lunes, 29 de octubre de 2012

Programa de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista


 
I.- La Alianza quiere ante todo la abolición definitiva y completa de las clases y la igualdad económica y social de los individuos de ambos sexos. Para llegar a este objeto, quiere la abolición de la propiedad individual y del derecho de heredar, a fin de que en el porvenir sea el goce proporcionado a la producción de cada uno, y que, conforme con las decisiones tomadas por los Congresos de la Asociación Internacional de los Trabajadores, la tierra y los instrumentos del trabajo, como cualquier otro capital, llegado a ser propiedad colectiva de la sociedad entera, no puedan ser utilizados más que por los trabajadores, es decir, por las asociaciones agrícolas e industriales.

II.- Quiere para todos los niños de ambos sexos, desde que nazcan, la igualdad en los medios de desarrollo, es decir, de alimentación, de instrucción y de educación en todos los grados de la ciencia, de la industria y de las artes, convencido de que esto dará por resultado que la igualdad solamente económica y social en su principio llegará a ser también intelectual, haciendo desaparecer todas las desigualdades ficticias, productos históricos de una organización tan falsa como inicua.

III.- Enemiga de todo despotismo, no reconoce ninguna forma de Estado, y rechaza toda acción revolucionaria que no tenga por objeto inmediato y directo el triunfo de la causa de los trabajadores contra el capital; pues quiere que todos los Estados políticos y autoritarios actualmente existentes se reduzcan a simples funciones administrativas de los servicios públicos en sus países respectivos, estableciéndose la unión universal de las libres asociaciones, tanto agrícolas como industriales.

IV.- No pudiendo la cuestión social encontrar su solución definitiva y real sino en la base de la solidaridad internacional de los trabajadores de todos los países, la Alianza rehúsa toda marcha fundada sobre el llamado patriotismo y sobre la rivalidad de las naciones.

V.- La Alianza se declara atea; quiere la abolición de los cultos, la sustitución de la ciencia a la fe y de la justicia humana a la justicia divina.

1868

domingo, 28 de octubre de 2012

¡Abajo los exámenes!


Por MARIO BUNGE

PARA qué estudian casi todos los estudiantes? ¿Para aprender? No. Estudian para pasar exámenes. Y una vez que los han pasado hacen lo posible por olvidar lo antes posible lo que han aprendido.

Al fin y al cabo, estudian por obligación, no por vocación. ¿Y a quién le interesa recordar información ajena a sus intereses y que no ha requerido más esfuerzo que el de memorizar, acaso sin entender, y seguramente sin profundizar?

Pues de memorizar se trata en los exámenes corrientes. Esta práctica proviene de la escuela autoritaria, en particular religiosa, donde el saber estaba encerrado en textos canónicos que había que leer y recordar.

(Es verdad que en las grandes universidades medievales, tales como las de Bolonia, Padua, Oxford o París, se estimulaba la discusión. Pero toda discusión debía versar sobre asuntos conocidos y debía ceñirse a las Sagradas Escrituras. La meta de la discusión era afinar los argumentos en favor de la doctrina oficial. Se practicaba la razón pero se la sometía a la fe. La de los escolásticos era una razón enjaulada.)

Fábricas de diplomas

Hay especialistas en pasar exámenes y otros en enseñar a pasar exámenes. Ni unos ni otros llegan a destacarse en las disciplinas que aprenden o enseñan, porque nada se aprende bien si no se pone curiosidad, chispa y pasión.

No en vano la corteza cerebral, órgano del conocimiento, está conectada con el órgano límbico, órgano de la emoción, así como con el sistema endocrino, que fabrica algunos de los neurotransmisores. El régimen escolar estándar es ridículo. Hace que las escuelas no sean centros de aprendizaje sino fábricas de diplomas. Los profesores suministran sin ganas píldoras que apenas alimentan. Los alumnos las tragan sin dejarles rastros perdurables.

Experiencias que deberían ser estimulantes, las de preguntar y redescubrir, se han convertido en una rutina. Un recuerdo que debería ser placentero suele ser penoso.

El remedio está a la vista: si el mal radica en los exámenes, se los elimina. Yo no he tomado exámenes desde que me expatrié en 1963, pese a que no he dejado de enseñar desde entonces. ¿Cómo me las he arreglado? Quien siga leyendo lo sabrá.

Cuando enseñaba física en Argentina y en los Estados Unidos, hacía resolver problemas en el pizarrón. El examen final era a libro abierto. O sea, los estudiantes resolvían problemas con ayuda de todos los libros que quisieran. De este modo, quien había estudiado durante el año (o cuatrimestre) pasaba con seguridad.

Cuando enseñé filosofía en Buenos Aires tomaba microexámenes semanales. Estos consistían en contestar por escrito, a domicilio, un puñado de preguntas. Cada respuesta debía caber en una tarjeta de fichero, de unos 13 centímetros de ancho por 20 de largo. Toda pregunta se discutía en clase con anterioridad, de modo que los estudiantes ya tenían alguna idea acerca de lo que se esperaba de ellos.

O sea, la clase magistral se había convertido en seminario. Y, como es sabido, un seminario laico es un lugar donde los participantes siembran y cosechan ideas. En cuanto al examen oral final, era una farsa: el alumno hacía una exposición sobre un tema convenido de antemano. Lo que le quedaba del curso era lo que había escrito en las tarjetas, para lo cual había buscado información y pensado.

Mis clases de filosofía en Canadá son seminarios que versan sobre problemas tratados en algunos libros y artículos, así como sobre problemas nuevos que plantean los estudiantes o que acabo de leer en publicaciones recientes.

Para aprobar el curso, los estudiantes tienen que hacer una exposición oral y redactar una monografía sobre un tema diferente del de la exposición. Cuando hay opiniones encontradas y un número suficiente de interesados, la exposición oral se convierte en un debate entre dos equipos. Por ejemplo, uno de los equipos defiende la tesis de que la ciencia y la religión son compatibles, o que hay verdades universales, y el otro defiende la tesis contraria. Al final intervienen los demás estudiantes. Estos debates son siempre vivaces y concurridos. Enseñan el arte civilizado de discutir racional y ordenadamente.

En cuanto a la monografía, se trata de un trabajo, de unas 20 páginas dactilografiadas, sobre un tema propuesto por el estudiante o sugerido por mí. Por ejemplo: examinar las semejanzas y diferencias entre la ingeniería y la física, o entre la medicina y la biología; analizar el concepto de verdad de hecho, por oposición al de verdad matemática; analizar los méritos y las fallas del deontologismo y del utilitarismo; averiguar si las ciencias presuponen la tesis de la realidad del mundo exterior; determinar si la sociobiología humana es científica; analizar el soporte empírico de la teoría de juegos; estudiar el problema de las leyes en ciencias sociales.

Sobre cualquiera de estos y muchos otros problemas se pueden escribir 20 páginas o 200. De hecho, al cabo de un año un estudiante me presentó todo un libro que envié a una editorial norteamericana, la que lo publicó. Se trata de What Is Wrong with Jung, de Don McGowan (Buffalo, Prometheus Books).

