domingo, 22 de mayo de 2016

Los derechos de los animales y el «especieísmo»


DERECHOS DE LOS ANIMALES

Se han producido recientemente una serie de discusiones en torno al tema de la liberación de los animales y ello en conexión con los diversos movimientos de liberación actuales; de éstos, la gran mayoría son interhumanos (liberación de los oprimidos, sea en lo económico, en lo político, en lo nacional, etc.; liberación de la mujer…). El movimiento pro libertad de los animales es, por así decir, intra-vida, y se refiere a su independencia frente a la especie humana o a grupos de humanos que adoptan ―conscientemente o no― la actitud denominada «especieísmo».

Hay muy diversos ejemplos de la expresión o subyugación a que los animales se ven sometidos. En principio parece que estos ejemplos deberían incluir alguna acción que supusiera el alejamiento del animal de su hábitat natural, pero, de acuerdo con esto, domesticar animales sería opresión —y esto parece excesivo a muchos―. Y aun excluyendo el caso de los animales domésticos, hay muchas formas de tratar a los animales que suponen opresión o mal trato. Hay quienes piensan que sacrificar animales para alimentarse es injusto, ya que el hombre no es necesariamente carnívoro, y se puede obtener proteínas de otros alimentos. Otros aceptan que se coma carne siempre y cuando los animales sean sacrificados en condiciones que eliminen o reduzcan al máximo el dolor y el sufrimiento. Entre los que defienden la liberación de los animales, es común la negativa a que se les sacrifique para elaborar cosméticos —que pueden fabricarse con otras materias primas— o abrigos de piel, que consideran un lujo. También hay acuerdo frente a lo que supone el someterlos a experimentos —sean biológicos, médicos o de comportamiento―, ya que ninguno de ellos está bajo control estricto. Incluso cuando sea razonable utilizarlos para la experimentación biológica o médica, ha de hacerse bajo condición de que no sean atormentados.

El tema está en conexión con el de los derechos de los animales, ya que si alguien defiende su libertad es de suponer que cree que son sujetos de este derecho; se plantea la cuestión de si es al mismo nivel que el hombre, y en general la respuesta es negativa. Una cosa es que los animales sean sujetos de derechos, y otra muy distinta que lo sean en igualdad de niveles con el ser humano. Cada especie tiene sus características propias y sus correspondientes derechos, pero es importante determinar si hay o no unos derechos básicos, comunes al hombre y, al menos, a algunas especies ―como mamíferos y pájaros, por ejemplo—, y si estos derechos se fundan, en último término, en una igualdad básica que sería la «igualdad de los vivientes».

Jeremy Bentham (The Principles of Morals and Legislation, cap. XVII, sec. 1, nota al párrafo 4) manifestaba la opinión de que «puede llegar el día en que la población animal recupere esos derechos que nunca se le hubiesen arrebatado de no ser por la fuerza». Según Bentham esos derechos se apoyan en la noción de una característica común a hombres y animales. Si antes ―y ahora― se mantenía que la razón y el lenguaje distinguían al hombre del animal y le conferían derechos superiores, Bentham arguye que un perro adulto es más racional que un niño de un día, un mes e incluso un año, y que tampoco un idiota congénito se distingue por su racionalidad. La cuestión, para Bentham, no radica en la capacidad de pensar o de hablar, sino en la capacidad de sufrir. Si los animales sufren, al igual que los humanos, y uno cree que debe evitarse el sufrimiento, todo viviente tiene derecho a que no se le maltrate.

Hablando con propiedad, el sufrimiento es una manifestación, como el gozo, de la sensibilidad. Admite mejor la generalización esta característica de ser «sentiente», o capaz de sentir, que la de ser capaz de sufrimiento. De hecho, la mayor parte de los animales son —al igual que el hombre― realidades «sentientes».

De acuerdo con la teoría de Bentham, Peter Singer (Animal Liberation, 1975, pág.9 y sigs.) afirmaba que «la capacidad de sentir… es el único límite defendible en interés de los demás». La posible defensa de los animales deriva de su condición de sentiente. Por lo tanto, la simple aplicación del «principio de igualdad» sería, según Singer, suficiente para justificar la petición de no dañar —o dañar lo menos posible― a todo ser capaz de sentir, incluidos los animales. Ello no significa, como ya se ha dicho antes, que todos los seres con vida tengan el mismo valor, sino solamente que el «especieísmo» no constituye criterio suficiente para atentar contra la vida de nadie. En otras palabras ―y precisamente porque el ser humano se distingue de los otros vivientes―, no hay justificación para que los tratemos sin considerar sus intereses y derechos.

