JULIÁN PACHECO, Retrato en negativo de Fraga Iribarne, 1975. |
Un proyecto exitoso de la derecha española ha sido el de definir el régimen dictatorial que existió en España desde 1939 a 1978 como un «régimen autoritario» que habría ido adaptándose al cambio del país, para transformase más tarde (bajo la dirección del Rey Juan Carlos I) en una democracia homologable al resto de las democracias de Europa. Consecuencia del gran dominio que las fuerzas conservadoras tienen sobre los medios de información, tanto públicos como privados, esta visión histórica —de nuevo defendida por el Partido Popular en las recientes elecciones al Parlamento europeo— se ha convertido en la interpretación dominante de nuestro pasado reciente. Obviamente es falsa.
Un intelectual jugó, en España, un papel clave en el proceso de redefinición de la dictadura del general Franco (1939-1978): Juan José Linz Storch de Gracia. Español nacido en 1926 en Alemania, de padre alemán y madre española, su familia se integró al bando llamado «nacional» en plena Guerra Civil, siendo su madre una de las dirigentes de la Sección femenina de la Falange. Miembro de las juventudes fascistas, Juan J. Linz colaboró en la Revista de Estudios Políticos, órgano intelectual del Movimiento Nacional franquista. Se le consideró como «una de las cabezas más lúcidas del Seminario de Formación Política del Frente de Juventudes, y uno de sus puntales» (según el dirigente falangista Ismael Medina). Más tarde, en el año 1950, Juan José Linz se fue a Estados Unidos para estudiar y trabajar bajo la dirección de Seymour Martin Lipset (1922-2006), uno de los intelectuales de la Guerra Fría de EEUU. Durante aquel tiempo viajó frecuentemente a España, siendo uno de los promotores de los estudios sociológicos de España [1].
Durante esta época presentó su tesis en la Universidad de Columbia (Nueva York), publicada en 1963, indicando que el Estado español no era totalitario, sino un «sistema político autoritario». Hacía así una distinción entre regimenes totalitarios, como los regimenes comunistas, en los que el Estado intentaba imponer una ideología totalizante —el comunismo— que abarcaba todas las dimensiones de la sociedad y del ser humano, y regimenes autoritarios, como la dictadura española, que no intentaron nunca imponer una ideología dominante.
Tal distinción, por cierto, pasó más tarde a ser doctrina oficial del Departamento de Estado de EEUU, que justificó su apoyo a las dictaduras de ultraderecha indicando que tales regimenes autoritarios eran «capaces de transformarse en democracias», oponiéndose Washington, sin embargo, a las dictaduras comunistas por considerarlas regimenes totalitarios incapaces de transformarse en regimenes democráticos.
Las tesis de Juan J. Linz fueron promovidas extensamente por la dictadura española (y también, repito, por el Departamento de Estado de EEUU), y fueron recogidas en una colección de estudios, con aspiraciones académicas, publicado en 1974, y prologada por Manuel Fraga Iribarne, a la sazón ministro del régimen dictatorial. En aquel texto [2], Linz negaba que el régimen que existía en España hubiera sido un Estado totalitario, definiéndolo como «un Estado católico, social y representativo», negando incluso que el fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera fuera un líder totalitario. Llegó incluso a escribir que, en una lectura de los discursos del general Franco (19 abril 1937 – 31 diciembre 1938), detectaba «valores liberales». Éste fue el intelectual que redefinió aquella dictadura como un régimen no totalitario.
Es importante subrayar que muchos de sus discípulos en distintas áreas de conocimiento de las ciencias sociales (incluidos algunos pensadores conocidos de sensibilidad socialista) han relativizado el papel apologético de la dictadura realizado por Linz, atribuyéndole un papel secundario. Juan J. Linz introdujo las ciencias sociales en España en un intento, promovido por el Departamento de Estado de EEUU, de contrarrestar la atracción que el marxismo ejercía entre la intelectualidad española, cuyos sectores eran próximos a la resistencia contra el régimen, liderada por el Partido Comunista. De ahí que intelectuales de sensibilidad no sólo liberal o conservadora, sino incluso socialistas, tengan, todavía hoy, gran agradecimiento a Linz, disociando su papel apologético de la dictadura y de ser el intelectual de la Guerra Fría (utilizado por el Departamento de EEUU), de sus análisis políticos y sociales contemporáneos.