Provocar el aprendizaje

Sea cual fuere el método de evaluación que se elija, debería provocar aprendizaje y permitir al instructor estimar la habilidad con que los estudiantes aprenden, en lugar de limitarse a poner a prueba la memoria y el grado de sumisión. Las pruebas de competencia no deberían ser sesiones de tortura sino oportunidades para informarse, pensar y lucirse.

En conclusión, ¡abajo los exámenes!

(15/II/1999)

jueves, 25 de octubre de 2012

Objetivos catalanistas sobre el movimiento obrero


     [Ahora que está caliente el tema del enfrentamiento entre el separatismo catalán y el centralismo españolista —dos problemas nacionales cada cual más absurdo—, recuerdo un texto de los Diarios de Azaña, sobre un encuentro de éste con, el que fue presidente de la Generalitat, Companys, allá por el verano de 1934 en un balneario...]

       (…) He referido las circunstancias de aquel viaje en Mi rebelión en Barcelona. Añadiré aquí algún dato. Uno es el relativo a la visita de Companys. El Presidente de la Generalidad estuvo una tarde en el balneario, a cumplimentarme. Hablamos largo y tendido. De toda la conversación noté tres puntos principales: 1.º La persuasión de que la autonomía de Cataluña estaba en peligro. 2.º El convencimiento de que habían, por el pronto, alcanzado una victoria sobre el Gobierno de Madrid, aunque abrigaba dudas sobre la duración y solidez del triunfo. Lo más extraño es que, después de tantas bravatas, la Generalidad no estaba descontenta del Gobierno Samper, del que habían obtenido ventajas en el traspaso de algunos servicios. Y 3.º El exaltado nacionalismo del Presidente, ahora más fervoroso, o más franco todavía, que cuando nos vimos en Madrid. Companys me repitió verbosamente los más sobados tópicos del nacionalismo de Prat de la Riba o del doctor Robert. No faltaba ninguno, ni siquiera el que la Península es una meseta estéril rodeada de jardines; que el pueblo castellano produjo en otros tiempos un tipo de hombre «delante del cual hay que quitarse el sombrero», pero ha degenerado, y ahora las cualidades cívicas y humanas residen en los nacidos en la periferia. No me habló de «la tierra y los muertos» porque no creo que Companys haya sabido nunca de Barrès, pero se le conocía mucho lo reciente de su impregnación nacionalista y la desenvoltura con que la aceptaba. Sobre la utilización política del nacionalismo, me dijo algo de muy singular: Había que exaltar el ideal patriótico de Cataluña, como una fuerza unificadora de los catalanes, para contrarrestar la escisión de clases. Pudiera creerse que Companys se hallaba en las menguadas posiciones de quienes se imaginan que un problema de carácter general, permanente, cambia de carácter y de valor con estrechar los límites geográficos dentro de los que se plantea. Sobre todo, si en el área así marcada vive un pueblo a quien se le hace creer en su condición privilegiada, excepcional. Por ese camino parece echar Companys. Lo mismo piensan de su país los nacionalistas vascos. De creerlos, allí no hay lucha de clases; ni existe motivo para que las haya, de «patriarcales» que son. Naturalmente, los empresarios salen ganando. No podía ser esa la intención de Companys que, personalmente y por su partido, ha procurado dejar siempre muy borrosas las fronteras políticas con el proletariado. Es preciso estar habituado al ejercicio de traducir, al lenguaje común y claro, las tergiversaciones y los sobreentendidos de la política barcelonesa. Detrás de aquella exaltación del patriotismo catalán, para contener las escisiones de clase, había la necesidad y la dificultad de imbuir el catalanismo en la porción más numerosa del proletariado de Cataluña. Otros han dicho más claramente: «Hay que catalanizar el campo». Es decir, que tanto el campesino como el obrero industrial fuesen, antes que marxistas o sindicalistas, nacionalistas. Antes que Marx o Sorel o Bakunin, Ramón Berenguer IV o Macià… Durante la guerra, se han visto en Barcelona algunos ensayos de esa táctica. Era la peor ocasión y el resultado parece ínfimo, porque una de las consecuencias, no de la guerra, sino de la insurrección confederal y anarquista, ha sido la de sumergir al catalanismo y relegar a los políticos nacionalistas a una impotencia que inspira compasión.

MANUEL AZAÑA,
Diarios completos III. Monarquía, República, Guerra Civil.
«CUADERNO DE LA POBLETA (1937), 4 de julio».
Editorial Planeta DeAgostini, S.A. (2011) (Págs. 1028-1029)

miércoles, 24 de octubre de 2012

El problema nacional en el majnovismo

[FRM ataca a un conocido nuestro (JR) en este texto llamándolo «neo-lerrouxista», para atacarlo y ofenderlo personalmente. Y..., no sé por qué cita una frase que no tiene sentido: 
     «Pensemos, por ejemplo, en el ateísmo de los bolcheviques, que sirvió para perseguir con más eficacia al movimiento de Néstor Majnó en Rusia…».
    ¿Qué el comunismo por el hecho de ser ateo es enemigo de todo movimiento popular y represor? ¡¡Sorprendente!! 
    Además, debemos añadir a esos que se suelen llamar «anarcoindependentistas» y  utilizan  a la guerrilla insurgente del sur de Ucrania —que combatió durante los años de la Revolución Rusa— como ejemplo de compaginación de las ideas libertarias con el nacionalismo (u otro paradigma identitario cualquiera).
    O, incluso, algunos políticos liberales ucranianos, denominados «naranjas», que ponen a Majnó como si fuese un héroe nacional. Pero, todo es falso; cómo bien nos cuenta Archinov:] 


Piotr Archinov

Todo lo que acaba de decirse del majnovismo demuestra que era un movimiento popular de los campesinos y obreros y que su fin esencial era asegurar la libertad del trabajo por la actividad revolucionaria de las masas.

Desde su comienzo, desde los primeros días, el movimiento conocido con el nombre de majnovismo recibió la adhesión de las clases pobres de todas las nacionalidades que habitaban la región. En su mayor parte estaba formada, naturalmente, por campesinos de nacionalidad ucraniana. Un 6 a 8% eran campesinos de la Rusia Central. Además la integraban griegos, israelitas, caucásicos y gentes de otras nacionalidades. Las aldeas situadas en los confines del mar de Azov y pobladas de griegos y de judíos tenían relaciones constantes con el movimiento. Varios de los mejores comandantes del ejército revolucionario eran de origen griego y hasta último momento el ejército contó con algunos destacamentos especiales de griegos.

Formado por indigentes y fundido en una sola esencia por la unión natural de los trabajadores, el movimiento estuvo animado desde su comienzo por un profundo sentimiento de fraternidad de los pueblos, que es propio del trabajador oprimido. En su historia no hay un solo momento en que se haya seguido una consigna puramente nacionalista. Toda la lucha de los majnovistas contra el bolchevismo fue dirigida en nombre de los derechos y de los intereses del trabajo. Los denikinianos, los austroalemanes, los petliuristas, las tropas de desembarco francesas (en Berdiansk), los secuaces de Wrangel fueron considerados por los majnovistas, sobre todo, enemigos de la clase trabajadora. Cada una de esas invasiones representaba para ellos ante todo una amenaza para los trabajadores y no se interesaban en el pabellón nacional que cubría esas incursiones.