ESPECIEÍSMO

Se ha forjado este término, procedente de la palabra especie, para indicar la actitud humana según la cual la propia especie, o especie humana, es privilegiada respecto a otras especies, y posee derechos que las demás especies no tienen, o se supone que no deben poseer. El especieísmo es respecto a la especie humana entera lo que es el racismo a una raza determinada; ser especieista es ser un «racista humano».

El especieísmo es una versión del antropocentrismo cuando se interpreta a este como resultado de un juicio de valor sobre el hombre. Debe observarse que el especieísmo no es necesariamente sólo el reconocimiento de que todos los hombres constituyen una especie o de que su ser es «ser especie» en el sentido de Feuerbach. Este reconocimiento puede ser una superación de los intereses particulares de grupos particulares y, por tanto, una superación de todas las formas de racismo, nacionalismo, tribalismo, etc. Pero el reconocimiento del hombre como especie se transforma en un especieísmo cuando equivale a la negación de derechos a otras especies que a la humana.

Específicamente, los especieistas niegan los derechos de los animales y, en general, de todos los seres sintientes distintos del hombre.

El término se debe a Richard Ryder, que lo emplea en su artículo «Experiments on Animals» (en Animals, Men and Morals, 1971, ed. Stanley y Roslind Godlovitch, y John Harris, págs. 41-82). Según Ryder, «no hay ningún criterio simple que distinga entre las llamadas especies» (op.cit., pág. 81). Ryder pone de relieve que, ya que no se aceptan hoy discriminaciones en términos raciales: «Similarmente, puede ocurrir que llegue un momento en que los espíritus ilustrados aborrezcan el "especieísmo" tanto como ahora detestan el "racismo"» (loc. cit.).

JOSÉ FERRATER MORA
Diccionario de Filosofía de Bolsillo, 1983.

lunes, 16 de mayo de 2016

Una guerra por el petróleo


Por ANTONIO RUBERTI

Si se tuviera que hacer una estadística de las palabras más utilizadas por los medios de comunicación para describir la situación libia, seguramente encontraríamos a la cabeza «caos» (libio) y «avanza» (el Estado Islámico). Poco espacio viene por el contrario dedicado a otras dos palabras que ayudarían a explicar el presunto caos libio: «petróleo» y «gas».

Libia posee las mayores reservas de petróleo de África, las novenas del mundo. Se trata de una cifra imponente, cerca de 48.000 millones de barriles (alrededor del 3 por 100 del total de las reservas mundiales, según datos de 2009).

Si echamos un vistazo al mapa de Libia, vemos que los pozos petrolíferos (véase intereses franceses, británicos y norteamericanos, pero también chinos, rusos y brasileños) están concentrados en el área entre Bengasi y Sirte, donde se encuentran el 80 por ciento de las reservas conocidas de petróleo del país. El gas (léase intereses italianos) se encuentra por el contrario sobre todo en el mar al Este de Trípoli y en la región de Gadames, también al Este de la antigua capital.

Antes de la guerra de 2011, el mayor productor externo de petróleo era la italiana ENI con 24.000 barriles al día, extraídos en 2010; pero estaban también compañías americanas (Chevron, Exxon Mobil, Occidental Petroleum, Phillips) con 124.000 barriles al día, alemanas (BASF), 100.000, chinas (CNPC), españolas (Repsol), francesas (Total), británicas (BP) y rusas (Gazprom). Todas estas compañías tenían un contrato de colaboración con la compañía nacional libia, NOC, que por su parte producía alrededor de un millón de barriles al día. En la práctica, una parte de los beneficios de las multinacionales extranjeras eran ingresados en la NOC, es decir, en el Estado libio.

Esta colaboración con la NOC prosigue aún hoy, exactamente igual que durante el régimen de Gadafi, solo que hoy la NOC ingresa las cuotas del rédito petrolero tanto al gobierno de Tobruk («internacionalmente reconocido», como es definido) como al de Trípoli («islámico moderado», como nos advierten a menudo los medios de comunicación).

Gadafi acostumbraba a decir que a los occidentales, de Libia lo único que les interesaba era el petróleo. Tenía razón.

La guerra de 2011, como bien sabemos, fue deseada por los franceses, y los británicos se apresuraron a acompañarles con la esperanza no muy secreta de volver a entrar en Libia, de donde habían sido expulsados en 1969 por el golpe de los jóvenes coroneles.

