martes, 6 de diciembre de 2016

Necesitamos buenas alforjas para el desafío de conformar un fuerte sindicalismo revolucionario


Por JULIO F.
(CNT Gráficas – Madrid)

Me agrada profundamente que se dé en estos tiempos un debate sobre el papel del sindicalismo como elemento de transformación social. Y está muy bien desearlo en estos momento cuando existe un cierto ambiente entre la izquierda que menosprecia su capacidad como elemento imprescindible y que lo relega a algo que ya le ha pasado su tiempo. Algunos resabios de esto me hicieron pensar la frase de Pepe Gutiérrez-Álvarez que dice que el sindicalismo revolucionario vendrá del ejemplo de las Mareas o de luchas concretas que convergerán en plataformas donde el sindicato estará en segundo plano. Considero que la reflexión para que esos deseos de grandes sindicatos potentes y amplios, capaces de arrancar mejoras y estar listos para controlar la economía de un país, debe pasar por analizar qué está pasando actualmente con ciertas cuestiones que en su tiempo posibilitaron su desarrollo y lo pueden volver hacer: cultura de lucha y de clase, militancia y ética, estrategia e inteligencia colectiva, economía de fuerzas y amplitud de miras.


Bases

«La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos». Esta frase concentra el pensamiento que debe regir las bases de un sindicalismo revolucionario. Somos muy buenos en pensar cómo será la futura sociedad pero nefastos en ver las cosas que puedan formar los ritmos sociales con los que podamos estructurar una comunidad solidaria y revolucionaria.

Y el ejemplo lo tenemos reciente. ¿Cómo ha podido generar la PAH y grupos de vivienda esa cultura de lucha y ese imaginario social, con sus limitaciones, favorable en amplias capas de la sociedad que responda a unos parámetros de justicia, lucha y solidaridad? Mi respuesta no puede ser otra que cuando responde a problemas comunes, concretos y ha generado una dinámica que pasa del activismo a la militancia. En otras palabras, cuando luchar contra injusticias tuyas o ajenas forma parte de tu vida cotidiana tanto igual que ir a comprar la barra del pan, ir a tapear con tus amigos o hacer una parrillada con familiares y amistades junto a compañeros del sindicato, por poner algunos ejemplos.

Es cierto que sufrimos un constante ataque mediático para desclasarnos o perder los símbolos con los que en otros tiempo formábamos nuestra identidad como clase y como comunidad que se arropaba cuando alguien tenía un problema o se quería mejorar el barrio o las condiciones laborales. Pero precisamente por ello debemos reencontrarlos en el presente y con sus nuevas formas o palabras. Emanciparse como clase, como trabajador y trabajadora es una idea de base que conforma unas formas de actuar y hacer, pues ha de trabajarse en colectivo, tener iniciativa, aprender, participar y no querer doblegarse para en un momento dado regir sin jefes el destino de la economía y la sociedad.

Compromiso y participación

Hay una cierta lógica instalada en los mundos de la izquierda y el del anarquismo en particular, que es el que más conozco, donde pareciera que la lucha es una cuestión binominal, o se es consumista y pasota o alguien ultramilitante o supercomprometido. No existen ahí grados ni grises y considero esto un grave error que no nos permite avanzar ni evaluar en qué estamos errando con más propiedad.

Esta voluntad de participación, con distintos porcentajes, no sólo para la toma de decisiones sino en las acciones, coordinación, preparación táctica o estratégica de campañas o luchas ha de tratarse de modo inclusivo y propositivo. Y esto encaja perfectamente en parámetros democráticos y de trabajo en red, pues un sindicato no deja de ser una organizada red de solidaridad y apoyo mutuo. Siempre habrá quien participa más y quien lo hace menos y precisamente por eso hay que tener claro los mecanismos o formas para que quienes están más en todo tengan herramientas para ser más inclusivos y repartan tareas o puedan hacer que participen en pequeñas cosas a quienes no lo están tanto. Eso hace cohesión y sentido de utilidad, que las cosas sirven y uno se siente parte de ello y, por lo tanto, acaba identificándose como parte del grupo y del sindicato.

