lunes, 17 de enero de 2011

Elogio del cosmopolitismo

No existen “los pueblos” sino “el pueblo”, en singular. Las culturas humanas como compartimentos estancos son algo que el devenir histórico se ha encargado –o se está encargando- de hacer desaparecer. Ya en la antigüedad la expansión de unos “pueblos” sobre otros, junto al innegable sufrimiento que implicaba toda conquista, también producía un efecto beneficioso para la humanidad: el mestizaje. Y decimos, beneficioso porque la mezcla de culturas tiene un efecto como de “proceso de decantación” por el que los usos y costumbres más retrógrados se “depuran” y se adoptan otros más avanzados que se toman prestado de la “otra cultura”. Por otra parte, la mezcolanza cultural a pesar de ser una consecuencia del imperialismo, paradójicamente, también actúa de vacuna contra éste. De hecho, no es casualidad que fueran Portugal y España los primeros estados en liderar los “descubrimientos” que inauguraron la gran expansión de la cultura europea por el globo; no es casualidad porque la herencia de la sociedad cosmopolita y urbana y técnicamente avanzada que había sido Al-Ándalus estaba aún muy viva en el seno de ambos naciones. Y tampoco es casualidad que fuera igualmente en Europa, “cosmopolitizada” por la expansión de sus distintos imperios, donde apareciera el movimiento de la Ilustración, que sirvió de base a tendencias políticas que lucharían contra la esclavitud, el racismo, las desigualdades sociales, y en último término, contra el imperialismo -porque, he aquí otra paradoja, los movimientos de liberación del Tercer Mundo se valieron de ideas revolucionarias que procedían de las metrópolis para independizarse de éstas-.

Actualmente, la revolución de las telecomunicaciones, sobre todo, con la expansión de Internet, está acelerando ese proceso de “cosmopolitización”. En efecto, las nuevas tecnologías que nos permiten la rápida y fluida comunicación con cualquier punto del globo están contribuyendo a demoler las “barreras culturales” entre los individuos, barreras que no fue el pueblo llano quien las levantó sino sus líderes nacionales y religiosos, que son los que tradicionalmente se han arrogado el poder de decidir dónde acaba “una cultura” o “un pueblo” y dónde empieza otro. No es extraño pues que sean estos jefecillos quienes más levanten la voz contra la “uniformización” que supone la globalización cuando son ellos, en sus feudos, los que imponen a sangre y fuego el sacrosanto decálogo que debe regular el comportamiento de un miembro respetable de la “cultura” X. La diversidad está más bien en el otro polo, en el globalizador, por ejemplo, en una herramienta como Internet, democrática, participativa y antijerárquica, en la que cada uno puede consumir o producir los contenidos que más le convengan. Sucede que algunos confunden uniformización con universalización, concepto este que no implica la negación de las particularidades de los individuos sino que más bien es la preferencia por centrarse en lo que éstos tienen en común. Lo que sí es censurable es que de la globalización mayormente saque provecho una élite, como de hecho está ocurriendo con la élite plutocrática mundial.

Ni fronteras ni banderas

Refractarios al imparable proceso de mestizaje cultural, algunos desde una postura pretendidamente de “izquierdas” postulan el regreso a las antiguas fronteras de medioevo, a los particularismos feudales, a las lenguas en vías de extinción. Nos referimos a los llamados “nacionalistas de izquierdas”, especie harto abundante en la fauna política hispana de un tiempo a esta parte. Sin detenernos en la flagrante incompatibilidad entre el término “nacionalismo” y el término “izquierda”, cuando éste significa socialismo, por naturaleza internacionalista y apátrida, habría que recordar a quienes sostienen semejante contradicción que el sentimiento identitario y patriótico ha sido siempre patrimonio de la derecha más rancia. Precisamente, durante la Revolución Francesa, que es donde nace la división política entre las izquierdas y las derechas, las facciones de la burguesía más conservadoras -y por descontado la nobleza y el clero- querían la vuelta a las antiguas fronteras feudales -lo mismo que nuestros nacionalistas “de izquierdas” que a veces intentan equiparar de la manera más embustera su provincianismo cretino con el federalismo ácrata- mientras que las facciones más netamente revolucionarias querían pulverizar los privilegios que encubrían estos particularismos medievales y apostar por lo universal, o lo que es lo mismo por lo igualitario. Alguna de esas lumbreras del nacionalismo “de izquierdas” debería explicarnos por qué lo que en Francia es revolucionario en España es reaccionario.

