viernes, 26 de marzo de 2021

Orwell y la Guerra Fría

Por GEORGE WOODCOK

Fue la buena y la mala fortuna de George Orwell escribir y publicar Rebelión en la granja y 1984 cuando lo hizo, la primera en 1945, la segunda en 1949.

Llegado un tiempo en que las relaciones de los aliados de tiempos de guerra estaban cambiando rápidamente, y la URSS estaba siendo transformada de un aliado querido a un rival desconfiado en el balance del juego del poder de la posguerra, sus libros se hicieron inmediatamente populares. Parecieron dar una formidable munición para el fortalecimiento de la propaganda de la «guerra fría».

Especialmente los americanos, que no sabían nada de la afiliación radical de Orwell, supusieron que era un «guerrero frío» y un antisocialista. Tuvo que escribir cartas indignadas desde su lecho de muerte para corregir esa impresión. Pero aún ahora los conservadores americanos lo reclaman como uno de los suyos. Norman Podhoretz, el derechista editor de Commentary, declaró recientemente que si Orwell hubiera vivido hasta 1984 habría sido un radical convertido en Tory, como el propio Podhoretz.

No gustándome especular sobre lo que pudo haber sido, me limitaré a mostrar por qué, mientras estuvo vivo, Orwell no era ciertamente un guerrero frío. Y que él era un conservador sólo en el sentido que la mayoría de los anarquistas comparten, el de estar horrorizados por los usos hechos de los progresos tecnológicos modernos en un mundo capitalista, y el de desear encontrar modos de preservar los factores sociales positivos que hemos heredado del pasado.

Eso, por supuesto, no está muy lejos de donde estaban Proudhon y Kropotkin, ni de los anarquistas que han subrayado la continuidad del principio de ayuda mutua en la historia humana.

La Guerra Fría emergió parcialmente del odio capitalista hacia la URSS, el cual había sido parcialmente disminuido (o tal vez sólo disimulado) durante el periodo de alianza en la Segunda Guerra Mundial. Y salió parcialmente de las rivalidades territoriales entre EEUU y la URSS, las cuales se había desarrollado cuando el mundo se preparaba para estar libre en términos de esferas de influencia. 

El anticomunismo de Orwell precede mucho a la Guerra Fría y tiene diferentes fuentes. Viene de haber aprendido, por experiencia directa en España durante la Guerra Civil, las mismas lecciones que anarquistas como Goldman, Majno, Berkman y Volín aprendieron en Rusia en los años posteriores a 1917: que el comunismo, como fue concebido por Marx, institucionalizado por Lenin y estabilizado por Stalin, se había convertido en una tiranía despiadada.

Mientras correctamente recalcaba el elemento económico en los desarrollos políticos, Marx descuidó desastrosamente el elemento psicológico en las estructuras de poder. Al recomendar que el proletariado debería tomar el poder estatal de sus derrotados predecesores, puso las bases de una nueva tiranía, más eficiente que la vieja debido a que reclutó tecnócratas dentro de su aparato.

Antes de ir a España, Orwell, como muchos intelectuales británicos de su generación, era bastante cándido acerca del comunismo. Incluso fue donde Harry Pollit, el secretario general del Partido Comunista de la Gran Bretaña, a solicitarle ayuda para cruzar la frontera española. Cuando Orwell no aceptó comprometerse a unirse a las Brigadas Internacionales —controladas por los comunistas—, Pollit lo rechazó.

Orwell terminó en Barcelona como miembro de la milicia ligada al POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista, el cual contradecía su nombre al luchar contra los otros marxistas). Fue al soñoliento frente de Aragón con la milicia del POUM, pero aún entonces confiaba en los comunistas. Cuando descendió a Barcelona con licencia, en mayo de 1937, esperó trasladarse a las Brigadas Internacionales, que estaban combatiendo en el más activo frente de Madrid.

Pero sus puntos de vista y su vida fueron cambiados completamente cuando, con los otros milicianos del POUM, se encontró a sí mismo combatiendo al lado de los anarquistas contra los comunistas. Una guerra civil más pequeña estalló en Barcelona cuando los comunistas trataron de apoderarse de la central telefónica defendida por los anarquistas como un preludio para tomar la ciudad. El incidente empezó a abrir los ojos de Orwell acerca de los comunistas. Cuando su propio partido, el POUM, había hecho de chivo expiatorio por los recientes problemas y sus miembros fueron cazados y puestos en prisiones provistas de personal por la policía secreta rusa, no tuvo que darse la vuelta por Barcelona, perseguido por los comunistas, y huyó a través de la frontera hacia Francia.

Cando Orwell regresó a Inglaterra, trató de expresar en la prensa de izquierda el modo en que los comunistas estaban intentando ganar el control de la parte leal (a la República) de España y de destruir no sólo al POUM, sino también a los anarquistas, debido a que éstos tomaron la actitud (que Orwell compartía) de que la Guerra Civil solamente sería ganada convirtiéndola en una muy radical revolución socialista. Los comunistas, dominados por las necesidades políticas extranjeras de los rusos, estaban tomando una posición reformista, la cual esperaban que gustara a Francia y a Gran Bretaña y los indujera a concluir una alianza militar con la Unión Soviética.

Orwell encontró que la prensa izquierdista británica estaba completamente dominada por simpatizantes de los comunistas, excepto el periódico New Leader y los pequeños periódicos anarquistas. Escribió su magnífico informe de experiencias en España, Homenaje a Cataluña, y tuvo dificultad en imprimirlo en 1938. Fue tan boicoteado por la izquierda autoritaria que la primera edición de 1.500 ejemplares aún no estaba vendida cuando Orwell murió doce años después.

Aunque Orwell su posición antiguerrera en 1939 y apoyó la participación británica en la Segunda Guerra Mundial, tenía bastantes reservas acerca de muchas cuestiones. Nunca aceptó la idea de que, convirtiéndose en aliados después de que Hitler atacó Rusia, los líderes comunistas se habían trasformado por un milagro en menos tiránicos. Trabajó por algún tiempo en la BBC, donde llegué a conocerlo. Aún entonces, aunque él tenía que mantener una discreción pública bastante intranquila debido a su posición semioficial, privadamente no dejaba dudas acerca de su continúa oposición al comunismo estalinista, al cual entonces consideraba como un totalitarismo no menos sediento de sangre y no menos repulsivo que el nazismo.

En 1943 dejó la BBC y se convirtió en editor literario del diario socialista de izquierda Tribune (cuyas páginas abrió a una amplia variedad de opiniones izquierdistas y pacifistas) y empezó a escribir Rebelión en la granja. Sus dificultades para publicar ese libro fueron tan grandes como las que tuvo para que viera luz Homenaje a Cataluña. Su propio editor, el correoso Victor Gollance, se había convertido en simpatizante de los comunistas, y no sólo se negó a ocuparse del libro sino que habló a otros editores para indisponerlos en contra de aquel original, como lo supe por Herbert Read.

Algunos otros editores, aunque no simpatizaban con los comunistas pensaban que podría ser antipatriótico editar un libro atacando a la URSS, que era todavía un aliado. Algunos editores de la extrema derecha podían haberlo aceptado, pero Orwell instruyó a su representante para que no negociara con ellos. Él quería que se entendiera que Rebelión en la granja era una exposición de los males del comunismo ruso escrita desde el seno mismo de la izquierda.

En algún momento pensó en publicarlo él mismo como un panfleto de dos chelines y divulgarlo en círculos izquierdistas, y una vez me sondeó acerca de la posibilidad de que se publicara por Freedom Press, la editorial anarquista de Londres, de lo que me encargué, pero desafortunadamente no se realizó la edición, por este medio. Cuando encontró un editor, fue uno con credenciales impecables de izquierdista, pero no comunista, Fred Werberg, que había editado Homenaje a Cataluña y algunos otros libros de crítica al comunismo desde un punto de vista izquierdista. 

