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sábado, 30 de mayo de 2020

La brutal pandemia que no detuvo al movimiento obrero


La lucha social siguió adelante pese a la gripe de 1918, que causó la muerte de más del 1% de la población española.

Por EDUARDO PÉREZ

De 1918 a 1920 una pandemia de gripe extremadamente letal se abatió sobre el mundo, provocando alrededor de 40 millones de muertes. El propio virus era extremadamente dañino, causando víctimas de todas las edades. El grupo de riesgo entonces resultó ser el compuesto por las personas de 25 a 34 años, seguido de las de 15 a 24. El virus Influenza A del subtipo H1N1 multiplicaba su letalidad debido a los escasos recursos médicos de la época que, sobre todo al principio, empeoraron las cosas debido al hacinamiento de enfermos, así como a la escasa salubridad en la inmensa mayoría de hogares españoles. Según el estudio del epidemiólogo Antoni Trillo de 2008, 260.000 personas perdieron la vida en España. El 1,25% de la población de aquel entonces.

Se era consciente del papel de las aglomeraciones en la propagación de la enfermedad. Por este motivo, las autoridades suspendieron las clases y actos públicos de relevancia.

Sin embargo, la vida social siguió adelante. Entre muchos otros, este fue el caso de las dos grandes centrales sindicales, la CNT y la UGT. La primera estaba aún limitada, esencialmente, a Cataluña. Del 28 al 30 de junio de 1918, entre las dos grandes oleadas de gripe de ese año, celebró el Congreso de Sants, que a posteriori resultaría clave en el inmediato crecimiento fulgurante de la Confederación. 153 delegados se reunieron en el barrio barcelonés, tras las preceptivas reuniones de los sindicatos en los que se agrupaban 75.000 afiliados. Por su parte, la UGT celebró su XIII Congreso, en Madrid, del 30 de septiembre al 10 de octubre, justo en pleno ascenso del segundo rebrote de la pandemia, el más letal de todos.

«La mala ocurrencia de morirse»

Todo indica que la pandemia se desató en los cuarteles del Ejército estadounidense. El presidente, Woodrow Wilson, consultó con su alto mando militar respecto a la conveniencia de transportar a las tropas a Europa, inmersa en la Primera Guerra Mundial. Así se hizo, dado que los generales temían que la noticia perjudicara gravemente al bando aliado. La gripe arrasó Europa como un ciclón, al pasar desde las tropas a la población civil. Al parecer, el virus llegó a España en los cuerpos de jornaleros españoles que trabajaban en Francia. De ahí alcanzó los cuarteles españoles. El Gobierno no tuvo mejor idea que licenciar a los reclutas, que lo expandieron por todo el país. Mientras que los Estados inmersos en el conflicto bélico censuraron todo lo relacionado con la enfermedad, en España esta copó las portadas de los periódicos.

Como decíamos, el movimiento obrero siguió adelante. El congreso cenetista, por ejemplo, no solo no apostó por una cuarentena generalizada (que nadie planteó) sino por todo lo contrario: una amplia campaña de propaganda, con mítines todo lo masivos que se pudiera, para levantar al sindicato fuera de Cataluña. No solo fue la CNT. Los tres años de gripe (1918-1920) fueron los conocidos como «trienio bolchevique», con un huracán de manifestaciones, huelgas y motines por la carestía de la vida. Es en 1919, asimismo, cuando se produce la mítica huelga de La Canadiense, que desembocó en la conquista de la jornada de ocho horas. Es especialmente digna de mención la huelga en las pompas fúnebres de Barcelona que empezó el 8 de octubre de 1918, sobre la que Solidaridad Obrera señalaba que era ridículo que los patrones se negaran al aumento salarial, ya que estaban haciendo «el negocio del siglo».


La gripe afectaba a todas las clases sociales (hasta el rey Alfonso XIII enfermó) pero, como siempre, se cebaba más con los menos pudientes. Si algún «experto» les hubiera planteado el confinamiento, seguramente se le habrían reído en la cara, pero eso no significa que socialdemócratas y sindicalistas revolucionarios ignoraran el problema. En su prensa la gripe fue un tema recurrente, que les sirvió para reiterar sin descanso la necesidad de establecer un sistema social donde la ciencia estuviera al servicio del pueblo y donde la salubridad e higiene de trabajadores y trabajadoras mejoraran radicalmente. En el Congreso de los diputados, los dirigentes del PSOE criticaron duramente la gestión gubernamental, arremetiendo contra la negligencia al expandir el virus, el retraso en la llegada de suministro médico y la falta de profesionales en muchas zonas rurales. Tras un intercambio de pareceres amistosos entre el ministro de Gobernación y su antecesor en el cargo, Julián Besteiro tomó la palabra con sorna para comentar que todo parecía que había sido admirable, menos los enfermos, que tenían «la mala ocurrencia de morirse».

La vida por encima del miedo a la muerte

Un testimonio ilustrativo sobre la actitud de la época es la que refleja en sus memorias, La revuelta permanente, Joan Ferrer, una de las figuras de la CNT en la provincia de Barcelona:
«Las fechas del congreso coincidieron con la epidemia de gripe que se abatió sobre Barcelona, y en la que la gente moría como bandadas de moscas. Recuerdo que estábamos obcecados con la creación del [Sindicato] Único y que salías del trabajo, o de la célula de la organización que teníamos en la calle de Mercaders, y te topabas con los furgones cargando cadáveres. Una vez, en la calle de Carders, vi sacar de una misma casa a seis muertos, uno detrás de otro. Entonces parecía que te tironearan hacia la realidad, y exclamabas: "¡Recristo, qué epidemia más cruel hay!" Pero después continuaba la obsesión del Sindicato Único, y pasabas por encima de aquella miseria que, de cebarse en ti, no podrías eludir, te mataría.»
Alguno incluso se lo tomaba con una filosofía peculiar, como un tabernero del que habla Ferrer: «El tabernero decía: "Yo esta no la agarro, aquí tengo la medicina", y sacaba una botella de ron. Bebió tanto que un día le dio el delírium tremens, del que murió».

