martes, 9 de diciembre de 2014

Manifiesto del Día Internacional del Laicismo y la Libertad de Conciencia

 

El empuje creciente del movimiento laicista internacional por una sociedad más libre y democrática, requiere que sus reivindicaciones tengan un reflejo, además de simbólico, significativo y de agitación social, estableciendo una fecha donde conmemorar el «Día Internacional del Laicismo y de la Libertad de Conciencia» que se celebre, anualmente, en entornos mundiales cada vez más amplios y reconocidos.

En este marco, Europa Laica ha establecido desde 2012 la fecha del 9 de Diciembre de cada año, como la de conmemoración de este día.

La razón que nos llevó a señalar esta fecha tiene su origen primigenio en la correspondiente del 9 de diciembre de 1905 de proclamación de la ley francesa de «Separación del Estado de las religiones» que supuso un hito mundial en este terreno, siguiendo la estela de la Declaración de los «Derechos del Hombre y del Ciudadano» de 1789. Pero, además de ello, la fecha elegida tiene, en nuestro país, el alto valor simbólico y de reconocimiento a la fecha del 9 de diciembre de 1931, de proclamación de la Constitución de la II República española, que supuso una ley de leyes de neto carácter laicista (la primera más nítida de esas características a nivel mundial) en la senda de la ley francesa y superando constituciones laicistas latinoamericanas. El reconocimiento de la Libertad de Conciencia en esta Constitución fue incluso anterior al que posteriormente se estableció, 17 años más tarde, en la «Declaración Universal de los Derechos Humanos» de 1948 (10 de diciembre), siendo el día 9, víspera de esta conmemoración a nivel mundial.

Estas son las razones básicas que nos impulsan, desde Europa Laica (España) a fijar la fecha del 9 de diciembre como «Día Internacional del Laicismo y de la Libertad de Conciencia», en base al siguiente:

MANIFIESTO-DECLARACIÓN DE 2014

En este «día internacional del laicismo y de la libertad de conciencia» de 2014, denunciamos la vulneración que en todo el mundo se hace del derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y expresión, fruto en muchos casos de la enorme influencia que las confesiones religiosas mantienen hacia los gobiernos, de forma muy diversa, marcando las políticas económicas, educativas, jurídicas, etc., en mayor o menor grado. Incluso, en pleno siglo XXI, hay Estados teocráticos y confesionales, en donde el dogma religioso es a su vez la ley civil y en donde el crimen contra la libertad de conciencia y todo tipo de derechos de ciudadanía, quebrantan el Estado de Derecho con toda impunidad.

Queremos reflexionar, compartir un sueño, una utopía universal, un proyecto político y jurídico, en donde la laicidad de las instituciones y la libertad de conciencia inunden todos los pueblos de la Tierra, con un total respeto hacia todo tipo de convicciones, en el marco de los principios democráticos, de justicia, de igualdad y de no discriminación, que proclama la Declaración Universal de los Derechos Humanos

Porque apostamos por la construcción colectiva, como ciudadanas y ciudadanos libres e iguales; porque defendemos la palabra, la racionalidad y la libertad de expresión como instrumento de comunicación y progreso en las ideas; porque apostamos por el respeto a la libertad de pensamiento y conciencia, como elementos básicos para la convivencia y la emancipación del ser humano; porque apostamos por una ética humana común a todas las personas; porque apostamos por la igualdad y la dignidad de todos los seres humanos libres de fronteras, libres de discriminaciones; porque apostamos por un espacio común integrador de cuantas personas lo comparten; porque apostamos por la igualdad real ante la ley, la justicia social y la defensa de los derechos humanos universales.

El Laicismo es sinónimo de Democracia y supone una apuesta por lo público, por la 'res pública', marco común de derechos y deberes ciudadanos, donde se dote de forma universal y sin exclusiones, de los servicios necesarios para una vida digna para todas las personas (educación, sanidad, asistencia social, vivienda, justicia...).

En este año 2014

Expresamente condenamos la impunidad con la que el Estado español trata a las víctimas de los crímenes internacionales o de lesa humanidad cometidos a partir del «golpe de Estado» fascista y nacional-católico que derivó en la guerra y la dictadura. Hechos que también significan una atrocidad contra la libertad de conciencia, de pensamiento y expresión, y cuyos autores han vivido y aún viven en la más absoluta impunidad. Las recomendaciones de la ONU al Estado español, los exhortos de los tribunales de Ginebra, Estrasburgo y Buenos Aires, así como el pronunciamiento de numerosas entidades defensoras de los derechos humanos, insisten en la necesidad del reconocimiento político y jurídico de las víctimas del franquismo, y por tanto como sujetos de derechos, de manera que se permita juzgar dichos crímenes en el propio Estado español estableciendo los principios de Verdad, Justicia, Reparación (y no repetición), que aún se les debe. La creación de una Comisión oficial de la Verdad, con carácter y eficacia institucional, debe ser un instrumento para acabar con la justificación histórica y política de la barbarie.

Además y en la línea manifestada en años anteriores

Queremos reconquistar la idea originaria de la política, como forma de organización colectiva de nuestra sociedad, recuperando la soberanía, hoy arrebatada por los poderes económicos, financieros, religiosos o políticos. Una soberanía ciudadana que nos permita la toma de decisiones libre y responsablemente.

Deseamos que las personas decidan sus normas colectivas, sin las imposiciones morales de cualquier doctrina religiosa o ideológica de cualquier naturaleza.

Aspiramos a un modelo de Escuela y Universidad Públicas y Laicas, donde el conocimiento se construya desde la racionalidad, desde los métodos científicos y la filosofía humanista, no desde las creencias, que ya cuentan con sus propios lugares de culto: iglesias, templos, mezquitas, sinagogas...

Queremos, una efectiva orientación y formación afectivo-sexual para todas las personas y la libre decisión de las mujeres a la interrupción voluntaria del embarazo. Y como defensores de una vida digna, también queremos una muerte digna, mediante el derecho a la eutanasia.

Exigimos un ámbito público institucional libre de simbologías particulares. Que los rituales civiles, con motivo de acontecimientos importantes, puedan tener su expresión neutral, con independencia de las ceremonias religiosas o de otra naturaleza ideológica, de quienes compartan una creencia particular. En esta línea reclamamos que los responsables políticos, en función de su responsabilidad pública, no utilicen símbolos religiosos, para prometer sus cargos, ni participen, de forma oficial, en acontecimientos de carácter religioso.

