miércoles, 13 de octubre de 2010

EL ESPERANTO, UN IDIOMA PARA TODOS

Por Eduardo Vivancos
Publicado en la revista venezolana "Ruta", número 17, febrero 1974
Extraído de http://www.nodo50.org/esperanto/artik26.htm

ESPERANTO.- Lengua artificial de estudio fácil creada por el doctor Luis Lázaro Zamenhof (1859-1917) que la dio a conocer al mundo en un folleto publicado en el año 1887, Lingvo Internacia, bajo el seudónimo Doktoro Esperanto (El doctor que espera). Es en efecto movido por la esperanza de que hombres de distintos orígenes, culturas y costumbres llegaran un día a comprenderse y establecer relaciones directas entre ellos que Zamenhof inició y llevó a cabo su noble proyecto.


* * *


Los deseos de un idioma universal

La idea de un idioma universal no es nueva. Ya desde tiempos remotos los hombres habían soñado en un idioma común para todos. El griego antiguo y el latín fueron ya más o menos universales en lo que fue la cuna de la civilización, Grecia y Roma. Durante la Edad Media y el Renacimiento el latín era preponderante en Europa, y los grandes hombres de la época escribían sus libros en latín y hablaban a sus discípulos en dicho idioma. Durante muchos siglos el latín ha sido el idioma de instrucción en Europa. Los estudiantes podían ir de una universidad a otra y no tenían problemas lingüísticos. Se puede considerar el latín como la lengua universal de la Edad Media, pero esta universalidad quedaba limitada a una élite; el pueblo no hablaba latín.

En los siglos XV y XVI surgieron en Europa ideas de nacionalismo; cada nación se aferró a los idiomas que hablaban sus habitantes y poco a poco el latín fue perdiendo la importancia que había poseído. A partir del siglo XVII el francés empezó a ocupar un lugar muy importante para las relaciones internacionales. Francia era a la sazón el país más poblado de Europa, logró adquirir una gran influencia sobre los demás países y la literatura francesa ocupaba un puesto de primerísimo orden. Casi todos los intelectuales de otros países hablaban francés. Voltaire, Diderot, o D'Alambert tenían una influencia considerable en las cortes de Catalina II de Rusia y de Federico el Grande de Prusia. En dichas cortes se hablaba francés. Pero como había ocurrido con el latín el uso del francés, fuera de Francia, se limitaba a la élite intelectual y a la aristocracia. Más tarde el inglés, gracias a la expansión del Imperio Británico y al inmenso crecimiento de los Estados Unidos de América, ha ido desplazando al francés sobre todo para las relaciones comerciales. De todas maneras la universalidad del latín, del francés y del inglés se ha limitado a los intelectuales de la Edad Media, a la clase social elevada de los siglos XVIII y XIX y al uso comercial del siglo XX respectivamente.

En realidad no ha habido contacto entre las masas, y hoy los pueblos siguen estando separados por barreras lingüísticas; este problema es más evidente a medida que los medios de transporte permiten a los hombres que se trasladen de un punto a otro. Hace algunos años pocas personas podían permitirse hacer viajes largos y entrar en contacto con seres de costumbres distintas. Hoy día viajar está prácticamente al alcance de todo el mundo, y la necesidad de un idioma universal se hace más imperiosa. Queda el recurso de aprender cuatro o cinco de los idiomas más extendidos, pero ello no está al alcance de todo el mundo y además sería una solución a medias. Se podría aceptar uno solo como universal, pero ¿cuál? Hay que tener en cuenta la susceptibilidad de los pueblos. La mayor parte de seres humanos pretenden, por ignorancia o por patriotismo ciego, que el idioma que aprendieron de niños es el mejor, el más claro, el que posee más virtudes y el que las demás personas habrían de adoptar. Se atribuye a Winston Churchill lo siguiente: "Es necesario un idioma universal para todos, y es necesario que dicho idioma sea el inglés". Lo mismo pueden haber dicho, refiriéndose a sus respectivos idiomas, nacionalistas franceses, españoles, alemanes, italianos o chinos. Un idioma para ser aceptado por todos ha de ser neutral. Ha habido hombres que se han ocupado del problema; ha habido centenares de proyectos de idiomas artificiales. Veamos brevemente algunos de estos proyectos.

Idiomas artificiales

Como hemos dicho, los proyectos de idiomas artificiales han sido numerosos. Ya en el siglo XVII hombres famosos como Descartes, Leibniz, Komensky y muchos otros, presentaron diversos proyectos para solucionar el problema del llamado "babelismo". El 20 de noviembre de 1629 Descartes presentó su "idioma filosófico" cuya estructura se podría comparar a la estructura de las matemáticas. La formación de frases y oraciones se parecía a una serie de operaciones matemáticas. Leibniz, con un proyecto muy parecido, afirmaba que hablar, razonar y calcular serían la misma cosa. No ponemos en duda de que los filósofos mencionados estuvieran cargados de buena fe, pero sus proyectos no eran prácticos. Queriendo ser demasiado lógicos dejaban de ser naturales. No se puede expresar una idea de la misma manera que se demuestra una proposición matemática o se soluciona un problema de regla de tres. Después de los proyectos que acabamos de mencionar ha habido centenares de proyectos más durante los siglos XVIII y XIX, de los cuales solamente 3 ó 4 se pueden tomar en consideración. Entre los no aceptables citemos como referencia algunos nombres: títulos breves como Ao y Eo, algunos expresivos como Viva y Orba, y algunos ridículos como Carpophorophilus y Astesginiagraphiansk. Hubo un proyecto muy curioso llamado "idioma musical universal" o Solresol, cuyas palabras se formaban con siete sílabas equivalentes a las siete notas musicales. Las diversas combinaciones de dichas sílabas permitirían la formación de más de medio millón de palabras (siete elevado a la séptima potencia). El proyecto puede ser curioso e imaginativo pero extremamente difícil para poder recordar tantas palabras tan parecidas las unas a las otras; otro inconveniente es que la mayor parte de palabras tendrían seis o siete sílabas. El autor pretendía que las personas que supieran el Solresol podrían entenderse sin necesidad de hablar, empleando simplemente un instrumento musical y tocar las notas correspondientes. También se podría hablar cantando.

Los proyectos hasta ahora mencionados fueron todos impracticables y la mayor parte de ellos no tuvieron más adeptos que el propio autor.

El primer proyecto internacional que tuvo cierto éxito fue el Volapük, publicado en el año 1880 por el sacerdote alemán Juan Martín Schleyer. El Volapük tenía una estructura parecida a la de los idiomas naturales, pero sin ninguna ventaja particular sobre ellos aparte del hecho que era un idioma neutral. Las raíces del nuevo idioma procedían en general del inglés, pero muy deformadas. Por ejemplo, la palabra Volapük está formada con los vocablos world (mundo) y speak (hablar). El Volapük tuvo un éxito inicial considerable debido al deseo de muchas personas de tener un idioma internacional. Muchos llegaron a estudiarlo pero pocos llegaron a dominarlo suficientemente para emplearlo de una manera práctica. En 1887 se constituyó una Academia Internacional de Volapük. En 1889 se celebró en París un congreso internacional del nuevo idioma en donde se puso en evidencia el número de dificultades que había para que los congresistas pudieran comprenderse. En dicho congreso se propusieron cambios importantes y la Academia presentó un proyecto de gramática reformada, pero Schleyer se opuso a todo cambio, afirmando que él era el autor de la lengua y que sólo él podía aportar reformas. Entre las dificultades de orden lingüístico ya existentes y la actitud dictatorial y absurda de Schleyer, el congreso fue un fracaso rotundo y marcó el final del proyecto que nueve años atrás había sido acogido tan favorablemente.

Esperanto


Poco antes de la evidencia del fracaso del Volapük, exactamente el 26 de Julio de 1887 apareció en Varsovia el folleto "Lingvo Internacia" del Dr. Esperanto. El autor era un médico polaco llamado Luis Lázaro Zamenhof. Durante muchos años el Dr. Zamenhof estuvo trabajando en su proyecto, precisamente durante la época en que el Volapük tuvo algo de éxito, aunque el autor del nuevo idioma no había tenido noticias del Volapük. El idioma de Zamenhof era superior a todos los idiomas que se habían presentado hasta entonces y no ha sido superado por los proyectos que han aparecido posteriormente, la mayor parte de los cuales no son más que copias del Esperanto con algunas reformas hechas a gusto de los nuevos autores. Mencionemos el Ido, Novial, Interlingua, Occidental, Interglossa.

Zamenhof

Antes de proseguir con las características del Esperanto veamos quien fue su autor. Luis Lázaro Zamenhof nació en Białystok, Polonia, en el año 1859. De origen judío; su padre, Marcos Zamenhof, era profesor de geografía y de idiomas modernos. El padre era ateo; la madre, profundamente religiosa. El joven Luis heredó la inteligencia y la tenacidad del primero y el misticismo sincero de la segunda. La población de Białystok era una mezcla de razas y nacionalidades; lituanos, polacos, alemanes, judíos y rusos eran sus componentes. Cada uno de estos grupos se mantenía estrictamente dentro de sus estrechos límites y despreciaba a los demás. A Zamenhof le habían enseñado en su casa que todos los hombres eran hermanos, pero el espectáculo que presenciaba a diario en las calles de su ciudad nativa contradecía los principios que le habían enseñado. En el año 1863, cuando Zamenhof tenía solamente cuatro años, tuvo lugar en Polonia una revolución contra la tiranía del zar de Rusia; la revolución fue sangrienta y fracasó, pero la represión contra los habitantes de Polonia duró mucho tiempo; el odio aumentó y los actos de violencia ocurrían a diario. A fin de fomentar la desunión entre la población, las autoridades rusas explotaron los prejuicios de raza existentes e incitaban las rivalidades, provocando luchas entre ellos para poder dominarlos mejor. Los prejuicios de raza estaban tan arraigados que los rusos no tuvieron que hacer gran esfuerzo para lograr su propósito.



El mismo Zamenhof, en cartas que más tarde escribió a sus corresponsales, declaró que la idea de crear un idioma internacional empezó a germinar en su mente siendo aún un niño, ante el espectáculo de los actos violentos que presenciaba a diario; Zamenhof se decía, "si los hombres se odian es porque no se comprenden; la solución sería un idioma común para todos". Más tarde, él mismo se dio cuenta de que el problema era mucho más complejo de lo que le había parecido al principio; los hombres no se odiaban solamente a causa de la diversidad de idiomas; había muchos prejuicios de raza, nacionalidad y religión que separaban a los hombres.

Cuando terminó la escuela primaria, Zamenhof se trasladó con su familia a Varsovia e ingresó en el Instituto de Segunda Enseñanza de la capital polaca en donde empezó a estudiar griego y latín, idiomas que en su tiempo habían sido más o menos universales. En el tiempo de Alejandro Magno el idioma griego se extendió por los países del este del Mediterráneo, y aún mucho tiempo después conservó una gran influencia en el Imperio Romano. El latín era el idioma común del Occidente y lo fue durante muchos siglos; en latín se escribieron los tratados de ciencia hasta el siglo XVI o XVII. Tomás de Aquino, Calvino y Erasmo hablaban en latín a sus discípulos. ¿Por qué no hacer del latín el idioma universal de la época moderna? Pero a medida que Zamenhof estudiaba el latín se dio cuenta de las dificultades que representaba. Su gramática era difícil y estaba llena de irregularidades. ¿Cómo un campesino lituano, un artesano alemán o un pescador portugués iban a aprender las complicadas declinaciones del latín? El idioma común había de poseer una gramática que comprendiera solamente unas páginas, y empezó a hacer pruebas a base de las gramáticas que conocía. Llegó el tiempo en que Zamenhof empezó a estudiar el inglés; la fonética de dicho idioma la encontró difícil; la ortografía, irregular, pero en cambio tenía una gramática relativamente simple. Eso le hizo comprender que no era necesario que las conjugaciones de los verbos, la sintaxis y las declinaciones fueran complicadas para ser útiles. Tomando como base la gramática inglesa Zamenhof se dedicó a eliminar las irregularidades que existían y llegó a formar una gramática no ya de varias páginas, sino que contenía en una sola página sin que dejara de tener los elementos básicos de las demás gramáticas. El proyecto empezaba a tomar forma; la gramática se parecería a la inglesa; la fonética y la ortografía tendrían como base los idiomas romances.

Quedaba por resolver el problema del vocabulario; tarea inmensa. Al principio pensó en un vocabulario a priori, escogiendo palabras con el mínimo número posible de letras, parecido, hasta cierto punto, a los proyectos de Descartes y Leibniz. Pero Zamenhof pronto rechazó tal idea; un vocabulario así construido carecería de armonía y además sería muy difícil de recordar. Tomando los elementos de carácter más internacional de los idiomas existentes, empezó a crear un vocabulario, pero aún así la tarea era inmensa. Cierta vez le llamó la atención el letrero "Skvejcarskaja" (portería), el cual ya había visto muchas veces, y al lado el anuncio colgante "Konditorskaja" (confitería). La terminación común "skaja" fue como un rayo de luz que le hizo ver las inmensas posibilidades que ofrecía el uso de afijos a un número relativamente limitado de raíces. Bajo este sistema el número de palabras de base quedaría reducido considerablemente y solucionaba el problema de un vocabulario gigante. En los idiomas llamados naturales ya existen sufijos y prefijos pero su aplicación es irregular y el que aprende otro idioma ha de estudiar cada palabra por separado. La gramática simplificada y el vocabulario a base de raíces y afijos fueron la solución ideal y Zamenhof se puso al trabajo con fe y entusiasmo.

