lunes, 26 de octubre de 2015

Hace falta algo

 [Hemos sacado del baúl de los recuerdos este viejo texto de nuestro panfleto...]

 

El Aullido, nº 6.

Estamos esclavizados por el innecesario consumismo de la sociedad opulenta actual. Se nos bombardea constantemente desde los medios de formación de masas con unos mensajes superficiales. Y la publicidad nos ensimisma y contamina nuestras mentes. Todo es mercancía que se vende y se compra. El dinero y la búsqueda del beneficio inmediato rigen nuestras vidas, pero para poder obtenerlo es necesario venderse en el mercado laboral. Y si eres rico, mayor prestigio tendrás, si no lo eres, a trabajar o a mendigar. El miedo a la pobreza nos ata de pies y manos, es un círculo vicioso del que es difícil salir, mientras el sistema sigue funcionando. Max Stirner escribió: «El Estado se apoya en la esclavitud del trabajo. Si el trabajo llega a ser libre, el Estado está perdido».

Pero esto no fue nunca así, en un pasado no muy lejano, el Pueblo compartía sus bienes comunales, aunque fuese pobre y austero no pasaba hambre. Hasta que llegó la Propiedad Privada y la economía de Mercado, que incrementaron las desigualdades sociales y la injusticia. Como respuesta a esto tuvo que haber insurrecciones populares y huelgas generales, fruto de un naciente movimiento obrero organizado. Para frenar el malestar, el Estado intervino concediendo algunos derechos a los trabajadores; que con la complicidad de moderados y reformistas de izquierdas, canalizaron las protestas existentes por vías institucionales legalizadas.

Luego vino la sociedad del bienestar y de servicios que remató toda inquietud domesticándola, inculcó al resto de la población los hábitos consumistas, los valores egoístas y el hipócrita puritanismo de las clases medias. Creándose un Pueblo amnésico que depende totalmente del Mercado.

En el ámbito laboral alienado son cada vez más frecuentes las enfermedades de origen laboral, los accidentes y los muertos, fruto de la presión reinante que desencadena las relaciones de dominación y la disciplina del trabajo. El trabajo actual es impersonal y estresante. Las mujeres cobran menos y tienen los peores puestos, de suplemento han de soportar el trabajo en el hogar, además de sufrir el acoso sexual por parte de compañeros y superiores. Mientras, los liberados sindicales negocian con las vidas de miles de personas; la gente acude temporalmente a las urnas para elegir a sus verdugos que hablan de crisis económicas y ahorro, cuando cobran más que la mayoría.

El Estado-Capital nos ha dejado entrever su verdadera naturaleza en estos últimos tiempos, a los ricos bastardos y demás gentuza les molesta ser responsables y tener que compartir sus beneficios con el resto del mundo. Los empresarios y economistas neoliberales obtienen, en aras de la competitividad, mayores ingresos explotando la mano de obra barata de los países pobres. Y aquí padecemos reformas laborales salvajes y la pérdida de las concesiones sociales, empujándonos a buscarnos la vida como podamos. Luego dicen que 'vivimos en el mejor de los mundos posibles' en libertad y democracia.

Rebelaos hijos del Pueblo, ahora es el momento de echarnos a las calles y formar barricadas. Por un sindicalismo revolucionario que nos ayude a tomar las riendas de nuestras vidas, sin intermediarios aprovechados ni privilegiados. Es el momento de dejarse de lamentos y de empezar la verdadera guerra de liberación, desenterremos el viejo hacha de la lucha de clases y destruyamos el sistema capitalista desde sus cimientos. Lo que hace falta es una Revolución Social y la abolición del Estado.

Recordemos el lema de la 1ª Internacional:

«Que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos; que los esfuerzos de los trabajadores por lograr su emancipación no deben tender a crear nuevos privilegiados, sino a establecer para todos derechos y deberes iguales y aniquilar la dominación de cualquier clase.»

Septiembre 1995

jueves, 22 de octubre de 2015

Trabajar menos horas al día para ganar más

 

JORNADA LABORAL DE SEIS HORAS

La jornada laboral de seis horas es una herramienta para producir más y vivir mejor.
20/10/2015

Catorce personas contratadas y la sensación general entre las 82 que ya trabajaban de que ahora lo hacen mejor, rinden más y son, en general, más felices. Son los resultados provisionales, entre lo cuantitativo y lo personal, de un proyecto de reducción de la jornada laboral implantado en una residencia pública de ancianos en Gotemburgo (Suecia).

Desde febrero de este año, el personal de enfermería del centro realiza una jornada de 30 horas semanales en lugar de 40, sin reducción de salario, en una experiencia ya vivida de manera pionera en el sector público sueco en los años 90.