Pretendemos la neutralidad del Estado (de los Estados) en materia de convicciones. Para lo que debe eliminarse todo tipo de identificación, real o aparente, de éste, con cualquier convicción particular y, por lo tanto, debe suprimirse cualquier privilegio económico, tributario, jurídico, simbólico, etc. de las confesiones religiosas. Reclamamos, por tanto, una clara separación entre las religiones y los Estados. De ahí que Apostemos por una lucha permanente por la construcción de Estados verdaderamente laicos.

Queremos un espacio común y público de solidaridad, justicia social y compromiso, frente a la voracidad privatizadora del capitalismo depredador y frente a todas formas de beneficencia y de caridad.

Reclamamos iniciativas transformadoras que busquen la completa emancipación de la persona y la implantación —rea— de los principios republicanos de libertad, fraternidad, igualdad y solidaridad, así como el ejercicio efectivo de todos los Derechos Humanos.

Estamos en deuda con quienes han luchado por un mundo más habitable, pacífico, libre y han construido discursos cada vez más creíbles y necesarios, en los que se ha dado cabida a la diversidad humana en sus multiplicidad de convicciones.

Nuestro desafío consiste en extender el COMPROMISO con el LAICISMO, o lo que es lo mismo, con la Democracia Participativa, con los Derechos Cívicos y con las libertades, a personas, instituciones y organizaciones.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Valladolid: ciudad medieval. Al Toro de la Vega y al Alcalde se le suma ahora un exorcista

Auto de fe en la Plaza Mayor de Valladolid
a principios del siglo XIX.
8/12/14

Lo que faltaba a Valladolid: tener un exorcista. Al Toro de la Vega y al Alcalde León de la Riva se les ha sumado estos días un exorcista para que Valladolid se haga merecedora a los títulos de 'Ciudad Medieval' o 'Reserva Espiritual de Occidente'.

El drama vivido por una menor de Burgos, que sufre una enfermedad mental relacionada a una anorexia, ha sacado a la luz al sacerdote Jesús Hernández Sahagún: presbítero exorcista de la diócesis de Castilla y León, además de confesor en la catedral, capellán en el convento de las Las Salesas o del Centro Penitenciario, según informaciones aparecidas en Diario de Valladolid.

Jesús Hernández ha reconocido haber sometido a la menor de Burgos a 13 rituales en el altar del convento de San Joaquin y Santa Ana de Valladolid. Lo que para él es «algo muy sagrado» para la mayoría es simplemente brujería, más propio de tomárselo a risa o digno argumento de una película de Álex de la Iglesia, si no fuera porque hay una víctima.

Este nuevo personaje que ha irrumpido casi con la fuerza mediática que el 'pequeño Nicolás', es un viejo conocido en los ambientes más 'carcas' de la ciudad en la que pasa por ser un preconciliar, un precientífico, un premorderno... y hasta un suplantador, ya que en los años 80 impartió clase de Filosofía a los alumnos de tercero de BUP en el colegio El Salvador de la plaza de San Pablo sin estar acreditado, pues carecía de titulación.

Uno de sus alumnos recuerda que el entonces profesor ilegal y hoy exorcista se saltó del programa el tema de Lógica, algo que no tenía cabida en una mente como la suya. Jesús Hernández era en aquella época también profesor de religión en el colegio de la familia de los Enciso, cerrado en 2003.

domingo, 7 de diciembre de 2014

«El Éxodo no existió», afirma el arqueólogo Israel Finkelstein

[Ya que en estas fechas se estrena la película de Ridley Scott: Exodus: Dioses y reyes, otra versión más del relato bíblico, hace años el arqueólogo israelí I. Finkelstein nos demostró que tal evento, y otros, nunca ocurrió. Ya nos recordaba el filósofo sefardí B. Spinoza que la Biblia es un 'cuento chino'...]

Sus investigaciones han revolucionado la disciplina de la arqueología bíblica

25 de enero de 2006

TEL AVIV.- Israel Finkelstein es un hombre de suerte: aunque sus trabajos de arqueología cuestionan el origen divino de los primeros libros del Antiguo Testamento, judíos y católicos acogen sus hipótesis con auténtico interés y, curiosamente, no lo estigmatizan.

Este enfant terrible de la ciencia revolucionó la nueva arqueología bíblica cuando afirmó que la saga histórica relatada en los cinco libros que conforman el Pentateuco de los cristianos y la Torá de los judíos no responde a ninguna revelación divina. Dijo que, por el contrario, esa gesta es un brillante producto de la imaginación humana y que muchos de sus episodios nunca existieron.

El Pentateuco «es una genial reconstrucción literaria y política de la génesis del pueblo judío, realizada 1.500 años después de lo que siempre creímos», sostiene Finkelstein, de 57 años, director del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv.

Añade que esos textos bíblicos son una compilación iniciada durante la monarquía de Josías, rey de Judá, en el siglo VII a.C. En aquel momento, ese reino judío del Sur comenzó a surgir como potencia regional, en una época en la cual Israel (reino israelita del Norte) había caído bajo control del Imperio asirio.

El principal objetivo de esa obra era crear una nación unificada, que pudiera cimentarse en una nueva religión. El proyecto, que marcó el nacimiento de la idea monoteísta, era constituir un solo pueblo judío, guiado por un solo Dios, gobernado por un solo rey, con una sola capital, Jerusalén, y un solo templo, el de Salomón. En sus trabajos, que han marcado a generaciones de la nueva escuela de la arqueología bíblica, Finkelstein establece una coherencia entre los cinco libros del Pentateuco: el Génesis, el Éxodo, el Levítico, los Números y el Deuteronomio. Los siglos nos han traído esos episodios que relatan la creación del hombre, la vida del patriarca Abraham y su familia —fundadores de la nación judía—, el éxodo de Egipto, la instalación en la tierra prometida y la época de los Reyes. Según Finkelstein, esos relatos fueron embellecidos para servir al proyecto del rey Josías de reconciliar a los dos reinos israelitas (Israel y Judá) e imponerse frente a los grandes imperios regionales: Asiria, Egipto y Mesopotamia. El arqueólogo recibió a LA NACION en la Universidad de Tel Aviv.

—Durante más de veinte siglos, los hombres creyeron que Dios había dictado las Escrituras a un cierto número de sabios, profetas y grandes sacerdotes israelitas.

—Así es. Para las autoridades religiosas, judías y cristianas, Moisés era el autor del Pentateuco. Según el Deuteronomio, el profeta lo escribió poco antes de su muerte, en el monte Nebo. Los libros de Josué, de los Jueces y de Samuel eran archivos sagrados, obtenidos y conservados por el profeta Samuel en el santuario de Silo, y los libros de los Reyes venían de la pluma del profeta Jeremías. Así también, David era el autor de los Salmos y Salomón, el de los Proverbios y el del Cantar de los Cantares.

—¿Y sin embargo?

