sábado, 21 de abril de 2012

Nuestra patria es el mundo. Nuestra familia, la libertad

Grupo Anarquista Albatros-FAI

La salida de multitud de personas de los países de África, América Latina, Asia, Europa del Este, hacia otros países considerados ricos es un fenómeno que, con el paso del tiempo, está alcanzando proporciones cada vez más gigantescas y dramáticas.

Este flujo de gente, constante y en aumento, es la consecuencia de la explotación que el capitalismo ha llevado y lleva a cabo en esas zonas del mundo, que ha provocado el hundimiento de las economías tradicionales en regiones enteras del planeta, sustituyéndolas por un capitalismo salvaje que provoca, al mismo tiempo, el enriquecimiento de cuatro mandamases locales —títeres de los grandes poderes económicos y políticos del mundo— que suelen estar a la cabeza de regímenes autoritarios y represores, y la represión, claro, supone más emigración.

Consecuencias de este gran juego de intereses de las grandes potencias y de los grandes capitales son las guerras que se producen constantemente en diferentes rincones del mundo y que, a su vez, son causa de la huida de personas hacia lugares más seguros.

Esta es, en dos palabras, la causa básica de la salida de millones de personas que se marchan de la tierra que los vio nacer intentando escapar de la miseria y de la muerte, intentando escapar de la explotación más salvaje, de una opresión atroz y de una posibilidad muy real de ser asesinado por cualquier ejército o cualquier policía.

Así, pues, es el ansia de poder y de enriquecimiento sin límite de unos pocos lo que provoca la huida desesperada de millones de personas.

Durante siglos, España ha sido una tierra de emigrantes. La población que ha habitado estas tierras ha salido por millones de aquí a buscarse la vida en cualquier otro sitio: Norte de África, América Latina y Europa Occidental han sido los lugares preferentes de llegada de nuestros antecesores en la Historia. ¿Por qué salían?

La vida en el territorio español no ha sido nunca fácil y ha estado salpicada de guerras, persecuciones religiosas, culturales y políticas, hambrunas, pestes y epidemias, miserias morales y económicas, autoritarismo siempre... En fin, una pena de país y, claro, así está el mundo regado de descendientes de los que vivieron en la piel de toro. Aún hoy, hay unos dos millones de españoles viviendo fuera de España. Mucha gente olvida hoy todo esto, y van de nuevos ricos, de señoritos y/o de grandes demócratas, relatando que los desheredados que hoy acuden aquí de otras partes del mundo no tienen nada que ver con la «grandiosidad» de nuestra emigración: ¡qué frágil es la memoria histórica!

El hecho es que, en los últimos decenios, el Estado y el capital españoles acaban integrándose con todas sus estructuras (económicas, políticas, militares...) en el ámbito de los países imperialistas, y así se producen, por ejemplo, las significativas entradas del Estado español en la OTAN y en lo que hoy se llama Unión Europea.

El ingreso en el círculo de los países expoliadores de otros y la expansión internacional del capital español, hizo que el enriquecimiento de los capitalistas españoles se acelerara, mientras los trabajadores de este país perdían —y pierden— muchos de los derechos conquistados durante décadas. Aun así, la consideración de España como un país rico, hace que muchos desheredados del mundo la consideren como punto de llegada en su desesperada huida de la miseria y la opresión.

Al mismo tiempo, en la estrategia de estas grandes alianzas imperialistas, se coloca a España como «país de frontera»: deberá ser uno de los Estados que controle con mano de hierro el flujo de inmigrantes que llegan de las regiones empobrecidas del planeta a la rica Unión Europea... Y en este cuadro se inscriben las sucesivas leyes de extranjería que se han venido imponiendo en España desde mitad de los años 80 hasta hoy. La última, en vigor desde el 23 de enero [de 2001], llega al extremo de no disimular su carácter racista y xenófobo, conculcando derechos básicos (reunión, asociación, manifestación, sindicación, huelga, educación, sanidad, asistencia jurídica gratuita, etc.) a los inmigrantes «sin papeles», que viven así una situación terrorífica y de persecución constante.

Esta ley va a destruir, aún más, derechos conquistados a lo largo de la historia por los trabajadores españoles e intenta imponer una competencia atroz entre los trabajadores del país y los inmigrantes (y dentro de éstos, entre los que tienen papeles y los que no). Esta ley, que quede claro, no afecta sólo a los inmigrantes: afecta a todo el pueblo, especialmente a la generalidad de los trabajadores, porque uno de sus objetivos es crear una guerra de pobres contra pobres, acabando con la solidaridad que debe funcionar entre los oprimidos.

