viernes, 18 de enero de 2013

Actualidad del ateísmo


Resulta curiosa la evolución de Mijail Bakunin: de un idealismo temprano y de alguna que otra lucha nacionalista (Polonia, Italia...), pasará en su madurez a una dedicación plena al socialismo, al materialismo y al ateísmo. Solo cuando comprende que el nacionalismo acaba siendo una teología política, que una nación no es más que otra abstracción que acaba sometiendo al pueblo, abraza un antiteísmo convencido. En 1864, expresa su conocida afirmación: «Dios existe; por consiguiente el hombre es su esclavo. El hombre es libre; por lo tanto no hay Dios. ¡Escape quien pueda a este dilema!». A día de hoy, no se me ocurre un mejor argumento para ser ateo, al margen de disquisiciones científicas o racionales. Naturalmente, no es necesario aclarar el hecho de que los dioses (todos los dioses y el conjunto de las creencias sobrenaturales) son fantasías del ser humano, ficciones de origen sociohistórico. Ese es un punto de partida necesario, desde luego, pero la afirmación de Bakunin amplía una filosofía vital sobre la existencia humana refiriéndose a la dignidad del hombre, a la posibilidad de construir su libertad y desarrollar su racionalidad (inherente a su personalidad). Por lo tanto, la existencia o creencia en un Dios personal es incompatible con un ser humano libre y racional. Es tan sencillo, y tan complejo, como eso; cuando escuchamos esas paparruchas metafísicas que hablan de la necesidad de un poder que trascienda la capacidad humana, estamos ante un evidente fraude que precede a la fundación de una autoridad de cualquier tipo. El anarquismo y el ateísmo de Bakunin se producen, con lógica, de forma conjunta; se trata de la renuncia a toda teología religiosa y política, a la Iglesia y al Estado, ambas instituciones centralistas y trascendentes.

Da una idea de lo adelantado de este pensador, cuando en 1868, como parte del programa para la Liga para la Paz y la Libertad, de cuyo comité directivo formaba parte, afirma la necesidad, junto a un cambio radical en el sistema económico, de excluir la religión de la educación y de las instituciones públicas. En ese momento, su punto de vista era similar al de Marx: solo unos cambios radicales en la estructura social, una revolución, podría hacer superar la religión y toda creencia atávica que maniataba al ser humano. Bakunin se mostrará orgulloso de que la Internacional sea atea y materialista, ya que solo esa condición favorecerá la emancipación de la clase trabajadora. Antes de llegar a estas posturas, el pensamiento de Bakunin pasa por diversas etapas, hijo en cierto modo del tiempo que le tocó vivir; sin embargo, el materialismo y ateísmo de sus últimos años, junto a la formulación definitiva del anarquismo, son su auténtico legado hasta el punto que es lo que conocemos y apreciamos. De ser educado en un cristianismo ortodoxo, los estudios de Bakunin le irán haciendo más racional abrazando en su juventud el idealismo alemán sin que haya un sentimiento abiertamente antirreligioso. Más tarde, se fascinará por Kant, por un razón práctica que tampoco apartaba a Dios, para encontrar después una nueva fuente vital en Fichte, al que se puede calificar de panteísta ético; en cualquier caso, a estas alturas, el Dios personal del cristianismo se encuentra ya lejos. Es en 1837, con 24 años, cuando Bakunin se introduce en el complejo pensamiento de Hegel y va abandonando la exaltación del yo y la negación de la realidad objetiva propias de Fichte. Hay quien afirma que la filosofía hegeliana le marcará definitivamente, mientras otros han insistido en las raíces kantianas del pensamiento de Bakunin. Lo importante que el Estado, en el que desemboca el pensamiento del Hegel, acaba siendo negado mientras que se afirma en Bakunin, y en el anarquismo, una filosofía de la libertad y la conciencia concretado en la solidaridad y en el apoyo mutuo en la sociedad.


Lo cierto también es que la evolución final hacia el ateísmo en Bakunin supone al mismo tiempo apostar por una sociedad sin clases y sin Estado. También acabará viendo a la religión, junto con Marx, como un reflejo ideal de lo real, un producto ideológico de las condiciones económicas reinantes en lo social. En este punto, se aprecian las influencias del materialismo histórico en Bakunin, según el cual no son las ideas y las creencias el motor de la historia, sino los hechos económicos. Sin embargo, Bakunin se mostrará mucho más flexible que Marx, ya que no verá nunca el materialismo histórico como una férrea filosofía de la historia y tampoco, necesariamente, un método infalible de interpretación histórica. La evolución posterior de la visión anarquista se hará todavía más flexible y hará más libre al hombre; los anarquistas no se arrodillan ante nada, ni siquiera ante la historia. De hecho, Bakunin llegará a reprochar a Marx su visión estrechamente monista, en el sentido de economicista, y de ahí que el anarquismo observe al Estado no como una superestructura, ya que es una institución con vida e influencia propias; del mismo modo, tal como refleja Rudolf Rocker en su monumental obra Nacionalismo y cultura, los anarquistas han observado siempre los diversos determinantes históricos, no siendo en absoluto reduccionistas. La historia de las religiones la terminará viendo Bakunin, en su madurez intelectual, como el desarrollo de la inteligencia y de la conciencia colectiva de los hombres; la influencia de Feuerbach quedará de manifiesto cuando afirme sin tapujos que la creencia religiosa ha supuesto el empobrecimiento del hombre y la naturaleza para enriquecer a Dios y a lo sobrenatural, aunque fuera en origen una posible necesidad histórica, un error en el desarrollo de la facultad humana. Al igual que Proudhon, Bakunin se acabará considerando no solo ateo, sino antiteísta, ya que se vincula la idea de Dios a la de la esclavitud humana. También hay que observar una actitud encomiablemente antiautoritaria, y lúcidamente premonitoria, cuando Bakunin se niega a derogar por decreto alguno los cultos públicos ni expulsar de ningún modo al clero: «si se ordena por decreto la abolición de los cultos y la expulsión de los sacerdotes, ya podéis estar seguros de que hasta los campesinos menos religiosos tomarán partido por el culto y por los sacerdotes, aunque más no sea por espíritu de contradicción y porque en todo hombre existe un sentimiento legítimo, natural (base de la libertad), que se subleva contra toda medida impuesta, aun cuando esta tenga por fin la libertad». Tal vez esta observación de Bakunin explique por qué se ha mantenido la práctica religiosa en aquellos regímenes que la han perseguido. Sin desechar la propaganda y la ilustración en el pueblo, solo cambios sociales profundos, la revolución social, desembocarían en un ateísmo, tal y como lo proclamó Bakunin.

