(Parte final de la conferencia «Anarquismo en América Latina».)
Con la quiebra de las certezas estáticas que rigieron para la izquierda latinoamericana en las décadas anteriores a 1990, ideas y prácticas ácratas van a tener una audiencia que hacía tiempo les era desconocida, aunque ello no generase un auge inmediato o sin mayores trámites. A veces operaron influencias de fuera del área continental, cuando fue claro que el pensamiento y acción de lo más llamativo en el resto del mundo referido a reactivación de las luchas sociales, organización colectiva que superase los fallidos modelos leninistas, o definición de propuestas revolucionarias consecuentes, venía en medida creciente del campo libertario. A esto se une el descubrimiento que distintos actores sociales, en contextos diferentes, hacían ahora tanto de las ideas del anarquismo como de su historia en nuestros países, pues en la izquierda se estaba debilitando la excluyente hegemonía doctrinal del marxismo y sus parciales. Así, a lo largo de un lapso que llega hasta hoy y cubre todos los confines de América Latina, un ascendente número de activistas, de jóvenes con preguntas e inquietudes, de mujeres, de indígenas, de estudiantes, de trabajadores, de personas con curiosidad intelectual, se acercan al ideal anarquista con interés que solo tiene precedentes en el que despertó a comienzos del siglo XX.
Hacia 1995-1996, cuando Internet
era novedad solo al alcance de una minoría en nuestros países, empieza a usarse
como vía de contacto, intercambio y difusión del anarquismo. Resultó medio muy
adecuado para esos fines, así que cuando en los años siguientes la red de redes
se abre paulatinamente hasta llegar a un uso bastante extendido entre la
población, resulta herramienta muy valiosa en este resurgir del anarquismo.
Ello no solo por las posibilidades de comunicación instantánea, o de
intercambiar información en amplios volúmenes y a costos cada vez más bajos,
sino porque ha fomentado modos de relación horizontal, coordinación no
jerárquica y acción en red que son prácticas anarquistas de siempre.
Renaciendo de las cenizas
Vivimos en los 20 años recientes un
retorno del anarquismo latinoamericano, con precisos y comprobables
indicadores: multiplicación de publicaciones periódicas (impresas y virtuales),
junto a reanimados esfuerzos para difundir libros y folletos libertarios
clásicos o de reciente escritura; el continuo brote de colectivos y espacios de
inspiración ácrata (aun en lugares sin antecedentes anarquistas); plurales y
creativas expresiones de ciberactivismo; notoria reaparición de la militancia,
las propuestas y los símbolos del anarquismo en distintas situaciones concretas
de la lucha social; manifestaciones vivaces y reconocibles en los más diversos
ámbitos de la cultura, sea en las artes figurativas, en los escenarios, en la
música, en la literatura, en la investigación y reflexión socio-histórica. Todo
lo dicho evoca de alguna manera al panorama libertario continental de hace un
siglo, pero resalta una diferencia cardinal: falta la primacía del enfoque y la
acción anarcosindicalista que hubo en ese entonces. No cesan hoy los esfuerzos
por recuperar en algo una presencia antaño tan visible, pero contrasta lo lento
de esa recuperación en el medio laboral con la alentadora perspectiva en otros
campos.
El cuadro del anarquismo en el
Nuevo Mundo se completa con la referencia a las tensiones y retos con que debe
lidiar hoy, señalando antes tres fuentes para esta reflexión. En primer lugar,
el libro póstumo del recordado compañero Daniel Barret, Los sediciosos despertares de la anarquía (2011), que opino
contiene el examen más acabado que se ha hecho sobre las realidades y tareas a
afrontar hoy por el movimiento anarquista latinoamericano. La segunda
referencia es la lista de correo electrónico Anarqlat, que desde 1997 es foro virtual de intercambio para el
movimiento libertario continental, por lo que allí se ha manifestado en modo
importante su historia reciente. El tercer soporte está en la Web del periódico venezolano El Libertario, en cuya sección 'textos' hay diversos y densos trabajos
en torno a la actualidad del anarquismo latinoamericano, más un dossier que
recopila lo publicado sobre ese tópico en la edición impresa de este vocero
ácrata.
