lunes, 20 de agosto de 2018

El engaño de la democracia española


Hay dos factores que demuestran que la Transición fue un proceso necesario pero fallido: la Jefatura del Estado y la Ley de Amnistía. Ambas fueron presentadas a los ciudadanos como un hecho consumado sin el cual no podría haber democracia. Ahora vivimos las consecuencias de tener un sistema político deficitario en sus esencias fundamentales

Por JOSÉ ANTONIO GÓMEZ

¿España es una democracia? Teóricamente sí. Los ciudadanos votan cada cuatro años para elegir a su primer ministro y disponen de un espacio de derechos y libertades reconocidos por la Constitución… Sin embargo, la democracia es algo más y en España la voz del pueblo se contamina con los intereses partidistas e ideológicos de los gobernantes sin que haya una figura que controle el cumplimiento de lo que los ciudadanos han determinado con su voto.

España es uno de los pocos países del hemisferio occidental —teóricamente la zona del mundo donde el desarrollo político es superior desde un punto de vista democrático— que tiene vacante la Jefatura del Estado. Es cierto que hay una figura que constitucionalmente ocupa dicho cargo pero que, en realidad, no tiene más función que el de relaciones públicas o director de desarrollo de negocio que, parece ser, cobraba, además, sus correspondientes comisiones por la intermediación con gobiernos para que las empresas españolas captaran grandes contratos, tal y como lo haría un agente comercial.

La realidad es que España sigue cumpliendo la voluntad del dictador Francisco Franco en lo referente a la Jefatura del Estado. La Monarquía fue impuesta de manera torticera a los españoles porque jamás se ha preguntado al pueblo por el modelo de democracia que quieren. En el referéndum de la Constitución, que ahora va a cumplir 40 años, se obligó a votar el texto completo en el que se imponía a un Rey sin que los ciudadanos pudieran determinar si estaban de acuerdo o no con ello. Fue un trágala en toda regla: «si queréis una Carta Magna que reconoce al pueblo derechos y libertades hay que tragar con los Borbones». Si en 1.978 los ciudadanos se hubiesen rebelado y votaran en contra de la Monarquía estaban impidiendo la aprobación de la Constitución. Por tanto, por más que los defensores de la Monarquía afirmen que Felipe VI o Juan Carlos I fueron elegidos por el pueblo, la realidad es que no es así, sino que el propio aparato del Estado determinó que los españoles debían tragar con la voluntad de Franco si deseaban que se les reconocieran los derechos y libertades de los que disponían los ciudadanos de los países democráticos.
 
Esto no es democracia y, en consecuencia, hay una deficiencia grave en nuestro sistema político que, además, está teniendo consecuencias para la ciudadanía. ¿Para qué sirve la Monarquía a los ciudadanos? Para nada más que para generar titulares vacíos que oculten la realidad podrida de una parte de nuestra clase política. ¿Qué le importa a una familia desahuciada si Letizia Ortiz se lleva mal con Sofía de Grecia? Nada. ¿La operación de rodilla de Juan Carlos de Borbón importa a un trabajador con un salario por debajo del umbral de la pobreza? No. La Monarquía es una institución inútil para el pueblo y ha llegado el momento en que el pueblo salga a la calle y diga lo que tiene que decir y reclame que, de una vez por todas, se le permita decidir si quiere seguir manteniendo esta pseudodemocracia o tener una democracia plena. 


En una democracia un Jefe de Estado sin contenido político es inútil. La pretendida parcialidad no es otra cosa que un modo de aquiescencia con todo lo que está ocurriendo y que está hundiendo a España: corrupción, utilización de los pilares democráticos del Estado de Derecho con fines partidistas, precarización del mercado laboral, destrucción del Estado del Bienestar, sumisión a las élites financieras internacionales, humillación a las víctimas del franquismo, conculcación de los derechos humanos con sus consiguientes condenas por parte de Naciones Unidas, conflictos territoriales, firma de acuerdos comerciales con países condenados por vulnerar los más mínimos derechos fundamentales, impunidad de ciertas familias respecto a la Justicia…, y más corrupción que, presuntamente, se da en la propia Familia Real.

