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viernes, 16 de febrero de 2018

La CNT llega a un acuerdo con la empresa de amarradores y desconvoca la huelga del Puerto de Barcelona


Después de un día de huelga, los trabajadores de Mooring & Port han conseguido la readmisión por parte de la empresa y podrán recurrir judicialmente la sanción que les imponen.

EL SALTO
16-02-2018

Después de un día de huelga, en el que se paralizó el servicio de amarre de Mooring & Port en el puerto de Barcelona, ​​la CNT ha llegado a un acuerdo con la empresa y suspende los paros previstos para hoy y mañana. El sindicato ha conseguido la readmisión de los tres trabajadores despedidos el pasado 1 de febrero con unas condiciones que, ahora sí, están dispuestos a aceptar. La razón es que, aunque Mooring mantiene una sanción para los amarres, ya no exige que renuncien a su derecho a recurrir judicialmente. «Lo que había encallado la negociación, principalmente, era precisamente eso», recuerda el abogado Enrique Costoya.

La empresa también ha pedido que la CNT suspenda el conflicto colectivo durante tres meses, que se tenía que dirimir el próximo 15 de marzo en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. Mooring quiere ganar tiempo, según expresa en el documento del acuerdo, por «iniciar negociaciones entre sindicatos y la empresa para solucionar el conflicto», cuyo origen se encuentra en la negativa de la empresa a pagar 96 horas extras a un trabajador despedido. Su recuento de horas, explica la CNT, había excedido la jornada laboral anual de 1.836 horas establecida en el Estatuto de los Trabajadores y, en mayo de 2015, una juez le dio la razón. Por un lado, las horas que sobrepasan lo establecido, al ser horas extras, son voluntarias —no obligatorias— y, por la otra, se deberían pagar.

Por lo tanto, los tres trabajadores serán readmitidos, pero durante 31 días estarán suspendidos de empleo y sueldo. Aunque el acuerdo no especifica de qué tipo de sanción se trata, la cifra es la más baja de la falta «muy grave», según los convenios. La CNT siempre ha defendido que, en todo caso, el expediente disciplinario debería ser por falta grave y no muy grave, tal y como establece el convenio, por «la mera desobediencia a sus superiores en cualquier materia de servicio».

Los tres trabajadores recibieron una carta de despido el 1 de febrero, en la que se les acusaba de haber «desobedecido las órdenes directas de sus superiores jerárquicos». La desobediencia hacía referencia a que los tres, en fechas diferentes, se habían negado a llevar a cabo tareas de avituallamiento de un barco de la misma empresa, porque, según el convenio de amarres, no forma parte de sus obligaciones. El documento define que realizan «tareas de amarre o desamarre de buques, así como otras tareas relacionadas con el tráfico interior de puertos según el uso y práctica de cada uno de ellos». La carga de mercancías tampoco está contemplada en el plan de prevención de riesgos laborales de la empresa y hacerlo puede suponer acabar manipulando carretillas y palets con productos corrosivos, tóxicos o inflamables.

domingo, 19 de noviembre de 2017

En plena deriva libertaria


Por TOMÁS IBÁÑEZ

No soy buen conocedor de la historia del movimiento libertario en Cataluña pero imagino que debió haber alguna buena razón para que en 1934 la CNT, que estaba entonces en la plenitud de su fuerza, rehusara colaborar en el intento de proclamar el «Estado Catalán en forma de República Catalana». Tan solo lo imagino. Sin embargo, lo que no me limito a imaginar, sino que estoy plenamente convencido de ello, es que no hay ninguna buena razón para que parte del actual movimiento libertario de Cataluña colabore de una forma o de otra con el proceso «nacional-independentista» protagonizado por el Gobierno catalán, por los partidos políticos que lo sostienen, y por las grandes organizaciones populares nacionalistas que lo acompañan.

Lo menos que se puede decir es que esa parte del movimiento libertario está «en plena deriva» ya que después de haber contribuido a «proteger las urnas» durante el Referéndum que el Gobierno había convocado con la expresa finalidad de legitimar la creación de un nuevo Estado en forma de República catalana, se lanzó, además, a convocar una huelga general en la inmediata estela del Referéndum, con el previsible efecto de potenciar sus efectos.

Esa deriva se reafirma ahora al sumarse a otra huelga general para el 8 de noviembre en exigencia de la liberación de los «presos políticos» originados por la represión que el Estado español en su componente Judicial ha ejercido contra determinadas actividades encaminadas a promover la independencia de la nación catalana y la creación del nuevo Estado.

Ciertamente, esta vez no es el conjunto de los sindicatos anarcosindicalistas los que se suman a esa huelga, pero sí una parte de los sindicatos de la CGT, y de los libertarios integrados en los CDR, «Comités de Defensa de la República» Si ya había manifestado mi «perplejidad» ante la convocatoria de la huelga general del 3 de octubre, esa perplejidad se incrementa aun más al comprobar que esos sindicatos de la CGT y esos militantes libertarios de los CDR van a respaldar la iniciativa de un minúsculo sindicato radicalmente independentista, la «Intersindical-Confederación Sindical Catalana», que lanzó la convocatoria y que solo ha recibido el respaldo de las dos grandes organizaciones independentistas catalanas que agrupan de forma transversal sectores populares y sectores burgueses de la población catalana (Ómnium Cultural, y la ANC).

Nadie duda de que hay que rechazar la represión pero quizás quepa sorprenderse de que ese rechazo solo se traduzca en una huelga general cuando los reprimidos son los miembros de un gobierno junto con los dos principales dirigentes del movimiento civil independentista, limitándose a manifestaciones de repulsa y de solidaridad cuando se trata de otras personas.

Por suerte, en el ámbito libertario siempre se ha sabido evaluar las luchas en función de su sentido político y, en el caso de que esas luchas fuesen reprimidas, se ha sabido activar la solidaridad desde esa valoración política. ¿O es que, todo y condenando cualquier tipo de represión, también debemos movilizar nuestras energías cuando se reprime a los «luchadores» de extrema derecha? Desde un punto de vista libertario cualquier represión motiva, sin la menor duda, nuestra repulsa, pero no implica automáticamente nuestra solidaridad. Además, lo que resulta inaceptable es que se evoquen recientes víctimas anarquistas de la represión para declarar que «esa lista» se ha ampliado ahora con nuevos represaliados que no son otros que los gobernantes detenidos. Imagino que algunas de esas compañeras encarceladas se indignarían al verse amalgamadas con esos nuevos «presos políticos» para justificar de esa forma que ellos también requieren nuestra solidaridad.

