miércoles, 5 de agosto de 2015

La propiedad sigue siendo un robo


A 150 AÑOS DE LA MUERTE DE PROUDHON
TIERRA Y LIBERTAD
(Nº 325 - Agosto 2015.)

Proudhon nació el 15 de enero de 1809, en Besançon (Francia), la misma ciudad en donde vieron la luz Charles Fourier y Victor Hugo, y murió en Passy a los 56 años de edad. Por ser hijo de familia humilde tuvo que dedicarse a trabajar desde su más temprana infancia, oficiando de pastor y otros menesteres de la vida campesina. A los 18 años entró en una imprenta, en la que pronto se hizo cajista y luego corrector. Como siempre había acusado una inteligencia excepcional y un singular cariño por los libros, su nuevo trabajo fue para él una universidad. Con motivo de que en dicha imprenta se imprimió una edición de la Biblia, se le despertó la curiosidad de saber latín. Luego aprendió el griego y el hebreo sobre los mismos textos teológicos para entrar más tarde, con energía y pasión únicas, en el estudio de las graves cuestiones económicas y sociales, en las que tanto había de brillar.

También por una edición de El nuevo orden industrial, Proudhon entró en conocimiento de la obra de su conciudadano Fourier, el cual, a pesar de sus excentricidades intelectuales, no dejó de tener ideas luminosas y anticipaciones ideológicas de verdadero precursor. Como su pasión por el saber era incontenible, pronto adquirió amplísimos conocimientos de todas las ramas del saber humano, pero especialmente de filosofía y economía. De ahí que, aun siendo autodidacta, resultó uno de los hombres que más han escrito, a pesar de que murió en plena madurez. Basta decir que sus obras fueron extensas y numerosas, y que sólo su correspondencia enriqueció y nutrió catorce voluminosos tomos, que al decir de algunos biógrafos es donde está contenido lo más selecto de su fino espíritu y lo más agudo de su ingenio.

Casa natal de Proudhon.

Después de leer a Adam Smith y a otros clásicos de la Economía Política y estudiar la dialéctica hegeliana, arriba al socialismo demostrando escandalosamente «que la propiedad es un robo». Sus tres Memorias sobre el tema de la propiedad, que luego sirvieron como fundamento del socialismo, le originaron persecuciones, procesos, destierros e incluso la suspensión de la beca Suard, que representaba su medio de vida, y que por sus méritos propios obtuvo de la Academia de Besançon. Que sus libros resultaron tremendamente ruidosos en aquella época nos lo prueba el hecho de que, antes de publicar la primera de las Memorias mencionadas, y consciente de cómo sería acogida por los académicos, le decía en carta a un amigo: «He aquí cuál será el título de mi nueva obra, sobre el cual deseo que conserves el secreto: ¿Qué es la propiedad? Es el robo o Teoría de la igualdad política, civil e industrial. La dedicaré a la Academia de Besançon. Este título es atroz; pero no les dejaré medio para que puedan morderme; soy un demostrador, expongo hechos; actualmente ya no se castiga por decir verdades sin herir a nadie, aunque sean molestas. Pero si el título es alarmante, la obra lo es mucho más. Si tengo un editor hábil y que se mueva verás pronto al público sumido en la consternación. Toma la proposición que sirve de frontispicio a mi carta y figúrate verla probada por razón matemática, lo que es mucho más decisivo para los hombres de hoy que por pruebas morales y metafísicas».

Por éstas y otras causas, toda su vida fue azarosa y llena de privaciones económicas, dada su integridad moral, rectitud de carácter e inconformismo con la sociedad burguesa y el misticismo religioso. Era, pues, un indomable que con singular entereza renunciaba a los bienes que le podía proporcionar la adaptación al medio político y social de su época. Para él, por encima de todas las comodidades estaban la razón, la justicia y la verdad.

Proudhon, como precursor del socialismo, precedió a Marx. Mucho antes de que el economista y filósofo alemán entrase en conocimiento de la idea socialista, nuestro hombre había estudiado a Saint-Simon, Owen y Godwin, amén de las utopías que se lanzaran como anticipaciones de lo que debiera ser la sociedad organizada sobre bases de mayor justicia y equidad. Por eso se le consideraba como el escritor más denso de ideas renovadoras; el más avanzado de la época y el que más a fondo removiera la conciencia social de su tiempo. La fuerza activa y fecunda de su concepción consistió en hacer del socialismo un movimiento cuyo porvenir estará seguro con las actividades y desarrollo de la clase obrera y de la producción en su conjunto, cuyas instituciones van abriendo cauce e iluminando un nuevo ordenamiento de la sociedad regida por ese principio moral de la justicia y por las esencias federalistas que concibió él antes que nadie.


Fue un pensador profundo y genial; nos lo prueba el hecho de que sobre su vida y su obra se ha escrito mucho. Su cultura era tan rica que le permitió escribir páginas abordando temas de toda índole: sobre la idea de Dios, sobre la propiedad, la dialéctica, la justicia, la certidumbre, la moral, las costumbres, etc.; pero especialmente sobre economía política, a la que atribuyó tanto función metafísica como práctica. Por eso el 4 de junio de 1847 respondía a objeciones de su amigo Bergman: «Persisto en creer que las cuestiones acerca de Dios, del destino humano, de las ideas, de la certidumbre, en una palabra, que todas las altas cuestiones de la filosofía forman parte integrante de la ciencia económica, que no es, después de todo, más que su realización exterior».

Karl Marx fue un admirador de Proudhon, y probablemente debe su evolución —del hegelianismo al socialismo— a los escritos del pensador francés. Nos lo demuestra claramente —antes de escribir su violenta crítica titulada Miseria de la Filosofía— al reconocer con Engels, en La Sagrada Familia, que ellos encontraron en la obra de Proudhon sobre la propiedad un progreso científico «que revoluciona la economía política y por vez primera hace realmente posible una verdadera ciencia de la economía política»; además, llegaron a declarar paladinamente que nuestro pensador no sólo escribía en interés del proletariado, sino que él mismo era proletario y que su obra era «un manifiesto científico del proletariado francés», de «importancia histórica». Pero todo esto lo dijeron me dio año antes de que comenzaran a redactar la polémica contenida en su agria Miseria de la Filosofía. Es cierto que cuando Marx publicó este libro polémico ya Proudhon había publicado su Sistema de las contradicciones económicas o filosofía de la miseria, pero esta obra no constituía una modificación sustancial de su pensamiento, sino la evolución de sus interpretaciones, que le condujeron directamente a convertirse en precursor del socialismo antiautoritario.


Sin embargo, sépase que Marx, cuando estuvo en Francia, se pasó noches enteras discutiendo con Proudhon, y que más tarde invitó a éste a colaborar en una «correspondencia» que sirviera para «un intercambio de ideas y para una crítica imparcial», porque —escribe Marx— «creemos todos que, por lo que respecta a Francia, no podríamos encontrar mejor corresponsal que usted». Proudhon contestó lo siguiente: «Busquemos conjuntamente, si usted lo desea, las leyes de la sociedad y el modo cómo se realizan, pero, por el amor de Dios, una vez que hayamos escombrado todos esos dogmatismos a priori, no pensemos en cargar al pueblo con doctrinas por nuestra parte. No incurramos en el error de su compatriota, Martín Lutero, que, después de haber derrocado la teología católica, sin perder tiempo se dedicó con gran derroche de excomuniones y anatemas a fundar una teología protestante... Por el hecho de que estemos al frente de un movimiento, no nos convirtamos en jefes de una nueva intolerancia, no nos comportemos como apóstoles de una nueva religión, aunque esa religión fuera la de la lógica, la de la razón». Aquí se trata, como muy bien dice Martin Buber, «esencialmente del modo de proceder político, pero muchas manifestaciones de Proudhon atestiguan que también veía la meta bajo la luz de la libertad y la diversidad». Y el mismo Buber añade que cincuenta años después de aquella carta, Kropotkin resume la idea fundamental del objetivo en estas frases: «El desarrollo máximo de la individualidad deberá ir unido al máximo desarrollo de la asociación voluntaria en todos sus aspectos, en todos los grados posibles y para los fines más variados: una asociación en cambio constante que lleve en sí misma los elementos de su duración y adopte las formas que en todo momento correspondan mejor a las aspiraciones de todos». Es exactamente lo que quería Proudhon en la madurez de su pensamiento.