En conclusión, la globalización que trae consigo la mezcolanza cultural y la desaparición de “los pueblos” en favor de “el pueblo” es un proceso histórico irreversible pero que no tiene por qué repercutir en provecho sólo de la burguesía, igual que la industrialización no tiene por qué producir únicamente contaminación y miseria –también ha producido, por ejemplo, un aumento de la esperanza de vida en occidente del doble comparado con la Edad Media-. El cuestionamiento de las jerarquías y la extensión de las ideas igualitarias es algo también irreversible en las sociedades modernas. En las manos de los verdaderos revolucionarios está que esto siga siendo así.

El nacionalismo es una peste para la humanidad

4 comentarios:

  1. Buenas compañeros. El camino para superar las retrogradas concepciones de patria ya fue emprendido, y por muchos corta prisas que nos pongan el proceso es imparable. Ahora es tiempo para que luchemos por una globalización diferente a la que nos quieren vender los de siempre.

    Salud y un saludo a todos los miembros que hacen posible el blog y a los lectores.

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  2. Un movimiento globalizador anticapitalista como fue la Primera Internacional es algo merecedero de recordar y repetir:

    «Que la emancipación del trabajo, no siendo un problema local ni nacional, sino social, abraza a todos los países en los que existe la vida moderna y necesita para su solución de su consumo teórico y práctico.»

    En aquellos años ya vieron que la lucha por la emancipación de la Humanidad tenía que ser mundial y para nada local o regional. El capitalismo actual lo sabe y por eso actua a nivel planetario, por encima de las fronteras. Y que algunos que se consideren socialistas y revolucionarios opten por estupideces nacionales, es vergonzoso.

    Y sí, es cosa que se hace desde los países industrializados (y no lo de esos que quieren volvernos al atraso de unas fronteras medievales y a una vida rural «alternativa» contraria a toda modernización):

    «Que el movimiento que reaparece entre los obreros de los países más industriales de Europa, haciendo nacer nuevas esperanzas, da una enorme advertencia para no recaer en los viejos errores, y les empuja a combinar inmediatamente sus esfuerzos aún aislados.»

    ¡Salud!

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  3. Salud y Libertad compañer@s!

    Creo que el compi ha dado en el clavo.
    Va siendo hora de llamar a las cosas por su nombre, es decir todo nacionalismo es la base del totalitarismo, autoritarismo y en definitiva, y para que nos entendamos, del fascismo.
    Lo peor de todo no es que algunos cabezas huecas dejados llevar por los políticos iluminados piensen firmemente eso, sino que en el movimiento libertario ( internacionalista por naturaleza) tenga cabida, por muy tenue que sea, esta verborrea caducada de patrias, banderas y chorradas baratas.
    Es que no vemos que nuestro problema no es si tenemos un patrón blanco o negro, si el policía que nos aporrea viste de verde o de azul o si las alambradas están 1 km más aquí o más allá??
    Nuestro problema es todo su mundo podrido que nos asfixia día a día, ya seamos negros, amarillos, vascos o mexicanos o de la conchinchina.
    Tod@s estamos jodid@s y por lo tanto la solución pasa por unirnos e ir a por ell@s hasta enterrarlos en el mar.
    Entiendo que dentro de cualquier movimiento, dependiendo de cada momento histórico en el que se esté, se puede flexibilizar más o menos con ciertos matices pero nunca cambiar totalmente de tono y mucho menos tirar piedras contra nuestro propio tejado.
    ¡No seamos cegat@s y sigamos los pasos de aquell@s viejos compañer@s que ya lo tenían tan claro hace más de un siglo!

    Salud y Libertad .

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  4. Más bien todo fascismo es nacionalista. El anarquismo y el socialismo en sus raíces internacionalistas, cosmopolitas, fue infectado (hace ya tiempo el segundo) de un mal, ese mal fue el nacionalismo, el amor a la tierra de los padres y donde se ha nacido. Aunque dentro de los movimientos libertarios mundiales esté disfrazado con el nombre de pueblos y no naciones. Y da mucha pena que, dentro de tales movimientos «antiautoritarios», se defienda el mismo concepto nacionalista del «derecho de autodeterminación de las naciones» bajo el apelativo del «derecho de autodeterminación de los pueblos». Están haciendo, involuntaria o voluntariamente, el juego a tales patrañas.

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