La deriva de una parte del movimiento libertario se hace aun más patente cuando se observa que bastantes de sus elementos se involucran ahora en los «Comités de Defensa de la República», originariamente promovidos por la CUP. He sido sensible hasta ahora al argumento de que esa participación era una forma de hacer oír nuestra voz, y de plantear nuestras propuestas en el seno de las movilizaciones populares, con la esperanza de «desbordar» el estrecho sentido independentista de sus reivindicaciones, aunque también debo añadir que esa «perspectiva de desbordamiento» siempre me ha parecido totalmente ilusoria.

Sin embargo, cuando, como me ha ocurrido esta misma tarde, se puede leer en las calles de Barcelona carteles firmados por la organización oficial de los CDR que apelan a «parar el país» el 8 de noviembre como respuesta «al encarcelamiento del gobierno legitimo de nuestro país», la perplejidad ante la incorporación de una parte del movimiento libertario en esos comités no deja de acrecentarse y abre el interrogante acerca de hasta donde llegará «la deriva» de esa parte del movimiento libertario.

El único consuelo que puede quedarnos es que a través de esos comités la politización y la experiencia de lucha adquiridas por sectores de la población, sobre todo juvenil, propicie futuras movilizaciones en otros contextos menos alejados de la autonomía y de la autodeterminación de las luchas que propugnamos desde las prácticas de lucha libertarias.


jueves, 12 de octubre de 2017

Acerca de tormentas y de brújulas


Por TOMÁS IBÁÑEZ

Es en los momentos convulsos, complejos, y tormentosos cuando se torna más apremiante consultar las brújulas para evitar extraviarnos. Sin embargo, también es en el estruendo de la tormenta cuando resulta más difícil confiar en sus indicaciones. Por eso es necesario no dejarse arrastrar por la vorágine de unos acontecimientos que se suceden con extrema rapidez y que demandan prontas respuestas. Por eso es preciso, aunque solo sea por un momento, «alzar la vista» más allá del contexto inmediato, tomar cierta distancia con la tormenta, y procurar vislumbrar hacia que horizonte nos empujan los actos a los que la situación parece emplazarnos.

Desde la simpatía, el aprecio, y la comprensión, que siento por muchos de los libertarios que se involucran en las actuales movilizaciones en Cataluña, no se me escapa, sin embargo, que están favoreciendo [han favorecido], de forma totalmente involuntaria, el proceso diseñado por el Gobierno catalán y por las formaciones nacionalistas para crear «un nuevo Estado».

Está claro que ese no es su objetivo, todo lo contrario, y que esa no es la razón por la cual exponen sus cuerpos en una paradójica «defensa de las urnas», o convocan huelga general en practica contigüidad temporal con el referéndum sobre la creación del nuevo Estado.

Sus objetivos van desde contribuir a «destruir el Estado español» (¡ojalá eso se consiga!), hasta avanzar hacia una situación donde se pueda «decidirlo todo», y no solo la forma política del territorio, pasando por la perspectiva de radicalizar la actual conflictividad alentando la creatividad y las chispas de auto organización que afloran en la población. Algunos acarician incluso el sueño de una (improbable) insurrección popular que abra el camino hacia una autentica «autonomía», en el sentido fuerte de ese termino que va mucho más allá de la autodeterminación de los pueblos.

Esos objetivos, así como el ineludible compromiso con la lucha contra la represión ejercida por el Estado sobre quienes desafían sus leyes, me merecen el más absoluto respeto. Ahora bien, también es obvio que la actuación de esos compañeros aporta su granito de arena al desarrollo del proyecto independentista, o mejor dicho, nacionalista, que es como conviene denominarlo, puesto que no pretende «independizar» cualquier cosa, sino, muy específicamente una «nación».

Si dicha contribución me preocupa, no es porque conduzca a propiciar la creación de un nuevo Estado, a final de cuentas nos tocara seguir luchando en su seno al igual que lo estamos haciendo en el seno del actual, sin que el cambio del marco estatal suponga una diferencia cualitativa que merezca especial mención. Vivir en un nuevo Estado nos trae sin cuidado, sin embargo, la principal repercusión negativa que se desprenderá de nuestra participación en el actual conflicto es que nos tocará, a nosotros y a los trabajadores involucrados, «pagar los platos rotos» del enfrentamiento entre el Estado instituido y el Estado naciente, como les va a pasar, por ejemplo, a los veinte anarquistas griegos detenidos por ocupar la embajada de España en solidaridad «con Cataluña» (sic).

Lo que me preocupa, y es precisamente en este punto donde adquiere sentido lo que antes comentaba acerca de la necesidad de «alzar la vista», es que la contribución a los actuales enfrentamientos está dando alas al «auge de los nacionalismos», como ocurre en todos los choques entre nacionalismos, y augura un enfrentamiento entre trabajadores tanto dentro de Cataluña, como entre trabajadores de Cataluña y de otros lugares. Sin hablar del correspondiente «auge de la extrema derecha» que ya se viene observando de forma preocupante en diversos lugares de España. No es que haya que renunciar a luchar para no suscitar el auge de la extrema derecha, claro, pero lo que no conviene hacer es luchar en un escenario definido en claves nacionalistas porque eso sí que garantiza ese auge.

