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miércoles, 7 de junio de 2017

¿Democráticos o toparcas?


Por PETER SCHREMBS

De vez en cuando aparecen para después desaparecer o institucionalizarse movimientos que reclaman formas de democracia más «auténticas», desde Podemos hasta el Movimiento Cinco Estrellas, pasando por la Primavera Árabe. Se trata generalmente de movimientos que, aun planteando una ampliación de derechos, más transparencia y reglas de decisión más participativas, no ponen en tela de juicio, sustancialmente, las aporías de la democracia.

Un poco de con sorpresa y un poco sin ella, hemos recibido recientemente la noticia de la intención del Movimiento Zapatista de presentar una candidata de denuncia con mandato revocable a las elecciones presidenciales de México. Aquí seguramente la confianza en las instituciones está menos afianzada, y la afirmación de que no se trata de la conquista del poder sino de la posibilidad de movilización y de denuncia está abonada en una larga práctica de autonomía y autogestión. El hecho es que, al mismo tiempo que la democracia ofrece derechos y libertades, es el mecanismo que aniquila esos derechos y tritura esas libertades. Con la delegación política, es verdad, pero también con los mecanismos que alientan tal práctica, abonamos precisamente el despotismo en el seno del régimen democrático.

¿Por qué? Las razones son de naturaleza estructural y superestructural. Me explico. A nivel estructural, la democracia (moderna) me parece expresión política de la dictadura de la burguesía. En el Manifiesto Comunista se puede leer: «El poder estatal moderno no es más que un comité que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa». Tras lo cual es cierto que estamos en la fase de liquidación de la democracia, a partir del desmantelamiento del Estado social y del solapamiento de las instituciones políticas por parte del capital transnacional.

Y es aquí donde hunde sus raíces ese —un poco desesperado— deseo de defender la democracia, que encuentra oxígeno, por ejemplo, en el reciente congreso «Reclaim Democracy», celebrado a principios de febrero en Basilea, y que sirve de acicate también para los defensores de la renta básica. Y es naturalmente aquí donde debemos preguntarnos si verdaderamente es esto lo máximo que somos todavía capaces de proyectar: un futuro socialdemócrata en régimen capitalista. ¿Bye, bye, anarquía, autogestión, socialismo?

A nivel de superestructura, el mal reside en el conjunto de reglas en el que se basa la democracia representativa.

Disculpad si cito una vez más (polémicamente) a Marx y Engels que, a propósito de la ilusión de poder incidir sustancialmente a través del voto en la dinámica política, hablaban de «cretinismo parlamentario, enfermedad que invade a los desafortunados que son víctimas de la convicción solemne de que todo el mundo, su historia y su porvenir, son regidos y determinados por la mayoría de votos de ese particular consenso representativo que tiene el honor de incluirle entre sus miembros».

Me diréis: en última instancia, es el pueblo el que escoge; somos nosotros quienes decidimos. Verdad en el plano institucional (aunque solo en parte, pensad en las numerosas exclusiones, como por ejemplo los extranjeros), pero falso en la vida real. Decidimos solamente a quién entregar las llaves de nuestra celda, tras lo cual —y lo digo con muchos años de experiencia a la espalda— nuestro esfuerzo político es tan patético como necesario para enderezar los entuertos que arman los que están en el poder. Parecemos almas en pena que deben intentar aquí y allá bloquear proyectos absurdos, tapar zanjas, arrancar el maíz transgénico, denunciar los riesgos de la energía atómica, ocupar las calles, manifestarnos contra los recortes sociales, luchar contra las privatizaciones, apoyar a los prófugos...

Pero volvamos a la democracia y a sus reglas. Una de ellas establece que mediante el sufragio (más o menos) universal escogemos (directa o indirectamente) a los gobernantes. Si vamos a votar ¿aceptamos o no aceptamos esta regla? Trump (por citar uno, pero el campo de lo obsceno es grande, desde Duterte hasta Hollande) lo hará todo mal, pero ha sido elegido.

Esta es la inexorable ley del número. Aquí no se trata, entendámonos, del voto en sí, que puede ser un instrumento para elegir tan válido como, por ejemplo, el sorteo. Se trata del voto de poder, que da poder, que se desprestigia y entonces nos damos cuenta de que no somos capaces ni siquiera de arañar al poder más fuerte, el económico, entendido en sentido amplio, estructural. La cifra de este dato de hecho se acentúa, además de en Grecia, en Venezuela y Brasil. Incluso allí, tras el líder en el poder, la voz vuelve a la base, con la Red de Comuneros y Comuneras y los Pueblos Liberados (la «toparquía», en su momento promovida por Chávez y hoy obstaculizada por el Gobierno) por una parte, y organizaciones como el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo por otra. Una vez más (¡lo habíamos dicho!) el proletariado está llamado a construir por sí solo, fuera de la democracia, los espacios de libertad política y económica que marcan la diferencia. Por eso estoy con Malatesta cuando dice:

«No somos partidarios ni de un gobierno de mayoría ni de uno de minoría; no estamos ni por la democracia ni por la dictadura. Queremos la abolición del gendarme. Queremos la libertad para todos, y el libre acuerdo, que no puede faltar cuando nadie tiene los medios para forzar a los demás, y todos están interesados en la buena marcha de la sociedad. Queremos la anarquía.»

Nº 347 - Junio 2017

sábado, 13 de junio de 2015

El estallido revolucionario de diciembre de 1933


TRAS LAS ELECCIONES DE NOVIEMBRE

El viernes 8 de diciembre de 1933 celebra su sesión inaugural el Parlamento designado en las elecciones legislativas del 19 de noviembre anterior, cuya segunda vuelta tuvo lugar quince días después. Se trata de las primeras Cortes ordinarias de la Segunda República, ya que las disueltas en el pasado mes de octubre —elegidas a su vez el 28 de junio de 1931— tenían rango y carácter de constituyentes. Existen abismales diferencias en la composición de ambos parlamentos republicanos. Mientras en el primero predominan fuerzas liberales y progresivas —radical-socialistas, Acción Republicana, Esquerra de Cataluña, federales y socialistas—, en el segundo los partidos conservadores —radicales, Lliga Regionalista, agrarios, CEDA y TYRE— ocupan una mayoría de escaños. Aunque los elementos derechistas discrepan en casi todos los puntos esencialmente en la forma de gobierno que debe regir en España —coinciden en una aspiración concreta: deshacer toda la obra positiva, avanzada y socializante, del primer bienio republicano.


En la noche del mismo viernes 8 de diciembre estalla en diversos puntos de la geografía peninsular un amplio movimiento insurreccional desencadenado por la Confederación Nacional del Trabajo. Pese a que las autoridades están advertidas, han declarado el estado de alarma y tomado todas las medidas de precaución que juzgan convenientes, la violencia revolucionaria rebasa sus cálculos. Durante una semana se lucha con extraordinario encarnizamiento en Aragón y la Rioja, así como en lugares aislados de Levante, Cataluña, León, Extremadura y Andalucía. La intentona subversiva guarda estrecha y directa relación con el reciente resultado electoral. Al propugnar la completa abstención proletaria de los comicios, la CNT ha dicho que de triunfar la reacción los trabajadores deben recurrir a la acción revolucionaria. El movimiento que se inicia a las pocas horas de reunirse las segundas Cortes republicanas demuestra que la organización confederal cumple al pie de la letra compromisos, promesas y amenazas. Demuestra también —y es una clara advertencia para todos— que el proletariado español no está dispuesto a consentir cruzado de brazos que el fascismo triunfe sin lucha en nuestro país como ha triunfado ya en Italia y Alemania.