En las empresas privadas del país también se conocen las positivas repercusiones de esta medida, en términos de productividad, eficiencia y mejora de las condiciones de trabajo y vida: la compañía de automoción Toyota implantó esa jornada en su centro en la misma ciudad en 2003, y Brath, una start up dedicada a la optimización de motores de búsqueda en internet, ha optado por las seis horas al día para facilitar la vida de sus 20 empleados, construir una imagen de marca diferente y producir más que la competencia.

Su consejera delegada, Maria Brath, lo confirma en la web corporativa de la empresa: «Obviamente, lo medimos. Hacemos más en seis horas que otras empresas en ocho. Nadie puede ser creativo y productivo en una jornada de ocho horas, seis es mucho más razonable. Claro que a veces tenemos que quedarnos hasta tarde, pero eso significa trabajar siete u ocho horas un día. Pensadlo, cuando mamá llega muy tarde del trabajo, llega a casa a las cinco».

El experimento de la residencia de Gotemburgo está también medido y controlado. La directora, Ann-Charlotte Dahlbom Larsson, reconoce que el bienestar del personal afectado por esta jornada ha mejorado y también que se ha incrementado la calidad de la atención a los pacientes. Una consultora evalúa los resultados, que se comparan con los de otra residencia de ancianos que mantiene las ocho horas al día en su servicio de enfermería.

El coste de esta medida, que el Partido Liberal sueco cifra en unos 850.000 euros al año, y la pérdida de la mayoría de la coalición de centro-izquierda en el Ayuntamiento de Gotemburgo, hacen que los días de trabajar seis horas en la residencia estén contados: el ensayo concluirá a finales de 2016.

¿Es aplicable en España?

Caminar hacia una jornada laboral de seis horas «sería profundamente aconsejable», opina Fernando Lez­cano, secretario de organización y comunicación de Comisiones Obre­ras, quien también entiende que no se puede hacer una traducción literal de la experiencia sueca puesto que «estamos en las antípodas».

Así, apunta que «cualquier idea de traslación mimética no tendría sentido si no somos conscientes de la realidad de nuestro tejido productivo, del mercado laboral y de la remuneración de éste, del grado de prestaciones públicas y políticas de bienestar que hay allí y aquí. Todos estos elementos influyen a la hora de plantear una medida así».

Para Lezcano, la jornada de seis horas en España tendría «una repercusión muy positiva para la economía y para la vida de las personas», puesto que siempre que se hiciera «con niveles retributivos aceptables y complementados por unas políticas públicas fuertes supondría una notabilísima mejora de la productividad en nuestro tejido productivo».

La ensayista Carolina del Olmo, autora de ¿Dónde está mi tribu?, valora positivamente el intento sueco por la posibilidad de distribución de empleo que ofrece. «Hay un montón de trabajo importante por hacer, y muchas tareas estúpidas a extinguir también, y, por tanto, podría haber empleo remunerado para todos: "tan sólo" hay que repartirlo. Ir reduciendo la jornada laboral es, creo, la mejor herramienta para plantear ese reparto», considera.

Alex Tisminetzky, secretario de salud laboral de CGT Cataluña, aporta otro argumento de peso a favor de la reducción de la jornada: «En prevención de riesgos sería muy positivo. En cualquier actividad laboral, a mayor tiempo de trabajo, más aumenta el riesgo, tanto físico como mental, de sufrir algún accidente, debido a los movimientos repetitivos, al cansancio, al estrés. En una jornada inferior se trabaja mejor, con más seguridad, y se puede lograr una mayor productividad».

Tisminetzky recuerda que en los últimos años «han aumentado los accidentes de trabajo, con menos trabajadores en activo, lo que quiere decir que han aumentado sus jornadas, trabajan más horas y ése puede ser uno de los factores que explica el incremento de los accidentes».

Los datos le dan la razón. Entre enero y julio de 2015, según la Estadís­tica de Accidentes de Tra­bajo y Enfermedades Profesio­nales publicada por el Ministerio de Empleo, se han registrado 300.550 accidentes de trabajo con baja, un 7,7% más que en el mismo periodo del año anterior, de los que 260.338 ocurrieron durante la jornada laboral y 40.212 fueron accidentes in itínere.

Tam­bién se produjeron 337 accidentes de trabajo mortales, seis más que en el mismo periodo del año anterior. Asimismo, en estos meses se notificaron un total de 408.135 accidentes que no supusieron baja.

Lezcano admite que no encuentra aspectos negativos en la experiencia sueca, pero reconoce que en ella ha habido algunas dificultades de organización del trabajo «porque han convivido dos realidades distintas en el mismo centro». También señala que es una medida costosa, «si se hace manteniendo salarios dignos y no deprimiéndolos exageradamente».

