sábado, 28 de abril de 2018

Los CDR utilizan sindicatos anarquistas como tapadera para convocar manifestaciones


Los CDR utilizan sindicatos anarquistas como tapadera para convocar manifestaciones

Por GONZALO ARALUCE y DANIEL MONTERO

Asociaciones sindicales anarquistas como Confederación Nacional del Trabajo (CNT) o Confederación General del Trabajo (CGT) prestan su papel institucional a los Comités de Defensa de la República (CDR) para presionar en escenarios políticos y sociales a los que estos últimos no pueden acceder. La convocatoria de la huelga general del 3 de octubre —en defensa del referéndum del 1-O— la celebración de diversos actos públicos formarían parte de esta estrategia de choque.

Los servicios de información de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado investigan la red de relaciones que mantienen los CDR con diferentes asociaciones sindicales. Según estas fuentes consultadas por EL ESPAÑOL, las diferentes entidades han estructurado una agenda de propósitos comunes a la que pretenden sumar a la población civil.

El acto más destacado —por influencia entre la ciudadanía— fue la convocatoria de una huelga general en Cataluña el 3 de octubre en defensa del referéndum del 1-O y contra la «represión policial». La movilización fue convocada por asociaciones sindicales como los citados CGT o CNT, pero también por Coordinadora Obrera Sindical (COS), Intersindical-Confederación Sindical Catalana (I-CSC) e Intersindical Alternativa de Catalunya (IAC).

La Guardia Urbana cifró en 700.000 personas los asistentes a la manifestación que ese día se celebró en Barcelona y que fue replicada en buena parte de los principales municipios catalanes. Los propósitos anarquistas de las asociaciones sindicales podrían encajar en la protesta contra las actuaciones policiales. Pero fueron los Comités de Defensa de la Huelga —herederos de los Comités de Defensa del Referéndum y ahora convertidos en Comités de Defensa de la República— los que revistieron la convocatoria de eslóganes a favor de la independencia de Cataluña. Así lo sostienen las fuentes policiales consultadas por EL ESPAÑOL.

Tiranteces internas

Desde entonces, la relación entre ambas partes ha fructificado en la convocatoria de diversos actos y manifestaciones, la mayoría de las veces reflejados en redes sociales. Como ejemplo, los actos celebrados el pasado 8 de marzo en el marco del Día Internacional de la Mujer.

Asociaciones sindicales convocaron manifestaciones en toda España. CNT y CGT hicieron lo propio en Cataluña. Y en muchas localidades, como en Sabadell, representantes de estos sindicatos y miembros de los CDR se expresaron bajo la misma pancarta.


La relación entre los CDR y las asociaciones sindicales, no obstante, no siempre es buena. Hace dos semanas, tras la detención de Carles Puigdemont en Alemania y la entrada en prisión de Jordi Turull, Carme Forcadell, Raül Romeva, Josep Rull y Dolors Bassa, los Comités trataron de forzar a los sindicatos para la convocatoria de una huelga general.

Esa es la conclusión de unos audios ya publicados por EL ESPAÑOL, en el que los CDR diseñan la estrategia de «sabotajes» para trasladar la tensión política a las calles catalanas: «Esperaría a ver qué pasa con Puigdemont cuando los sindicatos [CNT y CGT] hagan la convocatoria, que será a final de semana o principios de la semana que viene, ya será una huelga de país indefinida», se podía escuchar.

Las estructuras de los CDR

De acuerdo a las pesquisas policiales, los CDR se organizan en estructuras desiguales, que pueden ir desde un pequeño grupo de miembros —de apenas una docena— hasta los más multitudinarios. Sus actividades, no obstante, están perfectamente coordinadas.

La estrategia de los Comités pasa por azuzar el escenario social, especialmente en respuesta a determinados momentos políticos. Han asumido el poder de convocatoria que antes tenían la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural, de los encarcelados Jordi Cuixart y Jordi Sánchez.

«También en Barcelona varios CDRs harán acciones un poco más heavys repartidas por la ciudad y otras más festivas rollo ANC con los niños. La intención es que haya distracción policial, que tengamos a todos los Mossos repartidos y la Policía Nacional por toda Cataluña y que no puedan», comentaban en los audios descritos.

Mensajes que reflejan la red de relaciones que los CDR mantienen con otras entidades. También con asociaciones sindicales anarquistas, a las que —según estas pesquisas— utilizan como tapadera para convocar actos y manifestaciones.