Respecto al otro aspecto que adultera a la democracia española, la Ley de Amnistía, la Ley de Amnistía fue otro engaño al pueblo español. En aquellos años se utilizó mucho la expresión de «la superación de las dos Españas» en referencia a la necesidad de cerrar las heridas abiertas desde el golpe de Estado y el posterior genocidio impuesto por el dictador Francisco Franco Bahamonde. Se legisló una serie de medidas de perdón que el pueblo entendió que iban dirigidas a las personas que fueron represaliadas por luchar por la democracia y los derechos de los ciudadanos. Sin embargo, la Ley de Amnistía tenía una trampa que se ocultó a los españoles: este texto era una verdadera ley de punto final que exoneraba de sus delitos a los represores y torturadores franquistas. Esta ley, que fue aprobada por un gobierno elegido por la metodología franquista, es la que está impidiendo que se haga justicia con las víctimas de la dictadura genocida. Los tribunales españoles se escudan en la misma para decir que los delitos cometidos por aquellos que son responsables de la represión franquista están amnistiados, hecho por el que España ha sido condenada en varias ocasiones por la ONU por la oposición a la entrega a la Justicia de personas que han sido reclamadas o denunciadas por las víctimas del franquismo. En este país, para superar a las dos Españas, se pretendió ocultar a la que fue masacrada por el fascismo que gobernó durante casi 40 años. Ese no es el modo de cerrar las heridas porque hay más de 200.000 personas enterradas en las cunetas. Todo son excusas de mal pagador a la hora de hacer justicia con los asesinados o con los represaliados del franquismo, todo son trabas a la hora de aplicar la Ley de Memoria Histórica. ¿Cómo es posible que en una democracia haya partidos que aún no han condenado al franquismo o que, como la formación de Albert Rivera, abandonaron un parlamento para evitar condenar al régimen fascista? ¿Cómo es posible que tanto PP como Ciudadanos se opongan a cambiar un callejero que aún continúa homenajeando a asesinos?

La democracia española llegó tras un proceso de transición que fue ejemplar si se hubiese tomado como un punto de partida y no como un elemento inamovible. La democracia en España no es plena porque hubo, al menos, dos aspectos que se impusieron a los ciudadanos sin que tuvieran ni voz ni voto. Por tanto, nuestro actual sistema nació con un engaño, nuestra democracia seguirá siendo incompleta, estará adulterada, mientras la Jefatura de Estado no haya sido elegida por los españoles y la Ley de Amnistía siga vigente.

18 agosto 2018

miércoles, 15 de agosto de 2018

Fachas y lo políticamente correcto


Nos tendría que hacer pensar en qué punto está la 'democracia española' la existencia de un lugar como el Valle de los Caídos o el mantenimiento, incluso con dinero público, de una fundación que lleva el nombre de Francisco Franco.

Por MAURICIO BASTERRA

En las últimas semanas estamos asistiendo a una nueva vuelta de tuerca en relación a la exhumación de los cadáveres de Franco y de Primo de Rivera del Valle de los Caídos. Una decisión adoptada por el Ejecutivo de Pedro Sánchez que ha levantado ampollas y reacciones de todos los calibres. Desde el tan manido «no abrir heridas del pasado» o «es la historia y quieren borrarla» hasta la propia movilización de los nostálgicos del franquismo para que no se muevan los restos del dictador allí depositados.

Una decisión que llega tarde, dicho sea de paso, pues han pasado casi 43 años desde la muerte del dictador, bastantes más desde que allí están los restos del fundador de Falange Española. Es ahora cuando se aborda una cuestión que quizá debería haber estado resuelta hace ya varios lustros.

No dejan de llamar la atención las distintas reacciones. Los políticos de la derecha oponiéndose con circunloquios que no hacen sino esconder su plena oposición. Es paradójico que, en el mismo momento en que Mariano Rajoy estaba siendo reemplazado por Sánchez en la presidencia del Gobierno, un ministro del PP aprobaba la renovación del ducado de Franco en la persona de Carmen Martínez-Bordiu, lo que viene a ejemplificar el poder que aun mantiene, aunque sea a nivel de medios y de presión social, la familia Franco, que se permite el lujo de discutir las decisiones políticas del momento, que mantiene privilegios donados de la propia época dictatorial —como, por ejemplo, el uso y disfrute del Pazo de Meirás— o los honores aristocráticos concedidos por el anterior jefe de Estado a la hija del dictador y que perpetua su nieta.