Ser ateo y naturalista

Anthony Grayling es un filósofo moral británico, autor de Contra todos los dioses (Ariel, 2011), que se esfuerza en denunciar la situación de privilegio que tienen las creencias religiosas en la mayoría de las sociedades y en la necesidad perentoria de construir una sociedad basada en la razón, la reflexión y la compasión. Obviamente, según señala el autor, cada cual es libre de creer en lo que le venga en gana, pero nadie tiene derecho a reclamar privilegios por el hecho de ser devoto de una determinada religión. Grayling ofrece una visión humanista y apuesta por el pensamiento crítico, insistiendo además en la necesidad de una coherencia entre las palabras y su significado; así, denuncia la profunda incongruencia del concepto de «ateo fundamentalista» en boca de aquellos que piden respeto, tolerancia y ausencia de crítica para sus creencias religiosas. Muy al contrario, Grayling apuesta por un ateísmo combativo, el único posible, que denuncie el infantilismo intelectual al que someten las religiones a sus fieles desde corta edad. Inculcar a los críos las diversas falsedades «en liza» de las principales confesiones es un escándalo, además de un evidente abuso infantil. Si las religiones dejaran en paz a las personas hasta ser adultas, tener conocimiento de lo que las creencias suponen, y poder sopesarlas con madurez, la situación podría ser muy diferente. Las absurdidades presentes en todas las religiones, solo amparadas por su antigüedad, son las que denuncia un ateo «fundamentalista», mientras que el moderado obviará todos los males que han causado las religiones y cómo han afectado a tantas personas a lo largo de la historia. Un ateo «moderado» será también aquel que se mostrará indulgente ante el odio que lo religioso suele profesar hacia otras creencias o hacia los que no consideran que el universo esté controlado por fuerzas invisibles o ante la creencia en que las leyes de la naturaleza pueda verse suspendida por la acción de deidades en respuesta a plegarias personales o ante el sufrimiento que ocasiona la supuesta condición pecaminosa del ser humano.

Lo que sí piensa Grayling es que, tal vez, ningún ateo debería presentarse como tal, ya que la misma palabra es una concesión a los teístas e invita a debatir en su campo. Sería más apropiado denominar «naturalistas» a aquellas personas que observan el universo como un reino natural gobernado por las leyes de la naturaleza. Desde esa postura, se infiere que no existe entidad sobrenatural alguna, ni duendes, ni hadas, ni ángeles, ni demonios, ni ninguna suerte de deidades. Si utilizamos el término ateo, para las persona que niega cualquier instancia sobrenatural, con la mismo lógica podríamos denominarlas «ahadista» o «aduendista». Grayling recuerda aquí, para reforzar su postura, que la creencia en hadas estuvo muy extendida hasta principios del siglo XX, muy combatida por la Iglesia al ver una evidente competencia supersticiosa; si la institución católica acabó ganando, fue con seguridad gracias al fuerte control de la educación primaria. Grayling entonces, en la misma línea que Michel Onfray, se atreve a equiparar la creencia en Dios con cualquier otra superstición cultural (el filósofo francés llegó a compararla con la creencia en Papá Noel). Así, el término naturalista es más apropiado que ateo y, con la misma lógica, a los teístas debería denominárseles sobrenaturalistas, los cuales debería esforzarse en refutar los descubrimientos de la física, la química y la biología para así justificar su creencia en seres sobrenaturales que crearon el universo y lo gobiernan. Grayling relaciona el ateísmo (o naturalismo) con una filosofía o una teoría, o en última instancia con una ideología; en cualquier caso, el naturalismo solo puede proporcionar lo que acepta a la luz de pruebas que lo llevan a esa postura, es conocedor de qué lo refutaría y está dispuesto a revisar sus propuestas cuando así lo dicen nuevos datos. Aunque la ciencia es objeto de muchas críticas en la sociedad moderna, cuando lo que verdaderamente hay que denunciar es su instrumentalización por el beneficio económico y el poder político, Grayling recuerda cuál es la esencia de la ciencia y no extraña entonces que «no haya habido guerras, pogromos o muertes en la hoguera en nombre de teorías rivales de la biología o la astrofísica».

