Carta de P. Kropotkin a Jean Grave[Ya que mañana se recordará el centenario de la primera de las grandes revoluciones del siglo XX, la Revolución Mexicana. Un hecho que acarreó varias esperanzas, pero que terminó siendo frustado por sus consiguientes gobiernos, hasta el día de hoy (Madero, Huerta, Carranza, Obregón, Calles, Cardenas, el PRI, el PAN...). En su momento, en el seno del mismo movimiento anarquista mundial hubo diferentes puntos de vista sobre el carácter libertario o no de la revolución. Mientras los franceses de Temps Nouveaux cuestionaban todo lo que decían los méxicanos de Regeneración que tenían el apoyo de la IWW, en ese momento intervino Kropotkin...]
[Una anécdóta que me llama la atención ocurrió cuando el ex dictador Porfirio Díaz abandonó México para su exilio parisino, en el trayecto quiso arribar en la costa gallega, pero los obreros de Vigo se lo impidieron. En España también hubo posturas enfrentadas, pero como los libertarios estadounidenses, cubanos y británicos, los españoles apoyaron, en todo lo que pudieron, a los «magonistas». Pero, lamentablemente, la verdadera triunfadora de la revolución fue la burguesía mexicana o clase media, campesinos y obreros solamente sirvieron simplemente de comparsa, y «carne de cañon», de los diferentes caudillos militares.]
Hay en el norte de México un movimiento revolucionario bastante serio entre los campesinos, que el gobierno republicano no es capaz de dominar.
Hay expropiaciones contra los señores llevadas a cabo por colonos indígenas. Se libran de tiempo en tiempo batallas, y no es solamente Regeneración quien habla de estas batallas. Se me envían de Los Ángeles varios periódicos mexicanos, de diversas opiniones, marcándoseme los pasajes concernientes a encuentros entre las tropas del gobierno y los insurgentes, encuentros que los hay a cada momento y no siempre resultan en favor de los primeros.
Refriega sería tal vez el término más correcto para designar estos encuentros, pues la palabra «batalla» debe aplicarse a encuentros entre fuerzas más numerosas. Pero sería formarse una idea absolutamente falsa de lo que son todos los movimientos agrarios, comprendiendo en ellos los de julio y agosto de 1789, si no se quisiera ver que el movimiento del norte de México tiene el carácter que todas las insurrecciones campesinas han tenido siempre.
Esto me explica por qué algunos amigos están desilusionados de la revolución mexicana.
Como tantos otros amigos italianos, rusos, etc., etc., ellos han soñado probablemente con campañas garibaldinas, y no han encontrado tal cosa en México. En las planicies, en las campiñas apacibles, se desconfía (y con razón) de los extranjeros, y —de tiempo en tiempo— ya aquí, ya a veinte leguas al este o al sur o al norte de este lugar, con siete u ocho días de intervalo, otra aldea ataca a los explotadores y se apodera de la tierra. Después, veinte o treinta días más tarde, llega un destacamento de soldados del «orden» que ejecuta a los rebeldes, quema la aldea, y, en el momento en que regresa «victorioso», cae en una emboscada de la cual no escapa sino dejando a la mitad de los soldados muertos o heridos.
He aquí lo que es un movimiento campesino. Y es evidente que si unos jóvenes llegaron soñando con una campaña garibaldina, llenos de entusiasmo militar, sólo encontraron desaliento. Rápidamente allí se dieron cuenta de su inutilidad.
Desgraciadamente nueve de cada diez (o tal vez el noventa y nueve por ciento) de los anarquistas, no conciben la Revolución sino en la forma de combates en las barricadas o de expediciones triunfales garibaldinas.
Imagino la decepción de los jóvenes italianos o franceses que conocen «la revolución» a través de los libros y de los poemas de los burgueses revolucionarios, si hubiesen venido en 1904, durante los levantamientos campesinos en Rusia. Hubiesen regresado con «asco», ellos que soñaban con batallas, asaltos a bayoneta y todo el ambiente guerrero de la garibaldina Expedición de los Mil.
Y sin embargo, hoy que tenemos la descripción detallada de este movimiento, del que socialdemócratas y anarquistas no tenían ni la menor idea, y que nadie entre ellos, sostuvo, ni de lejos ni de cerca («Esperen la señal de un levantamiento general», les decían estos intelectuales), hoy que tenemos encuestas documentadas sobre este movimiento, vemos qué inmensa importancia tuvo para el desarrollo del movimiento revolucionario de 1905 y 1906.
¿Pero qué? ¿No habrían tenido las mismas decepciones, si hubieran venido a Siberia, mientras que tres mil kilómetros del Transiberiano estaban en huelga, y que el Comité de Huelga, tratando de igual a igual con Linevich, el comandante de un ejército de quinientos mil hombres, hacía un soberbio esfuerzo para repatriar en un mes a ciento cincuenta mil hombres?
Y —para nosotros— esta huelga sin hechos de armas, esta expropiación del Estado (al que pertenecía el ferrocarril) esta organización espontánea de millares de ferroviarios a lo largo de varios miles de kilómetros, ¿no fue una formidable lección de historia?, —que hasta este día ningún anarquista aún ha relatado a los trabajadores franceses en toda su simpleza y todo su significado profético— como nadie supo contar el 1789-1793 campesino, en toda su simpleza íntima, sin quepis, sin cinturones rojos, pero más eficaz que los quepis y los cinturones.
P. Kropotkin (abril, 1912).
Victor Alba en su libro Pancho Villa y Zapata. Águila y sol de la revolución mexicana (1994) ya lo expresó muy bien, lo que fue en realidad este hecho revolucionario y a quien benefició principalmente. Aunque puede servir para muchos otros países occidentales y demás:
ResponderEliminar«La revolución ha sido esencialmente una revolución de la clase media, porque ella la ha dirigido, aunque la carne de cañón haya salido sobre todo del peonaje, y en medida muy menor de los trabajadores urbanos. Pero a la hora de adoptar decisiones, la clase media ha tenido, no la voz cantante, sino la voz única.
»¿Qué quiere la clase media? Pues gobernar y prosperar, como es natural. ¿Por qué cede algo ante las aspiraciones de los obreros y de los campesinos? Pues piensa que si unos y otros viven mejor, comprarán más cosas de las que la clase media produce o vende, y podrán permitirse ir al médico, consultar al abogado, enviar a sus hijos a la escuela. La clase media no quiere, como dicen algunos, que los campesinos y los obreros se conviertan en clase media. Lo que quiere es que la exigua clase media rural crezca, pero que pueda disponer de peones o campesinos, aunque mejor alimentados, mejor vestidos, mejor educados. No quiere que todos los mexicanos sean de clase media, sino que todo México sea de la clase media.»