Es muy posible que Proudhon viese en la carta que le envió Marx, como también en las conversaciones particulares que habían tenido, al hombre que acariciaba el sueño de llegar a ser un redentor mediante la elaboración de una doctrina despótica y centralista que el filósofo francés no compartió. Pero aunque algunos han argüido que la finalidad del pensamiento de Marx no difiere mucho del «utopismo» proudhoniano, no es menos cierto que nuestro hombre no creía en el centralismo, ni tampoco en el salto posrevolucionario vislumbrado por Marx, sino que juzgó que era preciso crear desde ahora el ambiente necesario al cambio que se operará mediante el triunfo de la revolución. Es decir, Proudhon abogaba por una continuidad dentro de la cual la revolución significa solamente el cumplimiento la liberación y ampliación de una realidad que, en lo posible, se ha desarrollado ya.


Enfocándola desde otro ángulo, esta diferencia aún se puede aclarar más, pero como el espacio es limitado nos vemos obligados a dar de lado a más razonamientos para poder tomar nota de algunas ideas esbozadas por Proudhon respecto al socialismo, y que son esenciales para una justa interpretación de sus aportaciones.

En 1844 escribió Proudhon en una carta: «Cuando las contradicciones de la comunidad y de la democracia, una vez descubiertas, corran la suerte de las utopías de Saint-Simon y Fourier, entonces el socialismo, que no es otra cosa que la economía política, se apoderará de la sociedad y la empujará con poder irresistible a su ulterior destino... El socialismo no tiene aún conciencia de sí mismo; en la actualidad se denomina comunismo».

Y hablando del predominio del principio económico sobre el de la religión y del gobierno, dice: «Este principio es el que con el nombre de socialismo removerá a Europa con una nueva revolución, la cual, después de haber constituido la república federativa de los Estados civilizados, organizará la unidad y solidaridad de la especie humana en toda la superficie del globo terrestre». Y después de afirmar que una genuina reforma de la sociedad sólo puede lograrse partiendo de una modificación radical de las relaciones entre el orden social y el político, y de que no se trata de sustituir una constitución política por otra, en vez de la organización política impuesta a la sociedad autoritariamente, es preciso que aparezca una que provenga de la sociedad misma, dice: «La causa primera de todos los desórdenes que afligen a la sociedad, de la opresión de los ciudadanos y de la ruina de las naciones, consiste en la centralización exclusiva y jerárquica de los poderes públicos (...); es preciso acabar cuanto antes con ese enorme parasitismo». Y luego: «Desde la Reforma, y en particular desde la Revolución francesa, un nuevo espíritu ilumina al mundo. La libertad se ha enfrentado al Estado, y desde que se universalizó la idea de libertad se comprendió que no es meramente cuestión del individuo, sino que debe existir asimismo en el grupo».

También, declarándose contra las doctrinas dogmáticas y centralistas, advierte: «Al pueblo le gustan las ideas sencillas, y tiene razón. Desgraciadamente, esa sencillez que busca sólo puede hallarse en las cosas elementales, indisolubles, de principios opuestos y de fuerzas antagónicas. Organismo significa complicación, pluralidad significa contradicción, antagonismo, independencia. El sistema centralista puede ser muy hermoso por su grandeza, simplicidad y desarrollo; sólo le falta una cosa: en él el hombre ya no se pertenece a sí mismo, en él no se siente, en él no vive, en él no es tenido en cuenta».

Mas, como se sabe, el ideal verdadero de Proudhon es la anarquía, o sea, la ausencia de gobierno, el contrato libre en sustitución de la autoridad. Lo demuestra brillantemente cuando afirma: «Habiéndose cambiado la sociedad de adentro afuera, todas las relaciones quedan trastornadas. Ayer andábamos cabeza abajo, hoy la erguimos, y todo ello sin que se haya causado interrupción en nuestra vida. Sin que hayamos perdido nuestra personalidad, cambiamos de existencia. Tal es la revolución en el siglo XIX.

»¿No es, en efecto, la idea capital y decisiva de esta revolución: 'No más autoridad', ni en la Iglesia, ni en el Estado, ni en la tierra, ni en el dinero?

»Ahora bien, no más autoridad quiere decir lo que no se ha visto nunca, lo que nunca se ha comprendido: el acuerdo del interés de cada uno con el interés de todos; la identidad de la soberanía colectiva y de la soberanía individual.

»¡No más autoridad!, es decir, además, el contrato libre en lugar de la ley absolutista; la transacción voluntaria en lugar del arbitraje del Estado; la justicia equitativa y recíproca en lugar de la justicia soberana y distributiva; la moral racional en lugar de la moral revelada; el equilibrio de las fuerzas sustituyendo al equilibrio de los poderes; la unidad económica en lugar de la centralización política. Una vez más, ¿no es esto lo que me atreveré a llamar una conversión completa, una vuelta sobre sí mismo, una revolución?»

Dibujo hecho en su lecho de muerte.

Pero Proudhon demostró ser un gran visionario cuando ya a mediados del siglo antepasado predijo para Europa sistemas parecidos al fascismo y al estalinismo. La amenaza para el futuro es, dice, «una democracia compacta con apariencia de estar fundada en la dictadura de las masas, pero en la que las masas no tendrán más poder que el necesario para asegurar la general servidumbre de acuerdo con los siguientes preceptos tomados del antiguo absolutismo: indivisibilidad del poder público, centralización agotadora, destrucción sistemática de todo pensamiento individual, corporativo y regional (que se considerará perturbador), policía inquisitorial (…) No nos engañemos. Europa está enferma de ideas y de orden; está entrando en una era de fuerza bruta y desprecio de principios. (…) Después empezará la gran guerra entre las seis grandes potencias (...) Habrá una carnicería, y la debilidad que seguirá a esos baños de sangre será terrible. No viviremos para ver la obra de la nueva época; lucharemos en las tinieblas; debemos prepararnos para aguantar esa vida sin entristecernos demasiado, cumpliendo nuestro deber. Ayudémonos unos a otros, llamémonos en las tinieblas, y practiquemos la justicia siempre que haya ocasión. (…) La civilización está hoy en las garras de una crisis a la que sólo puede encontrarse otra parecida en la historia: la crisis que trajeron consigo los comienzos del cristianismo. Todas las tradiciones están agotadas, todos los credos, abolidos; pero el nuevo programa todavía no está listo, con lo que quiero decir que todavía no entró en la conciencia de las masas. De ahí lo que yo llamo disolución. Es el momento más cruel en la vida de las sociedades (…) No me hago ilusiones y no espero despertar una mañana para ver la resurrección de la libertad en nuestro país, como por arte de magia (...) No, no; podredumbre durante un tiempo cuyo fin no puedo precisar y que no durará menos de una o dos generaciones: eso es lo que nos ha tocado en suerte (...). Sólo veré lo malo, moriré en medio de las tinieblas».

He ahí, pues, trazada a grandes rasgos la figura genial del más grande creador del anarquismo.

J. P. V.

sábado, 1 de agosto de 2015

La pobreza del pensamiento islámico hoy

   [Como complemento a los artículos de los compañeros del Colectivo Amor y Rabia sobre el ateísmo en el mundo musulmán...]

Ibn Rawandi.

Por TARIQ ALÍ

Ibn Hazm, Ibn Sina (Avicena) e Ibn Rusd (Averroes) son exponentes de determinadas corrientes de pensamiento semioficiales que se desarrollaron en los primeros quinientos años del islam. Los dos últimos, en particular, arremetieron contra las restricciones de la ortodoxia religiosa; mas, al igual que Galileo siglos después, no optaron por el martirio sino por continuar en vida y proseguir sus investigaciones. Hubo otros pensadores mucho más explícitos que pusieron en cuestión toda la estructura del islam.

El hereje de Bagdad Ibn Rawandi escribió en el siglo IX varios libros donde cuestionaba los principios básicos de las tres grandes religiones monoteístas. Ibn Rawandi fue mucho más radical que la secta mutazilí a la que había pertenecido. Los mutazilíes creían posible combinar el racionalismo y la fe en un solo dios. Algunos rechazaron la Revelación e insistieron en que el Corán no era un libro revelado sino creado por el hombre. Otros criticaron duramente la calidad de su composición, su falta de elocuencia y la «impureza» de su lenguaje. A su juicio, las obligaciones para con Dios eran dictadas exclusivamente por la razón. Los mutazilíes más extremistas censuraban la impiedad del Profeta y que hubiera tenido demasiadas mujeres.

