sábado, 30 de mayo de 2020

La brutal pandemia que no detuvo al movimiento obrero


La lucha social siguió adelante pese a la gripe de 1918, que causó la muerte de más del 1% de la población española.

Por EDUARDO PÉREZ

De 1918 a 1920 una pandemia de gripe extremadamente letal se abatió sobre el mundo, provocando alrededor de 40 millones de muertes. El propio virus era extremadamente dañino, causando víctimas de todas las edades. El grupo de riesgo entonces resultó ser el compuesto por las personas de 25 a 34 años, seguido de las de 15 a 24. El virus Influenza A del subtipo H1N1 multiplicaba su letalidad debido a los escasos recursos médicos de la época que, sobre todo al principio, empeoraron las cosas debido al hacinamiento de enfermos, así como a la escasa salubridad en la inmensa mayoría de hogares españoles. Según el estudio del epidemiólogo Antoni Trillo de 2008, 260.000 personas perdieron la vida en España. El 1,25% de la población de aquel entonces.

Se era consciente del papel de las aglomeraciones en la propagación de la enfermedad. Por este motivo, las autoridades suspendieron las clases y actos públicos de relevancia.

Sin embargo, la vida social siguió adelante. Entre muchos otros, este fue el caso de las dos grandes centrales sindicales, la CNT y la UGT. La primera estaba aún limitada, esencialmente, a Cataluña. Del 28 al 30 de junio de 1918, entre las dos grandes oleadas de gripe de ese año, celebró el Congreso de Sants, que a posteriori resultaría clave en el inmediato crecimiento fulgurante de la Confederación. 153 delegados se reunieron en el barrio barcelonés, tras las preceptivas reuniones de los sindicatos en los que se agrupaban 75.000 afiliados. Por su parte, la UGT celebró su XIII Congreso, en Madrid, del 30 de septiembre al 10 de octubre, justo en pleno ascenso del segundo rebrote de la pandemia, el más letal de todos.

«La mala ocurrencia de morirse»

Todo indica que la pandemia se desató en los cuarteles del Ejército estadounidense. El presidente, Woodrow Wilson, consultó con su alto mando militar respecto a la conveniencia de transportar a las tropas a Europa, inmersa en la Primera Guerra Mundial. Así se hizo, dado que los generales temían que la noticia perjudicara gravemente al bando aliado. La gripe arrasó Europa como un ciclón, al pasar desde las tropas a la población civil. Al parecer, el virus llegó a España en los cuerpos de jornaleros españoles que trabajaban en Francia. De ahí alcanzó los cuarteles españoles. El Gobierno no tuvo mejor idea que licenciar a los reclutas, que lo expandieron por todo el país. Mientras que los Estados inmersos en el conflicto bélico censuraron todo lo relacionado con la enfermedad, en España esta copó las portadas de los periódicos.

Como decíamos, el movimiento obrero siguió adelante. El congreso cenetista, por ejemplo, no solo no apostó por una cuarentena generalizada (que nadie planteó) sino por todo lo contrario: una amplia campaña de propaganda, con mítines todo lo masivos que se pudiera, para levantar al sindicato fuera de Cataluña. No solo fue la CNT. Los tres años de gripe (1918-1920) fueron los conocidos como «trienio bolchevique», con un huracán de manifestaciones, huelgas y motines por la carestía de la vida. Es en 1919, asimismo, cuando se produce la mítica huelga de La Canadiense, que desembocó en la conquista de la jornada de ocho horas. Es especialmente digna de mención la huelga en las pompas fúnebres de Barcelona que empezó el 8 de octubre de 1918, sobre la que Solidaridad Obrera señalaba que era ridículo que los patrones se negaran al aumento salarial, ya que estaban haciendo «el negocio del siglo».


La gripe afectaba a todas las clases sociales (hasta el rey Alfonso XIII enfermó) pero, como siempre, se cebaba más con los menos pudientes. Si algún «experto» les hubiera planteado el confinamiento, seguramente se le habrían reído en la cara, pero eso no significa que socialdemócratas y sindicalistas revolucionarios ignoraran el problema. En su prensa la gripe fue un tema recurrente, que les sirvió para reiterar sin descanso la necesidad de establecer un sistema social donde la ciencia estuviera al servicio del pueblo y donde la salubridad e higiene de trabajadores y trabajadoras mejoraran radicalmente. En el Congreso de los diputados, los dirigentes del PSOE criticaron duramente la gestión gubernamental, arremetiendo contra la negligencia al expandir el virus, el retraso en la llegada de suministro médico y la falta de profesionales en muchas zonas rurales. Tras un intercambio de pareceres amistosos entre el ministro de Gobernación y su antecesor en el cargo, Julián Besteiro tomó la palabra con sorna para comentar que todo parecía que había sido admirable, menos los enfermos, que tenían «la mala ocurrencia de morirse».

