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lunes, 2 de enero de 2017

Sembrar libertad en el desierto


Tierra y Libertad
Nº 341 - Diciembre 2016

Un agitado año, sin lugar a dudas, ha sido el que se ha vivido desde la trinchera antiautoritaria en la bahía de Antofagasta (Chile). A la realización de actividades temáticas por parte de la Sociedad de Resistencia, el Grupo Pampa Negra y el periódico anarquista El Sol Ácrata; a la proliferación de ferias de propaganda libertaria (Agreste Eclosión, Feria Libertaria El Gato Negro y Desértica Libros) e iniciativas de comida vegana (Jëngibre), se ha sumado una gran noticia: la apertura del Espacio Autónomo Social Yareta, que pretende ser un verdadero semillero de ideas y prácticas de libertad en la costa del Desierto de Atacama.

Inaugurado recientemente, el 30 de octubre en una tremenda jornada, este espacio ubicado en la población O'Higgins de Antofagasta, rescata el nombre de la ancestral y resistente vegetación del altiplano, de propiedades medicinales y casi llevada a la desaparición por las ansias extractivistas de la megaminería y la complicidad del gobierno chileno. Cabe destacar que se han encontrado especies de hasta 3.000 años, cuya dureza y enorme capacidad de resistir al clima adverso sólo es posible de sortear con picota en mano.


En sintonía con estas características, el Yareta pretende generar dinámicas de resistencia a la explotación, dominación y saqueo en este territorio, para lo cual orienta su actividad en base a cuatro principios: Autogestión, Autonomía, Apoyo Mutuo y Horizontalidad. Entre las iniciativas que alberga destaca la biblioteca La Camanchaka, cuya apertura ha sido gratamente recibida por vecinos y afines que se han acercado a solidarizar, ya sea donando libros, inscribiéndose como socios o pidiendo materiales prestados. Otra instancia que ha comenzado recientemente en este espacio autónomo social, es el ciclo de cine «Por la Liberación de la Tierra», que a lo largo de noviembre y parte de diciembre tratará, mediante material audiovisual y debates colectivos, la problemática del saqueo extractivista, el modelo neoliberal y su devastación en la región chilena. También se ha conformado un grupo de estudio y preparación para la estandarizada PSU, que está tomando buenos rumbos. Instancias a las que se sumarán, dentro de poco, una serie de talleres prácticos para colectivizar conocimientos y promover la autonomía. Sin duda, se organizarán muchísimas más actividades —como las Sesiones Ácratas, convocadas por el Grupo Pampa Negra para fin de mes— que esperamos permitan seguir potenciando este espacio de creatividad, experimentación y puesta en práctica de nuestras ideas de autonomía y emancipación.

A seguir sembrando libertad en pleno desierto, en la costa, la pampa y el altiplano.

VIENTO NORTE

martes, 6 de diciembre de 2016

Necesitamos buenas alforjas para el desafío de conformar un fuerte sindicalismo revolucionario


Por JULIO F.
(CNT Gráficas – Madrid)

Me agrada profundamente que se dé en estos tiempos un debate sobre el papel del sindicalismo como elemento de transformación social. Y está muy bien desearlo en estos momento cuando existe un cierto ambiente entre la izquierda que menosprecia su capacidad como elemento imprescindible y que lo relega a algo que ya le ha pasado su tiempo. Algunos resabios de esto me hicieron pensar la frase de Pepe Gutiérrez-Álvarez que dice que el sindicalismo revolucionario vendrá del ejemplo de las Mareas o de luchas concretas que convergerán en plataformas donde el sindicato estará en segundo plano. Considero que la reflexión para que esos deseos de grandes sindicatos potentes y amplios, capaces de arrancar mejoras y estar listos para controlar la economía de un país, debe pasar por analizar qué está pasando actualmente con ciertas cuestiones que en su tiempo posibilitaron su desarrollo y lo pueden volver hacer: cultura de lucha y de clase, militancia y ética, estrategia e inteligencia colectiva, economía de fuerzas y amplitud de miras.


Bases

«La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos». Esta frase concentra el pensamiento que debe regir las bases de un sindicalismo revolucionario. Somos muy buenos en pensar cómo será la futura sociedad pero nefastos en ver las cosas que puedan formar los ritmos sociales con los que podamos estructurar una comunidad solidaria y revolucionaria.

Y el ejemplo lo tenemos reciente. ¿Cómo ha podido generar la PAH y grupos de vivienda esa cultura de lucha y ese imaginario social, con sus limitaciones, favorable en amplias capas de la sociedad que responda a unos parámetros de justicia, lucha y solidaridad? Mi respuesta no puede ser otra que cuando responde a problemas comunes, concretos y ha generado una dinámica que pasa del activismo a la militancia. En otras palabras, cuando luchar contra injusticias tuyas o ajenas forma parte de tu vida cotidiana tanto igual que ir a comprar la barra del pan, ir a tapear con tus amigos o hacer una parrillada con familiares y amistades junto a compañeros del sindicato, por poner algunos ejemplos.

Es cierto que sufrimos un constante ataque mediático para desclasarnos o perder los símbolos con los que en otros tiempo formábamos nuestra identidad como clase y como comunidad que se arropaba cuando alguien tenía un problema o se quería mejorar el barrio o las condiciones laborales. Pero precisamente por ello debemos reencontrarlos en el presente y con sus nuevas formas o palabras. Emanciparse como clase, como trabajador y trabajadora es una idea de base que conforma unas formas de actuar y hacer, pues ha de trabajarse en colectivo, tener iniciativa, aprender, participar y no querer doblegarse para en un momento dado regir sin jefes el destino de la economía y la sociedad.

Compromiso y participación

Hay una cierta lógica instalada en los mundos de la izquierda y el del anarquismo en particular, que es el que más conozco, donde pareciera que la lucha es una cuestión binominal, o se es consumista y pasota o alguien ultramilitante o supercomprometido. No existen ahí grados ni grises y considero esto un grave error que no nos permite avanzar ni evaluar en qué estamos errando con más propiedad.