Grayling acaba de publicar además The Good Book (edición en castellano con el título de El buen libro: una biblia humanista, Ariel 2012), con el que intenta conjugar en un solo tomo la sabiduría de los filósofos de la Grecia clásica, la filosofía oriental, los poetas medievales y los descubrimientos de la ciencia moderna. No hay en esta obra referencia alguna a dioses, almas o al más allá, por lo que Grayling quiere proporcionar a los naturalistas un libro de inspiración y una guía que ayude a desenvolverse en el mundo. Puede que el afán por vender ejemplares haya llevado a subtitular el libro algo así como «una Biblia para ateos», aunque sí es verdad que el autor ofrece un nuevo decálogo: ama bien; busca lo bueno de las cosas; no dañes a otro; piensa por ti mismo; asume tu responsabilidad; respeta la naturaleza; da lo mejor de ti: infórmate; sé bondadoso, y sé valiente. Subterfugios editoriales aparte, el propio Grayling ha manifestado lo siguiente: «La modesta proposición de The Good Book es que existen tantas buenas maneras de vivir como gente con el talento para hacerlo, y que la gente debe asumir su responsabilidad de pensar por sí misma y tomar esa decisión también por sí misma». Amén.

Dogmas y totalitarismo

Es habitual escuchar el argumento, por parte de personas religiosas (el propio Papa actual lo ha utilizado en alguna ocasión), relativo a que fue la ausencia de Dios lo que dio lugar a los horrores provocados en el siglo XX por regímenes como el nazi o el totalitarismo. No es que merezca mucha profundización dicha afirmación, ya que no solo es simplista, también sumamente distorsionadora, pero dado que hay tantas personas que siguen vinculando moral a religión merece alguna atención. Esto es así porque la sustitución de un dogma por otro, y es posible que algunas ideologías hayan encontrado un terreno fecundo en la mentalidad religiosa para desarrollarse, es el auténtico problema. El pensamiento, que sería fecundo de otro modo, también en el terreno moral, halla un obstáculo en doctrinas, religiosas o no, que se limitan a cambiar el objeto de su idolatría y subordinación. Que la moral dependa o no de la religión, a estas alturas, no debería ser ya ni un debate. Es más, algunas virtudes son más evidentes en personas no religiosas que se rigen por la honestidad intelectual más que por cualquier dogma. Tal y como entendía Bertrand Russell esa integridad intelectual, consiste en decidir las cuestiones problemáticas en base a una prueba o bien dejar el asunto en suspenso si no hay pruebas concluyentes. Así, este punto de vista aparece como mucho más importante que cualquier sistema dogmático y puede ser infinitamente más beneficioso.

Las reglas morales, al margen de toda teología, tienen algún fundamento social. A estas alturas, seguir aludiendo a un castigo divino para la infracción de ciertas normas es sumamente infantil. Las personas, aunque actúen de una u otro manera por miedo a ser castigados, dependen más de un sistema político y de una determinada sociedad que de cualquier otro factor sobrenatural. Por otra parte, una moral fundada en la autoridad, sea religiosa o política, tendrá serios obstáculos para encontrar espacio para la investigación. Hay que recordar una vez más que han sido los anarquistas los que han considerado la autoridad política como un reflejo de la fundada en la creencia divina, por lo que son los que más hincapié han realizado en el ateísmo como signo de librepensamiento y libre indagación. Desgraciadamente, la sociedad contemporánea ha mostrado una indiferencia hacia la investigación sumamente peligrosa; Russell ya observaba ese problema hace décadas cuando gran número de personas no cuestionaban si los dogmas religiosos eran o no ciertos y se limitaban a creer que simplemente eran beneficiosos. El tiempo solo ha hecho más severo ese problema cuando gran número de gente se limita creer cualquier cosa sin indagación alguna. Parece extremadamente importante comprender, en primer lugar, que el pensamiento sincero es fuente de duda y no al revés como suele aceptarse. Suele ser habitual encontrar personas que se aferren a alguna creencia, ya que consideran que en caso contrario se hundirá la civilización o no será posible la vida; solo una mente conservadora, sumamente reprobable en el mundo en que vivimos, puede actuar de ese modo.