La vida por encima del miedo a la muerte

Un testimonio ilustrativo sobre la actitud de la época es la que refleja en sus memorias, La revuelta permanente, Joan Ferrer, una de las figuras de la CNT en la provincia de Barcelona:
«Las fechas del congreso coincidieron con la epidemia de gripe que se abatió sobre Barcelona, y en la que la gente moría como bandadas de moscas. Recuerdo que estábamos obcecados con la creación del [Sindicato] Único y que salías del trabajo, o de la célula de la organización que teníamos en la calle de Mercaders, y te topabas con los furgones cargando cadáveres. Una vez, en la calle de Carders, vi sacar de una misma casa a seis muertos, uno detrás de otro. Entonces parecía que te tironearan hacia la realidad, y exclamabas: "¡Recristo, qué epidemia más cruel hay!" Pero después continuaba la obsesión del Sindicato Único, y pasabas por encima de aquella miseria que, de cebarse en ti, no podrías eludir, te mataría.»
Alguno incluso se lo tomaba con una filosofía peculiar, como un tabernero del que habla Ferrer: «El tabernero decía: "Yo esta no la agarro, aquí tengo la medicina", y sacaba una botella de ron. Bebió tanto que un día le dio el delírium tremens, del que murió».

Morían como bandadas de moscas, furgones cargaban cadáveres, salían muertos unos detrás de otros… Pero la gente siguió socializándose, abrazándose, enamorándose, viviendo y luchando. Porque la vida era mucho más que esquivar la muerte.

23 mayo 2020

sábado, 2 de mayo de 2020

Nuestra crisis ecológica


Aprovechando este confinamiento que se nos ha impuesto desde arriba, experimento de control social cuyas consecuencias nada descartables podrían ser traducidas en pérdidas de algunos derechos que creíamos consolidados, y que no fueron más que concesiones otorgadas por quienes detentan el poder —y que de la misma forma que se dan se quitan—, reflexiono sobre otro asunto.

Antes de esta crisis sanitaria se nos ha hablado de la crisis climática, que no cuestiono, pero matizo. Como problema ecológico principal se nos habla del cambio climático. Creo que no hay que reducir la crisis ambiental mundial solo al cambio climático, es más complejo y diverso el número de problemas por culpa de la mano humana, pero, también hay que reconocer de la manipulación que se está haciendo de ello. Son los organismos internacionales quienes nos lo simplifican al cambio climático por culpa de las emisiones del CO2, un único problema una única solución, reducir tales emisiones. Y no es así, hay más. Y con el llamado Nuevo Pacto Verde lo que se pretende es que los gobiernos inyecten grandes cantidades de dinero para una nueva reconversión industrial a los verdaderos responsables de tales emisiones. Dinero que saldrá de recortes sociales. Para justificarlo se sirve del discurso por el bien del planeta, para que los más débiles paguemos los platos rotos. No es nuevo que se sirvan de bellas causas por otros intereses más egoístas. Se ha bombardeado e invadido países en nombre de los valores democráticos, la defensa de los derechos humanos y la lucha antiterrorista, por otros intereses menos comunitarios. La lucha de clases es consecuencia de la desigualdad de riqueza y poder en nuestras sociedades, y no la causa. El fin del capitalismo supondría su verdadera sustitución por un mundo más justo, y eso es la lucha de clases. El «capitalismo verde» capitalismo es. Aceptar o no el cambio climático es insuficiente.

