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martes, 24 de noviembre de 2020

El Mono nacionalista

Por ISABEL ESCUDERO

La reciente ola de nacionalismos de todos los signos: «blandos», «duros», durísimos, y hasta sangrientos, que invade, sobre todo, el llamado Primer Mundo (y el ya desaparecido por asimilación: Segundo Mundo) donde rigen, o están en trance de regir, las formas de Gobierno más progresadas: las democracias, nos llevaría en una primera visión, a propósito superficial, a considerar el fenómeno también común y bien evidente en todas ellas. A saber: la creciente uniformidad, tanto pública y política, de todos los Estados, como la uniformidad privada y particular de los ciudadanos de todas las Naciones. Costumbres, usos y consumos, formas de vida y de producción, tanto laborales como artísticas, tienden a una identificación casi perfecta. Parece que se camina de modo imparable hacia una gran Mímesis, no sólo socioeconómica y política, sino también hacia una especie de Cultura general que se decanta por los mismos gustos, las mismas necesidades, los mismos valores, los mismos horarios, los mismos deseos…

Pero junto a esta suerte de Estado general de supracultura transnacional, surge simultáneamente, y como movido por el mismo resorte, el otro fenómeno sorprendente: la urgencia de Nacionalismos cada vez más pretenciosos. Estos dos fenómenos parecen retroalimentarse entre sí. Ambos se refuerzan y complementan: a mayor uniformidad política y privada (entre las Naciones y entre «cada quisque» de cualquier parte) mayor necesidad de afirmación de la diferencia, tanto por una exacerbada identidad nacionalista como por la creencia desmedida en la personalidad individual. Como si, efectivamente, el mismo mecanismo moviera la naturaleza de las Masas y sus Estados y la naturaleza de cada Individuo. (Recordamos en este punto las repetidas observaciones que sobre la identidad entre Masa e Individuo, nos señala García Calvo.)

Respecto a la identidad nacionalista se echará mano del elemento diferenciador más socorrido: el lenguaje (¡pobre lengua que no sabe nada!), que servirá de soporte simbólico para todos los manejos de consumación de la identidad patria, hasta situaciones ridículas como el aprendizaje acelerado por políticos de sus lenguas locales para los espiches electorales. Este efecto lingüístico da bastante juego e ilusión de verosimilitud entre las poblaciones para el sostenimiento populista (no confundirlo con popular) de los llamados nacionalismos «duros», como el vasco o el catalán. La cosa funciona así: cuanto más difícil es, en la práctica, distinguir a un catalán de un murciano, o a un vasco de un castellano (por ejemplo) (los mismos afanes, el mismo coche, la misma televisión —la misma con diferentes canales—, los mismos seguros, las mismas burocracias, los mismos valores en moral y en bolsa, etc.) tanto más obligada es la distinción simbólica de los particular, por el lenguaje o por lo que sea.

Cuando la lengua no colabora, se recurrirá a argumentos más superferolíticos, como casuales accidentes geográficos, como el exagerado caso (bien aleccionador por esperpéntico) allá por mi tierra extremeña de la escarpada aldea de Magacela, picacho inaccesible en medio de las llanuras de la Serena, que se proclamaba (con seriedad y sorna a la par) así en todas las peñas del camino: «¡Magacela independiente!», como si un nido de águilas no fuera, de por sí ya, más bien asunto de los cielos que del mundo de acá abajo.

Pues bien, a lo que íbamos: que ahora que inevitablemente vamos diluyéndonos y mezclando nuestras almas, todas del color del Dinero, en medio de los postreros estertores de Babel. Ahora que, todavía (¡últimas paradojas de lo humano!) todas esas oleadas de negros y japoneses siguen manteniendo apariencias diversas de pieles y ojos, (no se sabe por cuánto tiempo, aunque no mucho, desde luego). Ahora que imparablemente tendemos todos al color del Mono (a la vez nuestro primer Padre y nuestro último Hijo) ahora el Mono se hace nacionalista. Restos de mala conciencia y memorias históricas le equivocan una vez más —pero quizá lo propio del Mono sea equivocarse— y el pobre busca no sabe qué diferencia particular (en el Todo) en vez de saborear su indefinición, ese misterio que nos es a todos común y singular.

ARCHIPIÉLAGO

Nº 1 (verano 1988).

sábado, 4 de abril de 2020

Virus, clase y nación


29/03/2020

Escribía Albert Camus que lo terrible de la peste no es sólo que arrebata la vida de los seres humanos, sino que desnuda su alma. La pandemia ha puesto al desnudo el semblante de un mundo y unas sociedades cuyos rasgos han sido cincelados por décadas de globalización neoliberal. Es cierto que el virus no conoce fronteras, ni distingue entre gente común o celebridades. Aunque tal vez ni siquiera sea él quien, a decir verdad, haya llamado a nuestra puerta. Los científicos acabarán por dilucidarlo. Es posible que esta epidemia, como otras anteriores, tenga su origen en la alteración de determinados ecosistemas; de tal modo que hayamos entrado en contacto con un organismo que, normalmente, hubiese permanecido alejado de nosotros. En cualquier caso, al igual que bajo una tormenta de verano el agua se precipita a raudales por cauces secos y arroyos, el contagio fluye impetuosamente por los hondos surcos de las desigualdades sociales. No debería ser una sorpresa. Desde hace tiempo la experiencia empírica de sindicatos y movimientos sociales coincidía con los estudios de los expertos: las situaciones de paro, los bajos ingresos, el difícil acceso a la vivienda… en una palabra: todos los rasgos asociados a la precariedad y la pobreza constituyen determinantes de primer orden por cuanto se refiere a la salud de las personas. Hoy sabemos que el coronavirus está afectando con especial intensidad a los barrios obreros. Así lo denunciaba un reciente comunicado de la Federación de Asociaciones Vecinales de Barcelona. Así, por ejemplo, en Roquetes, en el noreste de la ciudad, se alcanzaba la tasa de positivos más alta —533 por cada 100.000 habitantes— frente a los 77 casos registrados en el acomodado barrio de Sant Gervasi-Galvany. Las zonas donde vive la población con rentas más bajas reúnen a su vez los mayores factores de riesgo: condiciones de vida difícilmente compatibles con las medidas de higiene y distancia social que recomiendan las autoridades sanitarias, pocos perfiles profesionales susceptibles de recurrir al teletrabajo, gente con mayor exposición al contagio empleada en supermercados, servicios de limpieza, fábricas…