Morían como bandadas de moscas, furgones cargaban cadáveres, salían muertos unos detrás de otros… Pero la gente siguió socializándose, abrazándose, enamorándose, viviendo y luchando. Porque la vida era mucho más que esquivar la muerte.

23 mayo 2020

jueves, 25 de octubre de 2018

Por qué en España no se juzga la apología del franquismo


Hablamos con dos expertos en la materia para dilucidar las razones que explican la impunidad de aquellos que siguen ensalzando los símbolos de un régimen criminal tras 40 años de democracia.

Por MARÍA ALTIMIRA

Cada una de las miles de calles bautizadas con nombres de generales, capitanes o coroneles franquistas hacen, diariamente, apología del régimen dictatorial y criminal que gobernó España durante casi cuatro décadas. Cada una de las banderas franquistas exhibidas en manifestaciones ensalzan una ideología responsable de la muerte y desaparición de cientos de miles de personas.

Muchos grupos de ideología franquista, pero incluso ayuntamientos democráticos como el del pueblo toledano de Guadamur, que proyectó imágenes de Franco en la fachada de su castillo, exaltan la represión política que pisoteó con impunidad los derechos humanos de los españoles que no comulgaban con un régimen ilegal y genocida.

Pero España, a diferencia de Alemania respecto del nazismo, sigue sin juzgar la apología del franquismo tras 40 años de democracia. «El código penal alemán tipifica la apología del nazismo como un delito, algo que no sucede en el caso español», explica a VICE News Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia.


De acuerdo con Carlos Slepoy, experto en Derecho Penal Internacional y representante de un grupo de querellantes en el proceso judicial que la magistrada argentina María Servini de Cubría inició contra el franquismo y algunos de sus exaltos cargos, la diferencia es que «el franquismo no fue derrotado y que, hasta hoy, ningún tribunal lo ha condenado por crímenes de guerra o de lesa humanidad» como sucedió en el caso del nazismo.

El Tribunal de Nuremberg —que condenó a la horca y a cadena perpetua a altos cargos del III Reich— probó, explica Ibarra, «que el régimen liderado por Adolf Hitler se sustentaba en una ideología racista y supremacista».

Su inclusión como delito en el código penal alemán se ampara en esta sentencia, explica el presidente del Movimiento contra la Intolerancia. Para que en España pasara algo similar y teniendo en cuenta la inacción del sistema judicial español al respecto «sería necesario que el Tribunal Penal Internacional, un tribunal ad hoc como el que juzgó el genocidio de Ruanda o el tribunal de cualquier país amparándose en la justicia internacional condenara el franquismo y a sus responsables por crímenes imprescriptibles —como lo son los crímenes de guerra, contra la paz o de lesa humanidad—», precisa Ibarra.

Slepoy considera que un fallo como el descrito por Ibarra allanaría el camino para penar cualquier manifestación de apología del régimen dictatorial. Si el franquismo es considerado como una ideología criminal que incita al odio, su enaltecimiento también lo sería.

El letrado sostiene, sin embargo, que si hubiera voluntad política también podría incorporarse el ensalzamiento del franquismo como delito en el código penal sin necesidad de que hubiera jurisprudencia en la materia. En este sentido, se refiere a la tipificación de enaltecimiento al terrorismo que sí recoge de forma explícita este conjunto de normas punitivas.


Con todo, Slepoy opina que nada de esto ha sido posible «debido al hecho de que todavía hay jueces de la Audiencia Nacional y del Tribunal Supremo que simpatizan con esta ideología y políticos herederos del franquismo» que ponen trabas a la justicia internacional.

Lo cierto es que el ejecutivo del PP se negó a extraditar a Argentina a parte de los 19 investigados por torturas y homicidios en la causa que instruye Servini contra el franquismo pese a las instancias de la ONU para que el gobierno español accediera a la petición de la magistrada. Tampoco sirvió de nada la instrucción que envió la jueza al Ministerio de Justicia del gobierno popular para interrogarlos en España el pasado mes de abril.

El ejecutivo mantuvo que la ley otorga a España la competencia para enjuiciar a sus propios ciudadanos, que la materia investigada había prescrito y que buena parte de los supuestos delitos penales no eran considerados como tales cuando se llevaron a cabo. Así y con el amparo en la Ley de Amnistía de 1977 el gobierno ha conseguido hasta ahora evitar la reapertura de cualquier debate relativo al franquismo, aunque lo cierto es que dicha legislación vulnera todos los tratados internacionales en materia de derechos humanos suscritos por España.

«Si ni siquiera se permite juzgar a los responsables, condenar el enaltecimiento de la ideología franquista parece aún más improbable», lamenta el letrado. No le falta razón a Slepoy. En octubre de 2013, el PP rechazó incluir la apología del franquismo como delito en la reforma del código penal impulsada por el entonces ministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón.

11 abril 2018

lunes, 20 de agosto de 2018

El engaño de la democracia española


Hay dos factores que demuestran que la Transición fue un proceso necesario pero fallido: la Jefatura del Estado y la Ley de Amnistía. Ambas fueron presentadas a los ciudadanos como un hecho consumado sin el cual no podría haber democracia. Ahora vivimos las consecuencias de tener un sistema político deficitario en sus esencias fundamentales

Por JOSÉ ANTONIO GÓMEZ

¿España es una democracia? Teóricamente sí. Los ciudadanos votan cada cuatro años para elegir a su primer ministro y disponen de un espacio de derechos y libertades reconocidos por la Constitución… Sin embargo, la democracia es algo más y en España la voz del pueblo se contamina con los intereses partidistas e ideológicos de los gobernantes sin que haya una figura que controle el cumplimiento de lo que los ciudadanos han determinado con su voto.

