domingo, 6 de julio de 2014

Reconstrucción del Museo Kropotkin

 

(Julio 2014)

Hace ya casi 25 años de intentos de reactivar el Museo Kropotkin en Dmítrov (ciudad próxima a Moscú), situado en la casa en la que vivió sus últimos años y murió en 1921. Esta casa fue declarada museo en 1992, pero años más tarde fue demolida por «vieja» para construir en su lugar una copia nueva, idéntica a la antigua, proceso que se alargó en el tiempo. Fueron insuficientes los esfuerzos de algunos historiadores locales y los llamamientos de los anarquistas pidiendo la reapertura del museo, sobre todo por la inercia burocrática y la falta de interés de la Administración local y del museo histórico de la ciudad por perpetuar esta parte importante de la historia, el legado de Piotr Kropotkin.

Pero en las últimas semanas se aceleró la reconstrucción de la casa: se finalizó la reforma del suelo, se instaló la red eléctrica y comenzó la preparación del material expositivo del futuro museo. Según los organizadores del museo, algunos muebles tendrán carácter memorial y una de las salas estará dedicada a la historia del anarquismo y al anarquismo contemporáneo (inclusive se plantea el uso de Internet). Formalmente, el Museo Kropotkin pertenece al museo histórico local, pero sus organizadores se interesan por la personalidad de Kropotkin y por sus ideas. Por tanto, esperamos que a pesar de la creciente represión en Rusia, el Museo Kropotkin, así como Priamújino (localidad de nacimiento de Bakunin), sea una llama viva del reconocimiento de las teorías y de las prácticas anarquistas.

A.N.A.

sábado, 5 de julio de 2014

La guerra, ¿naturaleza o cultura?


Por AUGUSTO GAYUBAS

«… si esta mirada pudiese abarcar el amontonamiento de los cadáveres mutilados y la sangre
que baña la tierra, sin una lágrima de pena, sin un remordimiento, se preguntaría si toda
aquella carnicería es acaso obra de un destino ciego, inexorable, que condena a los hombres
desde su origen a un común matadero, o una gran locura que sojuzga al género humano…»

Pietro Gori, Guerra a la guerra (1903)

En abril de 1918, días antes de ser encarcelado por las autoridades británicas a raíz de su activismo pacifista, el filósofo y matemático Bertrand Russell concluyó la escritura de un pequeño libro sobre las doctrinas y movimientos revolucionarios del cambio de siglo, que llevó por título Proposed Roads to Freedom (en castellano, Los caminos de la libertad). Allí, al tiempo que reconocía la viabilidad de construir «caminos de libertad» que desafiaran al orden social imperante, recuperando algunos de los principios esgrimidos por anarquistas y sindicalistas revolucionarios, criticaba la postura (atribuida de manera simplista a algunos de aquéllos) según la cual la guerra sería un mero producto de la dominación estatal y de la explotación capitalista, por lo cual bastaría con eliminar tanto la una como la otra para garantizar un mundo de paz.

De acuerdo con Russell, la guerra precedía tanto al capitalismo como a la opresión estatal. En este punto, acaso los estudios antropológicos del siglo XX, las indagaciones arqueológicas más actuales e incluso los relatos de viajeros de las centurias pasadas que anotaron sus observaciones sobre sociedades que estaban más o menos sustraídas a la influencia de la dominación occidental, darían la razón al filósofo. Sin embargo, el argumento de Russell daba un paso en falso al fundamentar su apreciación en la idea de que la guerra estaba inscrita en «los instintos fundamentales de la naturaleza humana». En efecto, para Russell no sólo «hubo guerras antes de que el capitalismo existiera», sino que la violencia bélica característica de los seres humanos sería en un punto equiparable a los comportamientos animales, lo cual lo llevó a considerar atinado, en una reflexión sobre la guerra, señalar que «la lucha es habitual entre los animales». En suma, para Russell «el hombre es por naturaleza un competidor, un ser adquisitivo y más o menos belicoso».