10 abril 2018

domingo, 22 de abril de 2018

El TS obliga al Gobierno a pagar a la CNT 2,2 millones más por el expolio de Franco

 

Más de 80 años después... Se trata de los últimos expedientes de compensación al histórico sindicato por la incautación decretada por la Junta de Defensa Nacional hace 82 años

Por MANUEL ALTOZANO

La Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo ha aceptado en parte tres recursos de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y ha ordenado al Gobierno a pagar al sindicato anarquista 2,2 millones de euros. La suma corresponde a la compensación económica que el Estado debe pagar a esta central por los bienes que se le incautaron durante la Guerra Civil y la dictadura de Francisco Franco. La CNT también reclamaba la restitución física de algunos inmuebles expropiados con la insurrección franquista, pero el alto tribunal lo ha rechazado.

La reclamación se basa en la Ley de Cesión de Bienes del Patrimonio Sindical Acumulado, el texto de 1986 con el que se trató de articular la dotación de los sindicatos legalizados tras la muerte del dictador, así como la devolución o compensación a las dos centrales históricas de la Segunda República, la socialista Unión General de Trabajadores (UGT) y la anarcosindicalista CNT, por los bienes y fondos que se les secuestraron gracias al Decreto 108 de 16 de septiembre de 1936 de la Junta de Defensa Nacional, el organismo que crearon los golpistas para gobernar el territorio que controlaban, y que fue ratificado tras la victoria franquista en 1939.

La devolución de esos fondos más de 80 años después se ha logrado gracias a tres sentencias por recursos presentados contra acuerdos del Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) en los que ya se devolvió al sindicato parte de su patrimonio. Así, en el Consejo de Ministros de 21 de diciembre de 2007, por poner un ejemplo, se devolvió a la CNT un inmueble incautado en Lebrija (Sevilla) y se le compensó con 3,2 millones con otros dos en A Coruña y Benaguacil (Valencia). Al mismo tiempo se abonaron otros 2,5 millones por la maquinaria y el mobiliario que les quitó el régimen franquista.

La sentencia del Supremo por el recurso contra ese acuerdo del Gobierno Zapatero considera que el total de 5,7 millones que recibió entonces la CNT no fue suficiente. A esa cantidad, según los magistrados, hay que sumar 1,4 millones más. Esa cifra se desglosa en nuevas compensaciones por inmuebles confiscados (algunos erróneamente atribuidos a UGT) por 629.855 euros, 24.391 correspondientes a mobiliario y efectos que estaban en los edificios requisados y 806.025 euros procedentes de los saldos bancarios secuestrados (actualizados conforme a la ley).

CNT también recurrió el acuerdo del Gobierno de 24 de noviembre de 2006 en el que se le compensó por este mismo concepto, pero también de forma insuficiente, según el Supremo. El tribunal le denegó el reintegro de cuatro fincas que solicitaba el sindicato pero, al mismo tiempo, los magistrados concluyeron que el Ejecutivo debía indemnizarle con 523.246 euros más de lo que había recibido.

La Sala también ha revisado el último de los acuerdos de restitución a los sindicatos, aprobado también por el Ejecutivo de Zapatero el 29 de febrero de 2008. Se trataba de los últimos ocho expedientes relacionados con bienes de la CNT. El Consejo de Ministros abonó 1,4 millones más la central, pero ahora, más de una década después, el Supremo ha obligado al Estado a incrementar esa cantidad en 264.066 euros. En total, la cantidad obtenida por el histórico sindicato gracias a los tres pleitos ganados asciende a 2.247.585,2 euros.

La razón por la que este proceso se ha dilatado durante tanto tiempo —empezó en 1986 con la aprobación de la ley que lo puso en marcha— es que la prueba de que los edificios y demás efectos en cuestión pertenecían a los sindicatos afectados por la incautación franquista correspondía a estos últimos, una labor de gran dificultad debido al tiempo transcurrido. Para facilitarla, el Gobierno socialista aprobó un decreto-ley en octubre de 2005 por el que incrementó el plazo para presentar estas solicitudes de devolución o compensación hasta el 31 de enero de 2006.

CNT llegó a contar con más de un millón de afiliados durante la Segunda República siendo con UGT el sindicato más representativo. De sus filas salieron cuatro ministros* que formaron parte del Gobierno de Francisco Largo Caballero (PSOE), ya durante la Guerra Civil. Se tratan de Federica Montseny, ministra de Sanidad y Asistencia Social, Joan Peiró (Industria), Juan López (Comercio) y Juan García Oliver (Justicia).