En la «Declaración» publicada por el Consejo Revolucionario Militar del Ejército en octubre de 1919 los majnovistas decían en el capítulo consagrado a la cuestión de las nacionalidades:

«Al hablar de la independencia de Ucrania entendemos esa independencia, no como nacional, en el sentido petliuriano, sino como la independencia social y laboriosa de los obreros y de los campesinos. Declaramos que el pueblo trabajador ucraniano (como cualquier otro) tiene derecho a forjar su propio destino, no como nación, sino como unión de trabajadores.»

Sobre el problema del idioma que debía adoptarse en las escuelas, los majnovistas escribieron:

«La sección de cultura y de instrucción del Ejército Majnovista recibe constantemente preguntas procedentes de maestros que desean saber en qué idioma debe enseñarse en las escuelas ahora que las tropas de Denikin han sido expulsadas.

»Los insurrectos revolucionarios, conforme a los principios del verdadero socialismo, no podrían de ningún modo y bajo ningún pretexto violar los deseos naturales del pueblo ucraniano. Es por eso que la cuestión del idioma en que debe enseñarse en las escuelas no podrá ser decidida por nuestro ejército, sino por el pueblo a través de los maestros, de los alumnos y de sus padres.

»Se deduce que todas las órdenes que emanan del Consejo especial de Denikin, así como la orden número 22 del general May Mayevsky que impiden el empleo de la lengua materna en las escuelas serán consideradas en lo sucesivo nulas, puesto que han sido impuestas por la fuerza a nuestras escuelas.

»En interés del desenvolvimiento intelectual del pueblo, el idioma por adoptarse en las escuelas debe ser aquél hacia el cual tiende naturalmente la población, por eso la población, los maestros, los alumnos y sus padres, y no las autoridades o el ejército, decidirán libremente la cuestión.

Sección de Cultura y de Instrucción del Ejército de los Insurrectos Majnovistas. (Put k Svobode, N° 10, del 18 de octubre de 1919).»

Vemos de ese modo que los prejuicios nacionales no tenían lugar en el majnovismo. Los prejuicios religiosos tampoco. En su calidad de movimiento revolucionario de las clases pobres de la ciudad y del campo, el majnovismo era enemigo, en principio, de toda religión y de toda deidad. Entre los movimientos sociales modernos, el majnovismo fue uno de aquellos poco numerosos que no se interesó ni en su propia religión ni en la del vecino, ni en su nacionalidad ni en la de los demás, respetando ante todo el trabajo y la libertad del trabajador.

Esto no impedía que los enemigos del movimiento tratasen de desacreditarlo sobre todo desde ese punto de vista. Tanto en la prensa rusa como en el extranjero el majnovismo fue a menudo descrito como un movimiento limitado, extraño a las ideas de fraternidad y de solidaridad internacional y hasta con rasgos de antisemitismo. Nada más criminal que semejantes calumnias…

Historia del Movimiento Majnovista
(Capítulo X)

domingo, 21 de octubre de 2012

La broma más abyecta del año


Con quince líneas es suficiente. La rabia estalla en venas y arterias.

Mientras las desigualdades sociales alcanzan límites nunca imaginados en la mayoría de los países que forman la Unión Europea. Mientras el desempleo superan cifras nunca conocidas ni siquiera conjeturadas. Mientras las clases trabajadoras pierden uno tras otro derechos que han costado décadas conseguir tras esfuerzos inenarrables. En el mismo momento en que países como Portugal, Grecia, Irlanda o España son intervenidos de facto, ven mermada su supuesta soberanía y destrozada su democracia y sus ya demediados Estados de bienestar son arrojados al basurero de los trastes inútiles e ineficaces de la Historia, en el mismo momento en que una desalmada y antihumanista cosmovisión neoliberal pone sus botas de mando, corrupción y desvergüenza en todas las ciudades del continente de Erasmo, Bruno, Thomas Münzer, Servet, Galileo, Robespierre y De Las Casas, en ese mismo momento, decía, el Nobel de la Paz de 2012 ha sido concedido a la Unión Europea. ¡Los grandes banqueros de la Unión, las grandes fortunas europeas, los grandes diseñadores de este mundo de impiedad y desvergüenza, están abriendo sus botellas de champagne mientras ríen satisfechos por su poder inconmensurable! ¡El Nobel a los pies de sus caballos! Como con Kissinger, como con Obama. 

¿De qué paz hablan realmente? De esta: la troika que dirige la vida y destino de centenares de millones de ciudadanos y ciudadanas ha pedido y exigido desalojar islas griegas con poca población, sus pobladores pueden alojarse en cualquier otro lugar. No les importan un pimiento. Es para ahorrar costes al Estado. 

¿Premio de Paz ante actos institucionales violentos de esta magnitud?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor
mediante una licencia de Creative Commons,
respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

sábado, 20 de octubre de 2012

'Submissión' (Sumisión) Cortometraje de Theo Van Goh (otra victima más de la religión)



Theo van Gogh  (La Haya, 23 de julio de 1957 – † Ámsterdam, 2 de noviembre de 2004) fue un cineasta, productor de televisión, columnista de prensa y actor holandés. Liberal radical y ateo anticlerical, era muy popular en Holanda por las encendidas polémicas en que se veía envuelto con cierta frecuencia. Era bisnieto de Theo van Gogh, hermano del famoso pintor holandés Vincent van Gogh. Murió asesinado en 2004 a manos de Mohammed Bouyeri, un islamista holandés de origen marroquí.
«Solo las religiones (un conjunto de creencias inspiradas en la fe ciega a unos textos prehistóricos, recopilación de mitos, leyes y poemas inspirados en la fantasía y la ignorancia) tienen la capacidad de convertir a personas normales en fanáticos asesinos.»
Debutó como realizador con Luger (1981). Por los filmes Blind Date (1996) y In het belang van de staat («En el interés del Estado», 1997) recibió un Gouden Kalf (el equivalente holandés al Oscar). Como actor, apareció en la producción De noorderlingen (1992). Posteriormente, trabajó para la televisión y como ácido columnista de actualidad para el diario Metro, entre otros. Criticó con dureza a la clase política por igual, con la excepción primero del líder derechista anti-inmigración Pim Fortuyn (asesinado en 2002) y luego de la diputada liberal de origen somalí Ayaan Hirsi Ali.

Las religiones organizadas fueron siempre objeto de su sarcasmo (primero hacia los líderes judíos y luego, a finales de la década de 1990, se centró en el islamismo). Su último libro fue Allah weet het beter («Alá lo sabe mejor», 1993), donde hacía gala de su estilo irónico y cínico y presentaba su visión demoledora del Islam. Van Gogh, al igual que Hirsi Ali, consideraba que el islamismo era una amenaza directa hacia la sociedades democráticas occidentales. Sus críticas hacia el Islam arreciaron tras los ataques del 11 de Septiembre.