Este tipo de aproximación, que leída en el marco de la antigua discusión entre hobbesianos («el hombre es un lobo para el hombre») y russonianos («el hombre es bueno por naturaleza») estaría añadiendo un fundamento animal a la imagen de la guerra de todos contra todos elaborada por Hobbes, sería en algún punto rebatido —aunque no en un diálogo directo— por los trabajos de Piotr Kropotkin. En una obra publicada póstumamente, este pensador anarquista referiría como «falsos» los principios esgrimidos tanto por las miradas hobbesianas como por las russonianas y afirmaría, tomando como ejemplos las observaciones que circulaban en su época, que el «hombre primitivo no es, en modo alguno, ni un ideal de virtud ni un tigre»[1]. Por otro lado, insistiría sobre su tesis de que entre las especies animales, la lucha por la existencia enunciada por Darwin no apuntaba al exterminio de los menos adaptados en el seno de una especie (como, según Kropotkin, habían malinterpretado los darwinistas sociales en su aplicación del evolucionismo darwiniano al estudio de las sociedades humanas), sino a «la lucha contra los elementos hostiles de la naturaleza o bien contra las demás especies animales, la cual se efectúa en grupos unidos y mediante la ayuda mutua»[2]. En este sentido, ni siquiera una lectura evolucionista que apuntara al fundamento animal del ser humano debía conducir necesariamente a la proposición de un instinto agresivo que explicara en última instancia la guerra.

Llamativamente, en los años sesenta las impresiones de Russell hallarían su versión científica en la obra de autores como el etólogo Konrad Lorenz y los antropólogos Lionel Tiger y André Leroi-Gourhan. La hipótesis preponderante de este tipo de teorías partía de homologar la guerra con la cacería, no solamente en el sentido de destacar ciertas similitudes en los procedimientos característicos de ambas prácticas, sino en suponer una motivación común nacida de una presunta agresividad innata del Homo sapiens y de sus ancestros.

El antecedente inmediato de estas hipótesis se halla en las reflexiones, por un lado, del anatomista Raymond Dart (quien interpretó los primeros fósiles descubiertos del género Australopithecus —uno de los ancestros del Homo sapiens, extinto hace unos dos millones de años— como correspondientes a una especie de cazadores asesinos y caníbales que empleaban armas para cazar individuos de otras especies y de la suya propia, y cuya temprana presencia debía probar la existencia de un «impulso homicida» característico de los homínidos), y por el otro, del ensayista Robert Ardrey (quien popularizó desde principios de la década del sesenta una suerte de renacimiento del «mito del primate asesino» —que a principios del siglo XX proponía un origen de la guerra previo a la aparición del Homo sapiens— postulando, en la línea de Dart, la existencia de un supuesto instinto homicida común al hombre y a sus ancestros).

Entre tantas críticas que se hicieron a estas reflexiones, que en definitiva veían en la agresión el motor de la evolución, se destaca una serie de constataciones en el orden de la evidencia, en particular: a) la imposibilidad de sostener con testimonios que el Australopithecus pudo haber construido armas o herramientas; b) la conclusión —tras un minucioso examen— de que las heridas presentes en algunos de los fósiles de este género no se debían a un patrón de «agresión» intraespecífica (entre individuos de la misma especie) ni de canibalismo sino a mordeduras de hienas y leopardos —redundando, por lo tanto, en la percepción de estos homínidos como presa y no como predadores—; y c) la consideración según la cual, dado que el Homo erectus habría sido carroñero, difícilmente el Australopithecus, ancestro de aquél, hubiera practicado la cacería.

De todos modos, lo cierto es que el enunciado central de este tipo de miradas (la proposición de un instinto agresivo del hombre expresado tanto en la cacería como en la guerra) fue retomado y recubierto de un barniz científico a lo largo de la década del sesenta.

A finales de aquella década y durante la siguiente, diversos estudiosos se ocuparon de apuntar las falencias de este tipo de hipótesis, tanto en su versión silvestre (Dart, Ardrey) como en su versión científica (Lorenz, Tiger, Leroi-Gourhan). Los argumentos fueron contundentes.

Por un lado, se advirtió que no cualquier forma de lucha —y mucho menos cualquier forma de agresión— supone una práctica de guerra («la lucha entre dos hombres no es guerra» —escribe el antropólogo Keith Otterbein— salvo cuando expresa el enfrentamiento entre comunidades políticas autónomas), con lo cual la especificidad de la guerra no puede comprenderse con arreglo a una mera capacidad para la agresión[3].