Para favorecer pues esta participación es muy importante la planificación a largo plazo, a medio y corto. Si eliges el trabajo y desarrollas unas pautas importantes generales de guía vas a eliminar tiempo improductivo y asambleas innecesarias que se pueden destinar a grupos de trabajo que desarrollan y hacen, hacen y hacen. Y ahí es donde es sencillo ir introduciendo a compañeros menos participativos o que no forman parte de los veteranos que llevan las partes más pesadas o de responsabilidad interna de un sindicato. Además también hay que tener en cuenta que hacer acción sindical en tu empresa, incluso de forma planificada, ya consume un tiempo y energía considerable de militancia. Si además añadimos cuestiones barriales definitivamente la planificación y la seriedad con lo que hacemos es una obligación. La eficiencia democrática de la organización es pues una cuestión de asambleas, reuniones y comités, de tener claro un tiempo regular de toma de acuerdos generales y de los miles acuerdos de gestión para desarrollarlos. Tener pocas asambleas y muchas reuniones es algo que se va dar natural con una masificación del sindicato.

Otro punto reside en la formación: si no contamos con cuadros militantes y gente preparada para saber los mecanismos que tenemos para defendernos y como trabajar en cada sector económico no vamos a conseguir ser una referencia para los demás trabajadores. Y sin esto no hay revolución posible. Además, deben de poder a su vez formar a más gente de tal forma que todos puedan llegar a ese mismo conocimiento, hablando de cuestiones básicas o algo complejas pero que no llegan al conocimiento que muchas veces pueda tener alguien especializado en algún área como abogados y economistas, por ejemplo.

También debemos afrontar que existen de facto liderazgos informales, personas que son más carismáticas o tienen un cierto don para ser influyentes entre los grupos de trabajadores. Traernos este perfil y que enfoque sus habilidades de forma colectiva reforzará nuestras ideas e influencia sindical en sectores y empresas. Estos compañeros tienen un rol importante de animadores e incluso dinamizadores de procesos internos de los sindicatos o colectivos de trabajadores.

Alianzas y estrategias

Una obviedad es que no contamos con la masividad ni profundidad organizativa como en los años 30 y precisamente porque el momento actual es nuestro, con sus peculiaridades, hay que tener amplitud de miras y saber aglutinar sectores que luchan. Tender a la unidad para ganar conflictos laborales y sociales es una necesidad de nuestra clase porque nos hace fuertes frente a los deseos de empresarios, banqueros y gobiernos de turno. Además nos posibilita imaginar construyendo un futuro emancipador.

Hablo de alianzas porque la fragmentación sindical en nuestro país es un hecho y porque el sindicalismo revolucionario no es hegemónico a nivel social. Por tanto se ha de buscar formas con las que trabajar con otros para conseguir objetivos que deseamos en diferentes tiempos. A nivel de empresa, a nivel de convenios colectivos, en áreas que tienen que ver con sectores públicos, en cuestiones de vivienda, etc...

Esa idea general que nos trasmitió las «Marchas de la Dignidad» de la confluencia y objetivos comunes debe dar otro paso más, conformar planes de trabajo (constructivos y concretos) más allá de las manifestaciones, ya que éstas son demostraciones de fuerza y apoyo, puntuales, de unas series de exigencias o ideas y no son parte de un trabajo diario. Para ello hay que poner sobre la mesa nuestras plataformas reivindicativas y llegar a consensos que formen un bloque frente a empresarios y gobiernos de turno. Lo considero, como mínimo, un paso necesario para revitalizar el sentido cultural de pertenencia a una misma clase popular que se organiza y apoya. Y esto es lo más cercano a la realidad actual que la creación de «Un Gran Sindicato» propuesto por J. L. Carretero.


Creando músculo

Si tenemos la idea de un sindicalismo que pueda transformar la sociedad a gran escala también debemos pensar en herramientas y redes que en conjunto posibiliten esta misma. Es por eso que comparto con compañeros como Lluís Rodríguez la necesidad de construir cajas de resistencia en los sindicatos y no creo necesario aportar más datos que los que ha enumerado él en su artículo. Tenerlas favorece que colectivos de trabajadores tengan la capacidad de afrontar un duro conflicto como es una huelga sostenida en el tiempo de forma más eficiente, además combate el miedo a verse sin el sostén económico para mantenerse a sí mismo o su familia. Sin olvidar por ello que el punto central es la iniciativa y voluntad popular para querer revertir o mejorar situaciones de injusticia o condiciones de trabajo en las empresas, es pues que la caja de resistencia usada con inteligencia favorece una cultura de avance, solidaridad y lucha, además que posibilita aglutinar mayores sectores y grupos de trabajadores por medio del ejemplo práctico.