En el año 1878, cuando Zamenhof aún no contaba 20 años de edad, el nuevo idioma estaba ya más o menos presto y lo mostró a algunos estudiantes compañeros suyos que compartían el mismo entusiasmo e idealismo; lo estudiaron y al cabo de algún tiempo celebraron una fiesta hablando en el nuevo idioma, se dieron discursos e incluso cantaron un himno que Zamenhof había preparado:

Malamikete de las nacjes,
Kadó, kadó, jam temp' está!
La tot' homoze en familje
Komunigare so debá.

(Enemistad entre las naciones,
Que caiga, que caiga, ya llegó el tiempo.
Toda la humanidad, como una sola familia,
Debe de unirse.)

Ese día fue uno de los más felices del joven Zamenhof. En su sueño veía ya una humanidad libre de odios y de guerras. El entusiasmo entre los jóvenes idealistas era grande pero, no obstante, decidieron no dar a conocer el proyecto al público hasta más tarde a fin de tener tiempo para ponerlo a prueba. Este era el último año de Bachillerato; al llegar el verano los amigos se separaron; al principio, cada uno por su lado, hablaron del proyecto pero ante las burlas con que fueron acogidos se desanimaron y Zamenhof quedó solo. Zamenhof ingresó a la Universidad pero no habló del proyecto a nadie. Durante sus horas libres se dedicó a traducir y a escribir originalmente en prosa y en verso. Zamenhof era también poeta. En el curso de sus escritos puso el idioma a prueba y se dio cuenta de que algunas cosas que teóricamente eran buenas, prácticamente eran inaceptables; el número de afijos era demasiado grande y a veces daba lugar a confusión. Durante 6 ó 7 años Zamenhof hizo pruebas, modificó, suprimió, añadió y al fin en 1887 el idioma estaba presto en la forma que lo conocemos hoy. El proyecto de 1887 era muy diferente al de 1878. Cuando el idioma estaba presto para ser dado a conocer al público, Zamenhof ya había empezado su práctica médica y estaba a punto de casarse. Nuevas responsabilidades caían sobre sus espaldas y a veces dudaba si debía o no ir adelante con su proyecto. ¿Qué iba a pensar la gente de un médico que dedicaba su tiempo a una utopía como se consideraba la creación de un idioma internacional? ¿Qué consecuencias iba a tener para su vida futura? Después de reflexionar mucho se decidió dar el paso que le había de hacer famoso y cruzó el Rubicón, como el mismo Zamenhof dijo más tarde.

La difícil difusión

Otro problema que se presentó entonces fue el de encontrar un editor; nadie quería arriesgar dinero en una empresa cuyas posibilidades de éxito eran inciertas, y aún en caso de que lo tuviera no había garantía de que aportara beneficio material alguno. Finalmente el padre de su futura esposa, Alejandro Zilbernick, convencido de que el proyecto era digno de presentarse, adelantó el dinero necesario para la primera edición. Aún entonces tuvo que esperar la autorización del censor. En aquella época Polonia estaba ocupada por los rusos y toda publicación debía de estar autorizada por las autoridades. El censor retuvo el manuscrito durante más de dos meses, dos meses largos para el impaciente Zamenhof. Finalmente el censor gubernamental consideró que el libro era inofensivo, la fantasía de un iluso, y autorizó su publicación, creyendo que al cabo de poco tiempo el proyecto estaría olvidado por todos.

Fue el día 26 de julio de 1887 cuando apareció el librito. Su título era, en ruso, Mezjdunarodnyj Jazyk (Idioma Internacional) del Dr. Esperanto (que tiene esperanza). Durante el mismo año aparecieron ediciones en polaco, francés y alemán. Para distinguirlo de otros proyectos empezó a llamársele el idioma del Dr. Esperanto o el idioma de Esperanto, y finalmente se quedó con el nombre Esperanto. Para iniciar la propaganda el librito se envió a periódicos y a personas en todos los países. El progreso fue muy lento; nadie había oído hablar antes de Zamenhof; el fracaso rotundo del Volapük era ya evidente y muchos que habían dedicado a dicho idioma tiempo, dinero y energía se habían desanimado y vieron con escepticismo la aparición de otro proyecto. Pero poco a poco algunas personas empezaron a interesarse y pronto quedaron convencidos de la superioridad del Esperanto sobre otros proyectos anteriores. Zamenhof, ayudado por Clara, su esposa y colaboradora, tuvo que pasar mucho tiempo con una correspondencia que se hacía de más en más voluminosa; muchos ya le escribían en Esperanto. En 1888 se fundó un grupo esperantista en Núremberg y gracias a la ayuda material de algunos miembros del grupo se fundó el primer periódico en Esperanto, "La Esperantisto", que aparecía mensualmente. En el curso del mismo año se crearon grupos esperantistas en Sofía y en Moscú. El movimiento ya tenía una base. En 1890 Zamenhof se hizo cargo de la revista, pero como suele ocurrir en tales casos, el déficit era permanente, aunque entusiastas idealistas aportaron los medios para que el periódico no dejara de aparecer. La revista era indispensable para mantener el lazo entre los miembros de un movimiento que estaba esparcido por todo el mundo. También en 1890 se editó la primera gramática de Esperanto en español, del escritor y gramático J. Rodríguez Huerta. En 1894, León Tolstoy hizo declaraciones públicas favorables al Esperanto, cosa que dio empuje al movimiento. En 1895 apareció en "La Esperantisto" un trabajo de Tolstoy; dicha colaboración dio mucho prestigio al movimiento esperantista y muchas personas se interesaron por él; pero también las autoridades rusas empezaron a tomar cierto interés por lo que hasta entonces habían ignorado. La colaboración de Tolstoy y las ideas liberales que se expresaban en el periódico motivaron que su aparición fuera prohibida. Era la primera vez, pero no la última, en que las autoridades de un país se opusieran a publicaciones esperantistas. El proyecto inofensivo de 1887 empezaba a tener uñas.

El movimiento, sin su órgano de información, quedó mutilado aparentemente. El caso es que la prohibición del periódico dio ocasión a que se hablara más del idioma internacional. Muchos pensaron que si los tiranos se oponían al Esperanto, es que el Esperanto podía servir para combatir a los tiranos. En diciembre de 1895 al grupo esperantista de Uppsala, Suecia, empezó a publicar otro periódico en Esperanto, "Lingvo Internacia". Desde entonces no han cesado de aparecer publicaciones en el idioma internacional. Citemos que en 1902 salió el primer número de "Suno Hispana" (Sol Español), el primer periódico esperantista editado en España.

Las primeras dificultades con que tropieza todo proyecto nuevo ya empezaban a ser vencidas. El escepticismo de los que profetizaban que el Esperanto acabaría como el Volapük fue desapareciendo a medida que se demostraba que el idioma creado por Zamenhof verdaderamente servía para el objetivo propuesto.

Muchos hombres de la época, en particular idealistas, expresaron juicios favorables al Esperanto. León Tolstoy, ya mencionado más arriba, después de haber comparado el nuevo idioma con el Volapük, que en su tiempo había estudiado, declaró: "Son tan pequeños los sacrificios que todo hombre de nuestro mundo moderno tendrá que imponerse para aprender el Esperanto, y tan grandes los beneficios que puede alcanzar, que nadie se debe sustraer a hacer este estudio." Digna de mención es también la opinión formulada por el famoso federalista español Francisco Pi y Margall: "Nosotros, que tanto quisiéramos ver abatidas las fronteras de los pueblos, no vacilamos en recomendar el estudio del Esperanto a todos los hombres de inteligencia y de corazón, que de veras amen el progreso intelectual y moral de los pueblos." Y todavía ideológicamente más cerca de nosotros tenemos al gran pedagogo Francisco Ferrer y Guardia, fundador de la Escuela Moderna, que declaró cuando un nacionalista catalán le propuso que la enseñanza fuera dada en el idioma catalán: "Eso sería limitar la enseñanza racionalista a un grupo limitado de niños; es en Esperanto que yo lo haría si dicho idioma estuviera ya suficientemente extendido".

Los congresos internacionales

En el año 1905 el movimiento era ya lo suficiente fuerte para poder organizar un congreso internacional, que tuvo lugar en Boulogne-sur-Mer, Francia. 688 esperantistas representando 20 países asistieron al congreso. Por primera vez Zamenhof se encontró ante un número considerable de esperantistas. Hombre de gran energía cuando se trataba de dedicar horas interminables al trabajo, se sentía perdido cuando había de hablar en público. Corto de estatura, tímido, Zamenhof tuvo que hacer un gran esfuerzo de voluntad, pero logró dirigir una alocución sentida en la que expuso sus esperanzas y su satisfacción. Entre otras cosas dijo: "Reconozcamos la importancia del acto de hoy en la ciudad hospitalaria de Boulogne. No se trata de una reunión de ingleses con franceses, de rusos con polacos; es una reunión de hombres con hombres." Desde entonces todos los años se han celebrado congresos internacionales a excepción de los años afectados por las dos guerras mundiales.

En el año 1909 el congreso tuvo lugar en Barcelona; a dicho congreso asistieron 1287 personas representando 52 países. Uno de los actos de los congresistas fue rendir homenaje al gran poeta del Renacimiento Catalán Bonaventura Carles Aribau, que a principios del siglo XIX había profetizado que un idioma universal uniría a la familia humana. Hasta el año 1911 Zamenhof había presidido todos los congresos hasta entonces celebrados, pero a partir de entonces dijo que quería ser un esperantista más y que no deseaba ocupar posición alguna; quería ser un miembro más de la familia esperantista. Esta es la diferencia que separaba Zamenhof de Schleyer; el autor del Volapük quería para él todos los derechos sobre el idioma que él creó. En cambio Zamenhof, ya desde el primer congreso esperantista renunció a todo derecho particular sobre el Esperanto. El congreso del año 1914 había de tener lugar en París. Clara y Luis Zamenhof estaban camino de Francia cuando se declaró la guerra y no pudieron continuar el viaje. El congreso no pudo tener lugar. De regreso a Varsovia Zamenhof dedicó mucho tiempo para escribir, pero se sentía desmoralizado al ver la lucha fraticida que ensangrentaba Europa entera. Él, que había soñado en un ideal de fraternidad humana, volvió a vivir el espectáculo de sus primeros años en Białystok. Zamenhof murió en Varsovia el 14 de abril de 1917, no abandonado, pero aislado a causa de las circunstancias.

La estructura

Vamos a ver en breve cual es la estructura del Esperanto. A diferencia de los proyectos presentados por Descartes y por Leibniz, que eran idiomas a priori, eso es, idiomas completamente fabricados, el Esperanto pertenece al grupo llamado a posteriori, eso es, hecho con materiales ya existentes en los idiomas naturales. El 60% de palabras en Esperanto son de origen latín; el 30%, de origen anglosajón; el 10%, de origen eslavo.

La gramática es simple y contiene los elementos de las gramáticas de idiomas modernos. Sólo existen 16 reglas que forman lo que se llama el Fundamento de Esperanto. Dichas reglas son lógicas e invariables. En el primer congreso esperantista Zamenhof insistió en que el Fundamento fuera intocable y que nadie pudiera reformarlo, ni siquiera él mismo, a fin de conservar la unidad del idioma y así evitar que cada uno hiciera reformas a su gusto lo que provocaría el fin del Esperanto. Esta intocabilidad no había de ser permanente; una academia provista de la autoridad requerida podría hacer, en tiempo oportuno, las reformas consideradas adecuadas. Las 16 reglas del Fundamento definen las partes de la oración y sus características particulares: ortografía, fonética, formación de palabras compuestas, etc. No teniendo excepciones y siendo a base de formas simplificadas estas reglas son fáciles de recordar.

He ahí en pocas líneas las 16 reglas fundamentales:

1) Sólo existe el artículo determinado la, invariable para todos los números, géneros y casos. No hay artículo indeterminado.

2) El substantivo se forma añadiendo la terminación -o a la raíz. El plural se forma añadiendo -j [pronunciado como una y castellana] al singular. El acusativo se indica añadiendo -n, y los demás casos por medio de las correspondientes preposiciones; al, de, kun, per, etc.

3) El adjetivo toma la terminación -a; los casos se forman como para el substantivo. El comparativo se forma por medio de las palabras pli.....ol (más.....que); el superlativo por medio de la plej.....el (el más......de).

4) Los adjetivos numerales cardinales son: unu (1), du (2), tri (3), kvar (4), kvin (5), ses (6), sep (7), ok (8), naŭ (9), dek (10). Para formar las decenas, centenas, etc. se añaden a los nombres de los nueve primeros números dek, cent, mil, miliono, etc. Ej.: Dumil kvarcent sepdek kvin (dos mil cuatrocientos setenta y cinco). Los numerales ordinales se forman añadiendo la terminación -a a los cardinales; tria, tercero; deka, décimo.

5) Los pronombres personales son: mi (yo), ci (tú), li (él), ŝi (ella), ĝi (él, ella - para animales o cosas), ni (nosotros), vi (vosotros), ili (ellos, ellas), si (reflexivo se). Los posesivos se forman añadiendo la terminación -a de adjetivo; mia (mío); nia (nuestro).

6) En la conjugación la desinencia verbal en cada tiempo es siempre la misma, cualquiera que sea el número y la persona. Las desinencias verbales son: -i (infinitivo); -as (presente); -is (pasado); -os (futuro); -us (condicional); -u (imperativo y subjuntivo); -ant (participio activo presente); -at (participio pasivo presente); -int (participio activo pasado); -it (participio pasivo pasado); -ont (participio activo futuro); -ot (participio pasivo futuro).