La epidemia adquiere así un sesgo de clase. Aquí y en todas partes. Y no sólo porque llueva sobre mojado, sino por la gestión que pretenden hacer de su impacto algunos gobiernos, ya sea por soberbia, inconsciencia o cinismo. Hemos podido comprobarlo estos días con la actitud insolidaria de Holanda y Alemania ante la demanda, por parte de los países del Sur, de un esfuerzo mancomunado de Europa para hacer frente a la devastación que dejará tras de sí la pandemia. ¿Acabará imponiéndose la razón ante la evidencia de que el hundimiento de las economías de España o Italia afectaría gravemente a los hacendosos Estados del Norte? Eso esperan los optimistas. Pero nada es menos seguro. Los mismos que piensan, como el antiguo ministro de finanzas holandés Jeroen Dijsselbloem, que a orillas del Mediterráneo «nos lo gastamos todo en licor y mujeres», no tienen ningún escrúpulo en facilitar la elusión de impuestos por parte de grandes empresas extranjeras —entre las que se cuentan conocidas firmas españolas—, haciendo de los Países Bajos una suerte de paraíso fiscal dentro de la UE. Según algunas estimaciones, en torno a un 30% de su recaudación anual provendría de esos tributos detraídos a las correspondientes haciendas nacionales, eso sí, de modo legal, a través de empresas instrumentales, utilización de marcas y otros artificios. Sin olvidar que los bancos alemanes fueron en su día partícipes y grandes beneficiarios de la fiesta del ladrillo en España. Es inútil especular sobre lo que ocurrirá en los próximos meses. La crisis que se avecina será de tal magnitud que podría dar al traste con la UE. Cabe esperar, sin embargo, que las élites de los Estados que han sacado mayor provecho de las asimetrías del euro intenten mantener, o incluso reforzar, su preeminencia tras el shock. El Covid-19 merma las defensas naturales de los más débiles, pero no disminuye el apetito de los poderosos.

Ni tampoco inspira una mejor disposición a quienes estaban previamente aquejados de fiebre nacionalista. Poco tardó Trump en hablar del «virus chino» que se cernía sobre América. Pero, imperiales o provincianos, todos los nacional-populismos reaccionan de modo similar. El discurso del President Torra y su entorno ha adquirido estas semanas tintes inquietantes. Todas las medidas del Estado de Alarma son leídas como agravios nacionales y los esfuerzos por soliviantar a la opinión pública de Cataluña contra el gobierno español devienen constantes. Es ya frecuente que, sin el menor comedimiento, los voceros del «procés» se hagan eco de los hashtag de Vox para increpar a Pedro Sánchez. El conocido jurista Hèctor López Bofill, próximo a Puigdemont, acaba de publicar este twitt: «Con 1.070 muertos sobre la mesa, supongo que aquellos que alegaban que los catalanes nunca llevaríamos la secesión hasta sus últimas consecuencias porque teníamos mucho que perder se han quedado sin argumentos. Cataluña será independiente y lo será pronto». No se trata del delirio de un individuo, sino de un sentir sistemáticamente promovido desde la derecha nacionalista, mientras una pusilánime ERC agacha la cabeza. Ayer, «España nos robaba»; hoy, «nos está matando». Más aún: quienes no abracen la causa independentista tendrán las manos irremisiblemente manchadas de sangre catalana. Es igualmente imposible predecir hasta qué punto semejante mensaje calará en la sociedad. La prueba a que se ve sometida hace brotar raudales de solidaridad en su seno y un aprecio inmenso por aquellas conquistas sociales que, como la sanidad pública, fueron tan duramente golpeadas por esos mismos «patriotas» en la crisis anterior. Con una redoblada vehemencia para ocultar sus responsabilidades, tratan ahora de expandir el virus del odio, la amenaza más letal para la convivencia. La peste vuelve a desnudar nuestras almas.

lunes, 25 de noviembre de 2019

La Voz del Pueblo

   [Aunque algunos pretendan convencernos de que los viejos planteamientos antiautoritarios e internacionalistas de los ácratas del siglo XIX están ya caducos y obsoletos (y que algunos 'libertarios' de hoy día parecen haber olvidado o tergiversado), en realidad están muy al día. Los que defienden el apoyo y participación popular en el juego del poder político —o se dejan manipular involuntariamente— como algo digno de ser tenido en cuenta, que sepan que no es nuevo; siempre ha habido sectores sociales emergentes que se han valido de las clases populares más desfavorecidas en su provecho (sea en nombre de la patria, del pueblo, de un derecho a la autodeterminación o de una determinada clase social oprimida y, hasta incluso, nuestro planeta). Como bien nos cuenta una historiadora medievalista francesa sobre el Valladolid de la primera mitad del siglo XIV. En muchas cosas no pasa el tiempo.]

Cortes de Valladolid de 1295.

  Las crisis de finales del siglo XIII y de las primeras décadas del XIV no parecen pues haber afectado profundamente a Valladolid que, no sólo consiguió mantenerse sino que aprovechó las dificultades de la Corona para obtener mayor independencia.

La vida política urbana se vio sin embargo afectada por la lucha que entabló un sector de la población, enriquecido durante la segunda mitad del siglo XIII, para acceder al gobierno municipal, reservado, desde el privilegio de Alfonso X, a las diez casas oligárquicas de los linajes de Tovar y de Reoyo. Aprovechando sin duda la crisis general y cierto descontento popular, los mercaderes, plateros, peleteros y demás representantes de los oficios de mayores ingresos en la villa consiguieron de la reina María de Molina, durante la minoría de Fernando IV, que se anulasen los privilegios concedidos a los caballeros en el Fuero Real y se constituyeron en un verdadero partido popular, 'la Voz del Pueblo'.

En marzo de 1320, dos meses después que los linajes de Tovar y de Reoyo y 'la Voz del Pueblo' nombraran representantes para llegar a un acuerdo, la reina María de Molina, que necesitaba desesperadamente el apoyo de la ciudad, devolvió a los caballeros sus privilegios, que incluían el monopolio de los cargos municipales.

Un año después, en marzo de 1321, poco antes de su muerte, la reina confirmó el compromiso establecido, que reservaba a los representantes de 'la Voz del Pueblo' la mitad de los oficios concejiles, mientras los linajes se repartían la otra mitad.