Relacionado con lo anterior y en marco de una vuelta a ganar más poder sindical y control en la contratación de personal en las empresas, las bolsas de empleo son un elemento de exigencia en el pulso de las negociaciones colectivas sectoriales o de empresa a empresa. Con esta estrategia el sindicalismo puede volver a recuperar la confianza y simpatía de amplias capas de trabajadores que están desempleados o son temporales endémicos.

El cooperativismo obrero y de izquierdas en nuestro país ha ido haciendo buenos progresos desde una de las entidades de más referencia como es Coop57, representan una manera de aglutinar a los trabajadores para controlar parcelas de la economía dentro del marco capitalista desde un enfoque socialista. El sindicalismo revolucionario que también apuesta por fomentar las cooperativas debería ser consciente y habilitar puentes de entendimiento con ellas. Teniendo en cuenta una perspectiva de dar cobertura a las necesidades básicas y fomentar que la circulación monetaria sea acumulada preferiblemente por nuestra clase que por las multinacionales, recuperar entidades como los economatos dentro de los sindicatos es un cimiento más que necesario para volver a una cultura colectiva que entrelaza las organizaciones sindicales con otros aspectos no estrictamente laborales y preocupaciones que más se han acentuado con la llamada crisis y las políticas gubernamentales de precarización de las clase popular.

Centrar el esfuerzo

Siendo sinceros con nosotros mismos, no contamos hoy con grandes recursos económicos y multitudes de brazos para emprender todos y cada uno de los proyectos que deseamos, o para intervenir en todas y cada una de las luchas que son transversales, injustas o ponen en riesgo las condiciones de vida de nuestra clase social trabajadora (con o sin empleo).

Aunque estoy de acuerdo con Ruymán Rodríguez en darle la importancia que tienen las luchas de vivienda o aquellas que se salen de la relación laboral, no estoy de acuerdo en que el foco prioritario de los esfuerzos se salga del campo económico de las empresas. Nos enumera una serie de ejemplos históricos donde el anarcosindicalismo de los años 30 intervino con huelgas de alquileres, mutuas obreras o red de escuelas y ateneos. Pero, en el relato no evidencia que eso se pudo dar por los miles de afiliados con sus cuotas y la dinámica que ejercía su poder sindical en el entramado empresarial que se reflejaba a su vez en las comunidades obreras de los barrios. Si hoy en día muchos de los trabajadores no cuentan con sindicato alguno en su trabajo o por otro lado donde si los hay siguen o se conforman con sindicatos como CCOO o UGT no es porque «han sido fabricados a conciencia por el Sistema» sino porque no existe en sus centros de trabajo un cambio, una alternativa o unos sindicatos que representen un relato diferente en lo cotidiano y sean útiles para defenderse o ganar mejoras laborales y sociales; por lo tanto abandonarlo porque los sindicatos que quieren ser ese cambio no lo están haciendo bien no es una solución, sino el intentarlo de otras formas más eficientes con el ejemplo de otros sindicatos de otras localidades.

Quienes estamos en procesos de crecimiento e implantación de sindicatos, constatamos que hay una carga de trabajo para desarrollar tareas prácticas de acción sindical y formativas de la afiliación que consumen la capacidad de hacer más allá de los objetivos que se han acordado realizar, sin embargo, esto no elude que también tengamos fuerza, si bien no para impulsar, si para solidarizarnos o aportar recursos de infraestructura, logística, difusión y económicos para distintas luchas que compartimos. Si el sindicato aumenta en implantación sectorial y territorial lo hará también su capacidad de intervención en otros campos y entrará en contacto más seguido con nuevas realidades que ya están en marcha por fuera de esta, como son las redes de cooperativas, asociaciones barriales, colectivos de vivienda, etc…


No quiero acabar sin mencionar que estamos asistiendo en la actualidad a un aumento de la capacidad de asumir luchas sindicales [y sociales] por parte de grandes colectivos de trabajadores y de conseguir victorias desde el anarcosindicalismo de forma eficaz, lo que da muestra de una maduración de nuevas generaciones formadas y con experiencia que pueden asumir el desafío de conformar un sindicalismo revolucionario numeroso en el que todos sumamos y avanzamos, creámonoslo.

29/11/2016

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