Los males morales de las ideologías autoritarias son muy similares a los de la religión; es decir, cuando encontramos doctrinas que sostienen verdades sagradas e inviolables y el dudar de ellas es un pecado o un delito. Solo hay un criterio al que habría que apelar, al de la razón y el conocimiento; si se invoca algún dogma, con su presunción de infalibilidad, la imposición por la fuerza está asegurada. Naturalmente, la razón y la ciencia solo pueden ir de la mano de valores humanos de interés universal, nunca instrumentalizados por autoridad alguna con afán de dominación. El dogma religioso encontró estupendos compañeros de viaje en sistemas muy terrenales que han acabado instrumentalizando igualmente al ser humano, incluso cuantitativamente de modo muy superior al utilizar la ciencia para sus fines lucrativos y autoritarios. Cualquier Iglesia desarrolla un poderoso instinto de autoconservación, y lo mismo podemos decir del Estado, por lo que lo normal es que dejen a un lado aspectos éticos y racionales. La racionalidad y la comprensión, unidas a la interdependencia de toda la humanidad, debería ser el camino a adoptar, y todo poder político, económico o religioso se opondrá a tal viaje. Bertrand Russell, en su feroz lucha intelectual contra la religión, apelaba a dos virtudes fundamentales, la inteligencia y la bondad; la inteligencia encuentra un obstáculo siempre en el credo, mientras que la bondad se ve inhibida por mitos religiosos como el del pecado y el castigo. Cuando son los religiosos los que, ante los males del mundo, apelan a esta visión tradicional fundamentada en la cultura cristiana (el concepto del castigo y la recompensa parece definitivamente instalado en ella, incluso en aquellos Estados supuestamente laicos), algo no va bien. Las ideas totalitarias encontraron un buen arraigo en las mentalidades dogmáticas bien alimentadas desde la niñez por la religión; el liberalismo se ha mostrado, de forma aparente, como la única alternativa al totalitarismo, pero en su seno, con el único afán de la rentabilidad económica y con la ilusión de un ser humano que busca su libertad al margen de la sociedad, se encuentran importantes contradicciones contrarias a toda visión humana. La respuesta, recordando a Russell, no estará nunca en viejos o nuevos dogmas, sino en un mayor horizonte para la inteligencia, la razón y la ética.

Tierra y Libertad, Nº 294
(Enero 2013)

viernes, 11 de enero de 2013

¡Vuelve 'Amor y Rabia' (la revista)!

«No regresamos, porque nunca nos fuimos», como bien nos dicen los compañeros que han vuelto a retomar la idea de Amor y Rabia. Fue una publicación libertaria que se movió por Valladolid, entre finales del año 1995 hasta el verano del 2003, sacaron unos 65 monográficos de los más diversos asuntos (ya en este blog hemos puesto algo de ellos), y como bien nos dicen:

«Hubo de todo, pero la gran mayoría se caracterizaban por intentar abordar realidades con una profundidad que es difícil encontrar en el ámbito libertario donde las publicaciones en papel y los blogs, salvo honrosas excepciones, sólo incluyen artículos de opinión, valoraciones o análisis relativamente escuetos.»

Y uno de sus componentes fue quien creó este blog, pero lo dejó. Y ahora retoma su primera experiencia propagandista. 

¡Qué te salga bien, compañero! 

Os habéis hecho esperar, pero ya habéis empezado.



Y han comenzado con el asunto de las guerras de la ex-Yugoslavia y las mentiras mediáticas que se dijeron en su momento:
LAS MENTIRAS DE LA GUERRA DE YUGOSLAVIA

Cuando buena parte de la izquierda (y también cierta parte del Movimiento Libertario) de estas latitudes defendía a los integristas musulmanes bosnios y a los mafiosos del Ejército de Liberación de Kosovo muy oportunamente disfrazados de luchadores por la libertad por obra y gracia de nuestros mass media, Amor y Rabia ya denunció esta situación con dos números de nuestra publicación periódica... Nos llovieron los insultos y las difamaciones tendentes a que practicáramos la autocensura... Pero no nos callamos y al final el tiempo nos dio la razón. Por suerte no estábamos del todo solos: el periodista Michel Collon sacó un par de documentadísimos libros sobre el tema que también molestaron a la pseudoizquierda imbuida de mentiras mediáticas. Algunos miembros de Amor y Rabia pudimos hablar con él en la presentación de uno de esos libros y darle un ejemplar de uno de los números de nuestra revista (el nº 59, «El sistema de los media») inspirado por su obra ¡Ojo con los media! Eso fue meses antes de que le detectaran un cáncer renal por haber estado en Kosovo en contacto con los residuos radiactivos dejados por las bombas «humanitarias» de la OTAN...
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lunes, 7 de enero de 2013

Twin Oaks, comunismo puro en la Virginia rural

EFE / RT 
1 enero 2011

A medida que más personas se quedan sin trabajo en Estados Unidos, se vuelven más populares los lugares como Twin Oaks, una comunidad rural en el estado de Virginia cuyos habitantes creen que, al salirse del sistema económico dominante, tienen más oportunidades de ser felices.

sábado, 5 de enero de 2013

William Maclure en España

«Federico el Grande, conversando con su ministro de la Guerra, le preguntó
qué país europeo le parecía más difícil de arruinar. Al ver que el ministro titubeaba,
respondió por él: "Ese país es España, puesto que el Gobierno español hace ya
muchos años que se empeña en arruinarlo y no lo puede conseguir". Diríase que
Federico el Grande pronosticaba el reinado de Fernando VII.»

KARL MARX, La España revolucionaria.