España es uno de los pocos países del hemisferio occidental —teóricamente la zona del mundo donde el desarrollo político es superior desde un punto de vista democrático— que tiene vacante la Jefatura del Estado. Es cierto que hay una figura que constitucionalmente ocupa dicho cargo pero que, en realidad, no tiene más función que el de relaciones públicas o director de desarrollo de negocio que, parece ser, cobraba, además, sus correspondientes comisiones por la intermediación con gobiernos para que las empresas españolas captaran grandes contratos, tal y como lo haría un agente comercial.

La realidad es que España sigue cumpliendo la voluntad del dictador Francisco Franco en lo referente a la Jefatura del Estado. La Monarquía fue impuesta de manera torticera a los españoles porque jamás se ha preguntado al pueblo por el modelo de democracia que quieren. En el referéndum de la Constitución, que ahora va a cumplir 40 años, se obligó a votar el texto completo en el que se imponía a un Rey sin que los ciudadanos pudieran determinar si estaban de acuerdo o no con ello. Fue un trágala en toda regla: «si queréis una Carta Magna que reconoce al pueblo derechos y libertades hay que tragar con los Borbones». Si en 1.978 los ciudadanos se hubiesen rebelado y votaran en contra de la Monarquía estaban impidiendo la aprobación de la Constitución. Por tanto, por más que los defensores de la Monarquía afirmen que Felipe VI o Juan Carlos I fueron elegidos por el pueblo, la realidad es que no es así, sino que el propio aparato del Estado determinó que los españoles debían tragar con la voluntad de Franco si deseaban que se les reconocieran los derechos y libertades de los que disponían los ciudadanos de los países democráticos.
 
Esto no es democracia y, en consecuencia, hay una deficiencia grave en nuestro sistema político que, además, está teniendo consecuencias para la ciudadanía. ¿Para qué sirve la Monarquía a los ciudadanos? Para nada más que para generar titulares vacíos que oculten la realidad podrida de una parte de nuestra clase política. ¿Qué le importa a una familia desahuciada si Letizia Ortiz se lleva mal con Sofía de Grecia? Nada. ¿La operación de rodilla de Juan Carlos de Borbón importa a un trabajador con un salario por debajo del umbral de la pobreza? No. La Monarquía es una institución inútil para el pueblo y ha llegado el momento en que el pueblo salga a la calle y diga lo que tiene que decir y reclame que, de una vez por todas, se le permita decidir si quiere seguir manteniendo esta pseudodemocracia o tener una democracia plena. 


En una democracia un Jefe de Estado sin contenido político es inútil. La pretendida parcialidad no es otra cosa que un modo de aquiescencia con todo lo que está ocurriendo y que está hundiendo a España: corrupción, utilización de los pilares democráticos del Estado de Derecho con fines partidistas, precarización del mercado laboral, destrucción del Estado del Bienestar, sumisión a las élites financieras internacionales, humillación a las víctimas del franquismo, conculcación de los derechos humanos con sus consiguientes condenas por parte de Naciones Unidas, conflictos territoriales, firma de acuerdos comerciales con países condenados por vulnerar los más mínimos derechos fundamentales, impunidad de ciertas familias respecto a la Justicia…, y más corrupción que, presuntamente, se da en la propia Familia Real.

Respecto al otro aspecto que adultera a la democracia española, la Ley de Amnistía, la Ley de Amnistía fue otro engaño al pueblo español. En aquellos años se utilizó mucho la expresión de «la superación de las dos Españas» en referencia a la necesidad de cerrar las heridas abiertas desde el golpe de Estado y el posterior genocidio impuesto por el dictador Francisco Franco Bahamonde. Se legisló una serie de medidas de perdón que el pueblo entendió que iban dirigidas a las personas que fueron represaliadas por luchar por la democracia y los derechos de los ciudadanos. Sin embargo, la Ley de Amnistía tenía una trampa que se ocultó a los españoles: este texto era una verdadera ley de punto final que exoneraba de sus delitos a los represores y torturadores franquistas. Esta ley, que fue aprobada por un gobierno elegido por la metodología franquista, es la que está impidiendo que se haga justicia con las víctimas de la dictadura genocida. Los tribunales españoles se escudan en la misma para decir que los delitos cometidos por aquellos que son responsables de la represión franquista están amnistiados, hecho por el que España ha sido condenada en varias ocasiones por la ONU por la oposición a la entrega a la Justicia de personas que han sido reclamadas o denunciadas por las víctimas del franquismo. En este país, para superar a las dos Españas, se pretendió ocultar a la que fue masacrada por el fascismo que gobernó durante casi 40 años. Ese no es el modo de cerrar las heridas porque hay más de 200.000 personas enterradas en las cunetas. Todo son excusas de mal pagador a la hora de hacer justicia con los asesinados o con los represaliados del franquismo, todo son trabas a la hora de aplicar la Ley de Memoria Histórica. ¿Cómo es posible que en una democracia haya partidos que aún no han condenado al franquismo o que, como la formación de Albert Rivera, abandonaron un parlamento para evitar condenar al régimen fascista? ¿Cómo es posible que tanto PP como Ciudadanos se opongan a cambiar un callejero que aún continúa homenajeando a asesinos?

La democracia española llegó tras un proceso de transición que fue ejemplar si se hubiese tomado como un punto de partida y no como un elemento inamovible. La democracia en España no es plena porque hubo, al menos, dos aspectos que se impusieron a los ciudadanos sin que tuvieran ni voz ni voto. Por tanto, nuestro actual sistema nació con un engaño, nuestra democracia seguirá siendo incompleta, estará adulterada, mientras la Jefatura de Estado no haya sido elegida por los españoles y la Ley de Amnistía siga vigente.

18 agosto 2018

miércoles, 15 de agosto de 2018

Fachas y lo políticamente correcto


Nos tendría que hacer pensar en qué punto está la 'democracia española' la existencia de un lugar como el Valle de los Caídos o el mantenimiento, incluso con dinero público, de una fundación que lleva el nombre de Francisco Franco.