A partir de un guión de Ayaan Hirsi Ali, produjo y realizó el cortometraje Submission («Sumisión»), que aborda el tema de la violencia contra las mujeres en las sociedades islámicas. El film se emitió en la televisión holandesa en agosto de 2004 y provocó gran indignación entre los musulmanes, que lo tacharon de «blasfemo». La película muestra a cuatro mujeres maltratadas y semidesnudas cuyos cuerpos han sido caligrafiados con textos denigrantes para la mujer, sacados del Corán.

Asesinato

Van Gogh, que pese a las amenazas de muerte recibidas eludía la protección policial, fue asesinado poco después por un islamista holandés de origen marroquí en plena calle. Van Gogh se dirigía en bicicleta a su trabajo cuando un tal Mohammed Bouyeri, de 26 años y miembro de una organización islamista radical, le disparó, derribándolo de la bicicleta. Bouyeri, que portaba una chilaba larga, lo remató a quemarropa en el suelo con veinte tiros más, lo apuñaló varias veces y finalmente lo degolló. En el cadáver del director, clavada con un cuchillo en el pecho, el asesino dejó una carta de cinco páginas, firmada «en nombre de Alá», que incluía amenazas a los gobiernos occidentales, a los judíos y a los no creyentes en Mahoma. La carta iba dirigida a Ayaan Hirsi Ali y les prometía a ella y a otros dirigentes holandeses (que citaba por sus nombres) un final similar.

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El asesinato y la manera ritual en que se produjo provocó una enorme conmoción en los Países Bajos, hasta el punto de que algunos lo llamaron el «11 de Septiembre» holandés. Por vez primera se abrió un debate franco sobre el fundamentalismo y la integración de los inmigrantes en los Países Bajos que —hasta entonces (salvo algunas excepciones como las de Pim Fortuyn)— se había eludido o se había considerado inapropiado.

El autor del crimen, Mohammed Bouyeri, fue detenido poco después, tras un intercambio de disparos con la policía a resultas del cual fue herido en una pierna. Nacido en Ámsterdam, aparentemente bien educado y bien integrado, no respondía al perfil del loco solitario. Fue acusado por la fiscalía de seis cargos criminales. El juicio contra Bouyeri se celebró durante el mes de julio de 2005.
«Actué estrictamente en nombre de mi religión —declaró al Tribunal— Algún día, si me liberasen, haría exactamente lo mismo».
Dirigiéndose a la madre de van Gogh, le dijo:
«No puedo sentir nada por usted [...] porque creo que es una infiel».
El 26 de julio de 2005 fue sentenciado a cadena perpetua.

Mientras se celebraba el juicio, un consejo municipal de Ámsterdam se negó a que se erigiese un memorial en recuerdo de Theo van Gogh en el lugar del asesinato porque podría causar división. Sólo las protestas de la madre, que llamó cobardes a los miembros del consejo municipal, logró que cambiasen de opinión. Finalmente, el 18 de marzo de 2007 fue inaugurada una escultura en su memoria titulada El grito, que representa al cineasta gritando en defensa de la libertad de expresión. Está situada en el Oosterpark, al este de Ámsterdam, cerca del lugar donde fue asesinado.

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Opinión
  
Cualquier ideología que impide la libertad de expresión y es incapaz de razonar ante una critica convirtiendo a personas aparentemente normales en asesinos, no merece consideración ni valor alguno.

Este es otro crimen más provocado gracias a la fe fundamentalista en unas creencias absurdas. Estas creencias (de cualquier religión), no se basan en pruebas y argumentos. Convierten a la persona en un ignorante intelectual incapaz de discernir entre el bien y el mal por si mismo. También lo convierten en una persona que, al no poder argumentar y defender sus creencias con la palabra, tiende a mostrar su frustración convertida en ira.

Siempre y cuando la lógica y la ciencia contradicen o cuestionan su religión (un amalgama de mitos, cuentos y leyendas), este opta por negarlas de tal forma que su moral se ve afectada por los mandatos y la intolerancia propias de una persona que no ha evolucionado y se ha quedado estancada en pleno siglo XXI con la mentalidad de una persona de la época de la edad del bronce. Debido al miedo de un castigo «divino», esta persona opta por no cuestionar estas creencias creando un escudo mental que, después de años de un intensivo lavado de cerebro (producido por su religión), es incapaz de pensar por si mismo y cuestionar esas creencias.

El «polémico» cortometraje

miércoles, 17 de octubre de 2012

Cuanto más anarquista es una sociedad, más progresa


 Élisée Reclus

Sin embargo, una duda podría subsistir en los entendimientos, si la anarquía no hubiese sido nunca más que un ideal, un ejercicio intelectual, un elemento de dialéctica, si nunca hubiese tenido realización concreta; si nunca hubiese sido un organismo espontáneo; si nunca hubiese surgido poniendo en acción las fuerzas libres de los camaradas para el trabajo en común, sin amo que les mandase. Pero esta duda puede fácilmente descartarse, porque en todo tiempo han existido organismos libertarios y otros nuevos se forman incesantemente, cada año más vigorosos, siguiendo los progresos de la iniciativa individual. Podría citar, en primer término, diversos pueblos llamados salvajes que viven en perfecta armonía social, hasta en nuestros días, sin tener necesidad de jefes, de leyes, de cercas, ni de fuerza pública; pero no insisto sobre estos ejemplos, a pesar de su importancia; temería que se me objetase la poca complejidad de estas sociedades primitivas comparadas con nuestro mundo moderno, organismo inmenso en que se entremezclan tantos otros organismos con infinita complicación. Dejemos, pues, a esas tribus primitivas para ocupamos tan sólo de naciones ya constituidas que poseen todo un mecanismo político-social.

Sin duda yo no podría mostraros ninguna en el curso de la historia que se haya constituido como sociedad puramente anárquica, porque todas se encontraban en su período de lucha entre los elementos diversos, aun no asociados; pero lo que sí será fácil comprobar es que cada una de estas sociedades parciales, aunque no fundidas en un conjunto armónico, fue tanto más próspera, tanto más creadora, cuanto más libre era y el valor personal del individuo estaba mejor reconocido. Desde las edades prehistóricas en que nuestras sociedades nacieron a las artes, a las ciencias, a la industria, sin que los anales escritos hayan podido traemos de ello memoria, todos los grandes períodos de la vida de las naciones han sido aquellos en que los hombres, agitados por las revoluciones, hubieron de sufrir menos la amplia y pesada dirección de un gobierno regular.