7) El adverbio toma la terminación -e.

8) Cada preposición tiene un sentido fijo que determina su empleo y va seguida de nominativo.

9) Las palabras se pronuncian como se escriben. El Esperanto es perfectamente fonético.

10) El acento tónico cae siempre sobre la penúltima sílaba, que es la penúltima vocal.

11) Las palabras compuestas se obtienen por yuxtaposición de las raíces que las forman, escribiendo al final la raíz fundamental.

12) Si en una frase se encuentra una palabra con sentido negativo, se suprime el adverbio de negación: ne.

13) Para indicar la dirección se añade la terminación -n de acusativo al complemento.

14) En casos dudosos se emplea la preposición de sentido indefinido je, sobre todo para indicar el tiempo, la hora, las dimensiones.

15) Las palabras llamadas internacionales, es decir las que casi todos los idiomas han adoptado de un mismo origen, se emplean en Esperanto aplicando la ortografía y terminación que le corresponde.

16) Las terminaciones de los substantivos y del artículo pueden suprimirse y ser reemplazadas por un apóstrofe. Dicha regla se aplica principalmente en versificación.

El alfabeto consta de 28 letras: 5 vocales y 25 consonantes. Las vocales son exactamente como en español: a, e, i, o, u y se pronuncian siempre igual. Las consonantes tienen un valor uniforme. Cada letra corresponde a un solo sonido, y cada sonido puede ser representado por una sola letra. Las personas de habla española deberán tener presente que el sonido de la b (bilabial) no debe confundirse con el de la v (labiodental) [y que la j se pronuncia como y, y la c como ts]. Desde luego no existen letras mudas.

Como hemos visto más arriba las palabras se componen de raíces, afijos y terminaciones. Siguiendo el principio de máxima universalidad las raíces del Esperanto han sido tomadas de los idiomas nacionales, de manera que muchas palabras pueden ser reconocidas inmediatamente. Actualmente han sido aceptadas más de 8 000 raíces que combinadas con los 40 prefijos y sufijos con que cuenta el Esperanto se pueden formar más de cien mil palabras.

Para ilustrar lo arriba indicado citemos unos ejemplos.

Patro (padre): patr- es la raíz; o es la terminación característica del substantivo. Si decimos patra tenemos un adjetivo (paternal); patre es un adverbio (paternalmente). Con el sufijo ino formamos el femenino, patrino (madre). Por consiguiente patrina y patrine quieren decir respectivamente maternal y maternalmente.

Con la misma raíz podemos formar muchas más palabras una vez hemos aprendido el uso de los afijos y terminaciones.

Por ejemplo: patrio (patria), bopatro (suegro), bopatrino (suegra), gepatroj (padre y madre) prapatro (antepasado), patrineto (madrecita).

Con una sola raíz hemos formado 12 palabras, y no hemos agotado todas las posibilidades. Por lo dicho se puede comprender que es posible aprender el Esperanto en dos meses, al menos lo suficiente para poder tener una conversación, escribir una carta o leer un libro fácil; en un año es posible dominarlo completamente.

Existen dos métodos principales para aprender el Esperanto: el método gramatical y el método directo. El método gramatical consiste en emplear al principio el idioma de origen, enseñando en primer lugar la gramática esperantista y aplicar las reglas aprendidas a diversos textos. El método directo, como su nombre indica, consiste en prescindir del idioma de origen y emplear directamente el Esperanto, dejando para más tarde la gramática. Cual de los dos es mejor es una cuestión de apreciación y depende también de la preparación que pueda tener el estudiante. Si el que aprende el Esperanto conoce bien la gramática de su propio idioma, el método gramatical es aconsejable. Pero si los conocimientos gramaticales dejan que desear; si los términos substantivo, adjetivo, declinación, complemento directo, etc. son todavía un misterio, el método directo podría dar mejor resultado, sin que por eso se deje de aprender luego la gramática. Es un hecho que después de haber estudiado el Esperanto se comprende mejor la gramática del idioma de origen.

Organizaciones esperantistas

El primer grupo esperantista organizado fue el de Núremberg, en el año 1888, y en poco tiempo se formó una red de grupos locales o nacionales que se dedicaron a la propagación del Esperanto; estos grupos colaboraban más o menos entre sí. En 1895 se constituyó, bajo la proposición de Zamenhof, la Liga Mundial Esperantista compuesta por los subscriptores de "La Esperantisto", coordinando así la actividad de los diversos grupos y haciendo posible la celebración del primer Congreso Universal en Boulogne-sur-Mer en 1905. A la Liga Mundial Esperantista sucedió UEA, Universala Esperanto-Asocio (Asociación Universal Esperantista), que agrupaba a los esperantistas de todos los países y de todas las tendencias. UEA fue fundada en el año 1908 bajo la iniciativa de los suizos Th. Rousseau y Héctor Hodler, este último hijo del famoso pintor y escultor Fernando Hodler. Los iniciadores de la nueva asociación creyeron que no bastaba propagar el nuevo idioma, sino que era necesario introducirlo en la vida práctica cotidiana. Según su estatuto, UEA se propone:

* Facilitar las relaciones morales y materiales entre los hombres, sin diferencia de nacionalidad, raza o lengua de origen;
* Aumentar entre sus miembros un fuerte sentido de solidaridad y comprensión mutua;
* Incrementar el uso del Esperanto;
* Crear servicios internacionales para el uso de hombres y colectividades cuyos intereses requieren relaciones en otros países.

El Esperanto neutral

Políticamente UEA es neutral, pero tal neutralismo le obliga a hacer piruetas cuyos resultados dejan a menudo mucho que desear. Actualmente UEA cuenta con más de 20.000 afiliados y tiene cierta influencia en medios oficiales como ONU y UNESCO.

No cabe duda de que Hodler y Rousseau, no menos que el propio Zamenhof, fueron ante todo idealistas sinceros. Sin decir tiene que los objetivos enunciados en el estatuto de UEA concuerdan perfectamente con los ideales libertarlos, pero no podemos dejar de reconocer que, contrariamente a los deseos del autor del Esperanto, la idea de la aplicación del idioma universal penetró mucho más rápidamente en los medios burgueses que lo emplearon para fines desprovistos de todo idealismo. Comerciantes lo usaron como medio de incrementar sus negocios; burgueses ociosos lo aprendieron por esnobismo; instituciones religiosas no dejaron de tener en cuenta la utilidad del Esperanto para su propaganda; incluso la policía no dudó en emplearlo para sus propios fines; y hasta militaristas y patrioteros no tuvieron escrúpulos en hacer uso del idioma universal para designios que nada tienen que ver con el ideal de fraternidad humana. Son estos grupos que, bajo el cubierto de neutralismo, han tenido cierta influencia en el desarrollo de UEA.

Durante los congresos universales organizados por dicha asociación se tiene la costumbre de nombrar presidente honorario del congreso al jefe de Estado del país en donde se celebra la reunión. Para algunos, tal nombramiento es un acto simbólico, para otros es una mamarrachada, pero en todos casos la idea de neutralismo político queda muy mal parada. Tal costumbre ha sido motivo de muchas críticas, incluso hasta por muchos miembros de la asociación organizadora, que el nombramiento honorario en cuestión ya no es un acto de cortesía sino una dejación manifiesta de dignidad y de amor propio, teniendo en cuenta que en la mayor parte de los casos los jefes de Estado no son solamente indiferentes al ideal del idioma universal sino que en el fondo se oponen a él e incluso lo combaten. El paroxismo de la falta de consecuencia del movimiento llamado neutral fue en 1968 cuando el 53 Congreso Universal tuvo lugar en Madrid y por consiguiente el presidente honorario fue el fascista Franco. ¿Es posible que la memoria de ciertos esperantistas sea tan corta que hayan olvidado los crímenes de Franco? Recordemos que durante los años de la guerra, en la zona franquista, la actividad en pro del Esperanto cesó completamente debido a la persecución sistemática de que fueron victimas sus adeptos, incluso los "neutrales", miembros de UEA. Basta recordar el crimen colectivo que tuvo lugar en Córdoba, cuando dicha ciudad cayó en poder de los fascistas; los miembros del grupo local esperantista fueron pasados por las armas por el hecho de ser esperantistas. Irónicamente 31 años más tarde el responsable de tales crímenes había de ser presidente honorario de un congreso esperantista. Al decidir celebrar el congreso en España, UEA, además de prostituirse y de no haber ganado nada, ha sido un instrumento de la propaganda franquista contribuyendo al mito de la "democratización" del régimen.

El Esperanto comprometido

Que el neutralismo -que no es lo mismo que tolerancia- no podía conducir a una solución ideal lo comprendieron ya algunos de los primeros esperantistas. Aunque lentamente, pero de una manera cierta, el Esperanto penetró en los medios obreros y revolucionarios. Los anarquistas y anarcosindicalistas, que formaban el elemento más numeroso en los medios esperantistas proletarios anteriores a la primera guerra mundial, se agruparon en al año 1906 en la asociación internacional Paco-Libereco (Paz-Libertad) que editaba "Internacia Socia Revuo" (Revista Social Internacional). En 1910 Paco-Libereco se fundió con otra asociación de carácter progresista, Esperantista Laboristaro (Trabajadores Esperantistas). El organismo común tomó el nombre de Liberiga Stelo (Estrella Libertadora). Hasta 1914 dicho organismo publicó numerosos libros y folletos revolucionarios en Esperanto. Entre ellos citemos los siguientes: Antipatriotismo de G. Hervé, La Ilusión Parlamentaria de Laissant, Los Crímenes de Dios de S. Faure, El Evangelio del Corazón de P. Berthelot, La Pirámide de la Tiranía de F. D. Nieuwenhuis, El Salario de P. Kropotkin, Los Miserables de V. Hugo, La Fuerza de los Fuertes de J. London, Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Con ocasión del 10º Congreso Universal que había de celebrarse en París en 1914 se había proyectado una reunión separada de los esperantistas revolucionarios a fin de establecer las bases de un organismo al margen del movimiento neutral. Pero la guerra se declaró y el congreso no tuvo lugar. No fue hasta el año 1921, en Praga, que pudo celebrarse el primer congreso obrero esperantista, en donde se constituyó Sennacieca Asocio Tutmonda (Asociación Mundial Anacional). En dicho congreso se rechazó el principio del neutralismo ciego y se adoptó la idea del uso del Esperanto al servicio de la lucha por la emancipación de la clase obrera. He ahí un extracto del estatuto de SAT aceptado durante el congreso de Praga:

"Objetivo: a) utilizar prácticamente el idioma internacional Esperanto y ponerlo al servicio del proletariado mundial; b) facilitar las relaciones entre sus miembros y crear en ellos un sentido de verdadera solidaridad humana; c) informar y educar a sus miembros de manera que lleguen a ser los más capaces y los más perfectos entre los que se llaman internacionalistas."

"SAT no es un partido político, sino una organización cultural y educativa, cuyos afiliados han de ser comprensivos y tolerantes con relación a los diversos sistemas políticos y filosóficos sobre los que se apoyan los diversos partidos proletarios y movimientos sindicales; SAT se propone, gracias a la libre discusión y comparación de hechos y de ideas, terminar con el dogmatismo que sus miembros hayan podido recibir en sus medios de origen."

"En breve, el objetivo de SAT es, gracias al uso constante de un idioma racional y de su aplicación en la escala mundial, facilitar la creación de espíritus que piensen racionalmente y que sean capaces de comparar, comprender y juzgar diversas ideas, tesis y tendencias, para que a su vez sean capaces de escoger, con pleno conocimiento de causa, el camino que consideren más justo y factible para la liberación de su clase, y posibilitar que la humanidad entera alcance un nivel superior de civilización y cultura."

El nacimiento de SAT tuvo lugar en una época en que muchos obreros de diversas tendencias miraban todavía con esperanza hacia la Revolución Rusa como un primer paso que habría de conducir hacia el triunfo de las ideas socialistas en el mundo entero. Es así que desde el principio los comunistas consiguieron tener cierta influencia en la línea de conducta de dicha asociación; pero a medida que pasaba el tiempo, y el mito de la revolución rusa se desvanecía, muchos revolucionarios esperantistas, que durante un momento se habían dejado influenciar por los acontecimientos en Rusia, empezaron a desengañarse al mismo tiempo que los comunistas se volvían de más en más exigentes y querían convertir al SAT en una organización exclusivamente al servicio de Moscú. Durante 10 años tuvo lugar una lucha constante entre los elementos comunistas y los que querían que el SAT se mantuviera como organización cultural y educativa al servicio de la clase obrera, pero políticamente independiente, tal como se había determinado en el congreso de Praga. Finalmente, en el año 1931, durante el XI Congreso de SAT en Ámsterdam, la mayoría de miembros rechazaron las pretensiones de dominio de los comunistas, y estos abandonaron la asociación para formar una organización puramente comunista, IPE - Internacio de Proleta Esperantistaro (Internacional de Esperantistas Proletarios). Su ideología se basaba en el concepto marxista y el materialismo dialéctico. Ya un año antes, exactamente en octubre de 1930, apareció en Moscú una publicación titulada "Internaciisto" (Internacionalista), que con toda desfachatez se calificaba de "el único periódico proletario en Esperanto", dedicándose a repetir las consignas emanadas del Komintern y a difamar a los otros organismos esperantistas, en particular a los de tendencia proletaria que no comulgaban con las exigencias moscovitas. Pero la vida de IPE fue efímera; al cabo de poco tiempo dejó de dar señales de vida. La prensa del SAT así como el órgano anarquista Libera Laboristo, fue prohibida en la Unión Soviética, y el movimiento esperantista ruso, que durante unos años había adquirido cierta fuerza, desapareció poco a poco. Desde el año 1937 hasta la muerte de Stalin, en los medios oficiales soviéticos se consideraba al Esperanto como producto del "internacionalismo y cosmopolitismo burgués" y en consecuencia cayó en desgracia. Incluso algunos de los más activos esperantistas, entre los que se hallaban muchos anarquistas, fueron encarcelados o exiliados a Siberia. Después de la muerte del funesto dictador rojo la situación ha cambiado algo, pero sólo en lo que se refiere al movimiento neutral; las publicaciones de los movimientos obreros no comunistas siguen siendo prohibidas en Rusia. En China y en otros países comunistas se publican algunas revistas en Esperanto, revistas presentadas con mucho esmero, pero su contenido refleja solamente las opiniones del partido en el poder y no son más que órganos de propaganda subvencionados por el Estado para sus fines particulares. En dichos periódicos la expresión de opiniones libres por parte de los lectores está fuera de cuestión.

