lunes, 28 de enero de 2019

EL AULLIDO, Nº 2 - julio 1994

En el año 1988 salió la Ley de Objeción de Conciencia, en la que aquellos jóvenes que no querían hacer el servicio militar pasaban a hacer un servicio civil llamado Prestación Social Sustitutoria (la PSS), por lo cual estaban obligados a dar motivos en su declaración de objetor de conciencia. Los que se negaron a hacer la 'mili' antes de ella fueron amnistiados y los que se negaron después fueron procesados, juzgados y condenados por la autoridad. La campaña de Insumisión, que mostraba la negativa a hacer la mili como la PSS, empezó a acarrear sus primeras víctimas al año siguiente.

Tras la presentación de los primeros insumisos a nivel estatal y su encarcelamiento, el MOC de Valladolid decidió hacer una acto reivindicativo de protesta en los mismos Juzgados Militares de la ciudad. Una veintena de antimilitaristas ocuparon en la mañana, por un corto espacio de tiempo, de un sábado de noviembre del año 1989 las dependencias de tales juzgados hasta su desalojo por parte de policías nacionales. Estos retuvieron e identificaron solo a dos manifestantes en el interior del edificio (uno de ellos fue capturado en la puerta y reintroducido), los cuales fueron llamados a declarar en ese mismo juzgado semanas después. Con ellos se autoinculparon otros 22 antimilitaristas (de los cuales solo participaron en el evento la mitad).

Llamaron a declarar al resto, y los 24 todos fueron procesados por lo militar y puestos en libertad provisional. Años después, en septiembre de 1994, se impuso la fecha de la vista oral, y he aquí que este panfletillo sacó un número sobre el asunto.

Y ahora os reeditamos este segundo número, al que añadimos un breve texto del antimilitarista y desobediente inmortal que fuese el escritor ruso Tolstoi.

Para descargarlo en PDF tenéis este enlace:

 EL AULLIDO 02
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domingo, 27 de enero de 2019

Carta abierta a los Estados Unidos: dejen de interferir en la política interna de Venezuela


 Por NOAM CHOMSKY y otros 70 firmantes más:

El gobierno de los Estados Unidos debe dejar de interferir en la política interna de Venezuela, especialmente con el objetivo de derrocar al gobierno del país. Las acciones de la administración Trump y sus aliados regionales empeorarán casi seguro la situación en Venezuela, lo que llevará a un sufrimiento humano innecesario, violencia e inestabilidad.

La polarización política en Venezuela no es nueva; el país lleva mucho tiempo dividido por las diferencias raciales y socioeconómicas. Pero la polarización se ha profundizado en los últimos años. Esto se debe, en parte, al apoyo de los Estados Unidos a una estrategia de la oposición para destituir al gobierno de Nicolás Maduro por medios extraelectorales. Si bien la oposición está dividida respecto a esta estrategia, los EEUU han apoyado a los partidarios de la línea dura en su objetivo de derrocar al gobierno de Maduro mediante protestas a menudo violentas, un golpe de Estado militar u otras vías que eluden las urnas.

Bajo la administración de Trump, la retórica agresiva contra el gobierno venezolano se disparó a un nivel más extremo y amenazador, con sus representantes hablando de «acción militar» y condenando a Venezuela, junto con Cuba y Nicaragua, como parte de una «troika de tiranía». Los problemas derivados de las políticas del gobierno venezolano han empeorado por las sanciones económicas de Estados Unidos, que serían ilegales bajo los parámetros de la Organización de Estados Americanos y las Naciones Unidas, así como de la legislación de los Estados Unidos y otros tratados y convenciones internacionales. Estas sanciones han reducido los medios por los cuales el gobierno venezolano podría haber escapado de la recesión económica, y a la vez han causado una dramática caída en la producción de petróleo y han agravado la crisis económica, causando la muerte de muchas personas que no pudieron acceder a medicamentos que hubieran podido salvar sus vidas. Mientras tanto, los gobiernos de EEUU y sus aliados continúan culpando únicamente al gobierno de Venezuela por el daño económico, incluso el causado por las sanciones estadounidenses.

Ahora EEUU y sus aliados, incluido el secretario general de la OEA, Luis Almagro, y el presidente de extrema derecha de Brasil, Jair Bolsonaro, han empujado a Venezuela al precipicio. Al reconocer al presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó como el nuevo presidente de Venezuela —algo ilegal según la Carta de la OEA— la administración Trump ha acelerado drásticamente la crisis política de Venezuela con la esperanza de dividir a los militares venezolanos y polarizar aún más a la población, obligándola a elegir un bando. El obvio y a veces explícito objetivo es expulsar a Maduro a través de un golpe de Estado.

La realidad es que, a pesar de la hiperinflación, la escasez y una profunda depresión, Venezuela sigue siendo un país políticamente polarizado. Los Estados Unidos y sus aliados deben dejar de alentar la violencia presionando por un cambio de régimen violento y fuera de la legalidad. Si la administración Trump y sus aliados continúan su curso imprudente en Venezuela, el resultado más probable será el derramamiento de sangre, el caos y la inestabilidad. Estados Unidos debería haber aprendido algo de sus iniciativas de «cambio de régimen» en Iraq, Siria, Libia y su larga y violenta historia de patrocinio de «cambios de régimen» en América Latina.

Ninguna de las partes en Venezuela puede simplemente vencer a la otra. El ejército, por ejemplo, tiene al menos 235.000 efectivos de primera línea, y hay al menos 1,6 millones en las milicias. Muchas de estas personas lucharán, no solo sobre la base de la creencia en la soberanía nacional que se mantiene ampliamente en América Latina, frente a lo que parece ser una intervención liderada por Estados Unidos, sino también para protegerse de una posible represión si la oposición derroca al gobierno por la fuerza.

En semejante situación, la única solución es un acuerdo negociado, como sucedió en el pasado en países latinoamericanos cuando las sociedades políticamente polarizadas no pudieron resolver sus diferencias a través de las elecciones. Ha habido esfuerzos con potencial, tales como los liderados por el Vaticano en el otoño de 2016, pero no recibieron apoyo de Washington y sus aliados, concentrados en el cambio de régimen. Esta estrategia debe cambiar para que exista una solución viable a la crisis actual en Venezuela.