Werberg se consolidó como editor y Orwell se convirtió de un pobre a un rico escritor con el cambio en el clima político entre los EEUU y la URSS. Rebelión en la granja —libro que cerca de dos docenas de editores británicos y americanos habían rechazado un año antes— se convirtió en un 'best-seller' de la noche a la mañana. Su éxito comercial se coronó cuando fue escogido por el Club del Libro del Mes en los EEUU. Pero nada de esto afectó la actitud de Orwell. Él no cambió, como algunos suponen, de ser un humanista libertario (lo que él llamó un «socialista democrático») a un 'cripto-Tory'. Permaneció, como él mismo recomendaba a otros escritores, luchando en una «guerrilla inoportuna», peleando su propia batalla como un hombre decente contra aquellos que han traicionado la revolución. Como es lógico, la derecha lo cortejó, y cuando la duquesa de Atholl trató de hacerlo participar en la Liga por la Libertad de Europa —de orientación Tory—, él se negó. Criticó a la Liga porque atacaba el expansionismo ruso en la Europa oriental mientras ignoraba al imperialismo británico en la India, y añadió: «Pertenezco a la izquierda y debo trabajar en su seno por mucho que odie al imperialismo ruso y su venenosa influencia en este país.»

1984 es un libro mucho más ambivalente que Rebelión en la granja, y siempre ha permitido diversas interpretaciones según el lugar donde es leído. En los países comunistas, donde circula en ediciones clandestinas («samizdat»), es considerado como una sátira sobre la URSS y sus satélites, y efectivamente satirizar a los regímenes totalitarios existentes fue uno de los propósitos de Orwell; pero hay otro aspecto del libro que no es esencialmente antisoviético, y es el modo en que él quería que lo vieran los lectores de fuera de Rusia. Es una advertencia a Occidente de que dentro de su propia estructura política están contenidos aquellos deseos de poder y aquellas corrupciones de la comunicación que podrían conducir hacia una clase especial de totalitarismo. INGSOC, la doctrina dominante de Oceanía, era casera, no importada de Moscú y, al inventarla, Orwell estaba —en sus propias palabras— ofreciendo «una muestra de las perversiones hacia las que está sujeta una economía centralizada y las cuales ya han sido parcialmente realizadas en el comunismo y en el fascismo». Continúa, en la famosa carta que escribió desde su lecho de muerte a Francis A. Henson, de la UAW: «La escena del libro es puesta en Gran Bretaña a fin de enfatizar que las razas de habla inglesa no son innatamente mejores que ninguna otra y que el totalitarismo, si no es combatido, podría triunfar en cualquier otra parte.»

Orwell nunca les dio la bienvenida a los intentos de los conservadores americanos —más que sus contrapartes británicos— para atraerlo dentro de sus filas. El hecho de que 1984 apareciera cuando lo hizo y que fuera tomado por mucha gente como buena propaganda para la «guerra fría» no significa que el miso Orwell se hubiera convertido en «guerrero frío».

Los riesgos políticos que él delineó en 1984 no estaban, desde su punto de vista, confinados a Rusia; existían, más disimulados pero tal vez por esa razón más insidiosos, también en las así llamadas «democracias». Todo lo que ha sucedido en los pasados 30 años ha tendido a corroborar sus advertencias.

La idea más importante de 1984, que él compartía con los anarquistas, la de que el deseo de poder es más durable y más peligroso que todas las ideologías, ha sido confirmada con la decadencia de la ideología en Rusia y con el incremento en el número de regímenes en el mundo moderno que dependen completamente del poder desnudo.

Los conservadores americanos que imaginaban que Orwell podría haber estado de su lado deberían considerar la reciente denominación hecha por el presidente Reagan del misil MX como «el Pacificador». Eso, por supuesto, es puro «doble pensar» orveliano. Uno de los 'slogans' dominantes del estado total en su novela es «LA GUERRA ES LA PAZ» y el Ministerio de la Paz en Oceanía se encarga de hacer la guerra.

¿Piensa seriamente Podhoretz que Orwell, que llamaba hipócrita al hipócrita y al pan pan y al vino vino, se habría puesto a sí mismo en tal compañía?

TIERRA Y LIBERTAD -MÉXICO
Nº 455 / JULIO 1985

miércoles, 10 de marzo de 2021

Matar lobos

LOBOS

Ya que se me ha invitado a pronunciarme sobre la reciente polémica generada con la protección del lobo, creo que puedo decir algo por mi parte, como amante de la naturaleza y descendiente de pastores.

El lobo ibérico estuvo casi a punto de extinguirse hace medio siglo, en los años setenta sumaban menos de un millar y durante la década siguiente aumentó poco más del doble. Desde entonces, han pasado 30 años, y se estima el mismo número, sobre los dos mil y pico ejemplares. El hecho de que se haya dispersado no quiere decir que haya crecido demográficamente, padeciendo, a su vez, una gran mortalidad. Pero, aun así exageran su impacto sobre los intereses humanos.

Es verdad que el lobo mata para comer, no tiene otra forma de sustento, y mata lo que tiene más a mano o, mejor dicho, a pata. Son cazadores sociales que se permiten el lujo de poder matar presas mayores que ellos, la unión hace la fuerza. Si puede obtener presas silvestres, lo hacen, y, si no, carroñean. No habiendo otra forma de alimentarse, roban la carne al ser humano, matan ganado doméstico. Como todo carnívoro tienen que matar para comer y no morir de hambre.

Y ¿cuál es el ganado más accesible? El que está sin proteger a la intemperie, solo en los campos sin vigilancia. Durante siglos los pastores han estado con sus rebaños —el lobo teme al hombre— y con ellos acompañados de grandes perros guardianes, que consideraban al ganado parte de su manada y que defendían. A los recentales de los rebaños se les guardaban en los corrales y apriscos. Los pastores pasaban los días y las noches junto a los rebaños, era una vida dura, pero necesaria. Hoy, con las comodidades que tenemos, se ha olvidado, y se deja sin cuidados a muchos animales al raso, son cosificados como meros productores de carne y leche para los mercados, aunque peor lo tienen los de las granjas industriales, hacinados como objetos. El mundo rural está en crisis por culpa de estos mercados, sus pobladores llevan décadas abandonando el mundo rural para ganarse el sustento en las urbes. Pero, la culpa se la echan a la vida salvaje.

A quienes sus vidas dependen de la ganadería no les gusta, y con mucha razón, que sus animales sean atacados por el lobo, aunque les indemnicen las bajas, sufren las secuelas, y la Administración no cubre todo, por eso odian al lobo, es comprensible. Pero, las cosas no pueden ser así, hay que poner remedio. Y el mejor remedio es la prevención, prevenir ataques guardando sus rebaños, no hay otra opción. Vigilar los rebaños, hacer del pastor un trabajo digno de nuestros tiempos. Criar y educar perros mastines. Hacer cercas resistentes o electrificadas. Así se reducen los riesgos al mínimo. Para ello los poderes públicos deben mojarse, y no simplemente, indemnizar y matar lobos.

Matar lobos, significa destruir manadas, los supervivientes al no poder cazar ungulados silvestres, buscan presas fáciles, y ¿cuál es la presa más fácil? ¡El ganado doméstico! Animales que por culpa de la crianza selectiva que conllevó la domesticación han perdido sus capacidades o instintos de supervivencia. Y el lobo tiene que matar para comer. Matar lobos empuja a más ataques al ganado doméstico, esa es la cuestión. Reducir la población actual lobuna conlleva, también, incrementar herbívoros silvestres que comen campos agrícolas, es matar la solución. Cuestión que algunos mandatarios y gente del sector agropecuario no logran comprender. Matar lobos para las autoridades solo sirve para calmar los ánimos, es una solución inmediata, cortoplacista, que a la larga significa trasladar el problema.