Después de la escisión provocada por los comunistas, SAT prosiguió y prosigue su obra educativa, organizando congresos anuales y editando una cantidad considerable de libros, originales y traducidos. Entre ellos citemos: Ética y A los Jóvenes de Kropotkin, La Sociedad Libertaria de Bastién, Fontamara de l. Silone, Cristianismo y Patriotismo de L. Tolstoy, Cándido de Voltaire, Fausto de Goethe, Nacionalismo y Manifiesto de los Anacionalistas de Lanti, Correspondencia de Zamenhof, y en 1970 un magnífico Plena Ilustrita Vortaro (Diccionario Completo Ilustrado), el más completo de los diccionarios hasta ahora publicados en el idioma internacional.

Eugenio Lanti

Al hablar de SAT no podemos dejar de mencionar al que fue iniciador y alma de dicha asociación. Se trata de Eugenio Lanti (Adam), un individuo de una personalidad extraordinaria y original cuyas ideas influenciaron grandemente el desarrollo del movimiento obrero esperantista. Durante su juventud Lanti entró en relación con Sebastian Faure y Juan Grave, y militó en el movimiento anarquista francés hasta el año 1915, año en que decidió apartarse del mismo por estar en desacuerdo con los que optaban por la colaboración con los países aliados en su lucha contra Alemania. El mismo Lanti explicó el motivo de su actitud en una carta que escribió a la redacción de "Senŝtatano" en 1946, poco antes de su muerte trágica en Méjico donde a la sazón residía. Lanti dice: "He tenido ocasión de leer el número 1 de "Senŝtatano" sintiendo una intensa emoción ya que yo mismo fui anarquista durante 17 años de mi vida, hasta el año 1915. En dicho año empecé a tener dudas acerca del movimiento anarquista al comprobar que Kropotkin recomendaba la participación en la guerra para vencer al militarismo alemán y así abrir el camino para la revolución. A pesar de todo, el anarquismo sigue siendo un ideal para mí."

Fue durante la primera guerra mundial que Lanti aprendió el Esperanto y vio las inmensas posibilidades que dicho idioma ofrecía como instrumento para luchar contra el funesto patriotismo. Su filosofía se basaba en el anacionalismo en oposición al internacionalismo. Lanti afirmaba que internacionalismo denota relación entre naciones y que, en consecuencia no representa forzosamente una idea revolucionaria, mientras que el anacionalismo se opone, sin lugar a dudas, a la idea de nación como entidad política.

Cuando estalló la revolución rusa, Lanti fue uno de los que creyó que este acontecimiento representaba el principio del socialismo en el mundo entero y no dudó en hacerse miembro del partido comunista; en 1922 hizo un viaje a Rusia en donde fue muy bien acogido en los medios oficiales, pero haciendo caso omiso de los halagos, su espíritu anticonformista y rebelde le hizo ver que en el país soviético no existía el socialismo ni se preparaba el camino para llegar a él. No obstante, durante algún tiempo se aferró a su nueva creencia y procuró querer justificar los hechos, creyendo que eran simples errores circunstanciales, pero finalmente, completamente desengañado, se dedicó a denunciar en artículos y en conferencias públicas lo que había visto y lo que llegó a saber gracias a contactos con esperantistas soviéticos: burocratismo de partido, persecuciones de revolucionarios, despotismo y crímenes. Eso le valió una campaña de difamación y de insultos por parte de los comunistas llamados ortodoxos.

Discípulo de Rabelais y de Voltaire, de quien tradujo varios libros, Lanti reivindicaba el derecho a la duda y a la crítica positiva, convencido que sólo así era posible encontrar el camino de la verdad. Cuando creía tener razón Lanti era intransigente, particularmente en lo que se refería a principios revolucionarios, pero era ante todo intransigente consigo mismo y cuando se daba cuenta que había tomado una posición equívoca no dudaba en rectificar su línea de conducta. Fue en gran parte gracias a su esfuerzo, a su influencia y a su honestidad que SAT no cayó en la órbita del mundo comunista.

A partir de 1936, una vez lograda la jubilación, Lanti se dedicó a viajar por el mundo con el objetivo de conocer más efectivamente otros continentes, otros pueblos, otras razas, llevando a todas partes su mensaje de anacionalismo. Estuvo en Asia, Oceanía, América del Sur y finalmente en Méjico en donde, a consecuencia de picaduras de insectos sufridas en 1936 que le provocaron tumores y caquexia general tuvo que ingresar en el hospital. Insoportables dolores de cabeza le impulsaron a suicidarse el 17 de enero de 1947. Su muerte fue una pérdida sensible para el SAT y para el movimiento esperantista en general. El nombre de Lanti ha sido asociado muchas veces con los de Zamenhof y Hodler.

El Esperanto y los anarquistas

Si en épocas pasadas el uso de un idioma universal podía considerarse práctico para las relaciones entre seres humanos de diferentes orígenes y culturas, es evidente que hoy, con el progreso constante de la ciencia, que prácticamente elimina las distancias, el idioma universal es imprescindible. Es así que el Esperanto responde a una necesidad concreta. La vida moderna ha dejado de ser nacional, para ser internacional, mundial.


El hombre de hoy no puede ignorar lo que ocurre fuera de su país. El anarquista no lo quiere ni lo puede. No basta contentarse con informaciones, en general deformadas, de la prensa al servicio del Estado y de la burguesía. Existen organismos de información con el objetivo de informar imparcialmente a los diversos grupos e individualidades anarquistas, pero el tiempo empleado en traducciones y retraducciones es motivo de la pérdida de actualidad de la información en cuestión.

Nosotros tenemos necesidad de saber qué forma particular toma el ideal anarquista cuando es estudiado profundamente por hombres cuya cultura, educación y costumbres difieren de las nuestras; nosotros, más que nadie, tenemos necesidad de comparar los pensamientos y las obras de nuestros semejantes. Sólo el empleo generalizado del Esperanto puede dar una solución satisfactoria.

Utilizándolo para esos fines, los anarquistas dan al Esperanto todo su valor social. Sin duda alguna Zamenhof no fue un anarquista; su obra fue simplemente dictada por un sincero misticismo humanista y un amor fraterno hacia todos los hombres, sin distinción de razas ni naciones. Zamenhof quería ver la desaparición de las fronteras, ¿no es precisamente lo que quieren los anarquistas? Cuando Zamenhof dijo en Boulogne-sur-Mer: "no es una reunión de ingleses con franceses, de rusos con polacos; es una reunión de hombres con hombres", ¿no es acaso lo que nosotros pensamos? Por su obra y su pensamiento Zamenhof estaba más cerca de los anarquistas que de los esperantistas llamados neutrales, muchos de los cuales no han sabido nunca desprenderse de prejuicios burgueses y nacionalistas.

Los anarquistas, ya desde el principio de la divulgación del Esperanto, han estado en la vanguardia del movimiento obrero esperantista. En 1905 se formó en Estocolmo el primer grupo esperantista anarquista de que hayamos tenido noticia, y en 1906 se constituyó en París el grupo Paco-Libereco del que ya hemos hecho mención y que tuvo una influencia considerable en el movimiento esperantista en general llevando a cabo una importante labor editorial.

Notemos que durante el Congreso Anarquista Internacional de Ámsterdam en el año 1907 se tomaron resoluciones favorables al idioma internacional. Lo mismo ha ido ocurriendo en sucesivos congresos en los cuales los compañeros esperantistas han tomado una parte activa, sobre todo en lo que se refiere a relaciones entre los grupos de distintos países.

En los países del Lejano Oriente, principalmente en la China y el Japón, los grupos anarquistas tomaron un interés particular por el Esperanto, y publicaron diversos boletines bilingües de los que son dignos de mención "La Voĉo de la Popolo" (La Voz del Pueblo) y "Nova Jarcento" (El Nuevo Siglo). Uno de los militantes chinos que más influencia ha tenido en el desarrollo del movimiento anarquista en China, Shin-fu, era un buen esperantista, tradujo varios libros y fundó un grupo esperanto-anarquista. El famoso escritor Pa Chin [Ba Jin, según la nueva ortografía], que se llamaba hijo espiritual de Emma Goldman, pero que fue más tarde influenciado por los maoístas, estudió el Esperanto en Shanghai durante sus años de anarquista, y vertió al chino la novela del húngaro Julio Baghy, Día de Primavera en Otoño, escrita originalmente en Esperanto. En un diccionario biográfico de escritores chinos y extranjeros editado en Shanghai en el año 1934, Pa Chin está clasificado como novelista e intelectual esperantista.

En 1923, los libertarios rusos A. Levandowsky y J. Zilberfarb fundaron en Ucrania ISAB - Internacilingva Scienca Anarkisma Biblioteko (Biblioteca Anarquista Científica en el Idioma Internacional) y publicaron Ética de Kropotkin y Anarquismo de Borovov. Muchas otras publicaciones estaban en preparación, entre ellas Sembrando Flores de Federico Urales; pero el desarrollo posterior de la situación en Rusia, impidió su publicación. Los compañeros fundadores de ISAB hicieron una llamada a los esperantistas anarquistas del mundo entero para ver la posibilidad de la creación de un organismo mundial. La idea fue acogida favorablemente por otros dos militantes rusos, S. Haydowsky y N. Futerfas, así como el anarquista francés Julien Migny. Estos compañeros constituyeron el núcleo fundador de TLES - Tutmonda Ligo de Esperantistaj Senŝtatanoj (Liga Mundial de Esperantistas Antiestatales) que en pocos meses tenía ya afiliados en quince países. Pero mientras se preparaba la organización de la Liga, la situación en Rusia deterioraba y las voces anarquistas quedaban ahogadas bajo la represión bolchevique. Levandowsky fue deportado a Siberia, Haydowsky y Futerfas desaparecieron bajo la ola de terror que sacudió Rusia; solamente Zilberfarb pudo salvarse debido a que optó por flirtear con los comunistas e incluso escribió unos párrafos laudatorios para Lenín con motivo de su muerte. Desaparecidos los compañeros rusos, Julien Migny, con la valiosa ayuda de su compañera Juliette, se hizo cargo de la administración de TLES. Entre los participantes a la nueva organización esperantista citemos a Hem Day en Bélgica, Lu Chien Bo en China y Taiyi Yamaga en el Japón. Yamaga vertió del chino antiguo al Esperanto el Tao Te Ching (Libro del Camino y de la Virtud) de Lao Tse. Fue la versión en Esperanto de Yamaga que sirvió como base para la traducción en español de dicha obra publicada en el año 1963 por "Tierra y Libertad".

A partir de agosto de 1925 TLES empezó a publicar en Berlín su órgano mensual "Libera Laboristo" (El Trabajador Libre), y en 1933, en colaboración con la AIT editaba un boletín informativo para el uso del movimiento anarco-sindicalista internacional.

Otras publicaciones ácratas dignas de mención, que aparecieron antes de la segunda guerra mundial, son: Laboristo, fundado por compañeros búlgaros y continuado más tarde por el Grupo Anarquista Esperantista de Estocolmo; La Anarkisto, en el Japón, que dejó de aparecer en 1931 cuando sus redactores fueron encarcelados por las autoridades japonesas; La Kompaso, órgano de la fracción anarquista de SAT.

En Barcelona apareció en 1936-1939 "Informa Bulteno de la CNT-FAI", semanario redactado por ILES "Ibera Ligo de Esperantistaj Senŝtatanoj" (Liga Ibérica de Esperantistas Antiestatales). También en Barcelona, durante la misma época, la Radio CNT-FAI daba emisiones en Esperanto tres veces por semana.

La toma del poder por los nazis en Alemania, la persecución de los anarquistas en Rusia y en otros países, el trágico final de la guerra en España y finalmente la declaración de la segunda guerra mundial debilitaron al movimiento libertario esperantista y TLES dejó de existir; muchos de sus miembros perecieron víctimas de las persecuciones y de la gran matanza, pero en 1945, en cuanto las relaciones internacionales se normalizaron, los esperantistas anarquistas restablecieron el contacto interrumpido durante algunos años. En 1946 empezó a publicarse en París "Senŝtatano", primero como órgano en Esperanto del Comité Provisional de la Internacional Juvenil Anarquista (IJA), y luego como portavoz del movimiento esperantista anarquista, continuando así la labor iniciada por TLES. Durante la misma época el grupo libertario esperantista de París colaboraba estrechamente con la Comisión de Relaciones Internacionales Anarquistas (CRIA), traduciendo el boletín de informaciones que ésta publicaba y atendiendo a la relación epistolar en Esperanto con compañeros de otros países.