LA INFORMACIÓN
15 abril 2018


  * Y luego otro quinto ministro hubo durante el Gobierno de Negrín (Nota de EL AULLIDO).

domingo, 8 de abril de 2018

Anarquismo y ecología


Por PIPPO GURRIERI

Un pensamiento como el anarquista contiene los diferentes regatos en los que se fragmente el largo camino hacia la libertad. Se trata de recorridos que fluyen como los ríos en el mar de la libertad, fundidos y confundidos en una única liberación.

Por el mismo motivo por el que no puede haber un anarco-feminismo, sino que habría un feminismo anarquista, ya que no todas las corrientes son feministas, no podemos hablar de anarco-ecologismo sino de ecologismo anarquista, porque el ecologismo se conjuga de diferentes maneras, algunas de ellas claramente contrapuestas.

En pocas palabras: no hay anarquía sin ecología. En el pensamiento de algunos de los anarquistas más notables del siglo XIX encontramos elaboraciones profundamente claras sobre las relaciones entre liberación de los seres humanos y respeto, salvaguardia pero también liberación (de las amenazas de la civilización, del dominio y de la voracidad del Capital) respecto a los demás seres vivos y de la naturaleza (o medio ambiente). Henry David Thoreau en los Estados Unidos fue el paladín de un retorno a la naturaleza en el sentido más concreto, como rechazo a la alteradora vida moderna, y fusión del individuo con la naturaleza; Élisée Reclus conjugó la geografía en sentido libertario, como disciplina del descubrimiento y conocimiento de un mundo sin fronteras hecho de ambientes y pueblos diversos en armonía; Piotr Kropotkin no dejó jamás de poner en relación el apoyo mutuo entre los animales con la necesidad de que también entre los humanos prevaleciese la solidaridad como forma de resistencia y contraposición al dominio. Después de ellos, muchísimos pensadores y agitadores anarquistas han tenido en cuenta estos principios en sus elaboraciones y acciones para cambiar la sociedad de la explotación del hombre sobre el hombre, y del hombre sobre la naturaleza, convencidos de que las dos cosas forman parte de la unidad. Uno de ellos —pero no el único— Murray Bookchin, ha profundizado en una ecología de la libertad, influyendo en el modo de pensar y de actuar de muchos militantes en el mundo entero.

Entre el 6 y el 17 de noviembre del pasado año, se celebró en Bonn la XXIII Conferencia sobre el Clima de Naciones Unidas, conocida como COP23. Una vez más, los Estados presentes, aparte de desgranar datos sobre las emisiones de gas en la atmósfera, sobre el calentamiento global y sobre el fracaso de los acuerdos de París (COP21) de 2015, han sido incapaces de encontrar una vía seria y eficaz para frenar el cada vez más irremediable envenenamiento por CO2 que atenaza al planeta a causa de las llamadas «actividades humanas», es decir, de la constante acción del capitalismo y de los Estados que derrochan recursos, privan a la Tierra de sus defensas y emiten contaminación de todo tipo con tal de acumular el máximo beneficio.

Es una opinión muy extendidas, incluso entre personalidades de las altas esferas de la política y de la economía un poquito más sensibles, que sin medidas radicales no se resolverá la enfermedad mortal que el capitalismo está infligiendo a la Tierra.

Y estas medidas radicales no pueden proceder más que de un pensamiento radical, un pensamiento que vaya a la raíz del problema, que no se limite a identificar soluciones-tapón que, como mucho, intentan paliar los efectos, rascar la superficie; sino que, por el contrario, puedan incidir sobre las causas que generan el problema: la supervivencia de la vida sobre el planeta Tierra. Y este pensamiento es, sin ninguna duda, el anarquismo.