Nuestros antepasados prehistóricos se sustentaban de la caza y la recolección. Cuando pasaron a ser sedentarios añadieron la agricultura y la ganadería, la caza era complementaria. Hoy día se caza por ocio y negocio, hoy día la caza es inmoral. Los cazadores poco pueden decir sobre el lobo. El lobo nació para ser libre y no un trofeo.

Y qué decir de los medios, que solo generan confusión, cuando por ley deberían dar información veraz, y no lo hacen. Menos derecho tienen para pronunciarse.

El lobo forma parte de nuestro patrimonio natural, toda gestión que desconoce el funcionamiento de nuestra Naturaleza es inútil y, lamentablemente, todavía nos queda mucho que aprender. Mandatarios, periodistas y mercaderes nada pueden decir.

Proteger el lobo, implica recuperar nuestro monte mediterráneo, con todos sus protagonistas vivientes. Todo ser vivo importa.

 VALLADOLOR
8 marzo 2021

sábado, 23 de enero de 2021

¡Muera la autoridad!

  Por RICARDO FLORES MAGÓN

Me explico que el burgués ponga el grito en el cielo cuando escucha este grito salvador: ¡muera la Autoridad! El burgués tiene razón, porque si desapareciera la Autoridad, en el mismo sepulcro caerían los privilegios del Capital para no levantarse más. La Autoridad es necesaria para perpetuar la desigualdad social, que garantiza al rico vivir en el ocio y condena al pobre al rudo trabajo y a la abyecta miseria. El burgués, pues, necesita que haya Autoridad, pues de lo contrario, tendría que tomar el arado, la garlopa o el martillo para ganarse su subsistencia y la de su familia.

Pero el pobre, ¿para qué necesita la Autoridad? La Autoridad nunca ha sido buena con él; la Autoridad ha sido para el desheredado la madrastra huraña, castigadora y malvada, castradora de voluntades. Todavía no sé qué en algún país del mundo haya sido la Autoridad el escudo o el ángel guardián de los pobres, y eso es así, porque no puede servir a dos amos al mismo tiempo: al rico y al pobre. La Autoridad fue instituida para cuidar los bienes materiales de la clase rica que se veían amenazados por los hambrientos.

Los que no tenemos un terrón donde reclinar la cabeza, no necesitamos la Autoridad. Por el contrario, la detestamos porque ella arrebata de nuestras filas a los más vigorosos de nuestros hermanos, para amontonarlos en los cuarteles y hacerlos empuñar las armas en favor de la burguesía, y en seguida nos cobra contribuciones para mantener esos soldados y todo ese enjambre de funcionarios grandes y chicos que forman lo que se llama: Gobierno.

Somos nosotros, los desheredados, los que no tenemos nada que nos roben, los que estamos obligados a pagar los gastos que origina el mantenimiento de la Autoridad, cuando lo justo sería que esos gastos fueran pagados por los beneficiados, que son los burgueses.

El soldado con el arma al brazo, el gendarme con el garrote en la mano, el rural con el sable desenvainado, ¿han servido alguna vez para proteger al débil? ¿Se ha dado el caso de que el soldado, el gendarme o el rural se hayan interpuesto entre el amo y el trabajador para evitar que el primero chupase el sudor del segundo? ¿Cuándo el pobre no puede pagar la renta del suelo o de la casa, han volado alguna vez en su auxilio el soldado, el gendarme o el rural para evitar el que sea puesto de patitas en la calle o el ser expulsado de la ingrata tierra que regó con su sudor? Y si indignados por la injusticia social que nos obliga a poner al servicio de los ricos la fuerza de nuestros músculos y la luz de nuestro cerebro, conspiramos y nos rebelamos, ¿se pone la Autoridad de nuestra parte, esto es, de parte de los débiles, de las víctimas de la voracidad capitalista? ¿No la vemos siempre con sus soldados, sus gendarmes y sus rurales repartir la muerte entre los pobres que se rebelan por un reparto más equitativo del pan?

Me explico que el burgués ponga el grito en el cielo cuando escucha este grito salvador: ¡muera la Autoridad! Pero no me explico que el pobre, el desarrapado, el trabajador se encabrite y eche espumarajos de rabia cuando se le da este amistoso consejo: no elijas autoridades; gobiérnate por ti mismo.

Ricardo Flores Magón detenido en EEUU.

Mirbeau dijo una gran verdad cuando exclamó:

 «De todos los animales, el más estúpido es el hombre, porque al menos los animales no eligen al carnicero que ha de degollarlos.»

Y los hombres hasta nos matamos en favor de quien ha de pasarnos a cuchillo cuando esté en el poder. ¡Así somos de estúpidos!

Demos nuestra libertad, demos nuestra tranquilidad, demos nuestra sangre; pero no para elegir verdugos, sino para acabar con ellos, para acabar con los burgueses, para fundar la Sociedad Libre de todos para uno y uno para todos.

No elevemos al poder ni a Vázquez Gómez ni a nadie. Seamos tan dignos como los animales que no eligen al carnicero que ha de degollarlos. Tomemos la tierra, la maquinaria de producción, los medios de transportación, las casas y las provisiones; concertémonos fraternalmente para la producción y el consumo en común y levantemos la frente, mexicanos, orgullosos de haber sabido resolver el Problema Social.

REGENERACIÓN
(23 de marzo de 1912)

sábado, 16 de enero de 2021

¿Qué pasó con la revolución mundial?

Londres, 1º Mayo de 1908.

Por EDUARDO ROTHE

No es que vivamos en paz: por todos lados hay terrorismo y violencia en este tiempo de guerras y revoluciones, por todos lados se protesta y se reivindica: contra el imperialismo, contra el racismo y el patriarcado, por la diversidad sexual y los derechos de los animales y la naturaleza. Verdaderas y falsas revoluciones, para todos los gustos y colores. Pero la Buena y Vieja causa de la Revolución Mundial brilla por su ausencia.

Y no es porque no se la nombre, bajo el eufemismo de «cambio de sistema», en estos tiempos cuando volvemos a escuchar La Internacional y la Bella Ciao en muchos lados.

Es que simplemente la organización internacional con fines políticos de los trabajadores, de los proletarios (aquellos que no son dueños de su vida y lo saben) no le llega ni a los talones a aquellos encuentros de Londres en 1864 para fundar la Primera Internacional, cuando (dice Google) «sindicalistas ingleses, anarquistas, socialistas franceses e italianos republicanos» se reunieron en Londres. «Sus fines eran la organización política del proletariado en Europa y el resto del mundo, así como un foro para examinar problemas en común y proponer líneas de acción».

O, si a ver vamos, el Congreso de Bakú (Congreso de todos los pueblos del Este) de 1920 celebrado en Azerbaiyán y convocado con pocos meses de anticipación, que contó con la asistencia de 1.900 delegados venidos de varios continentes y representantes de más de 20 entidades étnicas del Medio y Lejano Oriente. Solo los rusos llegaron en tren, a través de un país azotado por la guerra civil y el cólera (que le costó la vida al periodista John Reed) y los demás en carreta, a lomo de caballo, camello o burro, y algunos ni llegaron, fusilados o bombardeados en el camino por los ingleses que veían su imperio amenazado.