Finalmente en 1969 la fracción anarquista del SAT ha tomado un nuevo impulso publicando en París el boletín mensual Liberecana Ligilo, con el objetivo de propagar el ideal anarquista en el campo fértil de los medios esperantistas, a la vez que propagar el Esperanto en los medios anarquistas que es donde el idioma universal tiene, más que en ninguna otra parte, su razón de ser.

domingo, 10 de octubre de 2010

El lugar del anarquismo en la Ciencia moderna

[Como apoyo al grupo Stirner y a Krates en su ataque a los primitivistas y neorruralistas que desprecían el progreso científico, Kropotkin reviso en 1913 el texto original de Ciencia moderna y anarquismo publicado inicialmente por el año 1901 en francés y en inglés, casi a la vez. En este libro el teórico anarquista, y también científico, defiende el método científico como parte de la teoría y la práctica dentro del Movimiento Libertario. La Ciencia en sí forma parte del anarquismo, y no es su enemiga, como ahora quieren darnos a entender algunos ignorantes. Aquí os pongo una pequeña parte.]
El anarquismo es una concepción global basada en una explicación mecánica de todos los fenómenos, que abarca todo el conjunto de la naturaleza; es decir que incluye la vida de las sociedades humanas y sus problemas económicos, políticos y morales. Su método de investigación es el de las ciencias exactas de la naturaleza, y, si pretende ser científico, toda conclusión a la que llegue ha de verificarse por el método con que deben verificarse todas las conclusiones científicas. Su propósito es elaborar una filosofía sintética que abarque en una generalización todos los fenómenos de la naturaleza, y, en consecuencia, también la vida de las sociedades.

Por consiguiente, es natural que el anarquismo dé nuevas respuestas a la mayoría de las cuestiones de la vida moderna, y adopte con ellas posición distinta a la de todos los partidos políticos, y en cierta medida todos los partidos socialistas, que aún no se han liberado de las historias metafísicas de la antigüedad.

Por supuesto, la elaboración de una concepción del mundo mecánica y completa no ha hecho más que empezar en el campo sociológico; es decir, en la parte que trata de la vida y la evolución de la sociedad. Pero lo poco que se ha hecho posee sin duda un carácter marcado, aunque a menudo no del todo consciente. En el campo de la filosofía del Derecho, en el de la teoría de la moral, en la economía política, en la historia, tanto de las naciones como de las instituciones, el anarquismo ha mostrado ya que no se contentará con conclusiones metafísicas sino que buscará constantemente una base en el reino de las ciencias de la naturaleza.

Lo mismo que las concepciones metafísicas del Espíritu Universal, o de la Fuerza Creadora de la Naturaleza, la Encarnación de la Idea, el Objetivo de la Naturaleza, la Humanidad (concebida con una existencia espiritualizada independiente), etcétera, lo mismo que barrió todo esto la filosofía materialista de hoy, y los embriones de las generalizaciones que se ocultan bajo estos términos nebulosos se están traduciendo al lenguaje concreto de las ciencias naturales, así procedemos nosotros al abordar los hechos de la vida social, también aquí intentamos barrer las telarañas metafísicas, y determinar qué generalizaciones en embrión pueden estar ocultas, si las tras tantas palabras confusas.

Cuando los metafísicos intentan convencer al naturalista de que la vida mental y moral del hombre se desarrolla de acuerdo con ciertas «Leyes Innatas del Espíritu», este último se encoge de hombros y continúa su estudio fisiológico de los fenómenos de la vida, la inteligencia, las emociones y las pasiones, con el propósito de mostrar que todos pueden reducirse a fenómenos químicos y físicos. Él busca descubrir las leyes naturales en que se basan. Así mismo, cuando a los anarquistas les dicen, por ejemplo, que todo proceso se compone de tesis, antítesis y síntesis; o que «el objeto de la ley es imponer justicia, que es realización de la idea suma»; o, también, cuando les preguntan cuál es, en su opinión, «el fin de la vida», también se limitan a encogerse de hombros y a preguntarse cómo es posible que en el estado actual de desarrollo de las ciencias naturales puede haber aún individuos anticuados que sigan creyendo en «palabras» como ésas y aún se expresen en el lenguaje del antropomorfismo primitivo (la concepción de la naturaleza como algo regido por un ser dotado de atributos humanos). Los anarquistas no pueden dejarse engañar por frases sonoras, porque saben que tales palabras sólo ocultan o ignorancia (es decir, investigación incompleta) o, mucho peor aún, simple superstición. En consecuencia, siguen su estudio de las ideas sociales y de las instituciones presentes y pasadas según el método científico de inducción. Y al hacerlo descubren, por supuesto, que el desarrollo de la vida social es incomparablemente más complicado e interesante, a efectos prácticos, de lo que nos veríamos forzados a creer de juzgarlo con fórmulas metafísicas.

Hemos oído hablar mucho últimamente del «método dialéctico», que se recomienda para formular el ideal socialista. No reconocemos tal método, con el que nada tiene que ver las ciencias naturales modernas. «El método dialéctico» recuerda al naturalista moderno algo superado hace mucho, algo desechado y felizmente olvidado ya por la Ciencia. Los descubrimientos del siglo XIX en los campos de la mecánica, la física, la química, la biología, la psicología física, la antropología, la psicología de las naciones, etcétera, no se hicieron mediante el método dialéctico sino mediante el método científico-natural, el método de la inducción y la deducción. Y puesto que el hombre es parte de la naturaleza, y puesto que la vida de su «espíritu», tanto personal como social, no es más que un fenómeno de la naturaleza, como lo es el crecimiento de una flor o la evolución de la vida social entre hormigas y abejas, no hay motivo alguno para que cambiemos bruscamente nuestro método de investigación por pasar de la flor al hombre, o de la colonia de castores a una población humana.

El método inductivo ha probado además sus méritos hasta el punto de que el siglo XIX, que lo ha aplicado, ha hecho avanzar la Ciencia más en cien años de lo que avanzó en los dos mil años anteriores. Y cuando en la segunda mitad del siglo empezó a aplicarse este método a la investigación de las sociedades humanas, no se llegó a ningún punto en que se juzgase necesario abandonarlo y adoptar de nuevo la escolástica medieval. Además, cuando los naturalistas filisteos, basando aparentemente sus argumentaciones en el «darwinismo social», empezaron a enseñar: «Aplasta a quien sea más débil que tú, ésa es la ley de la naturaleza», nos fue fácil demostrar primero que ésa no era la conclusión de Darwin, y mostrar por el mismo método científico que tales científicos habían emprendido un camino errado; que no existe tal ley: que la vida de los animales nos enseña algo por completo distinto, y que esas conclusiones eran absolutamente anticientíficas. Tan anticientíficas como, por ejemplo, la afirmación de que la desigualdad de riqueza es ley natural, o que el capitalismo es la forma de vida social más ventajosa que pueda concebirse para el progreso de la especie. Precisamente este método científico-natural aplicado a los hechos económicos nos permite demostrar que las supuestas «leyes» de la sociología burguesa, incluida su economía política, no son en absoluto leyes, sino simples hipótesis, o meras afirmaciones que no han sido jamás verificadas.

Además, una investigación sólo rinde frutos cuando tiene un objetivo definido; cuando se emprende con propósito de dar respuesta a una cuestión concreta y claramente formulada. Y que es más fructífera cuanto más clara vea el investigador la relación que existe entre su problema y su concepción general del universo. Cuanto mejor entienda la importancia del problema en términos generales, más fácil le será dar con la respuesta. Por tanto, la cuestión que el anarquismo se plantea puede formularse así: «¿Qué formas de vida social aseguran a una sociedad determinada, y luego a la especie humana en general, la mayor cuantía de felicidad, y, en consecuencia, también la mayor cuantía de vitalidad?». «¿Qué formas de vida social permitirán mejor que esta cuantía de felicidad crezca y se desarrolle no sólo cuantitativa sino también cualitativamente, es decir, se haga más completa y más variada?» (De lo cual, digamos de pasada, se deriva una definición de progreso.) El deseo de impulsar la evolución por esta vía determina la actividad no sólo científica sino también social y artística del anarquismo. Y esta actividad, a su vez, precisamente en la medida en que coincida con el desarrollo de la sociedad en esta dirección, se transforma en una fuente de creciente vitalidad, de vigor y de sentido de identidad con la especie humana y sus mejores fuerzas vitales en desarrollo.

Se convierte, en consecuencia, en fuente de creciente vitalidad y creciente felicidad para el individuo.

lunes, 4 de octubre de 2010

FEDERALISMO

Por Ángel J. Cappelletti

En el seno de la Primera Internacional los partidarios de Bakunin solían autodenominarse «federalistas» (por oposición a los seguidores de Marx, a quienes llamaban «centralistas»).

En tal contexto parece evidente que «federalista» se toma como sinónimo de «antiautoritario» y que el término «autoritario» es considerado, a su vez, como equivalente a «centralista». Estos adjetivos que, en primer término, marcaban diferentes posiciones frente a la organización de la Internacional obrera, sirvieron inmediatamente para señalar también diferentes modos de interpretar la organización de la futura sociedad socialista.

No fueron, sin embargo, Bakunin y sus discípulos quienes primero utilizaron el concepto de «federalismo». Ya Proudhon había elaborado una teoría de la federación como contrapartida de la teoría del Estado y, al mismo tiempo, de la economía política clásica.

El «federalismo», tal como lo entienden los bakuninistas (y, posteriormente, Kropotkin, Malatesta, etc.), no debe confundirse, en modo alguno, con el federalismo puramente político o con la mera descentralización administrativa, que muchas veces ha sido postulada por ciertos sectores del liberalismo y otras ha servido inclusive como careta de la reacción aristocrática y clerical. Recuérdese que durante la Revolución Francesa los girondinos se proclamaron partidarios de la república federal y que en nuestro siglo la Action Française defendía (no sin citar a Proudhon) la idea de una Francia federal (por oposición a la Francia centralista, que presumía de origen jacobino).

«Federalismo» significa, para los anarquistas, una organización social basada en el libre acuerdo, que va desde la base local hacia los niveles intermedios de la región y de la nación y, por fin, hacia el plano universal de la humanidad.

Así como los individuos se asocian libremente para formar comunas, las comunas se asocian libremente hasta constituir la federación local; las federaciones locales lo hacen, a su vez, para formar federaciones regionales o nacionales; éstas, por fin, se agrupan, siempre mediante pactos libremente concertados, en una federación universal. El principio federativo implica, pues, un movimiento contrario al principio estatal, que se realiza desde arriba hacia abajo. Y en este sentido sería totalmente erróneo (aun utilizando los recursos de un menguado y pueril estructuralismo) considerar que la federación defendida por el anarquismo no es sino otro modo de designar al Estado.

Por otra parte, el federalismo anarquista se refiere, ante todo, a la organización económica: la toma de los medios de producción por parte de los productores libremente asociados. Y esto supone, evidentemente, la autogestión.

La comunidad de los trabajadores, que decide con absoluta autonomía la producción, la distribución y el consumo de los bienes, decide también todos los aspectos de la vida social, de la administración, de la sanidad, de la educación, de la cultura, etc. Y desde este punto de vista sustituye a toda autoridad política.

Se trata nada más (y nada menos), como puede advertirse, de los «soviets», que tan promisoriamente surgieron con la Revolución Rusa, en 1917, y tan lamentablemente se convirtieron pronto (ya desde 1919) en meros órganos del Comité Central del Partido Bolchevique.

Extraído de La ideología anarquista de Ángel J. Cappelletti.





Rueda de la Fortuna de Thomas J. Hagerty (IWW),
un ejemplo de autoorganización en el mundo del trabajo.

jueves, 30 de septiembre de 2010

INTERNACIONALISMO Y NACIONALISMO

Por Ángel J. Cappelletti

El anarquismo es esencialmente internacionalista, como lo fue, en sus orígenes, el socialismo marxista.

En la medida en que las fronteras políticas son obvia consecuencia de la existencia de los Estados, los anarquistas no pueden menos que considerarlas también fruto de una degeneración autoritaria y violenta de la sociedad.

El cosmopolitismo de los antiguos cínicos y estoicos, fundado en la idea de la humanidad como un todo natural y moral, es acogido, a través de ciertos aspectos de la ilustración, como uno de los componentes esenciales de la filosofía social anarquista.

Mientras en el marxismo la actitud internacionalista (tantas veces minimizada y negada, inclusive antes de la neoeslavofilia de Stalin) se funda en la idea de que la clase social constituye, por encima de toda frontera política y cultural, un vínculo universal más sólido que la pertenencia a un mismo Estado o a una misma raza o nacionalidad, en el anarquismo se funda simple y absolutamente en la convicción de que no hay unidad más real (puesto que no hay ninguna más natural) que la de la especie humana.

En el marxismo, la posición internacionalista deriva de un hecho histórico; en el anarquismo, de un hecho biológico y de una exigencia ética.

La patria es rechazada en la medida en que se vincula con el Estado nacional; en la medida en que se deja representar por un gobierno y se presenta como enfrentada a las otras «patrias»; en la medida en que exige un ejército o fuerza armada para conservar su ser y su identidad. El antinacionalismo anarquista deriva de su antiestatismo y genera, a su vez, el antimilitarismo y el pacifismo del cual hablaremos más adelante.

La literatura de propaganda anarquista ha insistido mucho, sin embargo, a semejanza de la marxista, en el usufructo de la noción de «patria» por parte de la burguesía. Y lo cierto es que el nacionalismo, en la Edad Moderna, ha estado siempre vinculado a la clase burguesa y ha sido siempre ajeno, como ideología, a la clase obrera.