VENTAJAS DERECHISTAS

Cuando en la primera decena de octubre disuelve Alcalá Zamora las Cortes Constituyentes y encarga a Martínez Barrio la convocatoria de nuevas elecciones para el 19 de noviembre, las derechas tradicionales reciben alborozadas la decisión porque creen tener en sus manos todas las bazas de triunfo. No les faltan razones para pensarlo así. En los treinta meses transcurridos desde la caída de la Monarquía, no sólo no se resuelven los muchos problemas pendientes, sino que se agravan. La crisis financiera internacional, iniciada en 1929, con el hundimiento bursátil de Wall Street, repercute con mayor fuerza cada día en la situación interior. Por otro lado, la evasión masiva de capitales, que los gobernantes republicanos no han sabido impedir, y las maniobras reaccionarias paralizando industrias y abandonando cultivos para hacer imposible la vida del nuevo régimen, están a punto de dar los frutos apetecidos por sus patrocinadores.

En dos años y medio se ha hecho poco prácticamente para elevar el nivel de vida de los trabajadores y satisfacer sus más apremiantes necesidades. Tanto en el campo como en las ciudades, el paro forzoso sigue una marcha ininterrumpidamente ascendente y si son ya cerca de setecientos mil los obreros sin trabajo, es muy de temer que pasen del millón en la primavera próxima. La tan prometida reforma agraria —necesidad inaplazable de España al terminar el primer tercio del siglo— continúa siendo un sueño para los campesinos tan hambrientos de pan como de tierras. El excesivo respeto a la juridicidad del gobierno provisional y de los que le siguen —con su lamentable consecuencia de que la conjunción republicano-socialista trate de legalizar la revolución antes de realizarla— ha dejado en pie las estructuras sociales, financieras e incluso administrativas de la Restauración con general desencanto y no escasa indignación por parte de las masas trabajadoras.

Aparte del desgaste sufrido por su permanencia en el poder en una época de ingentes dificultades, los partidos de izquierda cometen el imperdonable error de acudir a las elecciones desunidos e incluso enfrentados. Los socialistas, que al colaborar con los republicanos han tenido que apoyar leyes y medidas que disgustan profundamente a los trabajadores de la UGT, dan por terminada la colaboración y presentan candidaturas propias en casi todas las circunscripciones. Por motivos personales. los radical-socialistas están divididos en múltiples grupos y capillitas; Acción Republicana, los federales y la ORGA carecen de masas de seguidores y de una sólida organización y la Esquerra ha perdido buena parte de la aureola que le permitió triunfar arrolladoramente en Cataluña en 1931. Para colmo de males, la intensa campaña de abstención electoral desencadenada por la CNT restará a todos ellos varios cientos de millares de votos.

Entenebreciendo más aún el panorama, los republicanos conservadores de Maura, los reformistas de Melquiades y los radicales de Lerroux —que son mayoría en el gobierno de Martínez Barrio que preside las elecciones— están violentamente enfrentados con los socialistas y muchos más próximos a la Lliga, los agrarios e incluso a la CEDA que a sus antiguos aliados antidinásticos. En caso de necesidad se aliarán antes con Gil Robles que con Largo Caballero. (En efecto, en varias provincias .se establecen acuerdos secretos entre las huestes lerrouxistas y los candidatos de extrema derecha).

A diferencia de sus adversarios tradicionales, carlistas, monárquicos, agrarios y católicos, establecen una sólida unidad, saltando por encima de sus rencillas y rivalidades. Desde el comienzo mismo de la campaña forman un comité electoral presidido por Martínez de Velasco al que secundan Cid, Royo Villanova, Gil Robles, Sainz Rodríguez, Casanueva y Lamamié de Clairac. Están seguros del apoyo entusiasta de aristócratas, terratenientes, clericales, las oligarquías financieras preponderantes en el país y una masa considerable de la pequeña burguesía. Cuentan con recursos financieros incomparablemente superiores a los izquierdistas, con una organización electoral, basada en el caciquismo rural y con la mayoría de los diarios nacionales o regionales de mayor circulación. Y, como arma decisiva, con el voto femenino que los diputados constituyentes cometieron la ingenuidad de aprobar. Si las mujeres son en todas partes más conservadoras que los hombres, los seis millones de sufragios de las españolas —sobre las que la Iglesia ejerce tan avasalladora influencia— bastarán para alzar un dique insuperable a todas las aspiraciones liberales y revolucionarias.


TRES ACONTECIMIENTOS

En las breves semanas que dura la campaña electoral de 1933, se producen tres acontecimientos de distinta índole que habrán de tener influencia considerable en el futuro inmediato de la política española. Cronológicamente el primero de estos hechos es el acto fundacional de Falange Española, que si no es el partido fascista más antiguo de España; sí será el que alcance mayor importancia en años sucesivos. Se trata de un mitin celebrado en el Teatro de la Comedia de Madrid el domingo 29 de octubre, en el que hablan José Antonio Primo de Rivera, Julio Ruiz de Alda y el profesor García Valdecasas, y en que el primero de ellos hace la exaltación de «la dialéctica de los puños y las pistolas».

Cinco días más tarde, el 3 de noviembre, se fuga de la cárcel de Alcalá de Henares, donde se encuentra recluido, el famoso millonario mallorquín Juan March y Ordinas. Tan célebre por sus caudales, como por la índole especial de sus actividades y las leyendas forjadas en su torno, March es una figura discutible y polémica. Diputado republicano por Baleares, afecto al Partido Radical, las Constituyentes le expulsan de su seno, declarando públicamente su incompatibilidad moral con el conocido hombre de negocios. Procesado por motivos que no se explican suficientemente, lleva vente meses preso cuando abandona su encierro con la complicidad de algunos oficiales de prisiones. Sospechando que su fuga haya sido facilitada por determinados políticos lerrouxistas, el ministro de Justicia, Botella Asensi, presenta la dimisión y sólo a ruegos de Martínez Barrio consiente en continuar en el cargo hasta después del día 19. (Con su habilidad y su dinero, March es un elemento peligroso. En una ocasión Jaime Carner, ministro de Hacienda en el segundo gobierno de Azaña, ha dicho que «o la República termina con March, o March termina con la República». Como la República no termina con él, será March dentro de unos años —1936— quien contribuya en no escasa medida a la muerte de la República).

Cuarenta y ocho horas después, el domingo 5 de noviembre de 1933, se aprueba por aplastante mayoría el anteproyecto de Estatuto vasco. El artículo 12 de la Constitución de 1931 dispone en su apartado B) que una vez propuesto el Estatuto por la mayoría de los ayuntamientos de una región «lo acepten, por los procedimientos que señala la Ley Electoral, por lo menos las dos terceras partes de los electores inscritos en el censo de la región». El trámite se cumple satisfactoriamente en las provincias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, donde los votos favorables superan con creces el tanto por ciento exigido. El éxito se celebra con grandes manifestaciones de alegría en todas las poblaciones importantes de Euskadi. Hablando a una de estas manifestaciones, el presidente de la diputación de Vizcaya dice entre otras cosas:

—El País Vasco; haciendo honor a sus tradiciones y a su historia, ha colocado su potente política en un plano de libertad y justicia que hará imperecedera la República. Álava, Vizcaya y Guipúzcoa se han fundido en un abrazo perpetuo con la España republicana. Pronto vendrá a unirse con nosotros la hermana Navarra, estimulada por el triunfo que representa el actual plebiscito.

(Al Estatuto, plebiscitariamente aprobado el 5 de noviembre de 1933, niegan su conformidad las Cortes del segundo bienio republicano. Esa negativa, contraria a los deseos de la mayoría de su población, influirá decisivamente en la determinación vasca de colocarse en julio del 36 al lado de la República y luchar por su supervivencia. Sancionado por el tercer Parlamento republicano en su reunión del 1 de octubre de 1936 en Madrid y abolido por el franquismo en 1937, luego de su conquista de Bilbao, seguirá siendo factor determinante en la política y la vida vascongadas cuarenta años después).