Pero en el orden del pensamiento y de las creaciones históricas, la Revolución española de 1820 queda potenciada de nuevo, sorprendentemente camino del socialismo universal, gracias a la personalidad del escocés, naturalizado ciudadano de los Estados Unidos, William Maclure. Después de una juventud dedicada al comercio entre Europa y América, Maclure, hombre de su tiempo, se dedicó a la ciencia —principalmente a la Geología— y al mecenazgo pedagógico, siempre al servicio de la causa popular; en Inglaterra inscribiéndose ideológicamente en el radicalismo; en Francia entusiasmándose por su gran Revolución, incluso por la fase jacobina; en Suiza, descubriendo a Pestalozzi y dedicándose en adelante a difundirlo por el mundo (Francia, España, Estados Unidos); en su país de adopción en relación con Thomas Jefferson y su círculo. William Maclure vino a España por primera vez, en el curso de sus largos viajes, en 1808, en vísperas de la Guerra de la Independencia, y sacó en conclusión una especie de idea fija: que la diferencia entre España y los otros pueblos de Europa no estaba en la increible ignorancia de sus clases populares, que en esto se igualaban todos los países, sino en la increible ignorancia y atraso de las minorías rectoras, cosa que no ocurría en el resto de Europa. Cuando en 1820 España pasa a ser un país constitucional, Maclure, hastiado de la política de la Restauración francesa y también movido por razones de clima, se traslada a vivir a Madrid y en 1822 a Alicante, y será uno de los más agudos testigos de la vida española bajo el Trienio Liberal [1820-1823]. Su idea es que si España mantiene la Constitución podrá recuperar en un siglo el atraso de varios; pero para ello hay que educar al pueblo, este pueblo ignorante y anárquico, mas de excelentes condiciones naturales. Si se le puede librar del dominio de sus arcaicas clases dirigentes, el pueblo español podrá ponerse a la cabeza de la civilización. Maclure se indigna en su Diario y en sus cartas de las provocaciones internas, y de la política de la Santa Alianza [las potencias absolutistas del momento], y esta indignación vuelve a afectarle como en la época francesa de Robespierre, confiriéndole nueva intencionalidad política.

Decide actuar él directamente sobre el pueblo español, y a base de elementos reales de su tiempo, los institutos técnicos del radicalismo británico, las enseñanzas de Pestalozzi y Fellenberg, las experiencias de nueva agricultura e incluso, limitadamente, de impulso industrial, concibe una verdadera utopia social: entre Orihuela y Alicante, sobre tierras compradas al Crédito Público, empieza a montar una unidad social diferente, a la vez económica y educativa, cuya finalidad a la larga es la transformación total de España, que la convertiría en tierra de inmigración. Este pensamiento es ya socialista (utópico), es decir que en España y ante las condiciones de la vida nacional, Maclure evoluciona del radicalismo benthamita a las primeras concepciones socialistas, sin ver él tan clara la distinción y sin romper nunca ni con su pasado ni con su futuro.

Pero en las primeras etapas organizativas de su experiencia democrática, demasiado absorto en ella, Maclure se ve sorprendido por la entrada de las tropas francesas [los Cien Mil Hijos de San Luis, en 1823], y el triunfo del despotismo, que le quita las tierras, y le fuerza a salir del país. Doliéndose de la injusticia y crueldad del despotismo, regresa a los Estados Unidos, en donde une sus esfuerzos a la empresa de Robert Owen en New Harmony, Indiana, trasladando a ella su experiencia alicantina. La primera experiencia socialista civil en tierras norteamericanas tiene, así, un precedente español y un modelo alicantino. A traves de Maclure y sus colaboradores la Revolución española de 1820 penetra en la gran corriente del socialismo mundial, como ya lo hizo también a través de las reflexiones bounarrottianas. Con la Revolución de 1820 España influye decididamente en la marcha del mundo, a pesar del carácter de feria universal —frailes, mugre, contrabandistas— que el fracaso de esa misma revolución va a conferirle.

viernes, 4 de enero de 2013

¿Es la Gran Albania un proyecto de Estados Unidos contra el mundo ortodoxo?

Por Alexandre Latsa


El miércoles 5 de diciembre de 2012, el primer ministro de Albania Sali Berisha se pronunció por el reconocimiento de la nacionalidad albanesa para todos los albaneses, sin importar su país de residencia. La declaración se produjo durante una visita a la ciudad de Vlora, donde se proclamó la independencia del Estado albanés hace precisamente 100 años, en momentos en que Albania acababa de liberarse del yugo otomano.



Esta declaración se produce a continuación de otra, de carácter conjunto, que el propio Sali Berisha había hecho hace varias semanas junto a su homólogo de Kosovo Hashim Taci y en la que se prometía la unión de todos los albaneses. Hay que señalar que el lugar de la declaración fue bien escogido ya que la inmensa mayoría de los habitantes de Kosovo son actualmente de origen albanés, algo que no siempre fue así.

En tiempos de la guerra de los Balcanes, en 1913, los serbios eran todavía mayoritarios. En 1941, Kosovo pasa a formar parte de la Gran Albania (ya) en aquel entonces bajo el protectorado de la Italia fascista. Al terminar la guerra, el mariscal Tito prohibiría la inmigración albanesa ya que, en su opinión, Yugoslavia sólo podía ser fuerte con una Serbia lo más débil posible. Y en 1974, fue el propio Tito quien otorgó a Kosovo la categoría de provincia autónoma, posteriormente suprimida por Slobodan Milosevic, en 1989, en momentos en que los serbios ya no pasaban de ser un 15% de la población.