La secta mutazilí empleaba argumentos racionalistas para explicar el mundo, combinando fragmentos de la filosofía griega con especulaciones basadas en sus propios estudios y observaciones. El Corán era ajeno a este proyecto. Los pensadores mutazilíes crearon teorías para explicar el mundo físico: consideraban que los cuerpos eran conglomerados de átomos; establecieron una distinción entre sustancia y accidente; todos los fenómenos eran explicables mediante la inmanencia de los átomos que constituían los cuerpos. Los mutazilíes consagraron muchos esfuerzos al intento de comprender la ubicación de los cuerpos y el movimiento en el universo. ¿Estaba inmóvil la Tierra? Y, en tal caso, ¿por qué? ¿Qué naturaleza poseía el fuego? ¿Había un vacío en el centro del universo?

Es de señalar que, en la primera mitad del siglo IX, esta secta detentó el poder estatal durante treinta años. Tres califas sucesivos, a partir de al-Mamun, obligaron a aceptar a los funcionarios estatales, a los teólogos y a los cadíes que el Corán era una obra humana y no un texto revelado. Los califas ordenaron que se flagelase en público a los teólogos que se negaban a romper con la ortodoxia coránica. Este periodo, en el que se hicieron demostraciones tan poco atractivas del poder de la razón, no tardó en llegar a su fin. Los mutazilíes huyeron a otras regiones del mundo islámico, donde, conscientes de los peligros inherentes a su filosofía, adoptaron una postura más cautelosa.

Es tentador tratar de imaginar qué habría ocurrido si hubiesen permanecido en el poder. Parece evidente que, si sus ideas hubieran evolucionado más, habrían terminado por poner en tela de juicio la propia existencia de Dios. La comparación con los pensadores islámicos del siglo XX, cuyas obras se enseñan en los principales seminarios y escuelas religiosas de El Cairo y Qom, revela que los pensadores del siglo IX eran más avanzados en todos los aspectos. La pobreza del pensamiento islámico contemporáneo contrasta con la riqueza de la que gozó en los siglos IX y X. Pero los imanes que imparten enseñanzas orales en las escuelas-mezquitas de las ciudades de Europa occidental y de Norteamérica probablemente ni siquiera estarían dispuestos a reconocer la existencia de los mutazilíes. Esta mermada perspectiva es una de las tragedias del islam «moderno».

No es de extrañar que en el fértil ambiente intelectual de mediados del siglo IX apareciera una voz crítica como la de Ibn Rawandi. Este pensador hizo reflexiones muy cáusticas acerca de los profetas, incluido Mahoma, las profecías y los milagros. Ibn Rawandi sostenía que los dogmas religiosos siempre eran inferiores a la razón porque sólo ésta permitía alcanzar la integridad y la superioridad moral. La ferocidad de sus ataques sorprendió tanto a los teólogos islámicos como a los judíos, y unos y otros lo censuraron implacablemente. Ibn Rawandi respondió demostrando que los milagros no eran más que trucos de magia. Lejos de excluir a su propia religión de las críticas, argumentó que la Revelación de la que emanaba el Corán era a todas luces una impostura. En su opinión, el Corán no era una obra revelada ni tampoco original. Repetitiva y poco convincente, distaba mucho de ser una obra maestra. Ibn Rawandi fue creyente en la primera etapa de su vida y terminó siendo ateo. Es de suponer que recorrió un camino duro y solitario. No se ha conservado absolutamente nada de su obra original. Lo que sabemos de él y de sus escritos nos ha llegado a través de los textos de los críticos musulmanes y judíos que consagraron tomos y tomos a refutar sus herejías.

El choque de los fundamentalismos
(2002)

lunes, 27 de julio de 2015

Anarquismo y feminismo como reacción al auge del islamismo

Anarquistas egipcios ocupan un local del partido Libertad y Justicia,
brazo político de los Hermanos Musulmanes.

Por YEGHIG TASHJIAN
Strategic Outloock
(marzo 2013)

Según la escritora feminista marroquí Fátima Mernissi, la confusión entre el Islam como una creencia y el Islam como una religión de Estado ha contribuido en gran medida del fracaso de los movimientos de la izquierda laicista en el mundo árabe. La corrupción y el autoritarismo de estos movimientos y sus regímenes han llevado a la explosión de movimientos populares, a veces de manera pacífica y otras en forma de levantamientos violentos, exigiendo el derrocamiento de dichos regímenes.

A medida que la «Primavera árabe» se desataba y los jefes de Estado eran derrocados, pero la «esencia» de estos regímenes se mantuvo, como en Egipto y Túnez, donde el «islamo-fascismo» llegó al poder al ser elegido democráticamente. Estos movimientos, tanto la Hermandad Musulmana como Al-Nahda, trataron de hacerse con el control de los recursos del gobierno y oprimieron los izquierdistas seculares, ignoraron los derechos de las mujeres y trataron de marginar a los revolucionarios laicistas mediante el uso de la fuerza. Como resultado, grupos de la oposición influenciados por los movimientos de protesta en Europa intentaron organizarse por su cuenta, dando lugar a la aparición de nuevas ideologías en el mundo árabe; tanto el anarquismo como el feminismo trataron de desafiar el poder del «islamo-fascismo» en la región.

ACCIÓN Y REACCIÓN

Los movimientos islamistas como los Hermanos Musulmanes y los salafistas no son recién llegados a nuestra región. La asociación de los Hermanos Musulmanes surgió en 1928 como un movimiento pan-islámico, fundada por Hasan al-Banna. Durante los años 70 y 80 sus miembros fueron perseguidos por las fuerzas del nacionalismo laicista en Egipto, Siria y Túnez. Mientras tanto empezaron a echar raíces los movimientos salafistas de Arabia Saudí, divididos en diversas ramas, la más peligrosa de las cuales es la wahabita-yijadista [o, también llamado, salafismo combatiente]. Tras estallar las revueltas en Túnez y Egipto, los movimientos y partidos islamistas reaparecieron en la arena política y obtuvieron la mayoría en el Parlamento, y en Egipto además lograron ganar las elecciones presidenciales...

De manera unificada, las fuerzas laicistas débiles y desorganizadas comenzaron a acusar a los islamistas de «reislamizar» sus sociedades. El choque ideológico entre laicistas e islamistas alcanzó su clímax durante la redacción de la constitución. El conflicto más importante tuvo lugar en torno a la definición del estado y los derechos de las mujeres, es decir, si se trataba de un estado laico o islámico y si las mujeres serían tratadas como iguales o sujetas a la sharia musulmana.

Durante las elecciones presidenciales egipcias una declaración de la rama egipcia de los Hermanos Musulmanes afirmaba que «las mujeres tienen derecho a ocupar todas las posiciones, excepto la oficina de la presidencia»; esto era algo que no es muy diferente de las declaraciones salafistas; estos dos partidos tenían mujeres en sus candidaturas electorales, pero siempre explican que los derechos y deberes de las mujeres no deben contradecir la ley islámica. La rama egipcia de los Hermanos Musulmanes incluía en su programa electoral «garantizar el acceso de las mujeres a todos sus derechos, de acuerdo con los valores de la ley islámica, manteniendo el equilibrio entre sus deberes y derechos». Tras las elecciones muchos movimientos revolucionarios egipcios acusaron al partido Libertad y Justicia (el partido político egipcio de los Hermanos Musulmanes) de apartarse de los objetivos de la revolución egipcia. El problema es que la Ley Islámica, la sharia, no es lo mismo que lo que el mundo conoce en nuestra época como «derechos de las mujeres» o los derechos que forman parte de la Carta Internacional de Derechos Humanos. Asimismo, los «deberes de las mujeres» que defiende la Hermandad Musulmana es evidente que no considera los derechos de las mujeres como algo natural e inalienable. Afirma que sus derechos han de ser restringidos por la sharia y sus obligaciones sociales; obligaciones que a su vez están impuestas por la sharia.

Además, la marginación de la oposición egipcia y el asesinato del jefe de la oposición izquierdista tunecina plantearon serias dudas sobre la «democratización» de estas sociedades. Como en la época previa a los alzamientos, las fuerzas de seguridad, controladas por el gobierno, han abierto fuego sobre los manifestantes y encarcelado a muchos de ellos; como consecuencia la desobediencia se ha extendido a muchos pueblos; recientemente en una pequeña área en Port Said en Egipto, hay un pueblo bajo control de los anarquistas que defienden a los manifestantes de las fuerzas gubernamentales empleando incluso violencia contra su violencia. Estas acciones por parte de los islamistas doy lugar al ascenso de fuertes movimientos feministas y anarquistas árabes en. Egipto, Túnez e incluso en el Líbano, donde hace unos meses tuvo lugar una «Primavera del trabajo».

