sábado, 7 de septiembre de 2013

Los parches culturales del nacionalismo


Por ERNEST GELLNER

El nacionalismo engendra las naciones, no a la inversa. No puede negarse que aprovecha —si bien de forma muy selectiva, y a menudo transformándolas radicalmente— la multiplicidad de culturas, o riqueza cultural preexistente, heredada históricamente. Es posible que se haga revivir lenguas muertas, que se inventen tradiciones y que se restauren esencias originales completamente ficticias. Pero este aspecto culturalmente creativo e imaginativo, positivamente inventivo, del ardor nacionalista no capacita a nadie para concluir erróneamente que el nacionalismo es una invención contingente, artificial, ideológica, que no habría surgido si esos condenados y entremetidos pensadores europeos que no tienen otra cosa que hacer no lo hubiesen urdido e inoculado fatídicamente en la sangre de comunidades que de cualquier otro modo habrían sido viables políticamente. Los retales y parches culturales que utiliza el nacionalismo a menudo son invenciones históricas arbitrarias. Cualquier otro retal con su consiguiente parche habría servido también. Pero de ello no puede deducirse de ninguna manera que el principio del nacionalismo en sí, al revés de los avatares que ha de pasar hasta su encarnación, sea de algún modo contingente y accidental.

Nada más lejos de la verdad que esta suposición. El nacionalismo no es lo que parece, pero sobre todo no es lo que a él le parece ser, Las culturas cuya resurrección y defensa se arrogan son frecuentemente de su propia invención, cuando no son culturas modificadas hasta llegar a ser completamente irreconocibles. Pesa todo esto, y a diferencia de cada una de sus formas específica y de los disparates individualmente diferenciadores que pueda preconizar, el principio nacionalista en sí está profundamente arraigado en nuestra condición actual, no es contingente en absoluto y no se le puede negar fácilmente.

Naciones y nacionalismo
(1983)

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