LA DERROTA DE LAS IZQUIERDAS

La jornada electoral del 19 de noviembre transcurre con absoluta tranquilidad en todo el país, igual que sucedió el 12 de abril y el 28 de junio de 1931, y lo mismo que ocurrirá el 16 de febrero de 1936 e incluso el 15 de junio de 1977. (Por encendidas que estén las pasiones y trascendental que sea la decisión que se espera de las urnas, el pueblo español mantiene una impresionante serenidad el día mismo de los comicios, que siempre transcurren en España sin alborotos, pendencias ni graves desórdenes). La gente, que acude en gran número a los colegios ante los que forma extensas colas, espera con calma a depositar su voto y regresa tranquilamente a su domicilio. Las mujeres, que ejercen por vez primera su derecho al sufragio, votan en proporción muy similar a los hombres.

Como se esperaba de antemano, el escrutinio señala un considerable desplazamiento hacia la derecha del sufragio. La tendencia que ya denuncian los primeros resultados, se consolida y acentúa a medida que avanza la noche del domingo y en la mañana del lunes la impresión es desoladora para las fuerzas izquierdistas. Las derechas vencen en una mayoría de provincias y circunscripciones, duplicando, triplicando e incluso cuadruplicando los escaños que ocupaban en las Constituyentes. Con excepción de la Esquerra catalana —que conserva 24 diputados de los 36 que tuvo en el anterior Congreso— los partidos republicanos de izquierda desaparecen prácticamente, mientras los socialistas ven reducida a la mitad su representación parlamentaria. Aunque mejoran ligeramente sus posiciones los radicales de Lerroux y los conservadores de Miguel Maura, sus ganancias no admiten comparación con las conseguidas por la CEDA —que será la minoría más numerosa en las nuevas Cortes— los agrarios, la Lliga, los carlistas y Renovación Española.

Aunque en la primera vuelta quedan sin dilucidar 95 escaños que habrán de ser cubiertos en la segunda, sus resultados no pueden hacer en ningún caso que las izquierdas alcancen la mayoría. De los 307 diputados elegidos el 19 de noviembre, 149 corresponden a las derechas, 101 al centro y sólo 57 a la izquierda; Pese a no existir desproporción apreciable entre los votos de unos y otros —los 8.711.160 sufragios emitidos se reparten entre 3.500.000 para la derecha, otros 3.500.000 para la izquierda y 1.700.000 para el centro— la multiplicación de candidaturas de izquierdistas —en Madrid, concretamente, frente a la del bloque unido contrarrevolucionario se presentan una de radicales, otra de republicanos de izquierda, una tercera socialista y una cuarta comunista—, hacen que se desaprovechen gran cantidad de votos y desnivelen la balanza en favor de las fuerzas reaccionarias. Más equilibrados son los resultados de la segunda vuelta, celebrada el 3 de diciembre, que señala un renacer del espíritu republicano con el triunfo de 31 diputados izquierdistas y 30 del centro frente a sólo 33 de derechas.

Con todo, los 465 escaños del Congreso se reparten en forma harto desigual entre los tres bloques o tendencias políticas de la nación: 217 para .la derecha, 156 para el centro y 99 para la izquierda. Para poder gobernar con desembarazo en un régimen parlamentario se necesitan la mitad más uno de los diputados que integran la Cámara. Como nadie alcanza los 233 votos precisos en las primeras Cortes ordinarias de la República, habrá que buscar la coalición entre dos de los tres bloques en que se dividen los representantes populares o recurrir a un gobierno minoritario que cuente con el apoyo condicionado y transitorio de una mayoría. Pero las coaliciones entre grupos que discrepan en todo lo fundamental son tan inestables como los gobiernos minoritarios que se sostienen en pie gracias a la tolerancia de sus adversarios. Esto basta por sí solo para explicar la larga serie de ministerios que se suceden durante el segundo bienio republicano y su completa esterilidad.


«FRENTE A LAS URNAS, LA REVOLUCION»

Aunque en las elecciones de noviembre de 1933 acuden a las urnas más de ocho millones de votantes, quedan otros cuatro millones de personas .que por las razones que sean no ejercen su derecho al voto. Está abstención que se cifra en el 32,6 por 100 de los inscritos en el censo, es superior a la del 28 de junio de 1931 y muy superior a la del 16 de febrero de 1936. Examinando las provincias y circunscripciones en que la abstención alcanza sus cotas más altas —Cádiz, 62,73 por 100; Sevilla, 50,16; Málaga, 49,37 e incluso Barcelona, 39,85— que son precisamente aquellas en que mayor influencia ejerce la Confederación Nacional del Trabajo, no cabe dudar que los sufragios no emitidos hubieran sido en su mayoría para las izquierdas y que su alejamiento de las urnas se debe en buena parte a la campaña abstencionista desarrollada durante el período electoral por la organización confederal.

De perfecto acuerdo con sus postulados doctrinales, el anarcosindicalismo español no ha presentado jamás un solo candidato en las elecciones municipales, provinciales o legislativas. Tanto en su Congreso constitutivo celebrado en Barcelona en 1910, como en los de la Comedia en 1919 o el del Conservatorio en 1931, la CNT afirma en todo momento que la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos y no regalo generoso y paternalista de ningún político profesional llámese como se llame. El movimiento libertario hispano, igual que la totalidad del socialismo antiautoritario desde los tiempos de la Primera Internacional, considera que la acción directa es el medio más adecuado para la consecución de sus ideales y no cree que los diputados obreros que se sientan en los parlamentos burgueses puedan redimir a los trabajadores —cosa que no ha sucedido hasta ahora en ningún país— y estima mucho más fácil —conforme ha sucedido en muchos lugares— que acaben dejándose ganar por el halago de las instituciones capitalistas que aspiran a destruir. La dolorosa experiencia de las persecuciones sufridas desde 1931, la ratifica en su postura abstencionista ante las elecciones de noviembre.

El 20 de octubre de 1933 se celebra en Madrid un pleno nacional de regionales para adoptar decisiones con respecto a la situación nacional. En dicho pleno se toma por unanimidad el acuerdo de intensificar la campaña antielectoral por todos los medios a su alcance, con plena responsabilidad de que «al emprender esta campaña abstencionista contraemos una tremenda responsabilidad ante el proletariado español», añadiendo que «si triunfasen las derechas fascistas y por esa u otras razones el pueblo se revela, la Confederación Nacional del Trabajo tiene el deber de impulsar este deseo popular en ordena forjar de verdad su objetivo de comunismo libertario. Bastará que una regional desencadene la acción para que toda la organización tome parte en ella; esto quiere decir que en cuanto una regional se levante, inmediatamente, sin esperar más órdenes, las demás deben secundarla».

De conformidad con este acuerdo del Pleno de Regionales en las cuatro semanas siguientes la CNT desarrolla en periódicos, conferencias, asambleas y mítines una intensa campaña, interna y externa recomendando a los trabajadores que no acudan a las urnas. Culminación de la campaña es un gigantesco mitin en la plaza de toros Monumental de Barcelona en el que hablan Benito Pabón, Domingo Germinal, Buenaventura Durruti y Valeriano Orobón Fernández, que ante más de 100.000 trabajadores que llenan el coso y se agolpan en las calles vecinas glosan la consigna «Frente a las urnas, la revolución social ». Sabiendo de sobra cuál será la respuesta de sus oyentes, Durruti pregunta:

—Trabajadores, la última vez habéis votado a la República. ¿La hubieseis votado de saber que esa misma República encarcelaría en poco más de dos años a nueve mil obreros?

—La revolución de los republicanos ha fracasado —dice por su parte Orobón Fernández— y ahora tenemos en puerta una contrarrevolución fascista. ¿Recordáis lo que sucedió en Alemania? Socialistas y comunistas sabían lo que Hitler se proponía, pero pensaron que podrían detenerle sólo con las urnas. Se limitaron a votar y esa fue su sentencia de muerte. ¿Qué está pasando ahora mismo en Austria, orgullo de la socialdemocracia? Allí los socialdemócratas tenían el 45 por 100 de los votos; esperaban lograr un 6 por ciento más en las últimas elecciones, seguro de que eso les conduciría al poder. Pero se olvidaron de un hecho fundamental: que aun saliéndoles bien las cuentas, al día siguiente del triunfo electoral, tendrían que salir a la calle a combatir en defensa de su victoria, porque ni en Austria ni en ningún sitio el capitalismo se deja quitar el poder de una manera pacífica.