Entre los vertebrados se conocen unas 4 mil especies de mamíferos y 9 mil de aves, como 8 mil reptiles, 5 mil anfibios y unos 25 mil peces (siendo la mayor partes peces óseos), conforman el grupo más conocido y llamativo de animales, pero se estima que puede haber otras diez mil más. Los vertebrados forman solo uno de los treinta tipos de animales existentes, a los restantes se les conoce vulgarmente como 'invertebrados' y son mucho más diversos (más de un millón que se conozcan), entre los que están los artrópodos y moluscos. Dentro de los artrópodos el grupo con mayor variedad de especies que se tienen clasificados es el de los insectos, unas 900 mil especies (casi la mitad escarabajos), pero se cree que el número real existente puede ser cinco o seis veces mayor. Otros artrópodos son los crustáceos, 40 mil especies; y los arácnidos, datados unos 10 mil, entre los que se estima que pueden existir hasta un millón de ácaros diferentes. De los 200 mil moluscos estimados (cefalópodos, bivalvos y gasterópodos, los más conocidos) solo se conocen menos de la mitad. Faltan por contabilizar las medusas, corales, gusanos y otros, en total se conoce en torno al millón y medio de animales, solo una séptima parte. Pero no son los únicos seres vivos que conforman la vida planetaria.


Unas 300 mil plantas comparten el planeta (de las cuales la mayor parte son las plantas con flor) siendo esenciales para todos los animales, aunque no estén todas clasificadas ya que pueden haber otras cien mil más. Y qué decir del tercer reino de seres pluricelulares que son los hongos, bastante más desconocidos, de unos 90 mil identificados (incluidos los líquenes) se estima que pueda haber hasta 1,5 millones de especies. Recordemos que sin plantas no habría animales, y sin hongos no hay plantas terrestres. Más desconocidos son los microbios, importantes y vitales para el desarrollo de la vida en la Tierra, solo se conocen apenas el 20 por ciento de protozoos y cromistas (microalgas). Como son seres de reproducción asexual, el concepto de especie no es atribuible, tenemos a los organismos más antiguos y versátiles de la Tierra, las bacterias y arqueas. Se desconoce exactamente su número, casi las 10 mil variedades, pero se sabe que es una mínima parte de lo que son. Se estima que nuestra biodiversidad debe tener entre 5 a 9 millones de especies (o más, según otros autores), de los que solo conocemos menos de una cuarta parte (según mi estimación a la baja).

Pero biodiversidad es más que el simple conteo de seres vivos, también están las relaciones que estos forman entre sí y su medio, conformando el conjunto de ecosistemas que hacen la biosfera. Y lo más importante, la vida en este planeta se sustenta a sí misma —incluidos nosotros— a través de servicios ecosistémicos, por ejemplo, como el origen y mantenimiento de la atmósfera (el oxígeno que respiramos es producido por las plantas, algas y cianobacterias), el control y mejoramiento del clima (los gases que producen el efecto invernadero, aunque minoritarios en volumen, son esenciales para la temperatura del planeta dependiendo de su cantidad dentro de unos márgenes), regulación del suministro del agua y su depuración (además de su ciclo natural, la existencia de materia vegetal previene la pérdida de humedad y varios seres vivos actúan para su filtrado), creación del suelo o mantillo terrestre (partiendo de un origen mineral, los microorganismos y pequeños invertebrados intervienen en su formación), reciclado de nutrientes (bacterias que fijan el nitrógeno atmosférico que fertiliza los suelos, y otras bacterias descomponedoras que lo devuelven a la atmósfera, sin olvidar los animales carroñeros y los hongos saprófitos), sumideros de residuos (el mismo dióxido de carbono es absorbido por los bosques y el fitoplancton marino hasta unos límites), control de plagas y enfermedades (papel de los depredadores que controlan superpoblaciones), polinización (sin polinizadores no se reproducen muchas plantas con flor), alimentos y medicamentos, así como variedad genética para los cultivos. Estos servicios no existirían si la mayor parte de los seres vivos desapareciesen. Y este problema no es imaginario, es real, por lo menos lo que marca la tendencia.

La extinción de especies es el problema que conlleva la pérdida de biodiversidad, son sinónimas. Partiendo del exterminio de la megafauna pleistocena tras la última glaciación, que en los continentes australiano y americano la presión humana fue el factor clave para su extinción. Y seguido del comienzo de la alteración de nuestro patrimonio natural que fue la domesticación de plantas y animales, agricultura y ganadería acompañadas de tala de bosques y urbanización con sus infraestructuras, necesaria para el sustento de nuestra especie, dentro de unos límites, límites que se han sobrepasado desde hace tiempo. La degradación de los ecosistemas es un hecho.