Por otro lado, se señaló que la inferencia de un instinto agresivo a partir de la equiparación de la guerra con la cacería supondría pensar en la existencia de un impulso adquisitivo que haría de la guerra una cacería de hombres (según la clásica formulación de Leroi-Gourhan), escenario que sólo se podría sostener si las guerras tuvieran el único objetivo de obtener carne humana u otros insumos para la subsistencia. Esta situación no sólo es inexistente en los contextos mayoritarios de guerra sin prácticas de canibalismo, sino también entre sociedades que practican la antropofagia, en la medida en que esta última tiene un sentido estrictamente ritual.

Y por último, se remarcó el sencillo hecho de que «no hay evidencia fisiológica de que los humanos posean un instinto agresivo»[4].

De un modo similar se ha discutido la hipótesis del primatólogo Richard Wrangham y el escritor Dale Peterson, cuyo punto de partida consiste en considerar que las similitudes perceptibles entre el hombre y el chimpancé en la actualidad tendrían su origen en un ancestro común[5]. Este ancestro es pensado por los autores a imagen del chimpancé moderno, lo cual los conduce a aventurar que los comportamientos típicos de este último (entre ellos, comportamientos definidos como violentos) serían característicos de aquél. En consecuencia, la hipótesis de los autores es que la violencia intergrupal y el asesinato intraespecífico son tan antiguos como el chimpancé ancestral, y que, por lo tanto, la agresión es una herencia biológica. En última instancia, el asesinato intraespecífico, así como el desarrollo de la habilidad para cazar, serían el resultado de un «deseo de matar» inherente a humanos y chimpancés.

Más allá de la dificultad que supone postular una equivalencia absoluta entre los chimpancés ancestrales y los modernos (pues median entre ellos millones de años de evolución), los fundamentos biológicos de los comportamientos considerados «agresivos» de los chimpancés han sido puestos en duda: por un lado, porque se han registrado relativamente pocas situaciones de asesinato entre chimpancés, y por el otro, porque allí donde éstas fueron testimoniadas se ha constatado un importante impacto de la actividad humana sobre el hábitat, lo cual disminuye la posibilidad de pensar en una motivación heredada[6].

En suma, como sostiene Richard Sipes, «ciertamente los Homo sapiens tienen una aptitud para la agresión violenta y el asesinato intraespecíficos [del mismo modo, diremos, que para la cooperación y las relaciones pacíficas], dado que en ocasiones se involucran en ellos», pero la tendencia a la violencia y a la guerra por parte de un grupo de personas no parece poder explicarse en función de «los genes de los hombres individuales» sino más bien de las disposiciones culturales de la sociedad[7]. Si nos concentramos en el problema de la guerra, parece acertado señalar que tanto las dificultades inherentes a las lecturas biológicas apuntadas en los párrafos precedentes como la constatación histórica y etnográfica de que «la intensidad y la frecuencia de la guerra son muy variables» en distintos contextos sociales[8], son material suficiente para proponer que la guerra (en términos del antropólogo Pierre Clastres) «señala hacia la cultura, no hacia la naturaleza»[9].

(Nº 294 - Enero 2014)


NOTAS:
[1] Piotr Kropotkin, Origen y evolución de la moral, Biblioteca Virtual Antorcha, 2003 [1924], p.59.
[2] Ibídem, p.199.
[3] Keith F. Otterbein, How War Began, Texas A&M University Press, College Station 2004, p. 27.
[4] Ibídem.
[5] Richard W. Wrangham y Dale Peterson, Machos demoníacos. Sobre los orígenes de la violencia humana, Ada Korn, Buenos Aires 1998 [1996].
[6] Al respecto, véase Robert W. Sussman, «Why the Legend of the Killer Ape Never Dies. The Enduring Power of Cultural Beliefs to Distort Our View of Human Nature», en D. P. Fry (ed.), War, Peace, and Human Nature. The Convergence of Evolutionary and Cultural Views, Oxford University Press, Nueva York 2013, p.97-111.
[7] Richard G. Sipes, «War, Sports and Aggression: An Empirical Test of Two Rival Theories», American Anthropologist 73, 1973, p.79-80.
[8] Marvin Harris, Caníbales y reyes. Los orígenes de la cultura, Salvat, Barcelona 1986 [1977], p.43.
[9] Pierre Clastres, Arqueología de la violencia: la guerra en las sociedades primitivas, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 2004 [1977], p.23.

miércoles, 2 de julio de 2014

Cinco mitos falsos sobre la tortura

26 junio 2014

1. La tortura se usa sobre todo
contra presuntos terroristas y en la guerra

Las investigaciones de Amnistía Internacional muestran que la tortura y otros malos tratos siguen siendo un problema en muchos países que sufren amenazas para la seguridad nacional, reales o percibidas, incluido el terrorismo.