Esta voluntad de participación, con distintos porcentajes, no sólo para la toma de decisiones sino en las acciones, coordinación, preparación táctica o estratégica de campañas o luchas ha de tratarse de modo inclusivo y propositivo. Y esto encaja perfectamente en parámetros democráticos y de trabajo en red, pues un sindicato no deja de ser una organizada red de solidaridad y apoyo mutuo. Siempre habrá quien participa más y quien lo hace menos y precisamente por eso hay que tener claro los mecanismos o formas para que quienes están más en todo tengan herramientas para ser más inclusivos y repartan tareas o puedan hacer que participen en pequeñas cosas a quienes no lo están tanto. Eso hace cohesión y sentido de utilidad, que las cosas sirven y uno se siente parte de ello y, por lo tanto, acaba identificándose como parte del grupo y del sindicato.

Para favorecer pues esta participación es muy importante la planificación a largo plazo, a medio y corto. Si eliges el trabajo y desarrollas unas pautas importantes generales de guía vas a eliminar tiempo improductivo y asambleas innecesarias que se pueden destinar a grupos de trabajo que desarrollan y hacen, hacen y hacen. Y ahí es donde es sencillo ir introduciendo a compañeros menos participativos o que no forman parte de los veteranos que llevan las partes más pesadas o de responsabilidad interna de un sindicato. Además también hay que tener en cuenta que hacer acción sindical en tu empresa, incluso de forma planificada, ya consume un tiempo y energía considerable de militancia. Si además añadimos cuestiones barriales definitivamente la planificación y la seriedad con lo que hacemos es una obligación. La eficiencia democrática de la organización es pues una cuestión de asambleas, reuniones y comités, de tener claro un tiempo regular de toma de acuerdos generales y de los miles acuerdos de gestión para desarrollarlos. Tener pocas asambleas y muchas reuniones es algo que se va dar natural con una masificación del sindicato.

Otro punto reside en la formación: si no contamos con cuadros militantes y gente preparada para saber los mecanismos que tenemos para defendernos y como trabajar en cada sector económico no vamos a conseguir ser una referencia para los demás trabajadores. Y sin esto no hay revolución posible. Además, deben de poder a su vez formar a más gente de tal forma que todos puedan llegar a ese mismo conocimiento, hablando de cuestiones básicas o algo complejas pero que no llegan al conocimiento que muchas veces pueda tener alguien especializado en algún área como abogados y economistas, por ejemplo.

También debemos afrontar que existen de facto liderazgos informales, personas que son más carismáticas o tienen un cierto don para ser influyentes entre los grupos de trabajadores. Traernos este perfil y que enfoque sus habilidades de forma colectiva reforzará nuestras ideas e influencia sindical en sectores y empresas. Estos compañeros tienen un rol importante de animadores e incluso dinamizadores de procesos internos de los sindicatos o colectivos de trabajadores.

Alianzas y estrategias

Una obviedad es que no contamos con la masividad ni profundidad organizativa como en los años 30 y precisamente porque el momento actual es nuestro, con sus peculiaridades, hay que tener amplitud de miras y saber aglutinar sectores que luchan. Tender a la unidad para ganar conflictos laborales y sociales es una necesidad de nuestra clase porque nos hace fuertes frente a los deseos de empresarios, banqueros y gobiernos de turno. Además nos posibilita imaginar construyendo un futuro emancipador.

Hablo de alianzas porque la fragmentación sindical en nuestro país es un hecho y porque el sindicalismo revolucionario no es hegemónico a nivel social. Por tanto se ha de buscar formas con las que trabajar con otros para conseguir objetivos que deseamos en diferentes tiempos. A nivel de empresa, a nivel de convenios colectivos, en áreas que tienen que ver con sectores públicos, en cuestiones de vivienda, etc...

Esa idea general que nos trasmitió las «Marchas de la Dignidad» de la confluencia y objetivos comunes debe dar otro paso más, conformar planes de trabajo (constructivos y concretos) más allá de las manifestaciones, ya que éstas son demostraciones de fuerza y apoyo, puntuales, de unas series de exigencias o ideas y no son parte de un trabajo diario. Para ello hay que poner sobre la mesa nuestras plataformas reivindicativas y llegar a consensos que formen un bloque frente a empresarios y gobiernos de turno. Lo considero, como mínimo, un paso necesario para revitalizar el sentido cultural de pertenencia a una misma clase popular que se organiza y apoya. Y esto es lo más cercano a la realidad actual que la creación de «Un Gran Sindicato» propuesto por J. L. Carretero.


Creando músculo

Si tenemos la idea de un sindicalismo que pueda transformar la sociedad a gran escala también debemos pensar en herramientas y redes que en conjunto posibiliten esta misma. Es por eso que comparto con compañeros como Lluís Rodríguez la necesidad de construir cajas de resistencia en los sindicatos y no creo necesario aportar más datos que los que ha enumerado él en su artículo. Tenerlas favorece que colectivos de trabajadores tengan la capacidad de afrontar un duro conflicto como es una huelga sostenida en el tiempo de forma más eficiente, además combate el miedo a verse sin el sostén económico para mantenerse a sí mismo o su familia. Sin olvidar por ello que el punto central es la iniciativa y voluntad popular para querer revertir o mejorar situaciones de injusticia o condiciones de trabajo en las empresas, es pues que la caja de resistencia usada con inteligencia favorece una cultura de avance, solidaridad y lucha, además que posibilita aglutinar mayores sectores y grupos de trabajadores por medio del ejemplo práctico.

Relacionado con lo anterior y en marco de una vuelta a ganar más poder sindical y control en la contratación de personal en las empresas, las bolsas de empleo son un elemento de exigencia en el pulso de las negociaciones colectivas sectoriales o de empresa a empresa. Con esta estrategia el sindicalismo puede volver a recuperar la confianza y simpatía de amplias capas de trabajadores que están desempleados o son temporales endémicos.

El cooperativismo obrero y de izquierdas en nuestro país ha ido haciendo buenos progresos desde una de las entidades de más referencia como es Coop57, representan una manera de aglutinar a los trabajadores para controlar parcelas de la economía dentro del marco capitalista desde un enfoque socialista. El sindicalismo revolucionario que también apuesta por fomentar las cooperativas debería ser consciente y habilitar puentes de entendimiento con ellas. Teniendo en cuenta una perspectiva de dar cobertura a las necesidades básicas y fomentar que la circulación monetaria sea acumulada preferiblemente por nuestra clase que por las multinacionales, recuperar entidades como los economatos dentro de los sindicatos es un cimiento más que necesario para volver a una cultura colectiva que entrelaza las organizaciones sindicales con otros aspectos no estrictamente laborales y preocupaciones que más se han acentuado con la llamada crisis y las políticas gubernamentales de precarización de las clase popular.