Hoy con automóviles, aviones, trenes, teléfonos móviles, Internet, con medios de comunicación que informan en tiempo real (aunque en versión falsificada) lo que pasa en el mundo, la izquierda radical y los movimientos sociales, siguen encerrados dentro de las fronteras de sus países, con algunas débiles excepciones de solidaridad continental, especialmente en América Latina…

En Europa, a pesar de su unión económica, los trabajadores reivindican a nivel nacional y no parecen interesarse por la suerte de los trabajadores menos beneficiados de otras tierras. Movimientos como 'Occupy Wall Street', el 15-M español y los Chalecos Amarillos franceses nacen, crecen y se diluyen sin pena ni gloria en su propio terreno, ignorando aquello de que la revolución, como el fuego, si no se extiende se apaga. Y la eterna ausente sigue siendo la otrora famosa y anhelada Revolución Mundial.

Ahora bien, la historia tiene sus astucias y el viejo topo revolucionario socava en silencio las bases de este mundo, para aflorar donde, cuando y como menos se lo espera. Puede ser que esté sucediendo lo de aquel personaje de Hemingway quien, al preguntarle cómo había quebrado su negocio, dijo «primero poco a poco y después de golpe». ¿Será la atomización actual de tantas luchas periféricas el «poco a poco» que oculta la lucha final? Nada escapa al análisis salvo la capacidad de análisis y si la cabeza va más rápido el corazón va más lejos, por lo que a veces los poetas dejan atrás a la ciencia de la historia. Federico García Lorca advertía, en el Poeta en Nueva York:

Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,

que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,

que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.

¡Ay, Wall Street!

¿Será que nosotros, humanos de poca fe, desesperados porque las condiciones objetivas están maduras y se pudren en la barbarie, no logramos ver que las condiciones subjetivas están a punto de florecer?

O, para decirlo con otro poeta, el Chino Valera Mora, «El socialismo no existe, pero de que vuela, vuela.» No es una cuestión académica: a la humanidad le va la vida en ello.

Se aceptan apuestas.

TELESUR
12 enero 2021

martes, 24 de noviembre de 2020

El Mono nacionalista

Por ISABEL ESCUDERO

La reciente ola de nacionalismos de todos los signos: «blandos», «duros», durísimos, y hasta sangrientos, que invade, sobre todo, el llamado Primer Mundo (y el ya desaparecido por asimilación: Segundo Mundo) donde rigen, o están en trance de regir, las formas de Gobierno más progresadas: las democracias, nos llevaría en una primera visión, a propósito superficial, a considerar el fenómeno también común y bien evidente en todas ellas. A saber: la creciente uniformidad, tanto pública y política, de todos los Estados, como la uniformidad privada y particular de los ciudadanos de todas las Naciones. Costumbres, usos y consumos, formas de vida y de producción, tanto laborales como artísticas, tienden a una identificación casi perfecta. Parece que se camina de modo imparable hacia una gran Mímesis, no sólo socioeconómica y política, sino también hacia una especie de Cultura general que se decanta por los mismos gustos, las mismas necesidades, los mismos valores, los mismos horarios, los mismos deseos…

Pero junto a esta suerte de Estado general de supracultura transnacional, surge simultáneamente, y como movido por el mismo resorte, el otro fenómeno sorprendente: la urgencia de Nacionalismos cada vez más pretenciosos. Estos dos fenómenos parecen retroalimentarse entre sí. Ambos se refuerzan y complementan: a mayor uniformidad política y privada (entre las Naciones y entre «cada quisque» de cualquier parte) mayor necesidad de afirmación de la diferencia, tanto por una exacerbada identidad nacionalista como por la creencia desmedida en la personalidad individual. Como si, efectivamente, el mismo mecanismo moviera la naturaleza de las Masas y sus Estados y la naturaleza de cada Individuo. (Recordamos en este punto las repetidas observaciones que sobre la identidad entre Masa e Individuo, nos señala García Calvo.)

Respecto a la identidad nacionalista se echará mano del elemento diferenciador más socorrido: el lenguaje (¡pobre lengua que no sabe nada!), que servirá de soporte simbólico para todos los manejos de consumación de la identidad patria, hasta situaciones ridículas como el aprendizaje acelerado por políticos de sus lenguas locales para los espiches electorales. Este efecto lingüístico da bastante juego e ilusión de verosimilitud entre las poblaciones para el sostenimiento populista (no confundirlo con popular) de los llamados nacionalismos «duros», como el vasco o el catalán. La cosa funciona así: cuanto más difícil es, en la práctica, distinguir a un catalán de un murciano, o a un vasco de un castellano (por ejemplo) (los mismos afanes, el mismo coche, la misma televisión —la misma con diferentes canales—, los mismos seguros, las mismas burocracias, los mismos valores en moral y en bolsa, etc.) tanto más obligada es la distinción simbólica de los particular, por el lenguaje o por lo que sea.

Cuando la lengua no colabora, se recurrirá a argumentos más superferolíticos, como casuales accidentes geográficos, como el exagerado caso (bien aleccionador por esperpéntico) allá por mi tierra extremeña de la escarpada aldea de Magacela, picacho inaccesible en medio de las llanuras de la Serena, que se proclamaba (con seriedad y sorna a la par) así en todas las peñas del camino: «¡Magacela independiente!», como si un nido de águilas no fuera, de por sí ya, más bien asunto de los cielos que del mundo de acá abajo.

Pues bien, a lo que íbamos: que ahora que inevitablemente vamos diluyéndonos y mezclando nuestras almas, todas del color del Dinero, en medio de los postreros estertores de Babel. Ahora que, todavía (¡últimas paradojas de lo humano!) todas esas oleadas de negros y japoneses siguen manteniendo apariencias diversas de pieles y ojos, (no se sabe por cuánto tiempo, aunque no mucho, desde luego). Ahora que imparablemente tendemos todos al color del Mono (a la vez nuestro primer Padre y nuestro último Hijo) ahora el Mono se hace nacionalista. Restos de mala conciencia y memorias históricas le equivocan una vez más —pero quizá lo propio del Mono sea equivocarse— y el pobre busca no sabe qué diferencia particular (en el Todo) en vez de saborear su indefinición, ese misterio que nos es a todos común y singular.

ARCHIPIÉLAGO

Nº 1 (verano 1988).

domingo, 6 de septiembre de 2020

Comunicado del grupo 'Amor y Rabia' sobre Bielorrusia

CONTRA LAS REVOLUCIONES ARTIFICIALES

Una vez más, la hipócrita propaganda 'democrática-liberal' de los medios de comunicación de la oligarquía occidental apoya protestas de la oposición de uno de los Estados del antiguo bloque soviético. El resultado de estas «revoluciones» ha sido el mismo en todos los países que las han sufrido desde la caída de la URSS: la implantación de regímenes autoritarios que aplastan toda protesta, la profundización de las políticas de corte neoliberal que benefician al sector de la oligarquía que impulsaba las protestas a costa de más pobreza y desigualdad social, una política exterior sumisa a los intereses de potencias extranjeras, y una política económica sumisa a los intereses de empresas multinacionales.

Esta vez le ha tocado a Bielorrusia, antaño la república europea más pobre de la URSS y más afectada por el desastre de Chernóbil, y hoy con un PIB que casi triplica el de Ucrania gracias a haber logrado mantener su independencia política y económica, evitando convertirse en un satélite de la oligarquía rusa. Mientras las repúblicas bálticas y Ucrania, las más ricas de la URSS, se transformaban en regímenes neoliberales de ideología ultraderechista aliados a EEUU y la OTAN que se dedicaron a desindustrializar sus países, en Bielorrusia la derrota a comienzo de la década de los 90 del gobierno nacionalista debido a la falta de apoyo popular hizo posible dar marcha atrás en la implantación del modelo neoliberal, permitiendo mantener buena parte de los beneficios sociales del modelo soviético. De esta forma, su población no cayó en la miseria ni tuvo que emigrar, y el gobierno siguió honrando la memoria de los partisanos, en lugar de homenajear a los colaboradores del nazismo, como pasa en el resto de Europa oriental.