Sin embargo, el enfoque sobre la tortura y otros malos tratos en lo que las autoridades estadounidenses denominaron la «guerra contra el terrorismo» a principios de siglo podría haber distorsionado la perspectiva general. Lo que nuestras investigaciones también muestran claramente es que la mayoría de las víctimas de la tortura y otros malos tratos en todo el mundo no son terroristas peligrosos, sino presuntos delincuentes pobres, marginados y desposeídos que lamentablemente apenas atraen la atención de los medios y de la opinión pública, ni en el ámbito nacional ni en el internacional.

Los «enemigos» políticos, reales o supuestos, del gobierno que nunca han llevado una bomba ni ninguna otra arma, incluidos defensores y defensoras de derechos humanos, políticos de la oposición y periodistas, son también víctimas frecuentes de la tortura.

Esto significa que sí, que sigue habiendo torturas en contextos antiterroristas, pero que incluso en estos casos esta práctica se emplea sobre todo como medio para deshumanizar al enemigo; la vida real no es como la serie 24 horas o la película Zero Dark Thirty («La noche más oscura»).

Y globalmente, a la mayoría de las víctimas se las tortura no porque sean terroristas, sino porque son pobres o diferentes o se atreven a discrepar con el gobierno. Sea cual sea el motivo, la tortura y los malos tratos están totalmente prohibidos y nunca están justificados, no importa quién sea o qué haya hecho la víctima.

2. La tortura es la única forma de obtener
información con rapidez

La tortura es un instrumento primitivo y contundente para obtener información. Los Estados cuentan con una enorme diversidad de formas de recabar información sobre delitos —tanto cometidos como planeados— sin perder su humanidad. En concreto, las técnicas humanas de interrogatorio han demostrado ser eficaces para obtener información sobre delitos sin las devastadoras consecuencias personales, sociales y legales de la tortura.

3. Algunas formas de tortura no son tan malas

No hay niveles de tortura.

Su definición legal es un acto por el que se inflige intencionadamente dolor o sufrimiento severos, sean físicos o mentales, a una persona para castigarla o para obtener información. Ninguna tortura es «baja en calorías».

Todas las formas de tortura son abyectas e ilegales, desde las descargas eléctricas, las palizas, las violaciones, las humillaciones y los simulacros de ejecución hasta las quemaduras, la privación de sueño, los simulacros de ahogamiento y el uso de posturas forzadas, pasando por el empleo de tenazas, drogas y perros. Lamentablemente, todos estos métodos se usan ampliamente en países de todo el mundo.

4. En ciertas circunstancias sirve a un bien superior

No. La tortura nunca es legal ni aceptable. Los países que actualmente no la penalizan en la ley están violando unas normas acordadas internacionalmente.

Desde el punto de vista legal, la prohibición absoluta de la tortura y otros malos tratos no admite excepciones; es decir, no se puede suavizar ni siquiera en situaciones de emergencia. La prohibición ha alcanzado tal consenso global que es vinculante incluso para los Estados que no se han adherido a los tratados de derechos humanos pertinentes.

No obstante, muchos gobiernos continúan hoy torturando por multitud de razones, principalmente porque los gobiernos se benefician de la tortura —o así lo creen— y porque los responsables rara vez se enfrentan a la justicia. Hace falta hacer mucho más para poner fin a esta práctica abyecta.

5. Sólo un reducido grupo de los peores gobiernos
usan la tortura

En los últimos cinco años Amnistía Internacional ha denunciado torturas y otros malos tratos en 141 países de todas y cada una de las regiones del mundo.

Aunque puede que en algunos de estos países la tortura sea la excepción, en otros es sistémica, e incluso un solo caso de tortura u otros malos tratos es inaceptable.

