jueves, 6 de mayo de 2010

PREHISTORIA DEL ANARQUISMO: Joseph Déjacque

«El libertario no tiene más patria que la patria universal.
Es enemigo de los límites...»

JOSEPH DÉJACQUE

[Parte del Prólogo escrito por Ángel J. Cappelletti para la edición de 1990 de El Humanisferio, hecha por Ediciones Tuero y gracias a la colaboración de la Federación Libertaria Argentina. Como dice al inicio del libro el mismo Déjacque: «Este libro no es una obra literaria, es una obra infernal, es el clamor de un esclavo rebelde.»]

Figura marginal y un tanto misteriosa, poeta popular y pintor de brocha gorda, marinero, periodista en ambos mundos, Joseph Déjacque parecía predestinado a escribir la primera utopía libertaria: El Humanisferio.

Nacido en algún ignoto rincón de Francia hacia 1821, publica en 1848 sus primeros versos revolucionarios al tiempo que interviene activamente en las jornadas de junio. Por su primer libro, Les Lazaréenes, que lleva el subtítulo de Fables et Poésies Sociales, recibe como premio una condena a dos años de prisión. Sólo logra evitarla con el exilio. En Inglaterra escribe un folleto que publicará, cuatro años más tarde, en Estados Unidos: La Question Revolutionnaire. Traspuesto el Océano, vive un nuevo exilio en ese país, escenario ideal de las luchas sociales del siglo. En ninguna parte del mundo, en efecto, se planteaban éstas con toda su complejidad como en la Norteamérica de aquel momento. Por un lado, el país enfrentaba la oposición de ideales e intereses entre el norte industrial y capitalista y el sur agrario y esclavista. Tal oposición iba a convertirse pronto en guerra civil. Por otro lado, en el norte comenzaba a dejarse sentir la lucha de una naciente y super-explotada clase obrera contra el capitalismo que gozaba de toda la fuerza y la crueldad de su juventud. Déjacque trabaja primero en el gran emporio del esclavismo algodonero, la francófona Nueva Orleans. Y es precisamente allí, entre 1856 y 1858, que escribe, en francés, su novela utópica: L’Humanisphère. El título alude obviamente a las ideas cosmopolitas y universalistas de su autor; el subtítulo explica su concreto sentido político: Utopie Anarchique.

No consiguió Déjacque publicarlo en Nueva Orleans. Se dirigió por eso a Nueva York, donde emprendió la tarea (no tan ardua entonces como hoy) de publicar un periódico. Éste, que lleva el significativo nombre de Le Libertaire, salió desde junio de 1858 hasta febrero de 1861 y acogió en sus páginas el texto de la utopía. Recién en 1899 es editada ésta como libro por el infatigable luchador ácrata Jean Grave, quien la incluye en la Bibliothéque des Temps Nouveaux, de Bruselas, dirigida por el sabio geógrafo Eliseo Reclus. Su autor, vuelto a Europa en 1861, fallece oscuramente en París, tres años más tarde. La obra misma pasa casi desapercibida en los medios socialistas en los que su autor presuntamente se movía y es, desde luego, completamente ignorada por el gran público. Sin embargo, su propuesta ideológica no deja de ser reformulada por los pensadores anarquistas posteriores a Proudhon. El comunismo libertario es defendido, doce años después de la muerte de Déjacque, por su compatriota F. Dumartheray, en un opúsculo titulado Aux travalleurs manuels partisans de l’action politique.

Aunque inspirándose principalmente en Fourier, llega a una posición análoga Eliseo Reclus, en el cual parecen haberse inspirado, a su vez, tanto Dumartheray como el mismo Kropotkin. Tanto Reclus como Grave manifestaron alta estima por la utopía del olvidado Déjacque. En la medida en que ésta constituye la primera postulación explicita y sistemática del comunismo anárquico no puede dejar de ser objeto de admiración por parte de las organizaciones obreras que reconocen oficialmente tal orientación ideológica, como la CNT en España y la FORA en Argentina. Es así que, en 1927, La Protesta, diario anarquista de Buenos Aires, publica por primera vez, como número I de su colección «Los utopistas», una versión castellana de El Humanisferio, con anotaciones previas de Eliseo Reclus y de Max Netlau.

[…]

Ubicada históricamente entre el socialismo de Saint-Simon, Fourier y Owen, por una parte, y la Primera Internacional por la otra, la utopía de Déjacque constituye, en cierto modo, una síntesis que recoge, corrige y lleva a sus extremas consecuencias las ideas de aquéllos para ofrecerse como «programa» máximo a la actividad revolucionaria de la asociación mundial de los trabajadores. De hecho, el ala más avanzada dentro de la Internacional, conformada por los partidarios de Bakunin y por los federalistas y antiautoritarios, asumirá conscientemente metas muy similares y tenderá, con toda la fe revolucionaria de la época, a la construcción de una sociedad no esencialmente diferente, en ningún caso, a la que la fantasía socialista y libertaria de Déjacque había dibujado en El Humanisferio.

Ángel J. Cappelletti, enero de 1990.

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