Centrar el esfuerzo

Siendo sinceros con nosotros mismos, no contamos hoy con grandes recursos económicos y multitudes de brazos para emprender todos y cada uno de los proyectos que deseamos, o para intervenir en todas y cada una de las luchas que son transversales, injustas o ponen en riesgo las condiciones de vida de nuestra clase social trabajadora (con o sin empleo).

Aunque estoy de acuerdo con Ruymán Rodríguez en darle la importancia que tienen las luchas de vivienda o aquellas que se salen de la relación laboral, no estoy de acuerdo en que el foco prioritario de los esfuerzos se salga del campo económico de las empresas. Nos enumera una serie de ejemplos históricos donde el anarcosindicalismo de los años 30 intervino con huelgas de alquileres, mutuas obreras o red de escuelas y ateneos. Pero, en el relato no evidencia que eso se pudo dar por los miles de afiliados con sus cuotas y la dinámica que ejercía su poder sindical en el entramado empresarial que se reflejaba a su vez en las comunidades obreras de los barrios. Si hoy en día muchos de los trabajadores no cuentan con sindicato alguno en su trabajo o por otro lado donde si los hay siguen o se conforman con sindicatos como CCOO o UGT no es porque «han sido fabricados a conciencia por el Sistema» sino porque no existe en sus centros de trabajo un cambio, una alternativa o unos sindicatos que representen un relato diferente en lo cotidiano y sean útiles para defenderse o ganar mejoras laborales y sociales; por lo tanto abandonarlo porque los sindicatos que quieren ser ese cambio no lo están haciendo bien no es una solución, sino el intentarlo de otras formas más eficientes con el ejemplo de otros sindicatos de otras localidades.

Quienes estamos en procesos de crecimiento e implantación de sindicatos, constatamos que hay una carga de trabajo para desarrollar tareas prácticas de acción sindical y formativas de la afiliación que consumen la capacidad de hacer más allá de los objetivos que se han acordado realizar, sin embargo, esto no elude que también tengamos fuerza, si bien no para impulsar, si para solidarizarnos o aportar recursos de infraestructura, logística, difusión y económicos para distintas luchas que compartimos. Si el sindicato aumenta en implantación sectorial y territorial lo hará también su capacidad de intervención en otros campos y entrará en contacto más seguido con nuevas realidades que ya están en marcha por fuera de esta, como son las redes de cooperativas, asociaciones barriales, colectivos de vivienda, etc…


No quiero acabar sin mencionar que estamos asistiendo en la actualidad a un aumento de la capacidad de asumir luchas sindicales [y sociales] por parte de grandes colectivos de trabajadores y de conseguir victorias desde el anarcosindicalismo de forma eficaz, lo que da muestra de una maduración de nuevas generaciones formadas y con experiencia que pueden asumir el desafío de conformar un sindicalismo revolucionario numeroso en el que todos sumamos y avanzamos, creámonoslo.

29/11/2016

lunes, 29 de diciembre de 2014

La huella libertaria sigue bien viva en Barcelona


La reciente Operación Pandora supone el último capítulo de la represión contra el anarquismo, un movimiento con unas raíces muy profundas en Cataluña y cuya influencia va mucho más allá de los colectivos que se definen como tales

MARC FONT

Siete de las once personas detenidas el pasado martes 16 de diciembre en la Operación Pandora siguen en prisión preventiva en el centro penitenciario madrileño de Soto del Real. La operación, una iniciativa de los Mossos d'Esquadra que ejecutaron ellos mismos con la autorización de la Audiencia Nacional, se desarrolló fundamentalmente en Barcelona y golpeó al movimiento libertario. Los encarcelados están acusados de pertenencia a organización terrorista, tenencia de artefactos explosivos y daños y estragos.

A pesar de la sorpresa e indignación que la actuación provocó en parte de la sociedad catalana —miles de personas se manifestaron pidiendo la libertad de los detenidos la misma tarde—, el consejero de Interior de la Generalitat, Ramon Espadaler, afirmó el pasado viernes que «de las medidas adoptadas con los detenidos se desprende que la operación está suficientemente fundamentada y demuestra que estaba más que justificado avanzar en este terreno». El mismo 16 de diciembre, los Mossos d'Esquadra emitieron una nota de prensa asegurando que habían actuado contra el «terrorismo anarquista», una expresión que fue reproducida de manera acrítica por la mayoría de los medios de comunicación. Y que supone una criminalización evidente del anarquismo.

En Cataluña hay numerosos colectivos y ateneos libertarios, pero ¿cuál es el peso que tiene hoy el movimiento? Para el historiador Xavier Díez, «la influencia del anarquismo no ha desaparecido nunca del todo. Tiene una presencia constante desde el segundo tercio del siglo XIX». Especialista en la cuestión —ha escrito varios libros sobre el anarquismo—, Díez opina que la influencia del movimiento libertario «va mucho más allá de su nombre y de los movimientos o personas que explícitamente se reivindican como tales». En este sentido, el historiador expone a Público que características propias del anarquismo, como la autoorganización, la autogestión, la autonomía, el rechazo a una autoridad externa o el ejercicio de la democracia directa están hoy arraigados en buena parte de los movimientos sociales del país y en organizaciones tan distintas como la PAH o la independentista Assemblea Nacional Catalana (ANC).

En una línea similar se expresa X. Oural, miembro del Procés Embat, una iniciativa presentada en octubre que pretende articular un anarquismo organizado como alternativa real a la sociedad capitalista. El activista afirma que las «prácticas libertarias están extendidas y asumidas por los movimientos sociales, pero en cambio no lo está el objetivo de construir una sociedad más libertaria». Xavier Díez formula la distinción entre el «anarquismo explícito, que se reconoce y reivindica como tal, y el anarquismo implícito que, sin reconocerse y hasta desde una determinada prevención, asume gran parte de sus preceptos».

