martes, 24 de septiembre de 2013

La socialdemocracia según Cappelletti

[Por si algunos todavía no tienen claro el significado de la palabra «socialdemócrata» y no sepan usarlo como es debido, el pensador anarquista argentino (ya fallecido) Ángel J. Cappelletti se lo aclara en un texto escrito hace más de 25 años (todavía no había caído el Muro de Berlín) titulado: «Estalinismo, reformismo, autogestión». Publicado en Ensayos Libertarios (Ed. Madre Tierra, 1994):]

(…) La versión marxista-leninista del socialismo ha entrado en crisis; su estructura teórica ya no se tiene en pie; su praxis se ha demostrado definitivamente inconducente, puesto que, en lugar de producir una sociedad donde la producción esté en manos de los productores, ha creado una gigantesca maquinaria burocrática que funciona contra los intereses del proletariado y del pueblo.

La segunda versión del socialismo en nuestro tiempo corresponde a la llamada «socialdemocracia». Al disolverse la Primera Internacional, muchos marxistas se dedicaron a la lucha política dentro de los estados burgueses, y fundaron partidos cuya meta era la conquista del poder mediante el voto. El raciocinio, aparentemente inobjetable, pero en realidad sumamente ingenuo, era el siguiente: Si los obreros toman conciencia de sus intereses de clase, votarán por los partidos socialistas. Es así que los obreros constituyen la mayoría de la población (en los países industrializados). Luego, con sus votos el socialismo conquistará el poder político. Se trataba, pues, de sustituir el fusil revolucionario por el voto, la barricada por la campaña electoral. En definitiva, se renunciaba a la lucha de clases y se la suplantaba por la pacífica colaboración al amparo de la legalidad democrático-burguesa. Nacen de tal modo los partidos socialistas que tienen una ideología profundamente revisionista. Rechazan la idea de la dictadura del proletariado y evitan así el abismo del Estado burocrático y totalitario, pero al mismo tiempo se hunden poco a poco en los fétidos pantanos del capitalismo burgués. El policlasismo se convierte en compromiso sustantivo; la colaboración en renuncia a todo cambio de estructuras. Los partidos socialdemócratas rechazan explícitamente el leninismo y, a veces, inclusive el marxismo. En 1959, el más poderoso de todos ellos, el de Alemania Federal, declaró su condición de partido no-marxista. Pero, aun cuando no mediaran análogas declaraciones, ¿quién podría decir que hay algo de marxista en miembros prominentes de la Internacional Socialista como el Partido Socialista Obrero Español o la Acción Democrática Venezolana? La cuestión es: ¿podría decirse aún que hay en ellos algo de socialista? La socialdemocracia de nuestros días tiene su profeta en E. Bernstein, pero éste, a quien sus contemporáneos consideran como el prototipo de la moderación y de la tibieza, parece un ultrarrevolucionario cuando se le compara con Felipe González, con Carlos Andrés Pérez o con F. Mitterrand.

Congresos Extraordinarios en los que el SPD y el PSOE
optan por abandonar las tesis marxistas en 1959 y 1979.

Un análisis ideológico de los programas y, sobre todo, de la praxis de los partidos miembros de la Internacional Socialista conducirá inexorablemente a la conclusión de que hay allí un uso equívoco de la palabra «socialismo». Se trata, en realidad, de partidos liberales que, en determinadas circunstancias (aunque no siempre), se niegan a aceptar una economía de pleno laissez faire, pero que en ningún caso consentirían en sustituir las estructuras básicas del capitalismo. Socialdemocracia equivale casi a liberalismo social. De hecho el electorado de los partidos socialdemócratas se recluta principal, aunque no exclusivamente, en la clase media. En algunos países, como Venezuela, siguen teniendo una fuerte base popular pero, al mismo tiempo, un efectivo apoyo (y no sólo moral) de parte del capitalismo comercial y financiero. La fortuna electoral de los partidos socialdemócratas se basa en la falta de alternativas válidas de izquierda: los partidos comunistas están desprestigiados y en casi todas partes han entrado en una profunda crisis ideológica; los demás partidos (como la democracia cristiana) se ubican, en cualquier caso, a la derecha de la socialdemocracia. En materia internacional, los partidos y gobiernos socialdemócratas asumen una actitud crítica frente a la Unión Soviética y el llamado «bloque comunista». Lo lamentable es que esa actitud no se extienda a los Estados Unidos y las llamadas «democracias» occidentales, sino que, por el contrario, acaben casi siempre secundando sus actuaciones. (…)

ÁNGEL J. CAPPELLETTI
Caracas, 1987.

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