Para aquellos que vivieron y sufrieron aquella dictadura es fácil, sin embargo, mostrar el carácter apologético de Linz, pues no resulta complicado, demostrar que la dictadura en España era totalizante; es decir, intentó imponer una ideología totalizante que pretendía configurar toda la sociedad y a todas las personas que vivían en ella, invadiendo áreas tan privadas como la lengua hablada y las prácticas sexuales permitidas, todas ellas normatizadas, penalizándose a aquellos que se desviaran de las normas impuestas. Su ideología conjugaba un nacionalismo españolista extremo (promovido por el Ejército golpista) y un catolicismo profundamente reaccionario (promovido por la jerarquía de la Iglesia Católica), dos ideologías totalizantes que se entremezclaron constituyendo el nacional-catolicismo, eje ideológico central de aquel régimen.
Tal ideología alimentaba el concepto de Hispanidad, al cual se le dio un carácter racista. No se ha destacado suficientemente, en los análisis de la dictadura, que el nacionalismo españolista extremo que la caracterizó incluía una concepción racista, hablando de la superioridad de la raza hispánica, superioridad que le otorgaba el «derecho de conquista» y sometimiento de otras «razas inferiores», entre las cuales incluía la raza de los republicanos «rojos» (que abarcaba a todas aquellas sensibilidades de izquierda que se oponían a la ideología dominante). Tales teorías quedaban claramente expuestas por el ideólogo del régimen militar, el coronel Antonio Vallejo-Nájera (1889-1960), director de los Servicios de Psiquiatría del Ejército, y nombrado director del programa de formación ideológica del régimen por el dictador.
EL NACIONAL-CATOLICISMO SIGUE VIVO
Vallejo-Nájera, en sus escritos (entre los que destaca su libro Eugenesia de la Hispanidad y regeneración de la raza [4]) definió las características de la raza hispánica como «su masculinismo, su disciplina, su canto a la fuerza, su nacionalismo sublime y su profundo catolicismo». El hecho de que el concepto de raza no tuviera un componente étnico (aunque fuera antisemítico), sino político-religioso, no niega que el régimen se viera a sí mismo como racista, y como tal se presentara. El Día Nacional (12 de octubre) que celebraba la conquista y el genocidio de América Latina, se llamaba el «día de la Raza», y la única película que hizo el dictador se titula Raza [5].
Vallejo-Nájera era un profundo admirador del nazismo alemán. Y el régimen justificó la represión (200.000 asesinatos políticos de 1939 a 1945), con el argumento de purificar la raza, robando incluso a los niños de padres republicanos para evitar su «contaminación» [6]. Todos estos hechos, y muchos otros, hacen insostenible la definición de aquel régimen como meramente autoritario, sin intento de imponer una ideología totalizante.
El franquismo reunió todas las características de la ideología fascista: un nacionalismo extremo con vocación expansionista e imperialista, con un sentido místico (de carácter religioso católico), liderado por un «Caudillo», al que se le presentaba dotado de virtudes sobrehumanas [7], dirigiendo un Estado que controlaba la radio, la televisión y todos los medios de difusión ideológica (los directores de diarios, por ejemplo, eran nombrados por el Gobierno) con el objetivo de promover una ideología totalizante que incluía un concepto racista que determinaba unos comportamientos represivos en la promoción de esa ideología [8].
Tal realidad ha sido negada por autores que basan su negativa en el hecho de que la Falange, el partido fascista, fue perdiendo importancia y tuvo que competir con otras fuerzas y grupos para la configuración de aquel Estado. Tal respuesta ignora que el fascismo era mucho más extenso que la Falange. El liberalismo, por ejemplo, es en Europa un pensamiento ideológico dominante desde los años 1980, aún cuando los partidos liberales han sido minoritarios en este continente. Su gran dominio se debe al apoyo recibido de las clases dominantes que lo han promovido, ayudadas por los gobiernos estadounidense y británico, ejes de tal pensamiento. Lo mismo ocurrió entonces. El fascismo se convirtió en España en la ideología dominante, resultado del soporte que le ofrecieron las clases dominantes, apoyadas por la Alemania nazi y la Italia fascista, cuyo sostén fue crucial, de 1936 a 1945, para la existencia de aquel régimen totalitario.
Los que defienden los argumentos de que la Falange no era la única fuerza política, y que tuvo que competir con otros grupos, ignoran la historia del nazismo alemán y del fascismo italiano. En tales dictaduras totalitarias, el partido nazi (en el caso alemán) y el partido fascista (en el caso italiano), tuvieron que competir con otros grupos dentro de sus Estados, con gran cantidad de tensiones y luchas internas que incluyeron, incluso, asesinatos y golpes dentro del propio Estado.