El éxito económico y la política exterior independiente de Bielorrusia son lo que molesta, y no los derechos humanos, excusa usada sistemáticamente por Occidente para justificar su injerencia en los asuntos de otros países. Demasiadas veces hemos visto como en nombre de la democracia y los Derechos Humanos se ha bombardeado e invadido países, veremos como en nombre del medio ambiente y el planeta nos pueden imponer medidas económicas duras para pagar transiciones energéticas que beneficien a los principales responsables de la degradación de los ecosistemas. O ahora mismo en nombre de nuestra seguridad sanitaria se violen los derechos de libertad de expresión y de movimiento. Amparándose en causas nobles nos imponen otras injusticias y se valen de un discurso responsable para que las aceptemos. Que nos hablen de la defensa de los valores democráticos en Bielorrusia o Venezuela mientras apoyan a opositores de extrema derecha y golpistas les hace más despreciables.

Desde Amor y Rabia condenamos este nuevo Maidán organizado por Occidente, que en caso de triunfar provocará el hundimiento del nivel de vida de la población de Bielorrusia y dará lugar a la imposición desde el Estado de un modelo neoliberal combinado con la difusión de la ideología de un nacionalismo heredero de los colaboracionistas de los nazis. Y denunciamos la ceguera de la inmensa mayoría de la izquierda, movimiento libertario incluido, al apoyar sistemáticamente unas «revoluciones de colores» patrocinadas por Washington, que no son otra cosa que golpes de Estado al servicio de los intereses del Capital occidental.

«Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo.
Puedes engañar a algunos todo el tiempo.
Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.»

ABRAHAM LINCOLN

 

https://revistaamoryrabia.blogspot.com/2020/09/comunicado-contra-las-revoluciones.html

martes, 25 de agosto de 2020

¡Kropotkin tenía razón!

 Colonia de vampiros ('Desmodus rotundus').
 
El vampiro es un murciélago americano que arrastra mala fama, ya que se alimenta de sangre, sangre que chupa del ganado doméstico. Debe cenar todas las noches, porque, de lo contrario, tras dos noches en ayunas moriría de hambre. El día lo pasa dormido en grutas u otras oquedades agrupándose con otros ejemplares en colonias, especialmente hembras. Cuando un ejemplar no ha comido, pide alimento a otro que la regurgita y comparte, así para la próxima vez devuelve el favor. Aquellos que no comparten el alimento son rápidamente detectados y excluidos, los cuales para ser readmitidos tienen que ser más generosos. Los vínculos generosos de estos mamíferos hematófagos no solo se producen entre parientes, también se hacen con los conocidos, y cuantas más amistades tengan mayores serán las garantías para poder sobrevivir. Su supervivencia se debe a esta cooperación, rivalizar entre ellos sería completamente inútil. Un ejemplo de que entre los animales la lucha de la vida no se basa en una riña o disputa de todos contra todos; hay muchas estrategias de supervivencia como la velocidad, el tamaño, los venenos, púas y corazas, el camuflaje o el engaño, entre otros más, pero el acto de colaborar y unirse resulta ser de lo más eficaz.
 
En 1880 el zoólogo ruso, de origen alemán, Fiodorovich Kessler pronunciaba una conferencia en San Petersburgo en la cual presentaba su tesis de cómo la ayuda mutua entre los animales es un factor importante en su evolución y supervivencia. Otro compatriota suyo, años después, se sirvió de tales argumentos para rebatir en una revista científica a otro eminente naturalista inglés que defendía el punto de vista contrario. El inglés se llamaba Thomas Huxley, que propugnaba por lo que él llamó «la lucha por la existencia», presentando la naturaleza como un sangriento y cruel combate de gladiadores donde el más fuerte sobrevive y deja descendencia; y el ruso era Piotr Kropotkin, divulgador científico y militante anarquista, cuya serie de artículos se publicarían bajo el título de El Apoyo Mutuo.
 
Y, a modo de presentación, podemos partir de un pequeño esbozo biográfico de este personaje interesante y poco conocido por la gran mayoría.
 
Piotr A. Kropotkin nació en Moscú en 1842 en el seno de una familia de la alta aristocracia rusa. Fue una de las figuras teóricas más relevantes del anarquismo mundial (del comunismo libertario en concreto). Desde muy joven rechazó su título nobiliario de 'príncipe' —aunque así se le conociese, muy a su pesar— y se sensibilizó por la causa de los oprimidos, en especial de los siervos. Entró en el elitista Cuerpo de Pajes del Zar e ingresó en la academia militar en 1857; allí estudió ciencias, filosofía e historia, entre otras cosas. También conoció las ideas radicales y liberales que corrían por el resto de Europa. Al salir de ella se incorporó como oficial en un regimiento en el este de Siberia, donde exploró y cartografió regiones incógnitas, entró en contacto con los nativos y observó la naturaleza siberiana. Tras ver la situación de los presos políticos deportados, la arbitrariedad de los mandos y la absurda disciplina militar, decidió abandonar la vida castrense en 1867.
 
Estudió en la Universidad de San Petersburgo geografía y matemáticas, hizo un viaje por los lagos de Finlandia y fue el primero en darse cuenta que durante las glaciaciones del Cuaternario los hielos ocuparon grandes extensiones de tierra continental, mucho más de lo que se creía entonces. Le propusieron a un puesto en la Sociedad Geográfica Rusa que rechazó, lo consideraba un privilegio mientras se mantuviesen las malas condiciones de vida del pueblo ruso. Abandonó un prominente futuro académico y de investigación científica para optar por el activismo revolucionario y social. 
 

El anarquista Kropotkin rebatió magistralmente
al calvinista Huxley.

 
En 1872, al año siguiente de la Comuna de París, salió de Rusia y visitó Suiza, donde ingresó en la Primera Internacional junto los moderados, pero que tras conocer a los bakuninistas de la Federación del Jura, simpatizó con sus ideas y se hizo anarquista como ellos. Regresó a Rusia y se relacionó con los sectores antizaristas y revolucionarios del populismo ruso. Fue encarcelado por las autoridades en 1874 en la fortaleza-cárcel de Pedro y Pablo de la entonces capital rusa. Enfermó de escorbuto y lo internaron en el hospital de la prisión, desde allí se fugó con ayuda externa en 1876. Se trasladó a Suecia, Inglaterra (donde para poder sustentarse, escribió artículos de divulgación en varias publicaciones científicas, y así dar a conocer en Occidente los descubrimientos rusos) y Suiza. En Suiza conoció a J. Guillaume, E. Malatesta y E. Reclus, pero también a quien sería su compañera de por vida: Sofía Anániev. En 1878 tuvo en una breve estancia en España tras la separación entre bakuninistas y marxistas.
 
En 1879 fundó el periódico Le Révolté, donde escribió sus artículos de ideología libertaria. La militancia anarquista y la divulgación científica fueron sus dos dedicaciones. Tras el asesinato del zar Alejandro II por populistas en 1881, fue expulsado de Suiza como otros refugiados, por instigación del Gobierno zarista. Reclus compiló una serie de textos de Kropotkin que se transformaron en su primer libro impreso Palabras de un rebelde. Se refugió primero en Inglaterra —desde donde escribió el Obituario dedicado a Darwin, en el que ya cuestionaba el viraje que llevaba su visión competitiva de la naturaleza— y después en Francia, en el pueblecito de Thonon-les-Bains siguió escribiendo para su periódico y colaboró con la Enciclopedia Británica. Por coherencia, rechazó una invitación para ingresar en la Real Sociedad Geográfica británica.
 