En 2008, cuando Kosovo se declara independiente, cerca de 10 años después de la intervención militar occidental, son pocos los comentaristas que señalan que los albaneses ya constituyen el sector poblacional dominante en ese nuevo pequeño Estado. Se trataba, por el contrario, de un momento de fiesta para aquel pueblo, supuestamente oprimido, que por fin lograba obtener la libertad. En la mayoría de los países occidentales y de la Unión Europea, el reconocimiento fue instantáneo, sin que se plantease la cuestión del tratamiento de la minoría serbia y del futuro que se le deparaba, a pesar del terrible precedente de 2004, cuando hubo pogromos contra los cristianos, se registraron quemas de iglesias y los derechos humanos más elementales fueron pisoteados. Aunque hay que reconocer que Europa… perdón… la Unión Europea tenía en aquel momento otras prioridades, como la fundamental organización de un gay pride en Belgrado.

En definitiva, sólo se han necesitado 4 años para que se demostrara por fin públicamente que la independencia de Kosovo no fue más que una farsa. Tan sólo 4 años para que el primer ministro albanés diera la razón con sus declaraciones a los nacionalistas serbios, quienes siempre dijeron que no se estaban enfrentando a los kosovares —ya que los habitantes de la región de Kosovo eran serbios— sino a los shqiptares (albaneses) en un nuevo episodio del conflicto ancestral que desde hace casi 6 siglos opone en los Balcanes a los eslavos ortodoxos y los hijos convertidos del Imperio Otomano.

El respaldo occidental a la creación de Kosovo y su furiosa hostilidad contra Serbia pueden parecer completamente inexplicables. Sin embargo, de 1991 a 2008, los estrategas estadounidenses han obedecido a una misma y única lógica: la destrucción de Serbia, de manera que esta última se encontrase lo más débil posible cuando llegara el inevitable momento histórico en que Serbia acabará por volverse hacia Rusia. Por supuesto, también hace falta que, al mismo tiempo, ese momento encuentre a Rusia igualmente debilitada al máximo. Mientras que una guerra militar y mediática se desarrollaba, de 1991 al año 2000, contra la Serbia de Milosevic con vista a lograr su destrucción, paralelamente se desarrollaba una guerra económica y moral contra la Rusia de Yeltsin. La cruzada contra el mundo comunista se transformó entonces en una cruzada contra el mundo ortodoxo y contra el centro neurálgico y político de ese mundo, que no es otro que Rusia.

El teórico estadounidense del containment ruso, Zbigniew Brezinski, incluso afirmaba en 2007 que: «El principal enemigo de América [Estados Unidos] es ahora la Iglesia ortodoxa rusa». La creación de la Gran Albania puede verse, indudablemente, con ese sentido histórico y geoestratégico. Se trata de lanzar un fósforo encendido en el brasero balcánico, con ánimo de incendiarlo nuevamente. Ese incendio no sólo debilitaría aún más a Europa sino que también desestabilizaría un poco más el mundo ortodoxo (Macedonia, Grecia, Montenegro, Serbia…) y frenaría su acercamiento a Rusia, lo cual afectaría la influencia rusa en el este de Europa. Al lograr esto, Estados Unidos habría alcanzado nuevamente su principal objetivo: evitar un acercamiento continental y europeo entre los mundos católico y ortodoxo.

martes, 1 de enero de 2013

El mito del racismo negro y del hembrismo


Desde hace un tiempo, vengo constatando un desarrollo paralelo entre el discurso de la existencia del hembrismo, en base a que hay mujeres idiotas, y se ejemplifica con una supuesta actitud racista de un negro hacia un blanco. Ambos mitos se relacionan mutuamente, repitiéndose una y otra vez como una especie de mantra.

Yo quiero exponer porqué creo que el racismo negro o el hembrismo, actualmente, no pueden darse. El racismo es un fenómeno social, en el cual toda (o al menos gran parte) institución está conformada de manera que los individuos de otras «razas»[1] están sometidas a los blancos. Así es como ha surgido y es como se mantiene actualmente. Podrían haberse dado otros desarrollos históricos en universos paralelos. Pero actualmente, aún permanecen los privilegios de personas blancas, frente a personas de otras pigmentaciones. Para simplificar, hablaré de negritud, porque es el mito más extendido.

El negro racista… o cómo bombardear con autocomplacencia a los blancos

Es conocido el mito, se pone siempre de ejemplo: «si un negro desprecia a un blanco por serlo, está siendo igual de racista». Pues aunque su actitud no sea de aplaudir, ya que está prejuzgando a una persona por motivos de color de piel, resulta que no es posible para un negro en la sociedad actual ser racista. Porque el racismo no es una respuesta individual, sino una estructura social en la cual todo tiene un orden rígido que se reduce a blancos arriba, negros abajo. Si unos cuantos individuos negros, de forma individual, tienen actitudes de prejuicio racial, podemos resaltar lo feo del gesto. Pero no «es lo mismo pero al revés». Entre otras cosas porque no disponen del control de todas esas instituciones y estamentos sociales que permitan una vuelta a la tortilla. En EEUU, por ejemplo, sigue habiendo una relación estrecha entre negritud y pobreza, y población reclusa[2]. Esto no es casual, y desde luego, nada tiene que ver con las capacidades de las personas negras. Claramente es el resultado de una estructura social. Así que no, cuando un negro es borde con un blanco… no está siendo racista. Estará siendo antipático, prejuicioso, pero no racista. El día en que hubiera matanzas de blancos por parte de negros, persecución, historia de esclavismo, «blanquización de la pobreza», etc., etc. El día en que los negros controlaran todo y los blancos estuvieran abajo, ahí habría racismo negro. Mientras tanto, habrá individuos de una identidad oprimida que reaccionan con una actitud agresiva ante individuos de identidad opresora, aunque estos últimos no pretendan mantener ese estatus. Y esta actitud, insisto, puede ser reprochable: usted no me conoce, ¿cómo sabe que yo, aun siendo blanco, no estoy interesado en destruir este orden absurdo de cosas, porque creo en la igualdad de la humanidad? Ahí tenemos al Ferrocarril Clandestino como ejemplo de que personas blancas pueden estar interesadas también en derribar esos muros[3]. No se está alabando esa actitud, simplemente le estamos dando el peso que merece, y que no es uno que equilibre ninguna balanza entre las relaciones que existen entre blancura y negritud. Precisamente es un conocido mito porque nos permite invisibilizar y normalizar el racismo, poniendo las cosas en una balanza de «a mi una vez un negro me hizo mal». Se reproduce porque nos hace sentir «confortables», precisamente por esa autocomplacencia que permite. Así como muchos otros mitos que se extienden socialmente y permiten mantener ese desequilibrio motivado por la «raza»[4].