En el otoño de 2011, los medios de comunicación franceses no completamente alineados estaban llenos de artículos que denunciaban el papel guerrero de la Total, que hasta ese momento jugaba un papel marginal entre las compañías extranjeras (apenas 55.000 barriles extraídos en 2010). «Entre los agentes franceses infiltrados entre los rebeldes de Bengasi había representantes de la Total», denunció el diario Libération, que reveló también los términos del acuerdo suscrito: los franceses habrían apoyado la rebelión a cambio de la promesa de entregar a la Total el 35 por 100 de las concesiones petrolíferas.

El objetivo era, sin duda, quitar de en medio a la embarazosa figura de Gadafi (que en 2009 había anunciado el proyecto de nacionalizar completamente el sector petrolero) pero el fin último era también arrebatar al ENI una tajada de sus concesiones petrolíferas. Italia, renuente, se posicionó de forma diferente a Alemania, que apoyaba los bombardeos de la OTAN. Los mismos americanos pronto se echaron atrás; una vez liquidado Gadafi, a ellos de Libia no les interesaba nada. Exactamente como ahora.

Pero volvamos a la actualidad. Fracasado el cómico intento de constituir-imponer un gobierno de «unidad nacional» (se podría ironizar con que «se habían olvidado de avisar… a los libios»), los nuevos colonialistas están llevando adelante cada uno su propia estrategia, a menudo en contraste entre ellos. Así, se ha «descubierto que en Libia están las fuerzas especiales francesas y británicas que adiestran a los combatientes del general Haftar y a la milicia de Misurata respectivamente».

También están los americanos, naturalmente, igualmente de parte de Tobruk. Los italianos, como hemos dicho, son pocos, pero pronto llegarán una cincuentena de paracaidistas. Los italianos deberán tomar posiciones en la región de Trípoli (donde el ENI tiene el control del gasoducto de Mellita). De hecho, los italianos van a Libia a proteger los intereses del ENI de… ¡franceses y británicos!

El riesgo concreto es que se llegue a un fuerte contraste entre las potencias europeas: los franceses adiestran a las tropas de Haftar, que está reconquistando Bengasi. El siguiente paso será asegurar el área petrolífera, ahora en manos de milicias independentistas tanto del gobierno de Tobruk como del de Trípoli, pero que responden a la NOC y a las compañías petrolíferas extranjeras, entre ellas la Total. La ambición de Haftar, apoyado por franceses y americanos (además de por los Emiratos Árabes Unidos y por Egipto) es reconquistar Trípoli donde estarán los italianos cuyo gobierno está aliado con la ciudad-Estado de Misurata (donde están los británicos). Trípoli está claramente apoyada por Qatar y Turquía. Hay que subrayar que estos últimos apoyan de hecho al EI libio, como han hecho con el sirio-iraquí.

Y después, naturalmente, está el EI (o Daesh o Califato o ISIS) que, si hacemos caso a los medios de comunicación del régimen, es la causa de la intervención. Asentado en Sirte y sus alrededores, efectúa incursiones sobre todo en la vecina zona petrolífera, intentado hacer el mayor daño posible y tener una gran visibilidad, que los medios de comunicación occidentales están encantados de proporcionarle. En Sirte, último bastión de Gadafi, el EI ha llenado un vacío producido por la incapacidad libia de ofrecer un futuro a esta ciudad. La ocupación de Sirte no se ha producido pacíficamente: en octubre el EI ha ahogado en sangre una revuelta. No se ha dicho que el control de la ciudad sea tan férreo como la propaganda del EI quiere hacer creer. En cualquier caso, es cierto que el EI no «avanza» como pretenden hacernos creer los medios de comunicación.

En realidad, como ha demostrado lo ocurrido en Siria, las potencias occidentales no tienen ninguna intención de eliminar al EI, que ha servido y sirve como pretexto para llevar a cabo misiones militares encaminadas a redistribuir las zonas de influencia y el control de las áreas petrolíferas. La política externa la hacen el ENI, la Total, la BP, la Exxon y las otras multinacionales, y durará se ha dicho al menos treinta años, es decir, hasta que ya no quede petróleo ni gas que rapiñar.

Las guerras «humanitarias» son hoy sustituidas por operaciones militares de «estabilización», una manera refinada de definir los nuevos colonialismos. A pequeños pasos están entrando en guerra. Una guerra por el petróleo. La enésima guerra por el petróleo.