Por el bien del pueblo venezolano, la región y por el principio de la soberanía nacional, estos actores internacionales deben apoyar las negociaciones entre el gobierno venezolano y sus oponentes que permitirán que el país salga finalmente de su crisis política y económica.

jueves, 24 de enero de 2019

Látigo en mano, Emma Goldman feminista y crítica del feminismo


«La pequeñez separa, el aliento une,
seamos amplias y grandes.»
EMMA GOLDMAN
22 enero 2013

La vieja y querida Emma Goldman, a lo largo de su extensa y prolífica carrera dentro del movimiento anarquista del siglo XX, ha producido gran cantidad de textos políticos a los cuales las activistas vuelven con mucha menor asiduidad con la que visitan a otros pensadores ácratas. Usualmente estos textos de Goldman son criticados por el feminismo de izquierda por ser justamente lo que son: texto de arenga anarquista en la barricada misma. Proyectil Fetal toma el pensamiento de Emma Goldman, no acríticamente cual góspel libertario, sino para hacerlo vivir en su discusión hoy, y para rescatar la capacidad especial de Emma de meter el dedo allí en la llaga misma del feminismo mainstream de su época y, al mismo tiempo, de oponerse a las prácticas de sus propios compañeros de militancia del movimiento anarquista látigo en mano.

En los textos de Goldman siempre se encuentra una preocupación por la pasión, la alegría y el compartir los cuerpos eróticamente, conceptos claves de la realización de las personas sin los cuales la lucha y la revolución social no pueden realizarse. Aun hoy estas nociones —que en sí misma y para su época son de una innovación y radicalidad sin precedentes— superan ampliamente las conceptualizaciones habituales sobre el amor libre anarquista que no llegan a traspasar el límite de formar pareja pero sin contrato legal.

Ahora bien, las nociones más brillantes del pensamiento y acción de Goldman se ven opacadas en una maraña de ideas a veces un poco baladí sobre el rol de la mujer. Es menester encontrar incluso en esos párrafos saturados de romanticismo las figuras de pensamiento que anticiparon conceptos que el feminismo de la segunda ola hizo propios (como la doble jornada, que explicaremos más adelante) o su crítica profunda y audaz al primer feminismo (sufragista) que devendrá feminismo de la igualdad, para devolverle a Goldman su interés por el pensamiento de emancipación de las mujeres. Incluso más, muchas veces Emma Goldman es incorrectamente interpretada por el propio movimiento anarquista[1] cuando toma su crítica cabal al feminismo más popular de su época, anteriormente mencionado, como una crítica a todo el movimiento de emancipación de la mujer al cual tildan de burgués.

Una de las afirmaciones más lúcidas que se puede leer en los textos de Goldman es justamente que no hay un solo feminismo, sino muchos, y no todos tienen el valor y el coraje para cambiar profundamente las estructuras de poder y dominación que habitan en los corazones, incluso de las mujeres. Por ejemplo, en el texto titulado La tragedia de la emancipación de la mujer de 1911 ella afirma y visibiliza un eje fundamental del pensamiento 'anarco-queer', a saber: que «El derecho al voto o a la igualdad de derechos civiles pueden ser buenos reclamos pero la verdadera emancipación no empieza ni en las Cortes ni en las urnas. Comienza en el alma de la mujer»[2]. O por ejemplo, «Ahora la mujer se enfrenta a la necesidad de emanciparse de la emancipación, si realmente quiere ser libre. ¿Qué ha logrado con su emancipación? Sufragio universal en algunas regiones. ¿Purificó eso nuestra vida política, como predijeron muchos bien intencionados defensores? Ciertamente no». Es usual que frases como estas sean entendidas en desmedro de todos los feminismos a los que se clasifica en bloque como «burgueses» o «reformistas», y hasta peligrosos para la finalidad de la emancipación de toda la humanidad. Por el contrario, sostenemos que afirmaciones como esta y otras: «Tendrá [la emancipación] que deshacerse de la absurda noción del dualismo de los sexos o del que el varón y la mujer son mundos antagónicos.». Predicen la lucha que hoy encara cierto activismo 'anarco-queer' contra el dualismo de los géneros y el separatismo de los sexos.


Asimismo, otro de los grandes momentos de este texto[3] advierte sobre dos cuestiones fundamentales: una de pura cepa anarquista —la abolición de toda forma de trabajo asalariado—, y la otra, del feminismo más contemporáneo, la doble jornada laboral, que puede ser entendida como las tareas domésticas (obviamente no remuneradas e invisibilizadas) que las mujeres realizamos en nuestros hogares tras retornar a la «paz» después de un largo y agotador día de trabajo a la par del varón, tareas que, como si fuera poco, se suponen como naturales y propias de las mujeres, y que solo son superadas, en el caso de las que pueden pagarlo, mediante la explotación de otra mujer (empleada doméstica, también conocida como mucama, sirvienta, o simplemente como «la chica») que «ayuda» en el hogar para que la mujer emancipada económicamente pueda realizarse en su vida profesional, y cuya culpa algunas «feministas» de hoy lavan sacando breves columnas editoriales que critican la ley de trabajo doméstico para estas empleadas en el territorio argentino. La bella indignación anarquista de Emma Goldman no solamente plantea la doble jornada laboral como consecuencia inevitable —en el actual ordenamiento económico-político y en otros que conservan el Estado como forma de transición— de la emancipación sufragista de la mujer sino también desenmascara el doble discurso y la hipocresía de buena parte de los feminismos que derivan de sus hermanas sufragistas, que basan su realización en la explotación de otra mujer, como dijimos antes[4].

El feminismo de Goldman, lo haya o no llamado así para diferenciarse de aquellas a las cuales estaba criticando, inaugura un espacio que hoy lamentablemente no es a menudo ocupado por mujeres que se autodenominen anarquistas, sino por otras que revisan a fondo los presupuesto básicos (y cómodos, a esta altura que la cuestión de la mujer forma parte de las políticas y las agendas de Estado) del feminismo políticamente correcto y/o institucionalizado, que redunda en pacata reducción de toda violencia de género a un mal intrínseco e inmanente a todo otro sexo que no sea aquel biopolíticamente denominado «mujer» en la sala de la corporación médico-jurídica, en especial, los varones y en una fuerte represión sexual que no ha hecho nada por el libre ejercicio de la sexualidad de las mujeres y el uso creativo de sus placeres[5].

¿Qué pasó en el seno mismo del anarquismo más difundido cuando seguimos repitiendo conceptos como que la abolición de todas las inequidades de género será obtenida únicamente tras la revolución social y que hoy por hoy la lucha por la emancipación radical y total de las mujeres y de toda expresión de género subalterna no tiene sentido puesto que «somos todos iguales para la anarquía»? Esta unidad se torna falsa y peligrosamente cercana a la cuestión principal y secundaria que afirma el marxismo, porque no se unen las individualidades realmente en el aliento por el cual abogaba Goldman sino que muestra la negativa de muchos a deshacerse de sus privilegios de género/sexo para lograr devenir realmente libres e iguales.

