PIOTR A. KROPOTKIN
... La idea del alojamiento gratuito se manifestó claramente durante el sitio de París en 1871, cuando se pedía la anulación pura y simple de los inquilinatos reclamados por los propietarios. También se manifestó durante la Comuna una resolución enérgica aboliendo los alquileres.
Con revolución o sin ella, el trabajador necesita un refugio: el alojamiento. Pero por malo y por antihigiénico que sea, hay siempre un propietario que le puede expulsar de él. Verdad es que con la revolución, el casero no encontrará curiales ni alguaciles para poner los trastos en la calle. Pero ¡quién sabe si mañana el nuevo gobierno, por revolucionario que pretenda ser, no reconstituirá la fuerza y lanzará contra los pobres la jauría policiaca!
Sin embargo, es preciso que el trabajador sepa que el no pagar al casero sólo es aprovecharse de la desorganización del poder. Es preciso que sepa que la habitación gratuita está reconocida en principio y sancionada, digámoslo así, por el asentimiento popular; que el alojamiento gratuito es un derecho abiertamente proclamado por el pueblo.
[...]
¿Vamos a esperar que esta medida, que tan perfectamente responde al sentimiento de justicia de todo hombre honrado, la tomen los socialistas que se mezclan con los burgueses en un gobierno provisional? ¡Podríamos esperar sentados, hasta la vuelta de la reacción!
Los revolucionarios sinceros trabajarán con el pueblo para que sea un hecho consumado la expropiación de las casas. Trabajarán para crear una corriente de ideas en esta dirección; trabajarán para ponerlas en práctica y, cuando estén maduras, el pueblo deberá proceder a la expropiación de las casas.
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Si el pueblo sublevado expropia las casas y proclama el alojamiento gratuito, la comunidad de las habitaciones y el derecho de cada familia a un alojamiento saludable, la revolución habrá tomado desde el principio un carácter comunista y se habrá lanzado por una senda de la que será difícil hacerla salir tan pronto. Habrá dado un golpe de muerte a la propiedad individual.
La expropiación de las casas lleva así en germen toda la revolución social. Del modo como se haga dependerá el carácter de los acontecimientos. O abrimos un camino amplio y grande al comunismo anarquista, o nos quedamos pataleando entre el cieno del individualismo autoritario.
[...]
Además, toda revolución trae consigo cierto trastorno de la vida cotidiana, y los que esperan atravesar una gran crisis sin que a las burguesas se las aparte de su olla, corren el peligro de quedarse con un palmo de narices.
El pueblo comete disparate sobre disparate cuando tiene que elegir en las urnas entre los majaderos que aspiran al honor de representarlo y se encargan de hacerlo todo, de saberlo todo, de organizarlo todo. Pero cuando necesita organizar lo que conoce, lo que le atañe directamente, lo hace mejor que todas las oficinas posibles. ¿No se ha visto durante la Comuna de París...?
La conquista del pan
(1892)
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