Así que simplemente se hace necesario explicar que una actitud puede ser negativa, equivocada éticamente, lo que sea. Pero no se puede usar todo término. Acabamos simplificándolo todo a fascista, racista y sexista, en una especie de caca-culo-pedo-pis que nos idiotiza mentalmente. Existen más palabras, usémoslas, eso desarrollará nuestra capacidad cognitiva. El lenguaje es una gran forma de entrenar al cerebro.

Del mito del negro racista al bulo del ataque cotidiano hacia los hombres: la falacia del hembrismo

De igual forma, con mayor frecuencia se exponen casos de mujeres que maltratan psicológicamente, amén de todas las maldades posibles que le puedan hacer a los hombres, pasando por romperles el corazón, que es la más habitual, para intentar demostrar una especie de equidistancia. No hay equidad, por lo tanto, hablar de equidistancias es directamente absurdo. Una mujer puede ser imbécil, puede ser una cabrona despreciable que trate a un hombre de mala manera. Pero no es hembrista, porque no existe, por más que vengan hablando de lobbys, ese cambio de tortilla. En el contexto actual, siguen estando invisibilizados los trabajos de cuidados[5], la doble jornada laboral de la mujer[6], e incluso la supeditación a su marido en el caso de propiedad de tierras, explotaciones agrarias y demás[7], además de sufrir una invisibilización respecto a nuestra salud[8], entre otras muchas como menores sueldos[9], muertas por violencia de género[10], y un largo etcétera.

Existen mujeres idiotas, nadie lo duda. Como humanas, tenemos un amplio abanico de virtudes y defectos. Pero su actitud es individual, mientras que el patriarcado es una estructura social, lo que implica un desigual reparto del poder con sesgo de género, que provoca que las mujeres no participen del espacio público, que exista una división sexual del trabajo, infravalorando la correspondiente a la mujer, feminización de la pobreza, menor autonomía personal y en las relaciones sociales. Una forma de definirlo es: forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres, el marido sobre la esposa, del padre sobre la madre y los hijos e hijas, y de la línea de descendencia paterna sobre la materna. Asimismo, se universaliza el «yo» masculino, planteándolo como vara de medir y referencia, siendo uno de los fundamentos de la dominación patriarcal[11].

Por eso, por mucho que sean idiotas, no pueden ser hembristas, simplemente porque no se tiene esa capacidad. Y aunque Obama es negro, y Merkel mujer, el orden social permanece rígidamente asentado. Obviamente, se ha avanzado. Se han mellado los pilares que sostienen ese orden. Pero la única dirección posible es continuar haciéndolo. No apuntalarlos para mantener las cosas tal cual están, sino derrumbar lo que queda de ello, que aún es mucho. Y para ello, es fundamental no caer en la autocomplacencia de «para mí también es duro», «yo no tengo la vida solucionada por ser blanca», etcétera, etcétera. No, obviamente entran otros factores, entre ellos la fundamental: la clase social. Pero por ser blanco, no la tienes tan complicada como la de un negro, y por ser hombre, no te ponen las mismas zancadillas que si fueras mujer. Así que, con una analogía atlética: si al resto de personas se les ponen obstáculos, entenderemos que el primero en llegar a meta con la pista lisa está siendo privilegiado frente a los demás. Siguiendo la analogía, es posible que nuestra pretensión de hecho no sea llegar a meta, ni ganar nada en atletismo. Pero ya que se nos obliga a correr, hay que remarcar esos obstáculos que existen y denunciarlos, no detenernos en que para el corredor que gana «también es duro tener que entrenar todos los días».

Nadie está diciendo que la vida de un hombre blanco es de rosas por el mero hecho de ser varón y blanco. Ni que deba darse la vuelta a ninguna tortilla. Ni que todos los hombres blancos sean una panda de malnacidos esclavistas y machistas. Pero resulta paradójico que en una realidad en la que las mujeres mueren y cumplen dobles y triples jornadas, las personas negras se vinculan con la pobreza y la cárcel, siempre salga alguien corriendo a defender la socialmente cómoda idea de que «l@s oprimid@s te oprimen». Y no… pueden cagarse en tu madre y eso puede molestar, pero no te oprimen, sobretodo porque no pueden, al menos en base a esa identidad que se concibe como socialmente inferior.