Cerremos simplemente con otras destacadas palabras de Goldman que también son aplicables a nuestro anarquismo local no para considerarlo torpemente misógino como hace el feminismo de la izquierda partidaria para captar adeptas a su secta y el progresista para justificar su reformismo, sino para hacerlo crecer y dar el famoso paso adelante que se propone en esta misma frase: «Ciertamente, el movimiento por los derechos de la mujer ha roto muchas cadenas pero también ha forjado nuevas… Necesitamos deshacernos de nuestras viejas tradiciones y hábitos. El movimiento de la mujer, solo ha dado el primer paso. Esperemos que junte coraje para dar el próximo… La mujer debe aprender esa lección, y ser consciente de que su libertad llegará tan lejos como llegue su capacidad para lograrla. De allí que es más importante que ella comience con su regeneración interior para liberarse del peso de los prejuicios, las tradiciones y las costumbres.»

Sí, Emma, esperamos, y hacemos el mismo tiempo.

COLECTIVO PROYECTIL FETAL



Notas:

[1] También es usual ver esta interpretación, en nuestra opinión, incorrecta en los trabajos que la academia produce en torno a la temática anarquista de género que soslaya que el anarquismo, afortunadamente, carece de doctrina o libro canónico unificado y, por ende, no es anti-feminista o contra-feminista per se, como algunas teóricas quieren, convenientemente para sí mismas, hacer ver, tan solo basándose en alguna opinión poco feliz de alguno de los muchísimos pensadores anarquistas que reflexionaron en torno a «la cuestión de la mujer» expresaron.

[2] Esta crítica a los derechos civiles bien puede ser aplicada a las luchas actuales de la mayoría activistas LGTB a nivel internacional y local que buscan el derecho a poder ser una familia pequeño-burguesa normal con todas las de la ley.

[3] «Y todas aquellas que alcancen la deseada igualdad generalmente lo hacen a expensas de su bienestar físico y psíquico. Y para la gran masa de mujeres trabajadoras, ¿cuánta independencia se gana si la estrechez y falta de libertad del hogar es reemplazada por la estrechez y falta de libertad de la fábrica, las tiendas o la oficina? Mas aún después de un duro día de trabajo, está la carga de ocuparse de un "hogar dulce hogar" frío, atemorizador, desordenado, poco acogedor. ¡Gloriosa independencia! No es sorprendente los cientos de jóvenes dispuestas a aceptar la primera oferta de matrimonio hartas y cansadas de su "independencia" detrás de un mostrador, una máquina de coser o de escribir.»

[4] «Cada movimiento que tiene por objetivo la destrucción de las instituciones existentes y su reemplazo con algo más avanzado, más perfecto, tiene sus seguidores que en teoría sostienen las ideas más radicales, pero quienes, sin embargo, en sus prácticas diarias, son como el filisteo promedio fingiendo respetabilidad y pidiendo a gritos que sus enemigos les consideren con respeto. Hay socialistas y anarquistas incluso que abogan a favor de la idea de que la propiedad privada es robo, y sin embargo se indignarían si alguien les debe el valor de una docena alfileres.»

[5] «El gran movimiento de verdadera emancipación no se ha encontrado con una gran raza de mujeres que puedan mirar la libertad a la cara. Su visión estrecha y puritana ha desterrado de su vida emocional al varón como personaje molesto y dudoso.»


viernes, 18 de enero de 2019

Antimilitarismo, una cuestión feminista


EL FALSO MITO DE LA PARIDAD EN UNIFORME

TIERRA Y LIBERTAD
Nº 365-366 / DICIEMBRE 2018 - ENERO DE 2019

En 2018 el militarismo parece no ser un problema muy sugerente para quien se ocupa de paridad de género y reivindicaciones identitarias, pero creo que por el contrario debe serlo para quien lucha desde una perspectiva feminista o transfeminista.

Los ejércitos de los Estados occidentales son un ejemplo de democracia, al menos de fachada, para quien se interesa por el respeto de los derechos civiles.

Como dice Ursula von der Leyen, ministra de Defensa alemana, deben ser ejemplos de «tolerancia ante los grupos marginales» y abrirse a «las minorías».

Se cuenta que la cúpula de las fuerzas armadas estadounidenses se alinea contra el actual presidente que quiere, sin decirlo, reformar el modelo de ejército anterior a la administración Obama.

En Alemania, en el Reino Unido y en los Estados Unidos, el cambio de sexo se acepta incluso entre los militares: aunque obviamente no se tienen todavía las mismas oportunidades de los varones blancos, no hay demasiados obstáculos para la promoción, ni para las mujeres ni para las personas transgénero; estás últimas han sido aceptadas solo recientemente, pero su recorrido laboral es bastante similar a cuanto sucede en otros sectores del mundo del trabajo.

Las fuerzas armadas de los Estados nacionales del mundo occidental han ampliado sus filas siguiendo el desarrollo de la mentalidad, en la dirección de la tolerancia hacia el diferente, porque es patriota, porque se puede certificar como nacionalizado.

Han sido «superados» —al menos a nivel formal— varios prejuicios presentes en el curso de las guerras: por ejemplo, los primeros regimientos de soldados de color existen ya en la Guerra Civil americana. Durante la Segunda Guerra Mundial, algunas naciones (Reino Unido, Estados Unidos, Unión Soviética) emplearon a mujeres en varios puestos, si bien eran auxiliares. Con Clinton, el prejuicio «superado» fue el de la homosexualidad, aunque sin pasarse (el célebre «don’t ask, don’t tell») y ahora le llega el turno al mundo LGTB en su conjunto.

Hay quien sostiene que el ingreso de la mujer en las fuerzas armadas ha contribuido a abatir los estereotipos que están en la base del patriarcado.

La inferioridad de la mujer como ser humano incapaz física y moralmente de defenderse y de valerse por sí misma viene superada, dicen, a través de su enrolamiento, que las convierte en soldados eficaces y motivados, debiendo demostrar que pueden resistir tanto o más que los hombres: ¡quién no recuerda a la soldado Jane!

Quien piensa así desde una perspectiva feminista comete, en mi opinión, una enorme equivocación ante la propia lucha feminista: la equivocación de no ser capaz de pensar en una sociedad basada en mecanismos diferentes respecto a los de la explotación y el dominio del más débil. Si en el imaginario propagandístico es cierto que los militares serían los garantes de la «sagrada democracia», en la realidad los ejércitos sirven para proteger o conquistar los intereses de unos pocos, intereses políticos y sobre todo económicos, de quienes tienen como único objetivo la explotación de los recursos del planeta, ya se trate de personas o de elementos de la naturaleza.

Las fuerzas armadas de los Estados nacionales deben poder ser dirigidas y utilizadas para la ocasión por los jefes de Gobierno de las diferentes naciones, y esto significa que lo que importa sobre cualquier otra cosa es la obediencia a las órdenes y, por tanto, la estructuración jerárquica, la capacidad de matar a otros seres humanos, la capacidad de establecer una jerarquía que permita estar por encima, dominar.