Tierra y Libertad
Nº 334 - Mayo 2016 

lunes, 9 de mayo de 2016

Un tribunal avala el derecho de CNT a recuperar el patrimonio que le expolió Franco


La Audiencia de Zaragoza absuelve a un militante de 'okupar' un local de la Seguridad Social en una sentencia que denuncia el retraso de tres décadas que lleva el Estado en «la reparación de las expropiaciones de 1939» la central anarcosindicalista

PÚBLICO

ZARAGOZA.- «La CNT a día de hoy no disfruta de ninguna cesión en usufructo de locales de PSA en Zaragoza, pese a ser éste su derecho de conformidad con la Ley 4/1986, de 8 de enero, de cesión de bienes del Patrimonio Sindical Acumulado y de acuerdo con la doctrina que el Tribunal Constitucional viene sentando al respecto». La Audiencia Provincial de Zaragoza ha avalado, en una histórica sentencia, el derecho del sindicato a recuperar los bienes que le incautó el franquismo tras la Guerra Civil.

El tribunal ha revocado una resolución del Juzgado de lo Penal número 5 de la capital aragonesa y ha absuelto a uno de sus miembros, P.A.V., defendido por el abogado Ramón Campos, del delito de usurpación de inmueble ('okupación') por el que había sido condenado a una multa de 720 euros. La Policía le identificó en un local de la Seguridad Social del barrio de San José en el que, entre mayo de 2014 y febrero de 2015, el sindicato habilitó durante nueve meses un centro social en el que atendía a sus militantes, celebraban asambleas sus secciones sindicales y se organizaban actividades vecinales.

P.A.V. «sabía perfectamente que el local no era del sindicato ni tenían autorización de su propietario para utilizarlo», señala la Audiencia, que, al mismo tiempo, recuerda que «la CNT viene reclamando la devolución de bienes por parte del Estado» desde que la Ley de Cesión de Bienes del Patrimonio Sindical Acumulado puso en marcha en 1986 «un movimiento para la reparación de las expropiaciones de 1939». Esa norma, que en enero cumplió 30 años, «obligaba a la devolución de los bienes incautados y el derecho a la cesión y uso de inmuebles por parte de los sindicatos».

30 años sin apenas compensación por el expolio franquista

«La CNT ha seguido reclamando a día de hoy la devolución de su patrimonio histórico», añade la resolución, que absuelve a P.A.V. en aplicación del «principio de intervención mínima» del Derecho Penal.

La sentencia recuerda, «aunque no pueda tomarse como exculpatorio», otro hito judicial en la lucha de la CNT por recuperar el patrimonio que le arrebató el franquismo: la ocupación en Madrid, «en la década de los 90», del Consejo Económico y Social, «organismo entonces encargado de la repartición del patrimonio sindical acumulado». «En el año 2004 se llegó a un acuerdo entre la fiscalía y la CNT por el cual el centenar de procesados por dicha ocupación quedaban libres sin cargos», anota.

La CNT, el principal sindicato español en 1936 junto con UGT, lleva tres décadas reclamando el mismo trato que esa organización y otras como CCOO y distintas patronales, inexistentes hace 80 años, han recibido del Estado. La central anarcosindicalista valora en 90 millones de euros los edificios que reclama, a los que se suman otros bienes como los más de 30 millones de pesetas depositados en sus cuentas al acabar la guerra civil. Sin embargo, y pese a la ley, el Estado apenas le ha compensado por ese expolio: 1,5 millones de euros por nueve locales en 1986 y siete inmuebles en 1999.

En el caso de Zaragoza, lleva décadas reclamando la entrega del local de la Seguridad Social, que lleva cinco años sin uso con la excepción de los nueve meses que fue ocupado, y el edificio del barrio de Delicias que entre 1936 y 2008 albergó el geriátrico de San Jorge, y en cuyo estado de ruina se basó la absolución de los sindicalistas que intentaron reabrirlo como centro social en 2013. «No consta que los acusados tuvieran conciencia de que okupaban de forma ilegítima el referido espacio», señaló entonces el juez.

El Ministerio de Empleo ha sacado a subasta en dos ocasiones el geriátrico, la decisión sobre cuya entrega al sindicato está en manos de la Audiencia Nacional. Sus 3.200 metros cuadrados fueron tasados inicialmente en tres millones. Sin embargo, si nadie se hace con él en la tercera y a cuarta puja, en las que los precios de salida serán de 2,1 y 1,7 millones, el Gobierno central podrá enajenarlo por adjudicación directa. Por un precio menor y teniendo en cuenta que su fachada no se puede reformar por haber sido declarada Bien de Interés Cultural (BIC).

Mínima intervención del Derecho Penal

La sentencia inicial de P.A.V., que redujo de seis a cuatro meses el periodo de multa que solicitaron tanto la Fiscalía como la Abogacía del Estado, ya absolvió a la CNT de pagar los 1.476 euros que le reclamaba la Seguridad Social por gastos de comunidad, luz y agua de esos nueve meses al considerar que «dichos gastos no se han acreditado al no constar factura o recibo alguno que evidencie la realidad de los mismos y por quién fueron satisfechos».