Los datos con los que cuenta y las investigaciones que hace Amnistía Internacional, junto con más de cinco decenios de documentación y campañas contra este abuso, revelan que la tortura sigue floreciendo. 

martes, 1 de julio de 2014

El EIIL [ISIS] revela qué zonas del planeta quiere conquistar en un plazo de 5 años


30 junio 2014

El grupo terrorista iraquí EIIL [o ISIS] muestra en un mapa las zonas que son su objetivo para la expansión de un Estado islámico.

Tras anunciar la 'restauración del califato', el grupo yihadista Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) ha publicado un mapa que muestra qué países quiere conquistar para expandir el Estado islámico, informa Daily Mail. Según los datos del mapa, los objetivos son España, los Estados de la península de los Balcanes, Oriente Medio, África del Norte y grandes zonas de Asia.

Con la idea de recrear el Estado islámico que gobernó Oriente Medio, África del Norte y otras regiones del planeta a lo largo de los 1.400 años de historia del Islam, los extremistas del EIIL lograron en Siria e Irak algo que Al-Qaeda no fue capaz de conseguir: borrar la frontera entre los dos países árabes y fundar una base para su Estado.

No queda claro qué impacto tendrá esta declaración sobre el terreno en lo referente al territorio de Siria e Irak, aunque los expertos predicen que se podrían agudizar los conflictos internos entre los militantes sunnitas que han unido fuerzas con el EIIL en su lucha contra el Gobierno chiíta del primer ministro iraquí Nuri al Maliki.

Aymenn al Tamimi, especialista en grupos militantes islamistas de Irak y Siria, declara: «Ahora los insurgentes en Irak no tienen excusa para trabajar con el EIIL si tenían la esperanza de compartir el poder con él».

Sin embargo el mayor impacto podría sufrirlo el movimiento yihadista internacional, en particular Al-Qaeda.

«Este anuncio representa una enorme amenaza para Al-Qaeda y para su liderazgo en la causa yihadista internacional», informa Charles Lister, investigador visitante del Centro Brookings de Doha (Qatar).

La semana pasada el EIIL ya publicó un mapa que revelaba su plan de controlar el petróleo de Oriente Medio. El mapa muestra una franja de países marcados en color negro que se extiende desde el Atlántico hasta el Pacífico, e incluye todo el norte de África, Nigeria y Camerún, en África occidental, y el Chad, Sudán, Etiopía y Somalia en la costa este del continente. 

sábado, 28 de junio de 2014

La crisis de 1914

 

Por MARIE-LOUISE HEERS

El 28 de junio de 1914, el archiduque-heredero Francisco Fernando es asesinado en Sarajevo (Bosnia) por un estudiante bosnio. El atentado había sido preparado por una sociedad secreta, La Mano Negra, a la que el gobierno serbio había dejado actuar. Francisco Fernando proyectaba hacer un lugar satisfactorio para los eslavos en el seno del Imperio, lo que habría reducido a la nada todos los proyectos serbo-rusos de crear un gran estado yugoeslavo. Esta era la ocasión esperada por Austria para arreglar la cuenta que tenía pendiente con Serbia, y esta vez Guillermo II sostendrá a fondo a su aliado; el conflicto le parecía vital para Austria, y, en consecuencia, inevitable, de forma que era necesario emprenderlo en las condiciones más favorables que fuese posible. Francia y Rusia no habían terminado aún su recuperación militar y por ello no osarían defender a Serbia. De esta manera, el conflicto podría quedar circunscrito a ambos países. El 23 de julio se remite un ultimátum a Serbia. Ésta rechaza el último artículo, que pretende obligarla a recibir en su propio país a los investigadores austríacos, lo que habría revelado la posible connivencia rusa con el atentado. El 27 de julio, tras rehusar la mediación inglesa, Austria declara la guerra a Serbia. ¿Intervendrá Rusia? Ciertamente, no se encontraba aún preparada, pero no podía, so pena de perder definitivamente toda influencia en los Balcanes, ceder, como ya lo había hecho en 1909. Contaba además con el apoyo de Francia. El 29 procede a realizar una movilización parcial. Inglaterra propone negociar. Guillermo II hubiera aceptado la búsqueda de una solución pacífica, pero el Estado Mayor alemán empujaba a Austria a rehusar. Rusia decreta entonces, el 30 de julio, la movilización general. Sin embargo, los gobiernos de ambos países vacilan todavía en declarar la guerra. El plan alemán estaba previsto para llevar a cabo operaciones sucesivas y no simultáneas contra Francia y Rusia; dejar tiempo a Rusia para que movilizase a sus tropas supondría un desastre cierto para Alemania. La tarde del 1 de agosto Rusia se niega a detener la movilización y Alemania le declara la guerra. El 2 exige de Bélgica paso franco para sus tropas y el 3 declara la guerra a Francia. La invasión de Bélgica decide a Inglaterra a intervenir. El 4 de agosto declara la guerra a Alemania. Italia decide permanecer neutral, proceder que es imitado por Rumania. Las hostilidades comienzan; la guerra, que se suponía iba a ser corta, durará cuatro años y arruinará a Europa.