Si por nacionalismo se entiende la consideración de la nación y del Estado nacional como un valor supremo, podría verse al anarquismo como su más clara antítesis, esto es, como un antinacionalismo radical. Pero si, prescindiendo de lo ideológico, nos atenemos al plano de los sentimientos y los vínculos afectivos, ningún anarquista negará, por lo menos en la práctica, que el amor hacia la tierra que nos vio nacer (a su paisaje, a su lengua, a sus tradiciones, etc.) es, por lo menos, tan natural como el amor que sentimos por nuestros padres, hermanos e hijos. El nacionalismo, en este sentido, como bien lo veía Landauer, no es sin duda incompatible con el internacionalismo y con el repudio del Estado y de la guerra. Pocos pensadores hubo más rusos que Toistoi o más franceses que Proudhon; pocos españoles más españoles que los militantes de la FAI.

Extraído de La Ideología anarquista de Ángel j. Cappelletti.

Mi patria el mundo, mi familia la humanidad.

domingo, 26 de septiembre de 2010

La «Majnovchina»

[En el libro de Daniel Guèrin El anarquismo nos habla en un capítulo sobre la Revolución Rusa y los anarquistas. Hay una parte que nos habla sobre el movimiento insurgente del sudeste de Ucrania entre los años 1918-1921, la guerrilla majnovista dirigida por el anarquista Nestor Majno. También os pongo una foto del museo sobre la Revolución en la ciudad ucraniana de Zaporizhia con objetos de este movimiento revolucionario.]
Si bien la eliminación de los grupos anarquistas urbanos, pequeños núcleos impotentes, iba a ser tarea relativamente fácil, no sucedería lo mismo con los del Sur de Ucrania, donde el campesino Néstor Majno había formado una fuerte organización anarquista rural de carácter económico y militar. Hijo de campesinos ucranianos pobres, Majno contaba apenas treinta años en 1919. Participó en la Revolución de 1905 y abrazó la idea anarquista siendo muy joven. Condenado a muerte por el zarismo, su pena fue conmutada por la de ocho años de encierro, tiempo que pasó casi siempre encadenado en la cárcel de Butirki. Esta fue su única escuela, pues allí, con la ayuda de un compañero de prisión, Piotr Arshinov, llenó, siquiera parcialmente, las lagunas de su educación.

La organización autónoma de las masas campesinas que se constituyó por su iniciativa inmediatamente después del movimiento de octubre, abarcaba una región poblada por siete millones de habitantes que formaba una suerte de círculo de 280 por 250 kilómetros. La extremidad sur de esta zona llegaba al mar de Azov, incluyendo el puerto de Berdiansk. Su centro era Guliai-Polié, pueblo que tenía entre veinte y treinta mil habitantes. Esta región era tradicionalmente rebelde. En 1905, fue teatro de violentos disturbios.

Todo comenzó con el establecimiento, en suelo ucranio, de un régimen derechista impuesto por los ejércitos de ocupación alemán y austríaco. El nuevo gobierno se apresuró a devolver a sus antiguos propietarios las tierras que los campesinos revolucionarios acababan de quitarles. Los trabajadores del suelo tomaron las armas para defender sus recientes conquistas, tanto de la reacción como de la intempestiva intrusión, en la zona rural, de los comisarios bolcheviques y de sus requisas, gravosas por demás. Esta gigantesca rebelión campesina tuvo como alma Mater a un hombre justiciero, una especie de Robin Hood anarquista, a quien los campesinos llamaban «Padre» Majno. Su primer hecho de armas fue la conquista de Guliai-Polié, a mediados de septiembre de 1918. Pero el armisticio del 11 de noviembre trajo consigo la retirada de las fuerzas de ocupación germano-austríacas y brindó a Majno una ocasión única para reunir reservas de armas y materiales.

Por primera vez en la historia, en la Ucrania liberada se aplicaron los principios del comunismo libertario y, dentro de lo que la situación de guerra civil permitía, se practicó la autogestión. Los campesinos cultivaban en común las tierras disputadas a los antiguos terratenientes y se agrupaban en «comunas» o «soviets de trabajo libres», donde reinaban la fraternidad y la igualdad. Todos —hombres, mujeres y niños— debían trabajar en la medida de sus fuerzas. Los compañeros elegidos para cumplir temporalmente las funciones administrativas volvían a sus tareas habituales, junto a los demás miembros de la comuna, una vez terminada su gestión.

Cada soviet era sólo el ejecutor de la voluntad de los campesinos de la localidad que lo había elegido. Las unidades de producción estaban federadas en distritos, y éstos, en regiones. Los soviets formaban parte de un sistema económico de conjunto, basado en la igualdad social. Debían ser absolutamente independientes de cualquier partido político y no se permitía a ningún político profesional tratar de gobernarlos amparándose tras el poder soviético. Sus miembros tenían que ser trabajadores auténticos, dedicados a servir exclusivamente los intereses de las masas laboriosas.

Siempre que los guerrilleros majnovistas entraban en una localidad, fijaban carteles que rezaban: «La libertad de los campesinos y de los obreros les pertenece y no puede ni debe sufrir restricción alguna. Corresponde a los propios campesinos y obreros actuar, organizarse, entenderse en todos los dominios de la vida, siguiendo sus ideas y deseos (...). Los majnovistas sólo pueden ayudarlos dándoles consejos u opiniones (...). Pero no pueden ni quieren, en ningún caso, gobernarlos.»

Cuando, posteriormente, en el otoño de 1920, los hombres de Majno se vieron obligados a celebrar un efímero acuerdo de igual a igual con el poder bolchevique, insistieron en que se añadiera la siguiente cláusula: «En la región donde opere el ejército majnovista, la población obrera y campesina creará sus propias instituciones libres para la autoadministración económica y política; dichas instituciones serán autónomas y estarán ligadas federativamente —por pactos— con los organismos gubernamentales de las repúblicas soviéticas». Consternados, los negociadores bolcheviques decidieron remitir esta cláusula a Moscú para su estudio; ni que decir que en la capital se la juzgó «absolutamente inadmisible».

Uno de los puntos relativamente débiles del movimiento majnovista lo constituyó el escaso número de intelectuales libertarios que tuvieron participación directa en él. De todos modos, por momentos al menos, recibió ayuda exterior. Primero lo auxiliaron los anarquistas de Jarkov y de Kursk que, a fines de 1918, se fusionaron en una alianza bautizada con el nombre de Nabat (Alarma), cuyo principal animador era Volin. En abril de 1919, celebraron un congreso donde se pronunciaron «categórica y definitivamente contra toda intervención en los soviets, convertidos en organismos puramente políticos y organizados sobre bases autoritarias, centralistas y estatistas». El gobierno bolchevique consideró este manifiesto como una declaración de guerra, y el grupo Nabat tuvo que suspender sus actividades. En julio de ese año, Volin logró llegar al cuartel general de Majno y allí, de concierto con Piotr Arshinov, tomó a su cargo la sección de cultura y educación del movimiento. Fue también presidente de uno de los congresos majnovistas, que se reunió en octubre en la ciudad de Alexandrovsk, donde se adoptaron Tesis Generales que dejaban sentada la doctrina de los «soviets libres».

En las reuniones del movimiento se congregaban delegados de los campesinos y de los guerrilleros, pues la organización civil era la prolongación de un ejército campesino rebelde que practicaba la táctica de las guerrillas. Esta fuerza era notablemente móvil, capaz de recorrer hasta cien kilómetros por día, no sólo merced a su caballería sino también a su infantería, que se desplazaba en ligeros vehículos suspendidos sobre flejes y tirados por caballos. Estaba organizada con arreglo a principios específicamente libertarios, tales como el servicio voluntario, la designación electiva de todos los grados y la aceptación voluntaria de la disciplina. Es de notar que todos obedecían rigurosamente las reglas disciplinarias, que eran elaboradas por comisiones de guerrilleros y luego validadas por asambleas generales.

Los cuerpos de guerrilleros de Majno dieron mucho que hacer a los ejércitos «blancos» intervencionistas. En cuanto a las unidades de los guardias rojos bolcheviques, eran bastante ineficaces. Sólo combatían junto a las vías férreas y jamás se alejaban de sus trenes blindados; al primer fracaso, se replegaban y, muchas veces, ni siquiera daban tiempo a sus propios soldados para volver a subir. Por ello inspiraban poca confianza a los campesinos que, aislados en sus villorrios y privados de armas, habrían estado a merced de los contrarrevolucionarios. «El honor de haber aniquilado la contrarrevolución de Denikin en el otoño de 1918, corresponde principalmente a los insurrectos anarquistas», escribe Arshinov, cronista de la majnovchina.

Majno se negó en todo momento a poner su ejército bajo el mando supremo de Trotski, jefe del Ejército Rojo, después de que las unidades de los guardias rojos se fusionaron en este último. El gran revolucionario creía su deber encarnizarse contra el movimiento rebelde. El 4 de junio de 1919, dictó una orden por la cual prohibía el próximo congreso de los majnovistas, a quienes acusaba de levantarse contra el poder de los soviets en Ucrania, estigmatizaba como acto de «alta traición» cualquier participación en dicho congreso y mandaba arrestar a sus delegados. Iniciando una política imitada dieciocho años después por los estalinistas españoles en su lucha contra las brigadas anarquistas, Trotski se negó a dar armas a los guerrilleros de Majno, con lo cual eludía su deber de auxiliarlos, y luego los acusó de «traidores» y de haberse dejado vencer por las tropas blancas.

No obstante, los dos ejércitos actuaron de acuerdo en dos oportunidades, cuando la gravedad del peligro intervencionista exigió su acción conjunta. Primero, en marzo de 1919, contra Denikin, y luego, durante el verano y el otoño de 1920, momento en que las tropas blancas de Wrangel llegaron a constituir una seria amenaza, finalmente eliminada por Majno. Una vez conjurado el peligro extremo, el Ejército Rojo no tuvo reparos en reanudar las operaciones militares contra los guerrilleros de Majno, quienes le devolvían golpe por golpe.

A fines de noviembre de 1920, el gobierno, sin el menor escrúpulo, les tendió una celada. Se invitó a los oficiales del ejército majnovista de Crimea a participar en un consejo militar. Tan pronto como llegaron a la cita, fueron detenidos por la Cheka, policía política, y fusilados, previo desarme de sus guerrilleros. Simultáneamente, se lanzó una ofensiva a fondo contra Guliai-Polié. La lucha entre libertarios y «autoritarios» —lucha cada vez más desigual— duró otros nueve meses. Por último, Majno tuvo que abandonar la partida al ser puesto fuera de combate por fuerzas muy superiores en número y equipo. En agosto de 1921 logró refugiarse en Rumania, de donde pasó a París, ciudad en la que murió tiempo después, pobre y enfermo. Así terminó la epopeya de la majnovchina, que fue, según Piotr Arshinov, el prototipo de movimiento independiente de las masas laboriosas y, por ello, sería futura fuente de inspiración para los trabajadores del mundo.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Albert R. Parsons, un héroe americano

[Texto escrito por Ángel J. Cappelletti sobre uno de los «Mártires de Chicago».]
De los siete obreros condenados el 20 de agosto de 1886, en Chicago, por los sucesos de Haymarket (4 de mayo del mismo año) sólo uno era americano por ascendencia y por nacimiento: Albert R. Parsons. Junto con tres de sus compañeros fue ejecutado el 11 de noviembre de 1887. En el momento de morir pronunció estas palabras: «¡Dejad que se oíga la voz del pueblo!»

Mientras esperaba en la cárcel su sentencia primero y su ejecución después, escribió un libro, más tarde editado por su esposa, que se titula La anarquía, su filosofía y sus bases científicas.

«El juicio de los anarquistas ha sido considerado una farsa por muchos observadores imparciales que de ninguna manera estaban vinculados con el movimiento anarquista y resulta difícil leer las actuaciones del caso sin llegar a la conclusión de que fue la mayor parodia de justicia perpetrada jamás en una corte americana», dice Morris Hillquit (History of Socialism in the United States, New York, 1971, pág.227). El capitalismo y su brazo ejecutor, el Estado norteamericano, que tantos millones de víctimas habían de dejar esparcidos en el mundo, comenzaron sin duda por derramar la sangre de sus compatriotas rebeldes. Asesinaron a muchos obreros inmigrantes, pero también a no pocos de sus conciudadanos. Y entre ellos destaca, como figura por muchas razones prototípica, Albert R. Parsons, obrero, escritor, orador, mártir.