Por MAURICIO BASTERRA

En las últimas semanas estamos asistiendo a una nueva vuelta de tuerca en relación a la exhumación de los cadáveres de Franco y de Primo de Rivera del Valle de los Caídos. Una decisión adoptada por el Ejecutivo de Pedro Sánchez que ha levantado ampollas y reacciones de todos los calibres. Desde el tan manido «no abrir heridas del pasado» o «es la historia y quieren borrarla» hasta la propia movilización de los nostálgicos del franquismo para que no se muevan los restos del dictador allí depositados.

Una decisión que llega tarde, dicho sea de paso, pues han pasado casi 43 años desde la muerte del dictador, bastantes más desde que allí están los restos del fundador de Falange Española. Es ahora cuando se aborda una cuestión que quizá debería haber estado resuelta hace ya varios lustros.

No dejan de llamar la atención las distintas reacciones. Los políticos de la derecha oponiéndose con circunloquios que no hacen sino esconder su plena oposición. Es paradójico que, en el mismo momento en que Mariano Rajoy estaba siendo reemplazado por Sánchez en la presidencia del Gobierno, un ministro del PP aprobaba la renovación del ducado de Franco en la persona de Carmen Martínez-Bordiu, lo que viene a ejemplificar el poder que aun mantiene, aunque sea a nivel de medios y de presión social, la familia Franco, que se permite el lujo de discutir las decisiones políticas del momento, que mantiene privilegios donados de la propia época dictatorial —como, por ejemplo, el uso y disfrute del Pazo de Meirás— o los honores aristocráticos concedidos por el anterior jefe de Estado a la hija del dictador y que perpetua su nieta.

Una situación atípica la que se vive en España y que constantemente está encima de la mesa con argumentos vacíos y vacuos. Nadie se plantea en otros lugares donde han existido dictaduras criminales la necesidad de dar espacio y pábulo a aquellos que aun defienden la dictadura. En algunos lugares, como Alemania, la apología del nazismo es un delito. Si nos atenemos a datos objetivos, solo en lugares con unas cuotas de cultura democrática por debajo de cero existen mausoleos que ensalzan la figura de dictadores. Quizá nos tendría que hacer pensar en qué punto está la democracia española la existencia de un lugar como el Valle de los Caídos o el mantenimiento, incluso con dinero público, de una fundación que lleva el nombre de Francisco Franco.

También cómo, en medio de dicha polémica, las televisiones se lanzan a dar espacio y opinión a los integrantes de dicha fundación, que se permiten el lujo de insultar a los presentes que tienen ideas contrarias a las suyas —es lo que han hecho siempre, por otra parte, con resultados nefastos— y llevar un discurso demencial sobre la historia de España que es insultante para todos aquellos que se dejan los ojos, las pestañas y la cabeza en archivos y bibliotecas para rescatar el pasado de este país bajo parámetros científicos, por no hablar del enorme trabajo realizado por los movimientos memorialistas que han sustituido de forma completamente altruista un papel que tenían que tener las administraciones públicas.

Bajo un paraguas de lo políticamente correcto, se habla de «respetar» a aquellos que no respetan nada o que defienden un legado de crímenes y violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Una fundación como la Francisco Franco no tiene cabida en ningún país democrático y los papeles del dictador tendrían que estar engrosando los legajos del Archivo Histórico Nacional y a disposición de todos los investigadores.

 Sepulturero de España

«Nunca enterrador alguno conoció tan alto honor, dar sepultura a quien era sepulturero mayor». Esta es una de las estrofas de una canción de Joaquín Sabina que se titula Adivina, adivinanza, dedicada a Franco y a su muerte. No se engañaba el cantante cuando denominaba a Franco como «sepulturero mayor». Porque ¿de quién estamos hablando cuando se habla de la exhumación del Valle de los Caídos? Francisco Franco fue un dictador. Un personaje que llegó al poder tras un golpe de Estado contra la democracia vigente en España en julio de 1936 y cuya acción provocó una guerra civil y una dictadura que se extendió en el tramo de casi 40 años. Se equivocan determinados tertulianos cuando hablan de bandos en la Guerra Civil española. Bandos habría si hubiese enfrentamientos abiertos dentro del propio campo democrático. Sin embargo, lo que sucedió en España entre 1936 y 1939 fue el enfrentamiento de un régimen legal, porque así lo habían querido los españoles los años anteriores, y un grupo de militares que dan un golpe de Estado. Esos golpistas que provocaron una guerra civil no se contentaron con derribar al gobierno de turno, sino que decidieron realizar una guerra de exterminio contra sus oponentes, que eran, a la postre, todos aquellos que no pensaban como ellos. Desde los moderados republicanos hasta los revolucionarios anarquistas, pasando por los socialistas de todas las tendencias, los minoritarios comunistas, los odiados masones, etc. Ese personaje que esta enterrado en el Valle de los Caídos afirmó lo siguiente al periodista Jay Allen en una entrevista que le hizo en 1936:

Allen: ¿Durante cuánto tiempo se prolongará la situación ahora que el golpe ha fracasado?
Franco: No puede haber ningún acuerdo, ninguna tregua. Salvaré a España del marxismo a cualquier precio.
Allen: ¿Significa eso que tendrá que fusilar a media España?
Franco: He dicho a cualquier precio.

Por si fuera poco, al finalizar la Guerra Civil, Franco impuso una dictadura que pasó por distintas fases pero que coincidió en todas con una profunda represión que ha llevado a España a ser el país que más desaparecidos tiene junto a Camboya, lo que ha provocado que la ONU y sus observadores de los derechos humanos hayan llamado la atención a nuestro país por no hacerse cargo de esa búsqueda de los desaparecidos. Hoy España tiene provincias con enormes cementerios ignotos donde están sepultados miles de cadáveres ejecutados por Franco y su régimen. Inclusive el propio Valle de los Caídos se benefició de dichos cadáveres sin el consentimiento de los familiares de las víctimas, que fueron a su vez nuevas víctimas del franquismo.