Por su parte, Del Olmo apunta a una jornada de cuatro horas como el ideal. «Con seis horas cabe la posibilidad de que la gente se apañe para hacer de forma más concentrada el trabajo que antes sacaba adelante en ocho, y, por tanto, se boicotea la posibilidad del reparto. Ade­más, seis horas más desplazamientos todavía hacen un poco dura la conciliación vida laboral-vida personal, familiar o como se la quiera llamar».

En ese sentido, la ensayista considera que «incluso sin aspirar a ese reparto de trabajo que se hace tan necesario, cualquier reducción general de jornada me parece una medida valiosísima para la conciliación. En general, las medidas que afectan a todos los trabajadores suelen ser más relevantes para la conciliación que las medidas parciales y sectoriales que suelen ponerse en marcha bajo esta etiqueta».

Nueva cultura empresarial

La posibilidad de que esta jornada laboral de seis horas diarias se pudiera generalizar, más allá del modo experimental, sigue siendo prácticamente un ejercicio de ciencia ficción, pese a las bondades que presenta.

Ni la legislación ni los departamentos de Recursos Humanos tienen interés en orientar sus planes a ese objetivo. Tampoco los sindicatos lo incluyen en sus agendas como un logro a conseguir en el plazo más inmediato.

¿Por qué no se plantea esta medida? Lezcano responde que «por la misma razón por la que proliferan los contratos con jornadas a tiempo parcial con salarios ridículos. Sigue habiendo una cierta cultura empresarial, avalada y reforzada además por los cambios normativos introducidos por el Gobierno, que considera que sólo se puede conseguir la maximización de beneficios exprimiendo el factor trabajo, es decir, reduciendo los costes salariales».

Del Olmo apela, entre otras razones para explicar esta inacción, a una cierta «alergia a la innovación institucional que parece reinar no ya sólo entre las élites, sino también entre la clase política, muchas veces incluso entre quienes supuestamente defienden los intereses de quienes no tienen nada que ganar con este sistema perverso».

Control para que la jornada se cumpla

La reducción de la jornada a seis horas, 30 a la semana, requeriría un «control sindical y por parte de las representaciones legales de las plantillas para comprobar que efectivamente se cumple», explica Lluis Rodríguez, economista del gabinete confederal de CNT. Éste es uno de los motivos por los que, en su opinión, las empresas muestran una feroz resistencia a implantarla. El coste salarial es otra de las causas.

domingo, 18 de octubre de 2015

El 22 de Octubre Volvemos a las calles: Pan, Trabajo, Techo y Dignidad

 

Las Marchas de la dignidad vuelven a las calles para demostrar la fuerza del pueblo frente al poder económico. Organizando diversas movilizaciones y acciones por todo el estado para visualizar el robo de las conquistas sociales de las clases populares. Para las Marchas de la Dignidad la movilización es la acción de unidad popular más enérgica para la transformación política y social.

Después de las últimas movilizaciones toca volver a salir a las calles. Nada ha cambiado. Las consecuencias de la crisis se siguen agudizando con las políticas de recortes impuestas por la troika contra la mayoría social trabajadora.

La propaganda con el mensaje de una sociedad idílica que propaga el Partido Popular y los poderes económicos y mediáticos que lo apoyan, defensores de este régimen monárquico, no se corresponden para nada con nuestra realidad diaria.

Nos dejan sin trabajo, sin casa, sin sanidad, sin pensiones, sin educación, sin estudios, sin futuro y sin vida.

Mientras tanto se regalan cientos de miles de millones a la banca transformándola en deuda pública que pagamos las trabajadoras. La reforma del artículo 135 de la constitución, que prioriza el pago de la deuda a los especuladores al bienestar y los derechos de la mayoría social, hipoteca la soberanía popular a los dictados de la UE, del BCE y el FMI.

Quieren pagar su deuda a costa de nuestros servicios públicos, nuestros derechos y nuestro empobrecimiento. La descomposición del régimen del 78 y su constitución que no reconoce los derechos de las personas, los pueblos y naciones del estado, es hoy un papel mojado en cuanto a derechos y las libertades.

Pretenden condenarnos. La única salida que nos proporcionan es seguir manteniendo los beneficios de los mismos que nos han llevado a este estado de excepción social en detrimento de las clases populares, cerrando empresas, dejando a sus trabajadores en la calle, adueñándose de nuestras viviendas y reduciendo nuestras pensiones.

Las tasas de paro alcanzan niveles escandalosos de más del 24% haciéndose más patentes en las mujeres (la brecha salarial alcanza el 24%) y la juventud (más del 50%). Cerca de tres millones de personas carecen de ingresos afectando a más de medio millón de hogares. La figura del trabajador pobre es ya hoy una realidad a través de la precariedad laboral.

Nadie tiene por qué aceptar condiciones laborales de precariedad y esclavitud. Es necesario que se reconozca el derecho a la subsistencia proclamado en la Declaración Universal de los DDHH, por medio de un ingreso básico garantizado.