El capitalismo y los Estados, con su máximo triunfo en los últimos dos siglos, están en el origen de la gravísima enfermedad del planeta. Han llevado al extremo la explotación de la naturaleza, como consecuencia de la explotación humana que han teorizado y practicado. Han hecho del dominio la ideología preponderante, sacrificando cualquier cosa, personas, animales, medio ambiente, para satisfacer la voracidad de una minoría de ricos desatados. No hay que esperar ninguna solución de quien está en el origen del mal que aflige al mundo. Sus propuestas y sus acciones son solamente trampas mistificadoras: la «green economy», la economía verde, que pone solo una máscara sonriente y tranquilizadora a los asesinos de la tierra y a los contables del mercado global. El desarrollo sostenible quisiera mostrar una posibilidad de continuar con la destrucción del medio ambiente y la explotación humana más aceptable. Se trata solo de un oxímoron, como oxímoron es decir biocapitalismo, ese gran monstruo que ciega la razón y, mientras por un lado encauza consumidores con la conciencia limpia de los supermercados globales donde se consume el espectáculo cotidiano de la mercantilización y la alienación, por otro esclaviza y somete a millones de personas, privándolas de los más elementales bienes necesarios, además de la libertad, con el fin de proseguir en su dominio, valiéndose de las fuerzas armadas, extorsiones económicas, corrupción y otros instrumentos de persuasión psicológica cada vez más sofisticados y ocultos.

El ecologismo clásico, ese que hemos conocido en los últimos treinta años, ese del «sol que ríe», nacido antinuclear y finalizado socialdemócrata por su declarada compatibilidad con el sistema económico de tipo occidental, no tiene ninguna posibilidad de aportar cambios sustanciales; no por casualidad ha acabado por ser una muleta del sistema capitalista, obteniendo si acaso un lavado de cara.

Un pensamiento radical hoy puede ayudarnos a comprender los nexos entre la falta de soluciones al problema de los residuos y la organización autoritaria de los partidos, entre una estación con récord de calor y un sistema de explotación de los recursos sin precedentes en la historia humana y que se llama capitalismo; entre una hamburguesa, un agujero en la capa de ozono y las calamidades consideradas como fenómenos «naturales» que obligan a millones y millones de personas al éxodo de sus tierras. Un pensamiento radical puede hacer comprender lo semejante y entrelazada que está la explotación de hombres y mujeres en el ámbito laboral, con una agricultura intensiva; lo mucho que una sociedad autoritaria es la negación misma del medio ambiente siendo autorizada para la defensa con cualquier medio del derecho de pocos al saqueo para la acumulación de capitales en sus propias manos. Un pensamiento radical explica cómo el patriarcado, que somete a la mujer, y el autoritarismo, que somete a toda especie viviente, tienen los mismos orígenes en el poder, en el ejercicio del dominio, y que no puede haber liberación de un solo elemento respecto a todos los demás, sino que todos los elementos deben apoyar mutuamente la liberación, que un recorrido de construcción de unas sociedad no puede excluir nada, no puede hacer excepciones, o fracasará.

Una sociedad igualitaria, es decir sin privilegios, sin Estados, sin poder, es una sociedad consciente de que el mundo es todo uno y debe ser respetado por todo lo que representa: árbol o río, montaña o lago, animal o persona; sin la armonía entre todos los elementos y en todos los elementos no puede haber liberación efectiva.

Por supuesto que también los métodos que se adopten deben ser coherentes con estas finalidades, deben contenerlas, hacerlas propias, ser su expresión coherente.

TIERRA Y LIBERTAD
Nº 357 - abril 2018

domingo, 1 de abril de 2018

Del 8M a Amazon: CNT y CGT resucitan a costa de los dinosaurios sindicales


Los pequeños sindicatos vuelven a sacar la cabeza después de décadas opacadas por Comisiones Obreras y UGT gracias a los movimientos sociales

25 marzo 2018

«UGT y Comisiones Obreras han abandonado del sindicalismo más básico, el de los centros de trabajo. A estos sindicatos solo les interesa la gran concertación, llegar a acuerdos con el Gobierno y hablar de negociaciones colectivas, pero solo con la patronal, nunca en las empresas. Les veo más en la prensa relacionados con escándalos, como el de los cursos de formación o los ERE de Andalucía, que por sus logros con los trabajadores. Ahora mismo no puedo recordar un acuerdo de UGT o CCOO que haya mejorado notablemente las condiciones de los trabajadores, sino todo lo contrario: sueldos congelados o subidas por debajo del IPC. A resultas, están viendo cómo la clase trabajadora les da la espalda». El que firma el análisis es Tomás Rodríguez, secretario de acción sindical de CGT, teleoperador y delegado sindical no liberado, pero es un secreto a voces que las grandes centrales sindicales ni están, ni se las espera.