En estos momentos, las respectivas actuaciones de un Puigdemont que ayer dejó en el limbo la proclamación del nuevo Estado, y de un Rajoy que hoy pone en marcha, sin formalizarla, la suspensión de la Autonomía catalana, revelan la preocupación por no perjudicar los intereses de las grandes corporaciones, empresas o entidades financieras, y señala los limites que los dos gobiernos enfrentados no están dispuestos a transgredir. Eso se está traduciendo por una desescalada de la tensión, por la escenificación de un espectáculo de poses y de engaños, adornado con disparos de balas de fogueo. Hasta ahora la única sangre que ya se ha vertido, y que habría que evitar que se siguiera vertiendo, es la de «la gente de abajo» que se dejó arrastrar a participar en una partida orquestada y arbitrada por la clase política en función de sus intereses. Luchemos, sí, pero no en campos de batalla donde nuestros enemigos nos llaman a hacerles costado.


lunes, 20 de febrero de 2017

La batalla de George Square


El regreso de soldados tras la Primera Guerra Mundial creó un problema de paro y falta de vivienda que revolucionó a la clase obrera escocesa

Por RAFAEL RAMOS

Nadie en Inglaterra, ni siquiera la derecha más extrema, habló de enviar tanques a Escocia si gana la independencia en el referéndum de finales del verano. Pero hubo una vez, hace 95 [ahora 98] años, en que Londres desplegó diez mil soldados y vehículos acorazados en Glasgow, no para impedir la secesión sino en respuesta a una huelga general que paralizó la ciudad en demanda de mejores condiciones laborales. Lloyd George era primer ministro, Winston Churchill era ministro de la Guerra y ambos tenían pavor a una revolución bolchevique en territorio británico.

Era el 31 de enero de 1919, el levantamiento espartaquista alemán había comenzado en noviembre anterior, y la Revolución rusa en octubre [noviembre] del 17. Con la Primera Guerra Mundial recién terminada, y millones de soldados desmovilizados regresando a casa para sumarse a las colas del paro, el gobierno de Lloyd George temía que floreciesen en el Reino Unido las semillas del comunismo. Y eso no se podía permitir.


Glasgow es la ciudad más roja de todo el país. A orillas del río Clyde, en pleno centro hay una estatua de Dolores Ibárruri, la Pasionaria, y el propio Vladimir Lenin se refirió a ella como el Petrogrado británico, confiando de manera un tanto optimista en que las revueltas de los estibadores, maquinistas y mineros abriera las puertas al socialismo y acabasen con la monarquía. Esa revolución nunca llegó a cuajar. Pero son los descendientes de aquella clase obrera, hoy votantes del Labour [Partido Laborista] y en muchos casos todavía indecisos, quienes pueden decidir otra revolución: si Escocia se hace independiente.

Hasta entonces Glasgow no había tenido una particular tradición de militancia proletaria, y de hecho votaba al Partido Liberal en las elecciones. Decenas de miles de trabajadores se habían alistado voluntariamente, y los sindicatos (bajo entonces presiones políticas) habían accedido a no convocar ninguna huelga general hasta que terminase la Gran Guerra, y a no criticar las leyes represivas adoptadas por el Gobierno con el pretexto de la seguridad nacional. Sin embargo, los activistas antibélicos consiguieron organizarse y desarrollar en una estructura, sin ser atacados y denunciados como antipatriotas, como ocurrió en otras ciudades.

El descontento y la frustración con los políticos fueron aumentando conforme se prolongaba la guerra, y en particular en Glasgow, que era uno de los principales centros de fabricación de armamento del país, tenía una población muy superior a la actual, y un grave problema de vivienda. Los inmigrantes habían elevado el coste de los alquileres, y los nativos —en especial las mujeres cuyos maridos luchaban en el frente— no podían pagarlos. Diez mil maquinistas marcharon en Govan hasta el edificio de los Tribunales para protestar. Los desahucios estaban a la orden del día. Entonces, igual que ahora, los patronos de los astilleros y empresas textiles reemplazaban a los empleados con más antigüedad por mano de obra menos cualificada y más barata. El caldo de cultivo de una revolución estaba servido.

Las clases trabajadoras estaban hartas de que sus jóvenes lucharan y murieran en los campos de Francia y de Bélgica en defensa de un imperio de un establishment que las oprimía. El 1 de Mayo de 1918, cien mil personas se manifestaron en Glasgow contra la guerra. El 27 de enero siguiente, una organización sindical llamada Comité de Obrero de Clyde (CWC) convocó una huelga general para reducir la jornada laboral de 57 horas (comenzaba a las 6 de la mañana) a 40 horas [semanales]. Y a fin de paralizar por completo la ciudad, dio instrucciones a sus afiliados de que desconectaran del tendido eléctrico todos los tranvías de dos pisos que eran la principal forma de transporte público. El día 31, que era viernes, 70.000 personas se concentraron en George Square, cantaron La Internacional e izaron la bandera roja.


Mientras los líderes sindicales esperaban la respuesta del alcalde a sus demandas, las autoridades intentaron hacer entrar un tranvía en la plaza como símbolo de que la paralización había fracasado. Se armó el revuelo, la policía cargó con porras contra la multitud, los manifestantes se defendieron con las botellas de un camión de bebidas que asaltaron. Ladrillos y barras de hierro. En la batalla campal, que se prolongó varias horas y se extendió hasta el Glasgow Green, resultaron heridas 53 personas (34 huelguistas y 19 agentes).

Al día siguiente, el 1 de febrero, entraron en Glasgow seis tanques, un centenar de camiones militares y diez mil soldados que habían sido trasladados por la noche en tren, y se apostaron francotiradores en las azoteas de la Oficina de Correos (el recuerdo del Levantamiento de Pascua de 1916 en Dublín aún estaba muy presente) y del North British Hotel. Las autoridades prefirieron traer tropas de Inglaterra [que previamente habían controlado otras ciudades inglesas] que recurrir al regimiento escocés del cuartel de Maythill, por miedo a que se pusieran del lado de los trabajadores. La jornada laboral no quedó reducida a 40 horas, pero sí a 47, diez menos que hasta entonces. Dos de los organizadores de la revuelta fueron detenidos y condenados a cinco meses de cárcel. Unos cuantos desarrollaron exitosas carreras políticas.

«Creíamos que estábamos haciendo una simple huelga, y podríamos haber hecho una revolución», dijo con el tiempo Willie Gallagher, uno de los protagonistas de la batalla de George Square, en lo que fue bautizado como el 'viernes sangriento'. La plaza, llena de tiendas, es hoy un póster de cultura consumista.