Franco se mantuvo en el poder gracias
al apoyo del 'democrático' Occidente.

Lejos de quedarse solo con Franco, se defiende que no se viole la historia de personajes como Mola, ideólogo del golpe, que tuvo frases tan democráticas como las siguientes:

«En este trance de la guerra, yo ya he decidido la guerra sin cuartel (…). A los militares que no se han sumado al Movimiento, echarlos y quitarles la paga. A los que han hecho armas contra nosotros, contra el ejército, fusilarlos. Yo veo a mi padre en las filas contrarias y lo fusilo».

«Hay que sembrar el terror… hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros».

Quizá es bueno seguir tolerando que la tumba de Gonzalo Queipo de Llano esté en la Macarena de Sevilla y que la Virgen cada Semana Santa porte el fajín de quien fue el dirigente del golpe de Estado en Andalucía y máximo represor en la zona. No olvidemos los pensamientos de conciliación y concordía que destilaba en aquel 1936 desde los micrófonos de Radio Sevilla:

«Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen».

«Ya conocerán mi sistema: por cada uno de orden que caiga, yo mataré a diez extremistas por lo menos, y a los dirigentes que huyan, no crean que se librarán con ello: les sacaré de debajo de la tierra si hace falta, y si están muertos los volveré matar».

«Sí, canalla roja de Málaga, ¡espera hasta que llegue ahí dentro de diez días! Me sentaré en un café de la calle Larios bebiendo cerveza y por cada sorbo mío caeréis diez. Fusilaré a diez… por cada uno de los nuestros que fusiléis aunque tenga que sacaros de la tumba para hacerlo».

«¡Malagueños! me dirijo en primer lugar a los milicianos engañados. Vuestra suerte está echada y habéis perdido. Un círculo de hierro os ahogará en breves horas; porque si por tierra y aire somos los más fuertes, la Escuadra leal a la dignidad de la Patria os quitara toda esperanza de huida, ya que la carretera de Motril está cortada».

«Mañana tomamos Peñaflor, así que vayan las mujeres de los rojos preparando sus mantones de luto. Estamos decididos a aplicar la ley con firmeza inexorable: Morón, Utrera, Puente Genil, ir preparando sepulturas. Yo os autorizo a matar como a perros a todo aquel que se resista a vosotros, que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda culpa».

La ignominia de la dictadura no solo se fraguó con los miles de fusilados, exiliados y encarcelados, sino que el régimen amparó y apoyo toda una red de robo de niños que al principio tuvo un claro componente ideológico pero al que después se le dio un motivo económico. La familias de los derrotados en la guerra fueron sometidas a todas las penurias y, no contentos con eso, también les robaron a sus hijos para desintoxicarlos del «gen rojo», que el psiquiatra Vallejo-Nájera expresó en sus propios libros de la siguiente forma, al mejor estilo del nazismo:

«La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos. La comprobación de nuestra hipótesis tiene enorme trascendencia político-social, pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación de estos sujetos desde la infancia, podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible».

Se puede y se debe debatir de la represión. Pero el sistema que Franco montó en España tras la guerra fue el de una dictadura militar, de corte fascista en muchos puntos y en varias etapas, que se cobró la vida de miles y miles de ciudadanos españoles que hoy están esparcidos por la cunetas. Debatir si un dictador, un criminal, un personaje defensor del terror y sus acólitos, tiene el derecho a estar un lugar privilegiado es un insulto y una vergüenza, como vergüenza es que se ampare en lo políticamente correcto para permitir defender posiciones inocuas y criminales en platos de televisión. Franco es historia de España y nadie lo va a borrar de la historia. Pero Franco fue un criminal, un asesino, el sepulturero de este país que tiene que salir ya de Cuelgamuros e iniciar, aunque sea con 43 años de retraso, la verdad, la justicia y la reparación a las víctimas del franquismo.

14 agosto 2018

domingo, 25 de febrero de 2018

26 de febrero, exposición «presos políticos en la España contemporánea» de Santiago Sierra

 

Salón de actos de la FAL (C/ Peñuelas 41) a las 19:00 h.

Hace unos días, la dirección de IFEMA solicitaba a la Galería Helga de Alvear la retirada de la obra del artista Santiago Sierra de ARCO. La galería se ha doblegado a la vergonzosa petición, que se ampara en la supuesta polémica que esas piezas ha provocado en los medios de comunicación y en el perjuicio de la visibilidad del conjunto de los contenidos de ARCO, para pedir la expulsión de obras de arte de un espacio gestionado mayoritariamente por instituciones públicas.

La irreverencia no es delito y la censura no es permisible, por lo que Santiago Sierra presenta el lunes, 26 de febrero, en la sede de la Fundación Anselmo Lorenzo, una reproducción de la obra censurada y participará en el debate sobre la represión a la libertad de expresión y de creación que se está produciendo en la España contemporánea.

Participantes:

- Santiago Sierra
- Pablo Mayoral (La Comuna de Expresos del Franquismo)
- Eduardo Gómez (Red Jurídica Cooperativa)
- Elena Ortega (Madres contra la represión)
- Víctor Jiménez (Miembro del SAT)
- Jorge Merino («No Caso 14N» de Logroño)
- Mónica Hidalgo (No Somos Delito)


jueves, 28 de diciembre de 2017

Mujeres Libres: las anarquistas que revolucionaron la clase obrera

80 AÑOS DE MUJERES LIBRES

A finales de la II República unas 21.000 anarquistas se agruparon formando el primer movimiento feminista radical de auténtica base popular en España. Uno de los grupos precursores de reivindicaciones por la liberación de género que, tantos años después, siguen estando presentes en la actualidad.