La 'Rosa de Foc'

Durante el primer tercio del siglo XX, el peso y la visibilidad pública del movimiento libertario en Cataluña fue enorme y la ciudad llegó a ser conocida como la Rosa de Foc (rosa de fuego), un término que define una etapa de gran conflictividad política y social en la que la violencia anarquista respondía al pistolerismo y terrorismo patronal. En la Segunda República, el sindicato anarquista CNT sumaba cientos de miles de afiliados, pero después de las casi cuatro décadas de dictadura franquista la situación cambió. Para Xavier Díez, desde entonces el «anarquismo catalán empieza a tomar formas, instituciones y prácticas que lo asimilan a la mayor parte de los anarquismos europeos y se convierte en un movimiento más individualista y centrado en causas más concretas, como el ecologismo, el antimilitarismo o el movimiento okupa».

Díez reconoce la «fragilidad» de las «instituciones anarquistas» actuales, a lo que X. Oural añade que el movimiento libertario suma 30 años «replegado en una cultura de resistencia, cerrado en sí mismo» y considera que «ahora toca dar un paso adelante y pasar a una política más de intervención social». Con todo, el movimiento también toma parte en los principales debates abiertos actualmente en la sociedad catalana y, por ejemplo, más de 1.700 personas participaron el pasado 11 de setiembre en la llamada Vía Libertaria —como respuesta a la independentista Vía Catalana organizada por la ANC—, y la consulta sobre el futuro de Cataluña del pasado 9 de noviembre generó una diversidad de opiniones en los movimientos anarquistas, como reflejó la revista Directa.

Criminalización de una ideología

La represión al movimiento libertario ha sido constante a lo largo de la historia y la Operación Pandora es, de momento, el último capítulo. Para el abogado Benet Salellas, que defiende a dos de los detenidos —uno los cuáles está ahora en Soto del Real—, la operación no responde a una preocupación social. «Eso me lleva a sospechar que la unidad de información [de los Mossos] trabaja con unos objetivos distintos al del mantenimiento de la seguridad», afirma. Salellas también se encargó de la defensa de Núria Pòrtulas, una joven anarquista de Gerona detenida en 2007 que pasó cuatro meses en prisión preventiva bajo la acusación de pertenencia a banda armada, antes de que en 2010 el Tribunal Supremo la absolviera de cualquier delito.

El abogado considera que con la actuación de la policía catalana «se criminaliza una visión ideológica». Con ello, «el derecho penal se expande más allá de sus fronteras naturales porque primero se va a buscar una ideología» para después intentar atribuirle «ataques a personas y bienes». Por su parte, X. Oural, del Procés Embat, opina que «es representativo» que la Pandora se desarrollara en la semana de movilizaciones contra la Ley Mordaza y contra un movimiento «que se pretende marginar y que es un enemigo fácil de construir».

El historiador Xavier Díez añade que en un momento en el que «cada vez más gente cuestiona el capitalismo, operaciones como ésta buscan golpear al anarquismo, un movimiento capaz de crear un relato crítico y alternativo al sistema». Para Salellas, la represión se tiene que ver también como una «manera de tener ocupados a los activistas en apoyar a la gente presa, en lugar de poder dedicarse a construir una alternativa». Díez, por su parte, concluye que los anarquistas juegan en la actualidad un «papel muy similar al que tenían los disidentes en el antiguo bloque comunista y son señalados como peligrosos, a pesar de que sean pocos». Pocos, pero con una influencia mucho mayor de la que se puede creer a primera vista. Y es que los movimientos sociales actúan siguiendo postulados libertarios, a pesar de que algunos ni tan siquiera sean conscientes de ello.

26-12-2014

viernes, 28 de noviembre de 2014

Panfleto de ESPACIO LIBERTARIO para el 29N


Estamos viviendo en una inseguridad constante, en un robo diario, en una iniquidad vergonzosa. Sabíamos que el sistema es injusto, que beneficia al sector más rico en detrimento de las condiciones de vida de la inmensa mayoría. En su afán de mantener e incrementar los beneficios de las élites se han atrevido a recortar las migajas que les arrebatamos mientras asistimos al espectáculo de la corrupción generalizada.

Rechazamos la solución política que nos van a ofrecer porque el poder cambia el punto de vista de quien lo ejerce, alejándolo del de quien lo sufre. Porque es imposible meter la mano en el dinero público como se está haciendo y tener, al mismo tiempo, la sensibilidad para ponerse en el lugar de quien es desahuciado, le cortan la luz y el agua o le despiden.

Fuera del circo de las ruedas de prensa hemos visto cómo se aplica la violencia legalizada, que lo mismo saca a una familia de su casa a rastras, que vierte la sangre de quien protesta o le somete a procesos judiciales interminables con la espada de Damoclés de la prisión sobre sus cabezas. Por no hablar del endurecimiento de la legislación penal con la llamada «Ley Mordaza» con la que siguen amenazándonos para paralizar las luchas sociales. Todavía tenemos más de setecientas encausadas, entre ellas 14 personas a las que piden más de 74 años, por su participación en la manifestación que dio origen al 15M. Debemos ser conscientes de que, más que nunca, todos estamos bajo sospecha, pero también tener presente que de nuestra actitud dependerá la salida de nuestra crisis, que no de la suya. Así que si han creído que de este modo van a terminar con la protesta es que su necedad no tiene límites.

El imperio de la ley bajo el que vivimos sólo sirve para garantizar su impunidad y para limitarnos y amedrentarnos con multas, golpes y condenas judiciales o mediáticas. Con ello se intenta minar la moral de las personas, aislarlas, que eviten el pensamiento y su vida se reduzca a obedecer (en el trabajo, en la política, en la economía y hasta en el sofá ante la tele).

Ante esta situación, ¿qué proponemos? Juntarnos, organizarnos, reflexionar, actuar de manera colectiva y global, crear alternativas y denunciar el expolio a nuestra vida que supone vivir bajo el yugo del trabajo asalariado. Aisladas somos débiles, pero unidas somos más fuertes para defendernos y no acatar la voluntad de corruptas y endiosadas mandamases.

Por la garantía de las necesidades básicas a toda persona, por el avance en las libertades perdidas y por conquistar, pero también por todas las personas represaliadas en las protestas: rechazamos la represión y tomamos las calles.

¡¡No podrán pararnos!!