Tras los sucesos de una manifestación obrera de Lyon, Kropotkin junto otros anarquistas fue detenido por «internacionalista» en 1882, durante el juicio hizo una magistral declaración de principios. Condenado a cinco años. Impartió clases a sus compañeros presos. Muchos intelectuales y científicos pidieron su excarcelación, entre ellos Alfred Wallace (coautor junto a Charles Darwin de la teoría de la selección natural) al contrario que Huxley y Spencer que se negaron.
 
Dibujos de Kropotkin del río Amur y la taiga siberiana. 

Anotaciones de los afluentes del río Vitim y mapa.

 
Amnistiado a los tres años se exilió a Gran Bretaña, bajo la condición de que abandonase su militancia activa, aquí termina el Kropotkin agitador y comienza el teórico. Con una vida más tranquila se dedicó a hacer conferencias y siguió escribiendo artículos varios. Colaboró en la fundación de Freedom en Inglaterra y La Révolte en Francia, periódicos de difusión del ideal ácrata. Allí, en Inglaterra, se publicaba La conquista del pan donde reflejaba su modelo social anarco-comunista. Más tarde, tras unos artículos previos, salió en 1902 El Apoyo Mutuo como refutación a los postulados socialdarwinistas. Además de Campos, fábricas y talleres, La Gran Revolución y Memorias de un revolucionario, añadamos también varios folletos. Le ofrecieron la Cátedra de Geografía en Cambridge, que Kropotkin también rehusó tal oferta. En 1912 también intervino en el Primer Congreso Eugenésico manifestando su oposición a tal práctica. Antes de regresar a su país natal escribió otra serie de artículos en defensa del neolamarckismo y contra la teoría del plasma germinal de August Weismann.
 
En 1897 hizo su primera gira de conferencias por los EEUU, el tema era sobre el apoyo mutuo en la naturaleza y la sociedad humana. Visitó en la cárcel a Alexandr Berkman, preso por atentar contra un gran empresario industrial que contrató matones para reprimir una huelga. La segunda gira fue en 1901, donde asistió a varias conferencias académicas, sin olvidar a los compañeros anarquistas que organizaron actos. Aprovechó su estancia para divulgar la literatura rusa. Tras la reacción zarista que acabó con la Revolución de 1905, su casa de Londres fue refugio de exiliados rusos.
 
Su credibilidad disminuyó entre los anarquistas cuando tras estallar la Primera Guerra Mundial Kropotkin apoyó a los aliados de la Entente contra los Imperios Centrales, animando a los obreros a participar en esta gran matanza debido a su vehemente germanofobia. ¡Nadie es perfecto, los seres humanos tenemos también defectos! Por este 'gran error' se le condenó y fue arrinconado y apartado del movimiento libertario internacional.
 
En el verano de 1917 regresó a Rusia tras el derrocamiento del zar, en Moscú fue consultado algunas veces por el Gobierno Provisional. Al tomar el poder los bolcheviques en noviembre, Kropotkin se trasladó a Dmitrov. Sus relaciones con éstos fueron distantes, mientras tanto muchos anarquistas eran encarcelados por la Cheka, policía política predecesora de lo que fue la KGB, era ya muy viejo y estaba débil no pudiendo intervenir en ningún evento de aquellos años de la Revolución Rusa. En su casita de madera (ahora museo) fue visitado por varios personajes como el ucraniano Nestor Majnó, la 'anarcofeminista' Emma Goldman y, también, por el mismo Lenin. Cuando le sobrevino la muerte, el 8 de febrero de 1921, estaba escribiendo Ética: Origen y evolución de la moral. La familia rechazó la oferta de un funeral oficial, fue enterrado en Moscú, cuyo sepelio fue organizado por lo que quedaba de la Federación de Grupos Anarquistas de Moscú, ya que la mayor parte estaban presos. A su entierro, a pesar de la nevada, asistieron unas 20 mil personas, fue la última gran manifestación antigubernamental de masas que hubo en Moscú hasta la desaparición de la Unión Soviética. Esto sucedió semanas antes de la brutal represión de los marinos y obreros de la isla-fortaleza de Kronstadt en manos del Ejército Rojo de Trotski, en marzo de 1921.
 

Dibujo suyo de la cárcel francesa y
retrato que se le hizo tras su salida.

Funeral multitudinario de Kropotkin en Moscú.

 
 El pensamiento multidisciplinar de Kropotkin giraba en torno a que desde el apoyo mutuo en el reino animal se llegaba a unos principios morales básicos, y así poder alcanzar un modelo social más equitativo y libertario, anteponer el socialismo al individualismo. Pretendió demostrar que, en contra de lo que se cree, el ideal ácrata se podía corroborar con unas bases científicas. Rechazó el marxismo, por considerarlo «metafísica económica» y autoritario (junto al liberalismo, son las dos caras de la misma moneda), igual que al parlamentarismo representativo (que no es verdadera democracia porque no es directa,) y todo aquello que tuviese que ver con el Estado. Mientras hubiese injusticias y desigualdades sociales, prefirió el activismo político al privilegiado mundo académico y científico, aunque mantuviese su fe ciega en el progreso tecno-científico como solución a los problemas sociales (sin prever la posible manipulación por el capitalismo que lo financiaba y, por consiguiente, su nefasto impacto medioambiental). Siempre mantuvo una postura contraria al protagonismo que se da unos pocos en detrimento de muchos, al reconocer que las grandes ideas filosóficas y las teorías científicas no son obra de una sola persona sino de su tiempo. Fue el autor más leído en el mundo hispanohablante por los trabajadores e intelectuales de las primeras tres décadas del siglo XX. Y sus ideas se intentaron llevar a cabo en las comunas-libres majnovistas de los años de la Revolución rusa y en las colectivizaciones anarquistas que hubo durante la Guerra Civil española.
 
Para el próximo año 2021, en febrero, se cumplirá el centenario de su fallecimiento, y para ello editamos este número especial de AMOR Y RABIA (el 75) en su recuerdo. Kropotkin —a pesar de su 'gran error'— es uno de los librepensadores más reconocidos en el «mundillo» libertario; por ello se ha escrito, y se escribirá, mucho sobre él, y más en las próximas fechas. Pero, también se le conoce —aunque algo menos— por su aportación a las ciencias naturales; en especial, su defensa y divulgación de la teoría (o ley) de la ayuda mutua de Kessler como factor importante en la evolución biológica y también su influencia en la historia de la humanidad. En su momento, entre la «comunidad científica» inglesa fue respetado, aunque considerado un personaje singular debido al contraste de su procedencia y lo que defendía ideológicamente. Por ser anarquista se le ninguneó, aduciendo que se dejaba llevar por ello, como si los otros, Darwin, Huxley o Spencer, por muy científicos y prestigio que tuviesen, no careciesen de ideología política y prejuicio alguno que les condicionase su visión de las cosas. Pero, no es cuestión por mi parte de repetir más de lo mismo, ya que Kropotkin también aportó algo más a tener en cuenta.
 