Ignoramos las circunstancias de este acuerdo y en particular si hubo, como en numerosas ciudades europeas en la misma época, violencias y disturbios; en cambio, la élite de los no-privilegiados había conseguido, mediante el apoyo popular, el acceso al gobierno municipal.

Entre 1321 y 1332 sin embargo, los mercaderes y artesanos enriquecidos que habían accedido al poder municipal no debieron de cumplir las expectativas suscitadas cuando encabezaban 'la Voz del Pueblo'. Privadas del beneficio de su «revolución», las capas populares reaccionaron al cabo de unos años e intentaron llevarla a cabo reuniéndose a campana tañida, distribuyéndose cargos y rentas municipales, e irrumpiendo en las sesiones del concejo. A petición del concejo —oficial—, el rey tuvo que intervenir: en marzo de 1332, las reuniones populares de los «menestrales y otras gentes menudas» fueron prohibidas y se devolvió el monopolio del ejercicio del poder en Valladolid a los linajes de Tovar y de Reoyo. La presencia en el concejo, posteriormente al privilegio real, de los mercaderes que habían conseguido desempeñar oficios públicos a raíz de la «revolución» de 1320-1321, sólo se explica por su integración en alguno de los dos linajes; entre 1321 y 1332, los linajes vallisoletanos perdieron pues su carácter de «familias de sangre» para convertirse en «familias espirituales», en bandos.

A partir de 1332, los linajes se repartieron por mitad los oficios municipales: regidurías a partir de mediados del siglo XIV, alcaldías, escribanías de la villa y luego «del número», procuradurías en Cortes, fielatos, aposentadurías, guías, tasadurías, montanerías, andadurías, pregonerías, así como los dos cargos de «conservadores» de la universidad.

La «revolución» de 1320-1332 y 'la Voz del Pueblo' vallisoletana no fueron acontecimientos aislados: en Italia y en Flandes, por esas mismas fechas, los «burgueses» enriquecidos consiguieron también forzar el acceso a los gobiernos urbanos, con el apoyo de las masas populares. Sin embargo, al contrario de lo que ocurrió en otras ciudades europeas, en Valladolid la apertura de la oligarquía a nuevos miembros no fue un hecho efímero, sino que se erigió en sistema; no hubo así, como en Florencia por ejemplo, nuevos disturbios a finales del siglo XIV.

ADELINE RUCQUOI
Valladolid en el Mundo. La Historia de Valladolid
(1993)

lunes, 9 de septiembre de 2019

Ante el problema nacionalista

 [«Anarquismo ante los nacionalismos» de Julio Reyero, último capítulo del libro ANARQUISMO FRENTE A LOS NACIONALISMOS en el que el compañero utiliza las mismas preguntas que se hacen en los artículos «Anarquismo frente a los nacionalismos» de Juan Pablo Calero (pp. 53-63) y «Preguntas y respuestas» de Tomás Ibáñez (pp. 113-127), del que aquí os ponemos un extracto:]


Por JULIO REYERO

El anarquismo es una ideología con unas bases bastante sencillas de entender, con unas consecuencias lógicas derivadas de estas bases que no deberían generar demasiadas dudas y, posteriormente, con tantos matices que no en vano muchas veces se ha utilizado el plural, hablando de anarquismos.

Hay dos cosas que son de ineludible cumplimiento conjunto: Socialización de los bienes de producción aboliendo la propiedad privada. Esta es la parte «de familia» que, al menos en teoría, compartimos con socialistas y comunistas. No hay libertad posible si no hay justicia social repartiendo el producto del trabajo, siendo aceptada mayoritariamente la fórmula enunciada por Kropotkin «a cada uno según su necesidad y de cada uno según su capacidad».

Libertad en ningún caso sometida a autoridad política alguna. La garantía económica de la vida, el suministro de las condiciones materiales para el desarrollo físico de la persona, no deja de ser esclavitud si no se eliminan las ataduras a su movilidad, expresión, decisión y pensamiento.

Dicho de otro modo, no hay igualdad posible si no es desarrollada en libertad. Esta reivindicación ha sido compartida en ocasiones por algunas ramas del liberalismo radical (en no pocos casos de forma hipócrita).

Cualquier asunción únicamente de una de las dos premisas por separado desemboca inevitablemente en dictadura o desigualdad criminal. No estaríamos hablando en ningún caso de anarquismo.

La identificación con las ideas anarquistas se complementa con un sentimiento de comunidad o cercanía con todos aquellos grupos o individuos que siguiendo estas premisas han luchado por su desarrollo y aplicación tanto desde el plano teórico como desde la más rabiosa práctica.

En muchos casos la represión sobrevenida al pensamiento y al desarrollo material del anarquismo ha generado héroes, villanos, épicas e historias dramáticas que han contribuido a calentar también los sentimientos tras una identificación racional con las ideas.

Evidentemente no son revolucionarias todas las movilizaciones. Como no lo son, y esto hay que repetirlo bien alto lamentablemente, todos los ataques a la policía, ni todos los manifestantes encapuchados, ni todos los lanzamientos de cócteles molotov. Es algo obvio que no debería ser necesario ejemplificar, pero por si acaso todos hemos visto miles de personas manifestándose contra el aborto o a favor de la familia tradicional, o si queremos mirar un poco más lejos podríamos acordarnos de las protestas en Ucrania que consiguen derribar al gobierno accediendo al mismo uno de los principales partidos que lideraba las protestas. El resultado fue un gobierno trufado de ultraderechistas y oligarcas, el país dividido, los sueldos por los suelos y los jóvenes saliendo disparados hacia otros países de Europa huyendo de la miseria. ¿Alguien se acuerda de la «revolución islámica» que derribó una monarquía en Irán y su desarrollo posterior? La guerra por la independencia irlandesa, una vez lograda, se llevó por delante una gran parte del poder adquisitivo de las pensiones, derechos de las mujeres como el aborto o el divorcio, y acabó dando muchísimo más poder a la Iglesia católica, que se tradujo por ejemplo en el envío de tropas a Franco para apoyar la Santa Cruzada contra los revolucionarios ateos.