El Bloque Libertario se reune a las 16.45 h. en Cuesta de Moyano,
para desde ahí unirse a las 17.00 h. a las Marchas de la Dignidad.

martes, 25 de junio de 2013

Los libertarios en los movimientos sociales

[Aunque el Movimiento Libertario no sea lo fuerte que debería ser, por lo menos existe y se mantiene. Somos pocos los anarquistas en general, pero tenemos un papel fundamental todavía que debemos ejercer: impedir que toda iniciativa popular sea desviada a otros intereses. En un capítulo de su libro sobre el movimiento majnovista (escrito en los años 20 del siglo pasado) P. Arshinov nos da una pista...]

La idea del anarquismo abarca dos planos: el de las ideas propiamente dichas, la filosofía, y el de las realizaciones prácticas. Los dos están íntimamente ligados. La clase obrera en lucha está más cerca generalmente del lado concreto y práctico del anarquismo. Su principio esencial es el de la iniciativa revolucionaria de los trabajadores y su emancipación por medio de sus propias fuerzas. De este principio se siguen naturalmente el de la negación del Estado en la sociedad nueva y el de la autogestión de los trabajadores. Hasta el presente la historia de las luchas proletarias no nos ha mostrado el ejemplo de un movimiento de las masas guiado por un espíritu anarquista puro. Todos los movimientos obreros y campesinos que se han desarrollado hasta aquí [la Revolución Rusa y afines] lo han hecho en los límites del régimen capitalista y no han estado más que superficialmente inspirados en el anarquismo. Esto es natural y comprensible. Las clases laboriosas viven, no en el mundo deseable, sino en el de la realidad y por ello están expuestas directamente a la acción física y psíquica de las fuerzas hostiles. Junto a la influencia de las ideas anarquistas, débil y limitada, los trabajadores sufren constantemente la influencia real y poderosa del régimen capitalista y de los grupos intermediarios.

Las condiciones de la vida moderna envuelven a los trabajadores de todas partes, como los peces son envueltos por las aguas del mar. Los trabajadores no pueden salir de ese ambiente. Por eso es natural que la lucha que sostienen lleve el sello de las diversas condiciones y particularidades de lo existente. Nunca ha podido nacer y manifestarse esa lucha bajo una forma anarquista claramente definida y corresponder a todas las exigencias ideales. Una forma semejante no seria posible más que en estrechos círculos políticos y aun entonces sólo en forma de planes y programas y no en la práctica. En cuanto a las masas populares, cuando entran en la lucha, sobre todo en una lucha de vastas dimensiones, cometerán, sin duda, errores que impliquen antinomias y desviaciones y sólo en el curso de la lucha podrán ajustar su línea de combate al ideal al que tienden.

Ha sido siempre así. Lo mismo será en el porvenir. No importa con qué cuidado hayamos preparado las organizaciones y las posiciones de la clase obrera en tiempos de paz, desde el primer día de la lucha decisiva de las masas todo se hará en forma diferente a como lo hacía prever el plan elaborado de antemano; sucederá en ciertos casos que el hecho mismo de la acción de las masas desorganizará las posiciones preparadas; en otros casos las desviaciones y los choques inesperados harán necesario el cambio de las disposiciones tomadas. Y no será sino por grados que el vasto movimiento de las masas entrará en el camino que lleva al ideal.

Eso no quiere decir en modo alguno que la organización previa de las fuerzas y de las posiciones de la clase obrera no sea necesaria. Al contrario, es la condición esencial para la victoria de los trabajadores. Pero es preciso recordar que eso no es el coronamiento de la obra y que aunque haya sido realizado ese trabajo, el movimiento exigirá una gran perspicacia en todos los instantes y una facultad de orientación particularmente grande para acomodarse a las nuevas condiciones de la vida; en una palabra, será preciso dar pruebas de una estrategia revolucionaria de clase, la cual dependerá en un grado considerable el éxito del movimiento.

El ideal del anarquismo es grande y rico en su multiplicidad. Sin embargo el rol de los anarquistas en la lucha social de las masas es muy modesto. Su fin es ayudar a éstas a entrar en la vía justa de la lucha y de la edificación de la sociedad nueva. En tanto que el movimiento no haya entrado en la vía de la colisión decisiva, su deber es ayudar a las masas a darse cuenta de la significación de la lucha que les espera, a definir sus tareas y sus fines; deberá ofrecer su concurso para que éstas tomen las disposiciones de combate necesarias y organicen sus fuerzas. Si el movimiento ha pasado ya el período del conflicto decisivo, los anarquistas deberán entrar en él sin perder un minuto; deberán hacer todo lo que puedan para ayudar a las masas a liberarse de las desviaciones erróneas; deberán mantener su ímpetu en la dirección de los primeros ensayos creadores, servirles con el pensamiento, tratando de que la lucha entre en el verdadero camino que conduce a las aspiraciones esenciales de los trabajadores. En eso consiste el fin principal, por no decir único, del anarquismo durante la primera fase de la revolución. La clase obrera, en cuanto haya conquistado sólidas posiciones de lucha y de la edificación social, no cederá a nadie la iniciativa del trabajo creador. Se dirigirá por su propio pensamiento, creará la sociedad nueva de acuerdo con su propio plan. Ese plan será anarquista o no, pero, lo mismo que la sociedad nueva, habrá surgido del trabajo libre, será modelado por el pensamiento y la voluntad del trabajo...

Piotr Arshinov
(Cap. XII, «El majnovismo y el anarquismo»)

sábado, 8 de junio de 2013

Movimiento Obrero Libertario en Valladolid (Primeros pasos)

Desde los tiempos de la Primera Internacional, en el último tercio del siglo XIX, existió en Valladolid un activo núcleo libertario que mantuvo, unas veces más boyantes, otras menos, una sociedad de oficios varios y una escuela inspirada en los principios racionalistas. Aunque el socialismo, y el sindicalismo confesional católico, dominaban el panorama obrero, de este pequeño foco ácrata surgieron varios destacados militantes del anarquismo y anarcosindicalismo español.

Lunes, 3 de marzo de 2008

El Sexenio Revolucionario en Valladolid (1868-1874) se abre paso en un contexto de pobreza, paro y carestía. La clase trabajadora se encuentra en una situación deplorable. Por primera vez una fracción importante de los trabajadores vallisoletanos va a manifestar unas preocupaciones y adoptar unos modos de acción que no se ajustan a los esquemas tradicionales.

En este contexto de sobreexplotación, mayores libertades que ofrece el nuevo régimen revolucionario, la influencia de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores) sobre la base de descontento existente va a llevar a una radicalización del movimiento obrero vallisoletano, o cuanto menos a una extensión del espíritu reivindicativo.