Los dos grandes períodos de la humanidad, por los numerosos descubrimientos, por la eflorescencia del pensamiento, por la belleza del arte, fueron épocas perturbadas, edades de «peligrosa libertad». El orden remaba en el inmenso imperio de los medos y los persas, pero allí no surgió nada grande; mientras que en la Grecia republicana, perturbada sin cesar, agitada por continuas sacudidas, vio nacer a los iniciadores de todo lo elevado y noble que nosotros tenemos en la civilización moderna. Nos es imposible pensar, emprender una obra cualquiera sin relacionamos en seguida con los libres helenos que fueron nuestros precursores y que son aún nuestros modelos. Dos mil años más tarde, después de tiranías, después de tiempos de sombría opresión que parecían inacabables, Italia, Flandes, Alemania, toda la Europa de las comunidades religiosas, probaron de nuevo a tomar aliento; innumerables revoluciones sacudieron el mundo. Ferrari no cuenta menos de siete mil revueltas locales tan sólo en Italia; pero también comenzó a arder el fuego del pensamiento libre y volvió a florecer la humanidad: con los Rafael, los Vinci, los Miguel Ángel, se sintió por segunda vez joven.

Después vino el gran siglo de la Enciclopedia con las revoluciones que se siguieron en todo el mundo y la proclamación de los derechos del hombre. Enumerad, si podéis, todos los progresos que se han realizado después de esta gran sacudida de la humanidad. Verdaderamente, podemos preguntamos si el siglo XVIII no condensa más de la mitad de la historia. El número de los hombres se ha acrecentado en más de quinientos millones; el comercio se ha hecho diez veces mayor; la industria se ha transformado y el arte de modificar los productos naturales se ha enriquecido maravillosamente; ciencias nuevas han hecho su aparición y, según se dice, comienza un tercer período de arte; el socialismo consciente e internacional ha surgido en toda su amplitud. Por lo menos se siente uno vivir en el siglo de los grandes problemas y de las grandes luchas. Reemplazad con el pensamiento los cien años nacidos de la filosofía del siglo XVIII, reemplazadlos por un período sin historia en que cuatrocientos millones de pacíficos chinos hubiesen vivido bajo la pacífica tutela de un «Padre del pueblo», de un tribunal de los ritos y mandarines provistos de diploma. Lejos de vivir las emociones que nosotros hemos vivido, nos hubiéramos gradualmente aproximado a la inercia y. a la muerte si Galileo encerrado en las prisiones de la Inquisición pudo murmurar sordamente: «¡Sin embargo se mueve!», nosotros podemos ahora, gracias a las revoluciones, gracias a las violencias del pensamiento libre, gritar en todas partes, en la plaza pública: «¡El mundo se mueve y' continuará moviéndose!».

La evolución, la revolución
y el ideal anarquista
(1897)

domingo, 14 de octubre de 2012

¡Ni Dios ni clero!


Por FRANÇOIS CAVANNA

Le Nouvel Observateur (5-11/octubre/1989)

Un creyente no puede ser más que intolerante. El fanatismo no constituye un aspecto enojoso y desencarrilado de la religión: es la religión misma

La intolerancia —rebautizada modernamente «integrismo»— sube en picado. La intolerancia es el termómetro de la fe. Sube o baja con ella. Cuando la fe se hace tolerante para las otras fes, es que está en regresión. Un creyente sincero y consecuente no puede admitir que una verdad diferente de la suya pueda ser verdadera, que otro dios pueda coexistir con el suyo. Puesto que su verdad es la verdad.

Un creyente, pues, no puede ser más que intolerante, puesto que están en juego cosas esenciales, las más esenciales entre todas: nuestra razón de estar aquí abajo, las finalidades últimas de toda cosa, la vida eterna, la condenación, la naturaleza de Dios y la manera precisa que quiere que se le rinda homenaje… Para un creyente, esto es lo único que importa.

Si yo creyese, mi fe dominaría y orientaría toda mi vida, cada acto, cada pensamiento. Estaría trastornado con la idea de los millones de seres humanos que viven errados, destinados a suplicios eternos y, sobretodo, privados de la iluminación de la certeza.

Un creyente no puede ser más que intolerante; sino, es incoherente. Se satisface de un «más o menos» tibio. No va al fondo de las cosas. Todo aquél que no es fanático no cree verdaderamente.

Un creyente tolerante (que se crea sinceramente tolerante) es, en el fondo, un resignado. Dado que no dispone de los medios para imponer su punto de vista, «tolera» (ésta es la palabra) con condescendencia o con dolor que los infieles chapoteen en el error; pero no olvida que se trata de error, no les concede la posibilidad de llevar razón. Una tolerancia verdadera sería aquella que, prudente, se diría que, al fin y al cabo, no estamos seguros de nada y que la verdad del otro es quizás la verdadera verdad… Pero una tal posición constituiría el agnosticismo, es decir, lo mismísimo contrario del espíritu religioso. La fe, por definición, excluye la duda.

El resurgimiento actual de los fanatismos es, sencillamente, un rebrote del sentimiento religioso. Manipulado, por supuesto, por los políticos; pero el resurgimiento religioso ha precedido a la manipulación política, que no hace más que echar mano a cuanto se le ofrece.

El cristianismo se vanagloria de ser la primera religión del mundo de haber otorgado el mismo valor a todos los seres humanos, de haber, en suma, proclamado lo que hoy en día llamamos «los derechos humanos». No es totalmente falso. Los Evangelios se presentan como preceptos de amor y de fraternidad. Pero, de hecho, sus sacerdotes, tanto tiempo como pudieron, profesaron una intolerancia absoluta, rechazando toda religión que no fuese la suya (e incluso todo matiz de interpretación de un punto menor del dogma) en tanto que falsa, impía e inspirada por el demonio y, por lo tanto, debiendo ser combatida, a sangre y a fuego si era necesario. Se situaban pues en la pura tradición de la lógica religiosa bien entendida, en la cual el proselitismo formaba parte del deber del cristiano.

Este «humanismo», este interés por el hombre terrestre, que no es más que la consecuencia misma de la letra del Evangelio, hubo de imponérsela a la Iglesia; y es del espíritu de rebelión contra la Iglesia que surgió la democracia. Los «integristas» religiosos de cualquier confesión lo perciben bien, puesto que, sin excepción, se alían con los reaccionarios políticos más nefastos. ¡Cuantas nostalgias malsanas recubre la tan venerada palabra «tradición»!

La imbécil pulsión del fanatismo, su estrechez de pensamiento, su intransigencia, no constituyen un aspecto enojoso y desencarrilado de la religión: son la religión misma «en su pureza original, en la conmovedora devoción de los cándidos tiempos» como dicen los que hablan así. Es esta pulsión fanática que se arranca de la indiferencia en la que se estaba hundiendo y que arde actualmente por todos los rincones del mundo. Hay quien se regocija de ello. Puesto que, acosados, fundan sus últimas esperanzas en la fe, cualquier fe, para solventar armoniosamente estos aplastantes problemas que les sobrepasan, problemas engendrados por la civilización técnico-plutócrata y la pululación insensata de la especie humana. Como aquello de ir a consultar una cartomántica para tratar el cáncer…

Ningún régimen político ha sabido eliminar el espíritu religioso. Los bolcheviques, al parecer, no hicieron más que perseguir, sin educar. Así pues, no es la razón (la inteligencia, si prefieren ustedes) quien dirige los asuntos humanos sino las ancestrales pulsiones instintivas, puramente animales, que movían ya al hombre de Cromagnon: miedo, avidez, agresividad, codicia, sexo, necesidad de vencer, de humillar… La inteligencia no siendo admitida más que a título de abastecedora de armas y de bribonadas.