Más que unos mínimos que debería cumplir toda movilización, para que cuente si no con el apelativo de revolucionaria sí con nuestra simpatía, habría que atender a los fines que persigue esa movilización y por supuesto a los medios. Ha habido multitud de protestas y movilizaciones surgidas desde fuera del movimiento libertario, y que lógicamente lo trascendían, que no hemos dudado un segundo en respaldar, como por ejemplo las protestas contra el bulevar en el barrio burgalés de Gamonal hace unos años, contra el muro ferroviario en Murcia, o la lucha de las camareras de hotel autodenominadas «las Kellys». Todo aquello que contribuya a la consecución de una mejora material o a mayores cuotas de libertad debería contar con nuestro apoyo siempre y cuando no suponga un deterioro de las condiciones de vida de otros o se utilicen medios inaceptables para su obtención. Que los medios y los fines tienen que estar en consonancia es algo que ha exigido el anarquismo históricamente, incluso con las contradicciones que haya cometido.

El sujeto político, al menos en el anarquismo, debe ser el ciudadano o, si queremos evitar ese término en discusión, la persona. Si dotamos de derechos a la persona no podrá existir discriminación que no sea una evidente vulneración de los mismos, además del hecho de la realidad demostrable del sujeto «persona». Si afirmamos la nación como sujeto político pueden perfectamente vulnerarse derechos individuales como estamos viendo todos los días. La nación es un concepto subjetivo y exige un grado de uniformidad mayor o menor pero que siempre acabará chocando con la libertad individual, por supuesto, incluso con libertades de grupos étnicos más pequeños. Lo hemos visto con la nación argentina respecto a los mapuches, y lo veríamos con toda seguridad con el valle de Arán en una Cataluña como nación independiente. ¿Y cuál es la solución del nacionalismo ante la gente que no se siente identificada por la nación que se pretende crear pero están dentro de su supuesto territorio? La imposición por la fuerza, no hay duda, y en casos extremos la limpieza étnica como hemos visto, por ejemplo, en los Balcanes no hace tantos años.

Dotar a la nación de derechos y reconocerla como sujeto político es una formulación extraña al anarquismo, o dicho de otro modo, es más bien familiar al poder que aspira a dirigir los destinos de las personas que integran esa nación. Es a ellos a quienes sirve esa forma de estructurar el pensamiento y la realidad territorial.

De todos modos, hay que tener claro que los derechos humanos solamente se garantizan en una sociedad libre y económicamente justa, algo que obviamente el capitalismo vulnera inevitablemente por su propia esencia.

El cosmopolitismo o internacionalismo es la reivindicación de la fraternidad humana por encima de las fronteras y por tanto la negación de las mismas como elemento diferenciador. El significado de un exabrupto como «independentismo sin fronteras» podríamos preguntárselo a su autora, pero fuera de su pretensión poética como oxímoron (me gusta mucho más la «ardiente oscuridad» de Buero Vallejo, o «el cadáver exquisito» de Bretón) es un sinsentido político.

Es más importante hoy que nunca recordar que la globalización hay que favorecerla, pero siempre desde un punto de vista libertario luchando contra el impulso identitario que es el caldo de cultivo perfecto para el neoliberalismo y la extrema derecha y que está creciendo considerablemente en muchos países (EEUU, Polonia, Austria...).

Creo sinceramente que la necesidad imperiosa ahora mismo es volver a centrar el discurso de nuevo en el conflicto de clase, los bajos salarios, las jornadas laborales eternas, el paro, la vivienda en medio de otra nueva burbuja, la vigente ley mordaza y los nuevos intentos de restringir la libertad de expresión en la red, el aumento de la edad de jubilación, el aumento del presupuesto militar, la reclusión de población migrante en CIE sin cometer ningún delito, etc., que además de ser los problemas reales de la mayor parte de la población catalana, son también los del resto del país como mínimo.

El hecho de que todo esto haya pasado a un segundo plano respecto al derecho a decidir, al derecho de autodeterminación, o peor aún, que se haya elaborado la falacia de que estas formulaciones resolverán aquellos problemas y no la lucha organizada e inmediata contra la clase social que los provoca o los impulsa (por muy catalana que sea), trae como consecuencia una progresiva derechización de los trabajadores como está ocurriendo en países como Polonia, Hungría, Austria, Alemania o Francia. El abandono de un discurso centrado en sus problemas reales o la traición histórica de la izquierda ya sea enfangada en la corrupción o por el incumplimiento sistemático de toda promesa, ha hecho que nos hayamos visto en la situación actual de recortes sociales y de reducción de las libertades.

VV. AA.
(2018)

domingo, 23 de septiembre de 2018

Sobre las verdaderas intenciones del neolerrouxismo de «Ciudadanos» en Catalunya

 

2 septiembre 2018

Las siguientes reflexiones llegan un poco tarde pues estaban pensadas de cara a los resultados de las elecciones autonómicas de diciembre de 2017, donde la formación política naranja arrasó como un tsunami en las áreas metropolitanas de extracción obrera en Catalunya. Desde el independentismo catalán (tanto el de derechas como el de izquierdas) se ha colgado la etiqueta de «lerrouxista» al partido de Albert Rivera e Inés Arrimadas y creo que muy acertadamente, ahora bien, en lo que no estoy en absoluto de acuerdo es en la interpretación que, a posteriori, se hace de la naturaleza de este movimiento de principios del siglo XX y por ende del que se considera su heredero ideológico actual: se hace básicamente hincapié en su demagogia anticatalanista y pseudo-obrerista considerando que el principal objetivo de Alejandro Lerroux era la lucha política contra los nacionalistas catalanes del momento; discurso que, repito, reproducen incluso las versiones más «izquierdistas» del independentismo.


Pues hay que decir contundentemente que no es así. El principal objetivo del demagogo españolista conocido como el «Emperador del Paralelo» era neutralizar al anarcosindicalismo revolucionario intentando enfrentar a los trabajadores autóctonos y emigrantes que constituían su abigarrada masa social. Es decir, la estrategia burguesa-reaccionaria de siempre consistente en introducir el discurso étnico-identitario para sustituir la solidaridad de clase: estrategia que favorecía, por otra parte, al catalanismo excluyente de la 'Lliga Regionalista' en un bucle que se retroalimentaba. Así, en un inicio, el lerrouxismo tuvo cierto éxito disputándole una parte de la clase trabajadora a los libertarios convirtiéndose en un partido de masas bien estructurado con juventudes, sección femenina etc (protagonizando duros enfrentamientos con los anarquistas) si bien al final acabó perdiendo la batalla por la hegemonía en el medio obrero, derechizándose progresivamente y acabando (a través de su líder) por apoyar a los sublevados durante la Guerra Civil española.