Cuando vemos los documentales televisivos sobre naturaleza, siempre nos la presentan como un inmenso campo de batalla en el que todos los animales para sobrevivir tienen que estar eternamente luchando. Aunque podemos utilizar metafóricamente la expresión «lucha» como la capacidad de resistencia y adaptabilidad ante las adversidades y las inclemencias del medio que les rodea para poder seguir adelante —esa fue intención original que el mismo Darwin nos expuso—, lo más frecuente en entenderse es directamente una guerra sin cuartel entre todas las partes, una extrapolación del ideal competitivo de la economía de mercado o capitalismo dominante al mundo natural. Pero, aunque no incidan demasiado, también vemos cómo los depredadores se agrupan para cazar grandes presas que por sí solos no podrían; así como estas presas forman manadas para protegerse —varios pares de ojos y orejas ven y oyen mejor que un solo par—, incluso haciendo frente a los atacantes. El hecho de ayudarse les beneficia más que perjudica, así consiguen sobrevivir, y, por ende, poder llegar a tener más descendencia. Kropotkin en su libro El Apoyo Mutuo nos expuso varios ejemplos, algunos de ellos observados directamente por él mismo en sus estudios de campo siberianos. Pero esta cooperación va más allá del reino animal, incluye todos los seres vivos.
 

Quién dijo eso de «homo homini lupus» no tenía
ni idea de la naturaleza social del lobo.

 
Esta lucha por unos recursos limitados es lo que influyó en la teoría de la selección natural de Darwin y Wallace. Selección implica la acción y efecto de elegir a una o varias cosas entre otras, separándolas y eliminándolas, para elegir lo que se considere mejor, lo más apto. Lo que nos conduce a ver un tipo de competencia en la que unos ganan y otros pierden, esto es lo que el sistema capitalista ha utilizado como pilar teórico de su estructura socioeconómica. Mientras lo que vemos en la naturaleza es variedad de seres vivos, no hay una especie de criba que de lo contrario haya reducido tal multiplicidad viviente. Biodiversidad llamamos a esa gran variedad de vida rodeada de vida que tenemos, si se reduce perderíamos un gran potencial de vida, despilfarro que no se puede permitir esta nuestra biosfera, con sus ciclos de la materia y flujo de la energía.
 
En la «Red de la Vida» que conforma nuestra naturaleza, los carnívoros dependen de los herbívoros, así como éstos de las plantas. Si desaparecen las plantas, no habría animales herbívoros y, por ende, animales carnívoros. Si los carnívoros desaparecen, los herbívoros esquilmarían las plantas y terminarían muriendo por inanición. Los grandes depredadores controlan las poblaciones de grandes herbívoros, permitiendo el crecimiento de plantas, como árboles. La sombra de los árboles impediría el crecimiento de hierbas y arbustos, así los grandes herbívoros controlan la expansión de tales árboles, y dará crecimiento a otra vegetación que permitirá la existencia de pequeños herbívoros, alimento de pequeños y medianos carnívoros. Y los grandes carnívoros controlan a los pequeños y medianos carnívoros que podrían eliminar los pequeños herbívoros. Cuanto mayor sea el número de actores en este escenario, mejor irá la función. No es una sino varias las cadenas tróficas que se entretejen. 
 
Aparte de alimento, las plantas desprenden el oxígeno necesario para la respiración de los animales. Sin plantas no hay animales, y sin animales tampoco habría variedad de plantas. Además, las plantas con flor —que son la mayor parte— dependen de los insectos polinizadores, a cambio de alimento ellos portan el polen con las que son fecundadas y se reproducen. Por otra parte, tenemos a los pájaros frugívoros que tras comer el fruto expulsan sus semillas al pasar por su tracto digestivo, ayudando a su dispersión. Los animales se alimentan y las plantas pueden crecer y multiplicarse. Esto también es más coordinación que competencia.
 
Sin olvidar, que las plantas son los 'productores primarios' que conforman la base sobre la que se sustenta la llamada «pirámide trófica» natural, sin estos cimientos toda la estructura se derrumba, y esto se debe a una relación basada en la colaboración, y no la competencia. La mayoría de las plantas están vinculadas a otros organismos pluricelulares que sin ellos no sobrevivirían, estoy hablando de los hongos (nuestras setas son los cuerpos fructíferos de ellos). Alianza hongo-planta que existe desde hace 400 millones de años y no es complicada, el hongo proporciona los nutrientes del suelo a la planta por sus raíces y, a su vez, la planta pasa los azucares que obtiene por fotosíntesis al hongo. Esta relación basada en el apoyo mutuo: las micorrizas, es la que sostiene todos nuestros ecosistemas terrestres, sin ella no estaríamos aquí. Recordemos que las primeras plantas ni tenían raíces. Sin olvidar, que por el suelo de todo el bosque las raíces de los árboles y los micelios de los hongos están comunicados entre sí en una vasta red solidaria, los nutrientes que faltan en una zona son trasladados desde otra. Aquí no se ven lucha ni competencia, y luego nos hablan de la importancia que tienen el mundo natural. En los ecosistemas marinos la base se sustenta en el fitoplancton, y los detritívoros tienen un papel de relevancia. Los pequeños peces pueden formar enormes cardúmenes, que cuando se mueven por los océanos aparentan ser un monstruoso animal y varias especies de depredadores, como delfines, tiburones y atunes, se coordinan para pescarlos, otras dos estrategias de supervivencia basadas en el apoyo mutuo. Incluso en el fondo marino las bacterias se asocian para intercambiar gases, no compiten por los recursos. ¡Kropotkin no andaba muy descaminado en su visión de la naturaleza!
 
Pero, siempre hay tramposos, los «listillos» que sacan provecho del asunto, en este caso, por ejemplo, los hongos parásitos. Los parásitos, aunque estén ahí, poco (que no quiere decir nada) aportan al funcionamiento del mecanismo que mueve el sistema; aunque, esta relación simbiótica, cuanto más fuerte sea, hace que las plantas puedan ser más resistentes a tal parasitismo. El parasitismo como la depredación (animales que comen plantas, y animales que comen animales que comen plantas) son relaciones de interdependencia que pueden acelerar el proceso de diversificación, al ser un método de control de poblaciones, permitiendo que otras especies diferentes existan, incrementando tal biodiversidad, o tengan un papel sanitario entre las poblaciones al eliminar los ejemplares enfermos o tarados y así evitar epidemias. En este caso, podríamos considerar la selección natural como algo adicional en la naturaleza, de importancia secundaria pero no esencial y vital. Es como los aditivos que se añaden al hormigón que ayudan, pero no son importantes. El hormigón es una mezcla de arena y grava con cemento y agua, al juntarlos ya comienza el fraguado, al añadirles aditivos solo aceleran o retrasan el endurecimiento, pero son irrelevantes a tal proceso. Pero, todavía a la selección natural, desde el mundo académico y la comunidad científica, se la sigue desde el siglo XIX otorgando una importancia no justificada, como vemos en los documentales televisivos.
 
Entre los hongos también tenemos a los saprófitos, descomponedores de material vegetal, como la hojarasca y la madera muerta de nuestros bosques. Estos organismos son el equivalente a los carroñeros entre los animales. Materia descompuesta que luego es asimilada por los seres vivos que forman el mantillo del suelo de los bosques, para generar los nutrientes que sean absorbidos otra vez por hongos y plantas, y plantas que serán alimento de los animales, en un ciclo constante de reciclaje, nada se desperdicia. Todo está relacionado, no hay competencia sino todo lo contrario, coordinación. Incluso podemos considerar al bosque como un gran ser vivo, cuando se forma un claro tras el derrumbe de un árbol, pronto es sustituido por otro, similar al proceso de cicatrización de una herida en nuestra piel. Lo que nos conlleva a considerar que el funcionamiento de los ecosistemas y los organismos no difieren tanto.
 

Sin la vieja alianza hongo-planta no existirían
nuestros ecosistemas terrestres.

