Extraido de La Protesta, nº 3 (CNT-Granada):
Algunos acusan a la CNT de haber debilitado y haber facilitado la caída de la II República, que, aunque se llamó a sí misma «República de Trabajadores», no lo fue en ningún caso. Aclaramos que la CNT, aun no comprometiéndose con ningún régimen político, dio a la II República por bien venida, si es que ella iba a favorecer las reivindicaciones obreras. La cosa no fue así. En menos de 5 años, esa República sacrificó a más cenetistas de lo que lo hicieron muchos años de monarquía. La Ley de Organización Sindical, la Ley de Fugas, la Ley de Vagos y Maleantes... fueron todas ellas leyes anticenetistas. La CNT luchó por los derechos de los trabajadores y la II República persiguió por ello a la CNT.
La conspiración contra la República por parte de la reacción española se pone en marcha desde el mismo 15 de abril de 1931 y se le va dando forma y estructura progresivamente en los ámbitos de Mussolini, desde esa misma fecha, y, a partir de 1934, con la subida de Hitler al poder, también en Alemania se van delineando las acciones coordinadas entre los dos Estados fascistas. Una vez producido el levantamiento de julio de 1936, sin la acción de la CNT, ya preparada contra él, la República hubiera durado dos días a lo sumo. La CNT salvó entonces a la República, pero la salvó para la Revolución y esto no lo quisieron ni los republicanos, ni los comunistas, ni los nacionalistas, ni los socialistas de Prieto, Zunzunegui o Besteiro. Que hicieron, todos ellos, lo que hicieron.
Están por un lado los que dicen hacer de la autonomía obrera el fuste ideológico de su actitud, picoteando en Marx, en Rosa Luxemburg o en Pannekoek, dicen también ser antipartido, lo cual encontramos muy correcto, y no parecen ser antiorganizativos, pero sí son radicalmente antisindicales, lo que parece llevarles a problemas de puro nominalismo, pues, si están por una organización que defienda la asamblea frente a reformismos partidistas y sindicatos sin finalismo, ¿por qué se empeñan en negar el anarcosindicalismo que, organizativa y prácticamente tiene esa misión de defender la asamblea contra toda clase de reformismo político y económico. En realidad, son marxistas rezagados que no se atreven a descubrir su juego doctrinal, lo que les obliga a saltimbanquear de un discurso a otro y a frecuentes falseamientos, con consecuencia de un confusionismo oscurantista por falta de clarificación en el qué, el cómo, el medio y el fin, así como a incursiones intermitentes en la pura metafísica idealista. La sustitución del principio de subordinación por el principio de coordinación es la espina dorsal del anarcosindicalismo, pero, sin la clarificación de los extremos a que aludimos, la marcha de consejo obrero en consejo obrero va a culminar, precisamente por no clarificar los pasos y modos intermedios, en un consejo último que tiene todas las papeletas para convertirse en un Consejo Central Subordinante. Por otro lado y aunque declaren, verbalmente, estar en contra los partidos, el hecho es, como ocurrió en el caso de Pannekoek, que, al dejar en oscuridad el campo administrativo, en realidad, lo que dejan es el campo abierto a entidades de carácter político que reservarían para sí la decisión decisiva por antonomasia, ncluso por encima del Consejo Obrero Central. Los fracasos y debilidades del sistema de consejos ensayado en Berlín, Munich o Turín debiera servir de factor clarificativo a los que están en esta línea.
En otro bando, están los del «no-compromiso», los individualistas antiorganizativos, que sin embargo se «organizan», los que no tienen ni medianamente planteada ni teóricamente justificada su posición anti-trabajo como vía de liberación personal, ni cómo desde ella se puede llegar a la revolución, ni cómo ha de ser el principio económico de ésta, ni cómo desde la absoluta ignorancia técnica del laborar se pueden alimentar 6.000 millones o más de personas sobre la Tierra, ni cómo, de la noche al día, se puede adquirir por ciencia infusa ese saber laborar, sin el que la pura subsistencia física se hace imposible. Contra el trabajo asalariado estamos todos y contra él luchamos, pero, por la vía del anti-trabajo o de las falsas soluciones individuales, no se lo puede superar, sino que se contribuye a perpetuarlo...
La CNT está y estará siempre con la juventud porque la juventud es la vida avanzando, pero la CNT es consciente de que la vida no tiene sólo dimensiones físicas y sabe que hay ideas milenarias que son perfectamente jóvenes, si están sustentadas en la razón, que siempre es joven cuando es razón. La dialéctica antiguo/moderno, o de lo viejo y lo joven, planteada desde el puro punto de vista temporal, es un sofisma, una falsa dialéctica. Muchas ideas limpias resultan desfiguradas en el tiempo por ser objeto de un manoseo interesado. Es contra este manoseo contra lo que hay que estar, pero no contra la idea original desfigurada por ese manoseo.
El impulso juvenil es grandioso, pero, si le acompaña la ceguera o la ligereza mental, puede estar dando ventajas a aquello que quiere combatir. La CNT es el único sindicato revolucionario de cuantos hay en escena; de su capacidad transformativa y de su oposición indeclinable al sistema establecido dio y sigue dando suficientes pruebas. Actuar, pues, planteándose otras cosas, pero, en realidad o principalmente, por puro anticenetismo irreflexivo, y contribuir con ello al debilitamiento de esta fuerza es hacer un flaco favor a la causa que apunta a la superación del sistema. Cuando uno se plantea en serio la transformación revolucionaria de a sociedad debe no sólo actuar, sino pensar en el alcance y las consecuencias de los propios actos.
El impulso juvenil es grandioso, pero, si le acompaña la ceguera o la ligereza mental, puede estar dando ventajas a aquello que quiere combatir. La CNT es el único sindicato revolucionario de cuantos hay en escena; de su capacidad transformativa y de su oposición indeclinable al sistema establecido dio y sigue dando suficientes pruebas. Actuar, pues, planteándose otras cosas, pero, en realidad o principalmente, por puro anticenetismo irreflexivo, y contribuir con ello al debilitamiento de esta fuerza es hacer un flaco favor a la causa que apunta a la superación del sistema. Cuando uno se plantea en serio la transformación revolucionaria de a sociedad debe no sólo actuar, sino pensar en el alcance y las consecuencias de los propios actos.
Juan G.L.
Mayo 2006
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