Esta semana los trabajadores del centro logístico de Amazon en Madrid hicieron dos días de huelga. Durante el jueves, la empresa se vio obligada a suspender algunas rutas de reparto por falta de personal y a reconocer retrasos en las demás. No fue una huelga cualquiera, sino la primera que golpea a un gigante de la 'nueva economía' en nuestro país ​—Deliveroo llegó antes, pero no puede compararse con la magnitud de Amazon—. También fue un éxito sindical que logró movilizar al 98% de la plantilla frente a las naves de San Fernando de Henares, donde las banderas que ondearon más alto fueron las de la Confederación General del Trabajo, mayoritario en el comité de empresa de Amazon Logistics.

«El caso de Amazon explica bien la situación que vivimos», explica Rodríguez, «porque tiene un perfil de trabajador preparado y joven, pero precario. Para UGT y CCOO es muy complicado acceder a este perfil, porque básicamente solo pueden decirle "afíliate, que ya veremos", mientras que nosotros les ofrecemos luchar ya, en el momento, por mejorar sus condiciones laborales». Este secretario de CGT, con veinte años de trayectoria a sus espaldas, cree que «el mundo sindical como se concebía el siglo pasado está desapareciendo poco a poco» y que los grandes dinosaurios del sindicalismo no saben por dónde sopla el aire, algo que reconocen incluso desde dentro: «Es un mundo al que hemos llegado tarde. Se nos acerca gente de Deliveroo a preguntar, pero no son asalariados y no los representamos. Se está intentando reconocer la relación laboral, pero tal y como está la regulación, es lento. Para empezar a regularse como trabajadores, tendrían que llevar seis meses contratados y no suelen estar tanto tiempo. Las empresas lo aprovechan y los sindicatos vamos muy por detrás», reconocían fuentes de CCOO a este periódico en febrero.

Los dos sindicatos mayoritarios en nuestro país han perdido en torno a 600.000 afiliados desde que comenzó la crisis. Hasta ese momento se movían holgadamente por encima del millón de afiliados cada uno, si bien ahora se contentan con frenar la sangría y establecerse en torno a los 900.000. Muchos de los que han roto el carnet se han pasado a formaciones como CGT o la CNT (Confederación Nacional del Trabajo), con 100.000 y 50.000 afiliados respectivamente, de perfil más combativo y escorado políticamente; si UGT es socialista y CCOO comunista, CNT y CGT se definen como anarcosindicalistas.

En realidad CGT y CNT son instituciones hermanas. El primero lo fundaron en 1989 [antes se llamaban también CNT sector Valencia] anarquistas escindidos de CNT que no estaban de acuerdo con el rumbo que estaban tomando, sobre todo en torno a un punto caliente: las elecciones sindicales. Se trata de un proceso cuatrienal en el que los comités de empresa de todo el país eligen a sus representantes sindicales; a los sindicatos les va la vida en ello, no solo porque implica influencia directa en los centros de trabajo, sino por el acceso a subvenciones públicas. CNT es el único sindicato que siempre se ha negado a acercarse a las empresas o al dinero público.

Ana Sigüenza era, hasta que se jubiló hace poco, profesora en un instituto del sur de Madrid. También fue la primera secretaria general de un sindicato en España, entre 2000 y 2003; hoy es una biblia del sindicalismo: «Fuimos los únicos que se opusieron a participar en las primeras elecciones sindicales, de extrapolar el modelo parlamentario al mundo del trabajo, y ahí comenzó nuestra travesía por el desierto, porque sin subvenciones un sindicato está condenado a ser minoritario», dice a este periódico. «Veníamos del franquismo y todos los sindicatos estaban encantados con que se votase y establecer comités de empresa, pero nosotros no estábamos de acuerdo. Les decíamos "cuidado, que lo que te están dando las empresas, se lo van a cobrar por otro lado". No es bueno que haya trabajadores liberados en las empresas, que tengan privilegios como no ser despedidos... eso te lo están regalando, no puedes ser independiente. En su momento dijimos que esto sería el final del sindicalismo español y cuarenta años después siento que no nos hayamos equivocado».

En vez de los comités de empresa, CNT aboga por las secciones sindicales, esto es, que sean los grupos de trabajadores de una misma empresa o sector que comparten sindicato los que tomen las decisiones. En 1993 el Tribunal Constitucional reconoció el derecho de representación de los trabajadores a las secciones sindicales, si bien desde CNT afirman que se les sigue ninguneando en muchas empresas. A finales [más bien, a principios] de los 80 se desgajó CGT, preocupado por quedar al margen del esquema sindical y también por las acusaciones de filoterrorismo que recibía la CNT surgidas del Caso Scala. CGT se ha presentado desde entonces a todas las elecciones sindicales, siendo el cuarto más votado por detrás de CCOO, UGT y CSIF, el sindicato de funcionarios.