¿Es que acaso alguien puede pensar que el principal enemigo de un nacionalismo es otro nacionalismo? Hay un dicho que dice: «Las guerras las hacen personas que no se conocen y se matan dirigidas por personas que se conocen pero no se matan». Es bien sabido, que mientras Alejandro Lerroux y la burguesía catalana de la Lliga ponían en escena su simulacro de enfrentamiento, sembrando la discordia entre los trabajadores, no tenían reparos, por otra parte, en compartir mesa en la zona alta de Barcelona. Y así, hoy en día, sus herederos ideológicos (Ciudadanos y PDeCAT) ponen en escena la misma teatralización con idénticas consecuencias: El resultado es que los apoyos que la clase obrera catalana ha dispensado históricamente a los socialistas, y quizás también a otras expresiones de la izquierda institucional, están mudando al partido naranja, desesperando a estas formaciones políticas que incluso (en ciertas ocasiones) han mirado de comprarle el discurso para frenar la fuga de votos: recordemos los movimientos, hace años, de Celestino Corbacho en el Hospitalet para separarse del PSC (que, en aquel momento, consideraba demasiado catalanista) para crear la Federació Catalana del PSOE o, años más tarde, las infortunadas palabras de Pablo Iglesias exhortando al orgullo extremeño y andaluz (que parecía presentarse como oposición a lo catalán) en un mitin en Barcelona, palabras criticadas incluso por miembros de su propio partido por dividir a la clase obrera.


Por otra parte, la otra cara de la moneda, del españolismo de raigambre obrera, que representan figuras como Gabriel Rufián, ya que algún sociólogo sitúa su liderazgo como causa del ligero aumento del independentismo en las zonas de voto a Ciudadanos, queda patente si analizamos la ideología de ERC con respecto al partido naranja: los dos provienen del radicalismo pequeñoburgués de centro e incluso, si buceamos en la historia, nos encontraremos a sectores provenientes del lerrouxismo y del republicanismo catalanista compartiendo el mismo espacio político en algunas alianzas electorales: al fin y al cabo, hoy como ayer y en ambos casos, solo se espera de la clase obrera que aporte el apoyo necesario para encumbrar a unas clases medias dispuestas a mantenerse a flote a costa de los perjudicados de siempre.

Resumiendo: Los anarquistas debemos estar alerta de no caer en este escenario de polarización identitaria sin comprarle el discurso al independentismo burgués ni tampoco a la demagogia neolerrouxista. Se trata de una tarea harto difícil debido a la actual situación política. Recordemos siempre que hay que organizar a (y organizarse con) la clase obrera independientemente de la lengua que hable o de la identidad nacional con la que se identifique.

miércoles, 30 de mayo de 2018

De aquellos polvos, estos lodos


Por CARME RIERA

A raíz de la polémica suscitada por los escritos y tuits del actual presidente de la Generalitat, que tanta polvareda han levantado, diversos analistas políticos, en este mismo periódico han mostrado la coincidencia de parte de su ideología con la defendida por el partido Estat Català y su vindicación, en diversas ocasiones, de los nefastos hermanos Badia.

El señor Torra ha sido calificado por sus adversarios políticos de racista y xenófobo. También SOS Racismo, que en un principio pareció sumarse a tales consideraciones, las matizó después, admitiendo sólo, y ya es bastante, que su discurso era «peligroso, irresponsable e inaceptable». Naturalmente los partidarios del flamante 'president' y él mismo han tratado de quitar hierro al asunto aludiendo a que esos puntos de vista ­pertenecen a su pasado de activista. Pero lo que no han dicho es que tales opiniones son poco originales, no provienen del caletre ni de la musa particular del 'president'. Se trata, en realidad, de préstamos procedentes de un discurso nacionalista trasnochado que pueden rastrearse en libros y artículos publicados desde finales del siglo XIX hasta la Guerra Civil, accesibles en bibliotecas y hemerotecas.

Citas parecidas a los tuits de Torra se encuentran en el panfleto del joven Prat de la Riba, La question Catalane l’Espagne et la Catalogne. Notice adressée a la presse européenne par le Comité Nationaliste Catalan de Paris. Como su título indica, el texto trataba de internacionalizar la peculiaridad catalana. Al parecer, fue editado con el apoyo de Louis Guérin, secretario de finanzas de la Liga Antisemita. Prat enfatizaba la necesidad de oponerse a los españoles, calificados de pueblo semita, de ahí la dificultad de ser entendido por los «pueblos civilizados de Europa», y consideraba al pueblo catalán, por su raza, temperamento y carácter, antagónico al español. «Uno está unido a la corriente industrial de los pueblos modernos, el otro, nutrido por los prejuicios del hidalgo —en referencia a don Quijote—, cargado de deudas e hinchado de orgullo», aseguraba. Podría ofrecer otras muestras extraídas de libros de Almirall, de Gener, entre otros, y de artículos y caricaturas publicadas en La Tralla, L’Esquella de la Torratxa o La Campana de Gràcia, pero no vale la pena. Para botones bien valen unas pocas muestras de las muchas que podemos encontrar de arraigada procedencia y despreciable mal gusto.


A mí, la verdad, más que todo eso, por más impropio, desagradable y apolillado que me parezca, me preocupa el hecho de que las ideas del señor Torra parecen ancladas, en buena medida, en aquel viejo texto de Herder Filosofía de la historia para la educación de la humanidad, aparecido nada menos que a finales del siglo XVIII, en el que se basó, en gran parte, el nacionalismo romántico. Herder se refiere a la diversificación de las culturas, apoyándose en el pretexto de que la naturaleza humana no es uniforme sino diversificada. En consecuencia, el proceso histórico tampoco se hace extensivo a la humanidad sino que se circunscribe a pueblos y estirpes particulares. Incluso la felicidad humana es, según Herder, patrimonio de los pueblos, etnias, razas, naciones, y su sentido, la manera de concebirla, peculiar de cada cultura e intransferible a otra. Herder acuñaba también la idea de Volkgeist, espíritu del pueblo, entendido como una entidad en la que había que buscar el origen del lenguaje, de la religión, del arte y de las costumbres. El Volk (pueblo) era comparado a una planta con raíces, tronco, ramas y savia. Una metáfora que hizo fortuna en el pensamiento de la derecha europea de entreguerras, de Spengler a Barrès.