La movilización de las tropas duró una semana, fue la mayor jamás realizada por el Estado británico contra sus propios ciudadanos y demostró hasta dónde está dispuesto a llegar el establishment para perpetuar el orden vigente, y aplastar cualquier intento de desmontar las estructuras de poder de la sociedad. Fuentes del Gobierno Cameron han empezado a insinuar que Londres no aceptaría la independencia de Escocia al margen del resultado del referéndum «si no nos ponemos de acuerdo en los detalles»... Un aviso.

La Vanguardia
3 marzo 2014

viernes, 15 de abril de 2016

La huelga que logró que España fuera pionera en Europa en aprobar la jornada laboral de ocho horas


Cuaderno de Historias de Alfred López
13 abril 2016

La mayoría de logros y avances, tanto sociales como laborales, que hoy en día podemos disfrutar se los debemos a generaciones pasadas que lucharon incansables por acabar con las desigualdades y las injusticias. Desde hace un lustro los más jóvenes han vuelto a tomar conciencia política y social tal y como hicieron nuestros antepasados, pero lo triste es que muchos de estos colectivos están reclamando recuperar unos derechos que hace un siglo otros ya habían logrado y que con los años se volvieron a perder.

Pero por otro lado nos encontramos con numerosísimas personas que, gracias a todos aquellos logros conseguidos antaño, hoy en día se han 'instalado' en la sociedad del bienestar y quienes les molesta, e incluso critican con dureza a aquellos colectivos y empresas que van a la huelga, pues les ocasionan 'pequeños perjuicios' (huelgas de transportes públicos, recogida de basura…).

Hoy en día, la mayoría de esas huelgas están destinadas a conseguir mejoras para el colectivo al que representan, pero hubo un tiempo en el que cualquier movimiento social o sindical y las reivindicaciones que éstos realizaban eran hechas pensando en el bien colectivo de la sociedad y los trabajadores.

Fue precisamente una feroz huelga que duró 44 días, y tuvo lugar en Barcelona en el año 1919, a la que gracias a ella se consiguió que en España se aprobara la jornada laboral de ocho horas, siendo el país pionero en toda Europa en aplicar dicha medida.

La jornada laboral de ocho horas se había convertido en una reivindicación que desde hacía varias décadas se llevaba luchado por conseguir. Innumerables huelgas tuvieron lugar en España desde el último cuarto del siglo XIX y principios del XX, pero tras el auge de los movimientos anarcosindicalistas durante los primeros años de 1900 y la irrupción en el panorama internacional del comunismo (sobre todo tras la Revolución Rusa de 1917) hubo un espectacular aumento de los colectivos que se implicaron en la lucha social y obrera.

Una de las prioridades era la mejora salarial y de las condiciones laborales para millones de trabajadores que trabajaban infinidad de horas a cambio de un mísero salario.

Entre las muchas jornadas reivindicativas y huelgas hay una que destacó por ser la que fue determinante para conseguir la reducción de la jornada laboral. Fue iniciada el 5 de febrero de 1919 por los trabajadores de la empresa 'Riegos y fuerzas del Ebro', ubicada en Barcelona y que se dedicaba al suministro e instalación eléctrica. Curiosamente esta empresa era popularmente conocida como 'La Canadiense' (o La Canadenca, en catalán), debido a que su mayor accionista era un banco de Canadá.

Esta huelga se había convocado para solicitar la readmisión de ocho trabajadores que habían sido despedidos tras protestar, a través del sindicato CNT, por la reducción de salario que la empresa había realizado a través de unos cambios en las condiciones de trabajo.

Aquella reivindicación por parte de unos pocos trabajadores de departamento de facturación de La Canadiense fue extendiéndose hacia el resto de compañeros de la empresa, algo que provocó que fueran amenazados por la dirección con un despido masivo.

Como era de esperar, la amenaza enfureció a los miembros sindicales que animaron a todos los trabajadores del sector a sumarse a la huelga, lo que provocó que hubiesen innumerables momentos en el que la Ciudad Condal quedase a oscuras y sin suministro de electricidad.


Cuantas más trabas ponía la patronal más colectivos de trabajadores se iban sumando y en cuestión de tres semanas eran numerosas las empresas que se habían añadido al paro reivindicativo, convirtiéndose poco a poco en una huelga general en prácticamente toda Barcelona, calculándose que se consiguió que, aproximadamente, se les uniera el 75% de los trabajadores barceloneses.

Evidentemente hubo quien no quiso secundar la huelga, lo que provocó algunos altercados entre piquetes y esquiroles, con el fatal resultado de un fallecimiento y múltiples heridos.

El Presidente del Gobierno, Álvaro Figueroa y Torres Mendieta (conde de Romanones), decidió intervenir en el asunto y dar el visto bueno para que el capitán general de Cataluña (Joaquín Milans del Bosch) declarase el 'estado de guerra' y el cierre de sindicatos.

Según iban pasando los días la tensión aumentaba, los trabajadores de otras empresas y colectivos se sumaban a aquella huelga general y la crispación y desesperación se apoderaba tanto de la patronal, el gobierno y los trabajadores.

Tras 44 días de huelga, numerosísimos huelguistas detenidos y unas pérdidas económicas que fueron astronómicas para la época, finalmente se llegó a un acuerdo entre la patronal y los huelguistas. Se readmitió a todos los trabajadores despedidos, se comprometieron a no realizar ningún tipo de represalia hacia los huelguistas y los sindicatos (abriendo de nuevo aquellos que habían sido cerrados), se levantó el estado de guerra y, como broche de oro, el conde de Romanones (al que le costó el cargo la huelga) firmó el conocido como 'Decreto de la jornada de ocho horas' que entraría en vigor a partir del 1 de octubre de 1919 y que ha permanecido inalterable desde entonces.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Francia: Los mineros huelguistas de 1948, rehabilitados… en 2014

 

Por PATRICK ROGER

02/11/14

Supone la conclusión de un largo recorrido, que ha durado varios decenios, para obtener reparación de las injusticias sufridas por los mineros huelguistas del Paso de Calais, en 1948 y 1952, reprimidos por la fuerza de las armas, despedidos y expulsados. La ministra de Justicia, Christine Taubira, anunció el jueves, 23 de octubre, en la alcaldía de París, con ocasión de una velada de homenaje y de la proyección de la película L´Honneur des gueules noires («El honor de las bocas negras»), de Jean-Luc Raynaud, consagrado a la gran huelga de 1948, que el gobierno presentará una enmienda al proyecto de ley de finanzas para 2015 que reconozca el «carácter discriminatorio y abusivo» de sus despidos.