Foco en los movimientos sociales

Aun en paralelo, ambos sindicatos están creciendo en afiliados dentro de las empresas cuyo tamaño no da para un comité y en los trabajadores autónomos: «Nos hemos centrado en la atomización del trabajo, en las Pymes y los autónomos, esos a los que ahora quieren llamar emprendedores, pero son más trabajadores que nadie», dice Sigüenza. «UGT y CCOO se crearon para funcionar en las grandes fábricas, en el sector industrial, y esto ya no existe. Ha cambiado el equilibrio: todo se produce fuera, las empresas no necesitan al trabajador tanto como antes y, por tanto, estas enormes estructuras sindicales han dejado de tener sentido. Los jóvenes de ahora no van a ir a la Fasa Renault o a una oficina como sus padres, sino que van a trabajar para varias empresas a la vez. A ellos este sindicalismo no solo no les representa, sino que da mala imagen a la sociedad verlos tan desaparecidos. Es un sindicalismo para señores mayores en el que las mujeres y los jóvenes no se ven en absoluto reflejados».

¿Y qué están haciendo para convencer a los jóvenes? Pescar en los movimientos sociales, especialmente reivindicativos desde el 15M. Los sindicatos alternativos llegaron antes que CCOO y UGT al movimiento antidesahucios o a las mareas, y posteriormente lo han capitalizado el más poderoso de todos ellos: el feminista. De hecho el día de la huelga feminista fueron CNT y CGT, esta vez juntas, las que se anotaron el tanto. Ambos sindicatos, sin símbolos visibles, encabezaron la manifestación en distintas ciudades de España, dejando en evidencia a CCOO y UGT, a los que acusan de intentar boicotearles con juego sucio. Lo cuenta Sigüenza: «Las organizadoras de la manifestación contactaron con CNT el año pasado para hacer una huelga general, porque no tenían los conocimientos del mundo laboral necesarios para convocarla, pero ya estábamos sin tiempo para organizarla. Nos comprometimos, eso sí, a trabajar con ellas durante todo este año para organizar las marchas de forma legal y masiva», dice la sindicalista. «No lo hicimos solos, sino trabajando con otros sindicatos, incluido CGT. Entre todos conseguimos la autorización en distintas ciudades para hacer una huelga de 24 horas y una manifestación por la tarde. Pues bien, desde las grandes centrales, a través de los comités de empresas, se dedicaron a decir el día antes que la huelga convocada era ilegal, y que la única autorizada era la de dos horas propuesta por ellos», afirma. «Cuando me enteré de esto me convencí de que era el final de UGT y CCOO. No me lo estoy inventando, ojo, que nos llamaban los trabajadores diciéndolo».

Desde CGT coinciden en este punto: «Es que no escuchan. No escuchan a los trabajadores y, en este caso, no quisieron escuchar a las feministas, que pedían una huelga de 24 horas. Y sí, claro que crearon confusión para intentar imponer su agenda, como también hicieron en la huelga de pensionistas del 17 de marzo», dice Rodríguez. «Todo ha ido cuesta abajo en los últimos diez años. Estos dos sindicatos mayoritarios han firmado decenas de convenios, siempre juntos, con subidas por debajo del 1% en pos de la pacificación, con la excusa de la crisis económica, pero lo cierto es que los trabajadores hemos perdido unos derechos que ahora, que salimos del agujero, no estamos recuperando. Ha sido una estafa», sigue el secretario de CGT.

«Todos los sindicatos hemos cometido errores y tenemos que debatir sobre la forma de mejorar. Tú dime qué pintamos ahora mismo ante un capitalismo tan poderoso que puede cambiar tu Constitución con una llamada. Nos hemos desvirtuado, nos hemos prostituido, estamos denigrados. El sindicalismo se ha despeñado a la misma velocidad que las condiciones laborales. Pero tendremos que encontrar un nuevo camino, porque está claro que el sindicalismo es insustituible. Lo que hace un sindicato no lo puede hacer un partido político ni una asociación. Que el sindicalismo vaya mal, ya sean unos u otros, es malo para el avance de la sociedad», concluye Sigüenza.

Alfredo Pascual