viernes, 20 de septiembre de 2013

La fe en el progreso

ANSELMO LORENZO

La fe en el progreso, que no es credulidad en un dogma impuesto por una Iglesia ni el servil acatamiento a una superioridad jerárquica, sino aquella de quien dice San Pablo: «Es, pues, la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven» (Hebreos, XI,1), nos evidencia que sin una paralización en el movimiento progresivo de la humanidad, que sería su muerte, la evolución incesante que viene efectuándose traerá en su día por la revolución la libertad y la dignidad del último paria, el proletariado; y esto, no por la vana declaración cristiana de que todos somos hijos de Dios y herederos de su gloria, ni por el no menos estéril reconocimiento democrático de que todos somos iguales ante la ley, sino porque de hecho y de derecho y de una manera perdurable entrarán los desheredados todos en la posesión y disfrute del patrimonio universal, consistente en los bienes que la naturaleza ofrece espontáneamente a la humanidad para la satisfacción de sus necesidades, y en los producidos por la observación, el estudio y el trabajo de las generaciones precedentes.

Firmes en esta fe, si por la cortedad del plazo de nuestra existencia no lográsemos la dicha de verlo realizado, al menos consuélanos la esperanza de que de nosotros pueda decirse lo que dijo el apóstol acerca de los héroes del Antiguo Testamento:

«Conforme a la fe murieron sin haber recibido las promesas, sino mirándolas de lejos, y creyéndolas, y saludándolas.»

La Revista Blanca, nº 1
(1-JULIO-1898)


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