El mundo contemporáneo (1848-1914)
Ed. EDAF, 1978.

viernes, 27 de junio de 2014

Emma Goldman (145 aniversario)

 [Tal día como hoy, pero del año 1869, nacía Emma Goldman. En su homenaje reproducimos un extracto de la biografia, Emma Goldman, anarquista de ambos mundos, escrita por Josep Peirats.]
 

Las instituciones estatales van y viene, pero el individuo persiste. Este representa la fuente de todos los valores. Al hacer la exaltación del individuo, Emma ponía en guardia contra el grosero individualismo. El laissez faire condujo directamente a la explotación de grandes masas de desheredados. Este tosco individualismo ha sido el principio de la esclavitud moderna en provecho de pretendidos superhombres. América del Norte ofrece un genuino ejemplo de este falso individualismo.

Emma evoca que hubo un tiempo en que se desconocía el Estado y, sin embargo, el hombre existía sin Gobierno organizado. Se vivía en pequeñas colectividades, en las que florecía el arte y una industria a la medida de su tiempo. Se trataba de una sociedad voluntaria de mutua protección. Todo lo más se escuchaba el consejo de los ancianos, que no pretendían dominar al individuo. El Estado tomó forma con la imposición de los físicamente fuertes sobre los débiles. Así pudo avasallar una minoría a la mayoría. Tanto el poder secular como el sacerdotal nacieron para dar una apariencia legal a la explotación. Lo mismo puede decirse del constitucionalismo y la democracia. Quisieron inculcarnos que el hombre es malo por naturaleza. Y que hay que conducirlo de la mano y enderezarlo.

Emma insiste en que el Estado es una abstracción y el individuo la sola realidad. Hasta los filósofos se han prestado a veces a divulgar la infalibilidad del estado. El verdadero racionalismo fue condenado como blasfemo y se hizo del servilismo una virtud. Por lo tanto, todo progreso efectivo implica desenmascaramiento del dogma de la divinidad. Todas nuestras conquistas lo han sido, pese al Estado, en conflicto y lucha con él. Fue la voluntad liberadora quien abrió el camino a la ciencia, la filosofía, el arte y también la industria.

Cualquier concesión al Estado, monárquico o republicano, fascista o bolchevique, se revuelve contra el hombre. Los grandes hitos de la civilización fueron obra de los visionarios, de los profetas, de los idealistas, de los soñadores. Emma cree que no hay otra salida que la revolución.

Josep Peirats


domingo, 22 de junio de 2014

El Ejército niega a una familia unos documentos históricos que les incautó Franco en 1936

Fotografía de la hija y el nieto
del pensador anarquista Ricardo Mella.

Raúl Solleiro reclama unos folletos escritos por su abuelo, el pensador anarquista Ricardo Mella. El Gobierno declaró en 2010 ilegal la causa franquista en la que fueron requisados los documentos, pero Defensa niega su devolución. Un tribunal militar alega que los documentos son «patrimonio documental» del Ejército.

21/06/2014

Raúl Sollerio, de 86 años, quedó huérfano dos veces. La primera en 1936, cuando los militares golpistas ejecutaron a su padre y detuvieron a su madre. La segunda en 1944, cuando su madre murió dos años después de salir de la cárcel de Saturrarán. Ella era Urania Mella, líder feminista en Galicia durante la República e hija de uno de los pioneros del pensamiento anarquista en España, Ricardo Mella. Meses antes de morir le hizo prometer a su hijo Raúl que nunca se metería en política. «Y yo las promesas las cumplo», zanja Raúl, que entonces tenía 17 años.