TUNEZ Y LA APARICIÓN DEL ANARQUISMO EN EL MUNDO ÁRABE
De todos los países árabes, sólo en Túnez y Egipto han surgido por primera vez desde principios del siglo XX grupos y organizaciones anarquistas con una participación e influencia en las luchas sociales. En Egipto la Hermandad Musulmana usó las protestas para llegar al poder e intentar forzar una reislamización, lo que provocó un golpe de Estado militar que mientras aplasta hoy día a la Hermandad intenta presentarse como defensor del Islam, aplastando cualquier protesta laicista. En Túnez ocurrió lo contrario: la llegada al poder de los islamistas y su intento de reislamizar la sociedad ha dado lugar a una enorme resistencia civil que finalmente les ha obligado a abandonar sus planes. A raíz de las protestas (primero contra el régimen de Ben Alí y luego en defensa del laicismo) ha surgido un movimiento anarquista con un componente anarcofeminista, lo que es una novedad en el mundo árabe. Le Monde Libertaire publicó un libro al respecto.

DE «ABAJO EL RÉGIMEN» A «ABAJO EL CAPITALISMO»

Es evidente que la ola actual de alzamientos árabes, a diferencia de los «alzamientos» de los años 50, no tienen una autoridad intelectual, política e incluso ideológica debido a que su naturaleza es anárquica. Cuando los partidos islamistas tomaron el poder a través de elecciones democráticas, los izquierdistas quedaron marginados y adoptaron el papel de oposición. Algunos de estos movimientos demostraron ser incapaces de movilizar a gente y de poner fin a las violaciones de derechos humanos que siguieron teniendo lugar incluso cuando esos islamistas gobernaban. Por tanto, era necesario defender los derechos de los oprimidos y hacer frente a cualquiera de las medidas opresoras tomadas por el gobierno. Debido a ello, el anarquismo resurgió. Históricamente, el anarquismo no ha jugado un papel importante en la política árabe y de Oriente Medio, pero no obstante en Egipto y Túnez está en ascenso debido a la violencia que ha llevado al rechazo de las autoridades políticas y religiosas. De la misma forma en que los islamistas trataron de reducir la separación entre Estado y religión, los anarquistas árabes declararon la «guerra» tanto a las opresoras autoridades civiles como a las religiosas que intentaban eliminar los derechos de las mujeres y las minorías. Según Eric Hobsbawm, el principal atractivo del anarquismo es emocional y no intelectual, por ello los anarquistas están profundamente movilizados por el idealismo, el heroísmo y el sacrificio. Como el marxismo tradicional, los anarquistas son contrarios a la explotación de clase y comprometidos a derribar la presente sociedad mediante el rechazo del estado o las instituciones religiosas.

Recientemente todo el mundo está hablando de un nuevo movimiento anarquista radical que apareció en Egipto, el «Black Bloc». Estos nuevos opositores al régimen de la Hermandad Musulmana enmascarados de negro quieren defender los manifestantes callejeros mediante el uso de la fuerza si es necesario. Inspirados en los movimientos occidentales anticapitalistas de los 80, el nuevo y misterioso «Black Bloc» apareció por primera vez en las manifestaciones convocadas para celebrar el segundo aniversario de la revolución del 25 de febrero. Esta organización declaró que su misión es luchar «contra el régimen fascista (de los Hermanos Musulmanes) y su brazo armado», y ha asumido la responsabilidad de una serie de actos de desobediencia civil, como el parar el transporte público o prender fuego a algunos de los centros de la Hermandad Musulmana. Entre tanto, la Hermandad Musulmana y los medios de comunicación proislamistas se han apresurado a denunciar al grupo calificándole de cualquier cosa, desde ser anarquistas violentos a títeres de Israel, mientras el Ejército ordenó «arrestar a cualquier sospechoso de pertenecer (al Black Bloc)», que calificó de «grupo organizado que lleva a cabo acciones terroristas». A comienzos de febrero de 2013 el líder de la oposición de izquierdas de Túnez, Chokri Belaid, fue asesinado, y violentos enfrentamientos tuvieron lugar en las calles entre partidarios del gobierno islamista e izquierdistas. Como consecuencia, algunos de los locales del partido islamista Al-Nahda fueron quemados por algunos manifestantes furiosos. La responsabilidad de estas acciones recaló en los anarquistas del «Movimiento Tunecino de Desobediencia», que se comprometió a defender la revolución de la contrarrevolución islamista. El movimiento también hizo pública una declaración llamando al establecimiento del Socialismo Libertario en Túnez y organizó protestas anticapitalistas durante el Foro Social Mundial que tuvo lugar en Túnez, difundiendo un manifiesto al respecto.

Logo del Bloque Negro de Egipto.

LAS MUJERES ÁRABES REVOLUCIONARIAS

Una «Primavera árabe» no vale para nada si no garantiza a la mujer árabe todos sus derechos, siendo de esta forma una «Primavera de la mujer». Debido a los tabúes religiosos y culturales, las mujeres árabes han sido oprimidas, maltratadas sexualmente y discriminadas en asuntos públicos. Pero las últimas revoluciones en la región ofrecieron a las mujeres árabes la posibilidad de alzar su voz, y debido a ello las mujeres en Egipto, Túnez e incluso Líbano se revolucionaron. Un fuerte llamamiento a favor del feminismo surgió en esos países llamando a la igualdad entre el hombre y la mujer y poner fin a la discriminación de género en los asuntos públicos.

A mediados de marzo de 2013, cuando la ONU hizo pública una declaración sobre los derechos de las mujeres, los Hermanos Musulmanes en Egipto criticaron el documento por anticipado afirmando que era «engañoso», y chocaba con los principios islámicos y minaba los valores familiares. Según la Hermandad Musulmana, la declaración de la ONU «elimina los valores islámicos, y busca destruir la familia... lo que llevará a la desintegración de la sociedad». Pese a que la Hermandad Musulmana aseguraba que los derechos de la mujer estaban protegidos en la Constitución posterior a la revolución, los activistas egipcios de derechos humanos declaraban que la Constitución minaba los derechos de las mujeres y las negaba la igualdad al ignorar sus derechos políticos.

Entre tanto, en Túnez, mientras el país celebraba el 56 aniversario de la Ley del Estatus Personal, el 23 de agosto de 2013 el partido gobernante islamista Al-Nahda propuso añadir una cláusula a la Constitución que dejaría de considerar a las mujeres iguales a los hombres ante la ley; en lugar de ello, la cláusula decía que la mujer «complementa» el papel del hombre en la familia. Esta cláusula se basaba en varios principios teóricos de Rashed Ghannoushi, líder del partido Al-Nahda, que presentó sus teorías en su libro Las mujeres: Entre el Corán y la realidad musulmana, y llegaba a la conclusión de que «las características únicas de la mujer giran en torno a sus funciones sexuales». Debido a ello, cada «característica de una mujer está relacionada con sus funciones sexuales y es el resultado de éstas». Esta teoría regresiva era simplemente evidente en la propuesta de Al-Nahda para el capítulo 28 de la Constitución sobre los derechos de la mujer. Desafortunadamente logró superar el «Comité de Derechos y Libertades».

Los partidos islamistas y salafistas siempre bloquean a las organizaciones internacionales que protegen a la mujer de la violencia con la excusa de que ciertos detalles se oponen al Islam. En su artículo la columnista saudí Badria al-Bishr nos recordaba que la declaración que liberaba los esclavos también fue rechazada por algunos que consideraban que esclavizar personas es un derecho asegurado por la religión. Pero ya nadie se atreve a «defenderlo».

CONCLUSIÒN

Es un error decir que los actuales alzamientos o la llamada «Primavera árabe» tan solo han regenerado el Islam. Hoy día el anarquismo y el islamismo están en ascenso, tan solo hay que ir a una cafetería en cualquier país árabe e intentar hablar con algunos intelectuales sobre la actual crisis política de la región para darse cuenta de cuanto rechazo hay hacia el tradicionalismo y las autoridades patriarcales debido a la frustración provocada por las falsas promesas. Todo esto son síntomas de que la región está cambiando, y las autoridades han de ser conscientes de dichos cambios, ya que los islamistas de hoy no serán los gobernantes de mañana. De lo contrario, como decía Karl Marx, la historia se repite, y la sociedad siempre se estructura a si misma, por lo que una segunda revolución sería inevitable.