Entre los invitados de honor del jueves noche estaba Norbert Gilmez, de 92 años, uno de los escasos supervivientes de las huelgas de 1948. Tenía entonces 28 años. Minero huelguista en Mazingarbe, fue encarcelado durante dos semanas y después despedido, como 3.000 de sus colegas. Cubierto de deudas, tuvo que revender su bicicleta y hasta el cochecito de bebé de su hija para rehacer su vida lejos de la mina, puesto que los patronos de la región se negaban a contratar a un «despedido de 1948». Desde entonces, no ha cejado en la lucha por obtener justicia. «Estoy en un estado lastimoso», sonríe este frágil anciano, que se repone de varias operaciones, «pero por nada del mundo me habría perdido esto».

Como él, son 31 supervivientes o sus derechohabientes los que podrán beneficiarse del desembolso de asignaciones de reparación, cuyo montante fijará la Agencia Nacional de Garantías de los Derechos de los Mineros. «Este gesto del Estado es poca cosa. Me inclino con modestia, humildad y un sentimiento de fraternidad profunda ante los protagonistas de esta historia, que considero una lección de vida», subrayó Taubira en el curso de esta emocionante velada de homenaje.

Pues, pese al tiempo que ha pasado, la memoria de estas jornadas de octubre de 1948 sigue intacta. Los decretos Lacoste, ministro de Industria en aquel entonces, que ponen en cuestión el estatuto del minero votado en la Asamblea Nacional en 1946 y el salario mínimo. La huelga, votada por un 90% de los mineros. Y el ministro socialista del Interior, Jules Moch, que envió a los CRS [los antidisturbios] contra aquellos a los que llamaba «renegados».

Hubo seis muertos entre las «bocas negras». Más de un millar de huelguistas fueron encarcelados, tres mil fueron despedidos, desahuciados de sus casas, expulsados de las cuencas hulleras. «No teníamos nada, éramos unos parias», recuerda Norbert Gilmez. Hoy, brilla el orgullo en sus ojos.


Nota de la Redacción: Sobre la represión de las huelgas mineras de 1948, puede leerse más aquí.

sábado, 25 de enero de 2014

Un compañero de CGT es absuelto de un delito de atentado y una falta de lesiones y contra el orden público

 

El juez considera que el compañero no agredió a la policia, sino que él fue el agredido durante la huelga general de septiembre de 2010

23/01/2014

Los hechos se remontan a la huelga general del 29 de Septiembre de 2010, cuando el piquete situado ante la entrada de la factoría vallisoletana de la empresa Michelín fue víctima de una actuación policial, que según el titular del Juzgado de lo Penal 3 de Valladolid, «impedía absolutamente el ejercicio del derecho a la información, pues les alejaba de la puerta y establecía un cordón de seguridad que aislaba a los huelguistas de los trabajadores, impidiendo la comunicación con estos y haciendo inviable el ejercicio de un derecho que amparaba a los que resultaron identificados y alguno de ellos hasta acusado».

El juez censura en la sentencia la intervención policial por hacer inviable el ejercicio del derecho a la información, que ampara a los huelguistas y considera inadecuado que los sindicalistas fueran alejados de las puertas de entrada a la factoría, siendo así coartados en el núcleo esencial del derecho de huelga que es informar de la misma. Además, considera que durante el procedimiento no se aportó «prueba alguna que acredite que se impidió el paso a los trabajadores» ni hubo «constancia de su comportamiento violento o coactivo».

En la acusación contra el compañero de CGT el juez se muestra más contundente aún contra la actuación policial, pues cuestiona la intervención de los agentes de Policía, ya que un vídeo aportado por la defensa del militante de CGT resulta «clarificador de lo infundado de la acusación» contra él. En las imágenes se aprecia no solo que «no porta la mochila» que el atestado le atribuía como «pieza de convicción», sino que «un agente desconocido al encontrarse de espaldas a la cámara, sin justificación alguna, da un puñetazo en el costado izquierdo al acusado».

El juez deduce que «ha existido un claro error identificativo por parte del agente interviniente (...), pues si se tuviera otro convencimiento nos encontraríamos ante delitos de falsedad de documento oficial, falsa imputación de delito, falso testimonio, abuso de autoridad y falta de maltrato». «Algo que no puede imaginarse en un servidor público». Esto último lo consideramos como un clarísimo reproche ante la actuación policial.

Desde CGT nos alegra enormemente que el compañero acusado injustamente, vejado y golpeado, haya sido absuelto con todos los pronunciamientos favorables. Ya era hora de que una sentencia dejase entrever que los montajes y los abusos policiales no son ningún mito y que sitúe a cada uno en su lugar. En aquella huelga los trabajadores que luchaban por sus derechos fueron tratados por muchos como terroristas, esta sentencia deja claro que los violentos eran otros.

martes, 13 de noviembre de 2012

[Huelga General 14N] Razones contra las sinrazones


Las disculpas para no hacer huelga no se sostienen


De cara a la huelga general del 14 de noviembre, habrás escuchado con toda seguridad los argumentos que algunas personas repiten como mantras para justificar su postura ante la huelga. Cuando una mentira se repite mil veces sigue siendo una mentira, aunque a base de repetirla haya quien se la empiece a creer. Cuando alguien necesita una justificación que sabe que es falsa para disculparse por actuar de cierta forma es muy probable que esa persona no tenga la conciencia tranquila.

Si estás en contra de la reforma laboral y las medidas económico-sociales que el gobierno del PP ha tomado pero indeciso, indecisa ante la huelga general, o si has decidido no participar en ella tomando tu decisión en base a alguno de estos argumentos a lo mejor te interesa analizarlos desde otro punto de vista:
  
«No hago huelga porque no me lo puedo permitir»

La reforma laboral supone una rebaja generalizada de los salarios, ya que permite el descuelgue de las empresas de los Convenios provinciales, que aseguran a los y las trabajadoras de un sector productivo el mismo salario. Si no puedes permitirte dejar de ganar el sueldo de un día, menos podrás permitirte que te bajen el sueldo permanentemente, que te despidan gratis, o que si tienes 10 años trabajados en una empresa tu indemnización por despido pase a ser de 18.900 euros a 7.845, por poner un ejemplo.

