viernes, 30 de noviembre de 2012

Entrevista con el realizador de 'Themroc'


Claude Faraldo: «No se necesita ninguna 'cultura' para hacer una película»


Nacido en 1935, Claude Faraldo tiene cinco largometrajes en su haber: Claudio o La jeune morte (1965), Bof! (1971), Themroc (1972) Tabarnac (1974) y Les fleurs du miel (1975) y dos obras teatrales. En la actualidad prepara el rodaje de Les fions au soleil, que tendrá como protagonistas a Gérard Dépardieu y Jacques Dutronc. Claude Faraldo asistió el pasado miércoles al estreno madrileño de su película Themroc * y mantuvo un coloquio con los espectadores al final de la proyección. Unas horas antes mantuvo la siguiente entrevista con Fernando Trueba.

—¿Cómo llegó usted a hacer películas?

—Yo carezco de lo que se llama una cultura, una formación intelectual. Desde los trece años he trabajado. He sido camionero y militaba políticamente. Fue durante una huelga que decidí romper con el partido y más tarde deje; el trabajo. Anduve de un lado para otro, sin hacer nada, viviendo.

Conocí a una mujer que me dijo: «¿Por qué no dejas de hablar y todas esas cosas que estás siempre contando las pones en un guión? Yo tú ayudaré.» Así escribí mi primer guión. Mi primera película no quise que se viera porque me di cuenta de que era una película esteticista, en la que había intentado hacer arte, hacer bonitas imágenes. Y creo que no hay que hacer esto. Hay que hacer películas que demuestren a la gente que ellos también pueden hacerlas, que hacer cine no es tan difícil y que no se necesita ninguna cultura ni preparación especial para hacer una película. Mayo del 68 había permitido que se estrenase una obra teatral mía y esto hizo que se hablara algo de mí. Gracias a ello pude realizar Bof!

—¿Considera que sus películas ilustran de alguna manera el espíritu del Mayo Francés?

—No. He hecho mis películas a partir de ahí. Mayo del 68 me permitió hacerlas porque entonces hubo un gran período de crisis y confusión. Los comerciantes del cine no sabían qué era lo que le gustaba a la gente, estaban confundidos, gracias a eso pude hacer un filme como Themroc, desgraciadamente eso pasó. Ahora sería imposible rodar un filme así en Francia, sin diálogos, sin música, etcétera.


—¿Está contra la qualité habitual del cine francés?

—Absolutamente. Hay que hacer un cine que sirva a la gente para algo. Las películas de Bergman no sirven ni siquiera a los intelectuales, puesto que les cuentan historias que ellos conocen de sobra. Historias mezquinas del tipo «Te quiero, luego, ¡me debes algo!», es un cine burgués, sobre culpabilidades cristianas desfasadas, un cine que va contra la libertad del individuo. Y Bergman tiene talento, es un gran técnico, pero trafica con viejas ideas, que ya no tienen sentido. Sus películas tienen una factura considerable. Bergman no hace cine para que los demás puedan hacerlo o imitarle, el cine de Bergman, me dice: «Usted ocúpese de cargar cajas, que el cine ya lo hago yo.» No soy un cinéfilo, apenas voy al cine. De todas formas, hay películas que me gustan. Por ejemplo, Milos Forman, amigo mío desde hace muchos años, ha hecho un filme estupendo en América, Alguien voló sobre el nido del cuco, en que la gente se detiene en el lado psicológico y clínico de la historia. Yo paso de eso completamente, lo que me gusta es que ese filme es América, tal y como Forman la ve. Últimamente, muchas cosas han cambiado. Hace años, un obrero dejaba de trabajar y sentía vergüenza, ya no era nadie. Ahora te encuentras a un tipo que te dice: «Llevo dos años en paro y voy a intentar renovarlo por un año más», y esto está muy bien. En Themroc hablo de esto. También hablo de que hacer el amor con tu hermana está muy bien, si ella está de acuerdo. Hay que acabar con los viejos tabúes burgueses. Yo descubrí la libertad muy tarde. Me refiero a tu libertad individual, íntima, que es muy importante.


—¿En qué condiciones económicas se realizó Themroc?

—En Themroc trabaja mucha gente, pero cobrando muy poco. La película costó 130 millones de francos viejos. Pero lo importante es otra cosa. En Themroc hay algunas escenas en el Metro; yo no podía pagar permisos para rodar allí ni pagar extras, así que tuvimos que entrar a la fuerza y rodar la escena en hora y media, el tiempo que tardaron en venir a prohibírnoslo. Rodábamos metiéndonos entre la gente con la cámara y un foco a las seis de la mañana. ¡Y ni siquiera míraban a la cámara! Estábamos en cierta forma forzando a la gente, era algo muy violento, nos arriesgábamos a que nos partieran la cara. No digo esto por contar una anécdota, sino para ilustrar el contexto tan duro en que se realizó la película. Todo ello marca el estilo del filme y supone un contacto muy real con la vida, sin los trucos del falso cine-verdad. Hay gente que me dice: «Claude, sabes escribir bonitos diálogos, ¿no estás ya un poco harto de tus historias de obreros que mandan todo a la mierda?» Me aconsejan que cambie de tema, que haga películas de aventuras... Quizá tengan razón. Pero creo que lo que hago no es fácil ni cómodo. Yo hago una película por una necesidad muy poderosa de conectar con la gente.y de mostrar determinadas cosas. Mis películas son reacciones vitales, no funcionan por referencias a otras películas o a la cultura en general. Son parte de mi vida. No me gusta la gente que hace películas de una manera y luego vive de otra. Hay que ser sincero, contar las cosas que realmente vives y crees. Con mis películas intento cambiar la vida.
 
* Themroc, largometraje estrenado el pasado miércoles [14 de Marzo de 1979] en Madrid, con Míchel Piccolí, Beatrice Romand y Marilú Toló en sus papeles protagonistas, se enclava en ese estilo vanguardista cuya base originaria pudo haber sido «la nueva ola» de los Godard, Truffaut y Chabrol, matizado y enriquecido por el paso de los años y los acontecimientos sociales y políticos de una Europa contradictoria y apasionada.

martes, 27 de noviembre de 2012

CGT ante los últimos nombramientos en RTVE y los ataques a la libertad de información

La sección sindical de la Confederación General del Trabajo (CGT) en RTVE quiere mostrar su rechazo a las nuevas incorporaciones de directivos externos y denunciar los ataques a la libertad de información y a la independencia profesional en la radio, la televisión y la web públicas.