—Desde el siglo XVII, los expertos comenzaron a preguntarse quién había escrito la Biblia. Moisés fue la primera víctima de los avances de la investigación científica, que planteó cantidad de contradicciones. ¿Cómo es posible —preguntaron los especialistas— que haya sido el autor del Pentateuco cuando el Deuteronomio, el último de los cinco libros, describe el momento y las circunstancias de su propia muerte?

—Usted afirma que el Pentateuco fue escrito en una época mucho más reciente.

—La arqueología moderna nos permite asegurar que el núcleo histórico del Pentateuco y de la historia deuteronómica fue compuesto durante el siglo VII antes de Cristo. El Pentateuco fue una creación de la monarquía tardía del reino de Judá, destinada a propagar la ideología y las necesidades de ese reino. Creo que la historia deuteronómica fue compilada, durante el reino de Josías, a fin de servir de fundamento ideológico a ambiciones políticas y reformas religiosas particulares.


—Según la Biblia, primero fue el viaje del patriarca Abraham de la Mesopotamia a Canaán. El relato bíblico abunda en informaciones cronológicas precisas.

—Es verdad. La Biblia libra una cantidad de informaciones que deberían permitir saber cuándo vivieron los patriarcas. En ese relato, la historia de los comienzos de Israel se desarrolla en secuencias bien ordenadas: los Patriarcas, el Éxodo, la travesía del desierto, la conquista de Canaán, el reino de los Jueces, el establecimiento de la monarquía. Haciendo cálculos, Abraham debería de haber partido hacia Canaán unos 2.100 años antes de Cristo.

—¿Y no es así?

—No. En dos siglos de investigación científica, la búsqueda de los patriarcas nunca dio resultados positivos. La supuesta migración hacia el Oeste de tribus provenientes de la Mesopotamia, con destino a Canaán, se reveló ilusoria. La arqueología ha probado que en esa época no se produjo ningún movimiento masivo de población. El texto bíblico da indicios que permiten precisar el momento de la composición final del libro de los Patriarcas. Por ejemplo, la historia de los patriarcas está llena de camellos. Sin embargo, la arqueología revela que el dromedario sólo fue domesticado cuando se acababa el segundo milenio anterior a la era cristiana y que comenzó a ser utilizado como animal de carga en Oriente Medio mucho después del año 1000 a.C. La historia de Josué dice que la caravana de camellos transporta «goma tragacanto, bálsamo y láudano». Esa inscripción corresponde al comercio realizado por los mercaderes árabes bajo control del Imperio asirio en los siglos VIII y VII a.C. Otro hecho anacrónico es la primera aparición de los filisteos en el relato, cuando Isaac encuentra a Abimelech, rey de los filisteos. Esos filisteos —grupo migratorio proveniente del mar Egeo o de Asia Menor— se establecieron en la llanura litoral de Canaán a partir de 1200 a.C. Esos y otros detalles prueban que esos textos fueron escritos entre los siglos VIII y VII a.C.

—El heroísmo de Moisés frente a la tiranía del faraón, las diez plagas de Egipto y el éxodo masivo de israelitas hacia Canaán son algunos de los episodios más dramáticos de la Biblia. ¿También eso es leyenda?

—Según la Biblia, los descendientes del patriarca Jacob permanecieron 430 años en Egipto antes de iniciar el éxodo hacia la Tierra Prometida, guiados por Moisés, a mediados del siglo XV a.C. Otra posibilidad es que ese viaje se haya producido dos siglos después. Los textos sagrados afirman que 600.000 hebreos cruzaron el Mar Rojo y que erraron durante 40 años por el desierto antes de llegar al monte Sinaí, donde Moisés selló la alianza de su pueblo con Dios. Sin embargo, los archivos egipcios, que consignaban todos los acontecimientos administrativos del reino faraónico, no conservaron ningún rastro de una presencia judía durante más de cuatro siglos en su territorio. Tampoco existían, en esas fechas, muchos sitios mencionados en el relato. Las ciudades de Pitom y Ramsés, que habrían sido construidas por los hebreos esclavos antes de partir, no existían en el siglo XV a.C. En cuanto al Exodo, desde el punto de vista científico no resiste el análisis.

—¿Por qué?

—Porque, desde el siglo XVI a.C., Egipto había construido en toda la región una serie de fuertes militares, perfectamente administrados y equipados. Nada, desde el litoral oriental del Nilo hasta el más alejado de los pueblos de Canaán, escapaba a su control. Casi dos millones de israelitas que hubieran huido por el desierto durante 40 años tendrían que haber llamado la atención de esas tropas. Sin embargo, ni una estela de la época hace referencia a esa gente. Tampoco existieron las grandes batallas mencionadas en los textos sagrados. La orgullosa Jericó, cuyos muros se desplomaron con el sonar de las trompetas de los hebreos, era entonces un pobre caserío. Tampoco existían otros sitios célebres, como Bersheba o Edom. No había ningún rey en Edom para enfrentar a los israelitas. Esos sitios existieron, pero mucho tiempo después del Exodo, mucho después de la emergencia del reino de Judá. Ni siquiera hay rastros dejados por esa gente en su peregrinación de 40 años. Hemos sido capaces de hallar rastros de minúsculos caseríos de 40 o 50 personas. A menos que esa multitud nunca se haya detenido a dormir, comer o descansar: no existe el menor indicio de su paso por el desierto.


—En resumen, los hebreos nunca conquistaron Palestina.

—Nunca. Porque ya estaban allí. Los primeros israelitas eran pastores nómadas de Canaán que se instalaron en las regiones montañosas en el siglo XII a.C. Allí, unas 250 comunidades muy reducidas vivieron de la agricultura, aisladas unas de otras, sin administración ni organización política. Todas las excavaciones en la región exhumaron vestigios de poblados con silos para cereales, pero también de corrales rudimentarios. Esto nos lleva a pensar que esos individuos habían sido nómadas que se convirtieron en agricultores. Pero ésa fue la tercera ola de instalación sedentaria registrada en la región desde el 3500 a.C. Esos pobladores pasaban alternativamente del sedentarismo al nomadismo pastoral con mucha facilidad.

—¿Por qué?

—Ese tipo de fluctuación era muy frecuente en Oriente Medio. Los pueblos autóctonos siempre supieron operar una rápida transición de la actividad agrícola a la pastoral en función de las condiciones políticas, económicas o climáticas. En este caso, en épocas de nomadismo, esos grupos intercambiaban la carne de sus manadas por cereales con las ricas ciudades cananeas del litoral. Pero cuando éstas eran víctimas de invasiones, crisis económicas o sequías, esos pastores se veían forzados a procurarse los granos necesarios para su subsistencia y se instalaban a cultivar en las colinas. Ese proceso es el opuesto al que relata la Biblia: la emergencia de Israel fue el resultado, no la causa, del derrumbe de la cultura cananea.