C.


Traducción: Esteve Freixa i Baqué

sábado, 13 de octubre de 2012

Sobre el anarquismo en Latinoamérica hoy


Nelson Méndez 
(Parte final de la conferencia «Anarquismo en América Latina».)


Con la quiebra de las certezas estáticas que rigieron para la izquierda latinoamericana en las décadas anteriores a 1990, ideas y prácticas ácratas van a tener una audiencia que hacía tiempo les era desconocida, aunque ello no generase un auge inmediato o sin mayores trámites. A veces operaron influencias de fuera del área continental, cuando fue claro que el pensamiento y acción de lo más llamativo en el resto del mundo referido a reactivación de las luchas sociales, organización colectiva que superase los fallidos modelos leninistas, o definición de propuestas revolucionarias consecuentes, venía en medida creciente del campo libertario. A esto se une el descubrimiento que distintos actores sociales, en contextos diferentes, hacían ahora tanto de las ideas del anarquismo como de su historia en nuestros países, pues en la izquierda se estaba debilitando la excluyente hegemonía doctrinal del marxismo y sus parciales. Así, a lo largo de un lapso que llega hasta hoy y cubre todos los confines de América Latina, un ascendente número de activistas, de jóvenes con preguntas e inquietudes, de mujeres, de indígenas, de estudiantes, de trabajadores, de personas con curiosidad intelectual, se acercan al ideal anarquista con interés que solo tiene precedentes en el que despertó a comienzos del siglo XX.

Hacia 1995-1996, cuando Internet era novedad solo al alcance de una minoría en nuestros países, empieza a usarse como vía de contacto, intercambio y difusión del anarquismo. Resultó medio muy adecuado para esos fines, así que cuando en los años siguientes la red de redes se abre paulatinamente hasta llegar a un uso bastante extendido entre la población, resulta herramienta muy valiosa en este resurgir del anarquismo. Ello no solo por las posibilidades de comunicación instantánea, o de intercambiar información en amplios volúmenes y a costos cada vez más bajos, sino porque ha fomentado modos de relación horizontal, coordinación no jerárquica y acción en red que son prácticas anarquistas de siempre.

Renaciendo de las cenizas

Vivimos en los 20 años recientes un retorno del anarquismo latinoamericano, con precisos y comprobables indicadores: multiplicación de publicaciones periódicas (impresas y virtuales), junto a reanimados esfuerzos para difundir libros y folletos libertarios clásicos o de reciente escritura; el continuo brote de colectivos y espacios de inspiración ácrata (aun en lugares sin antecedentes anarquistas); plurales y creativas expresiones de ciberactivismo; notoria reaparición de la militancia, las propuestas y los símbolos del anarquismo en distintas situaciones concretas de la lucha social; manifestaciones vivaces y reconocibles en los más diversos ámbitos de la cultura, sea en las artes figurativas, en los escenarios, en la música, en la literatura, en la investigación y reflexión socio-histórica. Todo lo dicho evoca de alguna manera al panorama libertario continental de hace un siglo, pero resalta una diferencia cardinal: falta la primacía del enfoque y la acción anarcosindicalista que hubo en ese entonces. No cesan hoy los esfuerzos por recuperar en algo una presencia antaño tan visible, pero contrasta lo lento de esa recuperación en el medio laboral con la alentadora perspectiva en otros campos.

El cuadro del anarquismo en el Nuevo Mundo se completa con la referencia a las tensiones y retos con que debe lidiar hoy, señalando antes tres fuentes para esta reflexión. En primer lugar, el libro póstumo del recordado compañero Daniel Barret, Los sediciosos despertares de la anarquía (2011), que opino contiene el examen más acabado que se ha hecho sobre las realidades y tareas a afrontar hoy por el movimiento anarquista latinoamericano. La segunda referencia es la lista de correo electrónico Anarqlat, que desde 1997 es foro virtual de intercambio para el movimiento libertario continental, por lo que allí se ha manifestado en modo importante su historia reciente. El tercer soporte está en la Web del periódico venezolano El Libertario, en cuya sección 'textos' hay diversos y densos trabajos en torno a la actualidad del anarquismo latinoamericano, más un dossier que recopila lo publicado sobre ese tópico en la edición impresa de este vocero ácrata.

Aprender de la historia, construir autonomía

La reciente publicación de obras que abren rumbos para reconstruir la memoria del anarquismo en el área, contribuye al avance del conocimiento histórico y a esclarecer debates entre eruditos, pero para nosotros es muy importante en la recuperación de la capacidad de exponer interpretaciones propias y pertinentes sobre la sociedad, la política y la cultura de nuestros países, lo que requiere una comprensión cabal de lo que hemos sido, lo que somos y lo que aspiramos ser. Necesitamos de una historia rescatada de las trampas positivistas, liberales o marxistas, y también se impone el conocimiento y profundización re-creadora en cuanto al ideal ácrata, venciendo prejuicios contra el saber y la capacidad intelectual ajenos a la tradición anarquista de gente que lee para reflexionar, debatir y construir la utopía posible. Esto viene muy al caso para el presente y futuro del anarquismo continental, pues debemos reconstruir y hacer avanzar un pensamiento-acción propio, diferente no sólo a lo que plantean nuestros obvios adversarios de la derecha, sino de lo que propone un marxismo que en distintos lugares del continente funge ahora de gestor del Estado y garante de los intereses del capitalismo globalizado, rol que sus variopintos exponentes cumplen por igual pese a diferencias en el maquillaje.

Sería desastroso si el anarquismo es incapaz de definir ese curso autónomo que fue una de sus fortalezas en el pasado, lo que de ningún modo significa aislarse sino mantener el propio perfil y no diluir nuestros objetivos específicos. Ya dijimos que es su obligación re-crearse para enfrentar las nuevas circunstancias, pero desnaturaliza su identidad si lo hace buscando eficacia en las agotadas plataformas organizacionales del leninismo, si promueve un anti-imperialismo donde el grito de denuncia al agresivo intervencionismo yanqui se calla frente a otras potencias imperiales de similar talante, si cuestiona al capitalismo privado para excusar al capitalismo estatal, si aceptase que los avances en la conquista del pan disculpan los retrocesos en la conquista de la libertad, si propone que con la tolerancia y aun patrocinio de «Estados progresistas» es posible erigir «poder popular». En fin, si el anarquismo recae en vías que condujeron al marxismo a fracasar como opción de cambio revolucionario positivo, paradójicamente daría razón a los augurios del autoritarismo rojo sobre la imposibilidad del socialismo libertario.

