07 Mayo 2014
El pasado 3 de mayo la Organización de las Naciones Unidas (ONU) celebró el Día Internacional de la Libertad de Prensa, proclamada en 1993 por la Asamblea General, en sintonía con el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. El sitio oficial de la Unesco explicaba así que este día debía servir «como una oportunidad de reflexión para los medios profesionales sobre cuestiones ligadas a la libertad de la prensa y la déontología». Con el fin de conmemorar tan importante fecha, Reporteros Sin Fronteras publicaba su lista de los «100 héroes» que «ponen sus ideales al servicio del bien común». Por su parte, el director de RSF, Christophe Deloire, se paseaba por los medios franceses criticando la censura en países tan desconocidos y reconditos como Vietnam o Eritrea.
Aunque lejos del suelo que me vio nacer (la argentinidad no desaparece ni con todos los quesos y croissants que la tierra gala pueda ofrecer) no pude evitar pensar en la realidad de mi propio país. La crispación, la Kris-pasión, la grieta, los ultra, los tibios, los zurditos, los golpistas, las cámaras ocultas no tan ocultas, los periodistas independientes no tan independientes, los intelectuales militantes, los no-hablo-de-política, los medios-k, la corpo, y un largo etcétera. Alguna vez escuché por ahí que la realidad tiene tantas versiones como personas hay en el mundo. Algo sí es seguro, la violencia mediática y el grado de «diversidad» en las versiones periodísticas alcanzan hoy en la Argentina una envergadura estrepitosa. Pero ¡tranquilos! a no tomar el primer avión hacia el norte pensando que allá (o mejor dicho, acá) las cosas son diferentes. Para prueba basta un botón... o un país al borde de la guerra civil.
En estos días que corren, el tema más importante al pasearse por el espectro mediático europeo es sin lugar a dudas: la crisis ucraniana. Mucho más cercano que los lejanos Mali o Siria, este país eslavo es además el territorio por el cual pasa buena parte del gas ruso que alimenta los hogares y las fábricas de Europa Occidental. Para la Unión Europea, Ucrania representa así no sólo un interés geopolítico (llevar la influencia occidental a dos pasos del Kremlin), sino también una necesidad de asegurar la ruta energética. Es así que este (hasta ayer) desconocido país, se transformó en el trofeo mas preciado para Bruselas y Moscú.
La prensa occidental y el demonio ruso
El reconocido intelectual americano Noam Chomsky dijo una vez que «la propaganda es a la democracia lo que la violencia es a la dictadura». Conscientes de esto, los medios de comunicación, de uno y otro lado del conflicto no tardaron en reagrupar a sus periodistas, especialistas, analistas, y todos los «istas»... afines a la tésis propia, por supuesto. Así las cosas, y en una entrevista en el famoso canal galo de noticias BFM TV, el periodista preguntaba a la especialista en Ucrania, Irina Dmytrychyn, «¿esta violencia le sirve a Moscú porque legitima una potencial intervención del Kremlin?». Como era de esperarse, Irina tomaría partido por el gobierno interino, pro-europeo, defendiendo la intervención de las fuerzas armadas. «Ucrania no puede quedarse sin hacer nada, las autoridades deben actuar para restaurar el orden, no tenían otra elección que actuar», afirmaba así. [1]
Por su parte, el sitio Mediapart (paladín del periodismo de investigación francófono) publicaba, con fecha del 30 de abril, una entrevista a otro especialista ucraniano en que aseguraba que «Putín es el fascismo disfrazado de discurso antifascista»[2]. Para sumar misticismo a la figura del líder ruso y poner un poco más de pimienta a este enfrentamiento de bloques al estilo Guerra Fría, Le Nouvel Observateur publicaba el mismo día un artículo titulado «El Rasputín de Putín»[3], asegurando que en las sombras de la Plaza Roja se encontraría agazapado el «ultra-nacionalista» Alexander Duguin. Este «poeta de un fascismo pan-eslavo» sería el «consejero secreto del Kremlin». Bajo la influencia de este personaje el objetivo de Moscú sería entonces «anexar una parte de Ucrania y reconstruir el Imperio Ruso». Amante de los adjetivos, propio de una riqueza idiomática que caracteriza a la lengua de Molière, el medio galo no escatimó en calificativos para este reconocido intelectual que posee una cátedra de sociología en la universidad de Lomonossov en Moscú: extremista, propagandista del régimen, intelectual ultranacionalista, etc.
Así las cosas, todo Jean-Pierre que se limite a satisfacer sus ansias de información dentro del paisaje mediádico local será testigo de una catarata de calificativos hacia los manifestantes pro-rusos, los cuales serían: separatistas, insurgentes y unos violentos que no representan el sentimiento de la mayoría de la población del este ucraniano. Por su parte, Kiev, un gobierno debilitado frente a la «amenaza roja», trataría de poner orden en un despliegue militar bautizado como «operacion antiterrorista».
La prensa rusa y el imperialismo europeo
Sin embargo, estamos en el siglo XXI. El siglo de las comunicaciones. Es así que, gracias a un invento capitalista (Internet) el europeo occidental de a pie puede, fácilmente y con un click, saltar la valla informativa de Bruselas y llegar al corazón mismo de la version rusa de los hechos. Para ello, ¡¿Qué mejor que RussiaToday?! «Varias áreas del este y el sur de Ucrania no reconocieron la legitimidad del Gobierno autoproclamado de Kiev y con protestas multitudinarias reivindicaron la federalización del país. Para aplacar las protestas en la región, el nuevo Gobierno envió al Ejército. La operación especial de Kiev llevó a duros enfrentamientos contra las autodefensas de la región y se registraron los primeros muertos y heridos»[4], resume este medio eslavo cercano al Kremlin. A esto, un periodista de nuestras pampas, Martín Andrés Rodriguez, declaraba días atrás en la versión hispana de RT que «Estados Unidos y la Unión Europea deberían solicitarle al gobierno de Ucrania que detenga estas acciones tan violentas contra los manifestantes»[5]. Por su parte, el trasandino Pablo Jofré Leal, subiría la apuesta calificando las acciones del ejercito ucraniano de «crímenes contra la humanidad», y a los partidarios del gobierno de Kiev de «ultraderechistas» y «ultranacionalistas». [6]
Un famoso proverbio del mundo del periodismo asegura que «la primera víctima de una guerra es la verdad». Si es así, entonces tal vez vivamos en una suerte de guerra permanente al estilo orweliano, dónde la información es masacrada una y otra vez por aquellos que se juraron protejerla. ¿Son los manifestantes pro-rusos grupúsculos de separatistas violentos protegidos por un ultranacionalista autócrata obsesionado por recontruir el Imperio Ruso o simples ciudadanos buscando la federalización y el reconocimiento político de la diversidad lingüística y cultural en un país plurinacional? ¿Está Kiev manejada por líderes fascistas, marionetas de los occidentales, que someten a la minoría rusa o por el contrario, es un gobierno que busca la democratización y la modernización de este pequeño país eslavo? Tal vez nunca lo sabremos. Tal vez el autor de 1984 inspiró a nuestros líderes mundiales al asegurar que «la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud y la ignorancia es una fortaleza».
¡Ah! Se me olvidaba… ¡Feliz Día Internacional de la Prensa!
Leonardo Plasencia
[3] http://tempsreel.nouvelobs.com/ukraine-la-revolte/20140503.OBS6009/le-raspoutine-de-poutine.html
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