A las denuncias y las quejas internas por manipulación informativa y presiones a los trabajadores (las más recientes, en Informe Semanal y en la web) se suma el nombramiento, anunciado el día 21, de dos nuevos cargos directivos de marcada tendencia política.

El hecho es doblemente grave. En primer lugar, porque entran en RTVE «a dedo» dos personas que cobrarán sueldos de directivo, en un momento en el que, con la excusa de la «austeridad», se reducen los equipos y los medios con los que cuenta RTVE y se amenaza con recortar las condiciones laborales.

En segundo lugar, porque estas dos personas llegan de Telemadrid y la COPE, lo que en modo alguno es casual. Ambos vienen a reforzar la línea política del director de Informativos, Julio Somoano.

Desde CGT queremos alertar a toda la sociedad de la deriva que está experimentando RTVE desde que el Gobierno del Estado aprobó el decreto que permitió el nombramiento de Leopoldo González-Echenique.

De un modelo anterior que aun lejos de consolidar una Radio-Televisión Pública plural e independiente, en cambio si permitía ciertos márgenes de autonomía, se está pasando a un control estricto de los contenidos en RTVE en todos los formatos.

Este modelo de manipulación y falta de calidad se ve claramente reflejado en el programa Informe Semanal dirigido por Jenaro Castro, en el que se junta una información de un perfil muy bajo que raya la grosería y mal gusto, como el reportaje del Madrid Arena emitido el pasado día 3 de noviembre, con otros reportajes que presentan informaciones muy alejadas de la realidad. Además, la dirección de informativos ha empezado a tomar represalias contra los trabajadores que están protestando ante esta situación, todo ello después de las primeras purgas de redactores que se realizaron con la llegada del actual equipo directivo sustituyéndolo por redactores afines, ahora le ha tocado a un realizador que se negó a firmar un reportaje que consideraba «irregular».

Desde CGT-RTVE exigimos la destitución del director de informativos no diarios (Jenaro Castro) y hacemos un llamamiento a todas las organizaciones, tanto profesionales como sindicales y ciudadanas, y a los comités de empresa de los medios de comunicación para que se unan en la denuncia de estos hechos y en la defensa de unos medios de comunicación públicos imparciales y objetivos, que garanticen el derecho de la ciudadanía a recibir una información veraz.

Sección Sindical CGT-RTVE


lunes, 26 de noviembre de 2012

El Plan Dalet

Fundación Palestina

El Plan Dalet  fue un plan elaborado por los dirigentes sionistas en 1947 en un edificio de Tel Aviv conocido como la Casa Roja. El plan desarrollaba los pasos a seguir para lograr la limpieza étnica de Palestina logrando así la expulsión sistemática de los palestinos de su país. Para ello, no dudarían en utilizar todos los medios posibles: saqueos en viviendas, edificios públicos y aldeas, incendio de bienes, bombardeos, intimidación a gran escala… Todo era válido para lograr el objetivo principal: la creación de un estado exclusivamente judío. Las órdenes de Ben Gurion eran claras: «El principal objetivo de la operación es la destrucción de aldeas árabes... y la expulsión de los aldeanos».

El paso previo fue el denominado Proyecto Archivo de Aldeas, que según el historiador israelí Ilan Pappé, se desarrolló desde finales de los años 30. El proyecto tenía como objetivo realizar un registro de todas las aldeas y pueblos palestinos con información detallada sobre aspectos como la fertilidad de sus tierras, su número de habitantes, sus principales puntos de acceso, la facilidad para conquistarlas, etc.


Con este archivo completo, la siguiente fase sería la aniquilación de estas aldeas: destruyendo entre el 80 y 90% de los pueblos y aldeas palestinos no sólo se lograría la expulsión de los palestinos sino que se impediría su vuelta de por vida. Más 400 aldeas palestinas fueron borradas del mapa.

Tal y como afirmaría el político y militar Moshe Dayan: «no hay ninguna aldea, pueblo o ciudad en Israel que  tenga un nombre hebreo que antes no tuviera un nombre árabe... Debemos reconocer que nuestro país lo hemos construido sobre los árabes».

La masacre de Deir Yassin, pese a no ser ni mucho menos la única pasaría a la historia como uno de los episodios más tristes para el pueblo palestino. El 9 de abril de ese mismo año, el grupo terrorista Irgún liderado por Menajem Beguin y la banda de Stern cometieron una masacre en la aldea de Deir Yassin, cerca de la ciudad de Jerusalén, que costó la vida a 254 palestinos, entre ellos hombres, mujeres y niños. Los que sobrevivieron huyeron y lo mismo ocurrió en las aldeas vecinas. Pocos días después judíos venidos de Polonia, Rumania y Eslovaquia se establecían en la aldea como si nada hubiese ocurrido. Los ejecutores no sólo salieron impunes, sino que su impulsor, Menajem Beguin se convertiría años después en Primer Ministro de Israel.

Deir Yassin encabeza una larga lista de masacres, entre ellas podemos citar Ein Karem, Kakoun, Tantura, Jaffa, Sufsaf... Con estos ataques, los sionistas se aseguraban que el terror entre los palestinos se extendiese y agilizaban su huída hacia otros países árabes.

El caso de las ciudades fue diferente ya que su ocupación era un objetivo primordial para el proyecto sionista. Las ciudades de Safad, Majdal, Tiberiades, Beisan y Beerseba fueron totalmente desocupadas. En otras cinco: Jaffa, Haifa, Lod, Ramala y Acre apenas quedaron unos centenares de habitantes. Toda la herencia cultural de estas ciudades fue destruida: bibliotecas, imprentas, editoriales, centros culturales, cines teatros, archivos de hospitales, escuelas, consejos municipales...


La única ciudad que permaneció intacta fue Nazaret ya que los principales dirigentes sionistas prefirieron no enemistarse con el Vaticano y el mundo cristiano.

Más de 60 años después de la Nakba, Israel sigue manteniendo que los palestinos se fueron aconsejados por sus propios líderes árabes, que les instaron a abandonar sus hogares hasta que reconquistasen Palestina. Esta teoría es enseñada en escuelas, institutos y universidades de todo Israel. Todo intento de incluir la Nakba en el sistema educativo israelí ha sido boicoteado por los diferentes gobiernos. A día de hoy tan sólo una minoría reconoce el alto precio que tuvieron que pagar para establecer un estado judío en Palestina.