Aprender de la historia, construir
autonomía
La reciente publicación de obras
que abren rumbos para reconstruir la memoria del anarquismo en el área,
contribuye al avance del conocimiento histórico y a esclarecer debates entre
eruditos, pero para nosotros es muy importante en la recuperación de la
capacidad de exponer interpretaciones propias y pertinentes sobre la sociedad,
la política y la cultura de nuestros países, lo que requiere una comprensión
cabal de lo que hemos sido, lo que somos y lo que aspiramos ser. Necesitamos de
una historia rescatada de las trampas positivistas, liberales o marxistas, y
también se impone el conocimiento y profundización re-creadora en cuanto al
ideal ácrata, venciendo prejuicios contra el saber y la capacidad intelectual ajenos
a la tradición anarquista de gente que lee para reflexionar, debatir y
construir la utopía posible. Esto viene muy al caso para el presente y futuro
del anarquismo continental, pues debemos reconstruir y hacer avanzar un
pensamiento-acción propio, diferente no sólo a lo que plantean nuestros obvios
adversarios de la derecha, sino de lo que propone un marxismo que en distintos
lugares del continente funge ahora de gestor del Estado y garante de los
intereses del capitalismo globalizado, rol que sus variopintos exponentes
cumplen por igual pese a diferencias en el maquillaje.
Sería desastroso si el anarquismo
es incapaz de definir ese curso autónomo que fue una de sus fortalezas en el
pasado, lo que de ningún modo significa aislarse sino mantener el propio perfil
y no diluir nuestros objetivos específicos. Ya dijimos que es su obligación
re-crearse para enfrentar las nuevas circunstancias, pero desnaturaliza su
identidad si lo hace buscando eficacia en las agotadas plataformas
organizacionales del leninismo, si promueve un anti-imperialismo donde el grito
de denuncia al agresivo intervencionismo yanqui se calla frente a otras
potencias imperiales de similar talante, si cuestiona al capitalismo privado
para excusar al capitalismo estatal, si aceptase que los avances en la
conquista del pan disculpan los retrocesos en la conquista de la libertad, si
propone que con la tolerancia y aun patrocinio de «Estados progresistas» es
posible erigir «poder popular». En fin, si el anarquismo recae en vías que
condujeron al marxismo a fracasar como opción de cambio revolucionario
positivo, paradójicamente daría razón a los augurios del autoritarismo rojo
sobre la imposibilidad del socialismo libertario.
Ni populismo, ni aislamiento, ni
pasividad
Desde los años de 1930 y 40 el
anarquismo latinoamericano tiene un reto pendiente: cómo enfrentar con éxito a
la demagogia del populismo nacionalista, que en sus mudables variantes es aún
figura dominante de la escena política continental. La actual oleada de «gobiernos
progres» es la nueva mascarada de ese viejo oponente, ante la cual es vital
contestar con respuestas específicas en lo práctico y bien articuladas en lo
teórico, que hagan patente a ojos del colectivo el fraude de esos pretendidos
logros estatales y supuestas buenas intenciones de los gobernantes, promoviendo
y actuando para construir desde abajo salidas realistas de acción autónoma,
ajenas a las disputas por el manejo del Estado e independientes de las
instituciones de poder. Estas ideas generales (y su ejecución práctica)
requieren aún de mucha reflexión y trabajo por parte del movimiento ácrata
latinoamericano, en lo que sin duda no hay lugar para repetir pifias marxistas,
tampoco de ignorar por ahora y dejar para después, ni para optar por la
tolerancia cómplice o por apoyar como aliados menores a populistas «menos malos»,
aquellos que se dicen de izquierda o socialistas. Evidencia de lo urgente de
tal desafío, de las confusiones que genera y del persistente daño que el
anarquismo ha sufrido por no descifrarlo, es que ahora tengamos que lidiar con «anarco-chavistas»
en Venezuela, como si no bastasen las lamentables parodias del «anarco-peronismo»
[Argentina], el «anarco-battlismo» en Uruguay y el «anarco-castrismo» cubano.
Hay algo esencial para que el
esperanzador retorno ácrata termine de arraigar: consolidar el anarquismo como
herramienta valedera y constructiva para las luchas sociales autónomas de hoy,
que además las oriente hacia la perspectiva de revolución inherente al ideal
libertario. Sin duda que los impulsos del vigente renacimiento en América
Latina tuvieron su raíz coyuntural en procesos de la cultura de masas como la
difusión del punk, intelectuales como
la revitalización del interés por las ideas ácratas, y políticos como la
irrupción neozapatista desde 1994 y el auge del movimiento antiglobalización a
partir de Seattle en 1999, pero si luego han podido mantenerse es porque en
diversos modos va logrando conectarse con demandas y conflictos colectivos,
como verificará cualquiera que recorra el panorama contemporáneo del activismo
y la lucha social continental. Aun cuando no sean todo lo sólidas y extendidas
que quisiéramos, esas conexiones existen, ofreciéndonos una posibilidad que es
imperdonable dejar pasar.
Comparto la afirmación de que el
anarquismo será acción social o no será. Postergar o subordinar esa acción en
favor de los hechos ejemplarizantes, de la profecía y ensayo de "días de
furia", de un personal "estilo de vida libre" que llega a ser
pretexto contra la solidaridad, de aislarse en un anarquismo para el cultivo
intelectual o el goce estético, condenaría a nuestro ideal a la esterilidad e
inercia.
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