En una de nuestras tarjetas postales figura la máxima siguiente: «Prostituir su cerebro, su brazo o su empeine, es siempre prostitución o esclavitud». Pero esto no es una apología sexual. Muy por el contrario. Lo que quiere decir es que el trabajador que se deja explotar cerebral o muscularmente, cometería tamaño error si se imaginara «moralmente» superior a la meretriz callejera atrapando viandantes. Porque o se es hostil o favorable a la explotación. Que sean facultades cerebrales, fuerza muscular u órganos sexuales lo que se haga explotar, es sólo una cuestión de detalle. Un explotado será siempre un explotado, y todo adversario de la explotación que se deja explotar, se prostituye. No veo en qué pueda ser superior a la «ramera» o la mujer mantenida el humano que, adversario de la explotación, pasa toda una jornada de trabajo en una máquina realizando un gesto de autómata, o va a ver si arranca algunos pedidos para su principal de una parroquia de mercantes. El estado de prostitución no tiene que ver con el género de oficio que se tenga, es el hecho de ganarse la vida por un procedimiento contrario a las opiniones que se profesan o que refuerza el régimen que se quiere combatir.
Émile Armand
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