Fuentes:

Artículo publicado por Saleh Abdeñ Jawad en la revista Viento Sur:

Artículo de Laura Lescano, publicado en Rebelión el 23 de noviembre de 2008:

La limpieza étnica de Palestina, de Ilan Pappé:

Destrucción de aldeas palestinas:

domingo, 25 de noviembre de 2012

Entrevista con un ateo saudí

William Bauer

(21/11/2012)

«Por favor, tenga en cuenta, que hay una caza de brujas contra nosotros... así que tenga cuidado con los detalles que revela», comienza Jabir. Tiene razón para estar preocupado, porque él es un ateo en un país donde defender creencias distintas al Islam sunnita puede acarrear prisión, ser posiblemente torturado, y con una teórica posibilidad de ejecución.

Aunque Jabir no es su verdadero nombre, aún desconfía de expresar públicamente sus puntos de vista. Arabia Saudí es un entorno altamente hostil para expresar creencias religiosas no islámicas, por no hablar de la incredulidad. De hecho, para muchos saudíes, el ateísmo —mulhad en árabe- es mucho más inquietante que creer en otra religión diferente. El ateísmo, como sostienen muchos clérigos en Arabia Saudí, conduce a una vida disoluta, aventuras carnales, conductas inmorales y, en última instancia, a la condenación eterna.

Los ateos son retratados en los medios oficiales saudíes como una amenaza existencial y de corrupción para la sociedad. Un clérigo incluso habló recientemente de una: «oleada de ateísmo que azota el país». Es muy poco probable que esto ocurra, pero demuestra el temor persistente a los ateos y asegura que ningún saudí exprese esta creencia abiertamente.

Jabir tiene unos veinte años, y se graduó con éxito en una prestigiosa universidad saudí. Solía ser muy religioso, asistía regularmente a las clases de Corán de su escuela, y no escuchó música hasta su adolescencia. Pero en sus últimos años de escuela, todo esto cambió.

«Me di cuenta que algunas de las enseñanzas y reglas religiosas no tenían sentido. Así que empecé a hacer preguntas acerca de detalles pequeños, como por qué la música es Haram (prohibido) o por qué las mujeres tienen que cubrirse el rostro. Entonces empecé a leer sobre la forma en que los textos islámicos y el Hadith se escribieron... Yo tenía un grupo de amigos que nos gustaba hablar de libros en nuestras frecuentes reuniones... Después de un tiempo llegué a creer que toda las religiones no son más que invenciones humanas para luchar contra la realidad e imponer un orden».

Citando obras clave de pensadores musulmanes y árabes, así como de autores como Richard Dawkins, Christopher Hitchens y Sam Harris, Jabir explica que adquirir estos libros es muy difícil. A menudo, tiene que pasarlos de contrabando en Arabia Saudí. «Por lo general obtenía algunas copias de libros en inglés que nadie entendía. Tuve que esconder Dios no es bueno en una bolsa a medida para poder pasar la aduana, ya que era demasiado evidente...»

Luego viene otra complicación, ocultar estos libros. El proceso es lentísimo nos comenta Jabir: «... Si quieres bromear con un ateo saudí pregúntale: "¿dónde tienes tu alijo de libros extraños?"» Más allá del humor, sin embargo, el problema es muy grave, y si le encuentran estos libros, Jabir tendría serios problemas.

Cuando se le pregunta si mantener tales puntos de vista lo aislaba, responde con seguridad: «Desde mi propia experiencia, fue muy fácil. Es importante destacar que un grupo cercano a mí de compañeros del colegio abandonó igual que yo la fe islámica. Cuando acabé la carrera, me fui a trabajar, al igual que la mayoría de mis amigos, a diferentes ciudades. Esto me fue fácil para conocer otros grupos racionalistas y ateos en cada una de las ciudades que estuve.»

En los últimos diez años, los nuevos medios de comunicación han abierto las puertas a mucha gente del país. Ya se trate de un joven saudí en busca de amor, un analista político en ciernes impedido a debatir públicamente, un experimentado escritor en busca de público, o un ateo en búsqueda de almas gemelas, Internet ofrece posibilidades para todos. «Facebook y Twitter hacen que sea fácil encontrar personas que debaten y se interesan por los valores seculares. Nosotros, los "no creyentes" hacemos reuniones y tenemos grupos en varias ciudades saudíes. A pesar de lo difícil que es conocerlos, si usted entra en uno de ellos, se sorprenderá, entonces, por la cantidad y los sectores de la sociedad allí representados», dice Jabir.

No es sólo el hecho de que haya otra gente como él, lo que sorprendió a Jabir. «Me quedé muy sorprendido al conocer a personas mayores de cuarenta y cincuenta años que ocultaron su ateísmo durante décadas. Me dijeron que sólo con la generación joven actual habían encontrado a otras personas que piensan igual que ellos y fuesen capaces de encontrar grupos en los que poder hablar y debatir sobre sus ideas.» Jabir cortésmente objeta cuando se le pregunta acerca de los antecedentes de estas personas, la confidencialidad y el secretismo son muy acentuados en el entorno ateo de Arabia Saudí.

Jabir mantiene la apariencia de ser un creyente islámico, cuando está entre la familia. En ocasiones, esto se vuelve frustrante, sobre todo porque todos los viernes tiene que fingir que va a rezar a una mezquita, pero en realidad se sienta en su coche en el exterior de una cadena de cafeterías, bebiendo un café con leche hasta que el sermón haya terminado. Otro ateo, Abdalá, menciona que él tiene la suerte de tener a su familia viviendo en otra parte de Arabia Saudí, y por lo tanto no tiene que fingir todas las semanas.

Sin embargo, las consecuencias de ser descubiertos como ateos serían terribles para Jabir o cualquiera de sus compañeros. «Si alguien declarase que no es creyente, al margen de si el gobierno tomase medidas o no, quedaría aislado por la familia, sería despedido de su puesto de trabajo, la gente en todas partes hablaría mal de él y advertirían a otros sobre él. Y sería muy probable que le agredieran físicamente, e incluso matarlo.»

Cuando se le pregunta cómo se siente por ser saudí, Jabir dice: «El hecho de que Arabia Saudí no sea un país secular, me hace ser pesimista por el futuro. El hecho de que este país es un estado religioso, promotor de una de las formas más extremistas del Islam, me horroriza. No veo un cambio de la sociedad, no veo un cambio de la familia real, y que al resto del mundo no le importe nada cuántas personas son asesinadas simplemente por negarse a creer en la religión en la que nacieron, siempre y cuando el petróleo siga bombeando».