Así las cosas, me da la impresión de que la referencia al «pueblo», puesta en boca del nuevo 'president' en su toma de posesión, con la misma fórmula usada por su antecesor Puigdemont: «Prometo cumplir lealmente las obligaciones del cargo de presidente de la Generalitat con fidelidad al pueblo de Catalunya, representado por el Parlament de Catalunya», tiene que ver mucho más con el conglomerado identitario herderiano, crisol de las esencias nacionales de una facción de los catalanes, que con su totalidad. Lo que se desprende de las palabras de Torra no es la alusión a la soberanía del pueblo, a la implícita igualdad de los ciudadanos demostrada con el derecho al sufragio universal, clave en los países libres, sino que el término pueblo utilizado por el 'president' incluye sólo a sus seguidores, a los partidarios de la independencia, a los aglutinados en contra del enemigo, que en el caso catalán no es otro que el español. La identidad catalana, contrapuesta a la española, es entendida como suma de las identidades individuales, en una transversalidad en la que no cabe el enfrentamiento de clases —eso vendría en todo caso después de la independencia, de la mano todopoderosa de la CUP—, se afianza en la lucha por cohesionar la propia personalidad frente al enemigo, como no podía ser de otro modo. Y me pregunto, con enorme preocupación, qué tipo de nación construirían con tales presupuestos obsoletos los señores Puigdemont-Torra en el caso de conseguir la independencia.

27 mayo 2018

miércoles, 23 de mayo de 2018

¿Quien mató a los hermanos Badia?


En primer lugar soy consciente, que el señor Quim Gibert, autor de una oda en prosa sobre la figura de Miquel Badia, busca afanosamente el reconocimiento institucional para el fascismo catalán. Se basa fundamentalmente en los testimonios del historiador Josep Benet y los apologistas de Miquel Badia, Josep Planxart y Jaume Ros y Serra. Situaremos ideológicamente a estos testimonios.

02/11/2011

El primero Josep Benet, experto en difamar a los anarquistas y a los anarcosindicalistas, atribuyéndoles todos los males de Cataluña. Su único objetivo ha sido demostrar que la Iglesia católica catalana no participó en el genocidio perpetrado por Franco contra el movimiento obrero catalán. Actualmente la mayoría de los investigadores (aquellos que acuden a los archivos a investigar los documentos de la Guerra Civil), sostienen que si bien el ejecutor del genocidio fue Franco y sus 'africanistas', los ideólogos e inductores de estos hechos corresponden a la Iglesia española, con una gran participación de la Curia catalana y del clero rural catalán (analfabeto y clientelista). Su segundo objetivo ha sido criminalizar al movimiento obrero catalán representado por el anarcosindicalismo de la CNT.

Los otros dos testimonios han actuado al son de «quien paga, manda». Sin comentarios. Los hermanos Badia, fueron asesinados por un pelotón de Falange Española, concretamente por el llamado grupo de los vascos. Capitaneados por el hombre de acción «Giron de Velasco». Debido a que el fascismo italiano, consideraba a Estat Català como el referente del fascismo español, aunque éste se declara institucionalmente separatista. Las observaciones manifestadas por Mussolini a los dirigentes de Falange Española en esta dirección. El líder italiano les dijo que el fascismo catalán contaba con Dencás y sus muchachos, los hermanos Badia, miembros del Gobierno de la Generalitat. Y que ellos eran una insignificancia.

Una vez asesinados los hermanos Badia, fue muy fácil especular con la autoría. La culpa de los de la FAI, los obreros anarcosindicalistas catalanes. Si estos señores que constantemente atribuyen todas las muertes en la FAI, se hubieran preocupado un poco por investigar el asunto, el resultado sería otro. Desde enero de 1936 la CNT, tenía preocupaciones más importantes que preocuparse por el estado de salud de Miguel Badía. Solo en Cataluña tenían cinco mil presos gubernativos y la mayoría de los sindicatos estaban clausurados, sin menospreciar la reunificación con el 'trentismo' y sobre todo la reorganización de los sindicatos.

Con el golpe de Estado de Franco un par de meses después de las muertes de los hermanos Badía, el movimiento obrero catalán asumía la responsabilidad de desbaratar a Cataluña, para lo cual solo contaba con sus efectivos, unos veinte mil sólo en Barcelona. Las fuerzas de orden público en Cataluña tenían pocos efectivos y no todos leales a la República. Cabe recordar que la Guardia Civil y su cabeza Aranguren no se sumaron al acto hasta que la balanza no estuvo de parte de los hombres y mujeres de la CNT. En plena guerra civil el fascismo de Estat Català siguió negociando con la Italia fascista de Mussolini un rendición de Cataluña bajo la protección de la internacional fascista, pero la experiencia de Santoña los obligó a desistir, al no fiarse de la capacidad que los italianos tenían para convencer a Franco.

Durante la Guerra Civil Estat Català trabajó a sueldo del PSUC y puso a disposición de los estalinistas, a todos sus pistoleros, atracadores y mafiosos para ilegalizar la CNT y responsabilizarla de todos los actos violentos. Se quedaron casi todos en la retaguardia y participaron en todas las conspiraciones que se organizaron en Cataluña, como el caso Reverter, donde uno de los esbirros de Miquel Badia, Pedro Polo, tuvo que exiliarse a Francia porque estaba comprometido hasta el cuello. Después formaron los pelotones del crimen organizado e institucional de los estalinistas, como los Hechos de Mayo, Puigcerdà, Amposta, Vic, Tortosa, caso Nin, etc. Finalmente se pasaron a Franco y formaron parte del aparato represor, especialmente durante los años 1939-50. Muchos de ellos volvieron a raíz de los pactos que el régimen franquista suscribió con los americanos, por exigencias del guión, su militancia pro-CIA les garantizaba el perdón y el enchufe del régimen.

Removiendo los archivos tenemos: «Respecto a la campaña antianarquista que hablo en mi artículo puedo informarle confidencialmente que está sostenida por los comunistas, los que no desprecian ocasión para atribuirnos la responsabilidad de todos los desastres y no se recata de atribuirnos también todos los robos y asesinatos que se hayan cometido en España. He averiguado también que la actitud adoptada por los radicales socialistas franceses, basada según ellos mismos en las atrocidades cometidas por los anarquistas españoles y en la violación del derecho de propiedad de los extranjeros, se debe a los informes pésimos que en los centros oficiales de Cataluña y muy especialmente en los núcleos del PSUC, se dieron a la Comisión Radical Socialista que se tuvo en Barcelona.