Primeros pasos del asociacionismo obrero en Valladolid: las sociedades de socorros mutuos

El periodo que nos ocupa vera materializarse diversas formas de asociación obrera que responden cada una de ellas a una concepción distinta y que en sus primeras acepciones no van a entrañar una ruptura formal con la ideología burguesa. La primera de ellas consistirá en la Sociedad de Socorros Mutuos que será propiciada y alentada por la burguesía vallisoletana.

Conocemos dos de estas sociedades que al menos formalmente combinaran los socorros mutuos y la instrucción. La Sociedad Filantrópica Mercantil de los dependientes de comercio de Valladolid más conocida como Filantrópica Mercantil (1862) y La Filantrópica Artística (1864) Esta sociedad guarda estrecha relación con la de Fomento de las Artes de Madrid.

El secretario de la Filantrópica Artística es José Rodríguez Herrero, tipógrafo que mas tarde en 1870 será presidente de la sección vallisoletana de la AIT y junto con Francisco Cea [tío de Ricardo Mella] uno de sus fundadores.

En abril de 1870, en el seno de esta sociedad, se lleva a efecto la votación para constituir el comité local de la AIT.

Esta sociedad jugo un importante papel en el desarrollo del movimiento obrero vallisoletano y de fermento ideológico para los obreros mas conscientes de la localidad.

Cooperativismo y sociedades de resistencia: la federación local de la AIT

Aparece en Valladolid una forma mas compleja de asociación obrera, la cooperativa de producción, ligada a un proyecto global, aunque utopico, de emancipación social. Esta forma de asociación sera alentada por los republicanos y presupone la subordinación ideologica de los trabajadores respecto al federalismo.

Según Francisco Cea, delegado por Valladolid al Congreso Obrero de Barcelona de 1870, la formación de tales cooperativas en Valladolid va a venir propiciada no por los federalistas sino por los internacionalistas, al poco tiempo de formar estos ultimos un primer grupo de organización de la AIT en 1869. Esas cooperativas se establecieron finalmente a principios del mes de enero de 1870. Cinco en total: de tejedores, sastres, zapateros, tipógrafos y sombrereros fulistas.

En el momento del Congreso de Barcelona y como se desprende de las declaraciones de F. Cea que asiste al mismo como delegado de dichas sociedades, pero tambien de la Seccion Local de la AIT recientemente constituida, las mismas son independientes de la internacional pero estaban conformes con los Estatutos Generales de la AIT.

Cea vota, en el dictamen sobre cooperación, porque las cajas de las cooperativas sean colectivas en vez de independientes.

El Congreso se pronuncia negativamente en lo referente a las cooperativas de producción, en tanto que las consideraba ligadas a una teoria inaceptable para lograr la emancipación social.

Hubo sin embargo, otras manifestaciones de cooperativismo en Valladolid y que se produjeron, en algunos casos, al margen o incluso en contra de la AIT.

Las secciones de tejedores, sastres, zapateros, sombrereros y tipógrafos existentes en la ciudad, se mantuvieron en funcionamiento durante los años siguientes y estuvieron presente en los congresos de Zaragoza y Córdoba en 1872.

Precisamente, en este último, se decidió que la capital castellana fuera la sede del siguiente congreso de la FRE. Para Max Nettlau, tal elección, se debió a que era la única localidad, fuera de Cataluña o Andalucía, que contaba con una organización fuerte. La Sección de la AIT de Valladolid que acudió al Congreso de Córdoba estaba formada por más de 500 afiliados y trece secciones.

En Zaragoza, el delegado vallisoletano fue el herrero Santiago Gómez. En Córdoba, en diciembre de ese mismo año, el delegado fue el cerrajero Marcelino Yarza.

Aunque, finalmente, declarada la Internacional ilegal, el comicio se celebró clandestinamente en Madrid, con asistencia de la Sección de Valladolid. Incluso, durante el periodo de decadencia la sección, aunque menguada en número, acudió a las conferencias de 1876 y 1877 de la AIT española.

Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE)

Pero no se agotó ahí la presencia anarquista en el movimiento obrero vallisoletano. Durante la expansión de la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), nueva sección de la AIT en España, en los primeros años de la década de los ochenta, en Valladolid existió una sección de la Unión Manufacturera, que agrupó a los trabajadores de los centros fabriles relacionados con el mundo textil.

Entidad que acudió al congreso que celebró esta federación en 1883. Ese mismo año, en el congreso de la FTRE celebrado en Valencia, se decidió que el Comité Federal de la organización residiera en la ciudad castellana. Aunque los internacionalistas vallisoletanos ya habían estado presentes en la Conferencia de Gracia, de febrero de 1881, donde se decidió la reconstrucción de la sección española de la Internacional.

También acudió al congreso que la federación celebró en Barcelona en 1885. Después, hasta la creación de la CNT en 1910, el movimiento obrero de la ciudad estuvo presente en los diversos intentos de organizar una central obrera de tendencia libertaria.

Federación de Sociedades Obreras de Resistencia de la Región Española (FSORE)

Así acudió al Congreso amplio de Madrid de 1891, y a la fundación, en octubre de 1901, también en esa ciudad, de la Federación de Sociedades Obreras de Resistencia de la Región Española (FSORE).

En 1904 los ácratas se concentraban en una sociedad de albañiles llamada La Progresiva que tuvo su sede en la calle Mantería 49 y 51 y convocó el llamado Congreso de Federaciones de Trabajadores de la Comarca Castellana en mayo de 1904.

Si el asociacionismo obrero libertario tuvo continuidad durante estos años, el mundo cultural, educativo y su difusión a través de la prensa la gozó también. Retrocedamos unas décadas.

Durante los primeros años de la década de los setenta del siglo XIX existió en la ciudad una cabecera llamada La voz del trabajador. En la de los ochenta, se editaron La crónica de los trabajadores (1883) y El Cosmopolita (1884-1885), de tendencia colectivista, cuyos redactores acudieron al congreso de Reus de 1885, Del primero fueron directores Indalecio Cuadrado y Miguel Lozano, miembros del Consejo Federal de la FTRE residente en la ciudad durante estos años.