FERRER, MÁRTIR DEL LAICISMO ÁRABE
La ejecución en 1909 de Ferrer y Guardia, fundador de la Escuela Moderna, provocó una ola de indignación en Oriente Medio. La militancia anticlerical de Ferrer, su defensa del laicismo y su condena a muerte acusado de organizar la «Semana Trágica», un alzamiento contra la guerra colonial en Marruecos (es decir, contra el imperialismo occidental) emocionó al mundo árabe. Según Ilham Khuri-Makdisi (The eastern Mediterranean and the Making of Global Radicalism, 1860-1914) tras la ejecución los intelectuales árabes Daud Mujais y Emile Khuri en el Líbano escribieron una obra de teatro que fue un éxito de aceptación popular. Lo mismo ocurrió en El Cairo y Alejandría, los otros centros intelectuales árabes de principios del siglo XX.

domingo, 12 de julio de 2015

Batallones de islamistas contra Donetsk y Lugansk


9 de julio de 2015

Batallones de islamistas están participando, junto al régimen de Kiev, en los combates contra las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.

Según el New York Times, se trata de los batallones Cheikh Manur y Jokhar Dudaev, que se componen principalmente de chechenos provenientes de Georgia y de Uzbekistán, así como del batallón Crimea, integrado por tártaros [1].

Esos grupos están vinculados a los nazis de la organización ucraniana Pravy Sektor y no están cobrando salarios del régimen de Kiev. El New York Times afirma no haber encontrado indicios de implicación estadounidense.

Sin embargo, como reveló Thierry Meyssan hace más de un año [2], la CIA viene coordinando a nazis e islamistas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

En el caso particular de Ucrania, el 8 de mayo de 2007, la CIA organizó un «Congreso Antiimperialista» (léase anti-ruso) en Ternopol (oeste de Ucrania) con la participación —ya en aquel momento— de los nazis ucranianos y los islamistas del Cáucaso. La coordinación creada aquel día puso a Dimitro Yarosh (el jefe de Pravy Sektor) en la presidencia de aquel movimiento e incluso recibió la bendición de Doku Umarov, quinto presidente del Emirato Islámico de Ichkeria y posteriormente proclamado primer emir del Cáucaso.

En diciembre de 2013, islamistas tártaros regresaban inesperadamente de Oriente Medio, donde habían estado peleando contra la República Árabe Siria, para dar protección a los participantes en la revolución de color de la plaza Maidan [3].

Por otro lado, en este momento, los antiguos oficiales del Estado Islámico en Irak y el Levante han sido ampliamente reemplazados por chechenos, al extremo que el idioma ruso ha reemplazado el uso del idioma árabe en el seno del estado mayor del actual Estado Islámico o Daesh.


NOTAS:
 [1] «Islamic Units Help Ukraine Battle Rebels. Stocked With Chechens Eager to Defy Russia», Andrew E. Kramer, The New York Times, 8 de julio de 2015.
 [2] «La CIA coordina una alianza de nazis y yihadistas», por Thierry Meyssan, Al-Watan (Siria), Red Voltaire, 19 de mayo de 2014.
 [3] «Yihadistas dan servicio de seguridad a los manifestantes de Kiev», Red Voltaire, 4 de diciembre de 2013.

domingo, 5 de julio de 2015

Fermín Salvochea (y III)

Por RUDOLF ROCKER


VII
El movimiento cantonalista y sus
consecuencias - Barcos ingleses y prusianos
en ayuda de la reacción - Prisión en La Gomera -
Sus estudios y su evolución filosófica -
Indulto rechazado - La fuga

El 9 de febrero de 1873 el rey Amadeo renunció al trono y pocos días después fue proclamada la I República española. La lucha sangrienta de la Comuna de París había producido gran impresión en España y se presentía que iban a ocurrir grandes acontecimientos. Por eso Amadeo prefirió renunciar. Pero el pueblo tampoco estaba conforme con la república centralista y debido a eso los hombres del nuevo gobierno se vieron obligados a proclamar la república federativa el 8 de junio de 1873. Para pacificar a los descontentos se eligió para la presidencia del ministerio al conocido proudhoniano Pi y Margall; pero el 3 de julio, al establecerse la nueva Constitución, los federalistas se dieron cuenta de que se trataba de engañarlos. Pi y Margall, el único hombre honesto y resuelto del nuevo gobierno, renunció a su cargo por no querer traicionar sus principios. Entre el 5 y el 13 de julio se sublevaron numerosas ciudades proclamándose como comunas independientes.

No puede ser, desde luego, el objeto de nuestro trabajo ofrecer un cuadro de ese movimiento complicado, que sólo concluyó el 11 de enero de 1874 con la represión sangrienta de la comuna de Cartagena. Esta ciudad heroica estuvo sitiada durante seis meses por el ejército español y por buques de guerra prusianos e ingleses antes de que se consiguiera someterla.

Salvochea se adhirió inmediatamente al movimiento federalista y fue elegido presidente del comité administrativo de la comuna de Cádiz. Pero su situación era difícil a causa de que había múltiples tendencias en el movimiento mismo. A principios de agosto llegó a las puertas de Cádiz el general Pavía al mando de un ejército. Salvochea y sus amigos defendieron la entrada de la ciudad, pero los buques de guerra británicos del puerto de Cádiz se pusieron del lado de las tropas del gobierno, terminando con ello toda tentativa de defensa interior.

Salvochea se hallaba en un lugar seguro cuando los soldados del general Pavía entraron en la ciudad. Le hubiera sido muy fácil llegar en bote hasta Gibraltar, pero al saber que muchos de sus amigos habían sido arrestados él mismo se entregó en manos del enemigo a fin de compartir la suerte de sus camaradas.

El consejo de guerra de Sevilla, lo condenó a reclusión perpetua en una de las colonias penales de África. Su noble amigo Pablo Laso se presentó voluntariamente ante el tribunal con la intención de acompañar a Salvochea en su encierro. En marzo de 1874 ambos fueron enviados al presidio de La Gomera. Salvochea soportó su destino con la mayor calma. Su familia le ayudaba con dinero, pero él compartía hasta el último céntimo con los desdichados presos y con los habitantes pobres de la colonia que lo veneraban como a un santo. Salvochea era el espíritu bueno de la isla, amigo y hermano de todo el mundo; su consuelo influía sobre todos evitando la desesperación. En 1876, fue trasladado a Ceuta, pero de allí fue nuevamente llevado a La Gomera. Durante los ocho años que pasara en las colonias penales, Salvochea estudió la medicina teórica y práctica, dedicando todos sus esfuerzos a los moradores de La Gomera. Pero él mismo cumplió también una notable evolución intelectual en su cautiverio. Estando aún en España había tomado una participación entusiasta en el movimiento obrero español y fue uno de los primeros miembros de la Internacional en ese país; pero fue en la reclusión donde halló el tiempo necesario para ocuparse de las ideas y aspiraciones de la federación española de la Asociación Internacional de Trabajadores; comprendió poco a poco que la república federativa no era más que el último escalón en la evolución libertaria y los escritos de Bakunin y de otros pensadores avanzados lo llevaron finalmente al anarquismo, que propagó con la mayor energía hasta el último momento de su vida.

En 1875, la madre de Salvochea trató de obtener el indulto de su hijo. Gracias a la ayuda de varios amigos influyentes logró el consentimiento de Cánovas del Castillo; pero cuando Salvochea tuvo noticia de esta gestión escribió a su madre una carta apasionada en la cual le prohibía hacer esfuerzo alguno en favor de su indulto, declarando que prefería morir en la prisión antes que aceptar un favor de sus enemigos más acérrimos. En 1883 la Municipalidad de Cádiz hizo una nueva tentativa en este sentido, con todo éxito, y el Tribunal Supremo resolvió conceder la amnistía a Salvochea. Pero no habían contado con el férreo carácter del gran revolucionario. Cuando el gobernador de la colonia penal le leyó su indulto, Salvochea rompió el documento en presencia suya, declarando que para él sólo existían dos maneras de ser libertado: o bien por su propia fuerza o por medio de una amnistía general para los presos políticos. Es de imaginar la impresión que produjo su actitud. Renunció Salvochea a la libertad y continuó en la prisión. Pero nueve meses más tarde consiguió huir de La Gomera. Logró alcanzar un pequeño velero árabe con el cual llegó a Gibraltar. Después de una corta permanencia en Lisboa y en Orán se estableció en Tánger, residiendo allí hasta 1886, cuando, en virtud de la muerte de Alfonso XII, pudo volver a España, donde fue recibido con un entusiasmo indescriptible.