»Uno de los componentes de esta comisión, diputado por el Sena, con el que hablé personalmente, me informó de estos detalles, declarandome que como ampliación, preguntando un elemento de la Generalitat que le servía de guía e intérprete, si era cierto que se habían asesinado a más de 30.000 personas, contestó aquél en sentido afirmativo, agregando pero "... eso lo han hecho los de la FAI".» Paris 15 de febrero de 1937. Firmado Elizalde, Miembro Comité Peninsular de las JJLL. PS-Barcelona 1568 / 3. Centro Documental de la Memoria Historia. Salamanca.

Un país que no recuerda su historia acaba perdiendo la identidad.

  * Artículo de Josep Quevedo, afiliado a la CGT de Berga, en respuesta al artículo de Quim Gibert sobre los hermanos Badia publicado en el semanario Directa núm. 225.

domingo, 13 de mayo de 2018

Soberanía, república y socialismo


Por OCTAVIO ALBEROLA

A diferencia de los procesos independentistas con un proyecto de transformación «socialista» de la sociedad, el ideal del «procés», la «Independència», no va más allá de proclamar en Cataluña una «República» y de promover con ella «un mayor bienestar del pueblo catalán». La ideología del «procés» obvia pues las diferencias sociales —de clase— para encarnar «un sol poble» que aspira a existir como Estado/Nación en el marco del proyecto neoliberal supranacional de la Unión Europea.

Para el «procés», la «autodeterminación» es el ejercicio del «derecho a decidir» del «poble català» de «eligir democráticamente» un gobierno para promover la secesión de Cataluña de España y constituirla en Estado/Nación, al mismo título que ésta última lo es hoy. El secesionismo es pues el medio por el cual el «poble català» intenta conseguir un Estado propio —como los demás Estados de la UE— para poder ejercer su soberanía... Es decir: ¡para conformarse —como lo hacen los demás pueblos de la UE— con votar cuando lo convoquen los que mandan!

Tal es pues el objetivo del «procés» promovido por las formaciones secesionistas catalanas, incluida la CUP; puesto que ésta, a pesar de pretenderse y proclamarse anticapitalista, lo ha apoyado sin sonrojarse demasiado hasta el día de hoy... Aunque, para marcar diferencias con las demás formaciones que promueven el «procés», intente disimular el abandono/aparcamiento de su anticapitalismo (socialismo) con un «radicalismo» (hiper)intransigente, demagógico y retórico en defensa de la República y de la «legitimidad» presidencial de Puigdemont…

Con un tal «independentismo» —cuya única validación política proviene del hecho de ser defendido por casi dos millones de «catalanes» y de ser reprimido por un Gobierno en manos de un partido heredero del franquismo y corrupto hasta la médula— no es de extrañar encontrarnos hoy con una República «interruptus» y a la espera de que los secesionistas se decidan a investir un «President de la Generalitat» compatible con el artículo 155 de la Constitución española o a la convocación de nuevas elecciones...

Es decir: que estamos ante un «procés» que, además de no avanzar y resignarse a que las instituciones catalanas sigan intervenidas, ya comienza a generar decepción… Y no solo por la incapacidad del secesionismo a salir del impasse y satisfacer las expectativas republicanas de sus seguidores sino también por ser cada vez más evidentes sus nefastas consecuencias: la exacerbación de las tensiones nacionalistas y la agudización de las divisiones en el seno de la clase trabajadora. Además, claro, del aparcamiento de la lucha contra los gobiernos de la burguesía en Cataluña y España. ¿Cómo, pues, no reconocer que una vez más los hechos confirman las enseñanzas del pasado sobre lo que se puede esperar del secesionismo nacionalista por muy «progresista» que se pretenda?

Un poco de historia

A pesar del irrefrenable optimismo de la fe en el progreso, la modernidad no ha conseguido impedir que la historia sea una larga y preocupante sucesión de decepciones. No obstante, sostenida por principios considerados ciertos e inamovibles, esa fe no ha cesado de proclamar «urbi et orbi» la primacía de la razón y la justicia para hacer posible —in fine— la soberanía y el bienestar del pueblo.

Desde 1789, con la Revolución francesa toma cuerpo la ilusión de un «pueblo, un país y la justicia». Un ideal que se encarna en la República y en su famosa y universal divisa: «libertad, igualdad, fraternidad». Pero rápidamente llega la decepción al hacerse evidente el carácter retórico, demagógico, de tal divisa. No solo porque detrás de la máscara de la «democracia» republicana hay unos ciudadanos más «iguales» y «libres» que otros, sino también por ser la «fraternidad» republicana un mito con el que se justifica la insolidaridad entre clases en las sociedades que solo las han abolido formalmente.

Desde entonces, todas las repúblicas pretenden ser «democracias»; pero, más allá del mito, la realidad es que todas son sociedades oligárquicas de explotación y dominación de clase, con un «demos» puramente simbólico. Y es así inclusive en las repúblicas surgidas como consecuencia del proceso de descolonización puesto en marcha al final de la Segunda Guerra Mundial, como también en aquellas que, siguiendo el modelo de la URSS, se proclaman «repúblicas populares socialistas»; pues también en estas repúblicas la burocracia y la «nomenclatura» del partido dirigente se han convertido en clase burguesa.

Ingenuidad o arribismo

Pese a una tal contradicción y a la «evolución» sin paliativos de estas repúblicas «socialistas» hacia el capitalismo, lo sorprendente es encontrar aún hoy entre los explotados y dominados a defensores de la República como ideal político para devolver al pueblo la soberanía, salir del capitalismo y llegar a una sociedad sin clases. Más grave aún, pretendiendo poder conseguirlo aliándose con sectores «soberanistas» de la burguesía devenidos secesionistas por los aleas de la lucha por el Poder.

Eso se ha producido en Cataluña y otros lugares como resultado de las infundadas perspectivas de «cambio» y de «ruptura» que algunos/as han creído abrirse con el «procès». Y no solo en la CUP, en la que el planteamiento soberanista presentado desde la «transversalidad» de la sociedad catalana actual, les ha llevado a olvidarse de su ideario «anticapitalista» (socialista) y a conformarse con reivindicar una República sin adjetivos, sino también en sectores de la extrema izquierda y de las organizaciones libertarias que apoyan tal reivindicación, reduciendo el derecho a decidir y la autodeterminación al voto… Además de justificar el replanteamiento de la «cuestión nacional» con la excusa de no abandonar el «retorno a la nación» a los populismos de derecha y con la ilusión de un hipotético «desbordo»


Ilusiones y realidades…

Tras todas las decepciones producidas por las ilusiones fallidas desde la puesta en marcha de la modernidad hasta las recientes desilusiones de «cambios» y «rupturas», ¿cómo negar la necesidad y urgencia de fundar nuestra lucha por un mundo mejor en la experiencia histórica y no solo en la ilusión?