Por último, gran número de autores concluyen que, si bien el régimen de Franco fue fascista en sus orígenes, dejó de serlo con el tiempo, de manera que, al final, en su periodo terminal, era una cáscara vacía dirigida por personas que carecían de ideología. Meros oportunistas deseosos de reproducir su propio poder.
Esta descripción puede ser cierta. Pero lo mismo ocurrió con el régimen comunista en la Unión Soviética, y ello no fue obstáculo para que se le llamara, hasta el último día de su existencia, dictadura comunista, pues sus raíces, sus símbolos y su retórica oficial eran comunistas. Lo mismo ocurrió en España, donde, por ejemplo, el símbolo fascista – las cinco flechas y el yugo - estuvo en la entrada y salida de todas las poblaciones hasta el último día de la dictadura (1978). Y también, hasta el último día, se requirió el juramento de lealtad al Movimiento Nacional (fascista) como condición de empleo público. Es más, la ideología del nacional-catolicismo continúa viva, reproduciéndose en la cultura de las derechas de España.
El nacionalismo españolista exacerbado, no respetuoso con la plurinacionalidad del Estado español (que desea la desaparición o subordinación de otras lenguas nacionales como el catalán, el euskera o el gallego), y el catolicismo reaccionario, que quiere imponerse a toda la población, siguen muy vivos en tal cultura de las derechas españolas. De ahí que éstas no sean homologables a las derechas democráticas europeas. En contra de lo que ha postulado recientemente en el diario El País [9], la derecha española es heredera de la derecha que constituyó, apoyó y se benefició de aquel Estado dictatorial, lo cual explica su rechazo a la condena del franquismo.
El último caso de ello ha sido, en 2006, su alianza, en el Parlamento Europeo, con la ultraderecha para que no se aceptara la condena de aquella dictadura fascista por parte de esa institución [10]. El portavoz del Partido Popular (PP) en tal Parlamento, Jaime Mayor Oreja, (que defendió la «placidez» de aquella dictadura y celebró que su abuelo prohibiera en su casa la utilización del euskera) dirigió la oposición de la ultraderecha a que se condenara aquella dictadura totalizante de ideología fascista.
La ideología de Jaime Mayor Oreja, que acaba de dirigir la campaña del PP para las elecciones al Parlamento Europeo, es sin duda parte de aquella ideología que caracterizó aquella dictadura. No reconocer que la ideología de gran parte de la actual derecha española se basa en la ideología totalizante de aquella dictadura franquista, a la cual se la define como un régimen meramente «autoritario», es desconocer profundamente lo que ha ocurrido y está ocurriendo en nuestro país.
Le Monde Diplomatique
(Julio 2009)
(Julio 2009)
[1] Ver Gregorio Morán, El precio de la Transición, Planeta, Barcelona, 1991.
[2] Juan José Linz, «Una teoría del régimen autoritario. El caso de España», en Manuel Fraga Iribarne, J. Velarde Fuentes y S. Campo, La España de los años 70, Madrid, Editorial Moneda y Crédito, 1974, vol. III, tomo I, p. 1467-1531.
[3] Ver Juan J. Linz. Obras escogidas. Fascismo, perspectivas históricas y comparadas, editado por sus discípulos José Ramón Montero y Thomas Jeffrey Miley, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2008.
[4] Editorial Española, Burgos, 1937.
[5] Dirigida en 1941, por José Luis Sáenz de Heredia con guión de «Juan de Andrade», seudónimo del general Franco.
[6] Véase, por ejemplo: http://blogs.canalsur.es/lamemoria/2009/02/13/el-franquismo-separo-a-miles-de-ninos-de-sus-padres-republicanos-para-adoctrinarlos/
[7] El régimen definió a Franco como: «Caudillo de España por la gracia de Dios».
[8] Léase V. Navarro: «Tergiversaciones de nuestro pasado: Una visión republicana de nuestra historia», en Cuadernos Republicanos, 14 de mayo de 2009, disponible en: http://www.ciere.org/CUADERNOS/art%2062/Art.%201.htm
[9] Antonio Elorza, «La parte equivocada», El País, Madrid, 2 de mayo de 2009.
[10] Léase: «El Parlamento Europeo condena el régimen de Franco con la oposición de Mayor Oreja», El País, 5 de mayo de 2006.
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