VIII
1881 - Primer congreso público de
los anarquistas españoles - El proceso
de La Mano Negra - Proceso y condena
de Salvochea - Penurias de su prisión -
Intento de suicidio - Amnistía -
Muerte de Salvochea

Volvió Salvochea en un momento oportuno. De 1874 a 1881 el movimiento anarquista en España atravesó un período espantoso. Las bárbaras leyes de excepción impidieron toda propaganda pública. Centenares de compañeros padecían en las cárceles y sin embargo el movimiento subsistía en las organizaciones secretas. Se editaban periódicos clandestinos, como por ejemplo El Orden, Las Represalias, La Revolución Popular, El Movimiento, etc. Sólo en 1881 terminó ese período aciago y ese mismo año se celebró el primer congreso público de los anarquistas españoles. De 1881 a 1892 el movimiento tomó un considerable incremento, estando Salvochea siempre a la vanguardia de sus camaradas. En 1886, es decir, poco tiempo después de volver a Cádiz, fundó un periódico anarquista, El Socialismo, y llevó a cabo una enérgica propaganda en Andalucía. En todas las aldeas se organizaron los labriegos y el anarquismo hizo un progreso enorme en la provincia entera. El gobierno contemplaba con terror ese movimiento. Trató de suprimir el periódico por medio de una serie de procesos, pero sólo consiguió fortificar la propaganda anárquica. Durante la aparición del periódico, de 1886 a 1891, Salvochea fue arrestado y condenando numerosas veces, pero su defensa enérgica ante los jueces producía gran impresión, infundiendo cada proceso más vigor al movimiento.

Entonces el Gobierno se valió de otro recurso. Ya a principios de 1880 había difundido la noticia de que existía en Andalucía una sociedad conspiradora, La Mano Negra, compuesta de asesinos y ladrones e influida por los principios anarquistas. La prensa reaccionaria repitió tantas veces esta invención que finalmente todo el mundo la creyó y millares de personas fueron detenidas y a menudo condenadas por ser miembros de la presunta Mano Negra. En el fondo, la policía tenía la intención de disolver en esta forma la poderosa Asociación de los labriegos españoles. El 1 de mayo de 1890, Salvochea organizó una grandiosa demostración revolucionaria en toda Andalucía, que produjo una impresión soberbia sobre los trabajadores de España. Al año siguiente, en la misma fecha, se verificó una manifestación análoga, aunque el gobierno había arrestado días antes a Salvochea y a otros compañeros. Poco después del 1 de mayo estallaron dos explosiones en la ciudad. A consecuencia de una murió un obrero y de la otra cuatro jóvenes. La prensa reaccionaria, desde luego, sospechó de los anarquistas. El Socialismo declaró inmediatamente que aquello era una estratagema de la policía, pero poco después un ejército de pesquisas y vigilantes invadió la redacción del periódico, «descubriendo» allí dos bombas que ellos mismos, claro está, habían preparado. El resultado fue que detuvieron a gran número de camaradas; Salvochea tuvo la misma suerte algunas semanas después.

Sucesos análogos ocurrieron también en Jerez de la Frontera, una de las ciudades más revolucionarias de Andalucía. En agosto de 1891 fueron arrestados allí 157 anarquistas, acusados de pertenecer a La Mano Negra. Es claro que esas infamias de la reacción provocaron un odio encarnizado entre los labriegos y campesinos. Viendo pisoteados sus derechos más elementales, algunos centenares de ellos resolvieron libertar por la fuerza a sus camaradas encarcelados en Jerez. La noche del 8 de enero de 1892, 500 labriegos y artesanos penetraron en la ciudad de Jerez al grito de «¡Viva la revolución social! ¡Viva la anarquía!» Fueron muertos dos terratenientes; al principio los soldados se asustaron y de este modo los rebeldes lograron poner en práctica parte de su plan. Al amanecer, los revolucionarios se tuvieron que retirar después de una lucha sangrienta con la fuerza armada. La venganza de la burguesía fue terrible. El 18 de febrero de 1892 los anarquistas Lamela, Valenzuela, Bisiqui y El Lebrijano fueron ajusticiados. Murieron heróicamente, saludando a la muerte con el grito de «¡Viva la anarquía!». Y ellos resultaron los más felices; otros diez y siete compañeros fueron condenados a diez, doce, quince y veinte años de presidio y algunos aun a perpetuidad. Entre los acusados estaba también Salvochea. El gobierno lo acusaba de haber organizado la sublevación de Jerez, estando encerrado en la cárcel de Cádiz. En esta última ciudad no hubo ningún juez que se hiciese cargo del proceso. En consecuencia Salvochea fue puesto a disposición de un consejo de guerra, el cual lo condenó a doce años de presidio.

La actitud de Salvochea ante sus jueces fue valiente. Bien sabía que iba a ser condenado, costara lo que costara. Véase su diálogo con el juez: «Está usted obligado a contestar la verdad a todas las preguntas que le voy a formular». Salvochea: «Este proceso no es más que una comedia vergonzosa y yo estoy condenado ya antes de presentarme ante ustedes; por lo tanto no tengo nada que contestar». El juez: «La ley establece que el acusado que renuncia a responder a las preguntas que le plantea el juez reconoce su culpabilidad». Salvochea: «Estoy resuelto a asumir la responsabilidad de mi silencio». El juez: «Pero debe usted respetarme como juez». Salvochea: «Para mí todos los hombres son iguales. Yo no reconozco superiores y no tengo por qué respetarle». El juez le formuló todavía una docena de preguntas, pero Salvochea guardó silencio.

Salvochea fue transportado a la cárcel de Valladolid, donde debía cumplir su condena. Al principio se le tuvo aislado completamente del mundo exterior y ni siquiera se le permitía escribir cartas. Sólo el 7 de noviembre de 1893, cuando estaba ya gravemente enfermo en el hospital de la prisión, se permitió que algunos íntimos amigos suyos lo visitaran. Su estado era de lo más espantoso que imaginarse pueda. El primer domingo después de haber llegado a la cárcel de Valladolid, el director le exigió que asistiese a misa. Salvochea se negó, diciendo que era ateo. «No importa —replicó el director— usted irá a la iglesia o de lo contrario lo encerraré en una celda subterránea». «Prefiero la celda» —contestó Salvochea—. Fue alojado en una cueva horrible, en un agujero oscuro, húmedo y frío. Pasaron algunos meses; Salvochea enfermó a causa de la humedad y sintió que sus fuerzas le iban abandonando de día en día. No podía esperar salvación alguna, porque España atravesaba entonces un período reaccionario. En este estado resolvió suicidarse, para poner fin a sus dolores. Con una vaina rota se produjo dos heridas profundas en las venas del cuello y en un costado. Luego se tendió en el suelo y perdió el conocimiento. Pero debido al horrible frío que reinaba en la celda su sangre se congeló en las venas y esta fue su salvación.

Habiéndolo encontrado en tan espantoso estado el director se acobardó. Lo trasladó al hospital y poco a poco fue reponiéndose. Al recobrar la salud el director le ofreció un puesto de escribiente en la prisión, pero Salvochea se resistió a aceptar, diciendo que no quería ser un sirviente del Estado, ni siquiera en esa forma. El 21 de agosto de 1898 fue trasladado a la cárcel de Burgos. Allí su situación era mejor. Tradujo una obra de astronomía de Flammarion, produciendo algunos otros trabajos de carácter literario. Por fin, en 1899, cuando los prisioneros de Montjuich fueron libertados, gracias al vasto movimiento de protesta, se abrieron también para Salvochea las puertas de la prisión. Se dirigió a Cádiz donde el pueblo lo acogió con señalado júbilo. Su espíritu seguía siendo siempre el mismo, pero su salud, sobre todo la vista, sufría mucho a causa de los largos años de encierro.

Salvochea se mostró activo hasta el final de sus días. Sacrificó sus bienes y su sangre, toda su fortuna, por el ideal en que creía y llegó a ser tan pobre como el proletario más indigente. Escribió numerosos artículos para la prensa anarquista de España y editó también algunos folletos. Su último trabajo literario ha sido una excelente traducción de Campos, fábricas y talleres de Kropotkin, que se publicó primeramente en La Revista Blanca y luego en libro.