La vivienda ha sido uno de los principales bienes de extracción de renta de los y las trabajadoras. Se convierte una necesidad básica en un bien para mercadear y especular. La solución al problema no pasa por la propiedad y el mercadeo si no por una iniciativa pública, democrática y al servicio del pueblo.

Ante ello y como respuesta a la movilización social contra estas criminales políticas, el gobierno aumenta la represión contra el pueblo. Las distintas leyes de represión tienen por objeto recortar los derechos y libertades. Pretenden silenciar la voz de los pueblos que sufren y a los que empobrecen como medio para la dominación y explotación.

Las intervenciones de la OTAN en distintos puntos del mundo son las responsables del drama de los refugiados. Generando guerras imperialistas y haciéndonos cómplices de las masacres a otros pueblos. Las soluciones al fenómeno migratorio que se están produciendo son estrictamente represivas, policiales y violan los derechos humanos fundamentales de las personas.

¿Hasta cuándo vamos a seguir aguantando?, es hora de retomar las calles, ponerse en pie y decir basta, solo la organización, la participación y la lucha podrán abrirnos las puertas de un mañana mejor.

Exigimos:
No al pago de la deuda, ilegal, ilegitima y odiosa. No a la Europa del Capital.
Por el trabajo y el salario digno, empleo estable. Recuperemos los derechos —sociales y laborales— robados a la clase trabajadora.
Contra la precarización laboral y social, no a las reformas laborales.
Por el derecho a la renta básica.
Defensa de los servicios 100% públicos para todos y todas (educación, sanidad, servicios básicos, etc.).
Por el derecho a decidir de las personas, los pueblos y las naciones del estado en los aspectos que atañen a su vida y futuro.
Por la defensa de los derechos de la mujer y la lucha contra la violencia de género.
Por un futuro digno para la juventud que no le obligue al exilio o la migración.
Contra la represión. Derogación de las leyes represivas y absolución y libertad de los represaliados por motivos políticos.
No a los tratados entre gobiernos y trasnacionales contra los derechos sociales. No al TTIP.
Por el derecho a la vivienda. Por la garantía de los servicios básicos de luz, agua y gas.
No a la OTAN.
Derechos para todas, ningún ser humanos es ilegal.
Por los derechos ambientales, ¡No al Fracking!
Por la gestión democrática y participada de nuestras vidas, contra la corrupción del sistema.

CNT

sábado, 10 de octubre de 2015

Ante las intervenciones militares en Oriente y el drama migratorio

 

La Federación Anarquista Ibérica (FAI) en 2013 emitió un comunicado contra la inminente intervención imperialista en Siria. Hoy vemos cómo este país está inmerso en una guerra civil sin cuartel a tres bandas. En este terreno de juego, otra vez se confrontan los intereses imperialistas de las potencias occidentales, Arabia Saudí y Rusia. En medio está el pueblo que, aterrorizado ante la miseria de la guerra, huye como puede en busca de una vida mejor.

Y no son los únicos; la intervención imperialista en Libia contra el dictador Gadafi, promovida por la UE y EE UU, lejos de acabar con el terror dictatorial, ha dejado al pueblo libio en la más absoluta miseria en otra guerra civil a varias bandas. Como consecuencia, otro drama migratorio hacia Europa sin precedentes.

La pobreza, la miseria y las guerras en las que los europeos mantienen sumidas a sus antiguas colonias del centro y sur de África, tienen como consecuencia que cada año miles de personas intenten cruzar el Estrecho de Gibraltar. Así, la Europa que se vanagloria de la caída del muro de Berlín, la libre circulación y la integración, levanta muros contra la inmigración en el Norte de África (Ceuta y Melilla) o en las fronteras de Hungría y Grecia, y en Calais desaloja campos de inmigrantes que intentan cruzar al Reino Unido. Fuera de Europa, otros muros, como el de la frontera de EE UU con México o el de Israel-Palestina, dividen al mundo en la paradoja de la que se nutren Occidente, Rusia y China a base de mantener en la miseria al Sur y Oriente.

La lucha por los intereses económicos, energéticos y armamentísticos mantiene al mundo en vilo en una política internacional de guerra total que permite el sostenimiento de las sociedades postindustriales, a costa de mantener en la miseria a los pueblos, con ayuda de la religión, el fanatismo, el nacionalismo, el miedo y el hambre.

Ante el caos que están produciendo Europa y EE UU en Oriente Medio, saludamos al pueblo kurdo, por un lado por promocionar el federalismo y la autogestión para emanciparse, y por otro lado por la dureza de tener que defenderse tanto de los ataques de Estados como Turquía, como de los de ISIS.

Contra la guerra, solidaridad entre los pueblos.
Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases.

FAI