno, Moscú y otro anarquista, Manuel González, fueron arrestados en la Habana. Cuando fueron liberados, ambos fueron inmediatamente a la embajada mexicana, donde fueron aceptados. Eventualmente, ambos viajaron de México a Miami, Florida, donde se reunieron con muchos de sus compañeros cubanos.

Exilio

A partir de mediados de 1960, pero acelerándose ampliamente en el verano de 1961, un gran número de anarquistas cubanos emigraron a los Estados Unidos. Ese verano, en Nueva York, el Movimiento Libertario Cubano en el Exilio fue formado por algunos de esos exiliados, entrando en contacto con anarquistas españoles exiliados tras la Guerra Civil española, que también vivían en Nueva York. Entraron también en contacto con Sam Dolgoff y la Libertarian League, con sede en Nueva York. Rápidamente, fueron recibidas donaciones de todo el mundo para los anarquistas cubanos exiliados. Sin embargo, tras la publicación del manifiesto de Gaona, las donaciones se acabaron pronto, ya que muchos anarquistas en otros países fueron convencidos por los argumentos de este documento. Como respuesta al amplio efecto de este manifiesto, el MLCE publicó el Boletín de Información Libertaria con el apoyo de la Libertarian League y el periódico de la Federación Libertaria Argentina. Entre muchos otros, la FLA publicó un ensayo de Abelardo Iglesia titulado Revolución y Contrarevolución que manifestaba las diferencias que los anarquistas cubanos veían entre las revoluciones marxista y anarquista: "Expropiar a las empresas capitalistas, entregándoselas a los trabajadores y técnicos, ESTO ES LA REVOLUCIÓN. Pero convertirlas en monopolios estatales en los cuales el único derecho del productor es obedecer, ESTO ES LA CONTRA-REVOLUCIÓN".

Mientras los cubanos exiliados en los Estados Unidos estaban intentando conseguir fondos para apoyar a los anarquistas encerrados en prisión en Cuba, el MLCE fue denunciado por anarquistas estadounidenses y de otros países como marionetas de la CIA, y "meros anticomunistas". El periódico anarcopacifista Liberation publicó artículos a favor de Castro, lo que conllevó protestas del MLCE y la Libertarian League delante de sus oficinas. Pero en 1965, el MLCE envió a Iglesias a Italia para presentar el caso contra Castro ante la Federazione Anarchica Italiana (FAI). La FAI quedó convencida, publicando condenas en periódicos anarquistas italianos tales como Umanità Nova, y recolectando firmas de condena de la Federación Libertaria Argentina, la Federación Libertaria Mexicana, la Anarchist Federation of London, la Sveriges Arbetares Centralorganisation, la Federación Anarquista Francófona, y el Movimiento Libertario Español.

A pesar de las denuncias de organizaciones y periódicos anarquistas de todo el mundo, la opinión empezó a cambiar en 1976, cuando Sam Dolgoff publicó su libro The Cuban Revolution: A Critical Perspective. Además, en 1979, el MLCE comenzó la publicación de una nueva revista titulada Guángara Libertaria, republicando el artículo de Alfredo Gómez The Cuban Anarchists, or the Bad Conscience of Anarchism. En 1980, el MLCE y Guángara Libertaria apoyaron la evacuación masiva de cubanos de Cuba después de que muchos disidentes cubanos ocuparan la embajada peruana en la Habana. Muchos de aquellos que habían abandonado Cuba en esta época se unieron al colectivo editorial de Guángara. Para 1985, el colectivo tenía corresponsales por todo el mundo, incluyendo México, Hawái, España, y Venezuela. La revista llegó a una tirada de 5.000 ejemplares en 1987, convirtiéndose en el periódico anarquista de mayor circulación en los Estados Unidos. Sin embargo, en 1992, el colectivo cesó la publicación de GL, aunque muchos de sus miembros continuaron publicando escritos.