IX
Sepelio de Salvochea

Esta es, brevemente narrada, la biografía de Fermín Salvochea, héroe y luchador. Su muerte causó un mar de lágrimas y su sepelio dio lugar a una manifestación enorme, en la que participaron cerca de 50.000 personas. De todos los pueblos y aldeas afluyeron los pobres y desheredados para despedirse del extinto. Centenares de mujeres besaban los labios fríos que antes llamaran con tanta frecuencia a la lucha por el pan y la libertad. Yal ser depositado en la fosa el cadáver del inolvidable camarada, millares de bocas exclamaron: «¡Viva la anarquía!»

Salvochea ha muerto, pero un movimiento que cuenta en sus filas con semejantes hombres es invencible.

(1945)


sábado, 4 de julio de 2015

Fermín Salvochea (II)

Por RUDOLF ROCKER


IV
Breve esbozo de la historia social española
de mediados del pasado siglo

En 1864 Salvochea abandonó Londres para regresar a Cádiz. En aquel entonces se iniciaba en Andalucía un vigoroso movimiento revolucionario. Rafael Guillén y Ramón de Cala, dos hombres valientes y socialistas convencidos, se consagraron con mucha energía y entusiasmo a organizar los elementos republicanos y demócratas de la provincia. El movimiento republicano en Andalucía ha tenido siempre un marcado carácter socialista y la mayor parte de sus apóstoles y propagandistas fueron partidarios del socialismo.

La propaganda socialista se inició en España después de la revolución de 1840. En aquella época Joaquín Abreu desarrollaba en Andalucía una propaganda vigorosa y llena de éxito en favor de las ideas de Charles Fourier. Explicaba sus ideas en la prensa radical de Cádiz, ideas que hallaron bien pronto un eco en los periódicos de otras ciudades. Para conocer el desenvolvimiento que ha tenido ese movimiento basta recordar el hecho de que Abreu logró en un breve plazo, de cuatro a cinco millones de pesetas para fundar una colonia fourierista en los alrededores de Jerez de la Frontera. Pero el gobierno impidió la realización de ese proyecto, persiguiendo a los propagandistas socialistas. De éstos, los más conocidos fueron Pedro Ugarte, Manuel Sagrario y Faustino Alonso; más tarde se agregaron José Barterolo, Pedro Bohórquez y finalmente Guillén y De Cala, a quienes ya hemos mencionado.

En 1864, Fernando Garrido, el famoso historiador y socialista español, que conoció en Cádiz las doctrinas de Fourier, fundó el primer periódico socialista de España, La Atracción, que apareció en Madrid. La publicación no vivió mucho tiempo pero gracias a ella se formó en la capital un círculo socialista que editó más tarde otro órgano, La Organización del Trabajo. Hombres como el heroico Sixto Cámara, que cayó luego en la lucha por la república social, Juan Sala, Francisco Ochando y después el fogoso Cervera eran las figuras principales del círculo socialista de Madrid. Cervera ha sido el fundador de la primera escuela libre socialista de España, pero cuando ya contaba con más de 500 alumnos el ministro Morillo sofocó esa brillante empresa, diciendo que «en España no necesitamos hombres capaces de pensar, sino bestias de trabajo».

En Barcelona el primer movimiento socialista fue influido por el comunismo icariano de Étienne Cabet. En 1847 el comunista Monterreal fundó La Fraternidad, primer periódico comunista de la capital catalana, en el cual publicó la obra de Cabet Viaje a Icaria. Ya en 1840 el obrero Munst había organizado en Barcelona un sindicato de tejeros con 200 miembros, echando así la base del futuro movimiento sindicalista.

Desde 1850 se desarrolló en Cataluña una activa propaganda por las ideas de Proudhon, que venció poco a poco a todas las otras tendencias. Ramón de la Sagra y el famoso Pi y Margall tradujeron las obras del teórico francés y bien pronto nació en Barcelona y en otras ciudades catalanas un vasto movimiento mutualista y sindical. Este movimiento pasó a Andalucía, aunque no ha tenido allí la misma importancia que en Cataluña. En 1853, el gobierno español intentó ahogar totalmente ese pacífico movimiento; pero la ley contra las asociaciones obreras no fue más que letra muerta. En 1854 se creó una federación de todas las corporaciones obreras de Cataluña, contando con 90.000 socios. En 1855, el general Zapatero quiso sofocar ese movimiento por medio de la fuerza. Fueron clausurados los locales de las corporaciones y reducidos a prisión los propagandistas más conocidos. Al principio los obreros se mantuvieron tranquilos, pero de pronto 50.000 proletarios pertenecientes a todos los gremios abandonaron el trabajo, el 2 de julio de 1855, en las fábricas de Barcelona, Sans, Cornellá, Reus, Badalona y otras ciudades, declarando la huelga general en defensa de sus derechos. Nadie esperaba semejante hecho; la excitación general era enorme y el gobernador de Barcelona lanzó una proclama a los obreros prometiéndoles reconocer sus exigencias si volvían al trabajo. Los obreros consintieron. Durante los primeros momentos se habló mucho, efectivamente, de reformas sociales, pero al mismo tiempo se adoptaban con todo sigilo las medidas más bajas contra la organización de los trabajadores, hasta que finalmente fueron proclamadas, en 1861, las conocidas leyes de excepción contra el proletariado de Cataluña. Desde entonces los obreros españoles renunciaron a toda esperanza en una táctica pacífica y en los llamados derechos legales.

En Andalucía, bajo el gobierno de Narváez, la reacción había destruido desde hacía tiempo la fe en el progreso pacífico. Hay pocos lugares en el mundo donde se haya vertido tanta sangre como en ese país maravilloso. Andalucía ha sido siempre la región de las conspiraciones y de las revueltas, porque más que cualquier otra provincia de España ha sufrido bajo el yugo terrible de la reacción. Millares de hombres y mujeres valientes anegaron con su sangre la tierra de Andalucía, miles de sus habitantes perecieron en las cárceles de las colonias penales, mas la reacción nunca fue capaz de sofocar el espíritu rebelde que late en el corazón del pueblo andaluz.

Las sublevaciones de Málaga, Utrera y de la provincia de Sevilla en 1857 fueron reprimidas de un modo sangriento. Centenares de rebeldes fueron fusilados o recluidos. Sólo en Sevilla se asesinaron 95, meses después de haber sido sofocado el levantamiento.

En 1861 se produjo una gran sublevación bajo la jefatura del republicano socialista Pérez del Álamo. Este levantamiento tuvo las mejores probabilidades de obtener un éxito. Fue preparado durante mucho tiempo y no menos de 30.000 hombres se unieron a los rebeldes cuando entraron en la ciudad de Loja; pero la incapacidad militar de los dirigentes fue el mayor obstáculo para la empresa. Después de algunas luchas sangrientas los revolucionarios fueron vencidos. El gobierno reaccionario se vengó horriblemente: más de 200 hombres fueron fusilados por orden de los Consejos de Guerra, la mayor parte de ellos sin proceso. Centenares de personas fueron enviadas a presidio, la reacción prohibía toda manifestación de libertad y sólo en 1864, precisamente cuando Salvochea regresaba de Londres, la situación general de Andalucía era algo mejor. Creemos que esta somera revista histórica ha sido necesaria porque ella ofrece al lector un pequeño cuadro de la situación bajo la cual se ha desarrollado la acción de Salvochea.


V
De Londres a Cádiz - La comuna revolucionaria
de Cádiz - La República traicionada por
los republicanos timoratos y politiqueros -
Defensa de Cádiz - Entereza ante la derrota

Fermín Salvochea volvió a Inglaterra hecho un comunista y ateo. En su patria se convirtió en revolucionario y republicano. Claro está, en defensor de una república comunista. Con todo el apasionamiento entusiasta de su noble carácter se entregó al movimiento revolucionario conspirador. Tuvo una participación activísima en las empresas más arriesgadas y su valor personal, su espíritu de sacrificio, lo convirtieron poco a poco en uno de los dirigentes más capaces y de mayor influencia en el movimiento republicano. Salvochea era rico, sumamente rico; se decía que su padre poseía una fortuna de tres millones de pesetas; pero Fermín vivía modestamente y se valía de su riqueza como fondo para la causa revolucionaria.

Las casamatas de San Sebastián y Santa Catalina, cerca de Cádiz, era en aquel entonces el albergue de los presos políticos de toda España. Los revolucionarios que debían ser recluidos en las colonias penales de Fernando Poo o de Manila quedaban encerrados durante algún tiempo en las prisiones de Cádiz, antes de que fuesen enviados a su destino. Salvochea los visitaba a todos y tenía para cada cual un buen consejo y alguna ayuda.