—Pero entonces, si esos primeros israelitas eran también originarios de Canaán, ¿cómo identificarlos?

—Los pueblos disponen de todo tipo de medios para afirmar su etnicidad: la lengua, la religión, la indumentaria, los ritos funerarios, los tabúes alimentarios. En este caso, la cultura material no propone ningún indicio revelador en cuanto a dialectos, ritos religiosos, formas de vestirse o de enterrar a los muertos. Hay un detalle muy interesante sobre sus costumbres alimentarias: nunca, en ningún poblado israelita, fueron exhumados huesos de cerdo. En esa época, los primeros israelitas eran el único pueblo de esa región que no comía cerdo.

—¿Cuál es la razón?

—No lo sabemos. Quizá los protoisraelitas dejaron de comer cerdo porque sus adversarios lo hacían en profusión y ellos querían ser diferentes. El monoteísmo, los relatos del Éxodo y la alianza establecida por los hebreos con Dios hicieron su aparición mucho más tarde en la historia, 500 años después. Cuando los judíos actuales observan esa prohibición, no hacen más que perpetuar la práctica más antigua de la cultura de su pueblo verificada por la arqueología.

—En el siglo X a.C. las tribus de Israel formaron una monarquía unificada —el reino de Judá— bajo la égida del rey David. David y su hijo, Salomón, servirán de modelo a las monarquías de Occidente. ¿Tampoco ellos fueron lo que siempre se creyó?

—Tampoco en este caso la arqueología ha sido capaz de encontrar pruebas del imperio que nos legó la Biblia: ni en los archivos egipcios ni en el subsuelo palestino. David, sucesor del primer rey, Saúl, probablemente existió entre 1010 y 970 a.C. Una única estela encontrada en el santuario de Tel Dan, en el norte de Palestina, menciona «la casa de David». Pero nada prueba que se haya tratado del conquistador que evocan las Escrituras, capaz de derrotar a Goliat. Es improbable que David haya sido capaz de conquistas militares a más de un día de marcha de Judá. La Jerusalén de entonces, escogida por el soberano como su capital, era un pequeño poblado, rodeado de aldeas poco habitadas. ¿Dónde el más carismático de los reyes hubiera podido reclutar los soldados y reunir el armamento necesarios para conquistar y conservar un imperio que se extendía desde el Mar Rojo, al Sur, hasta Siria, al Norte? Salomón, constructor del Templo y del palacio de Samaria, probablemente tampoco haya sido el personaje glorioso que nos legó la Biblia.

—¿Y de dónde salieron sus fabulosos establos para 400.000 caballos, cuyos vestigios sí se han encontrado?

—Fueron criaderos instalados en el Sur por el reino de Israel varios decenios más tarde. A la muerte de Salomón, alrededor del 933 a.C., las tribus del norte de Palestina se separaron del reino unificado de Judá y constituyeron el reino de Israel. Un reino que, contrariamente a lo que afirma la Biblia, se desarrolló rápido, económica y políticamente. Los textos sagrados nos describen las tribus del Norte como bandas de fracasados y pusilánimes, inclinados al pecado y a la idolatría. Sin embargo, la arqueología nos da buenas razones para creer que, de las dos entidades existentes, la meridional (Judá) fue siempre más pobre, menos poblada, más rústica y menos influyente. Hasta el día en que alcanzó una prosperidad espectacular. Esto se produjo después de la caída del reino nórdico de Israel, ocupado por el poderoso Imperio asirio, que no sólo deportó hacia Babilonia a los israelitas, sino que además instaló a su propia gente en esas fértiles tierras.

—¿Fue, entonces, durante el reino de Josías en Judá cuando surgió la idea de ese texto que se transformaría en fundamento de nuestra civilización occidental y origen del monoteísmo?

—Hacia fines del siglo VII a.C. hubo en Judá un fermento espiritual sin precedente y una intensa agitación política. Una coalición heteróclita de funcionarios de la corte sería responsable de la confección de una saga épica compuesta por una colección de relatos históricos, recuerdos, leyendas, cuentos populares, anécdotas, predicciones y poemas antiguos. Esa obra maestra de la literatura —mitad composición original, mitad adaptación de versiones anteriores— pasó por ajustes y mejoras antes de servir de fundamento espiritual a los descendientes del pueblo de Judá y a innumerables comunidades en todo el mundo.

—El núcleo del Pentateuco fue concebido, entonces, quince siglos después de lo que creíamos. ¿Sólo por razones políticas? ¿Con el fin de unificar los dos reinos israelitas?

—El objetivo fue religioso. Los dirigentes de Jerusalén lanzaron un anatema contra la más mínima expresión de veneración de deidades extranjeras, acusadas de ser el origen de los infortunios que padecía el pueblo judío. Pusieron en marcha una campaña de purificación religiosa, ordenando la destrucción de los santuarios locales. A partir de ese momento, el templo que dominaba Jerusalén debía ser reconocido como único sitio de culto legítimo por el conjunto del pueblo de Israel. El monoteísmo moderno nació de esa innovación.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Obligan en Francia a los 'sintecho' a llevar triángulos amarillos como los judíos


4 diciembre 2014

Las autoridades de Marsella ha sido duramente criticadas por usar métodos nazis para identificar a su población sin hogar: ahora deberán mostrar tarjetas de identificación adornadas con un triángulo amarillo que se asemeja a la estrella de David.

En estas tarjetas, que son iniciativa del Ayuntamiento de Marsella y sus servicios sociales, figuran los datos personales e información sobre las enfermedades que padecen de las personas sin hogar, informa The Local.

Los activistas de derechos humanos ya han criticado las «tarjetas del triángulo amarillo», comparándolas con las estrellas de David que los nazis obligaban a llevar a los judíos durante el Holocausto.

«Esto es escandaloso, es estigmatizador», aseguró al citado medio Christophe Louis, presidente de la organización benéfica Collectif Morts de la Rue ('Colectivo muertos de la calle'). «Llevar algo que muestre a todo el mundo qué enfermedades tienes no solo es discriminatorio sino que también viola toda la confidencialidad médica», afirmó Louis. Para el presidente de Collectif Morts de la Rue el simbolismo en el diseño de la tarjeta es indignante.

El Gobierno francés también se ha expresado en contra de la iniciativa. «La confidencialidad médica es un derecho fundamental. Quiero que esta iniciativa local sea detenida», manifestó la ministra de Asuntos Sociales francesa, Marisol Touraine.