Por favor, déjate de autocomplacencias, de buscar obsesivamente ejemplos de «mujeres que tratan mal a los hombres», de «grupos feministas que pretenden el exterminio masculino», de confundir los artículos de revistas Cosmopolitan con los postulados feministas, y de «negros que también han hecho cosas malas», «de que los gitanos son racistas con los payos» y demás sandeces varias. Deja de confundir términos, porque no hay equidistancias ni equivalencias en un contexto de desigualdad. Y deja de utilizar esos argumentos para pretender suavizar la diferencia que se da entre las clases oprimidas y las opresoras. O al menos, no te creas tan de izquierdas si no estás dispuest@ a moverte de tu área de comodidad que permite perpetuar las cosas tal y como están.





 NOTAS:

[1] Si bien el término no sea adecuado, ya que no existen realmente las razas desde ningún punto de vista médico, biológico, genético, etcétera. Las razas humanas no existen.
http://www.andercismo.com/2008/03/las-razas-humanas-no-existen.html
[2] Datos del Census Bureau de EEUU.
http://www.census.gov/newsroom/releases/archives/income_wealth/cb12-172.html 
Resumidamente, la población negra representa más del 27% de la población en situación de pobreza. Muy equiparado con la población hispana, con más de un 26%. Los blancos de origen no hispano, representan menos del 10%. Esto demuestra la clara vinculación entre identidad racial o étnica con la pobreza y la exclusión social.
[3] The Underground Railroad.
http://en.wikipedia.org/wiki/Underground_Railroad
[4] Para desmontar este tipo de mitos, un gran pensador de nuestro tiempo decidió realizar este ejercicio de compilación de argumentos contra las intoxicaciones y comeduras de tarro racistas de turno.
http://www.alasbarricadas.org/forums/viewtopic.php?f=15&t=33465
[5] Éstos son llevados a cabo por mujeres en el 99% de los casos, y que si se tuvieran en cuenta supondrían 1/3 del PIB. Pérez Orozco, A. y López Gil, S. (2011) Desigualdades a flor de piel: Cadenas globales de cuidados. ONU Mujeres. Disponible en:
http://bookcamping.cc/referencia/1220-desigualdades-a-flor
[6] Propuesta por la Titularidad Compartida, desde el MAGRAMA:
http://www.magrama.gob.es/es/desarrollo-rural/temas/igualdad_genero_y_des_sostenible/titularidad_compartida
[7] Según un estudio que está a punto de publicarse sobre las vivencias de las mujeres campesinas vascas, existe una clara discriminación en el sector agrario, predominando la falta de reconocimiento como trabajadoras agrícolas. Esto puede constatarse concretamente en que carecen de titularidad de las actividades agrícolas cuando los dos miembros de la pareja lo comparten, además de a la hora de pedir ayudas para emprender la actividad agrícola y al pretender darse de alta en la Seguridad Social Agraria.
[8] Más información al respecto en la Revista on-line Mujer y Salud, disponible en:
http://mys.matriz.net
También existe información al respecto, en inglés, en el colectivo ecofeminista Women’s Voice for the Earth.
http://www.womensvoices.org/about/why-a-womens-organization
[9] Encuesta de estructura salarial, INE. Informes anuales disponibles en:
http://www.ine.es/jaxi/menu.do?type=pcaxis&path=/t22/p133&file=inebase
[10] Información disponible en las Estadísticas del Ministerio de Igualdad (o el Ministerio en el que esté diluido):
http://www.msssi.gob.es/ssi/violenciaGenero/portalEstadistico/boletinmensual/home.htm
Y:
http://www.msssi.gob.es/ssi/violenciaGenero/portalEstadistico/home.htm 
También en la Red estatal de organizaciones feministas contra la violencia de género.
http://www.redfeminista.org
[11] Dolores Reguant (2007) Explicación abreviada del patriarcado.
http://www.proyectopatriarcado.com/docs/Sintesis-Patriarcado-es.pdf

Perdiendo el norte


El Miliciano /CNT-Chiclana 
(20/12/2012)

El obispo de Segovia, Ángel Rubio, cree que no existe relación entre los suicidios ocurridos en las últimas semanas y los desahucios y ha reclamado a los medios de comunicación que «no manipulen la verdad»...

... Ya que según ha dicho, las estadísticas en España demuestran que son muchas las muertes voluntarias que no son causadas por situaciones de este tipo.

«Ha habido estos casos tristes, dolorosos, conmovedores, faltaba más, pero poner un efecto-causa, eso no se puede admitir, por los hechos, porque hay estadísticas de los suicidios que a lo mejor no se publican que muestran que las causas no son los desahucios», ha incidido.

Durante un desayuno informativo con los medios de comunicación para hacer balance del año 2012, el prelado segoviano ha pedido a los periodistas que tengan en cuenta estos datos, pues a su juicio no hacerlo supone una «verdad a medias». «Periodistas, que defendéis la verdad, una noticia a medias es una auténtica mentira», ha agregado.

El obispo ha atribuido los suicidios a la «crisis de valores y de familia» que atraviesa el país, aunque también a la crisis económica, y ha confiado en que los procesos de desahucios «se suavicen» legalmente.