Otro de los objetivos de la Ley de Extranjería es mantener a un sector de la población trabajadora atemorizado con la amenaza constante de la detención y la expulsión; así, los empresarios podrán contratar a los trabajadores por cuatro duros... y todo el mundo a callar.

La pérdida de derechos obreros y la desrregularización de las relaciones laborales van siendo, así, apabullantes, y en este marco hay que encuadrar, por ejemplo, la nueva reforma laboral que gobierno y empresarios quieren imponer. Y la siembra del racismo y la xenofobia por parte de éstos últimos es un hecho, lo que va a alimentar el fascismo, declarado o no. En esta línea, las expulsiones de ecuatorianos, por ejemplo, aparte de ser una mera acción de propaganda y una mentira (a las pruebas y los resultados nos remitimos), tienen toda la pinta de las deportaciones que, con engaños, hicieron regímenes fascistas. Y... malo, malo, si nos acaban por acostumbrar a estas cosas.

Frente a todo este panorama, desde la implantación de la Ley, se han multiplicado encierros de inmigrantes desde los que se exige acabar con la Ley de Extranjería y la regularización inmediata de los «sin papeles».

Es cierto que cada encierro es un mundo: que en algunos han metido mano las instituciones (iglesias, partidos políticos, ayuntamientos...), pero hay otros que defienden a capa y espada su independencia y su carácter reivindicativo por encima de esas instituciones. Con todo, han logrado coordinar una respuesta a la agresión y están realizando acciones de mayor o menor éxito, planteando una movilización social constante.

Este planteamiento de movilización social, ha supuesto que multitud de organizaciones de todo tipo se sientan interpeladas y, cada una de ellas, ha tenido que responder —y responderse— frente a este asunto. Vamos viendo, así, cosas curiosas:

—La actitud de la Iglesia y sus organizaciones adheridas (Cáritas, ONGs diversas, etc.) que, como siempre, mantiene una doble moral: por un lado canaliza ayuda a algunos encierros (no a todos, sólo a los que pueden ser más receptivos a sus planteamientos) y, por otro, desde la jerarquía eclesiástica se dice, con un lenguaje lastimero, que «la Iglesia no puede soportar por más tiempo los encierros en sus edificios y que hay que buscarle una solución rápida al asunto»: más o menos que los inmigrantes se busquen la vida por otro sitio y que no sigan molestando más con sus reivindicaciones.

—Por seguir con las religiones: También huele mal la actitud de algún miembro de la jerarquía de la religión musulmana, intentando apuntarse un tanto al final de la manifestación multitudinaria del 11 de febrero en Madrid cuando, inesperadamente, subió al estrado y lanzó una arenga para acabar con el «Allah akbar» (Alá es grande) correspondiente... escandaloso el mezclar cuestiones que no tienen nada que ver. Y, precisamente, cuando las religiones, durante siglos, han ayudado y ayudan a la división y a los enfrentamientos entre los seres humanos.

—La actuación de los «sindicatos» oficiales (CC OO, UGT y, a su estela, otros) ha sido lamentable; desde el primer momento se han lavado las manos de una manera descarada; han mirado para otro lado desde el comienzo de estas movilizaciones. Han brillado por su ausencia en las manifestaciones que se han convocado. Y eso, a pesar de que desde las asambleas de inmigrantes se les ha pedido apoyo una y otra vez. Su acción la enfocan desde el pasteleo institucional con gobierno y empresarios. Sólo algunos de sus afiliados, a título individual, aparecen de vez en cuando, criticando —cosa habitual— a la dirección de sus sindicatos.

—Los partidos de izquierdas (o lo que sea) se han visto desbordados, en un primer momento, por esta movilización no controlada por ellos, y han tardado en reaccionar. Aquí habría que diferenciar:

—El PSOE ha tenido una actitud defensora de las leyes de extranjería (ellos mismos hicieron alguna), y si plantea el recurso de inconstitucionalidad a la ley es porque ha calculado pros y contras políticamente y porque le interesa aparentar, un poquito, cierta imagen progresista, así como hacer ver que hace algo contra el PP (por cierto, que su primer deseo fue llegar a un acuerdo con el PP sin tocar una coma de la ley). No hay nada que hacer con ellos: los inmigrantes sólo pueden esperar del PSOE —si creen a este partido— una traición en toda regla. Tienen, no obstante, alrededor de estas movilizaciones, grupúsculos y asociaciones ligadas a ellos cuyo único planteamiento es moderar hasta el extremo las reivindicaciones de los que luchan.