Nacido en 1844 en Montgomery, en el sureño y esclavista estado de Alabama, perdió a sus padres cuando tenía aún pocos años. Un hermano, W. R. Parsons, general del ejército de la Confederación, lo llevó consigo a Texas. En una escuela de Waco recibió alguna educación, aunque es seguro que su cultura fue sobre todo la de un autodidacta. A los quince años aprendió (como aquel gran autodidacta P. J. Proudhon) el oficio de tipógrafo. Trabajo en el Galveston News y, al estallar la guerra civil, se enroló en el ejército confederado y sirvió allí como artillero bajo el mando de su hermano. Pero pronto sus lecturas y sus experiencias posteriores a la contienda lo llevaron a abrazar con firmeza la causa antiesclavista. En 1886 publicó, con el propósito de difundir sus convicciones, un periódico desde el cual defendían los derechos de los negros. En realidad no hacía sino proclamar lo que en 1862 había dicho el presidente Lincoln: «Al dar la libertad al esclavo, aseguramos la libertad a los que son libres». Se afilió al Partido Republicano, que había sido el de Lincoln, y obtuvo posiciones importantes dentro del que era, por entonces, el partido político promotor del antiesclavismo. El Espectador , periódico que había fundado en Waco, se convirtió en tribuna de la igualdad de razas y de todas las causas liberales del momento. Llegó a ocupar varios cargos públicos en Austin y fue secretario de la cámara de senadores de Texas. Pero, sin duda, sus ideas, que no eran todavía sino las de un liberal consecuente, resultaban intolerables para sus conciudadanos (y, ante todo, para su hermano, el general esclavista). El ambiente se hizo para él irrespirable en medio de los «libres» ciudadanos del Sur. Su liberalismo honrado lo llevaba, sin esfuerzos, al socialismo y al anarquismo. Comenzaba a advertir que el sentido cabal de la frase de Lincoln iba más allá de lo que el propio Lincoln pensaba y quería, y no tenía otra interpretación honesta más que en la idea de Bakunin, para quien la libertad de cada uno no existe sino en la libertad igual de todos los demás y para quien una libertad sin igualdad es una abstracción y, más aún, una farsa. Debió huir de Texas y en Chicago pasó a integrar las filas del proletariado, al tener que ganarse la vida como tipógrafo. Desde entonces su lucha contra el esclavismo del Sur se convierte en lucha contra la explotación obrera del Norte. En ningún país del mundo los cambios sociales y económicos son tan rápidos, durante el siglo XIX, como en los Estados Unidos. Esto explica como un mismo hombre puede dedicar la primera parte de su vida a pelear contra la esclavitud y la segunda a luchar contra la explotación de proletariado industrial. (De hecho, no fueron pocos los socialistas que se enrolaron en el Ejército de la Unión. Entre ellos hay que contar a August Willich, miembro de la Liga Comunista de Londres, junto a Marx y Engels).

El 4 de julio de 1874 varias secciones desprendidas de la Internacional junto con algunos grupos obreros radicales de Nueva York y Filadelfia habían organizado el «Social Democratic Workingmen’s Party of North America». Sus fundadores provenían en buena parte, como dice Hillquit, de la escuela de LaSalle y concedían a la acción política una importancia mayor que los miembros de la Internacional. Albert R. Parsons se afilió a este Partido al año siguiente. Del viejo Partido Republicano, que representaba entonces la ideología liberal (por oposición al Partido Demócrata, conservador y, en el Sur, fuertemente esclavista), pasaba así Parsons a un Partido Socialista. Es preciso tener en cuenta, sin embargo, que se trataba de un socialismo reformista que, si bien incluía en su plataforma «la lucha y la organización de todos los trabajadores unidos» y manifestaba su «simpatía por los trabajadores de todos los países que peleaban por obtener sus mismos objetivos», aspiraba a «obtener el poder público, como prerrequisito para la solución del problema social». En 1876 Parsons, incansable luchador, organizó en Chicago la «Asamblea de los Caballeros del Trabajo». Fue nombrado «Maestro» del Distrito 24 de esta organización y presidió durante tres años las asambleas de oficio. En 1879 el Partido lo propuso como candidato a la presidencia de los Estados Unidos, pero la nominación no fue legalmente aceptada por no haber cumplido aún Parsons los treinta y cinco años exigidos por el precepto constitucional. Poco a poco, a través de la acción sindical y del estudio de los autores socialistas, se fue alejando del reformismo estatista de los lasalleanos. Su pensamiento se radicalizó.

En 1880 adhirió, entre los primeros, al Partido Social-Revolucionario. El cambio era tan importante como el que diera al pasar del Partido Republicano al Social Demócrata, o tal vez más. De hecho, los socialistas revolucionarios en Estados Unidos como en Rusia, estaban bastante cerca de los anarquistas. En el congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores realizado en Pittsburgh en 1883, Parsons fue, según parece, el principal inspirador de un programa francamente revolucionario, acorde con la línea bakuninista predominante en los congresos europeos de la Primera Internacional. En 1884 comenzó a publicar el periódico anarquista Alarm, órgano del Grupo Americano de la AIT. «Era un orador elocuente y magnético y un talentoso organizador, y entre 1875 y 1886 se dice que dirigió no menos de mil asambleas de masas y viajó a través de dieciséis estados como organizador del Partido Socialista del Trabajo y, más tarde, de la Asociación Internacional de Trabajadores, dice M. Hillquit (op. cit., pág. 226). Es indudable que «sus continuos servicios a la organización y su actividad incansable, como asimismo su palabra fluida y convincente, hicieron de Albert R. Parsons una de las más importantes figuras» del movimiento obrero en Norteamérica, comenta Ricardo Mella (La tragedia de Chicago, México, 1977, pág.92). El mismo autor transcribe párrafos del discurso que Parsons pronunció ante el tribunal que ya lo había condenado a muerte, los días 8 y 9 de octubre de 1886, hace justamente un siglo.

De este discurso, que duró en total unas ocho horas, nos parece oportuno citar aquí también algunas partes. Este fue el inicio: «Me preguntáis por qué razones no debe serme aplicada la pena de muerte, o lo que es lo mismo ¿qué fundamentos hay para concederme una nueva prueba de mi inocencia? Yo os contesto y os digo que vuestro veredicto es el veredicto de la pasión, engendrado por la pasión, alimentado por la pasión y realizado, en fin, por la pasión de la ciudad de Chicago. Por este motivo, yo reclamo la suspensión de la sentencia y una nueva prueba inmediata… No podéis negar que vuestra sentencia es el resultado del odio de la prensa burguesa, de los monopolizadores del capital, de los explotadores del trabajo… En los veinte años pasados, mi vida ha estado completamente identificada con el movimiento obrero en América, en el que tomé siempre una participación activa. Conozco, por tanto, este movimiento perfectamente, y cuanto de él diga en relación con este proceso no será más que la verdad, toda la verdad de los hechos. Hay en Estados Unidos, según el censo de 1880, dieciséis millones doscientos mil jornaleros. Éstos son los que por su industria crean toda la riqueza de este país. El jornalero es aquel que vive de un salario y no tiene otros medios de subsistencia que la venta de su trabajo hora por hora, día por día, año por año. Su trabajo es toda su propiedad; no posee más que su fuerza y sus manos… Pues bien, toda esta gente, que es la que crea la riqueza, como ya he dicho, depende de la clase adinerada, de los propietarios. Ahora bien, señores, yo, como trabajador, he expuesto los que creía justos clamores de la clase obrera, he defendido su derecho a la libertad y a disponer del trabajo y de los frutos del trabajo como les acomode. Me preguntáis por qué no debo ser ejecutado y entiendo que esta pregunta implica también que deseáis saber para qué existe en este país una clase de gente que apela a vosotros para que nos concedáis una nueva prueba. Yo creo que los representantes de los millonarios de Chicago organizados, que los representantes de la llamada “Asociación de los Ciudadanos de Chicago” os reclaman nuestra inmediata extinción por medio de una muerte ignominiosa. Ellos de una parte y vosotros de otra. Vosotros os levantáis en medio representando la justicia. ¿Y qué justicia es la vuestra que lleva a la horca a hombres a quienes no se les ha probado ningún delito? Este proceso se ha iniciado y se ha seguido contra nosotros, inspirado por los capitalistas, por los que creen que el pueblo no tiene más que un derecho y un deber, el de la obediencia. Ellos han dirigido el proceso hasta este momento, y como ha dicho muy bien Fielden (otro de los obreros condenados), se nos ha acusado ostensiblemente de asesinos y se acaba por condenarnos como anarquistas». Como diría Kropotkin en una carta dirigida al New York Herald: «Una buena dosis de venganza, pero ningún hecho concreto, es todo lo que se infiere al proceso de Chicago». No se condenó a Parsons y sus compañeros por haber arrojado una bomba (nadie pudo probar nunca que lo hicieran), sino por ser anarquistas. Y este hecho ni Parsons ni ninguno de los condenados lo ocultó jamás. «Pues bien, —dice continuando su discurso— soy anarquista.»

Y como el término se prestaba entonces (y se presta aún ahora) a muchos equívocos, provocados por la ignorancia o por la mala fe, Parsons se considera obligado a explicar su significado: «¿Qué es el socialismo o la anarquía? Brevemente definido, es el derecho de los productores al uso libre e igual de los instrumentos de trabajo y el derecho al producto de su labor. Tal es el socialismo. La historia de la humanidad es progresiva: es, al mismo tiempo, evolucionista y revolucionaria. La línea divisoria entre la evolución y la revolución jamás ha podido ser determinada. Evolución y revolución son sinónimos. La evolución es el periodo de incubación revolucionaria. El nacimiento es una revolución; su proceso de desarrollo, la evolución».

Y, a continuación, explica Parsons el surgimiento histórico del capitalismo y de la clase obrera: «Primitivamente la tierra y los demás medios de vida pertenecían en común a todos los hombres. Luego se produjo un cambio por medio de la violencia, del robo y de la guerra. Más tarde la sociedad se dividió en dos clases: amos y esclavos. Después vino el sistema feudal y la servidumbre. Con el descubrimiento de América se transformó la vida comercial de Europa, y a la abolición de la servidumbre surgió el sistema del salario. El proletariado nació en la Revolución francesa en 1789 y 1793. Entonces fue cuando por primera vez se proclamó en Europa la libertad civil y política. Con una simple hojeada a la historia se ve que e siglo XVI fue el siglo de la lucha por la libertad religiosa y de conciencia, esto es, la libertad de pensamiento; que los siglos XVII y XVIII fueron el prólogo de la gran Revolución francesa, que al proclamar la República, instituyó el derecho a la libertad política; y hoy, siguiendo las leyes eternas del proceso y de la lógica, la lucha es puramente económica e industrial y tiende a la supresión del proletariado, de la miseria, del hambre y de la ignorancia. Nosotros somos aquí los representantes de esa clase próxima a emanciparse, y no porque nos ahorquéis dejará de verificarse el inevitable progreso de la humanidad».

La naturaleza de la llamada por entonces «cuestión social» y los fundamentos del socialismo son expuestos a continuación: «¿Qué es la cuestión social? No es un asunto de sentimiento, no es una cuestión religiosa, no es un problema político; es un hecho económico externo, un hecho evidente e innegable. Tiene, sí, sus aspectos emocionales, religiosos y políticos; pero la cuestión es, en su totalidad, una cuestión de pan, de lo que diariamente necesitamos para vivir. Tiene sus bases científicas y yo voy a exponeros, según los mejores autores, los fundamentos del socialismo. El capital, capital artificial, es el sobrante acumulado del trabajo. La función del capital se reduce actualmente a apropiarse y confiscar para su uso exclusivo y su beneficio el sobrante del trabajo de los que crean toda la riqueza. El capital es el privilegio de unos cuantos y no puede existir sin una mayoría cuyo modo de vida consiste en vender su trabajo a los capitalistas. El sistema capitalista está amparado por la ley y, de hecho, la ley y el capital sin una misma cosa. ¿Y qué es el trabajo? El trabajo es un ejercicio por el cual se paga un precio llamado salario. El que lo ejecuta, el obrero, lo vende, para vivir, a los poseedores del capital. El trabajo es la expresión de la energía y del poder productor. Esta energía y este poder han de venderse a otra persona, y en esta venta consiste el único medio de existencia para el obrero. Lo único que posee y que en realidad produce para sí es el jornal. Las sedas, los palacios, las joyas, son para otros. El sobrante de su trabajo no se le paga; pasa integro a los acaparadores del capital. ¡Este es vuestro sistema capitalista!»

Tras esta exposición didáctica, clara, objetiva (aunque evidentemente elemental y esquemática), la Corte levantó la sesión. Al reiniciarse al día siguiente, Parsons se concentró en su propia defensa: «Yo no he violado ninguna ley de este país. Ni yo ni mis compañeros hemos abusado de los derechos de todo ciudadano de esta República. Nosotros hemos hecho uso del derecho constitucional a la propia defensa, nos hemos opuesto a que se arrebatara al pueblo americano aquellos derechos. Pero, los que nos procesado imaginan que nos han vencido porque se proponen ahorcar a siete hombres, siete hombres a quienes se quiere exterminar violando la ley, porque defienden sus inalienables derechos: porque apelan al derecho de la libre emisión del pensamiento y lo ejercitan, porque luchan en defensa propia. ¿Creéis, señores, que cuando nuestros cadáveres hayan sido arrojados al montón se habrá acabado todo? ¿Creéis que la guerra social se acabará estrangulándonos bárbaramente? ¡Ah no! Sobre vuestro veredicto quedará el de pueblo americano y el mundo entero para demostraros vuestra injusticia y las injusticias sociales que nos llevan al cadalso; quedará el veredicto popular Para decir que la guerra social no ha terminado por tan poca cosa».

Más adelante se dedica a demostrar, por fin (como si esto no fuera para él lo más importante), su inocencia personal, es decir, su no participación en el atentado terrorista que se le atribuía y por el cual se lo había condenado a muerte: «Ya he probado cómo fui al mitin de Haymarket sin plan previo y solicitado a última hora por mis amigos. Ya sabéis que me acompañaron mi esposa [Lucy E. Parsons], miss Holmes, otras dos señoritas más y mis dos niños. Y ahora pregunto: ¿es posible que en tales circunstancias y en tales condiciones acudiese a un lugar donde se hubiese de desarrollar la trama de un complot para arrojar bombas de dinamita? Esto es increíble; está fuera de la naturaleza humana creer en la posibilidad de un hecho tan monstruoso».