Las fuerzas armadas son un instrumento, un servicio: son la espada.

Si pienso que mi acción —en el campo de batalla, en una frontera o tras los controles de un arma a distancia, poco importa— tendrá consecuencias reales, dejará morir a personas que emigran en busca de un lugar mejor o destrozará a individuos hechos de carne y hueso como yo, no puedo rendirme a la construcción de un «otro yo» inferior, abyecto, un ser humano con el que no puedo en modo alguno identificarme. Una pena, mi incapacidad de ser eficaz a gran escala.

Históricamente, las mujeres han sido siempre consideradas terreno a conquistar —como se decía en un tiempo— como las casas, las vacas y los tesoros presentes en territorio enemigo. Las mujeres tenían una cosa por añadidura que se podía tomar en el curso de la guerra: su capacidad reproductiva. Podían, incluso debían, ser violadas. El estupro ha sido y es todavía un arma de guerra, es el medio a través del cual el soldado completa su deber de conquistador, contaminando físicamente, pero sobre todo simbólicamente, la progenie futura de los territorios conquistados, de los territorios en que los varones enemigos se verán obligados a asumir hijos que no son suyos o a repudiar a las mujeres arruinadas para siempre.

Según esta perspectiva, las mujeres deberán recordar qué significa haber estado en esa condición y serlo todavía en muchas partes del mundo. Las feministas que hablan de deconstrucción desde dentro de la perspectiva patriarcal de las fuerzas armadas a través de la participación en el funcionamiento y en la constitución del ejército no deberían olvidarse nunca de cómo podían fácilmente ser colocadas de nuevo en «su» puesto, no deberían olvidarse nunca de quien precisamente partiendo de una perspectiva feminista buscaba y busca construir un mundo basado en otros sistemas, sistemas que no contemplan el supremacismo sino la horizontalidad, sistemas que no contemplan la definición de una identidad en función de la nacionalidad, sistemas que todavía hay que pensar y definir pero que parten del reconocimiento y no de la distinción o de la destrucción.

Por estas razones creo que la lucha contra el militarismo debe ser fundamental desde una perspectiva feminista. Lo es como lo es nuestra capacidad de elaborar relaciones políticas y sociales verdaderamente inclusivas y transparentes según una perspectiva que no es pacífica ni mucho menos pacifista, sino que es antijerárquica, antidogmática, sin fronteras, antirracista, anarquista.

Argenide

domingo, 13 de enero de 2019

La bandera negra de los hijos de Octubre

Bandera negra de un destacamento majnovista.

Se cumplen cien años de la Revolución rusa y de uno de los episodios más oscurecidos por la historia: la revolución majnovista en Ucrania. Las mismas tierras que hoy sufren los estragos de la guerra experimentaron, durante un breve e intenso periodo, el desarrollo de un verdadero orden social libertario, conquistado por la insurrección de los campesinos.


El sinsentido de una guerra suele mostrarse con toda su crudeza en las zonas grises, la tierra de los nadies, en los territorios que se encuentran atrapados entre dos bandos beligerantes. Desde comienzos de 2017, la ciudad de Avdiivka, situada en la autoproclamada República Popular de Donetsk, se ha convertido en el escenario de constantes descargas de artillería y armamento pesado —prohibido por los acuerdos de Minsk II— entre el Gobierno de Kiev y las fuerzas separatistas, en cuyas trincheras se intercambian tantos proyectiles como responsabilidades inconclusas.

En medio de estos intermitentes enfrentamientos —desde que estalló la guerra ya se han incumplido once altos el fuego— se encuentra la parte más castigada de todos los conflictos: la población civil, que, lejos de preocuparse por las elevadas cuestiones geopolíticas, se esfuerza por sobrevivir ante la ruina económica y la falta de oportunidades laborales. Mientras tanto, el Gobierno de Petró Poroshenko los asfixia militar y financieramente desde un extremo y, desde el otro, la Federación de Rusia aparece esporádicamente tanto como actor hostigador como edén prometido mientras la Unión Europea y Washington adoptan posiciones más o menos distanciadas según convenga a los intereses internacionales del momento.

Esta «marca geopolítica de Caín» ha venido determinando el devenir político e histórico de Ucrania desde la Primera Guerra Mundial debido a su situación geográfica y el interés por explotar sus recursos por parte de todos los bandos enfrentados. Pero a veces la Historia es un espejo incómodo de encarar por todo aquello que pudo ser y no fue. Hace cien años, Guliaipolié, una localidad que se encuentra a menos de 200 kilómetros de Avdiivka, se erigía como el centro nuclear del proyecto social libertario más extenso de la Historia reciente y pasó a formar parte de la simbología más rompedora de la tan cuestionada y confusa identidad nacional ucraniana.

La insurrección de los explotados

«Vencer o morir: he aquí lo que importa para los campesinos y obreros de Ucrania en el presente momento histórico. Pero no podemos morir todos; somos muchos, nosotros somos la humanidad. Por consiguiente, venceremos». Cuando Néstor Majnó dirigía estas palabras a la masa de campesinos sublevados, Ucrania había quedado bajo control del Imperio alemán tras la firma del Tratado de Brest-Litovsk entre la Rada ucraniana y las Potencias Centrales, y suscrito, poco después, por Lenin.

Néstor Majnó en el centro.

Un mes después, los alemanes ocupantes daban un golpe de Estado y colocaron al frente del nuevo Gobierno al hetman zarista y conservador Pavló Skoropadski, que instauró una dictadura y abolió los derechos y libertades hasta entonces promulgados. Era 1918 y los campesinos y trabajadores ucranianos sufrían uno de los periodos más trágicos de su Historia: las tropas alemanas y austríacas, con la connivencia del hetmanato, saqueaban los víveres de los campesinos para mantener a sus milicias en el ocaso de la Primera Guerra Mundial. La experiencia de la Revolución de Octubre de 1917 y el anhelo de llevar la revolución social a un estadio integral alimentó el espíritu subversivo de la población más castigada.

La insurrección se extendió rápidamente. Desde distintas aldeas, los campesinos se alzaron contra los terratenientes, los austríacos y los alemanes, que fueron expulsados, y se adueñaron de las tierras que una vez les habían pertenecido. En respuesta, el hetman ordenó fusilar y ahorcar a todos los trabajadores sublevados. Pero las represalias no hicieron sino extender aún más el movimiento. Hasta este momento, los campesinos insurrectos no se habían organizado como un solo grupo bajo una misma dirección, pero, ante la continuidad de las represalias del Gobierno, cada vez más severas, la unión de los sublevados se materializó en Guliaipolié, hogar de Néstor Majnó. En aquel momento, Majnó —que desde los 17 años había estado comprometido con la causa revolucionaria— fue elegido por el Comité Revolucionario como encargado de organizar los batallones de guerrilleros obreros y campesinos. El hetman y la burguesía local pusieron precio a su cabeza y las fuerzas militares ucranianas y alemanas quemaron la casa de su madre y fusilaron a su hermano Emelian.