En su defensa las autoridades de Marsella aseveran que el objetivo de la iniciativa es ayudar a los trabajadores de la salud a acudir con celeridad en auxilio de personas sin hogar que hayan enfermado o necesiten ayuda.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Pero, ¿quién era Anselmo Lorenzo?

Anselmo Lorenzo (1841-1914)

A los 100 años de su muerte

JUAN PABLO CALERO

Anselmo Lorenzo es y ha sido una constante referencia para los anarquistas y anarcosindicalistas españoles. No sólo en la actualidad lleva su nombre la institución que recoge la mejor colección documental del proletariado hispano, la Fundación Anselmo Lorenzo de la CNT, sino que así se llamó en los años del tardofranquismo el colectivo que, bajo el impulso de Juan Gómez Casas, tanto hizo por la articulación y reconstrucción de la Confederación anarcosindicalista. También en los años de la Segunda República y la Guerra Civil era frecuente la reedición de alguno de sus textos o la celebración de actos y reuniones bajo su efigie.

Ese reconocimiento ya se manifestaba en los últimos años de su vida. Manuel Buenacasa, que llegó a ser secretario general de la CNT, nos dice en su Historia del Movimiento Obrero español, que «al llegar a Cataluña cualquier militante joven con ganas de seguir siéndolo, se veía atraído poderosamente por el deseo de conocer al más prestigioso de nuestros hombres de entonces y notabilísimo internacionalista Anselmo Lorenzo, a quien con cariño llamábamos todos el Abuelo». Y, en un librito escrito en su homenaje con ocasión de un aniversario de su muerte, decía Higinio Noja: «Veneración nos inspiraba el Abuelo bondadoso, cuya cordialidad se traducía en frases amables y afloraba en su labios en una sonrisa. No sabemos qué sería para otros su modesta casita de la calle Casanova. Para nosotros, era un santuario. El santuario de la idea hecha carne en el simpático Abuelo».

Pero, más allá de ditirambos, ¿quién era Anselmo Lorenzo? ¿A qué debía su indudable prestigio? Inútil será buscarle en las direcciones y secretariados de las distintas organizaciones del movimiento libertario en sus años de madurez; es cierto que durante su juventud tuvo un evidente protagonismo en el establecimiento de la sección española de la Primera Internacional, pero desde que en 1881 fue expulsado de esta agrupación, cuando acababa de cumplir cuarenta años, no volvió a ocupar cargos orgánicos de relevancia.

Es éste un fenómeno que se repitió en el movimiento libertario con personalidades como Buenventura Durruti o Federica Montseny y sobre el que se ha escrito poco. Pero no me resisto a establecer un fácil paralelismo entre Anselmo Lorenzo y Pablo Iglesias, otro tipógrafo del primer internacionalismo madrileño y también llamado por los suyos «el abuelo», que desde el primer momento se encaramó a la dirección del partido obrero, y tempranamente a la del sindicato socialista, para no renunciar en toda su vida a un protagonismo personal que en ocasiones rozó el culto a la personalidad.

Tampoco sobresalió Lorenzo por su aportación teórica al corpus ideológico anarquista, que por entonces aún se estaba cimentando. Es fácil pensar, sobre todo hoy en día, que fue su condición de obrero autodidacta la causa de que su contribución al ideario anarquista resultase escasa, pero la abundancia y solvencia de su producción escrita y publicada es prueba suficiente de su sobresaliente capacidad intelectual. Con esto no quiero decir, ni mucho menos, que su obra carezca de valor, sino que se dedicó más a divulgar los principios e ideas de los clásicos del anarquismo, a los que trató y con los que se relacionó personalmente, que a realizar aportaciones novedosas.

Fue autor de docenas de folletos y de libros como Criterio libertario, quizás uno de los más conocidos; El banquete de la vida, subtitulado Concordancia entre la naturaleza, el hombre y la sociedad; el póstumo Evolución proletaria, que salió con un prólogo de su amigo Fernando Tarrida del Mármol, que además escribió el prefacio para otra de sus obras, titulada Vía libre. El trabajador. Su ideal emancipador. Desviaciones políticas y económicas. También publicó Hacia la emancipación y La anarquía triunfante, además de otros textos menos conocidos, a pesar de que fueron reeditados en Francia por el movimiento libertario español en el exilio, como los titulados El poseedor romano o El pueblo: estudio libertario.

Incluso dio a la imprenta en 1893 una novela, que él mismo calificó como «Episodio dramático social», con el título de Justo Vives que fue editada en Barcelona por la revista L'Avenç, del también anarquista Celso Gomis. Y hasta tuvo tiempo para publicar un folleto de carácter profesional titulado Sinopsis ortográfica: A la Tipografía española. Reglas para el uso de las letras dudosas y de los acentos.

Pero, sin duda ninguna, su libro más conocido es El proletariado militante, una obra que recorre la trayectoria del núcleo fundacional de la Primera Internacional en España y, como consecuencia del forzado exilio, de Portugal. El texto tiene una evidente finalidad historiográfica que va más allá de la semblanza de recuerdos y personajes o la hagiografía personal; es un acta de acontecimientos y una recopilación de documentos que desvelan la modestia particular de Anselmo Lorenzo y su interés por dejar un testimonio veraz y acreditado de una historia que quiere que se recuerde como colectiva. Quizás como respuesta adelantada a su tiempo a las palabras que le dedicó a su muerte el poeta modernista Gabriel Alomar: «¡El anarquismo! ¿Cuándo se escribirá la impresumible historia de esta secta de proscriptos? El mundo vulgar no ha conocido, de todas estas abnegaciones, más que la violencia de algunos alocados, ebrios del vino generoso que no estaba preparado para ellos o la barroca desvirtuación de algunos indignos. Juzgar la escuela por la conducta de los fanáticos es una gran fuente de errores».

Escribiendo El proletariado militante, cuyo primer volumen salió de imprenta en 1901, fue el pionero en España de la historia social, adelantándose al socialista Francisco Mora que publicó su Historia del socialismo obrero español: desde sus primeras manifestaciones hasta nuestros días en 1902. Detrás de él hubo una larga lista de trabajadores que escribieron la historia de su clase o dejaron testimonio de sus luchas, entre los que merecen ser citados los anarquistas Manuel Buenacasa, Juan Gómez Casas o José Peirats y los marxistas Juan José Morato o Amaro del Rosal.