Una situación atípica la que se vive en España y que constantemente está encima de la mesa con argumentos vacíos y vacuos. Nadie se plantea en otros lugares donde han existido dictaduras criminales la necesidad de dar espacio y pábulo a aquellos que aun defienden la dictadura. En algunos lugares, como Alemania, la apología del nazismo es un delito. Si nos atenemos a datos objetivos, solo en lugares con unas cuotas de cultura democrática por debajo de cero existen mausoleos que ensalzan la figura de dictadores. Quizá nos tendría que hacer pensar en qué punto está la democracia española la existencia de un lugar como el Valle de los Caídos o el mantenimiento, incluso con dinero público, de una fundación que lleva el nombre de Francisco Franco.

También cómo, en medio de dicha polémica, las televisiones se lanzan a dar espacio y opinión a los integrantes de dicha fundación, que se permiten el lujo de insultar a los presentes que tienen ideas contrarias a las suyas —es lo que han hecho siempre, por otra parte, con resultados nefastos— y llevar un discurso demencial sobre la historia de España que es insultante para todos aquellos que se dejan los ojos, las pestañas y la cabeza en archivos y bibliotecas para rescatar el pasado de este país bajo parámetros científicos, por no hablar del enorme trabajo realizado por los movimientos memorialistas que han sustituido de forma completamente altruista un papel que tenían que tener las administraciones públicas.

Bajo un paraguas de lo políticamente correcto, se habla de «respetar» a aquellos que no respetan nada o que defienden un legado de crímenes y violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Una fundación como la Francisco Franco no tiene cabida en ningún país democrático y los papeles del dictador tendrían que estar engrosando los legajos del Archivo Histórico Nacional y a disposición de todos los investigadores.

 Sepulturero de España

«Nunca enterrador alguno conoció tan alto honor, dar sepultura a quien era sepulturero mayor». Esta es una de las estrofas de una canción de Joaquín Sabina que se titula Adivina, adivinanza, dedicada a Franco y a su muerte. No se engañaba el cantante cuando denominaba a Franco como «sepulturero mayor». Porque ¿de quién estamos hablando cuando se habla de la exhumación del Valle de los Caídos? Francisco Franco fue un dictador. Un personaje que llegó al poder tras un golpe de Estado contra la democracia vigente en España en julio de 1936 y cuya acción provocó una guerra civil y una dictadura que se extendió en el tramo de casi 40 años. Se equivocan determinados tertulianos cuando hablan de bandos en la Guerra Civil española. Bandos habría si hubiese enfrentamientos abiertos dentro del propio campo democrático. Sin embargo, lo que sucedió en España entre 1936 y 1939 fue el enfrentamiento de un régimen legal, porque así lo habían querido los españoles los años anteriores, y un grupo de militares que dan un golpe de Estado. Esos golpistas que provocaron una guerra civil no se contentaron con derribar al gobierno de turno, sino que decidieron realizar una guerra de exterminio contra sus oponentes, que eran, a la postre, todos aquellos que no pensaban como ellos. Desde los moderados republicanos hasta los revolucionarios anarquistas, pasando por los socialistas de todas las tendencias, los minoritarios comunistas, los odiados masones, etc. Ese personaje que esta enterrado en el Valle de los Caídos afirmó lo siguiente al periodista Jay Allen en una entrevista que le hizo en 1936:

Allen: ¿Durante cuánto tiempo se prolongará la situación ahora que el golpe ha fracasado?
Franco: No puede haber ningún acuerdo, ninguna tregua. Salvaré a España del marxismo a cualquier precio.
Allen: ¿Significa eso que tendrá que fusilar a media España?
Franco: He dicho a cualquier precio.

Por si fuera poco, al finalizar la Guerra Civil, Franco impuso una dictadura que pasó por distintas fases pero que coincidió en todas con una profunda represión que ha llevado a España a ser el país que más desaparecidos tiene junto a Camboya, lo que ha provocado que la ONU y sus observadores de los derechos humanos hayan llamado la atención a nuestro país por no hacerse cargo de esa búsqueda de los desaparecidos. Hoy España tiene provincias con enormes cementerios ignotos donde están sepultados miles de cadáveres ejecutados por Franco y su régimen. Inclusive el propio Valle de los Caídos se benefició de dichos cadáveres sin el consentimiento de los familiares de las víctimas, que fueron a su vez nuevas víctimas del franquismo.

