Por ÉMILE ARMAND
Respecto de la familia, el anarquista se halla en profundo desacuerdo con las ideas dominantes, las cuales basan aquélla sobre bienes con gran frecuencia puramente circunstanciales y que conceden al padre una autoridad tiránica, como la de dirigir la educación del niño, inclinándolo a una carrera dada, falseando las más de las veces su porvenir intelectual y moral. Casi todos los padres tienden a hacer de sus hijos, considerados como otra forma de la propiedad, no seres capaces de pensar por sí mismos y reaccionar contra las influencias hereditarias, no focos de iniciativa, sino fotografías o reproducciones reflejando las ideas y los gestos progenitores. Basta que un niño no sienta afinidad familiar y que a los veinte años haga gala de ideas contrarias a las aprendidas en el hogar para que sea tachado de mal sujeto y acusado de baldón de los suyos.
El anarquista sabe que, producto de la fecundación del huevo por el espermatozoide, toda criatura, por una aplicación algo oscura de los fenómenos del atavismo, reproduce los rasgos del carácter de sus ascendientes, a veces muy lejanos, que los resume o los mezcla a los de sus padres o parientes más inmediatos y que no es sorprendente que algunas de estas características hagan irrupción en el medio familiar y obliguen al inadaptado o mala cabeza a buscar un nuevo terreno más favorable a su desarrollo.
Creerse en el derecho de dirigir la vida ulterior de un vástago, porque durante algún tiempo se le ha asegurado la subsistencia, es para el anarquista tan tiránico como la pretensión de algunos patronos que, por el hecho de proporcionar el trabajo, quisieran imponer a sus asalariados la obligación de asistir a misa.
La verdadera familia es la que se une por afinidad de ideas, caracteres y temperamentos y aunque tal pueda suceder también por la única base del lazo genital, lo cierto es que toda presunción autoritaria perjudica al buen acuerdo entre sus miembros. Dicho esto, se comprenderá que el anarquista es adversario únicamente del concepto estrecho que hoy se aplica a la familia.
El anarquismo individualista
(1916)
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