domingo, 23 de septiembre de 2018

Sobre las verdaderas intenciones del neolerrouxismo de «Ciudadanos» en Catalunya

 

2 septiembre 2018

Las siguientes reflexiones llegan un poco tarde pues estaban pensadas de cara a los resultados de las elecciones autonómicas de diciembre de 2017, donde la formación política naranja arrasó como un tsunami en las áreas metropolitanas de extracción obrera en Catalunya. Desde el independentismo catalán (tanto el de derechas como el de izquierdas) se ha colgado la etiqueta de «lerrouxista» al partido de Albert Rivera e Inés Arrimadas y creo que muy acertadamente, ahora bien, en lo que no estoy en absoluto de acuerdo es en la interpretación que, a posteriori, se hace de la naturaleza de este movimiento de principios del siglo XX y por ende del que se considera su heredero ideológico actual: se hace básicamente hincapié en su demagogia anticatalanista y pseudo-obrerista considerando que el principal objetivo de Alejandro Lerroux era la lucha política contra los nacionalistas catalanes del momento; discurso que, repito, reproducen incluso las versiones más «izquierdistas» del independentismo.


Pues hay que decir contundentemente que no es así. El principal objetivo del demagogo españolista conocido como el «Emperador del Paralelo» era neutralizar al anarcosindicalismo revolucionario intentando enfrentar a los trabajadores autóctonos y emigrantes que constituían su abigarrada masa social. Es decir, la estrategia burguesa-reaccionaria de siempre consistente en introducir el discurso étnico-identitario para sustituir la solidaridad de clase: estrategia que favorecía, por otra parte, al catalanismo excluyente de la 'Lliga Regionalista' en un bucle que se retroalimentaba. Así, en un inicio, el lerrouxismo tuvo cierto éxito disputándole una parte de la clase trabajadora a los libertarios convirtiéndose en un partido de masas bien estructurado con juventudes, sección femenina etc (protagonizando duros enfrentamientos con los anarquistas) si bien al final acabó perdiendo la batalla por la hegemonía en el medio obrero, derechizándose progresivamente y acabando (a través de su líder) por apoyar a los sublevados durante la Guerra Civil española.

¿Es que acaso alguien puede pensar que el principal enemigo de un nacionalismo es otro nacionalismo? Hay un dicho que dice: «Las guerras las hacen personas que no se conocen y se matan dirigidas por personas que se conocen pero no se matan». Es bien sabido, que mientras Alejandro Lerroux y la burguesía catalana de la Lliga ponían en escena su simulacro de enfrentamiento, sembrando la discordia entre los trabajadores, no tenían reparos, por otra parte, en compartir mesa en la zona alta de Barcelona. Y así, hoy en día, sus herederos ideológicos (Ciudadanos y PDeCAT) ponen en escena la misma teatralización con idénticas consecuencias: El resultado es que los apoyos que la clase obrera catalana ha dispensado históricamente a los socialistas, y quizás también a otras expresiones de la izquierda institucional, están mudando al partido naranja, desesperando a estas formaciones políticas que incluso (en ciertas ocasiones) han mirado de comprarle el discurso para frenar la fuga de votos: recordemos los movimientos, hace años, de Celestino Corbacho en el Hospitalet para separarse del PSC (que, en aquel momento, consideraba demasiado catalanista) para crear la Federació Catalana del PSOE o, años más tarde, las infortunadas palabras de Pablo Iglesias exhortando al orgullo extremeño y andaluz (que parecía presentarse como oposición a lo catalán) en un mitin en Barcelona, palabras criticadas incluso por miembros de su propio partido por dividir a la clase obrera.


Por otra parte, la otra cara de la moneda, del españolismo de raigambre obrera, que representan figuras como Gabriel Rufián, ya que algún sociólogo sitúa su liderazgo como causa del ligero aumento del independentismo en las zonas de voto a Ciudadanos, queda patente si analizamos la ideología de ERC con respecto al partido naranja: los dos provienen del radicalismo pequeñoburgués de centro e incluso, si buceamos en la historia, nos encontraremos a sectores provenientes del lerrouxismo y del republicanismo catalanista compartiendo el mismo espacio político en algunas alianzas electorales: al fin y al cabo, hoy como ayer y en ambos casos, solo se espera de la clase obrera que aporte el apoyo necesario para encumbrar a unas clases medias dispuestas a mantenerse a flote a costa de los perjudicados de siempre.

Resumiendo: Los anarquistas debemos estar alerta de no caer en este escenario de polarización identitaria sin comprarle el discurso al independentismo burgués ni tampoco a la demagogia neolerrouxista. Se trata de una tarea harto difícil debido a la actual situación política. Recordemos siempre que hay que organizar a (y organizarse con) la clase obrera independientemente de la lengua que hable o de la identidad nacional con la que se identifique.

1 comentario:

  1. "El nacionalismo divide la sociedad en dos bandos paranoicos enfrentados artificialmente por sus obsesiones. Los intereses materiales, morales, culturales, etc., no cuentan. Nada que ver con la justicia, la libertad, la igualdad y la emancipación universales. El pueblo catalán es algo tan abstracto como el pueblo español, un ente que sirve de coartada para una soberanía de casta con su policía notablemente represora. Un pueblo únicamente se define contra todo poder que no emane de él o que se separe de él. Por consiguiente, un pueblo con Estado no es un pueblo." Miquel Amorós

    Salud

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