MONCHO ALPUENTE
Una juez argentina ha resucitado a algunos de los peores fantasmas de la última década del franquismo para sentarlos en el banquillo y entre ellos ha reaparecido el alias de un torturador emérito de aquella policía política y social, la «social» como la llamaban sus víctimas. No tuve la desgracia de conocer personalmente a «Billy el Niño», un forajido de leyenda, negra, sin aureola posible.
No se quién le puso el apodo, a lo mejor fue el mismo o alguno de sus colegas en la infamia, un apodo injusto para este homínido antropoide, criatura bestial y antropomorfa, psicópata, sociópata sin escrúpulos especialmente adecuado para trabajos sucios que solo pueden llevar a cabo sin arrepentimiento algunos elegidos por sus bajos instintos.
Cuando en Portugal llevaron a cabo su fallida pero entusiasta revolución de los claveles, los miembros de la PIDE, policía política lusa fueron los primeros en ser perseguidos por sus víctimas, juzgados, condenados y públicamente escarnecidos. La obra de teatro favorita del público lisboeta durante los primeros meses de euforia, se llamaba «Pides na grelha» (policías a la parrilla) aunque se supone que algunas de aquellas sabandijas lograron escapar del cerco. Entre nosotros la Transición fue una transacción en la que servimos de moneda de cambio, transición de transigir, transición de traición. Atados y bien atados asistimos a una coyuntura infame en la que no se exigieron responsabilidades. En aquellos tiempos comenté que el hecho de que Fraga Iribarne, ínclito e imprescindible sicario del excelentísimo, hubiera sido elegido «democráticamente» presidente de Galicia equivalía a que en la Alemania de la posguerra hubieran votado al mismísimo Goebbels como presidente de Baviera.
Con el Borbón y cuenta nueva en España, a parte de cargar con una monarquía estéril y cleptómana heredada del dictadorcísimo, heredamos también a muchos de los antiguos dirigentes fascistas, a sus hijos e incluso a sus nietos. A Billy el Niño le pusieron por fin el cartel de «WANTED», en Argentina por supuesto, pero si se presenta ante los tribunales no tardará mucho en rehabilitarse, como el asesino ultraderechista, Hellín, fichado por la Guardia Civil, no como criminal sino como perito en crímenes ajenos.
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