Ahora, la Audiencia ordena modificar los hechos probados de la sentencia para indicar que la ocupación del local se produjo «después de haberse solicitado reiteradamente por parte de la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) al Estado la cesión de locales del Patrimonio Sindical Acumulado», y tras haber notificado por escrito a la Delegación de Gobierno y el Ministerio de Empleo que pasaba a «gestionar el local», que se encontraba «desde 2011 en estado de abandono», en una actuación que se enmarca «dentro de las sucesivas reclamaciones» para recuperar el PSA «que tanto respecto a la ciudad de Zaragoza como a otras localidades del Estado español se vienen haciendo por parte de nuestra organización».

De hecho, recuerda la sentencia, el sindicato pidió permiso para poder utilizar el inmueble en usufructo, con lo que habrían dado por saldadas «cuantas obligaciones tiene el Estado con dicha organización en materia de PSA en la ciudad de Zaragoza», y proponía que, si la Administración optaba por otro edificio, se inclinara por «uno que reúna las condiciones de ubicación de la ciudad (razonablemente céntrico) y metros útiles necesarios para albergar un local sindical, negociándose previamente tal medida con la organización que suscribe en la medida de lo posible».


domingo, 1 de mayo de 2016

Orgullo obrero


No hay mayor tontería que decir «estoy orgulloso de ser proletario». Para desarrollar esta tesis lo primero que hay que hacer es analizar las dos palabras claves de la proposición: «orgullo» y «proletariado».

«Orgullo» es el sentimiento de vanagloriarse por tener unas cualidades supuestamente superiores a los demás. En otras palabras, arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia.

«Proletariado» es la clase social que vende su fuerza de trabajo a la clase social poseedora de los medios de producción: la burguesía. Es decir, que depende necesariamente de los gustos y caprichos de los burgueses para sobrevivir.

«Sentirse orgulloso de ser proletario», «orgullo obrero», «obreros y orgullosos», «somos la clase obrera, la working class», «working class pride»,... es lo mismo que decir que le encanta a uno servir a otro, depender de él para vivir.

¿De dónde ha salido eso del «orgullo obrero»? Es una postura servil, lacayuna,... cuando lo que se debería perseguir es la eliminación de las relaciones de producción capitalista y de la propiedad privada. ¿Dónde quedó ese objetivo de las ideas socialistas de todo tipo de conseguir una sociedad sin clases? ¿Por qué estar orgulloso de algo que te viene impuesto y donde no hay posibilidad de elección?

Respondiendo a esta última pregunta, que un obrero diga que está orgulloso de serlo es tan estúpido como que un pelirrojo vaya gritando «orgullo pelirrojo» (aplíquese a cualquier color de pelo o de piel), que un enfermo de gripe proclame el «orgullo griposo» o que, en pleno siglo XXI, aún haya quien presuma de su orgullo «X» (sustitúyase «X» por la raza, etnia o nacionalidad que se desee).

Si lo que quieren decir es que se sienten orgullosos de hacer un trabajo útil a la sociedad, frente a otros inútiles como el de los sacerdotes, militares y políticos, que lo digan claramente. Pero que no mezclen churras con merinas, mejor dicho, pollinos con verracos que son especies diferentes.

El mundo está lleno de obreros que quieren ser empresarios, muy raro es el caso del empresario, banquero o político que quiere cambiar su despacho por un andamio; lo más parecido a eso sería el caso de Gerardo Iglesias, el hombre que al abandonar la Secretaría General del PCE volvió a la mina.

Los ricos no hablan de orgullo, son más listos; cuanto menos toquen el tema de las clases, mejor para ellos: si, por el contrario, insistiesen mucho en remarcar su posición de dominio, a lo mejor los apacibles obreros «orgullosos» se convertirían en obreros cabreados, los cuales son el verdadero peligro.

Cuanto más felices estemos por ser los tontos que reciben todas las hostias, el poder (político, económico, ideológico,..., El Poder a fin de cuentas) menos tendrá que temer. A mí el «orgullo obrero» me recuerda mucho a las religiones, es aquello de «aguanta todo lo que te caiga, que al final serás recompensado... en otra vida», porque ésta ya está perdida. Peor aún si sabemos que solo tenemos esta vida que la otra es una invención de los sacerdotes para vivir del cuento.

Aunque, visto desde otro punto de vista, si seguimos con nuestro orgullo, todos seremos más felices... los esclavos contentos, y los amos muertos de risa.

El Aullido
Nº 21, junio 2007.