La campaña abstencionista de la CNT tiene un éxito completo. Más de un millón de sus afiliados o simpatizantes que votaron en 1931 ilusionados y esperanzados por la República y que volverán a hacerlo en 1936 para conseguir una amnistía que ponga en la calle a los treinta mil obreros encerrados por los gobernantes del bienio negro, no participan en los comicios. Su abstención facilita el triunfo reaccionario en buen número de circunscripciones. Aunque la derrota izquierdista no puede serles imputada exclusivamente —a ella contribuyen poderosamente la suicida división de republicanos y socialistas, la concesión del voto a la mujer y la política represiva de Maura y Casares desde el Ministerio de la Gobernación— la organización confederal se cree obligada a poner de su parte cuanto pueda para cerrar el paso al avance de la reacción y del fascismo. Considera que ha contraído un grave compromiso con los trabajadores a los que aconsejó la abstención y quiere hacer honor inmediatamente a la palabra empeñada.

El 26 de noviembre se celebra en Madrid un nuevo pleno de regionales de la Confederación. En el pleno se discute tanto la necesidad de desencadenar un movimiento insurreccional como sus posibilidades de éxito. Si en lo primero, en que la violencia revolucionaria es el único medio de combatir el fascismo, están conformes todos los reunidos, hay ligeras discrepancias acerca del momento en que debe comenzar y los preparativos que hay que realizar antes de lanzarse a la lucha armada. No faltan optimistas que estiman que dado el triunfo derechista en las elecciones y el tono resuelto adoptado en la propaganda electoral por Largo Caballero y el ala izquierda del socialismo, los trabajadores de la UGT se sumarán en masa y sin vacilaciones a la proyectada intentona; otros niegan esta posibilidad y, como la regional asturiana, abogan por una preparación más larga y cuidadosa. Aunque Andalucía alega que dada la represión que sufre a lo largo de todo el año, con sus locales cerrados y sus militantes presos, no podrá prestar gran ayuda al movimiento en perspectiva, Aragón, Levante, Galicia y Centro, regionales a las que con ciertas reservas y divisiones entre sus delegados se suma Cataluña, consiguen imponer su criterio de emprender sin tardanza una acción que impida y corte el avance fascista.

Inmediatamente se nombra un Comité Revolucionario que habrá de fijar su residencia en Zaragoza, en el que forman entre otros Cipriano Mera, Buenaventura Durruti, Antonio Ejarque y el doctor Isaac Puente, que ultima con toda rapidez los preparativos de un alzamiento que tendrá que iniciarse tan sólo catorce días después.


EL MOVIMIENTO DE DICIEMBRE

Apenas terminada la sesión de Cortes en que es elegido presidente del Congreso el ex ministro monárquico don Santiago Alba, el Gobierno Martínez Barrio —que días atrás ha declarado el Estado de Prevención— declara en toda España el Estado de Alarma. Casi simultáneamente se producen los primeros chispazos del movimiento insurreccional más intenso y extenso de cuantos hasta estos momentos ha conocido nuestro país. De acuerdo con los proyectos del Comité Revolucionario el peso principal de la lucha ha de recaer sobre la regional de Aragón, Rioja y Navarra —que es la que se considera mejor preparada— secundada por una huelga general en el resto del país, con corte de comunicaciones y dominio de las poblaciones en que sea posible. Antes de medianoche del 8 de diciembre se producen en diversos puntos de la geografía peninsular voladuras de líneas férreas, telefónicas y telegráficas, ataques a los cuarteles de la guardia civil e intensos tiroteos en distintas ciudades.

Aunque en Barcelona se lucha con encarnizamiento durante toda la noche en la barriada de Coll Blanch, los trabajadores llegan a adueñarse de Hospitalet y el Prat de Llobregat y al día siguiente paran todas las industrias y se suceden las acciones violentas por espacio de una semana; pese a que en Levante los trabajadores revolucionarios se apoderan de una docena de pueblos; a que en Madrid hay varios muertos en enfrentamientos con la fuerza pública y que se producen numerosos paros; a que hay numerosas huelgas en Galicia, Asturias, León y Andalucía, el foco principal de la contienda se centra en Aragón y La Rioja.

Tanto en las provincias de Zaragoza, Huesca y Teruel como en la de Logroño, los revolucionarios se adueñan de extensas zonas en las que proclaman el comunismo libertario. Entre otros pueblos los campesinos dominan por espacio de varios días en Briones, Fuenmayor, Ceniceros, Arnedo, La Bastida y San Asensio en La Rioja, y en Valderrobles, Mas de las Matas, Beceite, Calanda, Alcoriza, Alcalá de Gurrea, Daroca, Albalate del Cinca y Alcampel en Aragón.


Como consecuencia, la voladura de líneas férreas para interceptar las comunicaciones, se producen dos descarrilamientos, uno en Aragón y otro en Valencia, este último con numerosas víctimas. Aparte de Aragón, Rioja y Levante, se originan hechos de gravedad en diferentes comarcas y regiones. En febrero, en la cuenca minera leonesa, los obreros son dueños de la situación hasta que fuerzas del ejército les obligan a refugiarse en las montañas. En Bujalance, en la provincia de Córdoba, se lucha durante toda una jornada, produciéndose después una dura represión. En Villanueva de la Serena, Badajoz, el sargento Pío Sopena, al frente de una docena de hombres se adueña de la caja de reclutamiento de la localidad y resiste durante dos días todas las intimidaciones de rendición, muriendo al cabo en unión de sus compañeros al ser destruido el edificio por un bombardeo de cañones y morteros.

Finalmente, el movimiento insurreccional fracasa, como han fracasado en España la totalidad de las intentonas revolucionarias de izquierdas y derechas, de monárquicos y republicanos. El de diciembre de 1933 falla por falta de armamento y preparación, por la premura y precipitación en lanzarse a la lucha sin contar con elementos suficientes para sostenerla, por no haberse escogido el momento adecuado y por no conseguir arrastrar al mismo como se esperaba a las organizaciones ugetistas. No obstante, reviste tales caracteres que el propio ministro de la Guerra, Iranzo, tiene que declarar el 13 de diciembre: «El movimiento ha sido duro e intenso en proporciones tales que da lugar a reflexionar porque no se comprende la cantidad de elementos destructores que se han reunido y el número y extensión de los hombres movilizados». La semana de lucha arroja un saldo doloroso de 87 muertos, unos centenares de heridos y más de un millar de detenidos, muchos de los cuales continuarán en prisión hasta la amnistía que sigue a la victoria del Frente Popular en el mes de febrero de 1936.

UN ARMA DE DOBLE FILO

El movimiento revolucionario de diciembre es consecuencia directa del triunfo derechista en las elecciones de noviembre del 33, debido en parte a la abstención electoral preconizada por la CNT. En meses y en años sucesivos se discutirá mucho en torno a la abstención y sus consecuencias. Para una mayoría se trata de un arma de doble filo, peligrosa de manejar en todo momento y sólo útil en determinados momentos. ¿Dio los frutos apetecidos por quiénes la defendieron en España a finales de 1933? Tres meses después, luego del aplastamiento en las calles de Viena de la socialdemocracia austriaca, escribía Orobón Fernández en un artículo publicado en La Tierra:

«Mucho se ha dicho y escrito, muy superficialmente por cierto, contra el abstencionismo electoral de la Confederación, cuya eficacia está resultando infinitamente superior a la elección de cien diputados obreros, ya que ha abierto un proceso revolucionario de grandes perspectivas para el proletariado español. Sin esta abstención denunciadora oportuna del volumen de la reacción y de la inanidad del sufragio para combatirla, el fascismo latente se nos hubiese colado un día de rondón por la puerta grande de la "legalidad democrática", bien pertrechado frente a una clase obrera sorprendida, fraccionada y en parte entretenida en hacer reclamaciones inocentes al censo electoral. De esta manera hemos atacado al fascio en su periodo de incubación. Y tras nuestra actitud, de sabotaje desintegrante en un terreno y de contundencia combativa en otro, se ha comprendido la gravedad de la situación, ha sonado la voz de alarma en todo el campo obrero y, lo que es más importante, se ha comenzado a hablar con seriedad de frente único, alianza o unidad revolucionarios.»