Aunque la visión de Jabir es profundamente deprimente, es innegable que Arabia Saudí está cambiando. Con una población en auge, el aumento del desempleo, la caída de los ingresos por la venta de petróleo, Internet en constante crecimiento y la expansión social de los medios de comunicación, el país se enfrenta a tiempos de cambio e inestabilidad. Se podría transformar en una sociedad más libre y más tolerante con los diferentes puntos de vista e ideas dentro de sus comunidades.

Sin embargo, también puede ser que el sistema político reaccione ante estas nuevas circunstancias, con mayores restricciones sociales y religiosas. Para Jabir sería una auténtica pesadilla cuando el relativamente reformista rey Abdalá muera y viniese un nuevo monarca que permita a la policía religiosa y a ciertos sectores sociales saudíes iniciar una agresiva caza de brujas contra los «no creyentes».

Le pregunto por qué sigue aferrándose a sus opiniones, en ésta, la más peligrosa de las sociedades: «Como persona, nunca me imaginé que estaría en paz conmigo mismo y con mi visión de la vida como siento ahora. Mis nuevos puntos de vista sobre el poder supremo, el más allá, la fe y la religión, se han transformado gradualmente a lo largo de años de lectura y búsqueda de la autosatisfacción. Sin embargo, como saudí, me siento como si hubiera nacido en el lugar equivocado.»

Y para acabar dice: «¿No es un derecho fundamental de los seres humanos creer o no creer libremente? Sé que esto es sólo un sueño en Arabia Saudí, pero esto no cambia el hecho de que la gente tenga diferentes puntos de vista y creencias, lo permita o no la sociedad.»

Policia religiosa saudí.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Egipto no cambia de perfil: «El fascismo militar dejó paso al fascismo religioso»

El ascenso de Morsi no ha traido ningún progreso, según Ahmed Fathi



El periodista Ahmed Fathi piensa que el mando militar en El Cairo simplemente fue sustituido por otra forma de la dictadura. 

«Lo que Mohammed Morsi ha hecho, Hosni Mubarak no lo habría ni soñado en la cima de su poder. Morsi es una parte de los 'Hermanos Musulmanes', un grupo islamista-fascista, ellos controlan a sus miembros y seguidores», dijo el periodista estadounidense de origen egipcio Ahmed Fathi a RT. «Es muy fácil controlarlos en nombre de la religión en un país donde el 45 por 100 de la población es analfabeta», afirma el periodista, que no ve apenas diferencias en la base autocrática del régimen actual y el anterior: «Ahora los egipcios ven claramente que ellos han sustituido el régimen militar fascista de Hosni Mubarack por el régimen fascista religioso de Mohammed Morsi y los Hermanos Musulmanes».

Comparando la situación actual dentro del país con la de hace dos años, Ahmed Fathi no ve ningún progreso: «En la cima de la revolución, en enero de 2011, los egipcios pedían simplemente tres cosas: pan, libertad y justicia social. Y nada de lo que ellos exigían durante la revolución ha sido lograda». 

«La economía egipcia está arruinada, y a la situación con la libertades se le hizo caso omiso. La gente quería la democracia, ellos querían establecer una firme observancia de los derechos humanos, ellos querían tener una justicia social aplicada y no convertirla de una militar a una religiosa fascista», concluye el periodista.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Judíos antisionistas rechazan apartheid de Israel



Los judíos antisionistas rechazan la histórica y progresiva limpieza étnica del pueblo palestino y piden el fin de la colonización del régimen israelí en Palestina, además de denunciar que la violencia de este régimen pone en peligro la seguridad de los propios judíos.

La Red Judía Antisionista Internacional a través de una carta abierta, publicada el lunes, se solidarizó con el pueblo palestino que sufre la implacable violencia militar, la limpieza étnica y la confiscación de sus tierras.

Al denunciar las políticas de genocidio que lleva a cabo el régimen de Tel Aviv para acabar con la resistencia palestina, los activistas señalan que ese régimen en la Franja de Gaza «impide el acceso a la comida, al agua, electricidad, ayuda humanitaria y suministros médicos como un arma dirigida a las bases mismas de la vida humana».

El documento destaca el apoyo al derecho del retorno palestino y expresa que el sionismo es racista y privilegia los derechos de algunos para establecerse en Palestina, mientras excluye a otras personas, como a los palestinos, para convertirlos en refugiados.

El grupo anuncia su respaldo a los palestinos en su lucha por sobrevivir, mantenerse firme y avanzar en su movimiento lo mejor que puedan, en sus propios términos y no con otras estrategias.

«Somos copartícipes de los movimientos que lideran los más afectados por la conquista del imperio, la ocupación, el racismo, el control y la explotación global de personas y recursos. (...) Defendemos los derechos de los pueblos autóctonos a sus tierras y a su soberanía», declaran los activistas.

Los judíos antisionistas, al denunciar la segregación entre las personas que conlleva el movimiento de conquista del sionismo, apuntan que la ideología racista del sionismo «demanda poder político, económico y legal para las personas y culturas judías y europeas por encima de los pueblos y las culturas autóctonas. El sionismo no solo es racista sino antisemita».


Según el texto, la ideología sionista apoya la imaginería antisemita europea y sexista del «judío diaspórico» afeminado y débil y contrapone a éste un «judío nuevo» violento y militarizado, que representa un perpetrador y no una víctima de la violencia racializada.

Las agresiones del régimen israelí ponen en peligro la seguridad de todas las personas, incluida la de los judíos. Además a través de una islamofobia compartida y un deseo de controlar el Oriente Medio y Asia Occidental hace causa común con los cristianos fundamentalistas y otros que llaman a la destrucción de los judíos.

«Esta promoción conjunta de islamofobia sirve para demonizar a la resistencia contra la dominación económica y militar de Occidente», reza la carta.

Reveló también que una red internacional de instituciones y organizaciones sionistas apoyan con fondos directos la construcción de asentamientos judíos militares y militantes, además de censurar las críticas contra el régimen de Israel.

Esas entidades facilitan también la difusión de la islamofobia y ejercen, a través de sus listas negras, la violencia, el vandalismo, el encarcelamiento, la deportación, los despidos y otras sanciones económicas.

Apuntando a las amenazas del régimen de Tel Aviv contra países de la región, los judíos antisionistas concluyen que «el peligro de una guerra nuclear a través de un ataque estadounidense-israelí contra Irán nos recuerda que Israel es una bomba atómica que debe ser desmantelada urgentemente para salvar las vidas de todas sus víctimas actuales y potenciales».

nas/nl/ab/  

jueves, 22 de noviembre de 2012

El anarcosindicalismo catalán no era independentista

Acerca de la conferencia del «Noi del Sucre» en el Ateneo de Madrid 

El autor discute las recientes interpretaciones sobre una tendencia independentista dentro de la CNT catalana hechas a partir de una conferencia del dirigente obrero Salvador Seguí.