Majnó y Lenin en el Kremlin. De vuelta a Guliaipolié

En junio de 1918 Majnó viajó hasta Moscú para entrevistarse con los militantes anarquistas y aprender sobre sus métodos de organización. Allí se reunió con Piotr Arshinov, antiguo compañero anarquista que había conocido en la prisión de Butyrki, en Moscú, antes de ser liberados por la amnistía concedida por el Gobierno Provisional tras la Revolución de Febrero. También se entrevistó con el teórico Piotr Kropotkin, que un año después expresó: «Digan de mi parte al camarada Majnó que tenga cuidado consigo mismo, porque no hay muchos hombres como él en Rusia».

El encuentro más intenso tuvo lugar en el Kremlin, donde Yákov Sverdlov organizó una conversación entre el líder del sector bolchevique, Lenin, y Majnó. En sus escritos, el batko —'padre'— Majnó rememora cómo se plasmaron en aquella entrevista dos visiones enfrentadas de la realidad cuando el líder soviético le dijo: «La mayoría de los anarquistas piensan y escriben sobre el porvenir sin entender el presente. Esto es lo que nos separa a nosotros, los comunistas, de los anarquistas».

En julio, desencantado tras su breve estancia en Moscú, «donde moría la revolución en el torbellino de la política del poder», Majnó volvió a Guliaipolié con la decisión de llevar la insurrección campesina hasta las últimas consecuencias. Fue entonces cuando organizó una compañía revolucionaria militar que, en ciudades y aldeas, debía cumplir dos objetivos: por un lado, desarrollar operaciones de guerrillas contra los terratenientes y el hetman y, por otro, llevar a cabo un trabajo directo de propaganda y agitación entre los campesinos. Los trabajadores insurrectos aplicaron estos principios sometiendo a sus enemigos y arrasando las viviendas de los propietarios ricos.

La 'petliurovschina'

11 de noviembre de 1918. Mientras los campesinos alzaban la bandera negra libertaria en el sur del país, Alemania caía derrotada en el Frente Occidental y solicitaba el armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial al tener que replegarse de Kiev. Dos días después, los opositores del hetman Skoropadski, con Simón Petliura al frente de las fuerzas armadas, proclamaron la restauración de la República Popular Ucraniana. En aquel momento, los partidarios de Petliura consideraban a la majnovischina como un movimiento poco importante en la revolución del país y esperaban atraerlos y ponerlos bajo su control. Preguntado por los dirigentes petliuristas acerca de la nueva situación del país, Majnó respondió que, en su opinión, la petliurovschina era un movimiento de la burguesía nacionalista ucraniana y que «Ucrania debía ser organizada sobre la base del trabajo libre y de la independencia de obreros y campesinos de todo poder político»
 
Durante años se creyó equivocadamente un estandarte
majnovista, en realidad es de la caballería pletiurista.

En aquel periodo, la revolución de los campesinos de Guliaipolié se encontraba en su momento de mayor desarrollo. Hasta junio de 1919, los trabajadores insurrectos vivieron sin ningún poder político y crearon nuevas fórmulas de orden social: las comunas del trabajo libre y los sóviets libres de los trabajadores. La primera de aquellas comunas, cerca de la aldea Pokróvskoye, recibió el nombre de Rosa Luxemburgo.

Tras el derrocamiento de Alemania, Lenin, por su parte, declaró nulo el Tratado de Brest-Litovsk e invadió nuevamente Ucrania. Poco tiempo después, a finales de enero de 1919, los bolcheviques lanzaron un ataque general en el este y el centro del país, y a principios de febrero Kiev cayó en manos del Ejército Rojo. Días más tarde, Majnó partió hacia Ekaterinoslav —actual Dnipropetrovsk— para luchar contra las fuerzas petliuristas y las del Ejército Blanco, comandadas por Antón Denikin, para lo cual contó con el apoyo de las tropas bolcheviques, que le habían ofrecido estar al mando de los destacamentos de guerrilleros. Tras una breve victoria, los ejércitos de Petliura volvieron a hacerse con el control de la ciudad y en dos ocasiones intentaron realizar atentados contra Majnó.

Para hacer frente a la amenaza de las fuerzas contrarrevolucionarias en las tierras libres de todo poder, los campesinos crearon los congresos regionales de los campesinos, obreros y guerrilleros. El primero de ellos se celebró el 23 de enero de 1919 para debatir el peligro que representaban Petliura y Denikin. El segundo se reunió el 12 de febrero en Guliaipolié cuando 20.000 combatientes voluntarios engrosaban las filas del ejército de los revolucionarios majnovistas. En aquel encuentro se creó el Consejo Militar Revolucionario Regional, el órgano ejecutor de las decisiones tomadas por el congreso en todo el Territorio Libre.

Un mes después, los comandantes bolcheviques ofrecieron a Majnó la posibilidad de unir ambos ejércitos para hacer frente al enemigo común: Denikin y su Ejército Blanco. A pesar de las reconocidas diferencias ideológicas, el ejército majnovista accedió y, temporalmente, se convirtió en parte del Ejército Rojo, aunque con condiciones. La majnovischina estaba organizada de acuerdo a tres principios fundamentales: la voluntariedad, el principio electoral —de cuestionable veracidad práctica— y la autodisciplina. Además, se acordó, entre otras condiciones, que los combatientes majnovistas debían recibir el mismo número de municiones y de víveres que los bolcheviques.
 
Distribución del Territorio Libre
controlado por los majnovistas.

Pero estos últimos apuntaban a otros fines. En realidad, el objetivo del Ejército Rojo —percibido con gran recelo por trabajadores y campesinos— era absorber a los batallones majnovistas. Por ello, desde el Gobierno central se empezó a desplegar todo un aparataje propagandístico y de agitación contra la majnovischina. Los territorios libres fueron bloqueados, todos los militantes que salían o se dirigían a Guliaipolié eran arrestados por el camino, las municiones y víveres pactados anteriormente dejaron de llegar a las filas majnovistas y desde los periódicos del partido se demonizaba y amenazaba al movimiento de Majnó.

La declaración oficial de la ofensiva bolchevique llegó tras la celebración del Tercer Congreso Regional, celebrado el 10 de abril de 1919, cuando el comandante de la división bolchevique, Pável Dybenko, declaró que el Consejo Militar Revolucionario era, en realidad, contrarrevolucionario y sus organizadores debían quedar fuera de la ley. En adelante, declaraba, las decisiones gubernamentales de la región pasarían a ser competencia del Sóviet Militar Revolucionario de los Obreros y Campesinos Insurgentes, con los comunistas al mando. En respuesta, el Consejo Militar de Guliaipolié envió a Dybenko un texto que concluía: «El Consejo no se desviará, a pesar de todas vuestras amenazas, de los deberes que le han encargado, porque no tiene derecho a ello y ustedes tampoco lo tienen para usurpar los derechos del pueblo».