El mismo Valeriano Orobón Femández, una de las figuras revolucionarias de mayor rango intelectual, muerto desgraciadamente a comienzos de 1936, decía aquellos días de la primavera de 1934 hablando conmigo sobre este mismo tema:

—¿Te das cuenta ahora del acierto de nuestra postura de noviembre y sus resultados? De triunfar electoralmente las izquierdas burguesas, el Partido Socialista seguiría aliado con ellas, oponiéndose a las aspiraciones revolucionarías de los trabajadores. Como han vencido las derechas, tiene que unirse fatalmente al resto del proletariado en lucha contra el capitalismo, si no quiere sufrir la misma suerte que la socialdemocracia alemana o austriaca. Incluso es posible, probable mejor, que amplios sectores de la burguesía liberal, que desde el poder no acertaban a calibrar toda la gravedad de la amenaza fascista, la comprendan ahora y formen al lado de los obreros en vez de combatirlos a sangre y fuego, en defensa de una oligarquía que utiliza sus servicios cuando le conviene, pero que los paga con la cárcel o el paredón en el momento en que puede prescindir de ellos.

(Nº 37 / Diciembre 1977)

domingo, 7 de junio de 2015

El capitalismo gana las elecciones municipales y autonómicas


Por MANUEL VICENT

La verdad es que el resultado electoral no nos ha sorprendido, han ganado los de siempre; han ganado los que tienen que mantener el sistema.

No pensemos que Podemos cambiará algo, al igual que el PSOE, ni que decir de Ciudadanos (un partido creado por las élites financieras para tener un sustituto al PP), de IU ya lo conocemos todo, son capaces de vender a Marx para seguir viviendo en el capitalismo; el resto, todos igual, títeres en un sistema que les permite el juego democrático capitalista para que entretengan al pueblo.

Cuando hablamos de pueblo queremos referirnos, sobre todo, a los que necesitan ganarse el pan trabajando, si se lo permiten los egoísmos de los capitalistas que siempre pretenden ganar dinero a costa de detraerlo del salario de los primeros.

No pensemos que cuando los partidos de esta izquierda plantean las candidaturas de Unidad Popular están fomentando la unión, ya que fomentan la separación de los trabajadores entre los que creen en la participación en el sistema y los que no; la única Unidad Popular es aquella que fomenta la solidaridad, el apoyo mutuo, la fraternidad y la igualdad entre todos y no la pretendida representación política a través de líderes que fomentan el verticalismo y la separación entre dirigentes y dirigidos.

Parece mentira que los que tenemos que trabajar, los que no somos propietarios de los medios de producción; los que no podemos encontrar trabajo, porque los capitalistas deciden deslocalizar las empresas; los que tenemos que vivir de un salario, estemos pendientes de depositar el voto en una urna para elegir unos representantes que no nos representan a nosotros y sí a ellos mismos, a los lobbies de poder que les sustentan y les mantienen en su estatus que han conseguido gracias a nuestra participación en un proceso electoral creado para mantenernos aborregados.

Si no es entendible que los trabajadores depositen el voto a favor de los partidos de la derecha, menos entendible es que los partidos de lo que se ha dado en llamar izquierda se dediquen a mendigar el voto de los trabajadores, para participar en unos parlamentos que están diseñados para mantener el poder y los beneficios de los capitalistas. Es vergonzoso que los partidos de la llamada izquierda y los sindicatos se estén dedicando a mendigar el voto, o a luchar por el poder dentro de sus propias organizaciones, en vez de estar agitando a los trabajadores, creando conciencia y luchando todos los días en la calle, preconizando la caída del sistema explotador capitalista y su sustitución por un sistema donde lo colectivo y la colectividad sean el referente social.

Cómo se puede estar pidiendo el voto a los parados y no plantear nadie la reducción de la jornada laboral, sin ningún tipo de disminución salarial, hasta conseguir que todo el mundo esté trabajando. No se puede entender que en una sociedad donde la tecnología ha avanzado tanto que ha sido capaz de sustituir el trabajo manual del hombre por el mecánico de la máquina y donde la informatización está sustituyendo el trabajo de las personas por la robótica o por el trabajo autónomo de las máquinas, sigamos creyéndonos lo que nos quieren vender los capitalistas y sus pregoneros, los políticos, que es necesario aumentar las horas de trabajo para ser más productivos. Esa es una de las mentiras más flagrantes con la que nos han machacado en los últimos tiempos y, solamente, porque los capitalistas quieren seguir acumulando dinero y poder, sin importarles que para ello tienen que morir o quedarse sin lo necesario para vivir una tercera parte de la población.

Desde un punto de vista humano, no podemos seguir tolerando que se sigan fomentando estas políticas, ni seguir manteniendo a políticos y sindicalistas que no son capaces de denunciar esto todos los días y de luchar contra ello hasta conseguir que lo podamos cambiar.

Si en vez de reducir la jornada laboral lo que hacemos es aumentarla, como han hecho los políticos al dictado del Banco Central Europeo, el FMI y el Banco Mundial, lo que estamos fomentando es que a los parados les sea mucho más difícil conseguir un trabajo. Todo ello lleva a que las empresas empiecen a ofrecer trabajos peor pagados y los que no lo tienen lo cojan porque se han quedado sin ningún tipo de ayuda para poder seguir viviendo y ello aumenta los beneficios de los capitalistas. ¡Ojo! que hoy no les llaman beneficios, lo califican como que las empresas son competitivas y aumentan su productividad.

Por si esto no fuera suficiente, aumenta la edad de jubilación y los años cotizados necesarios para poder tener derecho al cobro de la pensión; además bajan las contribuciones empresariales a la Seguridad Social, todo esto unido a que hay más de cinco millones de personas paradas que no contribuyen al mantenimiento de la Seguridad Social, ni al Fondo de las Pensiones, hace quebrar todo el sistema de pensiones y se fomenta un futuro de miseria para todos los que hemos estado trabajando durante toda la vida y esperamos poder jubilarnos teniendo una pensión digna.

Las consecuencias de todo esto

El hacer todas estas reformas supone que los jóvenes cada vez lo tengan más difícil para entrar a trabajar ya que si los que tienen la edad de jubilación no lo pueden hacer, nunca dejarán su lugar a gente nueva que pueda acceder a un puesto de trabajo. Esto supondrá que esta gente joven nunca podrá alcanzar los años suficientes cotizados para poder acceder a una jubilación en el futuro y esto significará que, al final, se decrete la quiebra del Fondo de Pensiones estatal, o lo que sería lo mismo, la hucha común de los trabajadores de este país. Una vez conseguido esto los empresarios dejarán de pagar la Seguridad Social, que es lo que pretenden, y conseguirán vivir en una sociedad donde ellos dejen de pagar impuestos y que si alguien los pague sean los empleados y los trabajadores.

Se habla continuamente del problema del paro juvenil y la verdad es que es un problema, pero es igual de malo el paro que se produce entre las personas mayores de 45 años, ya que con toda probabilidad ya no van a poder encontrar un trabajo digno que les permita llegar a la edad de jubilación.

Es el colmo de los colmos que los capitalistas, que las grandes corporaciones financieras, que las grandes multinacionales estén preconizando y exigiendo el aumento de la edad de jubilación y, al mismo tiempo, se estén deshaciendo de sus plantillas de trabajadores mayores de 45 años porque les resultan demasiado caros.