MAURICIO BASTERRA*
Quemades, Seguí y Pestaña, responsables de la CNT catalana.
Con la proximidad de las elecciones catalanas hemos podido comprobar el poder que los referentes históricos tienen para justificar las posiciones ideológicas presentes. Y para poder llegar a esos cometidos no se duda en ningún momento en manipular, malversar o malinterpretar algunas posiciones. Algo que en el nacionalismo es muy usual.

En una entrevista a David Fernández, candidato de las CUP (Candidatures d´Unitat Popular), se puso a Salvador Seguí, el «Noi del Sucre», como ejemplo de la búsqueda de la independencia de Cataluña por un discurso que dio en el Ateneo de Madrid en octubre de 1919. Otras aportaciones han repetido la idea también en las páginas de DIAGONAL. El texto extraído decía así: «Que se dé, no ya la autonomía, que está después de todo es aceptable; que se dé incluso la independencia a Cataluña, y ¿sabéis quienes serían los primeros en no aceptar la independencia de Cataluña? Nosotros, no; de ninguna manera. Nosotros nos entenderíamos muy bien y pronto con la burguesía catalana. ¿Sabéis, repito, quienes serían los primeros en no aceptar la independencia de Cataluña? Los mercaderes de la Liga regionalista; la misma burguesía catalana que está dentro de la Liga regionalista, sería la que no aceptaría de ninguna manera la independencia de Cataluña». Analizando el párrafo se puede llegar a la conclusión que Salvador Seguí, figura indiscutible de la CNT en ese momento, era partidario o no vería con malos ojos la independencia catalana. Así se puede formar la idea de que el anarcosindicalismo tuvo una variante independentista en Cataluña.

Recurrí a mi biblioteca donde tenía transcrito el texto completo de Salvador Seguí en el Ateneo de Madrid. En 1919 tanto Salvador Seguí como Ángel Pestaña dieron una serie de conferencias en Madrid donde departieron del sindicalismo y del terrorismo patronal en Barcelona. Al leer la conferencia completa de Seguí se puede entender lo extrapolada y fuera de lugar que queda la argumentación del dirigente de las CUP o posteriores políticos que recurrieron a Seguí para justificar sus ideas. En esa misma conferencia Seguí dice textualmente lo siguiente: «En Cataluña –hay necesidad de decirlo así– existe otro problema que el nuestro, y este he dicho ya anteriormente, no es el problema de Cataluña que es de España y es universal. En Cataluña no hay problema catalán, porque allí solamente siente ese problema la burguesía organizada, que está bajo los auspicios de la Liga Regionalista». El epígrafe que encabeza la conferencia reza de forma contundente: «En Cataluña no hay otro problema que el del proletariado». En aquellas interesantes conferencias tanto Salvador Seguí como Ángel Pestaña quisieron demostrar lo siguiente: El problema que existía en el proletariado catalán era el problema que había generado el capitalismo. En aquellos momentos esa burguesía catalana, que defendía la independencia de Cataluña, apoyaba al Fomento del Trabajo y veía con buenos las políticas de represión contra el movimiento obrero que se estaba llevando a cabo por parte de los gobernadores civiles, militares, el Sindicato Libre de la patronal y la propia Corona de España. Un pistolerismo que llevó a Salvador Seguí a ser asesinado en 1923. Asesinato aplaudido por Cambó y los regionalistas.

Quizá escogió mal ejemplo el miembro de la CUP para poder reivindicar la independencia de Cataluña desde posiciones de izquierdas. El anarcosindicalismo nunca fue partidario de la independencia de Cataluña. Se da la situación de que la organización más poderosa del movimiento obrero catalán era la CNT, que apenas tenía sentimientos nacionalistas. Muy por el contrario los nacionalistas catalanes partían de posiciones de inferioridad numérica. Ello llevaba incluso a tildar a los integrantes de la CNT de «murcianos», nombre despectivo que se daba a todo aquel que no había nacido en Cataluña.

Los sectores más progresistas del catalanismo, como fueron Lluis Companys, Francesc Layret (asesinados también por los pistoleros del Sindicato Libre) o Francesc Macià, intentaron siempre ganarse la confianza de los libertarios. Sin embargo la CNT siempre leyó la lucha política en clave internacionalista, al igual que era un sindicato de enorme implantación en todo el territorio español.

Cuando se proclamó la República en 1931, fue quizá el momento más dulce del nacionalismo catalán. Sin embargo no llegaron a proclamar la independencia de Cataluña. Los factores fueron varios:

- 1. Companys no pudo ver cumplido su objetivo de una República catalana dentro de la República española. El modelo que adoptó el Estado republicano español fue el autonómico. En ese sentido Companys no era un independentista sino un republicano federal

- 2. El independentismo quedó reducido a unos pequeños grupos como Estat catalá, cuyos miembros Josep Dencàs y Ventura Gassol fueron acusados de acercamiento a los fascistas italianos. En el caso de Dencàs era cierto.

- 3. La fuerza del anarcosindicalismo en Cataluña impedía cualquier intento de independencia, pues las fuerzas libertarias podrían conducir la revolución por derroteros que la propia burguesía catalana no aceptaba. De hecho los catalanistas llegaron a hacer surgir un sindicato propio de payeses, la Unió de Rabassaires (nacida en 1922), con el objetivo de descargar de influencia a la CNT.

Tal es así que al decretarse la Huelga General revolucionaria de octubre de 1934, la CNT la apoya en toda España, pero no la convoca en Cataluña, donde son los nacionalistas los que encabezan el movimiento y los anarcosindicalistas no se sienten identificados con ellos.

El inicio de Guerra Civil marca el canto del cisne para todas las organizaciones. En Cataluña se desarrolla una autentica revolución en el campo y la ciudad que desborda a las organizaciones nacionalistas como ERC, hasta que paulatinamente se vuelven a hacer con el control de la situación. Pero en todo momento la CNT tuvo una importantísima presencia tanto en los comités de fábrica, en el campo o en la Generalitat de Cataluña, hasta los Sucesos de Mayo de 1937. ERC, o algunos de sus sectores, encuentran un buen aliado en el PSUC, partido que proviene de la unificación de fuerzas emprendidas por los comunistas, que llegan incluso a controlar el sindicato UGT para plantear una contrafuerza a la CNT. Un PSUC que se mostró como una sección catalana de la Komintern, política que era incluso censurada por el propio PCE, pues solo podía haber una sección de la Internacional por país. Pero el PSUC llegó a conseguir el reconocimiento dentro de la Komintern como sección gracias a las gestiones de Joan Comorera, lo cual planteó una ruptura en la fuerte unidad que se había cimentado en el comunismo español hasta ese momento.