El segundo reapareció, brevemente, en 1901, y publicó textos de Fermín Salvochea con quien, los militantes obreros de la ciudad habían contactado durante la estancia del gaditano en la cárcel de la ciudad entre 1893 y 1898.

A comienzos del siglo XX se editó en la ciudad el periódico Tierra Libre.Tras su desaparición en 1905, fue relevado por El Nivel, que desapareció en 1906.

Fue durante esta primera década del siglo XX cuando comenzaron a publicarse en Valladolid periódicos de contenido pedagógico libertario. Entre 1910 y 1911, se editaron Escuela Libre, La Enseñanza Moderna y La Escuela Moderna. Todos ellos estuvieron dirigidos por Federico Forcada, un maestro procedente de Irún, donde ya había creado una escuela moderna, que se estableció en Valladolid hacia 1910.

Gozaron, entre otras, de colaboraciones de profesores formados en la escuela creada por Francisco Ferrer en Barcelona. Fueron los casos de José Casasola, Calderón o el propio Forcada. En 1916, apareció La Idea y, antes, Institución Libre.

Unas publicaciones que se correspondían a la existencia en la ciudad de diversas escuelas laicas, modernas, o racionalistas. Unas de tendencia republicana, como la que habían creado los republicanos en 1893 con el nombre de La Luz de Castilla o de inspiración socialista, como la fundada, en 1921, con el nombre de Universidad Popular Pablo Iglesias y otras, como la que, en 1913, creó el libertario Miguel Campuzano García, un joven maestro, de apenas veinte años, nacido en la ciudad.

Su existencia fue corta, apenas un año, pues no pudo superar la oposición de las autoridades religiosas. Dos años más tarde, en 1915, llegó a la ciudad Luis García Muñoz, Zoais quien tuvo una intensa actividad como maestro en la escuela local y editor de la revista Ideal, que, finalmente, no llegó a salir.

Además, fueron numerosos los contactos con el mundo republicano local. Aunque difíciles, estas relaciones originaron intervenciones de destacados representantes suyos en la creación de escuelas laicas o la celebración de actos culturales. Como los del médico libertario José Pedrero Valles, o Emiliano Pineda de la Universidad Popular de Valladolid y corresponsal de la publicación de la familia Montseny, La Revista Blanca. Precisamente, fue en la facultad de Medicina de Valladolid donde estudió Isaac Puente.

La escuela a la que acudió Valeriano Orobón, en la calle Mantería, era sucesora directa de la que había regentado Forcada y que tuvo que cerrar a mediados de 1911 por problemas económicos.

Fue el Ateneo Obrero Sindicalista quien tomó la iniciativa de reactivarla a fines de año. Durante 1912 se creó un grupo de apoyo para la apertura de una Institución Libre de Enseñanza. Finalmente, en el local del Ateneo de la calle Mantería, 49-51, las clases se reanudaron durante 1913.

Entre sus impulsores estuvieron Mariano Manzano, Pedro Salgado y Ángel Arranz. Dos años después, en junio de 1915, se incorporaron Zoais y, temporalmente, Eusebio Carbó. La actividad del primero fue intensa. No sólo dio clases o impartió ciclos de conferencias para los afiliados al pequeño sindicato cenetista, sino que además se convirtió en el animador de la Federación de Grupos Anarquistas de las Dos Castillas y León.

El Motín del Pan de marzo de 1904.

sábado, 13 de octubre de 2012

Sobre el anarquismo en Latinoamérica hoy


Nelson Méndez 
(Parte final de la conferencia «Anarquismo en América Latina».)


Con la quiebra de las certezas estáticas que rigieron para la izquierda latinoamericana en las décadas anteriores a 1990, ideas y prácticas ácratas van a tener una audiencia que hacía tiempo les era desconocida, aunque ello no generase un auge inmediato o sin mayores trámites. A veces operaron influencias de fuera del área continental, cuando fue claro que el pensamiento y acción de lo más llamativo en el resto del mundo referido a reactivación de las luchas sociales, organización colectiva que superase los fallidos modelos leninistas, o definición de propuestas revolucionarias consecuentes, venía en medida creciente del campo libertario. A esto se une el descubrimiento que distintos actores sociales, en contextos diferentes, hacían ahora tanto de las ideas del anarquismo como de su historia en nuestros países, pues en la izquierda se estaba debilitando la excluyente hegemonía doctrinal del marxismo y sus parciales. Así, a lo largo de un lapso que llega hasta hoy y cubre todos los confines de América Latina, un ascendente número de activistas, de jóvenes con preguntas e inquietudes, de mujeres, de indígenas, de estudiantes, de trabajadores, de personas con curiosidad intelectual, se acercan al ideal anarquista con interés que solo tiene precedentes en el que despertó a comienzos del siglo XX.

Hacia 1995-1996, cuando Internet era novedad solo al alcance de una minoría en nuestros países, empieza a usarse como vía de contacto, intercambio y difusión del anarquismo. Resultó medio muy adecuado para esos fines, así que cuando en los años siguientes la red de redes se abre paulatinamente hasta llegar a un uso bastante extendido entre la población, resulta herramienta muy valiosa en este resurgir del anarquismo. Ello no solo por las posibilidades de comunicación instantánea, o de intercambiar información en amplios volúmenes y a costos cada vez más bajos, sino porque ha fomentado modos de relación horizontal, coordinación no jerárquica y acción en red que son prácticas anarquistas de siempre.

Renaciendo de las cenizas

Vivimos en los 20 años recientes un retorno del anarquismo latinoamericano, con precisos y comprobables indicadores: multiplicación de publicaciones periódicas (impresas y virtuales), junto a reanimados esfuerzos para difundir libros y folletos libertarios clásicos o de reciente escritura; el continuo brote de colectivos y espacios de inspiración ácrata (aun en lugares sin antecedentes anarquistas); plurales y creativas expresiones de ciberactivismo; notoria reaparición de la militancia, las propuestas y los símbolos del anarquismo en distintas situaciones concretas de la lucha social; manifestaciones vivaces y reconocibles en los más diversos ámbitos de la cultura, sea en las artes figurativas, en los escenarios, en la música, en la literatura, en la investigación y reflexión socio-histórica. Todo lo dicho evoca de alguna manera al panorama libertario continental de hace un siglo, pero resalta una diferencia cardinal: falta la primacía del enfoque y la acción anarcosindicalista que hubo en ese entonces. No cesan hoy los esfuerzos por recuperar en algo una presencia antaño tan visible, pero contrasta lo lento de esa recuperación en el medio laboral con la alentadora perspectiva en otros campos.