La discriminación salarial y laboral de la mujer es otra consecuencia de todo esto.

Buscando soluciones

La solución no es parchear dando trabajos mal pagados a los jóvenes, fomentando su contratación pagando la Seguridad Social a las empresas, etc., tampoco es fomentar el empleo de mayores de 45, o de las mujeres. La solución es rebajar las jornadas de trabajo, manteniendo (como mínimo) los salarios para que todo el mundo pueda tener un trabajo que le permita poder ganar el dinero suficiente para poder vivir en esta sociedad, en la que solo se nos ha dejado la propiedad sobre nuestros cuerpos para poder ganarnos el sustento o el dinero que nos permita obtener ese sustento.

La lucha por conseguir esto es una lucha común de todos los asalariados, seamos jóvenes, mayores, de mediana edad, seamos hombres o mujeres, seamos blancos, negros, mestizos, amarillos o incoloros; parcializar la lucha en alguno de estos segmentos es provocar nuestra desunión y facilitar que los capitalistas y los poderosos nos sigan teniendo bajo el yugo de sus leyes y sus cadenas mentales. Tenemos que ser capaces de tomar conciencia de ello y fomentar la unión igualitaria de todos los seres humanos en la lucha contra el depredador del mundo y las personas, en contra del capitalismo que solo mira por los intereses egoístas de quienes detentan el poder económico y, a la vez, político del mundo y de la sociedad. Somos la inmensa mayoría de la población y es una contradicción, completamente irracional, que nos mantengamos sumisos a las desigualdades sociales.

Tenemos que ser capaces de unirnos en agrupaciones que fomenten la solidaridad de la comunidad en contra del individualismo que nos inculcan, desde que somos pequeños, en la escuela, y que continúa siendo la pieza fundamental de la educación durante toda la etapa formativa de los seres humanos. Tenemos que formar uniones de apoyo mutuo que nos sirvan para crear una red alternativa al sistema social impuesto, y que con prácticas de propiedad colectiva en contra de la propiedad privada, germen del egoísmo, nos faciliten conseguir un mundo nuevo en el que quede erradicado el capitalismo y sus prácticas contra la humanidad y la naturaleza.

¿Qué democracia?

Seguir creyendo que la democracia capitalista, que la democracia representativa va a ser la solución a los problemas que genera el sistema económico capitalista neoliberal, es como estar esperando que un olmo nos de peras para comer. La democracia actual viene de la tradición liberal que la creó para que fuera el sistema de representación de los que tenían propiedades, en el siglo XIX solo podían votar aquellos que tenían dinero. Con el paso de los años quienes pretendían acceder al poder fueron arrancando mayores cuotas de participación pero, cuando consiguieron estas dádivas, era por miedo a que las fuerzas revolucionarias que pretendían destruir el sistema fueran capaces de conseguirlo; fue entonces cuando los capitalistas buscaron fórmulas para conseguir integrar a las masas descontentas y poderlas controlar dentro de una sociedad que, a ellos, les permitiese seguir con sus negocios y su enriquecimiento egoísta.

La única democracia que puede servir a los intereses de la comunidad es la directa, aquella que integra a todos en la fase de decisión de las cuestiones que nos afectan a todos; de todo esto se habló en las plazas del 15M y les asustó de tal manera que tenían que pararlo y desvirtuarlo. En esa cuestión colaboraron aquellos que estando bien asentados en el sistema capitalista, muchos de ellos profesores de universidad, se prestaron a crear un partido que se apropiara de la revolución popular de las plazas y convirtiese esa revolución latente en una acción que se encauzase para que no pusiese en jaque todas las estructuras del sistema capitalista y de representación, integrándose en el engranaje sistémico que mantuviera dócil a la población a través de las promesas electorales y de poder popular, que se olvidan de las verdaderas ideas de fondo de las plazas españolas. Pensar que Podemos es la voz de las plazas es como creer que hay un Dios que salvará a la humanidad de la injusticia.

¿Dónde están las ideas de representación directa y de no delegar el poder de decisión que eran el espíritu esencial de las asambleas populares de las plazas españolas? ¿Nadie se ha dado cuenta de que esos partidos y agrupaciones electorales que se han creado apropiándose del espíritu del 15M, están replicando las mismas estructuras de poder y de representación a las que se decía continuamente, «que no, que no, que no nos representan»? ¿Nadie ha visto que estos partidos fomentan el culto al líder y no a la discusión horizontal asamblearia? Mientras no seamos capaces de acabar con el culto al mejor, con el culto al más mediático, con la representación delegada permanente, estamos condenados a seguir viviendo en una sociedad de amos y esclavos como la actual.

La gente se ilusiona con que en Grecia gane la elecciones Syriza y que en España Podemos haga igual, pero no nos damos cuenta que Syriza no ha sido capaz de romper con la Unión Europea que es la que está fomentando y perfilando el sistema de economía neoliberal para el capitalismo depredador, ¿de verdad somos tan imbéciles que Podemos lo hará? Cuando un partido, una fuerza política o una ideología es fomentada, diariamente, por los portavoces del sistema imperante (medios de comunicación de masas: TV, radio, etc.) es que no es un peligro para los que controlan el poder y la economía; es que están engranados en el sistema, es que son el relevo a las viejas élites políticas para conseguir que todo siga igual, para que nada cambie de forma sustancial, en definitiva para que sean la capa de pintura que tape la pintura anterior que teníamos en la pared.

Tomemos el control de nuestras vidas

La solución está en nuestras manos, en nuestras mentes; sabemos qué hay que hacer para que la humanidad viva libre y unida; sabemos qué hay que hacer para acabar con la desigualdad, sabemos quiénes son los que roban a manos llenas; sabemos que la justicia democrática del capitalismo aplica las leyes aprobadas en sus parlamentos y deja libres a todos los que se han llevado el dinero de todos nosotros; sabemos que si en vez de dar dinero a los bancos para que cubriesen sus deudas se hubiese dado el dinero a las personas nadie hubiese sido desahuciado de su vivienda; sabemos que si todo el mundo tuviese un dinero o un trabajo asegurado para poder vivir nadie estaría en la indigencia; sabemos que menos del uno por cien de la población mundial acumula las riquezas suficientes para que toda la humanidad pudiese vivir sin problemas; sabemos que las fuerzas de seguridad del Estado sirven para acabar con la protesta pero no para acabar con la injusticia; sabemos que los políticos después de dejar sus cargos son compensados por las grandes corporaciones financieras e industriales por los servicios prestados; sabemos que los ejércitos y las guerras son creadas y usados para esquilmar las riquezas naturales necesarias para la producción capitalista sin que les cueste dinero; sabemos que la religión bendice y predica para que el sistema no se desestabilice; sabemos que el sistema es una gran mentira que se ha adueñado de la mente de las personas; sabemos que tenemos que acabar con esas prácticas que someten a las personas y las destruyen; sabemos que si no actuamos con rapidez la humanidad y el planeta están condenados a la desaparición. Si sabemos todo esto ¿a qué estamos esperando? ¿Por qué seguimos votando a los títeres del sistema? ¿Por qué seguimos esperando que venga un mesías, un líder, a liberarnos? ¿Por qué no tomamos el control en nuestras manos y creamos el mundo nuevo que todos queremos?

La única alternativa que tenemos a la destrucción es tomar en nuestras manos el control de nuestras vidas y, entre todos, cambiando pareceres y opiniones de forma directa buscar la solución a los problemas que tenemos y crear un sistema de vida humano que no esquilme la riqueza del planeta y que no destruya el medio ambiente, con una economía más local que sirva para fomentar una igualdad global, sin ricos y pobres, sin amos y esclavos, sin dirigentes y dirigidos, sin fronteras y alambradas, sin muerte y destrucción.