Nunca militó, pero sus convicciones socialistas y su sed de justicia le llevaron a pedir en 2010 la declaración de reparación y reconocimiento del Ministerio de Justicia, que admite la invalidez de las condenas y sentencias de sus padres. Obtuvo el reconocimiento y en el camino reclamó que le fueran devueltos los documentos incautados por los golpistas a su madre durante el proceso.

Lo que reconoció el Gobierno, no lo aceptó el Ejército. El Tribunal Militar Territorial Cuarto de La Coruña negó el pasado 12 de junio a Raúl el derecho a recuperar los documentos y folletos que incautaron a su madre injustamente. Entre esos papeles se encuentran varias joyas históricas en forma de folletos de su abuelo Ricardo Mella, al que la ministra republicana Federica Montseny definió como «el más lúcido de todos los pensadores anarquistas».

Según el Ministerio de Defensa «los fondos documentales generados por el ejercicio de la jurisdicción militar forman parte del patrimonio documental militar y han de ser objeto de protección como cualquier otro documento histórico en el archivo», dice la resolución judicial. «Si el Ministerio de Justicia dice que mi padre y mi madre fueron condenados de manera ilegal, ¿Por qué no me devuelven los documentos que les fueron robados de manera ilegal?», se pregunta Raúl. El Tribunal responde que los «folletos que fueron incorporados al procedimiento y que forman parte del mismo, debidamente foliados y unidos y que pueden ser considerados como pieza de convicción» pueden ser consultados por los interesados.

Los folletos «de propaganda marxista» que sirvieron al tribunal militar de Vigo de 1936 para condenar a muerte (más tarde conmutada a 30 años de prisión) a Urania Mella por rebelión están: Sindicalismo y socialismo, de José Prat y Sindicalismo y anarquismo, de Ricardo Mella (Ed. Cultura Libertaria de A Coruña); En defensa del anarquismo. Lucha de clases, de Ricardo Mella (Imprenta Germinal de Barcelona) y Llamamiento del Comité Central del Partido Comunista (Prensa Obrera de Madrid).

«Son una especie de incunables que quiero que me devuelvan. Aviso, soy un luchador, he luchado toda mi vida y nunca me he echado atrás. Y me he arruinado cuatro veces», advierte Raúl Sulleiro, que pese a quedarse solo con apenas 17 años progresó hasta llegar a fundar como empresario la patronal gallega y la cámara de comercio.

El legado ausente

De su madre sólo conserva recuerdos de su empeño por ayudar a las mujeres del barrio de Lavadores de Vigo a «leer y escribir en la Casa del Pueblo», un puñado de fotos y su piano. El resto de objetos de su casa en Vigo fue saqueado por militares y vecinos en la guerra. En la causa franquista, junto a los folletos, archivaron una fotografía y el carné de su padre de la empresa de Tranvías Eléctricos de Vigo. Pero Raúl no supo que esos documentos se encontraban ahí hasta que fue avisado por la investigadora Iria Presa, especialista en la vida y obra de Ricardo Mella.

«Supe por unas fotos que los folletos estaban en la causa, pero no fue hasta que los pude ver en el Archivo de Ferrol cuando comprendí que no sólo estaban las portadas sino que estaban completos allí», explica Presa. La historiadora trasladó el hallazgo a la familia, que no dudó en reclamar su devolución. Pero la negativa recibida en junio es la segunda y parece que definitiva. El tribunal militar alega que el artículo 22 de la Ley de Memoria Histórica garantiza a los interesados la recepción de las «copias que se soliciten» y que «los poderes públicos adoptarán medidas necesarias para la protección, la integridad y la catalogación de estos documentos».

«No puedo decir que estén bien conservados porque están cosidos a la causa, lo que provoca que tengas que forzarlos para leerlos o fotografiarlos. De hecho yo no los fotografié enteros para no dañarlos», denuncia Presa. La historiadora gallega cree que el valor de la devolución de esos folletos a Raúl Solleiro tendría el valor de «un verdadero homenaje», más allá «de poner nombres de calles o barcos». Urania Mella, la madre de Raúl y la condenada a muerte en la causa de 1936, cuenta con una calle en Vigo desde 2008 y el Ministerio de Fomento llegó a nombrar a un barco con su nombre, pero con gran revuelo porque los familiares no fueron invitados al acto. «Ahora el barco en lugar de ser un descontaminador es una gasolinera flotante y ya le han cambiado el nombre», se resigna Raúl.