El documento, impreso en Pasamar, forma parte del fondo del Instituto Internacional de Historia Social de Amsterdam y sale a la luz años después
6-diciembre-2013
José María Pérez, durante décadas corresponsal del diario La Rioja y en los últimos años asociado al Club de Amigos de la Unesco, destapa la existencia de un documento que revela la importancia que llegó a alcanzar en la localidad jarrera el movimiento obrero allá a finales del siglo XIX.
En aquel periodo de absoluta inestabilidad y violencia, en el que el poder perseguía sin recato cualquier colectivo sindical de forma represiva, y los sindicatos aceptaban ese pulso físico impulsando lo que acabó denominándose acción directa y no dejaba de ser sino el amparo filosófico de todo tipo de atentados contra el capital, Haro editó un manifiesto que se considera «precursor de los movimientos anarquistas» y que acabó integrándose en los fondos del Instituto Internacional de Historia Social con sede en Amsterdam (Holanda) al esconderse, durante la Guerra Civil, todo documento que pudiese inculpar a todos los militantes de movimientos de izquierda.
Allí se encuentra el original del documento que reproduce fielmente, y en su totalidad, el cuaderno de trabajo editado por Librería Garabato y el propio Club de Amigos de la Unesco.
Impreso en una imprenta que tuvo domicilio en la calle de la Vega, éste recoge los acuerdos y planteamiento formulados por un grupo de sindicalistas «que cuestiona el uso de la violencia y advierte la escasa relevancia de los sindicatos a los que se califica de pequeños grupos sin peso en el entramado social. De suyo, sólo se hace referencia explícita a uno, la UGT que acababa de poner en marcha poco antes Pablo Iglesias pero que se encontraba entonces poco implantado», apuntó durante la presentación del mismo José María Pérez.
«Es sobre todo una propuesta que se formula, en un contexto de crisis económica como el actual, desde Haro a todo el país». Y que deja claros algunos planteamientos, como el hecho de negarse a ser «correa de transmisión de los partidos políticos». El objetivo era movilizar a los trabajadores para lograr su integración en un movimiento fuerte que protegiese sus derechos, «vista la persecución que sufría a todos los niveles la Internacional Socialista» en todo el conjunto de España.
Es algo que deja claro el manifiesto al concluir esperando «la respuesta» de los interesados a los que se remite, en concreto, a la sede que al parecer tenían los promotores de este movimiento en la calle de San Felices. «Quien lo reciba tenga a bien responder a esta dirección si es para nuestra satisfacción. Y si es para mal, a fuer de adversarios leales», remata el texto que firma Vicente G. García, demostrando una actitud de discrepancia exquisita.
No sólo parece evidente que sus preceptos invitan a los analistas «a concebir este documento como un precursor del anarquismo» (la Confederación Nacional de Trabajadores se suma a la huelga general promovida por UGT en Barcelona, primero, y en el conjunto del Estado, después, en 1917).
También lo constata el hecho de que buena parte de quienes promovieron esta iniciativa que cuestionaba abiertamente cualquier estrategia vinculada al terrorismo, «acabaron incorporándose a los diferentes colectivos anarquistas que fueron apareciendo».
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