Ni populismo, ni aislamiento, ni pasividad

Desde los años de 1930 y 40 el anarquismo latinoamericano tiene un reto pendiente: cómo enfrentar con éxito a la demagogia del populismo nacionalista, que en sus mudables variantes es aún figura dominante de la escena política continental. La actual oleada de «gobiernos progres» es la nueva mascarada de ese viejo oponente, ante la cual es vital contestar con respuestas específicas en lo práctico y bien articuladas en lo teórico, que hagan patente a ojos del colectivo el fraude de esos pretendidos logros estatales y supuestas buenas intenciones de los gobernantes, promoviendo y actuando para construir desde abajo salidas realistas de acción autónoma, ajenas a las disputas por el manejo del Estado e independientes de las instituciones de poder. Estas ideas generales (y su ejecución práctica) requieren aún de mucha reflexión y trabajo por parte del movimiento ácrata latinoamericano, en lo que sin duda no hay lugar para repetir pifias marxistas, tampoco de ignorar por ahora y dejar para después, ni para optar por la tolerancia cómplice o por apoyar como aliados menores a populistas «menos malos», aquellos que se dicen de izquierda o socialistas. Evidencia de lo urgente de tal desafío, de las confusiones que genera y del persistente daño que el anarquismo ha sufrido por no descifrarlo, es que ahora tengamos que lidiar con «anarco-chavistas» en Venezuela, como si no bastasen las lamentables parodias del «anarco-peronismo» [Argentina], el «anarco-battlismo» en Uruguay y el «anarco-castrismo» cubano.

Hay algo esencial para que el esperanzador retorno ácrata termine de arraigar: consolidar el anarquismo como herramienta valedera y constructiva para las luchas sociales autónomas de hoy, que además las oriente hacia la perspectiva de revolución inherente al ideal libertario. Sin duda que los impulsos del vigente renacimiento en América Latina tuvieron su raíz coyuntural en procesos de la cultura de masas como la difusión del punk, intelectuales como la revitalización del interés por las ideas ácratas, y políticos como la irrupción neozapatista desde 1994 y el auge del movimiento antiglobalización a partir de Seattle en 1999, pero si luego han podido mantenerse es porque en diversos modos va logrando conectarse con demandas y conflictos colectivos, como verificará cualquiera que recorra el panorama contemporáneo del activismo y la lucha social continental. Aun cuando no sean todo lo sólidas y extendidas que quisiéramos, esas conexiones existen, ofreciéndonos una posibilidad que es imperdonable dejar pasar.

Comparto la afirmación de que el anarquismo será acción social o no será. Postergar o subordinar esa acción en favor de los hechos ejemplarizantes, de la profecía y ensayo de "días de furia", de un personal "estilo de vida libre" que llega a ser pretexto contra la solidaridad, de aislarse en un anarquismo para el cultivo intelectual o el goce estético, condenaría a nuestro ideal a la esterilidad e inercia.



viernes, 12 de octubre de 2012

El nacionalismo españolista


Este artículo describe las características de la ideología dominante del establishment español basado en Madrid, que se opone al desarrollo de una España plurinacional, mediante su control del Estado español. 

Durante los Juegos Olímpicos pudimos oír como la BBC presentaba con toda naturalidad a Gran Bretaña como un Estado de varias naciones, Inglaterra, Escocia, Irlanda del Norte y Gales, que tienen sus propios derechos claramente diferenciados. Sería impensable, sin embargo, que la televisión pública española diera un informe semejante sobre España. Y sería también impensable que el establishment español, basado en Madrid, admitiera que España es un Estado de varias naciones, cada una con su pleno derecho de autodeterminación, incluyendo su poder de escisión, si así lo desean, como ocurre en Gran Bretaña con Escocia o en Canadá con Quebec. Lo máximo que se llega a admitir es que España ya es, en realidad, un Estado federal, pues el gasto de las autonomías es mayor que el gasto gestionado por algunos Estados en un sistema federal.

Este argumento se repite una y otra vez sin haber variado ni un ápice desde hace ya años. Y desde luego, tales establishments tampoco reconocen que ellos mismos son profundamente nacionalistas, lo cual es fácil de ver que lo son, pues defienden una visión de España que niega la plurinacionalidad del Estado, sometiendo todas las otras nacionalidades al Estado español, a su cultura, idioma y comportamientos. En esta resistencia a la plurinacionalidad no ven ninguna expresión de dominio. El hecho de que los parlamentarios catalanes no puedan expresarse en catalán no lo ven como una imposición de dominio cultural. Cualquier defensa de tal plurinacionalidad es acusada de victimismo, de secesionismo, de falta de internacionalismo o peor, para una persona de izquierdas, de falta de solidaridad con el resto de España, asumiendo que tener un Estado central es la condición necesaria para distribuir la riqueza. Tal nacionalismo españolista se justifica así como garante de solidaridad, confundiendo solidaridad con uniformidad. Por lo demás, las demandas por parte de la gran mayoría de partidos políticos en Cataluña, excepto el PP catalán, son definidas como el resultado de los deseos de la burguesía catalana de expandir sus privilegios de clase a costa del resto de España. Esta interpretación de los hechos está enormemente generalizada y ha creado un sentimiento hostil hacia Cataluña que la derecha española ha rentabilizado electoralmente, estimulando tal sentimiento. Estos sentimientos aparecen también en sectores del nacionalismo españolista dentro de las izquierdas, de las que he llegado a oír que el entonces presidente Montilla o la dirigente socialista Manuela de Madre, «estaban contaminados de nacionalismo».

Y el establishment españolista, basado en Madrid, considera un disparate indicar que tal establishment esté explotando a Catalunya o a cualquier otra comunidad. El hecho de que el sistema de transporte ferroviario sea enormemente radial, centrado en su gran parte en Madrid, se considera lógico y razonable, debido a la capitalidad de tal ciudad. Y el hecho de que se pueda ir de Barcelona a Madrid en dos horas y media, y que conlleve más de seis horas ir de Barcelona a Bilbao (que tiene la misma distancia), no se reconoce como indicador de algo que es profundamente injusto.

Es esta actitud y estos argumentos que han llevado a gran parte de Catalunya a un hartazgo y al deseo de separarse de España. Tengo muchísimos amigos aquí en Catalunya que nunca pensaron en separarse de España, y ahora lo están pensando y deseando.

Veamos.

1. Un socialista tiene que estar en contra de cualquier tipo de explotación, sea ésta de clase, género, raza o nación. Y dentro de España hay explotación de todo tipo, incluso de nación. Ya sé que esto nunca (repito, nunca) un intelectual del establishment madrileño, desde Fernando Savater al político José Bono y muchos otros lo aceptará. Pero, mientras, repito, pueden ir de Madrid a Barcelona en dos horas, pero para ir de Barcelona a Bilbao se necesitan seis horas y cuarto. ¿Nunca han oído el dicho del presidente Aznar de que el modelo ferroviario de España debería basarse en que cualquier capital de provincia no estuviera más distante de Madrid que 4 horas?

2. Las personas que pagan impuestos no viven en el vacío. Viven en territorios que necesitan servicios públicos e infraestructuras. Esta frase que continuamente se utiliza de que no son territorios pero individuos los que pagan impuestos, ignora que los individuos viven en territorios cuyos recursos públicos se financian por aportaciones individuales.