En 1866 Salvochea y sus amigos organizaron una empresa grandiosa. Se esperaba que los artilleros encarcelados, que habían tomado parte en la sublevación de Madrid, serían enviados a la prisión de San Sebastián para transportarlos luego a Manila. Pero por lo visto el gobierno se mostró receloso porque cambió repentinamente de opinión.

En 1867 la reina Isabel volvió a poner el mando en manos del odiado verdugo Narváez y el país desdichado sintió las consecuencias de una terrible reacción. Ya en junio de 1868 habían estallado algunas revueltas aisladas en Cataluña y Andalucía, pero fueron inmediatamente reprimidas en sangre. Salvochea tuvo una participación destacada en el levantamiento militar del regimiento Cantabria; dicho levantamiento fue el preludio de la revolución de septiembre de 1868. Ésta comenzó el 18 de septiembre en Cádiz, propagándose cual un incendio por toda Andalucía. El día 28, el ejército real fue batido por los insurgentes y el 29 la comuna de Madrid proclamó la destitución de la dinastía borbónica.

Salvochea fue elegido miembro de la comuna revolucionaria de Cádiz y segundo comandante del segundo batallón de voluntarios. Fueron muchos los que quisieron incorporarse a él, pero Salvochea eligió únicamente a los republicanos y a los comunistas.

Toda España saludó con el mayor júbilo la caída de la odiada dinastía y durante un instante pareció que se iban a realizar millares de esperanzas. Pero los hombres del gobierno provisional de Madrid no eran más que monárquicos liberales y adversarios del ideal republicano. Gracias a la actitud vergonzosa del republicanismo burgués, Castelar y sus amigos, los miembros del nuevo gobierno, los señores Prim, Zorrilla, Sagasta, etc., adquirieron valor y se pronunciaron abiertamente contra la República. Salvochea y sus amigos comprendieron el peligro, sabían que el gobierno flamante se vengaría de los republicanos en la primera oportunidad. Con el propósito de prepararse para la lucha los revolucionarios andaluces convocaron para los primeros días de diciembre de 1868 una gran asamblea en Álava. Salvochea seleccionó los elementos fieles de Cádiz, recomendándoles que no depusieran en modo alguno las armas. El 5 de diciembre apareció, inesperadamente, ante los muros de Cádiz, una sección de artillería exigiendo, en nombre del gobierno, que la milicia revolucionaria hiciera entrega de sus armas en el término de tres horas. Aún no había transcurrido este plazo cuando comenzó el tiroteo. Algunos revolucionarios cayeron muertos y otros heridos.

Inmediatamente Salvochea se colocó al frente de los rebeldes y organizó la defensa militar de la ciudad. La lucha duró tres días; la artillería hizo esfuerzos desesperados por conquistar la plaza sin resultado alguno. Salvochea luchó como un león, estaba en todos los sitios de mayor peligro y su valor heroico infundió a los rebeldes una fuerza increíble.

Al cuarto día los embajadores de la ciudad solicitaron un armisticio, que fue aceptado por ambas partes. Pero el gobierno «liberal» se apresuró a enviar contra los valerosos insurrectos un ejército al mando del general Caballero de Rodas. Salvochea mantuvo su posición hasta el 11 de diciembre; pero a medida que el general se iba acercando, sin encontrar resistencia, comprendió Salvochea que el pequeño núcleo de revolucionarios mal armado no estaba en condiciones de oponerse a un ejército y que toda resistencia sólo ocasionaría una matanza, sin ninguna probabilidad de éxito. En consecuencia disolvió la milicia revolucionaria enviándola a otro lugar y quedándose él solo. Se fue tranquilamente al casino militar para esperar allí al general Caballero de Rodas. El coronel Pazos, jefe del tercer regimiento de artillería, lo fue a ver para pedirle que salvara su vida, abandonando Cádiz, porque el general ordenaría, con toda seguridad, que fuese fusilado. Salvochea no aceptó. El coronel le ofreció su ayuda personal, pero Salvochea se mantuvo firme en su decisión. Sabía que el gobierno lo consideraba como culpable principal y en caso de no ser hallado por De Rodas la ciudad entera debería sufrir por su causa y eso habría sido para él peor que la muerte. Su carácter noble no le permitió pensar en su propia salvación; estaba dispuesto a afrontar toda la responsabilidad y resuelto a morir por sus hechos. Esta actitud admirable impresionó profundamente hasta a sus enemigos y el general De Rodas, no queriendo ser el verdugo de semejante hombre, lo envió en calidad de prisionero de guerra a la fortaleza de San Sebastián.

Empero el pueblo de Cádiz supo apreciar este carácter elevado y pocos meses después Salvochea era elegido por gran mayoría representante de Cádiz en las Cortes. El gobierno provisional había declarado anteriormente que no reconocería esa elección y el parlamento «revolucionario», en efecto, apoyó esta actitud. Diríase que esos extraños «revolucionarios» querían demostrar que Salvochea no cuadraba en su compañía; en este sentido tenían razón, pues el verdadero sitio del gran rebelde era la barricada y no el parlamento.


VI
Amnistía - Movimiento federalista de Cataluña -
Derrotados - París - Vuelta a Cádiz -
Salvochea alcalde de Cádiz

En febrero de 1869 se reunió el nuevo parlamento y una de sus primeras resoluciones fue la de conceder la amnistía a los presos políticos, que todo el pueblo requería enérgicamente. Algunos días después Salvochea y muchos otros abandonaron las casamatas de San Sebastián y Santa Catalina. Salvochea reanudó en seguida sus trabajos, fomentando en Andalucía una agitación vigorosa a favor de un nuevo levantamiento republicano, porque era aquel el único modo de salvar las consecuencias de la revolución del 68.

El 1 de junio de 1869 las Cortes adoptaron una resolución monárquica, por 214 votos contra 56, decidiendo buscar en Europa un rey adecuado para el trono español. Emilio Castelar y otros republicanos burgueses se limitaron a protestar débilmente en lugar de recurrir a la única solución que les quedaba: la sublevación. Pero esos comediantes republicanos no querían saber nada de tales medios y prefirieron traicionar la República y la revolución de 1868. En el mes de septiembre estalló en Cataluña el levantamiento federalista. Salvochea y sus amigos resolvieron en el acto apoyar a los rebeldes agitando la bandera de la revuelta en su provincia. El 30 de septiembre, Salvochea a la cabeza de 600 hombres, marchaba de Cádiz a Medina para reunirse allí con los revolucionarios de Jerez y de Ubrique. Aun cuando aquéllos sabían que las perspectivas de triunfar no eran muy brillantes, decidieron iniciar la campaña, costara lo que costara. Sabían que el levantamiento era el último recurso para defender su libertad y, hombres resueltos, estaban decididos a morir antes que someterse sin intentar la defensa.

Salvochea fue perseguido inmediatamente por las tropas del gobierno. No lejos de Alcalá de los Gazules se llevaron a cabo los primeros encuentros sangrientos. Los militares eran cien veces más fuertes que los revolucionarios mal armados; pero éstos lucharon con notable heroísmo y en pocos días presentaron tres batallas encarnizadas. Rafael de Guillén fue hecho prisionero y los soldados lo asesinaron en una forma salvaje, por orden del coronel Luque. Cristóbal Bohórquez, el defensor incansable y heroico de la libertad e igualdad sociales, cayó en el campo de batalla. Salvochea luchó como un héroe; sabía que su causa estaba perdida, pero su valor era inquebrantable. Finalmente, después que el ejército hubo conquistado los sitios estratégicos más importantes y después de haber recibido los rebeldes la noticia de que no había sido posible promover un levantamiento en Málaga y en Sevilla, los revolucionarios dispersaron sus filas para salvarse aisladamente. Sometiéndose a varios peligros, Salvochea y otros lograron llegar a Gibraltar. De allí pasó a París, donde frecuentó los círculos avanzados que se agrupaban en torno de La Revue, Le Rapell y otros periódicos radicales. De París Salvochea partió para Londres, de donde pudo regresar a España gracias a la amnistía de 1871. En Cádiz el pueblo lo acogió con indescriptible entusiasmo y ese mismo año fue elegido alcalde.

Como alcalde de Cádiz, Salvochea trabajó mucho por el embellecimiento de la ciudad, convirtiéndola en una de las más hermosas de España. Estableció también algunas reformas útiles en la administración política. Pero no duró mucho tiempo en su cargo porque en julio de 1873 estalló en España la revolución cantonalista y Salvochea fue uno de los primeros en tomar el fusil en la mano para la conquista de la igualdad económica y la autonomía local.