jueves, 12 de abril de 2012

Clero anticlerical

Fermín Huerta Martín

http://ferminhuerta.blogspot.com.es/2010/08/clero-anticlerical.html

«El poder espiritual se encuentra por encima del temporal. El Papa es el representante de Dios en la Tierra y el que debe gobernar el mundo; a él sólo pertenecen la infalibilidad y la universalidad, y sólo puede ser juzgado por Dios. Los cristianos se encuentran sometidos a sus órdenes y deben degollar a sus príncipes, padres e hijos, si él lo manda. No existe ni el bien ni el mal sino en las cosas que el Papa ha condenado o aprobado.»

Máxima del Papa San Gregorio VII (1020-1085), pág. 262.

«Dios me dé el bien en este mundo, que en el otro poco me importa. El Evangelio enseña más mentiras que verdades: el parto de la Virgen es absurdo y la Encarnación ridícula. Es incalculable el dinero que la fábula de Cristo ha valido a los clérigos. Las religiones se han creado por ambiciosos para engañar a los hombres. Es necesario vender en la Iglesia todo lo que los tontos quieren comprarla.»

Máxima del Papa Bonifacio VIII (1235-1303), pág. 316.

Estas dos citas se pueden encontrar en el libro La santidad del pontificado, cuyo subtitulo dice: Crónica general de los romanos pontífices, sus crímenes, vicios, apostasías y virtudes. Libro escrito en 1871 por Enrique Rodríguez Solís (1844-1923), escritor, periodista, historiador y político español.

El libro no está escrito desde una posición atea o agnóstica, sino desde una posición de creyente.

En la pág. 9 hace una declaración de intenciones de lo que se propone probar:

«Que la Iglesia de Roma no tiene supremacía sobre las demás iglesias.
Que las donaciones son falsas.
Que la independencia del papado es mentira.
Que la infalibilidad papal es un absurdo.»

Pero este libro de más de 400 páginas trata también otros temas, algunos de total actualidad, como es el de los abusos sexuales a menores por parte del clero. Parece que el tema viene de antiguo, cuenta el autor en la pág. 103 que el Papa Virgilio, consagrado en el año 537, «mató a bastonazos a un niño que no quiso acceder a sus infames caricias». Dice en la pág. 349, del Papa Sixto IV (elegido en 1471): «Desfloró siendo cardenal a sus hermanas y a dos niños incestuosos que tuvo de la mayor». Dice de Pio IV (elegido en 1559), pág. 363: «Abusó de hermosas mujeres y lindos niños que atrajo con grandes regalos, que luego les obligaba a restituir con el tormento». En la pág. 370 comenta: «Estos clérigos habitan con sus cortesanas y roban niños y doncellas en mitad del día para satisfacer sus infames caprichos».

Sin embargo las relaciones de los curas con los niños pasan también por estos otros asuntos. Dice en la pág. 211 que el Papa Juan X (entronizado en 914): «Consagró arzobispo de Reims a Hugo, niño de cinco años». En la pág. 348 nos cuenta que el Papa Pablo II (elegido en 1464): «Prohibió llevar a los niños a la escuela, diciendo que sólo el clérigo debía saber y que la religión debía matar la ciencia». Llegando a estos extremos; cuenta de Gregorio I (consagrado en el año 590), pág. 117: «Publicó un decreto obligando a los sacerdotes a separarse de sus mujeres, el cual produjo tal número de infanticidios que, según un historiador, al pescar en unos algibes construidos por el papa para conservar peces, sacaron de ellos seis mil cabezas de niños, por lo que retiró el decreto y se impuso una severa penitencia».

Finalizo este apartado con otra monstruosidad, en este caso del Papa Inocencio VIII, dice en la pág. 350: «Inocencio falleció el 24 de julio de 1491, y según Stefano Infessura quiso reanimar su vida con un horrible brebaje compuesto con la sangre de tres niños degollados al efecto».

La afición del clero por la pederastia es solo un aspecto de la afición del clero por el sexo en general, incluido el incesto y la homosexualidad. La obra contiene tantos ejemplos, que me limito a copiaros los más sorprendentes:

Pág. 211, «Fatigada de su marido se entregó a Juan X (entronizado en 914, hijo de un sacerdote y de una monja), de quién tuvo celos por las relaciones que éste sostenía con su madre y su hermana».

Pág.198, «Las crónicas de la abadía de Fulda cuentan que murió a martillazos, por los parientes de una dama romana, (el papa Juan VIII, muerto en 882) cuyo marido era el amante del Papa».