Tradujo para editoriales comerciales, como Sempere o Maucci, obras de sus amigos y compañeros, como La Gran Revolución de Piotr Kropotkin; libros de filosofía, como Historia de las ideas morales de Paul Gille; novelas, como En anarquía escrito por Hortense Grille y publicado bajo el seudónimo de Camilla Pert; y colaboró con Odón de Buen, uno de los más destacados científicos españoles de su tiempo, en la traducción de la colosal El hombre y la tierra de Elisée Reclus. En el ámbito pedagógico tradujo, entre otros volúmenes, La escuela nueva. Bosquejo de una educación basada sobre las leyes de la evolución humana, un ensayo escrito por el pedagogo J. F. Elslander que se editó por las publicaciones de la Escuela Moderna.

Y a pesar de ser autor de una obra tan variada como copiosa, Anselmo Lorenzo, más que como ideólogo, debe ser considerado un publicista, pues fue, sin duda, uno de los más infatigables divulgadores del anarquismo en lengua castellana, con una labor que permite compararle a Federico Urales. Por ejemplo, en uno de los periodos más difíciles para el movimiento libertario, los primeros años de la década de 1880, animó Acracia, una de las más notables publicaciones del rico catálogo de revistas libertarias, que fue fundamental como guía teórica y como enlace con el anarquismo de más allá de nuestras fronteras.

Y aunque sólo por su colaboración en esa cabecera merecería ser recordado, su actividad periodística fue abrumadora, sobre todo para alguien que debía compaginar esta tarea con el ejercicio de una profesión manual que le permitía ganarse la vida y con una activa militancia en el anarquismo y el sindicalismo de su tiempo. Con menos de treinta años, fue el redactor de la declaración de principios que se publicó en el primer número de La Solidaridad, la publicación internacionalista pionera en lengua castellana, y participó activamente en la redacción de La Federación, que fue el portavoz de los antiautoritarios en España después de la quiebra irreversible de la Internacional.

Desde entonces no dejó de estar presente en numerosos proyectos periodísticos de carácter obrerista y libertario: Ciencia Social, que en buena parte nació por su impulso personal, La Huelga General, Tierra y Libertad, La Revista Blanca y sus Suplementos, La Idea Libre… La relación no puede ser exhaustiva porque con mucha frecuencia, y es otro ejemplo de lo consecuente que era con las ideas que profesaba, no firmaba los artículos o lo hacía con seudónimo o una simple L. Hasta llegó a publicar, con tanto humor como humildad, su trabajo Las olimpiadas de la paz y el trabajo de mujeres y niños, presentado al concurso para obreros organizado por el diario madrileño El Liberal en 1900 y que ganó el tipógrafo socialista Matías Gómez Latorre.

Buena parte de esa actividad de traductor y publicista la realizó en el entorno de la Escuela Moderna que, por iniciativa de Francisco Ferrer Guardia, abrió sus puertas en Barcelona en 1901. Ambos se conocieron en París, con motivo del exilio de Lorenzo tras ser liberado del castillo de Montjuich en 1897. Por entonces, Ferrer era un republicano avanzado interesado por la pedagogía y que estaba proyectando su renovadora escuela. Desde el primer momento, Anselmo Lorenzo fue el más constante y cercano colaborador de Ferrer y de su escuela; menos impartir clase, creo que se puede afirmar que el tipógrafo anarquista participó de cuantas iniciativas y actividades se desarrollaron en el entorno de la Escuela Moderna y sus publicaciones. No en vano fue Anselmo Lorenzo el redactor del prólogo del libro póstumo de Ferrer Guardia que, con el mismo título que su centro educativo, vio la luz después de que éste fuese injustamente condenado y fusilado en Barcelona y su escuela fuese arbitrariamente clausurada.

Pero, con ser importante esta faceta de constante publicista y propagandista del ideario anarquista, no basta para justificar su prestigio entre la clase trabajadora. El auténtico valor de Anselmo Lorenzo no lo podemos buscar en sus aportaciones teóricas al anarquismo, que ya hemos dicho que fueron escasas, o en la frecuencia con que las divulgaba, pues otros lo hicieron, si no con la misma, con parecida intensidad: fue su permanente fidelidad a los principios que inspiraron a la sección española de la Primera Internacional y de los que él no se apartó en ningún momento.

Anselmo Lorenzo fue durante casi medio siglo el defensor más constante del anarquismo obrerista, sin que ni la represión policial ni el éxito aparente de otras corrientes ideológicas o tendencias ácratas le apartasen de la adhesión al viejo lema internacionalista: «la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos» y de la defensa del modelo organizativo propuesto por la sección española y que él defendió personalmente en la Conferencia de Londres de 1871, aunque dicho canon fuese redactado por los jóvenes universitarios Trinidad Soriano y José García Viñas, quien tuvo un comportamiento personal con Lorenzo que puede calificarse con justicia de miserable.

Ni siquiera su activa participación en el proyecto pedagógico de la Escuela Moderna le alejó de la lucha sindical. Para él, la injusticia social se asentaba sobre dos pilares: el privilegio, contra el que luchaba el sindicalismo revolucionario, y el atavismo, que sólo podía ser superado por la escuela; así pues, en su opinión, ambos frentes de lucha se complementaban y su entrada en el círculo de Ferrer Guardia le permitió durante poco más de una década compatibilizar uno y otro.

No se dejó llevar por el marxismo, a pesar de que algunos de sus compañeros antiautoritarios más dogmáticos desconfiaron de él por su supuesta contaminación marxista, que sólo escondía una férrea voluntad de mantener a la clase obrera unida y alejada de rencillas más propias de la política burguesa. Difícilmente podía ser marxista quien, después de conocer personalmente a Carlos Marx y residir en su casa, había escrito «allí vi a aquel hombre descender del pedestal en que en mi admiración y respeto le había colocado hasta el nivel más vulgar, y después varios de sus partidarios se rebajaron mucho más aún, ejerciendo la adulación como si fueran viles cortesanos delante de un señor».

También desconfió que la lucha partidaria encauzada hacia la ficción parlamentaria y la participación en las instituciones políticas democráticas ofreciesen la posibilidad de transformar el sistema económico; y por eso se manifestó públicamente en contra de la participación del sindicalismo anarquista en la Comisión de Reformas Sociales, a la que los socialistas enviaron a José Mesa, y del Instituto que con el mismo nombre la sucedió. No dejaba de reconocer las ventajas de un sistema democrático, pero consideraba que correspondía a la burguesía implantar ese régimen liberal, lamentándose de que la española no hubiese sido capaz de enterrar definitivamente el absolutismo tras la muerte de Fernando VII. La respuesta que dio en 1902 a una encuesta del diario El Liberal es contundente: «Que la burguesía, incapaz de progresar, por su disposición ante el privilegio y por su adhesión hipócrita a la idea debilitante de la religión, del derecho, de la política y de la economía que le sirve de fundamento, haga voluntariamente lo que deberá hacer un día por la fuerza revolucionaria: cesar su sistemática usurpación de la riqueza social».