La derrota en la Guerra provoca la fuerte represión contra todos los componentes de las organizaciones de izquierda. A la muerte del dictador y la vuelta de la organizaciones a la legalidad, es el momento en el que en Cataluña, ya sin la influencia del anarcosindicalismo minado por la represión franquista y por el caso Scala y las escisiones en democracia, el nacionalismo se vuelve hegemónico.

Los independentistas catalanes tienen multitud de referentes históricos para poder cimentar sus ideas. Desde Companys hasta Layret, de Maciá a Tarradellas, y así un largo etcétera. Pero poner como ejemplo a Salvador Seguí o a cualquier anarcosindicalista es meterse en un jardín difícil de justificar, porque si hubo un movimiento que compitió con el nacionalismo por la influencia de la clase obrera, ese fue el anarcosindicalismo, movimiento hegemónico en el movimiento obrero y político catalán.


* Mauricio Basterra es el pseudónimo de un historiador anarcosindicalista madrileño.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Anticlericalismo majnovista



Por VOLIN

Acude ahora a mi memoria un episodio típico que presencié. Los regimientos majnovistas habían hecho alto en una población importante. Nuestra Comisión de Propaganda, llegada con ellos, fue hospedada por una familia de campesinos, cuya vivienda daba a la plaza, frente a la iglesia. Apenas instalados, oímos ruidos inusitados, clamores de voces. Al salir vimos a una multitud de campesinos en explicaciones con los combatientes majnovistas.

—Sí, camaradas —oímos—. El canalla hizo una lista de nombres, unos cuarenta, todos los cuales fueron fusilados por las autoridades.

Supimos que se trataba del cura de la aldea. Una rápida investigación sobre el terreno confirmó la verdad de la acusación. Se decidió, pues, ir en busca del cura. Los campesinos afirmaban que su vivienda estaba cerrada y que el cura no se hallaba en ella. Le suponían huido. Pero había quienes consideraban que se había ocultado en la iglesia misma, y campesinos e insurgentes se dirigieron a ella. La puerta estaba cerrada por fuera, con cadena y candado.

—Ven —dijeron algunos—; no puede estar dentro, pues la puerta está cerrada por fuera.

Mas otros, desconfiados, afirmaron que el pope, sin tiempo para huir, se había hecho encerrar en la iglesia por su pequeño sacristán, para que se le creyera huido. Pero de nada le valió. Los insurgentes hicieron saltar el candado y penetraron en la iglesia, cuyo interior revisaron prolijamente, descubriendo un vaso de noche, ya utilizado, y una provisión de víveres. El pope estaba allí, pues. Al oír la multitud que penetraba en la iglesia, había, de seguro, trepado al campanario, en la esperanza de que, no hallándolo abajo, desistieran de buscarlo. Pero los insurgentes se lanzaron por la estrecha escalera de madera hacia el pequeño campanario, con gran ruido de sables y fusiles y gritos. Los que se hallaban en la plaza vieron, entonces, aparecer en lo alto del campanario a un hombre alto, que gesticulaba y gritaba desesperadamente, dominado por el terror. Era joven, de largos cabellos de rubio pajizo. Tendidos hacia la plaza sus largos brazos abiertos, gritaba plañidero:

—¡Pequeños hermanos! ¡Yo nada hice! ¡Nada malo! ¡Piedad mis hermanos! ¡Mis pequeños hermanos!

Fue un instante. Brazos vigorosos le tiraron de la sotana, obligándole a bajar. Y la multitud salió con él de la iglesia, cruzó la plaza y lo trajo al patio de la vivienda que ocupábamos. Y allí mismo se improvisó el juicio popular, en el que nuestra Comisión, meramente espectadora, no intervino por nada.

—¿Qué dices ahora, pillo? ¡Hay que pagar! Despídete de la vida y ruega a tu dios, si quieres...

—¡Mis pequeños hermanos, mis pequeños hermanos! -repetía el pope, tembloroso-. Soy inocente; no he hecho nada. ¡Mis pequeños hermanos...!

—¿Qué no has hecho nada? —le gritaban—. ¿No has denunciado al joven Iván, y a Pavel, y a Serguei, el jorobado, y a muchos más? ¿No fuiste tú quien redactó la lista? ¿Quieres que te llevemos ante las fosas de tus víctimas? ¿O que vayamos a hojear los papeles del puesto policial, donde de seguro encontraremos la lista de tu puño y letra?

El pope cayó de rodillas, los ojos perdidos, brillante de sudor el rostro, repitiendo sus exclamaciones. Una joven, integrante de nuestra Comisión, se hallaba cerca de él incidentalmente. Arrastrándose de rodillas, le tomó el ruedo del vestido, lo besó y le suplicó:

—¡Protégeme, mi pequeña hermana! ¡Soy inocente! ¡Sálvame, mi pequeña hermana!...

—¿Qué quieres que haga yo? —le respondió ella—. Defiéndete, si eres inocente. No estás ante seres salvajes. Si eres realmente inocente no te harán daño alguno. Pero si eres culpable, ¿qué puedo hacer yo?

En eso entró al patio, a caballo, un insurgente. Se detuvo tras el pope y, sin apearse, empezó a fustigarle la espalda, gritándole a cada golpe: «¡Por haber engañado al pueblo! ¡Por haber engañado al pueblo!» La multitud, impasible, le dejaba hacer. Hasta que yo le dije:

—¡Basta, camarada! A pesar de todo, no hay que torturarlo.

—¿Sí, eh? —oí a varios—. Ellos nunca torturaron a nadie, ¿verdad?

Otro insurgente se adelantó, para sacudir rudamente al pope.

—¡Vamos, levántate! ¡Basta de comedia! ¡Ponte de pie!

El pope ya no gritaba. Muy pálido, apenas consciente de la realidad, se incorporó, perdida a lo lejos la mirada, moviendo los labios, sin voces. El insurgente hizo señales a algunos camaradas, quienes en seguida rodearon al pope.

—Camaradas —se dirigió a los campesinos el insurgente—: ¿afirmáis vosotros que este hombre, contrarrevolucionario declarado, redactó y entregó a las autoridades blancas una lista de sospechosos, y que éstos fueron en seguida fusilados? ¿Es así?