Pág. 213, «El 20 de marzo de 931 fue consagrado a los dieciocho años Juan, hijo del Papa Sergio, gracias a las caricias y regalos de su madre Marozia, que joven y aún hermosa, se entregó a incestuosos amores con su hijo en los jardines de Letrán».

Pág. 220, «Este Papa (León VIII, muerto el 14 de mayo del año 964) murió de una herida o puñalada que le dieron por haberle hallado de noche divertido con una casada: los sacerdotes corrieron la voz de que se había batido con el diablo».

Pág. 363, Pio V, «El 1 de octubre de 1567 excomulgó al célebre teólogo Miguel Bayo; arrojó a los judíos de sus Estados, menos de Roma y Ancona, y fue tal su rigor, que al saber que algunas calvinistas se habían hecho prostitutas para salvarse, ordenó que en el término de un mes se casaran todas o salieran de Roma: los cardenales le dijeron que las 45.000 que había eran necesarias al clero, son pena de caer en la sodomía y que, además, perdería con su marcha la renta más productiva de la iglesia».

Y es que efectivamente, el tema del dinero no es menor para el clero, leed sino esto:

Pág. 240, Gregorio VI, año 1044. «Al verse dueño de Roma, hizo perecer a los ciudadanos más opulentos para confiscar sus bienes, rescatando así lo que pagó por la tiara».

Pág. 244, el Papa León IX, entronizado en 1049 «depuso a Gregorio, obispo de Verceil, por perjuro y adúltero, pero le repuso a fuerza de oro».

Pág. 251, el Papa Nicolás II elegido en 1059, «y que si no usaba de rigor con los clérigos ordenados por dinero, era por temor de que la Iglesia se quedara sin sacerdotes».

Pág. 317. «La Inquisición, establecida por Inocencio III (en el siglo XIV) condena al desgraciado cuyos bienes codicia la Iglesia; las falsas reliquias le producen grandes tesoros».

Quizás el ejemplo más aberrante de este afán de lucro venga dado por esta tarifa de absoluciones redactada por el Papa Juan XXII, consagrado en 1317. Pág. 322.

«El clérigo que cometa pecado de carne con monjas o parientes será absuelto por sesenta y siete libras, doce sueldos, y si es con muchachos jóvenes o con bestias, doscientas quince libras. Un sacerdote que desflore una virgen, dos libras, ocho sueldos. Una monja que se entregue a uno o varios, ciento treinta y una libras, quince sueldos. El clérigo que quiera vivir en concubinato con sus parientas, setenta y seis libras, un sueldo. El laico por el pecado de lujuria, veintisiete libras, y por el incesto se añadirán, en conciencia, cuatro libras. La adúltera por dispensa para seguir sus relaciones culpables, ochenta y siete libras, tres sueldos. El marido igual: si han cometido incesto con sus hijos, se añadirán, en conciencia, seis libras.

»Por un homicidio, quince libras, cuatro sueldos, tres dineros, y por varios, lo mismo. Un marido que mate a su mujer por casarse con otra, treinta y dos libras, nueve sueldos: los que le auxilien, dos libras cada uno. El que ahogue a un hijo, diecisiete libras: si lo matan ambos por mutuo convenio, diecisiete libras cada uno: el que lo ahogue no siendo su padre, una libra lo menos. Por matar a su padre o hermano, diecisiete libras y diecinueve sueldos. Por matar a un obispo, ciento treinta y una libras y catorce sueldos: si lo mata un abad, ciento setenta y nueve libras, catorce sueldos. Un hereje por la absolución, doscientas setenta y nueve libras, y su hijo doscientas dieciocho, dieciséis sueldos y nueve dineros.

»El bastardo de un cura, por servir el curato de su padre, veintisiete libras y un sueldo. El que quiera gozar por simonía de muchos beneficios, el tesorero del papa le venderá el derecho por un precio moderado. Por levantar tiendas y vender mercancías en el pórtico de las iglesias, cuarenta y cinco libras, diecinueve sueldos, tres dineros.»

Otra afición del clero eran las torturas, aquí tenéis algunos ejemplos:

Pág. 162, Esteban III consagrado en el año 768, «conspiraba hacía tiempo por conseguir la tiara, y apenas la alcanzó hizo sacar los ojos y cortar la lengua al obispo Teodoro, amigo del Papa anterior».