Porque para Anselmo Lorenzo la democracia parlamentaria no atajaba la raíz de la injusticia que padecían las clases populares; su amigo Tarrida del Mármol nos dice que «Pi y Margall despertó en su ánimo la duda sobre el valor del federalismo, en cuyo campo militaba, e hizo que el joven Lorenzo fijara, por primera vez, su atención en los problemas económicos. Comprendió que aquella igualdad política que él explicaba en sus artículos era una mentira manifiesta ante la desigualdad económica».

Por esa rebelión casi innata ante la injusticia y por ese agudo sentido de pertenencia a una clase social, ni creyó en el Regeneracionismo de Joaquín Costa, una corriente política que creció como fruto del Desastre colonial de 1898 y que tenía un sentido moralizador y colectivo que podrían haber sido de su gusto, ni apoyó el nacionalismo catalán, que conoció por haber vivido en Barcelona, y que consideró un señuelo de la burguesía para alejar a los trabajadores de su emancipación. En noviembre de 1901, mientras preparaba la huelga general del año siguiente, escribía: «He aquí por qué lo mejor que los trabajadores catalanes y vascos pueden hacer es ir directamente a la huelga general, a la revolución social, y dejar que catalanistas y bizkaytarras saquen las castañas del fuego con sus propias manos».

Su propia biografía y la popularidad que disfrutaba en tierras catalanas eran, por sí mismas, una declaración de intenciones contra todo nacionalismo; lo explicaba Federica Montseny en una semblanza sobre él: «Mientras unos se han complacido en presentarlo [al anarquismo] como extraño a esta tierra, como importado de fuera, otros se han empeñado en darle un carácter nacionalista y específico regional igualmente falsos y dañinos»; y contraponía la figura de Anselmo Lorenzo, «toledano de vieja cepa [que] marcó con su sello inconfundible treinta años de movimiento obrero y anarquista catalán», con la de su padre, Federico Urales, «hijo del corazón de Cataluña [que] ocupó, durante veinte años, el centro de las actividades anarquistas en la capital de España».

Pero no por ser un conocido militante dejó de ser un agudo crítico con el movimiento libertario. Con la misma firmeza se mostró hostil a aquellas corrientes del anarquismo que no reconocían el valor central de la clase trabajadora. Por decirlo con palabras de alguien tan caracterizado como Federica Montseny: «Él fue, por así decirlo, el primero que valorizó la personalidad de las masas obreras, que reconoció inteligencia y sentido constructivo al pueblo trabajador, dándole la importancia decisiva, la acción determinante que hasta entonces no se le había reconocido».

Ese reconocimiento del valor colectivo del proletariado le alejó del anarquismo individualista y espontaneísta. Para Anselmo Lorenzo, como por otro lado también lo fue para Mijaíl Bakunin, el individuo es parte de una colectividad de forma consustancial e ineludible: el Estado, artificial, debe de ser derribado; la Sociedad, que está en nuestra naturaleza humana, debe de ser reformada. Sólo la solidaridad entre los trabajadores y su acción mancomunada puede llevarles a la emancipación. Para él, no había espacio para la liberación individual ni para el escapismo; Federica Montseny nos dice: «Su concepto de las multitudes asalariadas como valor propio, como energía en potencia y como movimiento en marcha hacia la emancipación social, significa la antítesis del concepto desdeñoso y autoritario que de las masas obreras tuvieron y tienen otros sectores proletarios».

Aún era más crítico con los que recurrían a una violencia que se proclamaba revolucionaria y que por entonces se resumía en «la propaganda por el hecho». En noviembre de 1910, recién constituida la CNT, advertía desde las páginas de Tierra y Libertad: «Entre la masa informe de esos anarquistas, descuellan algunos sentimentales, impacientes y, al parecer, impulsivos, que ya saben todo, que cierran motu proprio el periodo de la propaganda y quieren abrir el de la acción: han oído hablar de "acción directa" y, como si todo el monte fuera orégano, quieren que se vaya contra los obstáculos como iba D. Quijote contra los molinos de viento [...] Medítese bien el caso, y se comprenderá que la Revolución social no ha de ser obra de un talismán poseído por un ilusionado, ni por la de un heroico Sansón, sino "por los trabajadores mismos", como enseñó la Internacional, y eso a costa de trabajo, de propaganda, de organización y de constancia, y estoy por decir, que el que no lo comprenda así, lejos de beneficiar, estorba».

Pero, entonces, ¿quién era Anselmo Lorenzo? No fue un líder sindical, ni un importante teórico, ni un publicista especialmente destacado, ni un reputado pedagogo. ¿A qué debía, entonces, su indudable prestigio? La vida y la obra de Anselmo Lorenzo, que son consecuentemente indisolubles, son la guía y el ejemplo de una inquebrantable fidelidad al anarquismo obrerista. Él fue quien mantuvo vivos y firmes los valores primigenios de la Primera Internacional en España, y España fue el territorio en el que esos valores alcanzaron un eco mayor y se plasmaron en las más hermosas realidades.

Es en el análisis de la organización y de la estrategia a seguir por el movimiento sindical, especialmente el de orientación anarquista, donde su magisterio resulta evidente, fruto no sólo de su larga experiencia sino también de su aguda reflexión y de un carácter ecuánime y poco sectario. Podemos resumir su pensamiento sindical en tres máximas: en primer lugar, la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos y no resultado de la actuación de una vanguardia proletaria o de la acción política de unos burgueses bienintencionados. En segundo lugar, esa emancipación debe de conformar una nueva sociedad, en la que los privilegios de la burguesía no sean sustituidos por los privilegios de cualquier otra minoría: no más derechos sin deberes y no más deberes sin derechos. Y, por último, todos nosotros somos corresponsables de la marcha de la sociedad, no podemos quedarnos al margen de las injusticias sin actuar, no podemos quedarnos en la crítica sin proponer.

De ahí deriva su oposición a las cajas de resistencia, que daban un poder ilegítimo al organismo centralizado que las administraba; su antagonismo con la actuación de minorías autoerigidas en el seno de las organizaciones sindicales, como la Alianza bakuninista a la que perteneció; su desacuerdo con cualquier pretensión de dividir a la clase trabajadora, no sólo con cuestiones políticas que le son ajenas sino también con gremialismos o nacionalismos; su confianza en que la propaganda y la organización son el único camino hacia la Revolución Social, sin atajos ni componendas...