—¡Sí, sí, ésa es la verdad! —clamoreó la multitud—. ¡El hizo asesinar a cuarenta de los nuestros! Toda la población lo sabe.

Y se daban nombres, se invocaban testimonios precisos, se acumulaban pruebas... Algunos parientes de los ejecutados confirmaban los hechos. Las mismas autoridades les habían hablado de la lista confeccionada por el cura, en explicación de sus represalias. Y el pope, sin decir nada.

—¿Hay alguien que defienda a este hombre? —preguntó el insurgente—. ¿Alguien que dude de su culpabilidad?

Silencio. Tras la pausa, el insurgente se acercó al pope y le quitó brutalmente la sotana.

—¡Qué buena tela! —dijo—. Nos servirá para hacer una bandera. La nuestra ya está muy desgastada.

Y luego, dirigiéndose al cura, ridículo, en camisa y calzoncillos:

—¡Arrodíllate ahí, ahora! Y haz tus oraciones, sin volverte.

Así lo hizo el condenado. Dos insurgentes, ubicados tras él, sacaron sus revólveres y, pasados unos instantes, le hicieron fuego. Y todo terminó.

La revolución desconocida
(Libro Tercero, II parte)


martes, 20 de noviembre de 2012

Medio siglo de parlamentarismo



Por ANSELMO LORENZO


Cuando, realizada la Revolución Francesa, vinieron a España, a la par que los ejércitos invasores, las ideas liberales, la juventud ilustrada aceptó con entusiasmo aquellas ideas destinadas a regenerar la sociedad española, llegada ya a la suma decadencia como consecuencia natural del absolutismo.

Aquella juventud comprendió que, al destruir el Antiguo Régimen político, era preciso abrir nuevas vías para alcanzar una transformación político-social con arreglo a un ideal de justicia, y adoptó el parlamentarismo y se denominó progresista.

El parlamentarismo, pues, debió ser un régimen de interinidad que satisficiese el doble objeto de llenar las condiciones y las exigencias de la vida práctica y elaborar paulatinamente las reformas futuras; era conservador, por cuanto dejaba subsistir lo bueno del pasado; positivista, porque atendía a las necesidades del presente; progresivo, porque aceptaba y planteaba los progresos teóricos elaborados por el pensamiento.

Pasaron multitud de vicisitudes políticas: los obcecados e interesados por lo antiguo suscitaron todo género de dificultades, contándose entre estas desde la intriga a la sangrienta guerra civil, y los progresistas, que asumieron la gran responsabilidad de facilitar el trabajo del progreso, se estancaron en el más repugnante doctrinarismo y pretendieron eternizar al país en irracionales fórmulas políticas que, lejos de inspirarse en generosos y científicos ideales, sólo obedecían a mezquinos intereses de los diferentes jefes de los partidos liberales.

Las constituciones políticas, aunque respondiendo a tan pobres fines, distaron mucho de alcanzar la perpetuidad que soñaron sus autores; por eso vemos que en poco más de medio siglo de parlamentarismo se han elaborado en España las siguientes Constituciones: la de 1812, restaurada en 1820 y 1836; la de 1837, la de 1845, la de 1855, la de 1869, la de 1873 y la de 1876 hoy vigente. No hemos alcanzado en esto a los franceses que desde 1789 al presente han promulgado 16 Constituciones.

Se adelantaron a la cultura de su tiempo los que declararon que la nación no era patrimonio del monarca; se acreditaron de precavidos los que decretaron la desamortización en beneficio de la clase media; viven ya fuera del siglo los que quieren perpetuar el salario dentro de la futura república, prometiendo que la república garantizará la justa cifra de los salarios.

Porque eso es la burguesía: en el principio, entusiasta, se sacrifica por la libertad; en el media, egoísta se aprovecha de los beneficios de la revolución, y en el fin, hipócrita, quiere perpetuar sus privilegios distrayendo a los trabajadores con fantásticos ideales.

Paralelo al desarrollo político de la burguesía se ha desarrollado el militarismo, que ha dado a nuestro país una celebridad especial y que alternativamente sirve a la revolución para viciarla y a la reacción para debilitarla.

Hoy que los últimos sucesos nos proporcionan oportunidad, reproduzcamos, tomado de Garibaldi, historia liberal del siglo XIX, la lista de los pronunciamientos verificados en los últimos setenta años:

En 1814, al volver Fernando VII del destierro, el jefe militar de Tarragona proclama a Fernando rey absoluto.

En el mismo año el general Mina intentó una sedición militar para restablecer la Constitución.

Poco después seguían su ejemplo los generales Lacy y Porlier, que, poco afortunados, pagaron con la vida su derrota.

A principios de 1820, Riego, Quiroga, Arco Agüero, López Baños, con varios batallones, se sublevaron en la provincia de Cádiz, y O'Donnell, conde del Abisbal, encargado de perseguirlos, se unía al movimiento sublevándose en Ocaña con toda su división.

La guardia real se subleva en Madrid el 7 de Julio de 1822, para restablecer el despotismo.

En 1824 se pronunció Besieres con cuatro compañías del regimiento de Santiago, contra Fernando VII, acusándole de francmasón y cómplice de los liberales, porque no quiso restablecer el odioso tribunal de la Inquisición.

Valdés, Manzanares, Torrijos, Vidal, Márquez, Chapalangarra, Milans, Mina, todos jefes del ejército, y otros muchos, promovieron sublevaciones durante los diez últimos años del reinado de Fernando VII, y a excepción de los dos últimos, todos perecieron en el campo de batalla o en el cadalso.

Por aquella época subleváronse también las fuerzas de infantería de marina de la Carraca, muriendo asesinado el gobernador.

Apenas muerto Fernando VII, el general D. Santos Ladrón inauguró la rebelión carlista, muriendo fusilado después de la derrota en los campos de Castilla la Vieja. A pesar de tan desgraciado fin, siguieron su ejemplo los generales Moreno, Eguía, Jáuregui, el conde de España, el teniente coronel Zumalacárregui y muchos otros.

En 1835 se sublevaba en Madrid D. Cayetano Cardero con un batallón del segundo regimiento de infantería ligera para restablecer la Constitución de 1812.

Poco después pronúnciase también el ejército del Norte, proclamando la misma Constitución.

En 1837, tres mil hombres de la guardia real, acaudillados por tres sargentos, se sublevan en la Granja, obligando a la reina Cristina a jurar la Constitución de 1812.

En 1838 los generales Córdova y Narváez intentaron en Sevilla una sedición, que abortó, viéndose obligados a emigrar: el primero murió en la emigración.