El cisma entre los libertarios majnovistas y el sector bolchevique era ya un hecho.

Agresión de las tropas bolcheviques

Hacia mayo de aquel año, León Trotski —entonces presidente del Consejo Militar Revolucionario de la República— visitó Ucrania y en el periódico V puti publicó: «Todos los discursos de los majnovistas y de los anarquistas sobre la comuna libre de los trabajadores no equivalían más que a un engaño de guerra, mientras que en realidad los majnovistas y los anarquistas aspiraban a introducir su propia autoridad anarquista, que, a fin de cuentas, iría a parar a los kulaks».

Simultáneamente, el envío de municiones y de materiales para las tropas de Majnó se detuvo completamente y quienes querían introducirse en la región, atraídos por la revolución, eran detenidos. En aquel momento, las tropas de Denikin recibían refuerzos por parte de los cosacos del Kuban y de los destacamentos de combatientes del Cáucaso. El Territorio Libre estaba, pues, amenazado desde dos frentes. Ante la urgencia del momento, el Consejo Revolucionario de Guliaipolié convocó un congreso extraordinario que debía determinar las acciones inmediatas para hacer frente a la situación.

El 14 de junio de ese mismo año Trotski, reaccionando a la celebración del consejo extraordinario, publicó la orden nº 1824, en la que prohibía la reunión y advertía de que todos los majnovistas serían detenidos. Esta orden adquirió fuerza de ley por vía telegráfica, aunque no fue comunicada por parte de las autoridades soviéticas a los campesinos hasta tres días después. Además, dio orden secreta de apoderarse de Néstor Majnó y de los miembros del movimiento para llevarlos ante un consejo de guerra y condenarlos a muerte.

En medio de estas tensiones con el frente bolchevique, los peores augurios de los campesinos revolucionarios se cumplieron. Denikin y sus tropas atacaron Guliaipolié y el batallón majnovista tuvo que hacerle frente con toda suerte de primitivos utensilios: hachas, picos y fusiles de caza. Murieron casi todos los combatientes revolucionarios. Guliaipolé fue ocupada por los cosacos el 6 de junio.

Al día siguiente, batko Majnó reunió a un grupo de soldados voluntarios y consiguió desalojar al enemigo, pero esta breve victoria duró hasta que una nueva ola de cosacos volvió a hacerse con el control de la ciudad. Sorprendentemente, el Ejército Rojo envió el mismo 7 de junio un tren blindado a las tropas majnovistas y algunos destacamentos para alentarlos a la resistencia. Sin embargo, al mismo tiempo, el mariscal Kliment Voroshílov había recibido órdenes de Trotski de apresar a Majnó y al resto de jefes de la majnovischina, desarmar a los insurrectos y fusilar a quienes se resistieran. Por todo ello, Majnó tomó la decisión de abandonar su puesto como comandante de la insurrección en vista de los prejuicios que podía suponer para la revolución. «Supongo que, hecho esto, las autoridades centrales cesarán de lanzar sobre mí y sobre los guerrilleros la sospecha de tramar conspiraciones antisoviéticas y acabarán por considerar la insurrección de Ucrania desde un serio punto de vista revolucionario» escribiría batko en una carta a Voroshílov.
 
Combatientes majnovistas o
insurgentes-revolucionarios.

Un mes más tarde, Ekaterinoslav y Járkov —capital de la República Socialista Soviética de Ucrania— cayeron en manos de Denikin y el Ejército Rojo se ocupó no de la defensa del país, sino de la evacuación de sus tropas.

Los ejércitos de Majnó fueron seguidos por cientos de familias que veían cómo sus hogares eran arrasados por el Ejército Blanco, el cual, además, dado su marcado antisemitismo, violaba sistemáticamente a las mujeres hebreas. Pero los cambios se apresuraron en favor de los revolucionarios. Las tropas del Ejército Rojo que aún quedaban en Ucrania se sentían avergonzadas por la retirada de los bolcheviques, y por ello decidieron unirse a Majnó para enfrentar a Denikin. Aun así, las fuerzas denikianas fueron reforzadas con nuevas tropas que llegaban de los frentes de Odesa y de Voznesensk. El círculo de aniquilamiento se estrechaba cada vez sobre la majnovischina, que huyó durante dos meses de aldea en aldea a través de caminos vecinales.

Del triunfo histórico al final de la revolución

La huida de las tropas revolucionarias se detuvo en la ciudad de Uman el 25 de septiembre. Las tropas majnovistas, distribuidas a lo largo de diversas aldeas, iniciaron un combate encarnizado y desigual contra las tropas de Denikin que duró desde las tres de la madrugada hasta las ocho de la tarde del día siguiente. Pero entre los combatientes nadie encontraba a Majnó.

Desde una perspectiva, cuando menos, romántica, las crónicas de Arshinov cuentan cómo en el momento más difícil de la batalla, cuando parecía que la causa estaba perdida, el sonido de las ametralladoras cesó ante la perplejidad de los guerrilleros. Desde el frente enemigo apareció la figura de Néstor Majnó seguido por un grupo de jinetes, que, armados con sables, consiguieron que las tropas de Denikin se retiraran hacia el río Dnieper, donde perecieron ahogados. La majnovischina había logrado una victoria histórica contra el enemigo contrarrevolucionario.

El regocijo por la victoria no tardó en disiparse ante la continuidad de las afrentas bolcheviques, que una vez más intentaron asesinar a Majnó y continuaron difamando contra la majnovischina. Aun así, ambos frentes alcanzaron un nuevo acuerdo para derrocar la ofensiva del Ejército Blanco de Piotr Wrangel. Esto sucedió a mediados de noviembre de 1920. El 26 de noviembre, a las tres de la madrugada, los representantes majnovistas fueron detenidos en Járkov, y la misma suerte corrieron todos los anarquistas de Ucrania. Por la mañana, Guliaipolié fue ocupada y bombardeada por el Ejército Rojo. Esta fue la tercera alianza traicionada por los bolcheviques.

A pesar de que Majnó consiguió reunir numerosos destacamentos de guerrilleros, contaba con apenas 3.000 hombres frente a un ejército cincuenta veces más grande. La derrota de la majnovischina había llegado.