3. De ahí que sea lógico que desde Cataluña se hable de que ésta, al ser más rica, aporte más recursos, lo cual ninguna fuerza catalana ha cuestionado. La continua acusación que se hace a Cataluña de ser insolidaria es otro insulto más entre otros muchos que constantemente se hacen a Cataluña. El cuestionamiento de solidaridad, por muy extraño que parezca, no es el tema que está llevando a miles de catalanes a la calle. Que Cataluña, al ser más rica que el promedio de España, aporte más al erario público del Estado español que otras partes de España, por tener ciudadanos con más recursos, no ha conllevado ninguna objeción por la gran mayoría de partidos políticos catalanes. Ahora bien, los recursos que el Estado catalán recoge, debe revertirlos en Cataluña, donde tales ciudadanos viven, una vez se descuenta el pago de gastos comunes y la solidaridad con otras partes de España. Y en esta devolución a Cataluña tiene que incorporarse una variable más, el coste de vida, pues un pensionista catalán recibiendo la misma pensión que un extremeño, tiene menos capacidad adquisitiva, pues al ser el nivel de vida superior en Cataluña que en Extremadura, el pensionista catalán sale perjudicado. Y esto ocurre en muchas otras transferencias de gasto público. Recibir igual no es lo más equitativo. Además, una nación como Cataluña tiene la responsabilidad de garantizar la viabilidad y fortaleza de su lengua y de su cultura, lo cual requiere dinero y capacidad de decisión. Si Cataluña quiere permanecer como nación, debe considerar el catalán como la lengua prioritaria, sin que ello implique ninguna minusvaloración del idioma castellano, también patrimonio de Cataluña. Si ello no ocurriera, la propia fortaleza del castellano diluiría la cultura catalana hasta el punto de desaparecer (como ha ocurrido en Francia). ¿Es esto lo que desean los nacionalistas españoles? Me temo que algunos sí. Y que tal posibilidad exista, el nacionalismo españolista lo ignora.

4. El nacionalismo españolista es el más oprimente, pues es el que ha mandado y dominado el Estado español. Y actualmente está enrocado en la Constitución, que se considera erróneamente como reflejo de la voluntad de todos los españoles, sin tener en cuenta el momento y contexto en que se aprobó. Un gran desequilibrio de fuerzas explica la Transición inmodélica que creó una Constitución que reproduce este nacionalismo, hasta el punto que prohíbe por fuerza de las armas que Cataluña o el País Vasco pudieran escindirse de España si así lo desearan. Y a esto no le llaman los intelectuales en Madrid dominio y explotación. Por lo visto no se dan cuenta de que una unión es oprimente si no se hace voluntariamente.

5. El Estado de las autonomías no es un Estado federalista. Considerarlo como indicador a través del dato del porcentaje del gasto estatal total que se consume y se gestiona en una Comunidad Autónoma es un error metodológico notable, pues se confunde descentralización con autogobierno. Cataluña puede tener el 80% del gasto sanitario pero tiene una capacidad decisoria limitada en sanidad. Un tanto igual ocurre en educación. Como director de un programa académico en la UPF, tengo que pedir permiso a Madrid, al Ministerio de Educación, para cambiar una asignatura de mi programa. Imposible en EEUU, un Estado federal. Es inimaginable que yo tenga que llamar a Washington para pedir permiso para cambiar una asignatura de un programa académico en la The Johns Hopkins University en Baltimore, en el Estado de Maryland. En Barcelona, sin embargo, sí que tengo que hacerlo, llamando a la capital del Reino.

6. La Transición inmodélica, ocurrió en una situación excepcional, con gran dominio del proceso por parte de las fuerzas conservadoras que dominaban al Estado, estableciendo un Estado que es insatisfactorio para un número creciente de españoles. Su gran retraso social y su falta de plurinacionalidad son un indicador de ello. Y lo que está ocurriendo hoy en las calles de Barcelona (y también en Madrid) es un ejemplo muy claro. La animosidad de gran parte de la población catalana no es hacia España, sino hacia el establishment español y hacia el Estado, lo cual está ocurriendo a lo largo del territorio español. Se requiere un profundo cambio hacia el establecimiento de una España heredera de su pasado republicano con un Estado auténticamente democrático, social y plurinacional, en el que la democracia representativa sea auténticamente proporcional y auténticamente participativa en que las distintas naciones y regiones puedan desarrollar referéndums sobre lo que desean, con una Constitución en la que la unidad en el Estado sea voluntaria, libremente expresada, sin ninguna imposición, y en el que la solidaridad se ejerce, entre otros indicadores, por un pago contributivo según su riqueza, a un nivel que permita el continuo desarrollo de todas las naciones, incluyendo Cataluña, en que los órganos centrales estén distribuidos entre las distintas naciones sin que exista una capitalidad que centralice el poder del Estado. En EEUU, hay muchas agencias federales que están ubicadas en varios estados.

7. El hecho de que la derecha nacionalista catalana esté ahora intentando liderar el movimiento a favor de la autodeterminación no quiere decir que tal derecha sea la auténtica representante del movimiento. En realidad, en los momentos difíciles en Cataluña, como durante la dictadura, fueron las izquierdas las que, en una lucha heroica, defendieron más la identidad catalana, como incluso el presidente Pujol reconoció en su día. La burguesía catalana y la Iglesia catalana, incluyendo Montserrat, apoyaron el fascismo. Tampoco es cierto que todos los que estamos apoyando el derecho de autodeterminación estemos deseando la Secesión. Las encuestas muestran que la mayoría de los ciudadanos en Cataluña que ya están pidiendo el autogobierno no están pidiendo la Secesión. Lo que sí que hay es un deseo mayoritario de que el Estado español no es el que se desea, lo cual no quiere decir la rotura con España.

8. No hay duda de que el gobierno CiU está utilizando tal movimiento para desviar la atención popular de lo que en este momento debería ser central, es decir, el impacto en la población de sus políticas neoliberales, llevadas a cabo con apoyo del PP en el Parlament y en las Cortes, donde CiU apoya tales políticas. Pero confundir esta realidad con la creciente fuerza de tal movimiento, evaluándolo como una simple estrategia de CiU es un profundo error. Hoy hay un hartazgo hacia el establishment español, basado en Madrid, que el establishment político catalán está intentando utilizar. Pero también el establishment españolista basado en Madrid lo está utilizando para movilizar, una vez más, el anticatalanismo.

9. Muchos en Cataluña han abandonado este proyecto de luchar por otra España, pues creen que España nunca cambiará. Hoy son independentistas. Simpatizo con ellos. Pero no quiero abandonar el proyecto de construir otra España, muy distinta a la actual, que sea auténticamente democrática, justa y plurinacional. Pero no es nada fácil, incluso también bastante agotador. Las izquierdas españolas gobernantes a pesar de definirse como federalistas, han hecho muy poco para desarrollar el federalismo. Ha sido un indicador más de su excesivo conformismo.

 Vicenç Navarro