Por BEATRIZ ASUAR GALLEGO

Se dice de la historia que la escriben los vencedores, pero lo que no se dice es que los vencedores, casi en su totalidad, son hombres. Y, tampoco se dice, que estos suelen olvidarse de las mujeres: si echamos una mirada hacia atrás y pensamos en los grandes momentos de cambio de la humanidad, o en las grandes revoluciones, ningún o casi ningún nombre de mujer nos viene a la cabeza.

La historia de España no ha sido menos dura con las mujeres, enterrando durante muchos años el papel que tuvieron durante la época más revuelta del país, la Guerra Civil. Sin embargo, organizaciones sociales intentan constantemente hacer un hueco en nuestra memoria colectiva y enfrentar el olvido. Como ejemplo, CGT y Mujeres Anarquistas con la Agrupación de Mujeres Libres, que éste 2017 hace 80 años de su fundación. Una organización que se conformó entonces como el primer movimiento feminista radical de auténtica base popular y precursor en la lucha por reivindicaciones que, tantos años después, siguen estando presentes en la actualidad.

¿Cómo nacieron? A finales de la II República en una dinámica política y cultural que abría nuevas posibilidades para la participación de las mujeres en la lucha social. CNT, la Confederación Nacional del Trabajo, era desde 1910 la central sindical principal orientada por el anarquismo, de la que después derivó la CGT. Un sindicato que contaba con una presencia alta de mujeres y que reconocían los derechos laborales básicos como la libertad económica o la igualdad de salario, pero en el que poco se ideaban iniciativas de luchas específicas.

Ante esto, las mujeres necesitaron marcar su propio camino. En Barcelona, núcleo principal del movimiento anarquista, se fundó en 1934 el Grupo Cultural Femenino, pionero de las articulaciones de mujeres dentro del sindicato. Pero el estallido de la guerra civil cambió el ritmo de las formaciones, avanzaron y decidieron entonces crear su propia organización. El 2 de mayo de 1936 varias mujeres publicaron el primer número de la revista Mujeres Libres que, como relata Paula Ruíz Roa, responsable de la secretaría de la mujer de CGT «sirvió de base para la constitución del grupo libertario y la organización de su primer primer —y único—congreso que pudieron realizar en agosto de 1937». En poco tiempo, pasaron a contar con 147 agrupaciones locales y 21.000 mujeres afiliadas.


El primer grupo autónomo de mujeres

Desde sus inicios, Mujeres Libres se formaron como un grupo totalmente autónomo. La mayoría de las militantes ya formaban parte de otras organizaciones del movimiento libertario —CNT, FAI, Juventudes Libertarias—, sin embargo, no se subordinaron a ninguna de las estructuras previas.

Esta fue una batalla de las anarquistas por el rechazo que generó dentro del movimiento libertario una organización sólo de mujeres: «Fueron ellas quienes hicieron ver que era necesario separar las organizaciones de toda la clase trabajadora de las organizaciones de las mujeres para diferenciar las reivindicaciones de ambos, porque dentro de la lucha de la clase obrera no se le daba la importancia que tenían», explica a Público el actual secretario de CGT, José Manuel Muñoz Póliz.

La escritora e historiadora estadounidense Martha Ackelsberg señala que el mayor logro de la organización fue ser las «pioneras de las organizaciones feministas» y «unir la lucha contra la explotación capitalista con la opresión patriarcal». Así fue, Mujeres Libres seguía la línea ideológica de CNT, pero desarrolló su propio objetivo: emancipar a la mujer de la triple esclavitud, «esclavitud de ignorancia, esclavitud de mujer y esclavitud productora». Con el inicio de la guerra, se marcaron otra meta, «aportar una ayuda ordenada y eficiente a la defensa de la República».

Reivindicaciones aún presentes en la actualidad

«Lo que más llama de atención de este grupo es cómo plantean la problemática de la mujer. Sobre todo en aquella época, con temas que abarcan desde la abolición de la prostitución, la educación mixta, comedores o guarderías populares o el amor libre. Reivindicaciones que llegan a la mayoría de izquierda mucho después, en la década de los 70», cuenta el historiador brasileño Thiago Lemos Silva, que ha estudiado durante más de diez años la historia de esta agrupación.

Desde sus inicios reclamaron la importancia de la incorporación de la mujer al trabajo asalariado, realizando múltiples trabajos, además de las actividades de retaguardia: desde la alfabetización hasta la capacitación en el trabajo en todas los sectores laborales. Y, para que esta incorporación no fuera una doble carga para las mujeres, reclamaban —igual que en la actualidad— y pusieron en marcha comedores y guarderías populares en los lugares de trabajo.

Rompieron con la idea de que el hogar y las relaciones de pareja eran privadas: denunciaban con fervor el control dentro de la propia pareja y desde el propio estado e Iglesia católica. Proclamaban el amor libre y denunciaban que el modelo tradicional de familia fomenta las desigualdades. Por un lado, porque mantiene las dependencias económicas en la que se sustenta el patriarcado. Por otro, porque ampara la sumisión de las mujeres a los hombres dentro de la familia por lo que carecían de todo derecho de expresarse en ella.

Otro de los temas que más destacaron fue la educación infantil. Aseguraban que en las escuelas se adquiere una mentalidad encasillada por los valores burgueses por lo que era esencial que la educación diese un giro total potenciando una escuela para la libertad. Dentro de la educación, además, reclamaban la necesidad de la educación sexual, planteando temas hasta entonces tabúes como los métodos anticonceptivos o el aborto.


La represión contra las anarquistas

Como con casi todos los grupos revolucionarios la represión durante la guerra por parte de las tropas franquistas fueron colosales. Más con los grupos de mujeres como éste que suponían un doble peligro al no luchar sólo por la emancipación de la clase obrera, sino también por la emancipación de la mujer.

