[En contraposición a los liberales que consideran a la Libertad y la Igualdad como dos principios opuestos: a más libertad mayores desigualdades. Los libertarios consideramos ambos principios como inseparables: sin Igualdad no hay Libertad. Por el año 1891, el ruso Kropotkin publicó el folleto La moral anarquista, en donde defendía la Igualdad como una de las condiciones para que haya moral... Éste es el retazo del texto:]
Nos hemos rebelado, y hemos invitado a otros a rebelarse, contra quienes se arrogan el derecho a tratar a sus semejantes de modo distinto a como les gustaría que les tratasen a ellos; contra los que, no deseando que les engañen, exploten, prostituyan o ultrajen a ellos, hacen sin embargo todo esto a otros. Hemos dicho que la mentira y la brutalidad son repugnantes, no porque las condenen códigos morales sino porque tal conducta repugna al sentido igualitario de todo aquel para quien igualdad no es una palabra vacía. Y sobre todo le repugna a quien es un auténtico anarquista en su modo de pensar y actuar.
Si se aplicase sólo este simple principio, natural y evidente, de forma general en la vida, el resultado sería una moral mucho más elevada; una moral que incluiría cuanto han enseñado los moralistas.
Porque el principio de igualdad resume las enseñanzas de los moralistas. Pero contiene también algo más. Este algo más es el respeto al individuo. Proclamando nuestra moral de igualdad, o anarquismo, nos negamos a asumir un derecho que los moralistas siempre se han arrogado: el de mutilar al individuo en nombre de algún ideal. Nosotros no reconocemos en absoluto este derecho, ni para nosotros mismos ni para ningún otro.
Reconocemos la libertad plena y completa del individuo; deseamos para él vida plena, libre desarrollo de todas sus facultades. No deseamos imponerle nada, volviendo así al principio que Fourier opuso a la moral religiosa cuando dijo: «Dejad a los hombres absolutamente libres. No les mutiléis como ya han hecho abundantemente las religiones. No temáis sus pasiones. En una sociedad libre, no son peligrosas».
Si no abdicas tú mismo de tu libertad; si no permites que otros te esclavicen; si a las pasiones violentas y antisociales de este individuo o aquél opones tus pasiones sociales igualmente vigorosas, nada tendrás que temer de la libertad.
Rechazamos la idea de mutilar al individuo en nombre de un ideal, sea el que sea. Lo único que reservamos para nosotros es la expresión franca de nuestras simpatías y antipatías hacia lo que nos parezca bueno o malo. Un hombre engaña a sus amigos. Son sus inclinaciones, su carácter, lo que le empuja a hacerlo. Muy bien, es nuestro carácter, nuestra inclinación, despreciar a los mentirosos. Y como éste es nuestro carácter, seamos francos. No le demos la mano cordialmente ni le acojamos como se acostumbra a hacer hoy. Opongamos vigorosamente nuestra activa pasión a la suya.
Esto es todo lo que tenemos derecho a hacer, éste es el único deber que tenemos que cumplir para mantener el principio de igualdad social. Este es el principio de igualdad en la práctica.
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