 

 ¿Y qué decir de los líquenes? Dos seres vivos distintos que hacen un solo ser vivo. Esta unión de hongos y algas o cianobacterias es el ejemplo más perfecto de apoyo mutuo: la simbiosis. Su supervivencia se debe a esta colaboración, sin la cual no podrían vivir en los lugares más inhóspitos del planeta, sin contaminar. Es la simbiosis la que ha tenido, y tiene, una gran importancia en la historia natural de la Tierra, mucho mayor que la tan cacareada selección natural. De ello se dieron también cuenta otros naturalistas rusos, coetáneos de Kropotkin, como A. Brandt y K. Merezhkovski.
 
Hongos, plantas y animales son organismos pluricelulares, con millares de células que conforman sus cuerpos y órganos, tales células tampoco compiten ni luchan entre sí, como tampoco sus tejidos y órganos. ¿Os imagináis a los glóbulos rojos compitiendo por cuál obtiene más oxígeno o a los dos riñones rivalizando por cuál se lleva toda la sangre para filtrar? Incluso, además de las células somáticas hay bacterias que coexisten en el interior del tubo digestivo de los animales, que sin ellas no podrán hacer la digestión y asimilar la comida. Y hablando de cuerpos u organismos ¿qué decir de los hormigueros, colmenas o termiteros? Colonias de insectos que funcionan como si fuesen un único 'superorganismo', cuyos componentes no pueden vivir aislados. Una hormiga, una abeja o una termita no son nada aisladas, deben sus vidas a la comunidad. ¿Y los mixomicetos? Protozoos que en un momento de su vida se agrupan y constituyen como un ser pluricelular. La tendencia a la agregación supone también un incremento en complejidad, y para ello es necesario que no haya lucha y competencia entre las partes.
 
La asociación o agregación de los seres vivos fueron saltos evolutivos esenciales para incrementar la complejidad de la vida. Desde las procariotas a las eucariotas, de los seres unicelulares a los pluricelulares, llegando hasta las sociedades y los ecosistemas, y el conjunto de todo que es la biosfera, siempre ha marcado la tendencia a la asociación y coordinación. La célula eucariota, el tipo de células que constituyen nuestro propio cuerpo, células que poseen núcleo y orgánulos dentro de una membrana, es también el resultado de otra unión simbiótica. Lynn Margulis —que fue para el siglo XX lo que Darwin para el XIX— recogió el testigo de los viejos evolucionistas rusos y defendió que fue la unión simbiótica de varias células procariotas (bacterias y arqueas) la que creó a la eucariota. En esta simbiogénesis está el origen de los protistos (protozoos y algas), animales, hongos y plantas; sin esta alianza, otro ejemplo de apoyo mutuo, tampoco existiríamos. ¿Y seguimos dando importancia a la lucha y la competencia…?
 
 

De la bacteria a la célula eucariota, de los seres unicelulares
a los pluricelulares es el rumbo que llevó la evolución.
La tendencia es a la cooperación y asociación.

 
Actualmente hay dos interpretaciones que pueden ser la base de un nuevo paradigma científico que permita otro avance en el estudio de los seres vivos, otro paso más en la próxima «revolución copernicana» en ciencias naturales. Estoy hablando de la Teoría de Sistemas Integrados del bioantropólogo Máximo Sandín y la Teoría Gaia Orgánica del físico Carlos de Castro Carranza, ambos recogen algunas de las ideas de Kropotkin.
 
Nosotros, los humanos, somos también animales, como animales no estamos ni por encima ni fuera de la naturaleza, formamos parte de ella. Sociales como nuestros parientes los simios, aunque constituyamos sociedades más complejas y tecnológicas, igual que ellos (pero más evolucionados) poseemos unas conductas, que podemos definir como morales, para llevar mejor nuestra convivencia en grupo. Kropotkin defendía lo mismo, en contra de la idea de que fue la civilización la que nos apartó de la cruel «guerra de todos contra todos», fue esa sociabilidad animal la que nos hizo humanos. Descendemos de seres sociales, y antes de las convenciones y las normas impuestas por autoridades, ya teníamos una conducta moral, empatizamos con nuestros semejantes y sabemos que hay que tratarlos como queremos que lo hagan con nosotros antes de inventar las leyes. La base neuronal de nuestra naturaleza social fue confirmada con el descubrimiento de las neuronas espejo hace 25 años. Nosotros como especie descendemos de la unión y no la lucha, en vez de exterminar a los neandertales conservamos sus genes, también son nuestros antepasados. Y antes de nuestra salida de la «cuna africana» ya proveníamos de otros cuatro linajes mezclados. O sea, nuestros antepasados se hibridaron, lo que tira por la borda la idea de una selección natural que filtraba y beneficiaba solo a los más aptos.
 
 
Kropotkin veinte años después de escribir los artículos que dieron a El Apoyo Mutuo, escribió para la misma revista de divulgación científica otros artículos sobre la influencia del medio en el desarrollo de animales y plantas, propugnando su acercamiento al neolamarckismo, intentó en vano sintetizar a Darwin con Lamarck (recordemos que el mismo Darwin también era lamarckiano). Al igual que le pasó a Darwin antes de morir, dudaba de la relevancia de la selección natural como factor de la evolución, y mostraba varios estudios experimentales que lo exponían. Entre estos estudios estaba el que hizo Kammerer con sapos parteros, a quien acusaron de fraude y por ello se suicidó, y recientemente se ha descubierto que no hizo trampa. También rebatía a la teoría del plasma germinal de A. Weismann, en la que se defiende que la información genética está guardada en el interior del núcleo de las células y sin influencia externa alguna, que fue posteriormente confirmada con el descubrimiento de los cromosomas y la estructura del ADN, y es una de las bases del neodarwinismo que impera aún en las ciencias biológicas. Kropotkin consideró que la influencia ambiental también intervenía, y su punto de vista perdió —de momento— ante esas evidencias. Pero, en Ciencia nunca está dicho todo y se puede dar la vuelta, gracias a los recientes avances y conocimientos en epigenética Kropotkin no andaba muy errado. La influencia del medio en los genes es un hecho, la «herencia blanda» del lamarckismo vuelve a ser revitalizada. Simbiosis y epigenética son dos mecanismos alternativos en la evolución biológica producen cambios más rápidos en los organismos que las mutaciones al azar y la selección natural —sin olvidar la «energía oscura» en la evolución que son los virus (una parte de nuestro ADN es de origen vírico)—, y, por extensión, una mayor complejidad. Ante unos recursos limitados se obtiene una mayor eficiencia con la cooperación que con la competencia.
 
La rivalidad y la lucha son circunstanciales, colaterales o residuales, pero no son el motor principal de la vida en la Tierra. Interdependencia y variedad es lo que hay, la selección natural darwiniana actuaría como un tamiz o filtro que reduce tal variedad. Y lo que hace que los componentes de los ecosistemas y los ciclos de la materia de nuestra biosfera funcionen mejor es justo esa diversidad; lo que quiere decir que tal selección natural, que implica una competencia, con sus ganadores y perdedores, es ineficaz e irrelevante, no es funcional. A esta variedad de seres vivos y ecosistemas es lo que llamamos biodiversidad. En vez de la «supervivencia de los más aptos» lo que ha habido a lo largo de la historia natural del planeta es un incremento de la complejidad y biodiversidad, como ya dije anteriormente, zancadas evolutivas desde las células procariotas a las eucariotas, de los seres unicelulares a los pluricelulares, y de estos a las sociedades y los ecosistemas que conforman nuestra biosfera. Para ello fue necesaria una cierta coordinación y cooperación, la lucha y la competencia son inútiles. Aunque en nuestra sociedad exista la explotación, el crimen y la violencia, lo que hace que se ponga en marcha es justo lo contrario. Aunque el pez grande se coma al chico, la unión hace la fuerza… ¡Qué razón tenía el viejo camarada ruso!
 
¡Kropotkin tenía razón!