No se sabe con absoluta certeza historiográfica cómo fueron los últimos días de Néstor Majnó en París, donde murió tuberculoso y sumido en la pobreza después de haberse exiliado en Rumanía, Polonia y Danzing. El historiador Alexander Berkman apunta a que, en sus últimos momentos, Majnó soñaba con volver a su tierra natal y escribir desde allí su última honra a los campesinos de la Ucrania insurgente: «Es nuestro deber revolucionario alzar nuestras voces una vez más para gritar sobre las fronteras de la URSS: "¡Dad a los hijos de Octubre su libertad, devolvedles su derecho a organizarse y propagar sus ideas!"».

EL ORDEN MUNDIAL
16 marzo 2017

sábado, 5 de enero de 2019

Mercado, naturaleza y sociedad

¿Los 'genes egoístas' dominan nuestra naturaleza?

La evolución de la vida no es el resultado de una competencia permanente en la que los individuos «más aptos» se reproducen más y dejan más descendientes.

Por MÁXIMO SANDÍN

Que un biólogo se disponga a escribir sobre economía puede parecer un acto de intrusismo o, como mínimo, una temeridad, pero, créanme, no es ninguna de las dos cosas. De lo que pretendo escribir es de las raíces más profundas y arraigadas de la explicación de la vida que figura en textos científicos, escolares y medios de comunicación. De la «base teórica de la Biología moderna».

No se me ocurre una forma mejor de iniciar mi argumentación que recurrir a una cita de Richard Dawkins, considerado por muchos biólogos «el Darwin del siglo XX»:

«El planteamiento del presente libro es que nosotros, al igual que todos los demás animales, somos máquinas creadas por nuestros genes. De la misma manera que los prósperos gánsteres de Chicago, nuestros genes han sobrevivido, en algunos casos durante millones de años, en un mundo altamente competitivo. Esto nos autoriza a suponer ciertas cualidades en nuestros genes. Argumentaré que una cualidad predominante que podemos esperar que se encuentre en un gen próspero será el egoísmo despiadado. Esta cualidad egoísta del gen dará normalmente, origen al egoísmo en el comportamiento humano.»
(El gen egoísta)

Es decir, es el egoísmo del «gen» el que hace funcionar la Naturaleza. Supongo que algún avezado lector habrá encontrado en estos razonamientos, si se les puede llamar así, una semejanza más que superficial con el más que célebre enunciado sobre el funcionamiento de la sociedad de Adam Smith, el padre de la moderna economía:

«No es la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero lo que nos proporciona nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio. No nos dirigimos a su humanidad sino a su egoísmo, y jamás les hablamos de nuestras necesidades sino de su conveniencia. /…/ Por regla general, no intenta promover el bienestar público ni sabe cómo está contribuyendo a ello. Prefiriendo apoyar la actividad doméstica en vez de la foránea, sólo busca su propia seguridad, y dirigiendo esa actividad de forma que consiga el mayor valor, sólo busca su propia ganancia, y en este como en otros casos está conducido por una mano invisible que promueve un objetivo que no estaba en sus propósitos.»
(La riqueza de las naciones)

Posiblemente, se pueda objetar que la terrible concepción de la Naturaleza de Dawkins es una interpretación extrema del darwinismo (si me permiten, les informaré de que el darwinismo tiene hoy en día más versiones que sectas religiosas hay en Estados Unidos, y que conste que no es una comparación casual, por lo que no resulta fácil definir qué es actualmente el darwinismo) así que puede ser más razonable acudir a las fuentes, al propio Darwin:

«Mas en estos casos parecen ser igualmente hereditarios la aptitud mental y la conformación corporal. Se asegura que las manos de los menestrales ingleses son ya al nacer mayores que las de la gente elevada. /…/ Así mismo, se ha observado que la epidermis de la planta de los pies de los niños, aún mucho antes de nacer, es más gruesa que la de todas las otras partes del cuerpo; fenómeno que sin duda alguna es debido a los efectos hereditarios de una presión constante verificada por largas series de generaciones.»
(Sobre el origen del hombre)

Dejemos, ahora, hablar a Adam Smith:

«Se ha dicho que el costo del desgaste de un esclavo lo financia su amo, mientras que el costo del desgaste de un trabajador libre va por cuenta de éste mismo. Pero el desgaste del trabajador libre también es financiado por su patrono. El salario pagado a los jornaleros, servidores, etc., de toda clase, debe en efecto ser lo suficientemente elevado para permitir a la casta de los jornaleros y servidores que se reproduzca según la demanda creciente, estacionaria o decreciente de personas de este género que formula la sociedad. Pero aunque el desgaste de un trabajador libre sea igualmente financiado por el patrono, el mismo le cuesta por lo general mucho menos que el de un esclavo.»
(La riqueza de las naciones)

Aunque pueda resultar una conclusión inocente, creo que con estos razonamientos se puede comprender para qué tipo de personas se elaboró la «Teoría del libre mercado», qué tipo de personas componen para ambos, Darwin y Smith, «la sociedad».

Charles Darwin coautor de la selección natural
y Richard Dawkins de la idea del 'gen egoísta'.
Se puede argüir que la coincidencia en esta forma de pensar tiene su origen en las circunstancias vitales de ambos «pensadores». Efectivamente, compartían un entorno cultural fuertemente condicionado por ideas religiosas anglicanas y ya sabemos que Dios bendice a los que van a lo suyo. Pero esto no tiene porqué influir en la «aportación científica» de Darwin. O sí: En Sobre el origen de las especies por selección natural o el mantenimiento de las razas favorecidas en la lucha por la supervivencia Darwin afirma sobre su «teoría» que «De aquí, que como se producen más individuos de los que es posible que sobrevivan, tiene que haber forzosamente en todos los casos una lucha por la existencia /.../ Es la doctrina de Malthus aplicada con multiplicada fuerza al conjunto de los reinos animal y vegetal; porque en este caso, no hay aumento artificial de alimento y limitación prudente de matrimonios». Thomas Malthus clérigo anglicano, discípulo de Adam Smith, también tenía una concepción de la sociedad tan poco piadosa como nuestros dos amigos:

«El hombre, si no puede lograr que los padres o parientes a quienes corresponde lo mantengan, y si la sociedad no quiere su trabajo, no tiene derecho alguno ni a la menor ración de alimentos, no tiene por qué estar donde está, en ese espléndido banquete no le han puesto cubierto. La naturaleza le ordena que se vaya y no tardará en ejecutar su propia orden, si ese hombre no logra compasión de alguno de los invitados. Si estos se levantan y le dejan sitio, acudirán enseguida otros intrusos pidiendo el mismo favor y se perturbará así el orden, la armonía de la fiesta y la abundancia que antes reinaba, se convertirá en escasez.»
(Ensayo sobre el principio de la población)

¡Vaya, nos salió otro clérigo! (Darwin era de formación clérigo de la Iglesia Anglicana). La verdad es que si nos detenemos a pensar sobre el origen de las concepciones actuales de la Naturaleza, de la sociedad, de la vida que rigen nuestra sociedad, las sociedades «avanzadas», incluso nuestra ciencia, nos encontramos con unos personajes rancios, de pensamiento egoísta y cruel con los que cualquier persona con una mínima conciencia social o unos valores éticos no soportaría el menor trato.