Solo acabando con los sistemas de representación que nos propone el sistema capitalista seremos capaces de librarnos de él; solo fomentando la democracia directa en la toma de decisiones seremos capaces de tener el control de la situación; solo acabando con las estructuras de poder seremos capaces de conseguir la liberación de todos los seres vivos del planeta; solo con…

Volvamos a la calle, tomemos las plazas, hablemos como iguales, fomentemos la anarquía como la más alta expresión del orden humano, sin gobiernos, sin gobernantes y sin gobernados, sin ricos, sin pobres, sin líderes, sin mesías, sin dioses; sin fronteras, sin diferencias de razas, sin desigualdades de género, sin egoísmos, sin propiedad privada, sin todo lo que hace diferentes a los seres humanos. Si todos somos humanos, todos somos hermanos, si somos hermanos practiquemos la fraternidad y excluyamos a aquellos que fomentan lo contrario, hay que hacer una revolución integral que nos ayude a liberarnos de todos los tabúes y costumbres que nada tienen que ver con la naturaleza, ni con la humanidad. Fomentemos lo común, lo comunal, compartamos, vivamos, seamos felices, seamos libres, fomentemos la libertad y dejemos que el planeta y los que vivimos en él podamos seguir haciéndolo.

Pensemos, hablemos, compartamos y no deleguemos nuestro pensamiento, nuestra voz y nuestra riqueza natural. Por la anarquía.

Nº 323, junio 2015

domingo, 25 de mayo de 2014

El principio de autoridad según Bakunin


En materia de zapatos yo consulto la autoridad del zapatero; en todo lo concerniente a edificios, canales o vías férreas, solicito la del arquitecto o la del ingeniero. Para cada ciencia especial, yo me dirijo a tal o cual sabio. Pero no consiento que ni el zapatero, ni el arquitecto, ni el sabio, me impongan su autoridad. Los acepto libremente y con todo el respeto a que son acreedores por su inteligencia, por su carácter, por sus conocimientos, pero reservándome siempre el incontestable derecho de crítica y censura. Yo no consulto en cualquier materia una sola autoridad, sino varias; comparo sus opiniones y, finalmente, escojo la que me parece más justa. Por esto mismo, no reconozco, aun en cuestiones especiales, autoridad alguna infalible; cualquier respeto que pueda tener a la autoridad y honradez de tal o cual individuo no me induce a tener una fe absoluta en él. Semejante fe sería fatal a mi razón, a mi libertad y aun al desenvolvimiento de mis ideas; me convertiría inmediatamente de un esclavo estúpido, en un simple instrumento de la voluntad y de los intereses de los demás.

Si me inclino ante la autoridad ajena en un asunto dado y acato en cierto modo y en tanto cuanto me parecen necesarias sus indicaciones, y aun su dirección, es porque tal autoridad no me es impuesta por nadie, ni por Dios ni por los hombres. De otro modo yo la repelería con horror, dando al diablo sus consejos, su dirección y sus servicios, seguro de que tendría que pagar con la pérdida de mi libertad y de mi propio respeto tantos restos de verdad, envueltos en una multitud de falsedades como pudieran darme.

Acato la autoridad externa en materias determinadas, porque no me viene impuesta más que por mi propia razón y porque tengo conciencia de mi incapacidad para poseer, en todos sus detalles, en todo su desenvolvimiento positivo, una gran parte de los conocimientos humanos. La más grande inteligencia individual no puede igualarse a la inteligencia de todos a la razón colectiva. De aquí resulta para la ciencia, tanto como para la industria, la necesidad de la división y de la asociación del trabajo. Dar y recibir, tal es la vida humana. Cada uno dirige y es dirigido a su vez. Por esto no hay autoridad fija y constante, sino un cambio continuo de autoridad y subordinación mutua, temporal y sobre todo voluntaria.

Esta misma razón me prohíbe reconocer una autoridad fija, constante y universal, porque no hay hombre alguno universal, capaz de abarcar en toda la riqueza de detalles, sin los que la aplicación de la ciencia a la vida es imposible, todas las ciencias, todas las ramas de la vida social. Y, si éste, prevaliéndose de ello, quisiera imponer su autoridad al resto de los hombres, sería necesario arrojar del mundo social a semejante ser, porque su autoridad reduciría inevitablemente a sus semejantes a la esclavitud y a la imbecilidad. Yo no creo que la sociedad deba maltratar a los hombres de talento, como precisamente sucede en nuestra época; pero tampoco creo que deba llevar tan lejos su complacencia con ellos, y menos aún que les conceda privilegios o derechos exclusivos cualesquiera que sean, y esto por tres razones: primera, porque frecuentemente podría tomarse a un charlatán por un hombre de genio; segunda, porque, con tal sistema de privilegios, podría convertirse en charlatán un verdadero sabio, y tercera, porque esto valdría tanto como darse la sociedad a sí misma un amo...

Mas, si bien rechazamos la autoridad absoluta, universal e infalible de los hombres de ciencia, nos inclinamos voluntariamente ante la autoridad respetable, aunque relativa, temporal y limitada, de los representantes de las ciencias especiales, pues nada mejor que consultarlos alternativamente agradeciendo mucho los preciosos informes que nos faciliten, a condición de que ellos reciban los nuestros voluntariamente en todas las ocasiones y en todas las materias en las que nosotros seamos más competentes que ellos. En general, no hay nada mejor que ver a los hombres dotados de grandes conocimientos, gran experiencia, gran inteligencia y, sobre todo, de gran corazón, ejerciendo sobre nosotros una influencia legítima y natural, libremente aceptada y nunca impuesta en nombre de una autoridad cualquiera, ya sea divina o humana. Nosotros aceptamos todas las autoridades naturales y todas las influencias del hecho, pero ninguna de derecho; toda autoridad, o influencia, de derecho oficialmente impuesta se convierte de un modo directo en opresión, en falsedad, llevándonos inevitablemente, como creo haber demostrado, a la esclavitud y al absurdo.

En una palabra: nosotros rechazamos toda legislación, toda autoridad y toda influencia privilegiada, oficial y legal, aun cuando provenga del sufragio, convencidos de que nunca podrá aprovechar más que a una minoría dominante y explotadora, en detrimento de los intereses de la inmensa mayoría a ella sujeta.

Tal es el sentido en que nosotros somos realmente anarquistas.

MIJAIL BAKUNIN

lunes, 5 de mayo de 2014

Ante las elecciones europeas



Las elecciones europeas se están llevando a cabo en un contexto de aumento de la austeridad. Todos los días nos vemos sometidos a los efectos de la crisis provocada por la transformación capitalista global. Los gobiernos, los Estados y las estructuras supranacionales, como la Comunidad Europea, niegan derechos y atacan condiciones de vida, adquiridos en años de lucha, con el fin de apuntalar el capitalismo y garantizar que las empresas y los bancos no paguen el precio de una situación que ellos mismos han creado. Algunos de los problemas que afrontamos son:

 — El desempleo, debido esencialmente a la privatización y la externalización.
 — La privatización de los servicios sociales básicos, con la consecuencia de una oferta garantizada sólo a los pocos que se lo puede permitir, y una baja calidad de los servicios.
 — La atomización social, en la que todos están obligados a ser responsables, a crear competencia entre los individuos en la lucha diaria por la existencia.
 — Los puestos de trabajo y otros aspectos de la vida son cada vez más precarios; todos los días se niegan derechos.
 — La consecuencia de este modelo social es el regreso de la familia patriarcal, que impone a las mujeres un papel subordinado en la sociedad.
 — La inmigración se utiliza como una reserva de trabajadores a los que explotar y esclavizar en el beneficio de los jefes.
 — Los métodos despiadados de producción que causan devastación en nuestras vidas y el medio ambiente.
 — Una sociedad basada en la deuda, en la que las condiciones de nuestra existencia son propiedad de los bancos.
 — La burocratización de la sociedad que garantiza la continuidad de las instituciones políticas y los intereses económicos de los ricos a expensas de la clase obrera.