Al personal que trabaja en las diferentes Administraciones no sólo les congelan el salario por tercer año consecutivo sino que les han quitado la paga extra de diciembre; para el año que viene les quitarán la mitad de los días por asuntos propios (3) y los llamados «canosos». La paga extra viene a equivaler a 30 días y cada uno de los moscos es el equivalente a un día de salario ¿acaso esto sí te lo puedes permitir?

Acudir a tu puesto de trabajo el 14-N es (poco) pan para hoy y hambre para mañana.

 «La huelga no servirá para nada»
 
Todas las mejoras de las y los trabajadores se han conquistado históricamente a través de la lucha. Nadie nos ha regalado nada. Lo que si está demostrado que no sirve para nada es... no hacer nada. A la pregunta de si una huelga de un día será suficiente, la respuesta es que probablemente, no. Y algunas organizaciones sindicales, como la CNT, están por extenderla a más días. En cualquier caso, no debemos olvidar el día a día y que ante cualquier medida del Gobierno ésta debe ser contestada en la calle porque es el único sitio donde tenemos la fuerza suficiente como para defender nuestros derechos.

«La huelga no soluciona nada»

La huelga no es una solución, es el instrumento de presión más poderoso que hoy por hoy las y los trabajadores tenemos a nuestro alcance para hacer valer nuestros derechos ante una agresión totalmente injustificada. Por eso quien no se adhiere a una huelga perjudica gravemente al conjunto de los y las trabajadoras, incluido a sí mismo.

Si la presión que podemos ejercer a través de una huelga no fuera tan importante ¿de dónde proviene el empeño de las y los empresarios en que los y las trabajadoras no la secunden llegando a las amenazas y coacciones, que son delito? ¿Por qué motivo los medios de comunicación afines al gobierno tratan de desprestigiar la convocatoria de huelga? ¿Por qué la patronal exige y algunos partidos se están planteando legislar para limitar —eliminar— este derecho?

Con la huelga general se paraliza el proceso productivo dejando las empresas de obtener miles de millones de euros; los bancos paralizarán sus multimillonarias transacciones y el Estado no podrá ingresar importe alguno por ese día. Por cada euro que dejas de ingresar las empresas dejan, al menos, 33 euros de ganar.

Las pérdidas que se les ocasiona por huelgas es lo que les hace recapacitar y echarse para atrás en sus planteamientos iniciales.

«No estoy de acuerdo con los sindicatos oficiales, por eso no hago huelga»

Cierto que el sindicalismo oficial, de concertación y de despacho, es a todas luces cómplice de la situación y que, incluso, la llamada «Cumbre Social», una de las convocantes de la huelga, parece más una puesta en escena de intereses políticos de carácter partidista que otra cosa.

Todo lo que se diga de estos sindicatos es poco y desde CNT lo hemos denunciado en múltiples ocasiones.

Cuando un Sindicato para sostenerse necesita del dinero del Estado y del Capital no sirve como instrumento de defensa de las y los trabajadores y lo que hay que hacer es darle la espalda o, quienes prefieran seguir, tratar de que cambien de actitud.

Este es el caso de ahora, la presión social de la calle, tomada por la ciudadanía y la movilización de los Sindicatos combativos, ha obligado al sindicalismo oficial a convocar una huelga para no verse desbordados.

En efecto, el sindicalismo de clase estaba en negociaciones para convocar una huelga general al margen de la llamada «Cumbre Social» y son estos y no otros los auténticos convocantes de la huelga del 14-N.

«Hay libertad, cada uno puede hacer lo que quiera: Yo quiero ir a trabajar porque si hago huelga me descuentan el salario de ese día»

No hay libertad como tal; es una libertad condicionada porque te están coaccionando con una penalización económica. La libertad es otra cosa, es no verte obligado, obligada a ceder a los chantajes de gobierno y empresarios a cambio del sueldo de un día. Renunciar a derechos laborales históricos como la negociación colectiva, el desempleo, la jubilación, la asistencia sanitaria universal o la educación gratuita por un puñado de euros es venderlos realmente barato. Todo lo que nos dejemos quitar ahora, costará mucho tiempo volver a recuperarlo.

«Hay libertad, cada uno puede hacer lo que quiera. Yo quiero ir a trabajar porque en mi empresa si haces huelga te miran mal y si luego hay que despedir a alguien seguro me despedirán a mí en vez de a otr@»

No hay libertad porque te están coaccionando con posibles represalias o con el despido. La libertad es otra cosa, es no verte obligado, obligada a ceder a los chantajes de gobierno y empresarios renunciando a tu derecho constitucional a la huelga por miedo.

De cualquier forma, la mejor manera de que no te despidan es afiliándote a un sindicato que practique la acción directa, que deje la resolución de los problemas en las y los trabajadores mismos, lejos de los profesionales de despacho y componenda, y que practique la solidaridad. Es decir, afiliándote a la CNT.

«La huelga tiene que ser indefinida, si no yo no la hago»

Es improbable que una persona realmente dispuesta a secundar una huelga indefinida no estuviese dispuesta a secundar una huelga general de un día. Por eso, quienes usan este latiguillo en realidad no quieren hacer huelga y ponen como excusa una supuesta radicalidad que no tienen: Ni paran en huelgas sectoriales alegando que tienen que ser generales y cuando éstas lo son, alegan que deben ser indefinidas. Es de suponer que si algún día son indefinidas digan que lo que hay que hacer es la revolución.

«Los piquetes presionan a la gente, obligándola a que haga huelga. L@s trabajador@s son libres de ir a trabajar un día de huelga»

Si la libertad realmente tuviera tantos defensores nos iría bastante mejor de lo que nos va. En la mayoría de los casos quienes mantienen esa postura ocultan o defienden las coacciones y amenazas con que muchas empresas tratan de impedir a las y los trabajadores ejercer su derecho constitucional a la huelga y aceptan alegremente como algo normal que éstos se vean obligados a someterse al chantaje acudiendo a sus puestos de trabajo por miedo a perder sus empleos o el favor de sus jefes.