Ante tantas decepciones provocadas por ilusionarnos con lo que sabemos no funciona, ¿cómo es posible olvidar, no tomar en cuenta lo que sabemos?

No olvidemos, pues, que sabemos en qué han quedado todas las ilusiones de «desbordo», de llegar al socialismo (la democratización de la economía y de la sociedad para hacer posible la justicia y el bien común) a través de la constitución de «naciones independientes» y de «Estados socialistas». Que sabemos, además, que ningún proyecto con una visión emancipadora real podrá llevarse a término mientras subsista el capitalismo. Y que sabemos también que el secesionismo («independentismo») catalán está anclado mayoritariamente en un soberanismo republicano opuesto a cambiar las estructuras económicas y sociales capitalistas.

¿Cómo, pues, soñar en llegar a un «país en común» con un tal independentismo? ¿Cómo creer posible adoptar posiciones rupturistas con JxCat, el PDeCat y ERC que defienden el orden neoliberal existente y nunca proclamarán una república socialista? ¡A lo sumo una socialdemócrata, al estilo de lo que propugna el PSOE y todos sus aliados de la Internacional Socialista!

No olvidemos que la única manera de rearticular la cuestión social y la cuestión nacional desde una perspectiva emancipadora es a través de la reactivación de la lucha de clases. Y que eso es válido para Cataluña y España.

La experiencia histórica muestra que el socialismo solo es posible con la desaparición del Capitalismo, de los Estados/Nación, el Patriarcado y todas las estructuras de Poder en el seno de la sociedad.

¡No lo olvidemos!

4 mayo 2018

sábado, 28 de abril de 2018

Los CDR utilizan sindicatos anarquistas como tapadera para convocar manifestaciones


Los CDR utilizan sindicatos anarquistas como tapadera para convocar manifestaciones

Por GONZALO ARALUCE y DANIEL MONTERO

Asociaciones sindicales anarquistas como Confederación Nacional del Trabajo (CNT) o Confederación General del Trabajo (CGT) prestan su papel institucional a los Comités de Defensa de la República (CDR) para presionar en escenarios políticos y sociales a los que estos últimos no pueden acceder. La convocatoria de la huelga general del 3 de octubre —en defensa del referéndum del 1-O— la celebración de diversos actos públicos formarían parte de esta estrategia de choque.

Los servicios de información de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado investigan la red de relaciones que mantienen los CDR con diferentes asociaciones sindicales. Según estas fuentes consultadas por EL ESPAÑOL, las diferentes entidades han estructurado una agenda de propósitos comunes a la que pretenden sumar a la población civil.

El acto más destacado —por influencia entre la ciudadanía— fue la convocatoria de una huelga general en Cataluña el 3 de octubre en defensa del referéndum del 1-O y contra la «represión policial». La movilización fue convocada por asociaciones sindicales como los citados CGT o CNT, pero también por Coordinadora Obrera Sindical (COS), Intersindical-Confederación Sindical Catalana (I-CSC) e Intersindical Alternativa de Catalunya (IAC).

La Guardia Urbana cifró en 700.000 personas los asistentes a la manifestación que ese día se celebró en Barcelona y que fue replicada en buena parte de los principales municipios catalanes. Los propósitos anarquistas de las asociaciones sindicales podrían encajar en la protesta contra las actuaciones policiales. Pero fueron los Comités de Defensa de la Huelga —herederos de los Comités de Defensa del Referéndum y ahora convertidos en Comités de Defensa de la República— los que revistieron la convocatoria de eslóganes a favor de la independencia de Cataluña. Así lo sostienen las fuentes policiales consultadas por EL ESPAÑOL.

Tiranteces internas

Desde entonces, la relación entre ambas partes ha fructificado en la convocatoria de diversos actos y manifestaciones, la mayoría de las veces reflejados en redes sociales. Como ejemplo, los actos celebrados el pasado 8 de marzo en el marco del Día Internacional de la Mujer.

Asociaciones sindicales convocaron manifestaciones en toda España. CNT y CGT hicieron lo propio en Cataluña. Y en muchas localidades, como en Sabadell, representantes de estos sindicatos y miembros de los CDR se expresaron bajo la misma pancarta.


La relación entre los CDR y las asociaciones sindicales, no obstante, no siempre es buena. Hace dos semanas, tras la detención de Carles Puigdemont en Alemania y la entrada en prisión de Jordi Turull, Carme Forcadell, Raül Romeva, Josep Rull y Dolors Bassa, los Comités trataron de forzar a los sindicatos para la convocatoria de una huelga general.

Esa es la conclusión de unos audios ya publicados por EL ESPAÑOL, en el que los CDR diseñan la estrategia de «sabotajes» para trasladar la tensión política a las calles catalanas: «Esperaría a ver qué pasa con Puigdemont cuando los sindicatos [CNT y CGT] hagan la convocatoria, que será a final de semana o principios de la semana que viene, ya será una huelga de país indefinida», se podía escuchar.

Las estructuras de los CDR

De acuerdo a las pesquisas policiales, los CDR se organizan en estructuras desiguales, que pueden ir desde un pequeño grupo de miembros —de apenas una docena— hasta los más multitudinarios. Sus actividades, no obstante, están perfectamente coordinadas.

La estrategia de los Comités pasa por azuzar el escenario social, especialmente en respuesta a determinados momentos políticos. Han asumido el poder de convocatoria que antes tenían la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural, de los encarcelados Jordi Cuixart y Jordi Sánchez.

«También en Barcelona varios CDRs harán acciones un poco más heavys repartidas por la ciudad y otras más festivas rollo ANC con los niños. La intención es que haya distracción policial, que tengamos a todos los Mossos repartidos y la Policía Nacional por toda Cataluña y que no puedan», comentaban en los audios descritos.

Mensajes que reflejan la red de relaciones que los CDR mantienen con otras entidades. También con asociaciones sindicales anarquistas, a las que —según estas pesquisas— utilizan como tapadera para convocar actos y manifestaciones.

10 abril 2018