Parece una tarea imposible documentar el número exacto de mujeres que pasaron por el calvilcio de la tortura, de los asesinatos, de las desapariciones y de la violencia sexual. Pero sí sabemos que al igual que, como la mayoría de milicianas y militantes, las integrantes de Mujeres Libres acabaron en la cárcel, en el exilio, o, en el mejor de los casos, sometidas a un silencio absoluto negando haber participado en esta organización. Ni desde el extranjero consiguieron mantener estructuras organizadas en la clandestinidad, por lo que a los tres años, en 1939, Mujeres Libres acabó disolviéndose. Aunque sí han mantenido un legado: «crearon un gran deseo en las mujeres de libertad en todas nosotras», afirma Ruíz Roa. Y es que, como también señala Thiago, «hay que conocer la historia de estas mujeres para poder cuestionar el machismo».

24 diciembre 2017

domingo, 13 de agosto de 2017

Turismofobia, tu padre


7 agosto 2017

Si denuncias que hay camareros cobrando 700 euros al mes por 12 horas de trabajo diarias, de las que sólo están dado de alta cuatro, es que odias el turismo; si denuncias que hay camareras de piso que acuden empastilladas a trabajar para poder limpiar 20 habitaciones diarias a 1,5 euros cada una, es que odias el turismo.

Si denuncias que los guiris borrachos se alojan en apartamentos ilegales y te vomitan tu patio, es que odias el turismo; si denuncias que tu alquiler ha pasado de 500 euros al mes a 900, porque al casero le es más rentable alquilar la vivienda ilegalmente por días que por meses de manera legal, es que odias el turismo. Si denuncias que los antiguos pequeños comercios y bares de toda la vida de tu barrio ahora son franquicias donde pagan 700 euros al mes a los camareros con contratos parciales que se convierten en jornadas de sol a sol, es que odias el turismo.

Si denuncias que estudiaste Turismo y estuviste viviendo en dos países varios años para perfeccionar tu nivel de idiomas y que ahora el hotel donde trabajas de recepcionista te paga 900 euros al mes, es que odias el turismo; si denuncias que estás harto de no poder salir de tu casa porque las manadas de turistas en fila india tienen bloqueado el portal de tu casa, es que odias el turismo.

Si denuncias que hay una burbuja turística que ha sustituido a la burbuja inmobiliaria, sostenida en bajos sueldos y expulsión de la población local de la ciudad, es que odias el turismo; si denuncias que es inmoral cobrar 100 euros por una habitación de hotel, mientras se le paga 1,5 euros por limpiar una habitación a una camarera de piso o 700 euros al camarero que te sirve el desayuno, es que odias el turismo. Si denuncias que los beneficios del turismo, sector que no ha conocido la crisis y que aumenta anualmente sus beneficios en más de dos dígitos, se tienen que repartir de manera equilibrada entre trabajadores, empresarios y ciudades turísticas, es que odias el turismo.


Si denuncias que el patrimonio histórico-artístico de nuestras ciudades no soporta la presión turística actual y que es posible que en unos años no podamos seguir viviendo del turismo porque nos lo habremos cargado por la avaricia capitalista, es que odias el turismo.

Si denuncias que el turismo debe ser un sector de futuro y no sólo de presente, que los turistas merecen visitar sitios auténticos, con vida real, y no parques temáticos y que los habitantes locales merecen poder conjugar vivir en su ciudad con el turismo, es que odias el turismo. Si denuncias que un trabajador del sector turístico no puede disfrutar de una semana de vacaciones al año porque el salario que recibe no se lo permite, es que odias el turismo.

Es lo mismo que ocurría cuando se denunciaba que la burbuja inmobiliaria impedía que las familias normales pudieran acceder a una vivienda digna o que la construcción estaba destruyendo el patrimonio ambiental y el litoral de nuestro país. Los que lo odian todo, menos su deseo de acumular beneficios a costa de explotar recursos naturales, históricos y humanos, han encontrado en la «turismofobia» su palabra clave para no abrir un debate sereno y serio del que no podrán salir bien parados y que podría poner freno a su ansia desmedida por la acumulación de beneficios a costa de la salud de mujeres que acuden a trabajar drogadas para poder soportar los dolores que les producen mover carros de ropa sucia y limpiar 20 habitaciones en cuatro horas. Turismofobia, tu padre.

sábado, 22 de julio de 2017

El «señoritismo»


Por MIGUEL LORENTE ACOSTA

Con frecuencia se habla de «populismo», pero nunca de «señoritismo».

Definir la realidad según la interpreta quien ocupa las posiciones de poder permite describirla de manera interesada a sus necesidades y conveniencia, y de ese modo perpetuar la desigualdad y las ventajas que les proporciona. El resultado es muy variado y diverso, lo hemos visto, entre otros escenarios, en las pasadas elecciones.

Durante este tiempo hemos oído calificar de «populismo» todas aquellas propuestas que tienen un impacto directo, casi inmediato, sobre cuestiones y problemas que afectan a quienes cuentan con menos recursos y oportunidades para afrontarlos, especialmente si la propuesta, además, impacta en quienes ocupan las posiciones de poder y reconocimiento en nuestra sociedad. El mensaje que se manda con esa consideración «populista» suele ser doble: por un lado la imposibilidad de llevarla a cabo, y por otro la inconveniencia o inoportunidad de hacerlo, dadas las consecuencias negativas que tendría para el «sistema».

De este modo la crítica es doble, por una parte sobre su mentira, y por otra sobre el hipotético daño que ocasionaría en caso de que se pudiera realizar, de ahí que la consecuencia inmediata sea presentar al populista como «mentiroso y peligroso». A partir de ese momento ya no hace falta ningún otro argumento, se desacredita a la fuente por «populista» y se evita tener que contra-argumentar sobre lo propuesto, o tener que plantear iniciativas que resulten más prácticas o interesantes para la sociedad. Y quien actúa de ese modo es, precisamente, quien dispone de más medios y recursos para sacar adelante múltiples iniciativas para abordar las cuestiones que intentan resolver las propuestas consideradas «populistas».