Los piquetes históricamente impedían que los empresarios contrataran personal para cubrir los puestos de los huelguistas y en la actualidad tratan de garantizar el derecho a huelga de aquellos que por presiones de las empresas no pueden ejercerlo. Los piquetes informativos apelan a la responsabilidad de las y los trabajadores, les informan de sus derechos, de los motivos de la huelga, y de las consecuencias negativas que tiene acudir ese día a sus puestos de trabajo. Los piquetes informativos están reconocidos legalmente, tienen y pueden ejercer su derecho a informar los días de huelga.

Recordemos además que el derecho al trabajo está reconocido en la Constitución también los días en los que no hay Huelga General aunque al gobierno no le interese lo más mínimo garantizar su cumplimiento y que también es un derecho fundamental de las y los trabajadores que ya están siendo despedidos como consecuencia de una reforma laboral injusta.

«Con las huelgas no se consigue nada» (Pero en caso de que se consiga algo, no renunciaré a ello)

Las jornadas de 8 horas diarias o 40 semanales, la prestación por desempleo, el salario mínimo, la negociación colectiva, las vacaciones pagadas, la indemnización por despido, el permiso por maternidad o cualquiera de nuestros derechos actuales son condiciones de trabajo que las y los trabajadores de hace 100 años desconocían por completo, y no se consiguieron precisamente a base de ejercer la «libertad para ir a trabajar» un día de huelga. Pese a ello no se tiene noticia de que ninguna, ningún esquirol haya renunciado a ellos. Curiosa moral esta la de criticar lo que se hace pero beneficiarse, a la vez, de ello sin rechistar.

Si se consigue hacer al gobierno rectificar y no aplicar ni la reforma laboral ni los recortes sociales y económicos que a todos y todas nos afecta y perjudica las y los esquiroles no habrán hecho nada por conseguirlo pero se beneficiarán del esfuerzo colectivo. Para ellas y ellos esto debe de tener mucha lógica, para el resto ninguna. Este parasitismo laboral convierte en insolidarios, insolidarias y egoístas a quienes lo practican y deberían preguntarse si ese es el tipo de sociedad que quieren para sus hijos e hijas, una sociedad donde nadie aporta nada por temor a que otros y otras se aprovechen del esfuerzo, creando una sociedad enferma.

«Soy funcionari@. El gobierno sale ganando si hacemos paro porque deja de pagar salarios»

Con los recortes y la privatización de los servicios públicos y el deterioro de las condiciones laborales de funcionarias, interinos y personal laboral de la administración pública tenemos motivos más que suficientes para secundar la huelga general, además de por solidaridad con el resto de trabajadores. Una paralización de la Administración Pública (oficinas, escuelas, hospitales, transporte, etc) da sensación de paro total, cosa importante porque hace que cientos de miles de personas se queden en casa dejando las calles vacías, cosa que impresiona.

Cuando se argumenta que el Gobierno ahorraría en salarios se está reconociendo de facto el criterio de que las personas que trabajan en la Administración Pública no son productivas, que no generan ingresos y que, por tanto, sobran ya que el criterio que prima sobre todas las cosas hoy en día es el productivo. Hacen, además, el juego al propio Gobierno y a los sectores privados que quieren hacerse con los servicios públicos para hacer negocios con ello.

Cuando se mira al trabajo público con criterios económicos se olvida que la sanidad, la educación, los servicios sociales son esenciales en nuestras vidas porque es a través de ellos como se mide la calidad de vida, el bienestar de una sociedad Además, mira a tu alrededor: padres, madres, hermanos, hijas, familiares, amigas, vecinos, alumnos... ¿seguro que algo que afecta al 99% de la población no va contigo?

«Soy autónom@, a mí la reforma laboral no me afecta»

Un menor salario y unas peores condiciones laborales para la mayoría de las y los clientes y usuarios de un pequeño comercio o empresa de servicios implica casi con toda seguridad un empeoramiento de las suyas, ya que nadie consume más ni contrata más servicios si bajan sus ingresos o si tiene miedo a perder su trabajo.

La mayoría de las y los trabajadores autónomos pueden repartirse el trabajo en otras jornadas sin que les afecte enormemente secundar un día de huelga. Para los pequeños comerciantes abrir un día de huelga no supondrá una diferencia significativa ni una mejora sustancial en su pequeño negocio. Ni siquiera les procurará los ingresos de un día normal ya que el 14-N también hay convocada una huelga de consumo. Sin embargo, muchos de sus clientes valorarían positivamente su solidaridad al secundar la huelga del 14-N.

En lugar de abrir un día que pocos van a comprar y muchos van a decidir no volver a hacerlo en establecimientos esquiroles puedes colocar en tu tienda un cartel que diga:

«Estimado cliente, en solidaridad con las y los trabajadores asalariados este comercio ha decido cerrar el día 14 de noviembre por Huelga General. Creemos que la reforma laboral y los recortes sociales perjudican a la mayoría de nuestros clientes y a sus familias. Las grandes superficies abrirán, por ello le sugerimos que tenga en cuenta como consumidor a los establecimientos solidarios con los derechos de la mayoría. El día 15 estaremos de nuevo a su disposición. Disculpen las molestias.»

«Estoy en paro, no puedo hacer huelga» o «Hay 6 millones de parad@s deseando trabajar, la huelga es para los que se la pueden permitir»

Si estás en situación de desempleo la reforma laboral y los recortes sociales te afecta tanto o más que a los demás. Aunque algunos políticos se han atrevido a utilizarte como excusa para agredir los derechos del conjunto de las y los trabajadores lo cierto es que esta reforma laboral, como la propia patronal ha reconocido «no creará empleo a corto plazo» y «las cifras de paro se incrementarán durante 2013» por lo que es cuestionable que vaya a contribuir a mejorar en algo tu situación.