En 1840, los ejércitos reunidos bajo el mando de Espartero, apoyaron el pronunciamiento iniciado por el Ayuntamiento de Madrid.

Un año más tarde, los generales Concha, O'Donnell, León y Borso di Carminati, se ponían al frente de una sedición militar en Pamplona, Zaragoza y Madrid, para derribar del poder a los progresistas, a cuyo frente figuraba Espartero.

En 1843, Prim, Ortega, Serrano, Narváez, Concha, Figueras, Lara, Aspiroz y otros muchos jefes, unos por sí solos y los más al frente de las fuerzas de su mando, capitanearon la insurrección que derribó al regente.

En aquel mismo año, Ametller, Martell, Bellera, Baiges, Par, Herbella y otros varios, se sublevaron en Cataluña al frente de varios batallones, proclamando la Junta Central.

El capitán D. José Ordax Avecilla secunda el movimiento en León, y otros jefes y oficiales toman una parte muy activa en los movimientos de Vigo y Zaragoza.

A principios de 1844, el coronel Boné se pronunció en Alicante contra la dominación moderada, secundándole en Cartagena los generales Santa Cruz y Ruiz. El coronel Boné y más de veinte jefes de la extinguida milicia nacional, fueron fusilados: los sublevados de Cartagena emigraron a la Argelia.

Algunos meses más tarde fueron fusilados Zurbano y sus hijos, a consecuencia de una conspiración abortada.

En 1846 se sublevó casi toda la guarnición de Galicia a las órdenes de los brigadieres Solís y Rubín de Celis, y el general Iriarte los secundaba también en Castilla la Vieja.

En 1848 los dos Ametller y Bellera renováron la guerra civil en Cataluña.

En el mes de Mayo del mismo año se sublevó en Madrid el comandante Buceta con el regimiento de España, y en Julio los comandantes Portal y Gutiérrez se insurreccionaron en Sevilla con un batallón y tres escuadrones de caballería, viéndose obligados a emigrar a Portugal.

A principios de 1854 se sublevó en Zaragoza el brigadier Hore al frente de su regimiento, y murió asesinado porque otros jefes comprometidos se negaron a cumplir su palabra.

En Junio del mismo año, los generales Dulce, O'Donnell, Messina, Ros de Olano, Echagüe y Serrano, al frente del regimiento del Príncipe y de dos mil caballos, se sublevaron en el Campo de Guardias, Madrid. Pocos días después el coronel Manso de Zúñiga en Barcelona, y La Roche, capitán general del Principado con toda su guarnición, secundaban aquel movimiento, al que se adhirió antes de finalizar el mes de Julio todo el ejército.

En 1855 el comandante Corrales sublevó en Zaragoza dos escuadrones a cuyo frente salió de la ciudad proclamando a Carlos VI, muriendo poco después fusilado y siendo dispersada su tropa.

En Julio de 1856, el general Ruiz, comandante general de la provincia de Gerona, se sublevó con las tropas de su mando contra el gabinete O'Donnell-Ríos Rosas: el capitán general de Galicia hizo lo mismo; el de Aragón se sublevó en Zaragoza; el general Gurrea capitaneaba la insurrección de Logroño, y el regimiento de Aragón con su coronel al frente secundó el movimiento.

En Julio de 1859 se descubrieron, cuando estaban a punto de estallar, sediciones militares con objeto de proclamar la república, en Alicante, Sevilla y Olivenza.

En 1860, el general Ortega, capitán general de las Baleares, con más de tres mil hombres, se presentó en San Carlos de la Rápita con objeto de proclamar a Carlos VI, abandonándole sus tropas y muriendo fusilado en Tortosa.

El 3 de Enero de 1866 sublévase Prim en Alcalá al frente de los regimientos de caballería de Bailén y Calatrava, viéndose obligado a refugiarse en Portugal.

En 22 de Junio del mismo año tuvo lugar la famosa insurrección de los artilleros del cuartel de San Gil en Madrid.

En Septiembre de 1868 iniciase en Cádiz por la marina y la guarnición de la plaza la Revolución de Septiembre, que echó por tierra la secular monarquía española.

El 3 de Enero de 1874 el capitán general de Madrid al frente de la guarnición se rebela contra la república y disuelve las Cortes Constituyentes.

En Diciembre de 1874 el general Martínez Campos, en Sagunto, proclama a Alfonso XII.

Durante la restauración ocurren la sublevación de Badajoz y de Santo Domingo de la Calzada, y las trágicas intentonas del capitán Mangado y los fusilamientos de Ferrándiz y Bellés; ahora en tiempo de la regencia acaba de presenciar Madrid la sublevación de parte de dos regimientos proclamando la república.

En lo que va de siglo no ha cesado la burguesía de cometer torpezas desde el poder y de agitarse en el club y en el cuartel cuando se ha hallado en la oposición.

Entre tanto el país ha vivido y vive en constante perturbación, vacilante como el que carece de camino verdadero, prodigando sus alabanzas un día al héroe de la fortuna y confundiendo con su anatema después al que acaba por descubrir bajo el oropel de la popularidad la más vulgar ambición.

Setenta años de interinidad pasados en conspiraciones, pronunciamientos, programas, discursos, motines, dictaduras, guerra civil acusan de incapaz a esa burguesía, que no ha sabido en tanto tiempo sustituir con un régimen de paz y progreso al régimen absoluto enterrado con el cadáver de Fernando VII.

El pueblo trabajador, que ansía vivir y trabajar libre de explotadores y mandarines, reniega de esa burguesía que le tiene sometido al capitalismo en tiempo de paz, y que le ha llevado y trata aún de llevarle a las barricadas cuando no puede dominar la ambición desmesurada que la devora; reniega también del militarismo, su cómplice, cuyas principales glorias consisten en haber derramado sangre española en defensa alternativa y hasta periódica de la reacción y de la revolución, pero con el único fin de proveerse de galones y entorchados. En el concepto revolucionario el ejército es como el prestamista, que saca de un apuro a condición de crear otros mayores para después. El militarismo es a la nación lo que la usura para el individuo. Esto es lo que preparan al pueblo, tanto los que quieren mucha infantería, mucha caballería y mucha artillería, como los que no cesan de practicar el soborno.

El pueblo trabajador tiene ideales propios, y hoy agrupándose como clase social fuera y opuesta a todos los partidos políticos burgueses es la única esperanza del progreso, cuya fórmula es: abolición de toda explotación y de todo gobierno, y universalización del patrimonio universal.