Es en este contexto en el que se nos pide participar en la farsa llamada a sí misma democracia. Las únicas opciones que se nos presentan son los que van a continuar las políticas que benefician a corporaciones, instituciones financieras y los políticos. Uno de los principales debates reside en la función de la propia Unión Europea (UE). Algunos la ven como una forma de resolver la crisis y mantener la unidad entre las personas. Otros argumentan que deberíamos limitarnos a nuestras fronteras con el fin de recuperar el control de nuestras propias economías y las instituciones políticas. Sin embargo, cualquiera de estas soluciones contribuirá únicamente a reforzar el poder de los que nos oprimen.

La Unión Europea

La UE ha significado otra capa de poder sobre las poblaciones. Su principal objetivo es servir a las necesidades de las empresas e instituciones financieras, por lo que es un obstáculo para la emancipación de la clase obrera. La mayoría de las leyes a las que la gente está sometida procede ahora del Parlamento Europeo en lugar de los Estados individuales. La UE no tiene que respetar las condiciones locales y en su lugar impone su propia visión de Europa basándose en las necesidades del capital. La gran mayoría de las regulaciones ha consistido en aumentar el poder del capital sobre las personas. Muy pocas políticas se han dirigido a mejorar las condiciones sociales de las poblaciones europeas. Ya hemos visto la forma en que la UE ha dirigido el ataque contra el pueblo griego y la incursión del capital occidental en los activos de Europa del Este. Cualquier intento por parte de la gente para resistir a la invasión de este súper Estado ha sido firmemente impedido por los Estados individuales. Por ejemplo, el Estado puede negarse a permitir que la gente vote sobre si desean o no permanecer en la UE o, si se lo permiten, la presión es tal que el país seguirá la UE. Este fue el caso de Irlanda, Francia y los Países Bajos. Además, la UE ha creado una Europa-fortaleza, cerrando sus fronteras al resto del mundo, y tratando de convertirse en una de las policías oficiales del mundo.

¿Salirse de la UE?

Dado el tipo de problemas que nos ha creado la Unión Europea, se podría pensar que la respuesta es salir de ella. Sin embargo, la idea de que la clase obrera estaría mejor fuera de la UE, gobernado por su propio Estado, es una ilusión peligrosa. Es especialmente peligroso por el hecho de que esta es la posición de los partidos de extrema derecha que no están ni remotamente interesados en resistir al poder del Estado. Por el contrario, su objetivo sería instalar un régimen aún más autoritario, con más represión.

En primer lugar, el capitalismo es global. El poder de las corporaciones y de los bancos internacionales, la principal causa de los problemas que enfrentamos, no va a desaparecer si un país se retira de la UE. Los procesos globales inherentes al trabajo, al movimiento de la producción y al dinero a través de fronteras, motivados por la búsqueda de beneficios, continuarán. Las instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial seguirán teniendo la facultad de imponer austeridad y políticas en contra de los intereses de las poblaciones locales. Las necesidades humanas se llevarán a un segundo plano; no importa si el país se encuentra dentro o fuera de la UE.

En segundo lugar, el cierre de las fronteras nacionales, un movimiento impulsado por la ideología xenófoba de la extrema derecha, tendrá graves consecuencias para el espíritu de cooperación y solidaridad entre la clase obrera de Europa. La gente común tiene un historial de apoyo entre sí, independientemente de su origen nacional. Esta tradición se verá afectada si la gente antepone lo que parece ser su propio interés a la ayuda mutua. Tal vez no dé lugar a una guerra real, pero ya ha dado lugar a una mentalidad de competencia y conflicto que solo socavará la eficacia de una clase obrera europea unida. Una clase obrera dividida beneficiará a aquellos que han causado los problemas a los que nos estamos enfrentando en primer lugar, como la austeridad y las medidas represivas.

Muchos de los que apoyan la retirada de la UE parecen pensar que podemos volver a una especie de edad de oro de la prosperidad. Sin embargo, esta es otra ilusión; esa edad de oro nunca existió. Se olvidan de que su propio Estado nunca ha sido su amigo; que siempre ha sido un instrumento para imponer los intereses de una pequeña minoría sobre la mayoría. Todos los Estados operan quitando el poder a la gente. No importa si el Estado está a pocos o a miles de kilómetros de distancia; siempre estará fuera de nuestro control, actuando según sus propios intereses.

La alternativa anarquista

Los anarquistas rechazamos las dos opciones que se nos presentan: apoyar a la UE mediante el voto en las elecciones europeas, o hacer campaña para la retirada. Esto es debido a nuestra crítica básica de lo que representa el Estado. La Unión Europea, al igual que todos los Estados grandes o pequeños, se basa en ceder el poder a una minoría, que lo utilizará a favor de los intereses de la élite empresarial y financiera. Además, el internacionalismo que la UE representa es la unidad de esta élite contra la clase obrera europea. Nosotros proponemos tanto un método alternativo de organizar la sociedad como un internacionalismo alternativo que se extienda por todo el planeta.

Los anarquistas se oponen a la idea del arriba y abajo aprobada por el Estado y los partidos de izquierda. Tenemos que promover formas no jerárquicas de organización y métodos de organización. La futura organización de la sociedad que deseamos será de abajo hacia arriba sobre la base de grupos federados y coordinados a nivel internacional, independientemente de cualquier estructura estatal actual, sea nacional o de ámbito europeo. Esto incluirá todos los aspectos de la vida económica y social, tales como la producción, distribución y consumo de bienes y la prestación de servicios como la sanidad y la educación. Tenemos que tomar el control de nuestra propia educación, de tal manera que contribuya a promover nuestra emancipación de las ideologías autoritarias como la religión, el nacionalismo y el culto al líder.

Con el fin de lograr este objetivo de transformación política, económica, social y cultural global necesitamos aprovechar y fortalecer las redes internacionales y coordinaciones que ya tenemos. Tenemos que tomar medidas concretas allí donde vivimos y trabajamos, pero contribuyendo a una estrategia global. La elaboración de una estrategia de este tipo para luchar con éxito contra las fuerzas globales de la opresión y la explotación no es una tarea fácil. Sin embargo, es una necesidad y hay una serie de pasos que podemos establecer. Estos pasos pueden ser tomados por todos los que queramos crear una nueva sociedad, independientemente del país en que vivamos. Los ataques son siempre similares, por lo que podemos adoptar una estrategia común que se adapte a las condiciones locales.

 — Tenemos que luchar contra las fronteras, que actúan como un filtro humano, y dejar que el capital fluya por ellas. Nuestra propuesta consiste en suprimir todas las fronteras dentro de los países y entre los países que limitan la libre circulación de personas.
 — Unidos en la lucha contra los bancos por el rechazo universal a pagar deudas.
 — Desobediencia civil en contra de todas las leyes represivas que nos arrebatan nuestros derechos humanos.
 — Fortalecer y ampliar las luchas actuales contra la creciente precariedad de las condiciones de vida y de trabajo.
 — Resistir a todos los intentos de dividirnos según la raza, el sexo o la edad.
 — Coordinar las luchas contra los empleadores comunes a través de las fronteras.
 — Resistir a la privatización de los servicios públicos.
 — Promover redes alternativas de producción y distribución.
 — Extender la solidaridad internacional para los que están siendo criminalizados como resultado de las luchas sociales.

La lucha contra la austeridad y las soluciones propuestas por los políticos, tanto a favor como en contra de la UE, no va a funcionar y, en todo caso, hará que las cosas empeoren. Quieren que validemos sus acciones, poniendo una X en un pedazo de papel, lo que les da el poder de actuar en nuestro nombre. Sin embargo, sabemos que no nos van a representar y seguirán apoyando a los ricos y las poderosas instituciones económicas del capitalismo, que están haciendo de nuestra vida una miseria. La única manera de resistir a los ataques, así como de comenzar a hacernos con el control de nuestras vidas y de nuestra sociedad, es la construcción de movimientos y redes que desafíen las fronteras, que hemos de controlar al margen de los políticos y las instituciones del Estado.

Mayo 2014