Los hombres hicieron a sus dioses semejantes a ellos, dioses crueles y despiadados, criminales violentos y genocidas, enmascarados muchas veces con palabras tan bellas como falsas.
En nombre del amor descabezaban infieles los buenos cristianos, en nombre de Alá el misericordioso los infieles descabezan hoy a los buenos cristianos, en nombre de Jehová masacran los israelíes a sus vecinos de la tierra ocupada y siempre, animando y bendiciendo a las hordas sanguinarias, figuran los sacerdotes de cultos ancestrales profundamente enraizados en sus «culturas» y «civilizaciones». Un mundo sin dioses sería, sin duda, más pacífico y piadoso. Así sería si las milenarias supercherías y las supersticiones más aberrantes no siguieran en la bocas y en los corazones de los primeros mandatarios del mundo, personas a las que se supone capaces de liderar el orbe y guiar a los pueblos en el camino. Si el colérico dios del Sinaí hubiera cumplido su amenaza, tantas veces repetida, de exterminar a sus criaturas y dar por concluido el fallido experimento, la Tierra sería otra y sus pobladores inocentes como animales y no canallas como cristianos, judíos o musulmanes.
La Yihad practica un exterminio selectivo, no es el amor sino el terror lo que se predica en los dos lados de un frente siempre activo. Históricos agravios y venganzas perpetuas, el ojo por el ojo y el diente por el diente, la violencia es ciega y bajo los barnices más sofisticados afloran los instintos más primitivos y salvajes. Libre sea cada uno de creer en su dios siempre que no trate de imponer sus creencias al prójimo en nombre de una religión cualquiera. Las religiones comercian con lo más sagrado y ofrecen paraísos post-mortem, ofertas que no se pueden comprobar y que los crédulos no pueden rechazar porque en su soberbia creen que merecen algo mejor que la muerte y ansían la inmortalidad. En nombre de la Humanidad habría que acabar con todos esos dioses para salvar a los hombres, pero los ateos son, somos, estigmatizados y perseguidos. La diosa Razón se bate en retirada en todos los frentes y las viejas e inicuas deidades siguen en pie, y una amplia mayoría prefiere seguir caminando de rodillas.
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