El cuadro del anarquismo en el Nuevo Mundo se completa con la referencia a las tensiones y retos con que debe lidiar hoy, señalando antes tres fuentes para esta reflexión. En primer lugar, el libro póstumo del recordado compañero Daniel Barret, Los sediciosos despertares de la anarquía (2011), que opino contiene el examen más acabado que se ha hecho sobre las realidades y tareas a afrontar hoy por el movimiento anarquista latinoamericano. La segunda referencia es la lista de correo electrónico Anarqlat, que desde 1997 es foro virtual de intercambio para el movimiento libertario continental, por lo que allí se ha manifestado en modo importante su historia reciente. El tercer soporte está en la Web del periódico venezolano El Libertario, en cuya sección 'textos' hay diversos y densos trabajos en torno a la actualidad del anarquismo latinoamericano, más un dossier que recopila lo publicado sobre ese tópico en la edición impresa de este vocero ácrata.

Aprender de la historia, construir autonomía

La reciente publicación de obras que abren rumbos para reconstruir la memoria del anarquismo en el área, contribuye al avance del conocimiento histórico y a esclarecer debates entre eruditos, pero para nosotros es muy importante en la recuperación de la capacidad de exponer interpretaciones propias y pertinentes sobre la sociedad, la política y la cultura de nuestros países, lo que requiere una comprensión cabal de lo que hemos sido, lo que somos y lo que aspiramos ser. Necesitamos de una historia rescatada de las trampas positivistas, liberales o marxistas, y también se impone el conocimiento y profundización re-creadora en cuanto al ideal ácrata, venciendo prejuicios contra el saber y la capacidad intelectual ajenos a la tradición anarquista de gente que lee para reflexionar, debatir y construir la utopía posible. Esto viene muy al caso para el presente y futuro del anarquismo continental, pues debemos reconstruir y hacer avanzar un pensamiento-acción propio, diferente no sólo a lo que plantean nuestros obvios adversarios de la derecha, sino de lo que propone un marxismo que en distintos lugares del continente funge ahora de gestor del Estado y garante de los intereses del capitalismo globalizado, rol que sus variopintos exponentes cumplen por igual pese a diferencias en el maquillaje.

Sería desastroso si el anarquismo es incapaz de definir ese curso autónomo que fue una de sus fortalezas en el pasado, lo que de ningún modo significa aislarse sino mantener el propio perfil y no diluir nuestros objetivos específicos. Ya dijimos que es su obligación re-crearse para enfrentar las nuevas circunstancias, pero desnaturaliza su identidad si lo hace buscando eficacia en las agotadas plataformas organizacionales del leninismo, si promueve un anti-imperialismo donde el grito de denuncia al agresivo intervencionismo yanqui se calla frente a otras potencias imperiales de similar talante, si cuestiona al capitalismo privado para excusar al capitalismo estatal, si aceptase que los avances en la conquista del pan disculpan los retrocesos en la conquista de la libertad, si propone que con la tolerancia y aun patrocinio de «Estados progresistas» es posible erigir «poder popular». En fin, si el anarquismo recae en vías que condujeron al marxismo a fracasar como opción de cambio revolucionario positivo, paradójicamente daría razón a los augurios del autoritarismo rojo sobre la imposibilidad del socialismo libertario.

Ni populismo, ni aislamiento, ni pasividad

Desde los años de 1930 y 40 el anarquismo latinoamericano tiene un reto pendiente: cómo enfrentar con éxito a la demagogia del populismo nacionalista, que en sus mudables variantes es aún figura dominante de la escena política continental. La actual oleada de «gobiernos progres» es la nueva mascarada de ese viejo oponente, ante la cual es vital contestar con respuestas específicas en lo práctico y bien articuladas en lo teórico, que hagan patente a ojos del colectivo el fraude de esos pretendidos logros estatales y supuestas buenas intenciones de los gobernantes, promoviendo y actuando para construir desde abajo salidas realistas de acción autónoma, ajenas a las disputas por el manejo del Estado e independientes de las instituciones de poder. Estas ideas generales (y su ejecución práctica) requieren aún de mucha reflexión y trabajo por parte del movimiento ácrata latinoamericano, en lo que sin duda no hay lugar para repetir pifias marxistas, tampoco de ignorar por ahora y dejar para después, ni para optar por la tolerancia cómplice o por apoyar como aliados menores a populistas «menos malos», aquellos que se dicen de izquierda o socialistas. Evidencia de lo urgente de tal desafío, de las confusiones que genera y del persistente daño que el anarquismo ha sufrido por no descifrarlo, es que ahora tengamos que lidiar con «anarco-chavistas» en Venezuela, como si no bastasen las lamentables parodias del «anarco-peronismo» [Argentina], el «anarco-battlismo» en Uruguay y el «anarco-castrismo» cubano.

Hay algo esencial para que el esperanzador retorno ácrata termine de arraigar: consolidar el anarquismo como herramienta valedera y constructiva para las luchas sociales autónomas de hoy, que además las oriente hacia la perspectiva de revolución inherente al ideal libertario. Sin duda que los impulsos del vigente renacimiento en América Latina tuvieron su raíz coyuntural en procesos de la cultura de masas como la difusión del punk, intelectuales como la revitalización del interés por las ideas ácratas, y políticos como la irrupción neozapatista desde 1994 y el auge del movimiento antiglobalización a partir de Seattle en 1999, pero si luego han podido mantenerse es porque en diversos modos va logrando conectarse con demandas y conflictos colectivos, como verificará cualquiera que recorra el panorama contemporáneo del activismo y la lucha social continental. Aun cuando no sean todo lo sólidas y extendidas que quisiéramos, esas conexiones existen, ofreciéndonos una posibilidad que es imperdonable dejar pasar.

Comparto la afirmación de que el anarquismo será acción social o no será. Postergar o subordinar esa acción en favor de los hechos ejemplarizantes, de la profecía y ensayo de "días de furia", de un personal "estilo de vida libre" que llega a ser pretexto contra la solidaridad, de aislarse en un anarquismo para el cultivo intelectual o el goce estético, condenaría a nuestro ideal a la esterilidad e inercia.