La defensa de Parsons concluye con la relación de su voluntaria comparecencia ante el tribunal, cuando ya había salido de la ciudad y podía haberse ocultado: «Cuando vi que se había fijado el día de la vista de este proceso, juzgándome inocente y sintiendo asimismo que mi deber era estar al lado de mis compañeros y subir con ellos, si era preciso, al cadalso: que mi deber era también defender los derechos de los trabajadores y la causa de la libertad y combatir la opresión, regresé sin vacilar a esta ciudad». Este rasgo heroico corona una vida al servicio de la justicia y de la libertad. La siguiente frase pone broche de oro a la apología del heroico luchador: «Aún en este momento no tengo por qué arrepentirme».

Caracas, 1986.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Magonismo

[Ya que estamos con la historia del anarquismo, me centraré en el mexicano con un texto del filósofo Abelardo Villegas sobre Ricardo Flores Magón y el magonismo —aunque interprete al anarquismo con el tópico de ser un movimiento social y político agrario y rural, fue más bien lo contrario, urbano e industrial—. Texto que forma parte del Diccionario UNESCO de Ciencias Sociales, de la edición de 1987 de Planeta-De Agostini.]

Con este nombre se puede designar el movimiento que encabezó Ricardo Flores Magón, oponiéndose primero a la dictadura de Porfirio Díaz y luego tomando parte en distintas etapas de la Revolución Mexicana que se inició en el año 1910. Flores Magón tuvo varios seguidores, fue incluso el primer político y pensador anarquista importante de México, y por eso, con razón, se puede decir que hubo una tendencia general que puede llevar su nombre.

1) Nació en Eloxochitlán, estado de Oaxaca, el año de 1874, y murió en 1922, en la prisión norteamericana de Leovenworth, Kansas. Su origen social puede ser localizado en los sectores medios; sin alcanzar un título profesional hizo estudios de abogacía. A finales del siglo XIX comenzó a escribir artículos que aparecían en los periódicos de oposición. Incorporándose a un grupo de luchadores que más tarde representarían papeles importantes en la Revolución como Juan Sarabia, Camilo Arriaga, Librado Rivera y sus hermanos Jesús y Enrique.

El año de 1900 él y Jesús fundan su propio periódico, Regeneración, que con intermitencias debidas principalmente a los frecuentes encarcelamientos a que fue sometido Ricardo, no apareció hasta el año 1918. Flores Magón hizo de este periódico el portavoz de sus propósitos y de los de su grupo, en él se puede rastrear sus transformaciones ideológicas, desde la reafirmación de un liberalismo hasta su tránsito al anarquismo. En consecuencia, es una de las fuentes más importantes para conocer su pensamiento.

Algunas obras importantes sobre el magonismo son las siguientes:

Ricardo Flores Magón, Praxedis Guerrero, Juan Sarabia, Librado Rivera, Anselmo L. Figueroa: Regeneración, Prólogo, recopilación y notas de A. Bartra, Editorial Hedise S.A., México, 1972. Ricardo Flores Magón, epistoliario y textos, Prólogo, ordenación y notas de Manuel González Ramírez, Fondo de Cultura Económica, México, 1964. Ricardo y Jesús Flores Magón: Batalla de la dictadura, Empresas Editoriales S.A., México, 1967. Ricardo Flores Magón: Antología, Introducción y selección de Gonzalo Aguirre Beltrán, Universidad Nacional de México, 1970. Samuel Kaplan: Combatimos la tirania, Institución Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1958.

En la trayectoria política de Ricardo Flores Magón puede distinguirse claramente dos etapas: una, como continuador de la política del viejo liberalismo del siglo XIX y otra, que se hace pública un poco antes del estallido de la Revolución Mexicana, en la que comienza a considerar los sucesos mexicanos a la luz de las ideas anarquistas.

Su participación en la política no fue, sin embargo, únicamente periodística; participó activamente en la organización del Partido Liberal Mexicano (PLM), cuyo programa de acción, publicado en 1906, tendría enorme influencia en los acontecimientos de la Revolución. Este partido influyó notablemente en rebeliones que ahora son consideradas como precursoras del movimiento de 1910, como las huelgas obreras de Cananea y Río Blanco. También organizó conspiraciones fallidas en Acayucan, Coahuila y otras partes de la República Mexicana. En 1911 dirigió una invasión del territorio de Baja California con el propósito de establecer allí un territorio anarquista.

2) Se puede atribuir a Ricardo Flores Magón algunas de las ideas importantes aparecidas en el manifiesto de 1906. Conscientes de que no se podían reiterar los antiguos propósitos del liberalismo, los que suscribieron el documento, si bien se preocupaban por la reanudación de la democracia, trataron de otorgar un contenido económico a sus ideas. Postularon por eso la necesidad de repartir las tierras baldías y de fraccionar aquellas haciendas cuyos terrenos no estaban suficientemente explotados. Tales ideas agrarias, aunque moderadas, puesto que ponían como requisito indispensable la indemnización previa a los afectados por el fraccionamiento y el reparto, resultaban radicales frente a una intransigente oligarquía latifundista. Asimismo, propugnaban por concederle prestaciones a la clase trabajadora: la posibilidad de reconocer los sindicatos, establecer jornada máxima de trabajo —en este caso, de 12 horas— de prohibir el trabajo infantil y de igualar el salario para los trabajadores de uno y otro sexo. Pero su principal afirmación consistía en sostener que sin un reparto adecuado de la riqueza en las clases trabajadoras sería imposible el desarrollo de la industria y el comercio. El proyecto burgués sólo resultaba así posible sobre la base de un mínimo de justicia social.

Personalmente, Ricardo Flores Magón iba mucho más allá de estos postulados neoliberales. Inspirado en las tesis de Bakunin principalmente, ya en 1910 propone la desaparición de la propiedad: «El Capital, según la economía política, es trabajo acumulado. La maquinaria, los edificios, los buques, las vías férreas son trabajo acumulado, esto es, obra de trabajadores, intelectuales y manuales de todas las épocas, hasta nuestros días, y, por lo mismo, no se ve la razón por la cual ese capital deba pertenecer a unos cuantos individuos.» Por eso, para él el salario y la esclavitud resultaban ser lo mismo y se originaban en una legislación creada por el Capital.

Sin embargo, lo más característico del pensamiento de Flores Magón es su anarquismo agrario. Incluso el hecho de que México no fuera en aquella época un país que hubiera atravesado por las etapas de la revolución industrial, sino principalmente agrario, condicionó que Flores Magón se acercara a doctrinas como el anarquismo ruso que eran más sensible a las revoluciones agrarias que, por ejemplo, el marxismo fundamentalmente proletarista e industrialista. Este carácter condicionó también que el anarquismo tuviera vigencia en otros países agrarios como España, Italia y en algunos de Sudamérica.

Sostenía Flores Magón que «ningún gobierno puede decretar la abolición de la miseria. Es el pueblo mismo, son los hambrientos, son los desheredados los que tienen que abolir la miseria, tomando, en primer lugar, posesión de la tierra que por derecho natural no puede ser acaparada por unos cuantos sino que es la propiedad de todo ser humano». Congruente con esta idea, desde las páginas de su periódico, exhortaba a los campesinos a que tomaran posesión de la tierra sin esperar el triunfo de la Revolución. Ponderando la actuación de los principales actores de la misma, creía que la causa popular sería traicionada por una burguesía que, aunque practicara una democracia, tomaría medidas para proteger la propiedad. De ahí la necesidad de proceder a su abolición en el instante mismo de la lucha, puesto que, al final de cuentas, eran los campesinos y los obreros los que constituían el grueso de los ejércitos revolucionarios. Sus esperanzas estaban puestas en el movimiento campesino encabezado por Emiliano Zapata, incluso algunos magonistas se incorporaron a los ejércitos de este caudillo que proponía una reforma agraria e hicieron que éste adoptara el lema anarquista de Tierra y Libertad.

Proponía que la tierra no fuera fraccionada sino que se trabajara colectivamente, puesto que las fracciones estimulaban el espíritu pequeño-burgués de la pequeña propiedad: «Me imagino qué feliz será el pueblo mexicano cuando sea dueño de la tierra, trabajándola todos en común como hermanos y repartiéndose los productos fraternalmente según las necesidades de cada cual. No cometáis, compañeros, la locura de cultivar cada cual un pedazo. Os matareis en el trabajo, exactamente como os matáis hoy, uníos y trabajad la tierra en común; pues todos unidos la haréis producir tanto que estaréis en actitud de alimentar al mundo entero.» En todos estos párrafos se trasluce la confianza anarquista en la espontaneidad popular. Enemigo de las organizaciones estatales, Flores Magón no pone el acento en los procedimientos concretos para la organización del trabajo colectivo. Oriundo de una comunidad indígena oaxaqueña, aunque él era mestizo, estaba impresionado por los testimonios de su padre que creía que las comunidades indígenas eran producto de una vida espontánea. Poco conocía Flores Magón la complicada y jerárquica sociedad indígena, y por ello su indigenismo utópico lo llevaba a creer en los buenos resultados de una supuesta espontaneidad.

3) Por otra parte es fácil comprender cómo no estuvo satisfecho por el desarrollo de la Revolución Mexicana. Consideró a Francisco I. Madero, a Venustiano Carranza, a Álvaro Obregón como representantes de núcleos burgueses que sólo pretendían romper el estrecho monopolio político y económico heredado del porfirismo. La represión de que fue objeto Zapata por parte de Madero y los decretos antiobreros de Carranza lo afirmaron en esta idea. Otro tanto ocurrió con la promulgación de la Constitución de 1917 que todavía rige el país. En ella no se desconocía la propiedad privada, aunque se la consideraba como una concesión revocable de la propiedad nacional. Nada de anarquista tenía esa Constitución, pues aunque el resultado era un tanto anticlerical, ponía las bases jurídicas para una vigorización del Estado. De ella surgían minuciosamente reglamentados los dos grandes enemigos de la sociedad anarquista: la Propiedad y el Estado y no se anulaba tampoco la presencia de la Iglesia.

A esta discrepancia con los principales líderes de la Revolución se unía el hecho de que, a lo largo de la primera década revolucionaria y aún después, Flores Magón se encontró prisionero muchas veces en cárceles norteamericanas. Y aunque dese los Estados Unidos trató de dirigir a sus partidarios, muchos de los que le habían seguido se incorporaron a los grupos políticos dominantes, de modo que, paulatinamente, fue perdiendo la importancia que había tenido en las etapas precursoras.

4) Su anarquismo internacionalista chocaba con el fuerte sentimiento nacionalista que caracteriza a la historia mexicana en los siglos XIX y XX. Flores Magón no comprendió que los habitantes defenderían el territorio de la Baja California ante su pretensión de realizar allí un experimento anarquista. Para él el concepto de patria era un concepto burgués y la Baja California no pertenecía a los mexicanos sino a los latifundistas norteamericanos, ingleses y franceses. Tales razonamientos, sin embargo, no hicieron mella en el sentimiento nacionalista mexicano que confundió el intento magonista con una forma de separatismo y traición que todavía provoca resentimientos.

Sus coincidencias con la ideología zapatista son superficiales, puesto que el campesinado morelense no pretendía la desaparición de la propiedad; cuando tuvo oportunidad se pronunció por propiedades colectivas de pequeños pueblos o por ejidos individuales. Cada pueblo del estado de Morelos procuraba justificar la propiedad de la tierra acudiendo a antecedentes legislativos de la época colonial, fundándose, frecuentemente, en las famosas mercedes reales. La idea anarquista en consecuencia resultaba ajena.

Sin embargo, Flores Magón comprendió de manera penetrante la principal contradicción generada por la Revolución Mexicana: las tendencias colectivistas y ejidales campesinas eran contrarias a las tendencias sindicalistas del proletariado urbano: «El campesino quiere que la tierra sea del que la cultiva, lo que tiene como resultado la independencia económica, base de todas las libertades. El obrero de la ciudad, al luchar sólo por la elevación de los salarios, tiende a dejar en pie el sistema de explotación y la tiranía.» Es decir, las tendencias colectivistas agraristas chocaron fuertemente con los intereses individualistas de la burguesía y el proletariado urbanos. Flores Magón creyó en el triunfo de campo, aunque los hechos han mostrado lo contrario.

También tuvo tiempo para pronunciarse, ya en el panorama internacional, frente al problema de la guerra. Justamente fue su pacifismo y su creencia internacional en la lucha de clases, lo que fue considerado por las autoridades norteamericanas como una agresión a la posición de ese país en el conflicto europeo, lo cual fue pretexto para el nuevo y definitivo encarcelamiento del luchador anarquista.

Flores Magón se conmovió ante el triunfo de la Revolución Rusa. Consideró tácticamente erróneo estar en contra del nuevo Estado socialista, aunque fuera un Estado marxista y aun enemigo del anarquismo internacional. No por ello dejó de formular su crítica: «… miro con simpatía los esfuerzos de los rusos para derribar el capitalismo; pero pienso que no es por medio de una dictadura como deberá alcanzarse esta aspiración. La dictadura de la burguesía o del proletariado es siempre tiranía, y la libertad no puede alcanzarse por medio de la tiranía sino por la libre cooperación de los trabajadores para producir, sin amos de ninguna especie…»

De este modo, en general, puede decirse que la posición anarquista de Ricardo Flores Magón lo excluyó de una revolución como la mexicana que resultaba ser, al final de cuentas, una revolución burguesa, aunque en circunstancias coloniales, es decir, antifeudal y antiimperialista. Por su parte, los políticos de la Revolución Mexicana no han podido aclarar su relación con Flores Magón. Lo consideran como un antecedente de un movimiento que luego él repudió de manera expresa, y más bien miran con afinidad y simpatía la primera etapa que estaba más cerca de lo que al final resultó ser la Revolución Mexicana.