Por MARVIN HARRIS
En la política racial y étnica, cada grupo tiende a prestar mucha más atención a sus propios orígenes, heroísmo, sufrimientos y logros que a los de los demás grupos raciales y étnicos. Consecuencia de ello es que las ficciones racistas y etnocentristas se disfrazan de reformas educativas, como cuando se afirma que los egipcios son negros o que los griegos «robaron» la cultura occidental a los egipcios. Las fabulaciones sobre la ascendencia racial y étnica empleadas tanto por los grupos raciales y étnicos dominantes como por los dominados se han elaborado con un descaro total, como si Gregor Mendel no hubiera existido jamás. Por ejemplo, los individuos que tratan de identificarse como «mestizos» o «pertenecientes a otros grupos», o que intentan «inhibirse» son objeto de vilipendio.
La sangre sigue considerándose la sustancia hereditaria que define la ascendencia (en lugar del ADN); la norma de «basta una sola gota de sangre», como hemos visto, todavía aturde a personas de buen nivel cultural. Mientras algunos líderes étnicos y raciales parlotean sin cesar sobre la preservación de culturas que no han existido nunca, otros postulan teorías que achacan el colonialismo al corazón gélido del hombre blanco y que explican el jazz negro como resultado de altas tasas de melanina. Al mismo tiempo, en la mayoría de las ciudades universitarias, la segregación se ha generalizado hasta tal punto que cada grupo étnico y racial trata única y exclusivamente de mantener a los demás a distancia prudencial. En esta situación, la etnicidad degenera en una modalidad especialmente agresiva y virulenta del etnocentrismo, modalidad para la cual el término «etnomanía» parece idóneo.
En la política racial y étnica, cada grupo tiende a prestar mucha más atención a sus propios orígenes, heroísmo, sufrimientos y logros que a los de los demás grupos raciales y étnicos. Consecuencia de ello es que las ficciones racistas y etnocentristas se disfrazan de reformas educativas, como cuando se afirma que los egipcios son negros o que los griegos «robaron» la cultura occidental a los egipcios. Las fabulaciones sobre la ascendencia racial y étnica empleadas tanto por los grupos raciales y étnicos dominantes como por los dominados se han elaborado con un descaro total, como si Gregor Mendel no hubiera existido jamás. Por ejemplo, los individuos que tratan de identificarse como «mestizos» o «pertenecientes a otros grupos», o que intentan «inhibirse» son objeto de vilipendio.
La sangre sigue considerándose la sustancia hereditaria que define la ascendencia (en lugar del ADN); la norma de «basta una sola gota de sangre», como hemos visto, todavía aturde a personas de buen nivel cultural. Mientras algunos líderes étnicos y raciales parlotean sin cesar sobre la preservación de culturas que no han existido nunca, otros postulan teorías que achacan el colonialismo al corazón gélido del hombre blanco y que explican el jazz negro como resultado de altas tasas de melanina. Al mismo tiempo, en la mayoría de las ciudades universitarias, la segregación se ha generalizado hasta tal punto que cada grupo étnico y racial trata única y exclusivamente de mantener a los demás a distancia prudencial. En esta situación, la etnicidad degenera en una modalidad especialmente agresiva y virulenta del etnocentrismo, modalidad para la cual el término «etnomanía» parece idóneo.
Teorías sobre la cultura en la era posmoderna (1989).
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