Desde el siglo XVI se han exterminado 350 especies de vertebrados, en el último siglo al ritmo de una especie al año, añadiendo que otras han perdido un 30% de su área de distribución mundial. En las últimas décadas un 40% de las poblaciones de vertebrados experimentaron declives importantes, en especial en las regiones tropicales. 500 especies de anfibios han disminuido y 90 se han extinguido en cincuenta años (una cuarta parte en situación crítica por la quitridiomicosis). Un 25% de las poblaciones de insectos terrestres han descendido (aunque haya aumentado las especies acuáticas por la menor contaminación de las aguas), sin olvidarnos de la importancia que tienen algunos como polinizadores. Y una quinta parte de los crustáceos peligran su situación. No se conocen más datos sobre otros componentes del reino animal, pero también se sabe de la disminución de los corales.

Más de 500 especies de plantas han desaparecido desde el siglo XVIII, un 10% de las catalogadas entonces por Linneo. Una de cada cinco especies están en peligro de extinción (1/3 de las coníferas), siendo dos tercios en zonas tropicales. En un solo árbol en la selva tropical existen y dependen muchos seres vivos que con él desaparecen también. Datos exactos de especies de hongos no se saben, en muchas partes del mundo descienden y están amenazados, pero se tienen citados más de 200 especies en Lista Roja. Sin olvidarnos de los microbios, de vital relevancia para la biosfera, que pocos datos tenemos.

Como consecuencia del impacto de la presión humana ha conllevado a la degradación y fragmentación de hábitats y ecosistemas; contaminación; caza, sobrepesca y deforestación; enfermedades e introducción de especies foráneas, y el cambio climático. Se habla de casi un millón de especies de seres vivos amenazados., suficientes para darnos cuenta de lo preocupante de esta situación que supondría la pérdida de biodiversidad y sus servicios ecosistémicos. Tristemente podemos estar presenciando la Sexta Gran Extinción masiva en la Tierra.

Se dice que la vida de este planeta iría mejor sin la presencia humana, cierto es, pero también hay que matizar que aunque para el resto de los seres vivos no somos importantes, ellos sí que lo son para nosotros. Los humanos no estamos al margen ni por encima de la naturaleza, somos parte de ella. Tenemos que ser conscientes que sin biodiversidad nuestra situación empeoraría, ¡no es una letanía catastrofista!

No es cuestión de pregonar el fin del mundo inminente, se puede hacer algo entre todos. Pero, para ello es necesario, junto a un cambio de mentalidad y hábitos, de un cambio social revolucionario, ya que si estamos todos en el mismo barco no podemos responsabilizarnos y sacrificarnos conjuntamente y, a su vez, mantener las diferencias entre pasajeros de primera clase con sus privilegios y los del resto. «Que desaparezcan de una vez las escandalosas distinciones entre ricos y pobres, amos y lacayos, gobernantes y gobernados», como se decía en el «Manifiesto de los Iguales» durante la Revolución Francesa.

viernes, 1 de mayo de 2020

Bellotada del Duero y compañía


 (Texto escrito para AMOR Y RABIA en el número 17 de su DESDE EL CONFINAMIENTO)

Debido a la actividad humana que, a lo largo del tiempo, ha conllevado una mayor degradación y erosión de los suelos, la deforestación y malas prácticas agrícolas, acompañadas de la roturación y pérdida de masa vegetal silvestre, explotación irresponsable de los acuíferos y el uso de pesticidas y fertilizantes químicos, incrementado por los constantes incendios forestales, sumado a un crecimiento urbano e infraestructuras y agravado por un cambio climático que reduce las lluvias. Como consecuencia la desertificación avanza por todas partes —y, en especial, nuestra península ibérica—. Ante este panorama surgió una iniciativa el año pasado llamada la GRAN BELLOTADA IBÉRICA. Iniciativa popular con la que se pretende ayudar a recuperar nuestro bosque mediterráneo perdido, empezando simplemente con sembrar bellotas de nuestros robles, alcornoques y encinas (teniendo en cuenta las especies autóctonas de cada lugar). De momento ha superado los dos millones de bellotas sembradas.