Pág. 218, Juan XII, consagrado en el 956, «ha mandado sacar los ojos a Benito, su padre espiritual, y ha hecho degollar en su presencia al subdiácono Juan, después de hacerle arrancar las partes genitales».

Pág. 343, Eugenio IV, elegido en 1431, «a Masins, despojado de sus hábitos, le hizo arrancar trozos de carne, verterle plomo derretido, pez y resina, y que su cuerpo hecho una llaga fuera arrastrado por cuatro caballos y luego rematado a puñaladas».

Otra de las obsesiones del clero es el de las excomuniones, Rodríguez Solís nos da una de las claves del asunto cuando dice en la pág. 279, «la frecuencia con que las excomuniones se sucedían nos hacen creer que obedecían a un plan concebido; los papas derrochaban inmensos tesoros, y cuando sus arcas estaban vacías apelaban a la estratagema de la excomunión, de acuerdo con los obispos, la cual suspendían luego a favor de grandes sumas, nosotros creemos que si había delito para la excomunión, todos los tesoros de la tierra juntos no podrían borrarlo; la excomunión ha sido en manos de la Iglesia lo que las reliquias y los hallazgos de huesos santos, un verdadero objeto de comercio y nada más».

La excomunión alcanza un punto cómico cuando es de cura a cura:

Pág. 135, Vitalino (Papa) excomulgó al arzobispo y el arzobispo excomulgó al Papa.

Pág. 246, se excomulga al Patriarca de Constantinopla y éste excomulga a la Iglesia romana.

La excomunión otras veces era un pretexto para matar:

Pág. 345, «os pido la excomunión para tener pretexto de exterminarlos, y partiré con vos sus bienes».

Pág. 265, del Papa Urbano II proclamado en 1088 dice: «no era homicida el que ardiendo en celo religioso degollaba un excomulgado».

Una vez cogida confianza, la excomunión pasa de personas individuales a ciudades o naciones:

Se excomulga a Roma (pág. 290 y 343) o a los romanos (pág. 297). Varias ciudades y castillos (pág. 333). A la república veneciana (pág. 370), a los venecianos (pág. 356), a los castellanos (pág. 348), a Francia (pág. 336) a los demócratas franceses (pág. 391), a los diputados piamonteses que votaron las leyes relativas al matrimonio civil (pág. 400), o a las modistas que construyeron trajes escotados (pág. 392).

En la pág. 309 nos cuenta: «tuvo que pasar por Florencia, que había excomulgado; el Arno traía una gran avenida, y en justo castigo tuvo que cruzar por un puente de la ciudad y levantar su anatema, que volvió a lanzar al verse a salvo».

Otra cosa curiosa de la historia del papado y que choca frontalmente con la idea de infalibilidad y de asistencia del Espíritu Santo a la hora de elegir papa, son los episodios en los cuales se elige a más de un Papa a la vez, así por ejemplo:

Año 498, pág. 86, «Simaco fue elegido en la basílica de Constantinopla; Lorenzo, en la de Santa María, y pueblo y senado favorecían a cada uno según convenía a sus intereses, resultando una guerra civil y religiosa que desoló a Roma».

Otras veces se elegían tres papas a la vez:

Año 1044, pág. 239, «Benito, luego que derrochó el precio de su venta sacrílega, deseoso de hacer una segunda venta, levantó un ejercito, penetró en Roma y arrojo a Juan su elegido, entonces se vieron tres papas en Roma, uno en la iglesia de Letrán, otro en la de San Pedro y otro en Santa María. ¿Cuál de los tres sería el infalible?».

Otra afición curiosa del clero era la de envenenar a los papas que no le gustaban. Así morían Benito XI, Pío III, Adriano VI, Marcelo II, Sixto V, Urbano VII, Inocencio IX, León XI, Clemente XIII y Clemente XIV.

Dice el autor en la pág. 366: «Protestó de la política de Sixto, diciendo trabajaría por la unión y paz de los pueblos, y nombró una comisión para reformar las órdenes, en especial los jesuitas, que lo evitaron, dice Mercerai, envenenándolo como a Sixto a los treces días, el 27 de septiembre. ¡Hemos perdido la cuenta de los papas virtuosos muertos a manos de clérigos!».

Termino esta exposición con una serie de hechos curiosos en la historia del papado, por ejemplo el caso de la papisa Juana, una mujer que se hizo pasar por hombre y fue elegida papa, se puede leer su historia en Wikipedia.

