miércoles, 11 de marzo de 2015

Los esclavos felices

 

Por MONCHO ALPUENTE

Resquebrajado y tambaleante se derrumba el tinglado de la antigua farsa y corre de nuestra cuenta hacer que nunca vuelva a levantarse sobre sus escombros. Sus escombros también son rentables.

El capitalismo es como el cerdo, de él todo se aprovecha, sus desechos alimentan a los fondos buitres y a los fondos de reptiles. Gran liquidación total por cese de existencias, quemamos los precios. Las mejores familias de la élite financiera, como las Koplowitz se hacen más ricas gestionando las basuras de los pobres, a ser posible recicladas para ahorrar puestos de trabajo. El dinero no huele. Inviertan ustedes sobre nuestras ruinas, algunas tienen vistas al mar. El Ayuntamiento de Madrid sortea entre los fondos carroñeros sus pisos de protección social y los desahucios crecen, los secuestrados pagamos el rescate a los bancos depredadores y los tribunales no dan abasto para juzgar a algunos cabecillas convertidos en cabezas de turco, para los intocables siempre hay excepciones como la doctrina Botín.

Antes de irse por la puerta giratoria, para refugiarse en los consejos de administración de las empresas que ellos mismos privatizaron y expoliaron, nuestros políticos están malbaratándonos, arramblando con lo poco que queda del sector público, la educación, por ejemplo, sigue en manos de la Santa Iglesia de Roma que nos cobra sus diezmos y primicias a través de las sumisas instituciones de lo que se supone que es un estado laico.

Siempre me asombró, y lo sigue haciendo, ver como ciudadanos libres de toda sospecha y presuntamente racionales, soportaban, algunos incluso reivindicaban un statu quo que les había llevado a la indefensión y a la indigencia y como los recortes de derechos y libertades, de sueldos y de subsidios eran vistos por esa mayoría silenciosa como gajes inevitables, como peajes imprescindibles para seguir disfrutando de… ¿?

A la cola de la Unión Europea de los mercaderes y sus lobbies, nuestros gobernantes convirtieron el pseudoestado de bienestar en un estado indeseable de malestar constante. Robaron, usurparon y devastaron, siempre a favor de una minoría que ha aumentado en cantidad y recursos con la crisis, aprovechándose de nuestras miserias y de nuestros miedos. Por eso cuando Rajoy plantea la disyuntiva: «o nosotros, o el Caos» se escucha un clamor popular que se decanta por el Caos. Terminó por fin el tiempo de los esclavos felices.


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