Franco se mantuvo en el poder gracias
al apoyo del 'democrático' Occidente.

Lejos de quedarse solo con Franco, se defiende que no se viole la historia de personajes como Mola, ideólogo del golpe, que tuvo frases tan democráticas como las siguientes:

«En este trance de la guerra, yo ya he decidido la guerra sin cuartel (…). A los militares que no se han sumado al Movimiento, echarlos y quitarles la paga. A los que han hecho armas contra nosotros, contra el ejército, fusilarlos. Yo veo a mi padre en las filas contrarias y lo fusilo».

«Hay que sembrar el terror… hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros».

Quizá es bueno seguir tolerando que la tumba de Gonzalo Queipo de Llano esté en la Macarena de Sevilla y que la Virgen cada Semana Santa porte el fajín de quien fue el dirigente del golpe de Estado en Andalucía y máximo represor en la zona. No olvidemos los pensamientos de conciliación y concordía que destilaba en aquel 1936 desde los micrófonos de Radio Sevilla:

«Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen».

«Ya conocerán mi sistema: por cada uno de orden que caiga, yo mataré a diez extremistas por lo menos, y a los dirigentes que huyan, no crean que se librarán con ello: les sacaré de debajo de la tierra si hace falta, y si están muertos los volveré matar».

«Sí, canalla roja de Málaga, ¡espera hasta que llegue ahí dentro de diez días! Me sentaré en un café de la calle Larios bebiendo cerveza y por cada sorbo mío caeréis diez. Fusilaré a diez… por cada uno de los nuestros que fusiléis aunque tenga que sacaros de la tumba para hacerlo».

«¡Malagueños! me dirijo en primer lugar a los milicianos engañados. Vuestra suerte está echada y habéis perdido. Un círculo de hierro os ahogará en breves horas; porque si por tierra y aire somos los más fuertes, la Escuadra leal a la dignidad de la Patria os quitara toda esperanza de huida, ya que la carretera de Motril está cortada».

«Mañana tomamos Peñaflor, así que vayan las mujeres de los rojos preparando sus mantones de luto. Estamos decididos a aplicar la ley con firmeza inexorable: Morón, Utrera, Puente Genil, ir preparando sepulturas. Yo os autorizo a matar como a perros a todo aquel que se resista a vosotros, que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda culpa».

La ignominia de la dictadura no solo se fraguó con los miles de fusilados, exiliados y encarcelados, sino que el régimen amparó y apoyo toda una red de robo de niños que al principio tuvo un claro componente ideológico pero al que después se le dio un motivo económico. La familias de los derrotados en la guerra fueron sometidas a todas las penurias y, no contentos con eso, también les robaron a sus hijos para desintoxicarlos del «gen rojo», que el psiquiatra Vallejo-Nájera expresó en sus propios libros de la siguiente forma, al mejor estilo del nazismo:

«La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos. La comprobación de nuestra hipótesis tiene enorme trascendencia político-social, pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación de estos sujetos desde la infancia, podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible».

Se puede y se debe debatir de la represión. Pero el sistema que Franco montó en España tras la guerra fue el de una dictadura militar, de corte fascista en muchos puntos y en varias etapas, que se cobró la vida de miles y miles de ciudadanos españoles que hoy están esparcidos por la cunetas. Debatir si un dictador, un criminal, un personaje defensor del terror y sus acólitos, tiene el derecho a estar un lugar privilegiado es un insulto y una vergüenza, como vergüenza es que se ampare en lo políticamente correcto para permitir defender posiciones inocuas y criminales en platos de televisión. Franco es historia de España y nadie lo va a borrar de la historia. Pero Franco fue un criminal, un asesino, el sepulturero de este país que tiene que salir ya de Cuelgamuros e iniciar, aunque sea con 43 años de retraso, la verdad, la justicia y la reparación a las víctimas del franquismo.

14 agosto 2018