Para asegurarse que no volvía a ocurrir, pág. 183: «El clero, indignado, inventó la prueba de la silla horadada, en la que se sentaba el Papa medio tendido, con las piernas separadas y los hábitos entreabiertos para mostrar su virilidad; dos diáconos se aseguraban por la vista y el tacto, y gritaban: ¡Ya tememos Papa!».

Otra curiosidad es el trato que se le dio al Papa Formoso I después de morir en 896, Esteban VI (consagrado en 896), pág. 203: «Este Papa cruel, escandaloso y vengativo, hizo desenterrar el cadáver de Formoso, le llevó ante un concilio, le hizo sentar en la silla patriarcal revestido de sus insignias, y para mayor escarnio le dio un abogado; luego le preguntó por qué había usurpado la silla de Roma y cual si hubiera estado vivo y convicto, lanzó sobre él una terrible excomunión, le dio una bofetada, le despojó de sus hábitos, ordenó que le cortaran tres dedos de la mano derecha y luego la cabeza, y le hizo arrastrar por las calles de Roma, arrojando el cadáver al Tíber».

Después, Teodoro II (elegido en 898) mandó volver al panteón apostólico el cadáver de Formoso, el cual fue hallado por unos pescadores. Posteriormente Sergio III mando sacarle de su tumba por segunda vez, anatemizando su memoria.

Nicolás IV (elegido en 1288) también practicó ese deporte, pág. 313, «desenterró el cadáver del franciscano Juan de Beziers, y su discípulo Pedro Casidoro, y los hizo quemar por el verdugo por predicar en su contra».

Para acabar, estos temas:

La versión del autor de la motivación del primer emperador romano bautizado, Constantino I:

Pág. 54, «A poco Constantino recibió el agua del bautismo, porque ¡oh baldón! los sacerdotes paganos no querían absolverle de sus crímenes, y los cristianos le ofrecieron, gracias al oro, un completo perdón, y quizás un lugar en el cielo para mayor escarnio».

Otra actitud reflejada en el libro y que esta de total actualidad (pág. 74) es la de León I, elegido en 440, cuando dice «a Rústico, obispo de Narbona, le prohibió sentenciar a un sacerdote, diciéndole que debían ocultarse escándalos que deshonraban a la Iglesia».

Cuenta el diario El País del día 10-04-2010:

«Una carta de 1985 firmada por Ratzinger demuestra cómo el futuro Papa, en sus funciones de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (el antiguo Santo Oficio), se opuso a la destitución del cura Stephen Kiesle (sentenciado a tres años de libertad condicional por abusos contra dos jóvenes.) "por el bien de la Iglesia", según aparece en el texto.»

Esto nos enlaza con el tema del inicio de casos de pederastia en la Iglesia. En el libro se recogen las confrontaciones que existieron en torno al matrimonio del clero, había básicamente dos posturas recogidas en estas dos argumentaciones:

Pág. 32, San Clemente de Alejandría decía en el S. II, sobre el matrimonio, «que era el germen de la familia, la piedra angular del edificio social, y que los sacerdotes cristianos deben ser los primeros en dar ejemplo, contrayendo santas y lícitas uniones, y protesta contra los que condenan toda unión de la carne, renegando de su propio origen y despreciando el ejemplo de los apóstoles San Pedro y San Felipe, que eran casados y tenían gran número de hijos».

Pág. 53, en el primer Concilio de Nicea celebrado en el año 325, que trato el tema, «el confesor Pafnucio, obispo de la alta Tebaida, exclamó en el concilio: Hermanos míos, no es necesario imponer tan pesado yugo a los sacerdotes; el matrimonio es honroso y el lecho nupcial no tiene manchas: una severidad tan grande sería perjudicial a la Iglesia, puesto que todos los hombres no son capaces de tan perfecta continencia».

Por el contrario, Gregorio VII elegido en 1073, pág. 257, «reunió Gregorio un concilio (1074), en el que se mostró tan inflexible con los clérigos casados que prefería, dijo, los concubinarios, los sodomitas y aun los incestos, y añadió: El matrimonio ata al clero al estado dándole una familia, y le aleja de la Iglesia, a la cual debe sacrificarlo todo».

No hace falta decir que postura venció en esa disputa y que una consecuencia de ello es la mayoría de los casos de pederastia que se dan en la actualidad.

No quiero terminar sin recomendaros leer el libro si podéis conseguir un ejemplar, puedo aseguraros que (creyentes o no) pondrá a prueba vuestra capacidad de sorpresa.

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