Pero estas son las concepciones, las ideas que subyacen a las explicaciones de la Naturaleza, de la vida con las que nos catequizan desde los libros escolares, los textos científicos, los medios de comunicación. No es necesario que sus proponentes se declaren darwinistas, ni que lo sean, ni siquiera que sepan qué es el darwinismo, es el lenguaje darwinista el que ha pasado a formar parte del lenguaje biológico, de las «descripciones objetivas de la realidad». El «coste-beneficio», la «explotación de recursos», la competencia, el «éxito»… describen, sin asomo de dudas, el comportamiento de los seres vivos en la naturaleza. De hecho, Richard Dawkins, que no tiene el menor pudor, la menor intención de disimular la aplicación de estas siniestras ideas a la Naturaleza, define a los organismos como «máquinas de supervivencia» y sentencia: «Toda máquina de supervivencia es para otra máquina de supervivencia un obstáculo que vencer o una fuente que explotar». Supongo que no es necesario un esfuerzo de la imaginación para asociar esta frase al ideario de cualquier multinacional.

También supongo que el lector está un tanto cansado de tanteas citas (¿no tendrá algo que decir que sea de cosecha propia?), pero creo que es la única forma de contrarrestar las voces de los «sabios» que, basándose en el principio de autoridad, han adornado con toda clase de virtudes intelectuales y humanas a los grandes genios que han construido las bases del mundo moderno. El mundo de la «selección natural» que rige el «libre mercado» y la «libre competencia» que, como afirmaba el Premio Nobel de Economía Milton Friedman «Todas las relaciones sociales pueden ser reducidas a la ley de la oferta y la demanda, que se rige por la libre competencia y la exclusión de los incompetentes e incapaces redundará, a largo plazo, en beneficio de la especie».
 
Adam Smith y Robert Malthus teóricos
de la Economía de Mercado o Capitalismo.
John Rockefeller, cuyas implicaciones en la investigación biológica y en la enseñanza dejo como tarea para la investigación del lector, lo vio muy claro desde el principio: «El crecimiento de un gran negocio es simplemente la supervivencia del más apto... La bella rosa estadounidense sólo puede lograr el máximo de su esplendor y perfume que nos encantan, si sacrificamos a los capullos que crecen en su alrededor. Esto no es una tendencia maligna en los negocios. Es simplemente el resultado de una combinación de una ley de la naturaleza con una ley de Dios».

No pretendo insinuar aquí (aunque hay suficientes motivos y datos para afirmarlo) que la concepción científica actual de la Biología sea una imposición de algún tipo de poder, pero no me negarán que resulta extraño que a estas alturas del siglo XXI, en que las ciencias como Matemáticas, Física y Química han experimentado verdaderas revoluciones en sus teorías y en sus aplicaciones, en una disciplina como la Biología, que pretende estudiar y comprender unos fenómenos de una complejidad posiblemente mayor que los de las disciplinas mencionadas, se sigan manteniendo unos conceptos una terminología y unas ideas basadas en una visión de la vida, una teoría de la evolución propia del siglo XIX, más concretamente, en especulaciones de tres clérigos anglicanos de la época. Discúlpenme, pero no tengo más remedio que recurrir a otra cita, en este caso de Ludwig von Bertalanffy, el más grande biólogo del siglo XX, porque sus pensamientos tienen más calidad que cualquier argumento que yo pueda aportar: «El hecho de que una teoría tan vaga, tan insuficientemente demostrable, tan ajena a los criterios que suelen aplicarse en las ciencias empíricas, se haya convertido en un dogma, no es explicable si no es con argumentos sociológicos».

Para Von Bertalanffy, autor de la Teoría general de los sistemas, entre los distintos tipos de sistemas, los seres vivos se ajustan a las características de los llamados «sistemas organísmicos u homeostáticos» (capaces de ajustarse a los cambios externos e internos) y están organizados en subsistemas que conforman un sistema de rango mayor (macrosistema). Los sistemas complejos adaptativos son muy estables y no son susceptibles a cambios en su organización, pero ante un desequilibrio suficientemente grave, su respuesta es binaria: un colapso (derrumbe) catastrófico o un salto en el nivel de complejidad (debido a su tendencia a generar patrones de comportamiento global). En definitiva, que adaptación, es decir, ajuste al ambiente, y evolución, es decir, cambio de organización, son procesos diferentes.

No voy a atosigarles con una sesuda argumentación científica (probablemente, tampoco sería capaz de hacerlo) sobre las implicaciones de la Teoría general de sistemas en la comprensión de la Naturaleza (y de la sociedad, incluso), pero creo que, para terminar, merece la pena informarles de unos descubrimientos que, aunque puedan parecer muy avanzados pueden ser fáciles de entender, si no los procesos biológicos implicados, sí su significado. Se ha comprobado experimentalmente, es decir, no mediante especulaciones o hipótesis matemáticas, que en los genomas de los seres vivos existen una gran cantidad de elementos móviles y virus endógenos (secuencias procedentes de virus que se han insertado en los cromosomas). Estos segmentos de ADN pueden cambiar de situación en el genoma o duplicar su contenido como respuesta a distintos tipos de «agresión» ambiental, como pueden ser radiaciones o exposiciones a productos químicos. También se ha comprobado experimentalmente que estas inserciones de ADN de virus, cambios de disposición o duplicaciones no son aleatorios, sino que existen los llamados «hot spots», sitios donde tienden a producirse. También se sabe que a lo largo de la historia de la vida sobre la Tierra se han producido, de un modo periódico, cataclismos de distintas magnitudes causados por caídas de meteoritos de diferentes tamaños, vulcanismo, crisis climáticas… que provocarían grandes cambios en los genomas de los seres vivos que se producirían simultáneamente en un gran número de ellos. Es decir, los cambios evolutivos serían repentinos (como, por otra parte, refleja el registro fósil) y colectivos, como respuesta a un estrés ambiental. Es decir, la evolución de la vida no es el resultado de una competencia permanente en la que los individuos «más aptos» se reproducen más y dejan más descendientes. No hay seres vivos «aptos» y «no aptos». Todos los individuos sanos, normales se reproducen. La simplista falacia de extrapolar la selección de animales anormales por los ganaderos a un supuesto poder creativo de la selección «natural», es tan fraudulenta como la de afirmar que la existencia de mercados a lo largo de la historia justifica el poder de «la mano invisible del mercado» como rector de la sociedad. No. No son descubrimientos científicos. No son leyes naturales. Son inventos interesados para justificar los atropellos de los poderosos.

3 septiembre 2018