—Izquierda Unida ha mantenido en todo este proceso una actitud errática, y en su actitud tiene más importancia lo que le conviene políticamente que el propio interés por apoyar a los inmigrantes. Por otro lado, se ve que parte de sus militantes de «base» están un tanto emocionados con esta lucha, pero la dirección del partido ha hecho un cálculo político de la cuestión: en un primer momento no se apoyó la lucha, pero, cuando vieron que eso tenía cierto tirón social, se subieron al carro... eso sí, moderando los planteamientos iniciales de la lucha. Están jugando a «una de cal y otra de arena»: esta no será la guerra de IU mientras no comprueben que de ella pueden sacar votos. Además, lo que defienden cuando hablan del asunto es su oposición a esta ley concreta, pero, por supuesto, no estarían cerrados a que hubiera otra ley de extranjería.

—Los partidos «a la izquierda» de IU empiezan a reaccionar tarde, y la sensación que da es que se ven desbordados por el planteamiento asambleario que se da en algunos encierros: no saben manejarse en asambleas abiertas y no dirigidas. Su presencia es testimonial y se reduce, casi exclusivamente, a hacer acto de presencia en las manifestaciones multitudinarias.

¿Y las organizaciones libertarias?

Los sindicatos de la Confederación Nacional del Trabajo y los grupos de la Federación Anarquista Ibérica de las localidades en que hay encierros están apoyando, desde el primer momento y en la medida de sus posibilidades, la lucha de los inmigrantes contra la Ley de Extranjería, por la regularización de los «sin papeles» y por la libre circulación de las personas. Hay miembros de estas organizaciones que han participado en algunos encierros. Y, donde los encierros funcionan en asamblea abierta, se está participando plenamente.

La CNT, como organización sindical, tiene abiertas sus puertas a cualquier trabajador, con o sin papeles (en este último caso, desobedeciendo la ley que no permite afiliarse a los trabajadores «indocumentados»). La CNT también ha participado de forma visible en las movilizaciones que se han realizado contra la Ley (en algunas ciudades —Madrid una de ellas— es, prácticamente, la única organización sindical que ha aparecido en las grandes manifestaciones que se han realizado) e intenta asesorar laboral, social y jurídicamente a los inmigrantes, llevando una estrategia propia de lucha, al margen del apoyo que se da a los encierros. Además, el hecho de que muchos inmigrantes carezcan de los derechos más básicos y estén en situaciones de esclavitud, hace que la actuación desde la acción directa —que preconizan la CNT y los anarquistas sean la única alternativa posible.

Los grupos de la FAI han intentado con su participación en torno a los encierros, dar una perspectiva amplia de lo que significan las migraciones; en el sentido, de que la solución no está en que se den «papeles para todos los que están aquí», pues aunque así se hiciera, las migraciones continuarán, ya que las causas que las producen tienen que ver con la existencia de los Estados, de las fronteras, del capitalismo, de las religiones, de la concepción de las patrias... en definitiva, de todo lo que reviste de poder a unos sobre otros: de esa distorsión de la realidad, que lleva a no aceptar al ser humano por sí mismo y tal cual nace: libre, desnudo, y por lo tanto merecedor de una misma valoración y estimación por parte del mundo que le recibe. Toda ideología, política, religión... que enmascare esto es inmoral. Por lo tanto, esta es una lucha que va más allá del aquí y el ahora: para los anarquistas es la eterna lucha, cuya victoria no está emplazada en un futuro lejano en el que reine la anarquía; nuestra victoria está en la lucha misma, porque ella nos humaniza, nos hace «escapar"» de un mundo de marionetas que desean sólo lo que les es permitido desear...

Nos oponemos a esta y a cualquier otra ley de extranjería. Nos oponemos a la conversión del ser humano en una pura mercancía, en un simple objeto que produce y consume, al que se compra y se vende...

Si queremos una sociedad de seres libres e iguales, en la que el apoyo mutuo y la fraternidad sean las bases en las que se apoyen las relaciones humanas, debemos recuperar un viejo lema anarquista, y hacerlo presente poniéndolo en práctica:

«Mi patria es el mundo. Mi familia, la humanidad».

2 comentarios:

  1. Por lo menos, puedo morir a gusto sabiendo que el libertario.......... !SALUD Y ANARQUIA! compañeros.......

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    1. ¡Compañero! ¡Por favor! Explícate mejor. ¡Cada vez te entiendo menos!

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