Siendo Valladolid una de las provincias españolas con menos masa forestal, varios vecinos del medio rural se sumaron a la iniciativa y formaron sus respectivas 'células belloteras' y se echaron al monte a recolectar bellotas para sembrar. En el mes de noviembre empezaron a recoger y plantar en los municipios de Quintanilla de Arriba y Olivares de Duero. Ya, a finales del mes, se invita a la primera convocatoria bajo el nombre de BELLOTADA DEL DUERO en Traspinedo, seguida en diciembre en Sardón de Duero y Quintanilla de Abajo (Onésimo); y otra más se sumó en Santibáñez de Valcorba en el mes de febrero del presente año. En estos eventos se unieron gentes del resto de los pueblos de la comarca, como los de Piñel de Abajo, el pueblo puntero en repoblación forestal de este país. Paralelo a esto, en los Montes Torozos también se movían en el mismo sentido, como la plataforma sin ánimo de lucro Ecoopera, quienes en enero convocaban a otra siembra en San Pelayo (previamente recolectadas en Villalba de los Alcores el mes anterior), y, ya unidos con la gente del valle duriense, hacen otra «bellotada» en Mucientes. Y pretenden seguir adelante cuando pase el confinamiento que estamos sufriendo. También habría que incluir los casos aislados de «belloteros» que se han movido por los cerros y laderas que rodean la capital.

Ante el avance de la desertificación, con esta iniciativa popular se pretende intentar la recuperación de nuestro bosque mixto mediterráneo de frondosas y coníferas por estos montes vallisoletanos, que está muy fragmentado. Y, por lo menos, para amortiguar las consecuencias de la crisis medioambiental que estamos padeciendo, que no sean tan duras como nos auguran.

No es necesario que ningún «experto» les dicte lo que tienen que sembrar o no, ya que los nombres vernáculos de muchos lugares de la zona hacen referencia a los robledales, encinares o dehesas, bien se sabe de su abundancia territorial en el pasado. En la provincia tenemos dos especies arbóreas del género Quercus, como la encina (Quercus ilex), «carrascas» o «matas» a los ejemplares en fase arbustiva, y el quejigo o roble carrasqueño (Quercus faginea), «rebollos» se denomina a los pequeños; así la presencia de la coscoja o acebillo (Quercus coccifera) que es un arbusto. Como, por ejemplo, el «Carrascal» un espigón en el páramo calcáreo del sudeste provincial, entre los valles del río Duero y el arroyo Valimón; el nombre hace referencia al arbusto o mata de nuestro tótem ibérico, la encina, consecuencia de la degradación del encinar. Monte que durante siglos fue comunal y compartido entre los concejos de Cuellar y Peñafiel, en el que abundaba este bosque. Nuestros robles carrasqueños o quejigos tenían una mayor presencia que hoy, compartían el terreno junto a las encinas, por otra parte también tenemos coníferas como las sabinas y pinos con las que no estaban reñidos. Aunque aún tengamos una importante masa forestal en la zona, todavía queda mucho por regenerar y madurar. Sin olvidarnos de otros ecosistemas como los humedales y, también, del bosque de galería de nuestras campiñas, vegas y fondos de valle, o de los matorrales nativos de nuestras laderas. La Tierra de Pinares no solo fue un «mar de pinos», hubo variedad botánica también.

La encina, tótem de Iberia.

Bosque adaptado al calor estival y la falta de agua, como a las puntuales heladas invernales. Bosque mixto con gran variedad de seres vivos. Recordemos que uno de los «puntos calientes» de biodiversidad de este planeta lo representa este bioma terrestre. Su regeneración es vital. Porque en el caso de un supuesto colapso de esta civilización urbana—como predicen los malos augurios— podremos volver a la naturaleza. Volver a la naturaleza no es nuevo, a lo largo de historia de la humanidad ya ha ocurrido varias veces, y para ello tenemos que no solo conservarla, sino también ayudar a expandirla y recuperarse, de lo contrario no nos quedaría nada. Debido a la degradación y fragmentación de este tipo de bosque hay que ayudarle a que se desplace más al norte del continente, como ya ocurrió en la Edad Media, entonces estaba mejor su situación. Recordemos que durante siglos la bellota fue también alimento humano.

Recuperar el bosque que sería nuestro recurso futuro, si lo conocemos y respetamos. Bosque que esta gente del entorno rural está intentando recuperar. Medio rural abandonado por los gobernantes, desacreditado por los «urbanitas» y manipulado por intereses partidistas de políticos. No solo en los pueblos hay vino, toros y caza (manoseado como señal de identidad rural por algunos impresentables), sino respeto por la Madre Tierra. En vez de salir a protestar a las calles a la espera de que cambien las autoridades, es mejor entrar en acción.

Lo repito, no es la primera vez que ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad. Tampoco es cuestión de ser pesimistas, pero mejor estar prevenidos. ¿Por si acaso?