Sabemos que el objetivo de la reforma laboral no es crear empleo sino sustituir empleo estable y con derechos por un empleo cada vez más precario pero que ofrezca unos datos de afiliación a la Seguridad Social que el gobierno pueda emplear para afirmar que hay menos paro. La calidad de vida de las y los trabajadores no aparece reflejada en esas estadísticas. Por eso ahora se cuestiona tu derecho a percibir una prestación por desempleo y se te culpabiliza por tu situación de parado, de parada, obligándote a realizar trabajos forzados (en beneficio de la comunidad, los llaman) y negándote la prestación por desempleo que te corresponde por derecho si rechazas tres ofertas de empresas de trabajo temporal (que ahora podrán actuar como oficinas del INEM) por muy precarias y mal remuneradas que sean, por poco que se ajusten a tu perfil profesional o por lejos que se encuentren de tu casa.

Además, si tienes finalmente la «suerte» de que una empresa te contrate tras un periodo de prueba de un año podrán volver a despedirte y no tendrás derecho a una indemnización. Gracias a la reforma laboral ha quedado instaurado el despido libre.

Durante la huelga se insiste mucho en que todas las personas tienen derecho a acudir, si así lo desean, a sus puestos de trabajo. Como sabes por experiencia, el resto de los días nadie se preocupa demasiado por garantizar a más de cinco millones de personas el derecho al trabajo que la propia Constitución les reconoce.

Un día de huelga general las y los trabajadores en activo tienen la posibilidad de secundarla no acudiendo a sus puestos de trabajo, pero una huelga activa admite mucha más participación que esa y todos y todas las trabajadoras en situación de desempleo pueden y deben sumarse a ella defendiendo junto al resto los derechos de todos y todas.

Como trabajador, trabajadora en situación de desempleo puedes participar en la huelga de consumo no comprando, ni contratando ningún servicio, no circulando ni repostando, no utilizando el transporte ni otros servicios públicos que no sean de emergencia. Puedes participar reduciendo al máximo tu consumo de teléfono, agua, gas y electricidad.

Puedes participar en los piquetes informativos de los sindicatos u otras organizaciones sociales, en las campañas de información y otras actividades que promueven las asambleas de barrio del estilo 15M; puedes incluso visitar tu último puesto de trabajo, saludar a tus antiguos compañeros y tratar de concienciarles de lo importante que es esta huelga y de explicarles cómo esta reforma laboral les perjudica tanto como a ti.

Usa todo tu potencial, tu inteligencia y tu alegría para defender unos derechos que son tuyos y que son de todos. Si no luchas por ellos, nadie lo hará por ti.

«Ya, pero este gobierno tiene mayoría absoluta, la gente les ha votado y por tanto pueden hacer lo que quieran. Que yo haga huelga no cambiará nada»

Los votos recibidos en unas elecciones no legitiman a un gobierno para lanzar un ataque tan brutal a los derechos de la mayoría de la ciudadanía. Además aspectos esenciales de la reforma laboral y del resto de medidas económico-sociales como puede ser el abaratamiento del despido y la entrega de miles de millones de euros para tapar agujeros de la banca no aparecen en el programa electoral del PP y por tanto NADIE los ha votado.

La eliminación de la paga extra de diciembre a los funcionarios, la congelación salarial para el 2013 y la merma en sus derechos (la mitad de días por asuntos propios, pérdida de salarios si coges la baja médica, aumento jornada, etc) tampoco era algo sabido.

La subida del IVA, que castiga a las personas con menos ingresos que pagan en impuestos lo mismo que el que tiene ingresos elevados, era algo que dijeron por activa y por pasiva que no sólo no iban a hacer sino que iban a bajarlos. Varios representantes de este partido negaron públicamente tanto durante la última legislatura como durante su campaña electoral que fueran a abaratar o a facilitar el despido.

La participación ciudadana en la vida política de un país no se limita a votar cada cuatro años; esta visión reduccionista de la democracia es potenciada desde muchos órganos de poder para que la gente delegue continuamente en profesionales, obviando que nadie mejor nosotros y nosotras sabemos cuales son nuestros problemas y cuales son nuestras prioridades.

«El país no está para huelgas»

Para lo que no está el país es para una reforma laboral y unos recortes sociales que no solucionarán el problema del desempleo y provocará despidos y más precariedad en los nuevos contratos,así como un empobrecimiento de la sociedad.

Para lo que no está el país es para que nuestras familias sigan perdiendo poder adquisitivo porque todo sube mientras nuestros salarios bajan.

Para lo que no está el país es para que más familias sean desahuciadas de sus casas para salvaguardar el negocio sucio de los bancos y de las inmobiliarias.

Para lo que no está el país es para que las y los trabajadores asalariados paguemos proporcionalmente más impuestos que empresarios y grandes fortunas.

Para lo que no está el país es para que las diferentes iglesias sigan sin autofinanciarse, no pague impuestos como el IBI (que las y los trabajadores sí pagamos) ni para que siga recibiendo cientos de millones de euros de las arcas públicas.

Para lo que no está el país es para que los partidos, sindicatos y patronales sigan sin auto-financiarse, no paguen impuestos como el IBI, tengan sus locales en edificios públicos, monopolicen la formación de parados (que no sirve para reciclar a los trabajadores) y sigan recibiendo cientos de millones de euros que pagamos entre todos y todas.

Para lo que no está el país es para más rescates a la banca con dinero público y ningún impuesto sobre sus actividades.

Para lo que no está el país es para recortar en investigación y despedir científicos, ni para que las y los jóvenes mejor formados tengan que irse al extranjero en busca de una oportunidad de futuro.

Para lo que no está el país es para más recortes ni más privatización de nuestra Sanidad y Educación públicas mientras el 80% de las empresas del IBEX-35 opera en paraísos fiscales.
Para lo que no está el país es para pagar visitas del Papa; aeropuertos sin aviones; circuitos de Fórmula 1; proyectos fallidos de Juegos Olímpicos; estaciones de AVE sin viajeros; despliegues de tropas en Afganistán ni otros gastos militares desmesurados; tramas de corrupción y privilegios de la familia real, de políticos, de sindicalistas y de altos cargos.

El país no está para ninguna de esas cosas y la huelga general es nuestra única manera de decir BASTA YA.

El 14N... ¡¡A por todas!!