Su tozudez en la defensa de un movimiento obrero organizado, solidario y de orientación anarquista fue su principal mérito. Y no fue pequeño. Porque si el anarquismo obrerista en España se hubiese disuelto por el viento de la historia o si este sindicalismo revolucionario hubiese seguido otro camino, como sucedió en otros países, su labor hubiese sido estéril. Pero a partir de 1910, con la fundación de la CNT, y sobre todo a partir de 1936, con la Revolución Social, lo que en Anselmo Lorenzo fue teoría se convirtió en sólidas realidades. El 2 de septiembre de 1914, sintiendo cerca la muerte, escribió a Tarrida del Mármol: «deseo vivir, porque frente al impuso que ha producido a la humanidad la gente que manda, tengo la seguridad de que el proletariado emancipador, tal como yo lo entiendo, ha de hallar e imponer la solución radical y práctica, y deseo manifestar esa seguridad y sugerirla al mundo».

Nº 316. NOVIEMBRE 2014

sábado, 29 de noviembre de 2014

El colectivismo nos hizo humanos


Por ANSELMO LORENZO

En una sociedad que haya de armonizar el individuo con la colectividad, estableciendo el monismo social que exige la igualdad de la especie, todos tienen derecho a la participación en la riqueza social, porque la humanidad vive y la Sociedad se conserva por el fundamento comunista que les vivifica.

Ese comunismo es prehumano, creó la humanidad, la conserva a pesar del inmenso obstáculo opuesto por el egoísmo creado por la ignorancia y dará a nuestra especie paz y felicidad; es fundamental, puesto que sólo por él ascendimos en la escala zoológica, y no puede restringírsele a lugar secundario ni menos al carácter de concepción sectaria.

La Sociedad está basada en la conciencia de la solidaridad humana, sobre la confianza que da a cada uno la práctica de esa solidaridad en la forma de ayuda mutua, sobre el sentimiento de la estrecha dependencia de la felicidad de cada uno con la de todos, y sobre una idea de justicia y de equidad que induce al individuo a considerar los derechos de cada uno idénticos a los propios.

Se cree por error tradicional que la Sociedad es obra autoritaria, y no se observa que existen multitud de agrupaciones humanas libremente constituidas que realizan fines superiores a las instituciones que viven bajo la tutela gubernamental. Véanse organismos sociales antiguos y modernos que mantienen viva la idea comunista como salvación de momento y como esperanza firme de regeneración: el clan, la tribu, la familia, la nación, la región, el municipio, el almend, la guilda, la artela, el mir, la hermandad, la cooperativa, el sindicato, la compañía industrial o comercial, el ateneo, la academia, etc., que aunque desvirtuados en gran parte por la falsedad de las creencias, la rutina de las costumbres y el antagonismo de los intereses, conservan siempre la parte esencialmente humana que presidió a su formación.

A pesar de la interesada negativa de todos los privilegiados, vamos a la formación de una sociedad de iguales, que empleará sus capacidades de análisis y de síntesis y sus facultades productoras en un organismo social en que se combinen los esfuerzos de todos para el bien común. ¿A qué detallar cómo? Pasaron los sistemas icarianos y falansterianos como tocados de autoritarismo. La Sociedad futura, según la más racional inducción, se compondrá de multitud de libres asociaciones, formadas espontáneamente y unidas entre sí para todo aquello que reclame común esfuerzo: federación de productores agrícolas, industriales, intelectuales y artísticos; federación de localidades; federación de transporte y de cambio; federación de estudio y enseñanza, y otras muchas. Todas ellas funcionando por espontáneos, libres y fraternales convenios, semejantes a los que actualmente celebran las compañías de ferrocarriles, las administraciones de correos, los observatorios meteorológicos, los clubs folklóricos, las academias científicas y artísticas, las estaciones de salvamento, las cooperativas de producción y consumo, los sindicatos obreros de resistencia que siguen la norma de la Internacional, etc., etc., tantos etcéteras como pueda comprender el infinito de la inteligencia individual multiplicado por el archiinfinito de la acción común.

El derecho a la salud
(1912)

viernes, 28 de noviembre de 2014

Panfleto de ESPACIO LIBERTARIO para el 29N


Estamos viviendo en una inseguridad constante, en un robo diario, en una iniquidad vergonzosa. Sabíamos que el sistema es injusto, que beneficia al sector más rico en detrimento de las condiciones de vida de la inmensa mayoría. En su afán de mantener e incrementar los beneficios de las élites se han atrevido a recortar las migajas que les arrebatamos mientras asistimos al espectáculo de la corrupción generalizada.

Rechazamos la solución política que nos van a ofrecer porque el poder cambia el punto de vista de quien lo ejerce, alejándolo del de quien lo sufre. Porque es imposible meter la mano en el dinero público como se está haciendo y tener, al mismo tiempo, la sensibilidad para ponerse en el lugar de quien es desahuciado, le cortan la luz y el agua o le despiden.

Fuera del circo de las ruedas de prensa hemos visto cómo se aplica la violencia legalizada, que lo mismo saca a una familia de su casa a rastras, que vierte la sangre de quien protesta o le somete a procesos judiciales interminables con la espada de Damoclés de la prisión sobre sus cabezas. Por no hablar del endurecimiento de la legislación penal con la llamada «Ley Mordaza» con la que siguen amenazándonos para paralizar las luchas sociales. Todavía tenemos más de setecientas encausadas, entre ellas 14 personas a las que piden más de 74 años, por su participación en la manifestación que dio origen al 15M. Debemos ser conscientes de que, más que nunca, todos estamos bajo sospecha, pero también tener presente que de nuestra actitud dependerá la salida de nuestra crisis, que no de la suya. Así que si han creído que de este modo van a terminar con la protesta es que su necedad no tiene límites.

El imperio de la ley bajo el que vivimos sólo sirve para garantizar su impunidad y para limitarnos y amedrentarnos con multas, golpes y condenas judiciales o mediáticas. Con ello se intenta minar la moral de las personas, aislarlas, que eviten el pensamiento y su vida se reduzca a obedecer (en el trabajo, en la política, en la economía y hasta en el sofá ante la tele).

Ante esta situación, ¿qué proponemos? Juntarnos, organizarnos, reflexionar, actuar de manera colectiva y global, crear alternativas y denunciar el expolio a nuestra vida que supone vivir bajo el yugo del trabajo asalariado. Aisladas somos débiles, pero unidas somos más fuertes para defendernos y no acatar la voluntad de corruptas y endiosadas mandamases.

Por la garantía de las necesidades básicas a toda persona, por el avance en las libertades perdidas y por conquistar, pero también por todas las personas represaliadas en las protestas: rechazamos la represión y tomamos las calles.

¡¡No podrán pararnos!!



El Bloque Libertario se reune a las 16.45 h. en Cuesta de Moyano,
para desde ahí unirse a las 17.00 h. a las Marchas de la Dignidad.