domingo, 12 de febrero de 2012

Los judíos de Castro… y de Fraga

Por Ignacio de Llorens


Ha vuelto a ocurrir. Otro de los hermanos Castro ha visitado a Fraga [mayo del 2005]. En esta ocasión ha sido Raúl, que es a Fidel, lo que Beria era a Stalin. No estaba todavía Fidel asentado del todo en el poder en 1959 cuando Raúl organizó en un mes 500 fusilamientos. Che Guevara, más tímido, contribuyó firmando 50 ejecuciones más. «¿Qué tal don Manuel? Hacía rato que no nos veíamos», le dijo Raúl a Fraga el mes pasado. «¡Hombre!..», empezó a responderle don Manuel. Queda evidenciado, una vez más, que Fraga es el más comunista de los políticos españoles, del mismo modo que los Castro son los más franquistas de los políticos latinoamericanos. Cada vez que pueden lo demuestran fehacientemente. El totalitarismo, en sus dos rostros, forma una misma moneda. En una cara los cuatro hermanos Castro que vienen nepóticamente tiranizando al pueblo cubano, en la otra Franco y Fraga. Por encima de supuestos pleitos ideológicos, que ya se ve que no deben ser tales, la hermandad galaica, la unión de todos a través de ese ente religioso, la patria, sea grande o chica, que religa a todos sus hijos.

La relación de los caudillos gallegos viene de lejos. Cuando en 1966 el escritor cubano recientemente fallecido, Guillermo Cabrera Infante, consiguió salir de Cuba, pensó instalarse en Madrid. La España franquista de entonces acogía a buena parte de la colonia de jóvenes escritores latinoamericanos del famoso boom, con García Márquez a la cabeza. Pero el gobierno franquista por boca de su eximio ministro Fraga Iribarne, le negó el asilo y censuró sus libros, que también estaban y están prohibidos en Cuba. A la muerte de Franco el régimen cubano declaró una semana [tres días] de luto nacional, con banderas a media asta, y asusta pensar los homenajes que se darán si fallece alguno de esos rostros de la moneda totalitaria.

La última batalla librada por don Manuel debe haber creado más lazos con la familia de tiranos que someten Cuba. En efecto, Fraga se ha puesto histérico con la ley recién aprobada en virtud, mejor sería decir en vicio, de la cual los homosexuales quedan equiparados en derechos y defectos con los heterosexuales a la hora de casarse. Los «mariconzones» de Fidel pueden casarse en España. Esta «mariconada» de ley ha recibido toda clase de denuestos fragianos que a buen seguro habrán despertado la admiración de los Castro, que como hiciera Hitler en su momento, tienen montado un campo de concentración para homosexuales presidido por un lema que es una versión adaptada del que presidía los campos nazis: «El trabajo os hará Hombres», dicen los campos en Cuba, según nos cuenta Cabrera Infante en su excelente libro compilatorio de sus textos sobre la isla caribeña Mea Cuba. Si es que a unos machotes como los Castro o como Fraga esto de la homosexualidad les enerva. La persecución de los intelectuales homosexuales en Cuba es conocida a través de los casos de Néstor Almendros, el oscarizado fotógrafo hijo de maestros anarquistas catalanes, y los poetas Severo Sarduy o Reinaldo Arenas son los estandartes de la terrible persecución de miles de homosexuales anónimos. Hasta Sartre, que al fin de sus días tuvo algún conato crítico con los regímenes totalitarios de izquierda que había defendido incondicionalmente, reconoció que «Castro no tiene judíos, pero tiene homosexuales». Algunos de estos «judíos» deben formar parte de los 20.000 desaparecidos en el mar o en las entrañas de los tiburones, del mismo modo deben estar incluidos en la población penal, en esos 30.000 prisioneros de las mazmorras castristas. Seguramente Fraga, que aprovecha los encuentros con los Castro para, entre otras cosas, interceder por la libertad de presos cubanos descendientes de gallegos, debe poner como condición que no figure en el paquete liberado ningún «mariconzón». Es sabido que Castro trafica con presos. Presos a cambio de medidas favorables al régimen. Los políticos occidentales que quieren hacer méritos humanitarios para sus votantes se llevan algunos presos liberados a cambio de declaraciones y acuerdos con Castro. Así premia Castro a los gobernantes amigos. Cabrera Infante nos lo recuerda: «Castro ha regalado presos políticos al reverendo Jackson y hasta a Manuel Fraga, que no tiene sotana aunque fue sacerdote laico en el altar de Franco. Ahora el Papa [se refiere Cabrera al viaje de Woytila a Cuba] también pide presos. Antes, cuando llegaba un viajero eminente a Cuba, como Churchill, se le regalaba puros de marca. Ahora se le regala seres humanos. Algo habremos ganado cuando a estos desafectos no les espera la hoguera para hacerlos cigarros humanos». Pero a los homosexuales Castro sólo se los regala a los yanquis, junto con rateros y demás «escoria», nunca le haría la jugarreta de regalárselos a un buen amigo como Fraga, porque además en España ahora los «mariconzones» pueden casarse y adoptar niños que pueden ser hasta… cubanos.

Fidel Castro y su amigo gallego.