El populismo queda de ese modo identificado como el espacio al que recurren quienes no tienen la capacidad, la preparación o la responsabilidad para actuar con «sentido de Estado» y en nombre del «bien común», y sólo lo harán en busca del interés personal, incluso sin importarle destruir el Estado si fuera necesario. El populismo, por tanto, no es sólo la propuesta puntual, sino que además se convierte en el espacio donde situar cualquier medida que actúe contra el orden social establecido sobre las referencias de una cultura desigual, machista y estructurada sobre referencias de poder levantadas a partir de determinadas, ideas, valores y creencias.

Nadie cuestiona ese orden dado como un contexto interesado que carga de significado a la realidad, cuando en verdad actúa de modo similar al espacio considerado como «populismo», pero a partir de las ideas, valores, objetivos e intereses de quienes han tenido la posibilidad de decidir en su nombre qué era lo que más interesaba al conjunto de la sociedad, haciendo de sus posiciones la «normalidad» a través de la cultura. Y del mismo modo que se ha identificado con «lo del pueblo» aquello que de alguna manera se considera contrario al orden establecido, hasta el punto de considerarlo «populismo», deberíamos aceptar como «señoritismo» el espacio y las referencias dadas en nombre de la cultura jerarquizada y desigual que define posiciones de poder sobre el sexo, las ideas, la diversidad sexual, el grupo étnico, las creencias, el origen, la diversidad funcional… Un «señoritismo» que juega con una imagen opuesta al «populismo» al presentar sus iniciativas como las únicas capaces de resolver los problemas, por ser propuestas y desarrolladas por personas preparadas y responsables. De ese modo se defiende la élite operativa y la esencia ideológica.

Las consecuencias son muy amplias y diversas, puesto que hablamos de la normalidad y la cultura, pero centrándonos en lo ocurrido en las elecciones, no sólo en estas últimas del 26J, pero sí sobre algunas de las cuestiones que se han planteado tras sus resultados, podemos ver cómo actúa el juego entre «populismo» y «señoritismo».

Subir los impuestos a quienes más tienen y se aprovechan de la legislación para cotizar menos, cuestionar la precariedad laboral, pedir una educación y una sanidad públicas y de calidad, hablar de dependencia, exigir medidas contra la violencia de género, reclamar medios contra la corrupción… todo eso es populismo. En cambio, mantener un sistema fiscal que ahoga a clases medias y bajas, facilitar el desarrollo de la sanidad y la educación privada, incluso con segregación en las aulas, olvidarse de las personas mayores y dependientes más allá de la caridad, recortar los recursos para erradicar la violencia de género, permitir que la corrupción se resuelva por medio del olvido… todo ello no se considera «señoritismo», aunque es reflejo de ese orden de ideas y valores en armonía con la parte conservadora que la propia cultura defiende como esencia de presencia y continuidad.

Y no sólo es que las políticas conservadoras y tradicionales no se ven como algo ajeno a la propia normalidad y cultura, sino que, además, cuando son descubiertas como algo contrario al interés común y cuando sus resultados son objetivamente negativos, la posición de quien las lleva a cabo y el significado que se les da no adquiere el nivel de rechazo y exigencia de responsabilidad, por haber sido realizadas por quienes tienen una cierta legitimidad para actuar de ese modo, y porque quedar integradas dentro de otras medidas y políticas que presentan como positivas para la sociedad y el sistema.

El ejemplo de esta situación lo tenemos en lo que ocurre cada día en muchos pueblos. Cuando el «señorito del pueblo» o un empresario se levanta a las 12 del mediodía y se va directamente a tomarse un vino al bar de la plaza del pueblo, nadie lo cuestiona porque se entiende que esa conducta forma parte de su condición, algo que no aceptarían en un trabajador. Algo parecido sucede, por ejemplo, ante las críticas a algún mensaje lanzado por representantes de la Iglesia (rechazo al matrimonio entre personas del mismo sexo, propuestas de salud sexual y reproductiva, impuestos que no paga…), que se consideran como un ataque a la libertad religiosa, pero cuando desde la Iglesia se cuestiona la política y se llama a la desobediencia civil a las leyes de Igualdad, se dice que es libertad de expresión.

Cada cosa tiene un significado diferente dependiendo de lo que afecte al modelo pero, además, si las propuestas coinciden con él son consideradas propias y adecuadas, y por tanto, no cuestionables ni motivo para exigir responsabilidad a quien las haga por entenderlas como parte de ese contexto de «señoritismo».

Y no es que se acepte el resultado negativo cuando se produce, pero no se entiende con la suficiente entidad como para cuestionar al contexto o al partido político que la lleva a cabo. Es lo que hemos visto con los casos de corrupción en el PP, que no les pasa factura electoral por entender que son «cosas que suceden donde se mueve mucho dinero» y que «no es un problema del modelo de organización, aunque haya sido permisivo y ausente, sino de unos pocos que lo han traicionado».

Esa valoración y justificación es imposible en otros partidos y contextos en los que los casos de corrupción no forman parte de las posibilidades que les otorga el reconocimiento de su normalidad. Es lo del señorito del pueblo y el trabajador, si un trabajador se levanta a las 12 y se va al bar de la plaza a tomarse un vino es considerado un gandul o un borracho, algo que nunca se dirá del señorito.

¿Alguien ha hablado en esta legislatura de los coches oficiales, del número de asesores de Moncloa, del inglés de Rajoy, de la ropa o las parejas de las ministras del Gobierno, de las colocaciones de los ex-ministros, como por ejemplo Wert en Paris…? Todo eso forma parte del «señoritismo», y mientras no se modifiquen las referencias de una cultura desigual y machista, una gran parte de la sociedad siempre será condescendiente con el poderoso, con sus ideas, valores y creencias que configuran el «señoritismo».

4 julio 2016